CLEMENTE DE ALEJANDRÍA
Extractos de Teódoto

I
La semilla espiritual en Jesús

Dice Jesús: "Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu" (Lc 23,46). La Sabiduría, dice Teódoto, emitió en el Verbo (Lógos) un elemento carnal (sarkíon), la semilla espiritual; revestido de ella descendió el Salvador. Por lo cual, en la pasión es entregada la Sabiduría al Padre, para que el Padre la recobrará y no fuera retenida aquí abajo por quienes tienen el poder de despojarla.

De esa manera, mediante la expresión mencionada anteriormente se presenta al Padre toda la semilla espiritual, los elegidos. Nosotros decimos que la semilla elegida (cf. 1Pe 2,9; Is 43,20) también es una centella (cf. Is 42,3) vivificada por el Verbo, pupila del ojo (cf. Dt 32,10), grano de mostaza (cf. Mt 13,31; 17,20) y fermento (cf. Lc 13,8) que unifica en la fe (cf. Ef 4,13) las razas que parecen estar divididas.

II
La semilla espiritual en Adán

Pero los discípulos de Valentín dicen que cuando el cuerpo psíquico fue plasmado, en el alma elegida, que estaba en el sueño, el Verbo puso una semilla masculina, que es emanación del elemento angélico, para que no hubiera deficiencia. Y esa semilla fermentó, unificando lo que aparecía dividido, el alma y la carne, que también fueron emitidas divididas por la Sabiduría.

El sueño para Adán (cf. Gn 2,21) fue el olvido del alma, que mantenía a la semilla espiritual para que no se disolviera, aquella semilla espiritual que puso el Salvador en el alma. La semilla era emanación del elemento masculino y angélico. Por eso dice el Salvador: "Sálvate a ti mismo y a tu alma" (Gn 19,17 y Lc 17,33; cf. Lc 9,24-25; 12,20).

III
La obra del Salvador

Así, por tanto, entonces vino el Salvador, despertó el alma y encendió la centella, porque las palabras del Señor son poder (cf. Lc 4,32; Jn 6,63). Por eso dijo: "Brille la luz de ustedes delante de los hombres" (Mt 5,16). Y después de la resurrección, insuflando el Espíritu a los apóstoles (cf. Jn 20,22), soplando separó el polvo de la tierra (cf. Gn 2,7), como si fuera ceniza, e inflamó la centella y la vivificó.

IV
La transfiguración del Señor

Por una gran humildad, el Señor no se apareció como ángel, sino como hombre. Y cuando se apareció en gloria a los apóstoles en la montaña (cf. Mt 17,1-8; Mc 9,2-8; Lc 9,28-36), no lo hizo por causa de sí mismo, con ostentación de sí mismo, sino por la Iglesia, que es "el linaje escogido" (1Pe 2,9; cf. Is 43,20), para que aprendiese su progreso después de su éxodo carnal.

Porque él era también arriba luz (cf. Jn 1,8), y se ha manifestado en la carne (cf. 1Tm 3,16; 1Jn 1,1-2), lo que también se ha visto aquí abajo, no siendo inferior al que está en lo alto; y no se ha dividido al trasladarse desde arriba hasta aquí abajo, como si cambiara un lugar por otro, prescindiendo de una cosa para conseguir otra; sino que, el que estaba en todas partes es el mismo junto al Padre y aquí abajo, porque era poder del Padre (cf. 1Cor 1,24).

Además, había que cumplir aquella palabra del Verbo, que dijo: "Hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su gloria" Mt 16,28; Mc 9,1; Lc 9,27). Sin duda, Pedro, Santiago y Juan le vieron y se murieron.

V
La teofanía en el Jordán

¿Cómo, entonces, al percibir la visión luminosa no iban a espantarse, y caer en tierra al oír la voz (cf. Mt 17,5-6)? Porque los oídos son más incrédulos que los ojos, y la voz espanta más junto a la gloria. Pero Juan Bautista no temió al escuchar la voz, como si estuviera acostumbrado a aquella voz, al escucharla en el Espíritu (cf. Mt 3,17; Mc 1,11; Lc 3,22); pero al oírla como un hombre cualquiera, se espantó (cf. Mt 11,2; Lc 7,20). Por eso también les dice el Salvador: "No cuenten a nadie lo que han visto" (Mt 17,9; Mc 9,9).

Aunque no habían visto la luz con ojos carnales (puesto que no existe parentesco ni afinidad entre esa luz y la carne de aquí abajo), sino como que el poder y la voluntad del Salvador fortalecieron la carne para que la contemplara. Por otra parte, también lo que el alma vio lo compartió con la carne, a la que estaba asociada, por estar unida a ella. Y "el no lo cuenten a nadie" fue dicho para que no pensaran que era el Señor, absteniéndose de poner las manos sobre el Señor (cf. Mt 26,50; 1Cor 2,8), y (que así) quedase imperfecta la economía salvífica y el Señor se aparatase de la muerte, como quien intenta sin resultado lo imposible.

Así, la voz en la Montaña sucede para los elegidos que ya entienden; por eso también quedaron admirados por el testimonio dado al objeto de su fe. Pero la voz sobre el río Jordán era para los que habrían de creer; por eso la voz fue desatendida por los que estaban ocupados en la educación de los doctores de la ley.

VI
El Prólogo del evangelio de san Juan

La expresión "en el Principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios" (Jn 1,1) es aceptada por los valentinianos de la siguiente manera. Dicen los valentinianos que el Principio es el Unigénito, que también es llamado Dios, como asimismo en lo que sigue se le presenta abiertamente como Dios, diciendo: "El Dios Unigénito, el que está en el seno del Padre, él mismo lo ha dado a conocer" (Jn 1,18).

El Verbo que está "en el Principio", es decir, en el Unigénito, en la Inteligencia y en la Verdad, es el Cristo, el Verbo y la Vida; por lo cual, con razón le llama también Dios, porque está en Dios, en la Inteligencia. "Lo que se hizo en él" (Jn 1,3) en el Verbo "era Vida" (Jn 1,4; cf. 5,26). O sea, la compañera-; por eso también dice el Señor: "Yo soy la vida" (Jn 15,25; 14,6; 11,25).

VII
La gnosis falsa y verdadera

Ahora bien, siendo incognoscible el Padre, quiso darse a conocer a los eones, y mediante su propio pensamiento, como quien se conoce a sí mismo, emitió al Unigénito, Espíritu de la gnosis, en el seno de la gnosis. Así, por tanto, también el que nació de la gnosis (es decir, del pensamiento paterno) vino a ser gnosis, o sea, el Hijo, puesto que "el Padre es conocido por medio del Hijo" (Mt 11,27; Lc 10,22; Jn 1,8; cf. Jn 10,15).

Pero el Espíritu de la caridad se ha mezclado con el de la gnosis, como el Padre con el Hijo y el pensamiento con la verdad, procediendo de la verdad, como la gnosis del pensamiento. Y el que permanecía "Hijo Unigénito en el seno del Padre" (Jn 1,18) explica a los eones el pensamiento del Padre mediante la gnosis, como que también él mismo ha sido emitido por el seno del Padre.

Pero el que fue visto aquí abajo en el mundo no es denominado Unigénito por el apóstol Juan, sino "como Unigénito; gloria del como Unigénito" (Jn 1,14). Porque siendo uno y el mismo, Jesús, es de una parte Primogénito (Col 1,15) en la creación, pero de otra es Unigénito en el pléroma. Pero es el mismo que está en cada lugar tal como ser contenido. Y al descender nunca se ha separado del que permanece. Porque dice el apóstol Pablo: "Puesto que el que ascendió es también el mismo que descendió" (Ef 4,10; cf. Jn 3,13).

Los valentinianos llaman imagen del Unigénito al Demiurgo; por eso vienen a ser iguales las obras de la imagen. De ahí que también el Señor, haciendo una imagen de la resurrección por medio del espíritu, resucitó a los que estaban muertos, no haciéndolos incorruptibles en la carne, sino que los resucitó como destinados a morir de nuevo.

VIII
El Logos en el evangelio de Juan

Pero nosotros llamamos Dios al Verbo que está en Dios en la misma identidad, el cual también se dice que "está en el seno del Padre" (Jn 1,18), invisible, indivisible, un solo Dios. "Todo se hizo por medio de él" (Jn 1,3), según la acción continua en la misma identidad del Verbo: lo espiritual, lo inteligible y lo sensible. "El que está en el seno del Padre" (Jn 1,18), el Salvador, e Isaías afirma: Y retribuiré sus obras (pasadas) en su seno" (Is 65,7), en su inteligencia, la que se encuentra en el alma, de la primera que se obra en "el Primogénito de toda la creación" (Col 1,15).

