TERTULIANO DE CARTAGO
Sobre la Paciencia

I
Sobre la paciencia en general

1] Confieso plenamente ante el Señor Dios que ha sido bastante imprudente, si no descarado, por mi parte haberme atrevido a componer un tratado sobre la paciencia, para practicar el cual no soy apto, siendo un hombre sin bondad. Considerando que convenía que aquellos que se han dedicado a la demostración y elogio de alguna cosa en particular, deberían ser primero conspicuos en la práctica de esa cosa, y deberían regular la constancia de su comunidad por la autoridad de su conducta personal, porque temen sus palabras y se sonrojan ante la deficiencia de sus obras.

2] Ojalá que este "sonrojar" trajera un remedio, de modo que la vergüenza por no exhibir lo que vamos a sugerir a otros sirviera de tutoría para exhibirlo; salvo que la magnitud de algunos bienes, así como también de algunos males, es insoportable, de modo que sólo la gracia de la inspiración divina es eficaz para alcanzarlos y practicarlos.

3] Porque lo que es más bueno depende principalmente de Dios; ni nadie más que el que lo posee lo dispensa, como Él juzga conveniente a cada uno.

4] Y así, discutir sobre aquello que no está permitido disfrutar, será como un consuelo; a la manera de los inválidos, que como no tienen salud, no saben callar sus beneficios.

5] Así que yo, muy miserable, siempre enfermo con los ardores de la impaciencia, debo necesariamente suspirar, invocar y suplicar persistentemente esa salud de la paciencia que no poseo; mientras recuerdo y, en la contemplación de mi propia debilidad, digiere la verdad de que la buena salud de la fe y la solidez de la disciplina del Señor no son fáciles de obtener para nadie a menos que la paciencia esté a su lado.

6] Así es la paciencia puesta sobre las cosas de Dios, de modo que uno no puede obedecer ningún precepto, ni realizar ninguna obra agradable al Señor, si se aleja de ella.

7] El bien de ella, incluso los que viven fuera de ella, honran con el nombre de virtud suprema. De hecho, los filósofos, a quienes se considera animales de considerable sabiduría, le asignan un lugar tan alto que, si bien están en desacuerdo entre sí con las diversas fantasías de sus sectas y las rivalidades de sus sentimientos, sin embargo, tienen una comunidad de consideración solo por la paciencia. A estos objetivos se han unido para conceder la paz, y para ello conspiran. Por ello se ligan; ésta, en su afectación de virtud, la persiguen unánimemente; En cuanto a la paciencia exhiben toda su ostentación de sabiduría.

8] ¡Gran testimonio es este, ya que incita incluso a las vanas escuelas del mundo 6 a la alabanza y la gloria! ¿O es más bien una injuria el hecho de que algo divino se mencione entre las ciencias mundanas?

9] Pero que miren hacia eso, los que pronto serán avergonzados de su sabiduría, destruidos y deshonrados junto con el mundo en el que vive.

II
Dios mismo es un ejemplo de paciencia

1] Para nosotros ninguna afectación humana de la ecuanimidad canina, modelada por la insensibilidad, proporciona la justificación para ejercer la paciencia; sino el arreglo divino de una disciplina viva y celestial, que presenta ante nosotros a Dios mismo en primer lugar como ejemplo de paciencia.

2] En efecto, es Dios quien esparce por igual sobre justos e injustos la flor de esta luz, y el que permite que los buenos oficios de las estaciones, los servicios de los elementos, los tributos de la naturaleza entera, recaigan a la vez en los dignos y en los indignos;.

3] Dios soporta a las naciones más ingratas, adorando como ellas los juguetes de las artes y las obras de sus propias manos, persiguiendo Su Nombre junto con Su familia; soportando el lujo, la avaricia, la iniquidad, la malignidad, volviéndose insolente cada día: de modo que con su propia paciencia se menosprecia a sí mismo; porque la causa por la cual muchos no creen en el Señor es que pasan tanto tiempo sin saber que Él está enojado con el mundo.

III
Jesucristo fue sumamente paciente en su misión

1] Y esta especie de paciencia divina, estando realmente como lejana, tal vez pueda ser estimada como una de las "cosas demasiado elevadas para nosotros"; pero ¿qué es aquello que, en cierto modo, ha sido captado? a mano entre los hombres abiertamente en la tierra?