El Unigénito (cf. Jn 1,14), que vive en su identidad, en cuyo poder continuo obra el Salvador, es la Luz (cf. Jn 1,4) de la Iglesia, que antes estaba en tinieblas e ignorancia. "Y las tinieblas no la recibieron" (Jn 1,5); los apóstatas y los demás hombres no la conocieron, y la muerte no la detuvo.

IX
Los grados de la fe

La fe no es una sola, sino variada. Según esto, dice el Salvador: "Que se haga en ti según tu fe" (Mt 9,29). De ahí que se diga que algunos de los llamados serán engañados en la parusía del Anticristo, pero es imposible para los elegidos, por eso dice: "Y si fuera posible, incluso a mis elegidos" (Mt 24,24). También, cuando dice: "Salgan de la casa de mi Padre" (Jn 2,16), se refiere a los llamados. Otra vez le dice llamado a quien viene de viaje y ha gastado las posesiones y para quien mató el ternero cebado (cf. Lc 15,23); y lo mismo cuando el rey llamó a los que estaban en los caminos para el banquete de bodas (cf. Mt 22,9).

Ciertamente, todos fueron llamados por igual (porque hace llover sobre justos e injustos y hace salir el sol para todos; Mt 5,45). Pero son elegidos los que tienen mayor fe, a quienes les dice: "Nadie ha visto a mi Padre, excepto el Hijo" (Jn 6,46), y: "Ustedes son la luz del mundo" (Mt 5,14), y: "¡Padre santo, santifícalos en tu nombre!" (Jn 17,11. 17).

X
La naturaleza del Hijo y de los espíritus celestiales

Pero ni los seres espirituales e inteligentes, ni los Arcángeles, ni los primocreados (protóktistos, o creados en primer lugar), ni incluso el mismo Hijo, son amorfos, informes, sin figura e incorpóreos, sino que él tiene forma propia y un cuerpo análogo (en proporción, con sentido cosmológico) a su preeminencia sobre todos los seres espirituales. Y como los primocreados también poseen un cuerpo que corresponde a su preeminencia sobre las sustancias subordinadas a ellos. Porque en general, lo que viene a la existencia no es ciertamente insustancial, pero tampoco poseen una forma y un cuerpo semejante a los cuerpos que hay en este mundo. Porque los cuerpos de aquí abajo son masculinos y femeninos y difieren unos de otros.

Pero allá arriba se encuentra el Unigénito también propiamente el Inteligente, teniendo una forma propia y una sustancia propia, muy pura y totalmente soberana, y gozando muy cerca del poder del Padre; pero los primocreados, si también son diferentes en número y cada uno se encuentre delimitado y circunscrito. Sin embargo la similitud de sus acciones realizadas manifiesta su unidad, igualdad y semejanza.

En efecto, no se ha suministrado a unos más y a otros menos de los siete arcángeles ni a ninguno de ellos le falta progreso. Desde el principio han recibido la perfección juntamente con su primer nacimiento por parte de Dios mediante el Hijo. Y ciertamente se dice que el Hijo ha sido "luz inaccesible" (1Tm 6,16), como Unigénito (Jn 1,14.18) y Primogénito (Col 1,15), que "ni ojo vio, ni oído oyó, ni subió al corazón del hombre" (1Cor 2,9), y nadie es como él, ni entre los primocreados ni entre los hombres.

Ellos, los primocreados o los siete arcángeles, "contemplan continuamente el rostro del Padre" (Mt 18,10). Pero el rostro del Padre es el Hijo, por medio del cual es conocido el Padre. Ciertamente, lo que se ve y lo contemplado no puede ser algo sin figura e incorporal; pero ven con un ojo no sensible, sino con el que les suministra el Padre, el ojo de la inteligencia.

XI
Sobre los diversos seres espirituales

Así, cuando el Señor dijo: "No desprecien a uno de estos pequeños; en verdad les digo: sus ángeles están viendo continuamente el rostro de Dios" (Mt 18,10). Lo cual significa cual es el modelo, así son los elegidos, los que han recibido el progreso perfecto: "Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). ¿Y cómo podría tener rostro el que no tiene forma o figura?

En efecto, el apóstol Pablo vio cuerpos celestiales hermosos e inteligentes. Pero ¿cómo iba a expresar sus diferentes nombres, si no estaban delimitados por figuras, por forma y cuerpo? "Pero uno es el resplandor de los seres celestiales y otro el de los terrestres" (1Cor 15,40), uno el de los ángeles y otro el de los arcángeles.

Como en comparación con los cuerpos de aquí abajo (como las estrellas; cf. 1Cor 15,41) son incorpóreos e informes, pero en comparación con el Hijo son cuerpos mensurables y sensibles; lo mismo que también el Hijo, si es comparado con el Padre. Y ciertamente cada uno de los seres espirituales posee su propio poder y su propia economía; de esa misma manera los primocreados han recibido a la vez la existencia y la perfección, el ministerio común e indivisible.

XII
El Hijo es luz inaccesible

Así, por tanto, los primocreados ven al Hijo, a ellos mismos y a los seres inferiores, como también los arcángeles ven a los primocreados. Pero el Hijo, principio de la visión paterna, es llamado rostro del Padre. Y los ángeles son fuego inteligente y espíritus intelectuales y espirituales, que han sido purificados en la sustancia; y el gran progreso a partir del fuego inteligente, perfectamente purificado, es una luz intelectual e espiritual "para las mismas cosas que los ángeles contemplan con avidez" (1Pe 1,12), dice Pedro.

Pero el Hijo es aún más puro que esa luz, es "una Luz inaccesible" (1Tm 6,16), "fuerza o poder) de Dios" (1Cor 1,24) y, según el apóstol Pedro, "nosotros hemos sido rescatados con una sangre preciosa, sin defecto y sin mancha" (1Pe 1,18-19). Su vestido "brilló como la luz y el rostro como el sol" (Mt 17,2), al cual no es fácil mirar de frente.

XIII
Cristo es el pan de vida

Él es "pan supracelestial" (Jn 6,31; cf. Sal 77,24) y "alimento espiritual" (1Cor 10,3), que por la acción de comer y la gnosis procura la vida, "luz de los hombres" (Jn 1,4), es decir, de la Iglesia. Sin duda, "los que comieron el pan del cielo murieron" (Jn 6,31); pero el que come "el verdadero Pan" (Jn 6,32) del Espíritu no morirá (cf. Jn 6,31-32).

El "pan vivo" (Jn 35.48.51; cf. Sal 77,24), "el que da el Padre" (Jn 6,32), es el Hijo para los que quieren comer. "Y el pan que yo daré -dice- es mi propia carne" (Jn 6,51), bien sea aquel con que se alimenta la carne por medio de la eucaristía o, todavía mejor, que la carne es su propio cuerpo, "que es la Iglesia" (Col 1,24), "alimento del cielo" (Jn 6,32), asamblea bendita. Y quizás porque los elegidos tienen subsistencia a partir de la misma sustancia, así también tendrán la misma perfección.

XIV
Sobre la resurrección y el castigo

Se dice que los demonios son incorpóreos (Agrapha, 72), no porque no tengan como cuerpo (puesto que tienen figura; por eso también tienen conciencia del castigo), sino que se dice que son incorpóreos, porque, en comparación con los cuerpos espirituales salvados, son una sombra. Pero también los Ángeles tienen cuerpo, porque se les ve. Pero incluso el alma también tiene cuerpo espiritual. Al menos, el apóstol Pablo dice: "Porque se siembra un cuerpo psíquico y resucita un cuerpo espiritual" (1Cor 15,44).

Y ¿cómo podrían tener las almas conciencia del castigo, si no tuvieran cuerpo? Ciertamente dice el Señor: "Teman al que después de la muerte puede arrojar alma y cuerpo en la gehena" (Mt 10,28; cf. Lc 12,5). Porque lo que se ve (el cuerpo) no es purificado por el fuego, sino que se disuelve en la tierra. Pero de Lázaro y del rico (cf. Lc 16,24) se demuestra con claridad que el alma tiene cuerpo por los miembros corpóreos.

XV
El cristiano está llamado a la perfección

Y como hemos "llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del hombre celestial" (1Cor 15,49), del espiritual, según progresamos hacia la perfección; por eso Pablo menciona de nuevo la palabra imagen, por ser cuerpos espirituales ( a no ser que no diga de nuevo imagen, por ser cuerpos espirituales). Y de nuevo: "Porque ahora vemos como en un espejo, en enigma; pero entonces veremos cara a cara" (1Cor 13,12). Porque en seguida comenzamos a conocer. Y de esa realidad existe una cara, una forma, una figura, un cuerpo. Ciertamente, una figura es contemplada en una figura, una cara en una cara, y lo que se reconoce es identificado con sus formas y substancias.

XVI
Afirmaciones de los gnósticos sobre el Espíritu Santo

Y la paloma (cf. Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22; Jn 1,32) fue vista como un cuerpo, a la que los cristianos llaman Espíritu Santo; los discípulos de Basílides el diácono y los de Valentín el Espíritu del pensamiento del Padre, que hizo descender sobre la carne del Verbo.

XVII
El Creador es diverso de la criatura

Según los valentinianos, Jesús, la Iglesia y la Sabiduría son una mezcla (crasis) poderosa de todos los cuerpos. En consecuencia, la mezcla (míxis) humana según el matrimonio produce el nacimiento de un solo niño a partir de dos semillas mezcladas, y el cuerpo disuelto en la tierra se mezcla con la tierra, y el agua con el vino. Y los cuerpos mejores pueden mezclarse con facilidad; así, el aliento se mezcla con el soplo.

Pero sucede que esto sucede según yuxtaposición (paráthesis) de una cosa con otra, no por unión. Entonces, ¿no existe fuerza divina que, inmanente al alma, la santifique al final del progreso? "Porque Dios es espíritu y sopla donde quiere" (Jn 4,24; 3,8). Así, la fuerza no permanece inmanente según la sustancia, sino de manera violenta y a la fuerza: el Espíritu divino se recuesta al lado del espíritu humano, como el espíritu humano al lado del alma.

XVIII
La encarnación del Verbo

Cuando el Salvador descendió fue visto por los ángeles; y por eso también lo proclamaron. Pero también fue visto por Abraham y por los demás hombres justos, que estaban en el descanso; en los lugares de la derecha. Puesto que dice el Señor: "Se llenó de alegría porque iba a ver mi día" (Jn 8,56), la venida (parusía) en carne.

Por lo cual, una vez resucitado el Señor, evangelizó a los Justos que se encontraban en el descanso (cf. 1Pe 3,19), los sacó, los trasladó (cf. Col 1,13) y todos "vivirán bajo su sombra" (Lm 4,20). Porque la venida a este mundo es sombra de la gloria del Salvador que está junto al Padre; pero sombra de la luz no es oscuridad, sino iluminación.

XIX
La vida es el Señor

"Y el Verbo se hizo carne" (Jn 1,14), no sólo al hacerse hombre en su venida, sino también "en el Principio" (Jn 1,1), cuando el Verbo en su misma identidad se hizo Hijo según su determinación personal no en su esencia. E incluso "se hizo carne" (Jn 1,14) al actuar por medio de los profetas. Y el Salvador es llamado hijo del Verbo en su misma identidad. Por eso, "en el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios; lo que se hizo en él es la vida" (Jn 1,3-4). Y la vida es el Señor.

También dice Pablo: "Revístanse del hombre nuevo, que ha sido creado según Dios" (Ef 4,24); como si dijera: cree a aquél "que ha sido creado según Dios", al Verbo que está en Dios. "Creado según Dios puede referirse al fin del progreso hacia el que el hombre debe llegar, lo mismo que: "Atiende al fin para el que has sido creado".

También Pablo habla con mayor evidencia y más claramente: "El cual es imagen del Dios invisible" (Col 1,15). Después añade: "primogénito de toda creación" (Col 1,15). Porque ciertamente dice que el hijo del Verbo en su misma identidad es "imagen del Dios invisible"; pero es "primogénito de toda creación, porque, engendrado sin pasión (diferencia entre la generación del Hijo y la generación humana), es creador y progenitor de toda la creación y sustancia, puesto que el Padre hizo "en él" (Col 1,16) todas las cosas.

Por eso, también se dice que "tomó la forma de siervo", no sólo la carne con su venida, sino también la sustancia que derivó de su realidad subyacente: puesto que la sustancia es esclava, como que es pasiva y está sometida a la causa activa (que obra) y dominante.

XX
El Primogénito, Logos de Dios

Porque la expresión "antes de la aurora te he engendrado" (Sal 109,3), nosotros la entendemos sobre el primogénito Verbo de Dios; y(la expresión "tu Nombre es anterior al sol" (Sal 72,17), a la luna y a toda la creación.

XXI
Distinciones de los valentinianos entre los seres espirituales y los psíquicos

Los valentinianos dicen que la mejor emanación de la Sabiduría se encuentra expresada en: "A imagen de Dios les creó, macho y hembra los creo" (Gn 1,27), los masculinos que son la elección, y los femeninos que son la vocación. Ciertamente, los valentinianos llaman a los masculinos seres angélicos, y a los femeninos, que son ellos mismos, semilla superior, especial y diferente.

Lo mismo sucede también con Adán: el elemento masculino permaneció en él, pero toda la semilla femenina fue quitada de él y se convirtió en Eva (cf. Gn 2,22), de la que derivan los seres femeninos (los hombres espirituales), como de aquel Adán los masculinos (los ángeles espirituales).

Ahora bien, los elementos masculinos son colocados después del Verbo; pero los femeninos, haciéndose hombres, se unen a los ángeles y llegan al pléroma. Por eso se dice que la mujer se cambia en varón y la Iglesia de aquí abajo en ángeles.

XXII
Afirmaciones erróneas sobre Jesús y los ángeles

Y cuando el apóstol Pablo dijo: "De otro modo, ¿qué alcanzarán los que se bautizan por los muertos?" (1Cor 15,29). Porque, dice Teódoto, han sido bautizados por nosotros los ángeles, de los que somos parte.

Pero nosotros somos cadáveres, como que hemos sido enterrados en esta existencia; en cambio los elementos masculinos (ángeles) están vivos, no participando de esta existencia. "Si los muertos no resucitan, ¿para qué somos bautizados?" (1Cor 15,29). Por lo tanto, nosotros nos levantamos, como ángeles (cf. Lc 20,36), restituidos a los elementos masculinos; los miembros femeninos con los miembros masculinos, para la unidad (cf. Gál 3,28).

Pero los que se bautizan por nosotros, que estamos puertos (dicen) son los ángeles, que se hacen bautizar para levantarnos a nosotros, para que podamos tener el nombre del Señor y no seamos impedidos por el límite y la cruz de entrar en el pléroma. Por eso también, en la imposición de las manos, dicen al fin: "Para redención angélica" (Ireneo, Contra Herejes, I, XXI, 3); es decir, la que también tienen los ángeles, para que obtenga la redención quien haya sido bautizado en el mismo Nombre en el que también haya sido bautizado su ángel.

Pero en el principio fueron bautizados los ángeles con la redención del nombre de Señor que descendió sobre Jesús en forma de paloma (cf. Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22; Jn 1,32-33) y lo redimió. Y también Jesús, para avanzar por medio de la Sabiduría, tuvo necesidad de redención, para no ser retenido por el pensamiento deficiente en el que había sido colocado, como dice Teódoto.

XXIII
Cada uno conoce al Señor en la medida de sus posibilidades

Los valentinianos llaman a Jesús el Paráclito, porque vino repleto de eones, como que procedía del Todo. Porque Cristo, abandonando a la Sabiduría que lo había emitido y entrando en el pléroma, pidió auxilio a la Sabiduría que había dejado fuera, y por la buena voluntad de los eones Jesús es emitido como Paráclito para el eón transgresor. Y como tipo del Paráclito, Pablo devino apóstol de la resurrección (cf. 1Cor 15,12-13; Rm 1,3-4).

Inmediatamente después de la pasión del Señor, también él fue enviado a predicar. Por eso también predicó al Salvador según dos aspectos: engendrado y pasible en razón de los de la izquierda (plan salvífico para los psíquicos), puesto que, pudiendo conocerle, según esa figura (cf. 1Cor 1,23), le veneran; y según lo espiritual, proviniendo del Espíritu Santo y de la Virgen (cf. Lc 1,35), como le conocen los ángeles de la derecha (los espirituales). Porque cada uno conoce al Señor a su manera, y no todos de igual forma. "Los ángeles de estos pequeños ven el rostro del Padre" (Mt 18,10), los de los elegidos, de los que formarán parte de su misma herencia y perfección.

Sin duda, el rostro es ahora también el Hijo, y es también la parte comprensible del Padre que contemplan quienes son enseñados por medio del Hijo. Y lo demás del Padre es desconocido.

XXIV
Sobre el Espíritu Santo y la Iglesia

Los valentinianos dicen que el espíritu excelente que poseían los profetas para su ministerio, fue derramado sobre todos los fieles de la Iglesia (cf. Jl 3,1; Hch 2,17; 10,45); por eso los signos del Espíritu, curaciones y profecías, se cumplen por medio de la Iglesia. Pero no saben que el Paráclito, que ahora actúa continuamente en la Iglesia, es de la misma esencia y fuerza que el que actuaba con continuidad en el Antiguo Testamento.