2] Dios se deja concebir en el vientre de una madre y espera el momento de nacer ; y, al nacer, soporta el retraso de crecer; y, cuando ya es mayor, no anhela ser reconocido, sino que además se contumece consigo mismo y es bautizado por su propio siervo; y repele con sólo palabras los ataques del tentador.

3] Así, de ser "Señor" pasa a ser "Maestro", enseñando al hombre a escapar de la muerte, habiendo sido entrenado para el ejercicio de la absoluta paciencia de la paciencia ofendida.

4] No se esforzó; No lloró en voz alta; ni nadie escuchó su voz en las calles. No quebró la caña cascada; No apagó el pábilo que humeaba: porque el profeta, es más, el testimonio de Dios mismo, poniendo su propio Espíritu, junto con la paciencia en su totalidad, en su Hijo, no había hablado falsamente.

5] Nadie deseaba unirse a Aquel a quien Él no había recibido. No menospreció la mesa ni el techo de nadie: de hecho, Él mismo ministró el lavamiento de los pies de los discípulos.

6] Ni a los pecadores ni a los publicanos Jesús rechazó; ni siquiera contra aquella ciudad que se había negado a recibirlo se enojó, cuando incluso los discípulos habían deseado que los fuegos celestiales fueran arrojados inmediatamente sobre una ciudad tan contumelable. Se preocupaba por los ingratos; Se rindió a sus trampas.

7] Esto sería un asunto menor, si Él no hubiera tenido en Su compañía incluso a Su propio traidor, y se hubiera abstenido rotundamente de señalarlo. Además, mientras es traicionado, mientras es conducido "como una oveja en sacrificio" (porque "así no abre su boca más que un cordero bajo el poder del esquilador"), Aquel a quien, había Él lo hubiera querido, legiones de ángeles se habrían presentado desde los cielos con una sola palabra, sin aprobar la espada vengadora de ni siquiera un discípulo.

8] La paciencia del Señor fue herida en (la herida de) Malco. Y así también maldijo para el futuro las obras de la espada; y, con la restauración de la salud, dio satisfacción a aquel a quien Él mismo no había dañado, por medio de la Paciencia, la madre de la Misericordia.

9] Paso en silencio (el hecho) de que Él está crucificado, porque este era el fin para el cual había venido; Sin embargo, ¿la muerte que debe sufrirse también necesitaba contumelias? No , pero, cuando estaba a punto de partir, quiso saciarse del placer de la paciencia. Lo escupen, lo azotan, lo ridiculizan, lo visten mal y lo coronan aún más mal.

10] ¡Maravillosa es la fe de la ecuanimidad! ¡Aquel que se había propuesto ocultarse en la forma del hombre, no imitó en nada la impaciencia del hombre! Por eso, fariseos, debéis haber reconocido al Señor más que por cualquier otro rasgo. Ningún hombre lograría una paciencia de este tipo.

11] Evidencias tales y tan poderosas (cuya magnitud misma demuestra ser entre las naciones ciertamente una causa para el rechazo de la fe, pero entre nosotros su razón y educación) resultan bastante manifiesta (no por la sólo sermones, al ordenar, pero también por los sufrimientos del Señor al soportar) a aquellos a quienes se les da creer, que como efecto y excelencia de alguna propiedad inherente, la paciencia es la naturaleza de Dios.

IV
La imitación obediente se basa en la paciencia

1] Por tanto, si vemos a todos los servidores de la probidad y del recto sentimiento conformando su conducta adecuadamente a la disposición de su señor; si, es decir, el arte de merecer el favor es la obediencia, mientras que la regla de la obediencia es una sujeción dócil, ¿cuánto más nos conviene ser hallados con un carácter conforme a nuestro Señor, siendo siervos como nosotros? son del Dios vivo, cuyo juicio sobre sus siervos no gira en torno a un grillete o un límite de libertad, sino a una eternidad de pena o de salvación.

2] Para evitar qué severidad, o cortejar qué liberalidad, se necesita una diligencia en la obediencia tan grande como las conminaciones mismas que pronuncia la severidad, o las promesas que la liberalidad hace libremente.