XXV
Generación y regeneración

Los discípulos de Valentín han definido al ángel como Verbo que tiene un mensaje del Ser. Pero también llaman logoi a los eones, con el mismo nombre que el Verbo. Los apóstoles (dice Teódoto) han sustituido a los doce signos del Zodiaco; puesto que, como la generación está dirigida por éstos, así también la regeneración bautismal está presidida por los apóstoles.

XXVI
Lo visible e invisible en Jesús según Teódoto

Lo visible de Jesús era la Sabiduría y la Iglesia de las semillas superiores, que se equiparon por medio del elemento carnal, como dice Teódoto; pero el elemento invisible es el Nombre, que es el Hijo Unigénito.

Por ello, cuando Jesús dice: "Yo soy la puerta" (Jn 10,7), quiere decir que ustedes, los que son de la semilla superior, podrán llegar hasta el límite donde yo estoy. Pero también cuando él mismo entra, asimismo la semilla entra con él en el pléroma, reunida (cf. Mt 3,12; Lc 3,17; Jn 4,36) e introducida a través de la puerta.

XXVII
El alma humana puede acceder a la gnosis del Verbo

El sacerdote, entrando en el interior del segundo velo, deposita (la placa) de metal junto al altar del incienso; y él mismo entra en silencio, teniendo grabado el nombre del Señor en el corazón (cf. Hb 9,3-7; Lv 8,9; 16,3-4; Ex 26,31; 28,36; 37,25); así indica el abandono del cuerpo que, al igual que la placa de oro, es puro y ligero mediante la purificación como el abandono del cuerpo del alma, en el que estaba grabado el signo (gánoma) de la piedad, por el cual los principados y las potestades han reconocido al que se encuentra rodeado por el nombre del Señor.

Es abandonado así este cuerpo, la placa de metal que se ha vuelto ligera, en el interior del segundo velo, en el mundo inteligible, que constituye el segundo velo de todo el universo, y que está junto al altar del incienso, junto a los ángeles que son los ministros de las oraciones llevadas a lo alto (cf. Sal 140,2).

Y el alma, desnuda de la fuerza de la conciencia, como cambiada en un cuerpo poderoso y fuerte, pasa a los seres espirituales, convertida en algo realmente lógico (transformada de alguna manera en Lógos) y sacerdotal, como si fuera animada, por así decirlo, directamente por el Verbo, lo mismo que los Arcángeles devienen los sumos sacerdotes de los ángeles y también los primocreados lo son de esos arcángeles.

Pero, ¿dónde hay un sano criterio escrito o de enseñanza sobre que esa alma que ha llegado a ser pura, sea también digna de ver a Dios "cara a cara" (1Cor 31,2; cf. Mt 5,8)?

En todo caso, superando la enseñanza angélica y el nombre del Señor enseñado por escrito, el alma llega a la gnosis y a la comprensión de las realidades; de ningún modo es ya esposa, sino ya convertida en Verbo, y permanece con el Esposo, juntamente con los primollamados y los primocreados, amigos (cf. Jn 15,15) del Verbo por amor, hijos (cf. Jn 13,33) por la enseñanza y la obediencia, y hermanos (cf. Rm 8,29; Hb 2,11) por el común nacimiento. De donde, ciertamente se refiere a la economía salvífica el llevar encima la placa metálica y el aprender la gnosis; pero se refiere al poder de Dios (cf. 1Cor 1,24) el hacer que el hombre sea portador de Dios, siendo movido directamente por el Señor y que devenga como su cuerpo.

XXVIII
Afirmaciones de los discípulos de los gnósticos Basílides y Valentín

Los discípulos de Basílides dicen que "Dios castiga hasta la tercera y cuarta generación a los desobedientes" (Dt 5,9; cf. Nm 14,18), según las reencarnaciones. En cambio, los seguidores de Valentín dicen que los tres lugares se refieren a los de la izquierda, pero que la cuarta generación indica la semilla de ellos. "Y tengo misericordia por mil generaciones" (Dt 5,10) se refiere a los de la derecha.

XXIX
Abismo y Silencio

El Silencio (dicen), Madre de todos los seres emitidos por el Abismo, ciertamente nada tenía que decir, guardó silencio sobre el Inexpresable; pero comprendiendo lo declaró Incomprensible.

XXX
El Padre y el silencio

Después, olvidándose de la gloria de Dios, dicen manera impíamente que él sufrió. Puesto que el Padre se compadeció, siendo constante e inexorable por naturaleza (dice Teódoto), ofreciéndose a sí mismo para que el Silencio comprendiera, lo que es una pasión en él. Puesto que la compasión es la pasión de uno a causa de la pasión de otro. Ciertamente, así es. Y cuando tiene lugar la pasión, el Todo simpatizó, según ellos, para la mejora de quien padecía.

XXXI
La pasión de la sabiduría

Pero si también el Salvador que descendió era la buena voluntad del Todo (porque el pléroma entero estaba en él corporalmente), también él mismo sufrió, mostrando que también las semillas que hay en él han padecido juntamente, y que por medio de ellas han padecido el conjunto (pléroma) y el Todo (cf. Col 2,9).

Pero también los eones, una vez educados (como dicen) por la persuasión del eón duodécimo (la Sabiduría), se compadecieron. Porque reconocieron que lo que son es por la gracia del Padre (cf. 1Cor 15,10): un nombre innominable, forma y gnosis. Pero el eón que quería apoderarse de lo que estaba por encima de la gnosis, cayó en la ignorancia y en la ausencia de forma. Como consecuencia, también consiguió un vacío de gnosis, que es la sombra del nombre y que es el Hijo, forma de los eones. Así, según el nombre parcial de los eones es la pérdida del nombre del Señor.

XXXII
Cristo, imagen del pléroma

Por tanto, aunque existe unidad en el pléroma, cada uno de los eones tiene su propio pléroma, su pareja. Ciertamente, lo que proviene de la pareja (dicen) son pléromas; pero lo que proviene de uno solo son imágenes. Por eso Teódoto llamó a Cristo, que proviene del pensamiento de la Sabiduría, imagen del pléroma. Y Cristo, abandonando a su Madre (la Sabiduría) para entrar en el Pléroma, se mezcló tanto con los todos los eones del Todo, y también con el Paráclito.

XXXIII
Equivocadas interpretaciones de los gnósticos

Cristo devino verdaderamente hizo hijo adoptivo (cf. Rm 8,15. 23), lo mismo que se hizo Elegido (Lc 23,35; Col 1,15) para los pléromas y Primogénito (Col 1,15) de las realidades de aquí abajo. En verdad, esta doctrina es una mala interpretación de la nuestra, llamando al Salvador primogénito (Col 1,15) a partir de la realidad subyacente; y es como nuestra raíz y cabeza (Ef 4,15; cf. Ef 1,22; 5,23; Col 1,18); y la Iglesia es su fruto.

Dicen que cuando Cristo huyó de lo que le era impropio y fue restringido en el pléroma, puesto que provenía del pensamiento materno, la Madre produjo de nuevo al arconte de la economía salvífica, como tipo de aquel que había huido, por el deseo de quien pensaba que era mejor, puesto que era tipo del Padre de todas las cosas. Por eso también este arconte deviene inferior, como que provenía de una pasión de la concupiscencia. Ciertamente, la Madre se disgustó al darse cuenta, como ellos dicen, del apéndice (apotomía).

XXXIV
Los poderes emitidos por la Madre

Pero también los poderes de la izquierda, emitidos por la Madre antes que los de la derecha, no fueron formados por la venida de la luz (cf. Jn 1,5), sino que los de la izquierda fueron abandonados en el lugar, para que fueran formados. Así, una vez que la Madre haya entrado en el pléroma con el Hijo y las semillas, entonces el lugar recibirá la autoridad de la Madre y la posición que ahora tiene la Madre.

XXXV
Jesús y los ángeles

Jesús, nuestra luz (Jn 1,4; 8,12; 12,46; Is 49,6), como dice el apóstol Pablo, se "vació a sí mismo" (Flp 2,7). Es decir, según Teódoto saliendo fuera del límite, puesto que era ángel del pléroma, arrastró consigo mismo a los ángeles de la semilla superior. Y ciertamente, él tiene la redención, como que proviene del pléroma; pero condujo a los ángeles para corrección de la semilla. Porque, como limitados, los ángeles suplican e invocan y retenidos por nosotros, se esfuerzan en entrar, pidiendo perdón para nosotros, para que podamos entrar con ellos. Porque quizás, teniendo necesidad de nosotros para poder entrar, ya que sin nosotros no tienen libertad para entrar (porque la Madre tampoco ha entrado sin nosotros, dicen), con razón suplican por nosotros.