3] Y sin embargo exigimos obediencia no sólo a los hombres, que tienen el vínculo de su esclavitud bajo la barbilla, o que de cualquier otra manera legal son deudores de obediencia sino también al ganado, incluso a los brutos; entendiendo que han sido provistos y entregados para nuestro uso por el Señor.

4] Entonces, ¿las criaturas que Dios somete a nosotros serán mejores que nosotros en la disciplina de la obediencia? Finalmente, (las criaturas) que obedecen, reconocen a sus amos. ¿Dudamos en escuchar diligentemente a Aquel a quien solo estamos sujetos, es decir, al Señor? Pero ¡qué injusto, y qué ingrato también, no devolver de ti mismo lo que, por la indulgencia del prójimo, obtienes de los demás, a aquel por quien lo obtienes!

5] Tampoco hace falta más palabras sobre la exhibición de obediencia que debemos al Señor Dios; porque el reconocimiento de Dios comprende lo que le incumbe. Sin embargo, para que no parezcamos haber insertado observaciones sobre la obediencia como algo irrelevante, (recordemos) que la obediencia misma se deriva de la paciencia. Nunca un hombre impaciente lo logra, ni un paciente deja de encontrar placer en ello.

6] ¿Quién, entonces, podría tratar ampliamente (lo suficiente) del bien de esa paciencia que el Señor Dios, el Demostrador y Aceptador de todas las cosas buenas, llevó a cabo en Sí mismo? ¿A quién, además, le resultaría dudoso que todo bien, por pertenecer a Dios, deba ser buscado diligentemente y con toda la mente por parte de los que pertenecen a Dios? Por medio de las cuales (consideraciones) se establecen brevemente, como en el compendio de una regla prescriptiva, tanto el elogio como la exhortación sobre el tema de la paciencia.

V
El diablo incita a obrar con impaciencia

1] Sin embargo, el proceder de una discusión sobre las necesidades de la fe no es vano, porque no es infructuoso. En la edificación ninguna locuacidad es vil, si es que lo es en algún momento.

2] Así, si el discurso se refiere a algún bien particular, el tema exige que revisemos también el contrario de ese bien. Pues arrojarás más luz sobre lo que se debe perseguir, si primero haces un resumen de lo que se debe evitar.

3] Consideremos, pues, acerca de la paciencia, si así como la paciencia en Dios, así ha nacido y se ha detectado en nuestro adversario su carácter de adversario, para que de esta consideración se desprenda cuán principalmente adversa es a la fe.

4] Pues aquello que ha sido concebido por el rival de Dios, por supuesto no es amigo de las cosas de Dios. La discordia de las cosas es la misma que la discordia de sus autores. Además, como Dios es el mejor de los seres, y el diablo, por el contrario, el peor, testimonian por su propia diversidad que ninguno de los dos actúa para el otro; de modo que nada bueno parece ser realizado para nosotros por el Maligno más que nada malo por el Bien.

5] Por eso detecto el nacimiento de la impaciencia en el mismo diablo, en el mismo momento en que soportaba con impaciencia que el Señor Dios sometiera las obras universales que había hecho a su propia imagen, es decir, al hombre.

6] Porque si hubiera soportado (eso), no se habría entristecido; ni habría envidiado al hombre si no se hubiera afligido. En consecuencia, lo engañó, porque lo había envidiado; pero había envidiado porque se había afligido: se había afligido porque, por supuesto, no lo había soportado con paciencia.

7] Qué fue primero aquel ángel de perdición (malicioso o impaciente) es preciso preguntarse, pues manifiesto es que: o la impaciencia surgió junto con la malicia, o bien la malicia de la impaciencia; que posteriormente conspiraron entre ellos; y que crecieron indivisibles en un solo seno paterno.

8] Pero, habiendo sido instruido, por su propio experimento, qué ayuda para pecar era lo que había sido el primero en sentir, y por medio del cual había entrado en su curso de delincuencia, llamó a lo mismo en su ayuda para empujar al hombre al crimen.

9] La mujer, inmediatamente después de ser recibida por él (puedo decirlo sin precipitarme), fue, en el mismo momento de su conversación con ella, respirada por un espíritu infectado de impaciencia: tan cierto es que nunca habría pecado en absoluto si hubiera honrado el edicto divino manteniendo la paciencia hasta el final.

10] Del hecho que ella soportó no haber sido encontrada sola; pero en presencia de Adán, que aún no es su marido, que aún no está obligado a prestarle sus oídos, ella se impacienta por guardar silencio, y lo convierte en transmisor de lo que había bebido del Maligno.

11] Por lo tanto, también otro hombre perece por la impaciencia de aquel; Ahora también perece por sí mismo, por su propia impaciencia cometida en todos los aspectos, tanto con respecto a la premonición de Dios como con respecto a las trampas del diablo; sin soportar observar lo primero ni refutar lo segundo.

12] De aquí, de donde (el origen) de la delincuencia, surgió el primer origen del juicio; por lo tanto, cuando el hombre fue inducido a ofender, Dios comenzó a enojarse. De donde (vino) la primera indignación en Dios, de ahí (vino) Su primera paciencia; quien, contento en ese momento con sólo maldecir, se abstuvo en el caso del diablo de imponer inmediatamente el castigo.

13] Si no, ¿qué crimen, ante esta culpa de impaciencia, se le imputa al hombre? Era inocente y estaba en íntima amistad con Dios y labrador del paraíso. Pero una vez que sucumbió a la impaciencia, dejó por completo de ser de olor grato para Dios; dejó por completo de poder soportar las cosas celestiales.

14] A partir de entonces, criatura entregada a la tierra y expulsada de la vista de Dios, la impaciencia comienza a volverla fácilmente hacia todo uso ofensivo para Dios.

15] Porque inmediatamente aquella impaciencia concebida en simiente del diablo, produjo, en la fecundidad de la malicia, ira como su hijo; y cuando nació, lo entrenó en sus propias artes. Porque lo mismo que había sumergido a Adán y Eva en la muerte, también enseñó a su hijo a comenzar con el asesinato.

16] Sería inútil atribuir esto a la impaciencia, si Caín, primer homicidio y primer fratricidio, hubiera soportado con ecuanimidad y no con impaciencia el rechazo del Señor de sus propias oblaciones (si no está enojado con su propio hermano) si, finalmente, no le quitó la vida a nadie.

17] Puesto que, entonces, no podría haber matado a menos que estuviera enojado, ni haber estado enojado a menos que hubiera estado impaciente, demuestra que lo que hizo por ira debe referirse a aquello por lo que la ira fue sugerida.

18] durante esta época de cuna de impaciencia, luego (en cierto sentido) en su infancia. ¡Pero qué grandes fueron ahora sus aumentos! Y no es de extrañar, si ha sido la primera delincuente, es consecuencia de que, por haber sido la primera, por lo tanto es el único tallo padre, también, de toda delincuencia, derramando de su propia fuente varias venas de crímenes.

19] Del asesinato hemos hablado; pero, siendo desde el principio el resultado de la ira, todas las causas además de ella pronto se encuentran por sí mismas, se atribuyen colectivamente a la impaciencia, en cuanto a su propio origen. Porque, ya sea por enemistades privadas o por causa de la presa , cualquiera comete esa maldad, el primer paso es impacientarse ya sea por el odio o por la avaricia.

20] Cualquier cosa que obligue al hombre, no es posible que sin la impaciencia de sí misma pueda perfeccionarse en la obra. ¿Quién cometió jamás adulterio sin la impaciencia de la lujuria ? Además, si en las mujeres la venta de su pudor está obligada por el precio, naturalmente es por la impaciencia de despreciar la ganancia como se regula esta venta.

21] Éstas menciono como las principales delincuencias ante los ojos del Señor, porque, para decirlo compendiosamente, todo pecado es atribuible a la impaciencia. El "mal" es la "impaciencia del bien". Ningún inmodesto no se impacienta con el pudor; deshonesto de honestidad; impío de piedad; inquietud de tranquilidad . Para que cada individuo llegue a ser malo no podrá perseverar en ser bueno.

22] ¿Cómo, pues, puede semejante hidra de delincuencias no ofender al Señor, que desaprueba los males? ¿No es evidente que fue por impaciencia que el mismo Israel siempre falló en su deber para con Dios?