XXXVI
Hacia la unidad

Sin duda, nuestros ángeles han sido emitidos en la unidad (dicen los valentinianos), siendo uno con el Salvador, como que provienen de uno. Pero puesto que nosotros existimos en la división, por eso Jesús fue bautizado, para que lo indiviso se dividiera, hasta que nos una a nosotros con aquellos ángeles en el pléroma; para que nosotros, los muchos, deviniéramos uno (cf. Jn 11. 21-22), todos mezclados en el uno que fue dividido por nosotros.

XXXVII
El edificio de la tiniebla

Según los valentinianos, entre los descendientes de Adán, unos (ciertamente, los justos), haciendo camino a través de las cosas creadas, han sido retenidos en el lugar; pero otros han sido retenidos en el edificio de la tiniebla que está a la izquierda, experimentando la sensación del fuego.

XXXVIII
El velo del templo y el santo de los santos

Un río de fuego sale de debajo del trono (cf. Dn 7,9-8) del lugar y fluye hacia el vacío de lo creado, que es la Gehenna y que no se llena, aunque el fuego fluya desde la creación. Pero también el lugar mismo es ígneo. Por eso (dice Teódoto) tiene un velo, para que las cosas espirituales no puedan ser consumidas por su mirada. Y sólo el arcángel puede entrar en él, y a su imagen también el sumo sacerdote entraba una sola vez al año en el santo de los santos (cf. Hb 9,7). De ahí que también Jesús fuera llamado para ayudar a sentarse (cf. Sal 109,1) en el lugar, para que los espirituales permanecieran y no se levantaran antes que él, y para someter al lugar y procurar a la semilla un camino hacia el pléroma.

XXXIX
La actividad de la Madre

La Madre, después de emitir al Cristo total y de haber sido abandonada por él, ya no emitió en adelante nada entero, sino que retuvo junto a ella los elementos posibles; de modo que, aunque ella había emitido los elementos angélicos del lugar y de los llamados, los retuvo junto a ella misma, en tanto que los elementos angélicos de los elegidos habían sido emitidos anteriormente por el varón.

XL
Las semillas de la Iglesia

Porque los elementos de la derecha han sido producidos por la Madre antes de la petición de la luz; pero las semillas de la Iglesia lo han sido después de la petición de la luz, cuando los elementos angélicos de las semillas fueron emitidos por el varón.

XLI
Sobre las semillas pneumáticas

Las semillas superiores y diferentes (dice Teódoto) no son producidas ni como una pasión (porque también habrían sido destruidas las semillas de las que derivaban), ni como una creación, sino como hijos. Porque, cuando la creación fue perfeccionada, también las semillas habrían sido completadas con ella.

Por eso también las semillas tienen una afinidad con la luz (cf. Jn 1,4), es decir, con Jesús, el primer elemento que Cristo produjo, suplicándolo a los Eones. En Cristo, en la medida de lo posible, han sido filtradas también las semillas, entrando con él en el pléroma. Por ello se dice con razón que la Iglesia fue elegida antes de la fundación del mundo (cf. Ef 1,4-12; Rm 8,28; Mt 25,34). Por tanto, hemos sido reunidos con él al principio (afirman) y hemos sido manifestados.

Por eso el Salvador dice: "Alumbre la luz de ustedes" (Mt 5,16), refiriéndose a la Luz que apareció y dio forma, sobre cual dice el apóstol Juan: "La que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo" (Jn 1,9; cf. 1Jn 2,8), al hombre de la semilla superior. Porque, cuando el hombre fue iluminado, entonces vino al mundo, es decir, se hizo perfecto a sí mismo, apartando de sí las pasiones que lo obscurecían y se habían mezclado con él. También el Demiurgo tuvo en su pensamiento a Adán, y no lo presentó hasta el final de la creación (cf. Gn 1,26).

XLII
La señal de la cruz

La cruz es la señal del límite en el pléroma, puesto que separa a los infieles de los creyentes, como el límite separa al mundo del pléroma. Por eso también Jesús, por medio de esa señal de la cruz que lleva sobre sus hombros, introduce las semillas en el pléroma. Porque Jesús es llamado hombros de la semilla, pero la cabeza es Cristo (cf. Ef 1,22; 4,15; 5,23; Col 1,18). De ahí que se diga: "El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no es mi hermano" (Mt 10,38; Lc 14,27; cf. Mt 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23). Así, por tanto, Cristo levantó el cuerpo de Jesús, que era consubstancial a la Iglesia.

XLIII
Jesucristo Salvador

Por consiguiente, dicen que los de la derecha conocían los nombres de Jesús y de Cristo, incluso antes de la venida; pero no conocían el poder de la señal de la cruz. Y cuando el Padre concedió toda la autoridad (cf. Mt 28,18; Jn 13,3) y también el pléroma consintió, fue emitido "el ángel del consejo" (Is 9,5). Y se originó la cabeza de todas las cosas (cf. Col 1,19) después del Padre: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las visibles y las invisibles, tronos, principados, dominaciones" (Col 1,16), divinidades y ministerios. "Y por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre sobre todo nombre, para que toda rodilla se doble y toda lengua confiese que el Salvador Jesucristo es Señor de la gloria" (Flp 2,9-11), el mismo que subió y que descendió. "¿Y qué significa subió, sino que también descendió? El que descendió a las regiones inferiores de la tierra, también subió por encima de los cielos" (Ef 4,9-10; cf. Jn 31,13).

XLIV
La sabiduría adoró a Cristo

Pero la Sabiduría vio que era semejante a la luz que la había abandonado, reconoció a Cristo, se acercó, se alegró y lo adoró. Pero al contemplar a los ángeles masculinos que habían sido enviados con él, ella sintió vergüenza y se puso un velo. Por este misterio Pablo ordena a las mujeres "mostrar sobre su cabeza la señal de sumisión por razón de los ángeles" (1Cor 11,10).

XLV
La epifanía del Salvador

Así, por tanto, a continuación el Salvador concedió a la Sabiduría la forma gnóstica y la curación de sus pasiones, mostrando, a partir del Padre ingénito, los misterios que están en el pléroma y los ocurridos hasta ella misma. Y separadas las pasiones de quien las padeció la constituyó impasible, y al separar las pasiones las mantuvo en guardia; y no las dispersó como las de aquella que estaba dentro del pléroma, sino que las llevó al estado de sustancia, a ellas y a las de la segunda disposición. De esta manera, mediante la epifanía del Salvador, nace la Sabiduría impasible, y son creados los elementos exteriores al pléroma: "Porque todo se hizo por medio de él, y sin él no se hizo nada" (Jn 1,4).

XLVI
Las pasiones transformadas en materia incorporal

Así, primero tomó esos elementos de una pasión incorporal y accidental y los transformó en una materia todavía incorporal, y de la misma manera en composiciones y cuerpos. Porque no era posible transformar las pasiones directamente en una sustancia; así dotó a los cuerpos con unas propiedades convenientes según su naturaleza.

XLVII
El Salvador es el primer Demiurgo

Por tanto, el Salvador devino el primer Demiurgo universal; en segundo lugar, "la Sabiduría edificó su casa, y la asentó sobre siete columnas" (Prov 9,1). Y antes de todo emitió al Dios psíquico, imagen del Padre, por medio del cual hizo "el cielo y la tierra" (Gn 1,1); es decir, "los seres celestiales y terrestres" (Flp 2,10), los de la derecha y los de la izquierda.

Éste mismo Dios, como imagen del Padre, deviene padre y emite al primer ser psíquico, a Cristo, imagen del Hijo; a continuación emite a los Arcángeles, imágenes de los eones; después a los ángeles imágenes de los arcángeles, de una sustancia psíquica y luminosa, de la que dice la palabra profética: "Y el Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas" (Gn 1,2), según la unión de las dos sustancias hechas por el Demiurgo, diciendo que lo puro era puesto encima, y lo pesado y material, lo fangoso y espeso era puesto debajo.

Pero también se insinúa que al principio esa combinación era incorporal, al decir que era invisible (Gn 1,2); con todo, no era invisible para cualquier hombre, que todavía no existía, ni tampoco para Dios, porque lo había creado; pero declaró de alguna manera que era informe, sin imagen y sin figura.

XLVIII
Lo informe es conducido a la forma

Separando el Demiurgo lo puro de lo pesado, como si percibiera la naturaleza de cada uno de esos elementos, hizo la luz (cf. Gn 1,3); es decir, los manifestó y trajo ante la luz y la forma (cf. Gn 1,4), puesto que la luz del sol y la del cielo las hizo mucho después (cf. Gn 1,14). E hizo desde lo material (un elemento) a partir de la tristeza, creando sustancialmente "los Espíritus malignos contra los que tenemos que luchar" (Ef 6,12). Se trata de los demonios, y por eso dice el apóstol Pablo: "No entristezcan al Espíritu Santo de Dios en el que han sido sellados" (Ef 4,30).

Y también hizo otro elemento tomado del temor, creando las fieras salvajes; lo que hizo a partir del estupor y de la indigencia son los elementos del mundo (cf. Col 2,8. 20). Y el fuego está suspendido, está difundido y se esconde en los tres elementos del mundo; se enciende por ellos y muere con ellos, no teniendo ningún lugar designado para sí mismo, como también los otros elementos de los que se crean las composiciones de los cuerpos.

XLIX
La ignorancia del Demiurgo

Y puesto que el Demiurgo no sabía que la Sabiduría actuaba por medio de él, pensaba que creaba por su propio poder, como que por naturaleza era amante del trabajo; por ello dijo el apóstol Pablo: "Se ve sometida la creación a la vanidad del mundo, no voluntariamente, sino por causa de quien la ha sometido, con la esperanza de que también será liberada" (Rm 8,20-21), cuando sean reunidas las semillas de Dios (cf. Mt 13,30; 3,12; Lc 3,17; Jn 4,36). Y un signo especial de su falta de voluntad es hacer bendito el día sábado y defender el descanso de sus fatigas (cf. Gn 2,3).

L
La formación del ser humano

"Tomando polvo de la tierra" (Gn 2,7), no de la tierra seca, sino una parte de la materia múltiple y variada (cf. Ef 3,10), formó un alma terrena y material, irracional y consubstancial a la de las bestias: éste es el hombre "según la imagen" (Gn 1,26). El hombre "según la semejanza" (Gn 1,26) del Creador mismo es aquél sobre el que insufló (Gn 2,7) y sembró, infundiendo por medio de los ángeles algo consubstancial a él mismo. Como es invisible e incorporal, llamó a la sustancia (del hombre) "aliento de vida" (Gn 2,7); pero en cuanto que la formó es "ser viviente" (Gn 2,7; cf. 1Cor 15,45), lo cual es así, y lo proclama él mismo en las Escrituras proféticas.

LI
El hombre psíquico

Así, por tanto, hay un hombre en el hombre, el psíquico en el terrestre, sin ser una parte unida a otra parte, sino un todo unido a otro por el poder inenarrable de Dios. De ahí que el hombre esté formado en el paraíso, en el cuarto cielo. Porque la carne terrestre no asciende, sino que el alma material era como una carne del alma divina.

Eso es lo que significa: "Esto sí que es ahora hueso de mis huesos" (Gn 2,23), que se refiere al alma divina, oculta en la carne, sólida, impasible y con mucha fuerza; "y carne de mi carne" (Gn 2,23), se refiere al alma material, cuerpo del alma divina. Sobre estas dos almas también dice el Salvador: "Hay que temer al que puede hacer perder el alma y a este cuerpo psíquico en la gehenna" (Mt 10,28).

LII
Textos del AT y del NT sobre "los dos hombres"

El Salvador llamó a ese element carnal adversario (Mt 5,25; Lc 12,58; cf. 1Pe 5,8), y Pablo: "Ley que lucha contra la ley de mi espíritu" (Rm 7,23). También el Salvador aconseja "atarlo y como de un hombre fuerte despojarlo de sus bienes" (Mt 12,29), es decir, del (hombre) que hace la guerra al alma celeste; y aconseja liberarse de él en el camino, para que no seamos arrojados en prisión y al castigo (cf. Lc 12,58; Mt 5,25).

E igualmente también exhorta a ser benévolo (Mt 5,25) para con él, sin alimentarlo ni hacerle frente con la licencia de los pecados, sino aquí y ahora ocasionándole la muerte, y produciendo su desaparición, para que con esta disolución pueda ser secretamente dispersado y evaporado; no sea que, recibiendo alguna consistencia en sí mismo, tenga la fuerza de resistir en su paso a través del fuego.

LIII
Adán tuvo la semilla espiritual

Este hombre material o hílico es llamado cizaña (Mt 13,25), porque crece con el alma, con la buena semilla (cf. Mt 13,25). También aquél hombre hílico es llamado simiente del diablo (cf. Jn 8,44), como consubstancial con él y serpiente (cf. Gn 3,15), recalcitrante y ladrón (cf. Jn 10,1), porque ataca a la cabeza del rey. Pero Adán tuvo en el alma la semilla espiritual, sembrada en él ocultamente por la Sabiduría; "promulgada (dice Pablo) por medio de ángeles por mano de un Mediador; pero un mediador no es mediador de uno solo; y Dios es uno solo" (Gál 3,19-20).

Así, entonces, "por medio de ángeles" masculinos son suministradas las semillas, aquellas que habían sido emitidas por la Sabiduría para la generación, de modo que le fuera posible existir. Porque lo mismo que el Demiurgo, movido ocultamente por la Sabiduría, piensa que se mueve por sí mismo, así, también los hombres. Por tanto, la Sabiduría emitió la primera semilla espiritual que hay en Adán, para que el hueso (el alma racional y celestial) no estuviera vacío, sino lleno de médula espiritual.

LIV
La tres naturalezas

A partir de Adán se engendran tres naturalezas: la primera es irracional, de la que era Caín (cf. Gn 4,1); la segunda es la racional (proveniente del Verbo divino) y la justa, a la que pertenecía Abel (cf. Gn 4,2); y la tercera es la espiritual (pneumática), de la que era Set (cf. Gn 4,25). Y el hombre terrestre es creado "según la imagen" (Gn 1,26), pero el hombre psíquico es creado "según la semejanza" (Gn 1,26) de Dios; y el hombre espiritual es creado aparte y separadamente).

De estas tres naturalezas, aparte de los otros hijos de Adán, se ha dicho: "Éste es el libro de la generación de los hombres" (Gn 5,1). Pero Set era espiritual, no pastor ni agricultor (cf. Gn 4,2), sino que da como fruto un. hijo, como los seres espirituales. Y a éste, que "confió en invocar el nombre del Señor" (Gn 4,26), que miraba hacia arriba (cf. Col 3,1) y cuya ciudadanía se encuentra en el cielo (cf. Flp 3,20), no lo contiene el mundo.

LV
El cuarto elemento incorpóreo

Además de los tres elementos incorpóreos de Adán hay que poner un cuarto, el terreno: "las túnicas de piel" (Gn 3,21). Ciertamente, Adán no siembra ni a partir del espíritu ni tampoco desde lo que le fue insuflado (cf. Gn 2,7); puesto que ambos elementos son divinos y ambos son emitidos por medio de él, pero no por acción suya propia. En cambio, su elemento material actúa en la semilla y en la generación, como si estuviera mezclado con la semilla, y de cuya conexión no puede separarse en la vida, ti.

LVI
La salvación conforme a las naturalezas

Según esto, nuestro padre Adán es "el primer hombre terreno sacado de la tierra" (1Cor 15,47). Pero si también hubiera sembrado a partir del elemento psíquico y espiritual, como del material, todos los hombres serían iguales y justos, y en todos estaría la misma enseñanza. Por eso son muchos los hombres materiales, y no tantos los psíquicos; y escasos los espirituales.

Así, por tanto, el hombre espiritual se salva por naturaleza; el psíquico por su propia libertad, porque posee lo necesario para la fe y la incorruptibilidad, y también para la incredulidad y la corrupción, según su propia elección; pero el hombre material se pierde por naturaleza.

En verdad, cuando los psíquicos "sean injertados en el olivo" (Rm 11,24), para la fe y la inmortalidad, y participen de "la savia del olivo" (Rm 11,17) y cuando "hayan entrado los gentiles" (Rm 11,25), entonces "se salvará también todo Israel" (Rm 11,26). E Israel significa alegóricamente el hombre espiritual, el que verá a Dios, el hijo legítimo del fiel Abraham, el nacido de "la esposa libre" (Gál 4,23), no el hijo "según la carne" (Gál 4,23a), el de la esclava egipcia (cf. Gn 16,1).

LVII
El paso de la esclavitud a la libertad

Por tanto, de las tres razas se engendra la formación del elemento espiritual, y la mutación del elemento psíquico que pasa desde la esclavitud a la libertad.

LVIII
La misión salvadora de Jesucristo

Después del reinado de la muerte (cf. Rm 5,12), que había hecho una gran y seductora promesa, pero que no engendraba más que un ministerio de muerte (cf. Rm 7,10), rehusando todo principio y divinidad, el gran luchador, Jesucristo, asume con poder en sí mismo a la Iglesia: al elemento elegido y al llamado, al elemento espiritual que procede de la engendradora (la Sabiduría), y al psíquico que procede de la economía salvífica, y preservó y elevó por igual lo que había asumido, y a través de ellos también a los que son consubstanciales: "Puesto que si las primicias son santas, también la masa; y si la raíz es santa, también las ramas" (Rm 11,16).

LIX
La encarnación del Señor

Ciertamente, desde el principio revistió la semilla a partir de la engendradora, no separándose, sino conteniéndola por su poder, según es formada poco a poco mediante la gnosis. Y cuando llegó al lugar, Jesús encontró a Cristo para revestirlo, predicado, anunciado por los profetas y la ley, siendo la imagen del Salvador.

Pero también este mismo Cristo psíquico, al que revistió, era invisible. Y el que venía al mundo era necesario que fuera visto, aprehendido y viviera como un ciudadano, también se sirvió de un cuerpo sensible. Por tanto, fue tejido un cuerpo para él a partir de una sustancia psíquica invisible; y cuerpo que llegó al mundo sensible por el poder de una disposición divina.

LX
El origen del cuerpo del Señor

Ciertamente la expresión: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti" (Lc 1,35) habla de la génesis del cuerpo del Señor; en cambio: "El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1,35), indica la forma que Dios imprimió a ese cuerpo en la Virgen.

LXI
Sobre la constitución del Salvador

Por tanto, que él mismo fuera otro distinto de los elementos que asumió es claro por lo que proclama: "Yo soy la vida" (Jn 11,25), "yo soy la verdad" (Jn 14,6), "el Padre y yo somos uno" (Jn 10,30). Y el elemento espiritual, que asumió, y el psíquico, son manifestados de la siguiente manera: "El niño iba creciendo y progresaba en Sabiduría" (Lc 2,40). En verdad, lo espiritual necesita de la Sabiduría, mientras que lo psíquico necesita de crecimiento.

Por las efusiones salidas de su costado (cf. Jn 19,34), el Salvador muestra que con esas efusiones las substancias se habían salvado, al devenir de pasibles en impasibles, con los efluvios de las pasiones. Y cuando dice: "Es necesario que el Hijo del hombre sea rechazado, insultado y crucificado" (Mc 8,31; Lc 9,22; 18,32; 24,7; Mt 20,17), está claro que habla como sobre otro; evidentemente del pasible. También dice: "En el tercer día iré delante de ustedes a Galilea" (Mt 26,32); porque él precede a todas las cosas, y se refiere a que levantaría al alma salvada secretamente y que la restablecería allá donde ahora la precede.

Pero murió al apartarse el Espíritu, que descendió sobre él en el Jordán (cf. Mt 3,16; Mc 1,10; Lc 3,22; Jn 1,32), se separó de él, no actuando por su propia cuenta, sino contraído (es decir, no por separación sino por reducción) para que también actuase la muerte. Por otro lado, ¿cómo iba a morir el cuerpo, estando presente en él la vida? Porque de lo contrario, la muerte habría dominado al mismo Salvador, lo cual es inadmisible. Pero la muerte fue destruida (cf. Hb 2,14-15) por engaño.

Puesto que cuando el cuerpo murió y sobre él dominó la muerte, el Salvador, levantándose contra el rayo del poder que lo había alcanzado, destruyó la muerte y resucitó al cuerpo mortal, rechazando las pasiones. Así, entonces, los elementos psíquicos son resucitados y salvados de esa manera; pero los espirituales, los que han creído, son salvados mejor que aquellos, habiendo recibido las almas como "un traje de bodas" (Mt 22,12).

LXII
El Cristo psíquico

El Cristo psíquico está sentado a la derecha del Demiurgo, como también lo dice David: "Siéntate a mi derecha" (Sal 109,1) y lo que sigue. Está sentado allí hasta la consumación final, "para que vean al que traspasaron" (Jn 19,37). Lo que traspasaron (cf. Zac 12,10; Ap 1,7) es lo que aparece: la carne del Cristo psíquico. "Porque no le quebrantarán ni un hueso" (Jn 19,36; cf. Ex 12,46; Nm 9,12; Sal 33,21), dice la Escritura; lo mismo que sobre Adán, la profecía toma en sentido alegórico el hueso por el alma (cf. Gn 2,22-23). Porque el alma de Cristo, mientras el cuerpo sufría, "se encomendó en las manos del Padre" (Lc 23,46). El elemento espiritual que está en el hueso, no es encomendado jamás, sino que el mismo Salvador lo salva.

LXIII
La Ogdóada

Ciertamente, el descanso de los seres espirituales tiene lugar en el día del Señor, en la Ogdóada, que es llamada Día del Señor, junto a la Madre, y los espirituales llevan las almas, las túnicas, hasta la consumación. Las otras almas fieles están junto al Demiurgo; pero, cuando llegue la consumación, también éstas pasarán a la Ogdóada. Después, tiene lugar el banquete de bodas (cf. Mt 22,2-14), común a todos los salvados, hasta que todos sean igualados y lleguen a conocerse unos a otros.

LXIV
Hacia la boda espiritual

En consecuencia, los seres espirituales, una vez depuestas las almas, juntamente con la Madre que acompaña al Esposo, acompañando también ellos a los otros esposos, a sus ángeles, se introducen en la cámara nupcial dentro del límite, y se dirigen ante la vista del Padre, convertidos en eones intelectuales, hacia la boda espiritual y eterna de la pareja.

LXV
La voz del Esposo

El maestresala del banquete (cf. Jn 2,9) y paraninfo de las bodas, el amigo del esposo, el que está delante de la cámara nupcial (cf. Jn3,29a), al escuchar la voz del esposo, se alegra mucho (cf. Jn 3,29).

LXVI
Sobre la interpretación de las Escrituras

El Salvador enseñó a los apóstoles primero simbólica (typikos) y místicamente, después con parábolas y enigmas (cf. Mt 13,10-13; Jn 16,25), y en tercer lugar clara y directamente a solas (Mc 4,10; Lc 9,18).

LXVII
La generación es necesaria

"Cuando estábamos en la carne" (Rm 7,5), dice el apóstol Pablo, como si ya hablara fuera del cuerpo. Así, por tanto, cuando menciona la carne dice Teódoto que ello se refiere a la debilidad, a la emisión de la Mujer desde lo alto. Y cuando el Salvador dice a Salomé que "la muerte tendrá poder mientras las mujeres sigan engendrando" (Evangelio de los Egipcios, 1), no dijo que la generación fuera reprochable, siendo necesaria para la salvación de los creyentes. Porque es necesaria la generación hasta que la semilla arrojada fuera avance hacia lo que debe producir. Pero alude a la Mujer de arriba, cuyas pasiones han producido la creación, y la que ha emitido las substancias amorfas, y por la que el Señor descendió, separándonos a nosotros de las pasiones y para introducirnos en él.

LXVIII
Hijos de la cámara nupcial

Porque, mientras éramos hijos de la única Mujer, como si fuéramos frutos de una unión vergonzosa, imperfectos, infantiles, insensatos, débiles y amorfos, arrojados como abortos (cf. 1Cor 15,8), éramos hijos de la Esposa; pero una vez formados por el Salvador hemos devenido hijos del Varón y de la cámara nupcial.

LXIX
Sobre el destino

El destino es el encuentro (sínodo) de muchos y contrarios poderes; y éstos son invisibles y escondidos, que rigen el curso de las estrellas y gobiernan por medio de ellas. Porque según haya llegado antes cada una de esas estrellas, elevada por el movimiento colectivo del mundo, le ha caído en suerte la dominación sobre los seres engendrados en esa circunstancia determinada, como si fueran sus propios hijos.

LXX
Función de los astros en la creación

Por medio de las estrellas fijas y de los planetas, los poderes invisibles, conducidos por esos astros, determinan las generaciones y las presiden. Pero las estrellas no hacen nada por sí mismas, sino que indican la energía de los poderes dominantes, lo mismo que también el vuelo de los pájaros presagia algo, no lo produce.

LXXI
Sobre el zodíaco y las siete estrellas

Así, entonces, los doce signos del Zodíaco y las siete estrellas que están sobre ellos, unas veces en concordia y otras en oposición, ascendiendo y descendiendo. Estas estrellas, movidas por los poderes, indican el movimiento de la sustancia hacia la generación de los seres vivientes y al cambio de las circunstancias. Pero tanto las estrellas como los poderes son diferentes: benéficos y maléficos, diestros y siniestros; pero de su unión se origina lo que nace. Y cada uno de ellos nace según su momento propio, por obra de esos poderes, que son los que realizan las condiciones naturales de vida, en el principio y al fin.

LXXII
El combate de las potestades

De esta disputa y lucha de los poderes, el Señor nos libera y procura la paz, lejos del enfrentamiento de los poderes y de los ángeles, puesto que unos están a favor nuestro, pero otros combaten contra nosotros. Porque, unos, como servidores de Dios (cf. Hb 1,14), se parecen a soldados que luchan juntamente con nosotros; pero otros son ladrones (cf. Jn 10,1), porque el Maligno se ciñó la espada no tomándola de manos del rey, sino que en su demencia la arrebató.

LXXIII
El hombre es un ser débil

Por causa de los adversarios que, mediante el cuerpo y las cosas exteriores, marchan contra el alma y la retienen en la esclavitud, y los poderes de la derecha que nos acompañan no son suficientes para salvarnos y guardarnos. Porque no son perfectamente previsores, como el buen Pastor (cf. Jn 10,11), sino que cada uno es semejante a un mercenario, que al ver acercarse al lobo también huye y no desea entregar la vida por las propias ovejas. Además, también el hombre, por quien tiene lugar la batalla, es un ser débil, inclinado fácilmente hacia lo peor y cooperador de los que le odian; de donde también derivan los peores males para él.

LXXIV
El Señor descendió para traer la paz

Por eso el Señor descendió para traer la paz a los venidos del cielo y a los venidos de la tierra, como dice el apóstol (cf. Ef 2,17). "Paz sobre la tierra y gloria en las alturas" (Lc 2,14). Por eso se alzó en alto una estrella extraña y nueva (cf. Mt 2,2), aniquilando la antigua disposición de los astros, brillando con una luz nueva, no de este mundo, la cual trazó nuevos caminos de salvación, como el mismo Señor, guía de los hombres (cf. Mt 2,6), que descendió a la tierra para cambiar desde la fatalidad a su providencia a los que creen en Cristo.

LXXV
La estrella y los magos

Pero para los otros (dicen) existe la fatalidad, como lo demuestran el cumplimiento de los horóscopos; y una prueba fehaciente también es la especulación de las enseñanzas astrológicas. Además, los magos no sólo "vieron la estrella" (Mt 2,2) del Señor, sino que reconocieron la verdad de que "había nacido un rey" (Mt 2,2), y que era Rey de los piadosos. En aquel tiempo sólo los judíos eran conocidos por su piedad. Por eso también el Salvador, al descender a los piadosos, vino primero a los que eran famosos por su piedad en aquel tiempo.

LXXVI
El bautismo cristiano

Así, por tanto, lo mismo que el nacimiento (génesis) del Salvador nos hizo salir de la génesis y de la Fatalidad, así también su bautismo (cf. Mt 3,16; Mc 1,9; Lc 3,21; Jn 1,33) nos hizo salir del fuego, y su actividad nos arrancó de la pasión, para que le siguiéramos en todo. Porque el que ha sido bautizado en Dios ha avanzado hacia Dios y ha recibido "el poder caminar sobre escorpiones y serpientes" (Lc 10,19; cf. Sal 90,13), los poderes malvados. También el Señor ordenó a los apóstoles: "Vayan y prediquen, y a los que crean bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mc 16,15; Mt 28,19), en quienes somos regenerados, siendo superiores a todos los demás poderes.

LXXVII
El bautismo transforma el alma

En este sentido el bautismo es llamado muerte y fin de la vida antigua (cf. Rm 6,3-4), renunciando a los principados malvados, y seguimos una vida según Cristo (cf. Col 2,12; 3,3), de la que sólo él es señor. Y el poder transformador del bautismo no se refiere al cuerpo (puesto que es la misma persona quien asciende del agua), sino al alma. Así, apenas el siervo de Dios asciende del bautismo también es llamado Señor "de los espíritus inmundos" (Mt 10,1); y al que previamente insidiaban, es ante el que ahora "se estremecen" (St 2,19).

LXXVIII
Bautismo y gnosis

Por tanto, la fatalidad es una realidad (dicen) hasta el bautismo; pero después del bautismo los astrólogos ya no dicen la verdad. Y no es sólo el baño (cf. Ef 5,26; Tt 3,5) el que libera, sino también la gnosis. ¿Quiénes éramos? ¿Qué hemos venido a ser? ¿De dónde hemos venido o dónde hemos sido arrojados? ¿Hacia dónde vamos y de dónde hemos sido rescatados? ¿Qué es la generación, qué es la regeneración bautismal?

LXXIX
La semilla espiritual que toma forma de varón

Verdaderamente, mientras la semilla espiritual permanece informe (dicen), es hija de la Mujer; pero una vez formada es cambiada en varón y nace hijo del Esposo. Ya no es débil y no está sometida a los poderes cósmicos, visibles e invisibles, sino que, tomando la forma de varón, deviene fruto masculino.

LXXX
Muertos al mundo, pero vivos para Dios

Al que la Madre engendró es llevado a la muerte y al mundo; pero al que Cristo regeneró es mudado a la vida (cf. Rm 6,3; Col 2,12; 3,3), a la Ogdóada. Y éstos ciertamente mueren al mundo, pero viven en Dios (cf. Rm 6,10), con el objeto de que la muerte sea disuelta por la muerte, y la corrupción por la resurrección (cf. 1Cor 15,26; Hb 2,14). Porque quien ha sido sellado en el buatismo mediante el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo (cf. Mt 28,19) es inexpugnable para cualquier otro poder, y gracias a los tres Nombres está apartado de toda la tríada corrupta: "Después de llevar la imagen del hombre terreno, entonces llevará la imagen del hombre celestial" (1Cor 15,49).

LXXXI
El bautismo es doble

En verdad, el elemento material del fuego afecta a todos los cuerpos, pero el elemento puro e incorpóreo, dicen, se adueña de los seres incorpóreos, como los demonios, los ángeles perversos y del mismo diablo. De la misma manera el fuego celestial posee una naturaleza doble: de una parte es intelectual y de otra sensible.

Por tanto, también el bautismo es por analogía doble: por un lado es sensible, por el agua, que sirve para apagar el fuego sensible; pero también es inteligible, gracias al Espíritu, que protege del fuego inteligible. Y el soplo material, cuando es ligero, deviene alimento y combustible del fuego sensible; pero, si se hace más fuerte lo apaga.

Ahora bien, el Espíritu que se nos ha dado desde lo alto, siendo incorpóreo, no sólo domina a los elementos, sino también a los poderes y a los principados malvados.

LXXXII
El pan, el agua y el aceite

También el pan (eucaristía) y el aceite (unción bautismal) son santificados por el poder del nombre de Dios, no siendo ya los mismos que fueron tomados, aunque en apariencia sean los mismos; sin embargo, son transformados por el poder del nombre del Señor en una energía espiritual. Así también el agua, convertida en exorcismo y bautismo, no sólo aleja lo que es inferior, sino que también lleva consigo la santificación.

LXXXIII
El bautismo es causa de alegría

Hay que ir hacia el bautismo alegres; pero, puesto que los Espíritus impuros descienden a menudo con algunos, esos espíritus que acompañan y consiguen el sello juntamente con el hombre, devienen incurables en el futuro, y mezclan el miedo con la alegría, para que sólo el que ya es puro pueda descender.

LXXXIV
Preparación al bautismo

Por eso tienen lugar los ayunos, las súplicas, las oraciones, la imposición de manos y las genuflexiones, porque el alma es salvada "del mundo" (Jn 17,14) y "de la boca de los leones" (Sal 21,22); por eso también tienen lugar en seguida las tentaciones, puesto que los espíritus, de los que se ha separado el recién bautizado, se irritan; y aunque alguno, previendo las tentaciones, las supere, los espíritus tientan desde fuera.

LXXXV
El Señor fue tentado para ser un ejemplo para nosotros

Así, el Señor es tentado después del bautismo (cf. Mt 4,1; Mc 1,13), para ser nuestro modelo, y se encuentra al principio "con las fieras salvajes" (Mc 1,13; Mt 4,1) en el desierto; después, vencidas estas fieras y su arconte, como si ya fuese verdadero rey, es servido inmediatamente por unos ángeles (cf. Mt 4,11; Mc 1,13). Porque quien en la carne había dominado a los ángeles malos, es razonable que fuera servido inmediatamente por ángeles buenos. Así, entonces, hay que equiparse con las armas del Señor (cf. Ef 6,11), conservando el cuerpo y el alma invulnerables, "con armas capaces de apagar los dardos del diablo" (Ef 6,16), como dice el apóstol Pablo.

LXXXVI
El sello distintivo del cristiano

Respecto a la moneda que le presentaron, el Señor no dijo: "¿De quién es propiedad?", sin: "¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Del césar" (Mt 22,20); para que fuera dada a quien pertenecía. Así también debe hacer el creyente; en verdad, por medio de Cristo tiene una inscripción del nombre de Dios, y tiene el Espíritu como imagen.

También los animales irracionales, por medio del sello, muestran de quién es cada uno y son reclamados a partir del sello. Así también el alma creyente, que ha recibido el sello de la verdad, lleva "las señales de Cristo" (Gál 6,17). Éstos son "los niños que ya descansan en la cama" (Lc 11,7), y "las vírgenes prudentes" (Mt 25,1), con quienes no pudieron entrar las demás que se retrasaron a "los bienes preparados" (1Cor 2,9), a los que "los mismos ángeles miran con avidez" (1Pe 1,12).