23] desde aquel tiempo en que, olvidándose del brazo celestial con el que había sido sacado de su aflicción egipcia, exige de Aarón "dioses como sus guías;" cuando derrama sobre un ídolo las aportaciones de su oro: porque las demoras tan necesarias de Moisés, mientras se encontraba con Dios, las había soportado con impaciencia.

24] Después de la lluvia comestible del maná, después de la lluvia acuosa de la roca, desesperan del Señor al no soportar tres días de sed; porque esto también les es imputado por el Señor como impaciencia.

25] Para no entrar en casos individuales, no hubo ningún caso en el que no perecieran por falta de cumplimiento del deber por impaciencia. ¿Cómo, además, echaron mano a los profetas, sino por impaciencia de escucharlos? ¿Sobre el Señor mismo, también por la impaciencia de verlo? Pero si hubieran seguido el camino de la paciencia, habrían sido libres.

VI
La paciencia antecede y procede a la fe

1] Por consiguiente, la paciencia es a la vez posterior y anterior a la fe. En resumen, Abraham creyó a Dios y fue acreditado por Él con justicia; pero fue la paciencia la que demostró su fe, cuando se le pidió que inmolara a su hijo, con miras (no diría la tentación, sino) la típica certificación de su fe.

2] Pero Dios sabía a quién había acreditado con justicia. Un precepto tan pesado, cuya perfecta ejecución ni siquiera agradaba al Señor, él pacientemente escuchó y (si Dios hubiera querido) lo habría cumplido. Merecidamente, entonces, fue "bendito", porque fue "fiel"; "merecidamente "fiel", porque fue "paciente".

3] Así, la fe, iluminada por la paciencia, cuando se propagaba entre las naciones por "la simiente de Abraham, que es Cristo", y superinducía la gracia sobre la ley, hizo de la paciencia su coadjutora preeminente para amplificar y cumplir la promesa. ley, porque sólo eso le había faltado a la doctrina de la justicia.

4] Porque antiguamente los hombres solían exigir "ojo por ojo y diente por diente" y devolver con usura "mal con mal"; "porque todavía no había paciencia en la tierra, porque tampoco había fe. Por supuesto, mientras tanto, la impaciencia solía disfrutar de las oportunidades que brindaba la ley. Eso fue fácil, mientras el Señor y Maestro de la paciencia estuvo ausente.

5] Pero después que ha sobrevenido y ha unido la gracia de la fe con la paciencia, ahora ya no es lícito atacar ni siquiera de palabra , ni decir "tonto" ni siquiera, sin "peligro de juicio". Se ha prohibido la ira, se ha conservado nuestro espíritu, se ha controlado la petulancia de la mano, se ha extraído el veneno de la lengua.

6] La ley ha encontrado más de lo que ha perdido, mientras que Cristo dice: "Amad a vuestros enemigos personales, y bendecid a vuestros maldedores, y orad por vuestros perseguidores, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial". ¿Ves a quién nos gana la paciencia como Padre? En este precepto principal se comprende sucintamente la disciplina universal de la paciencia, ya que no se concede el mal hacer ni siquiera cuando es merecido.

VII
Las causas de la impaciencia

1] Ahora, sin embargo, mientras repasamos las causas de la impaciencia, todos los demás preceptos también responderán en su propio lugar.

2] Si nuestro espíritu se excita por la pérdida de la propiedad, las Escrituras del Señor lo comunican, en casi todos los lugares, al desprecio del mundo; 71 ni hay exhortación más poderosa al desprecio del dinero que se nos presenta (a nosotros), que ( el hecho ) el Señor mismo se encuentra sin riquezas.

3] Él siempre justifica a los pobres y condena a los ricos. De modo que ministró la paciencia como "pérdida" y la opulencia como "desprecio" (como porción); demostrando, por medio de (Su propio) repudio a las riquezas, que los daños que se les hacen a ellos tampoco deben ser muy apreciados.

4] Por lo tanto, de aquello que no tenemos la menor necesidad de buscar, porque el Señor tampoco lo buscó, debemos soportar sin angustia el cortarlo o quitarlo.

5] "La codicia", el Espíritu del Señor, a través del apóstol, pronunció "raíz de todos los males". No interpretemos esa codicia como consistente simplemente en la concupiscencia de lo ajeno: porque incluso lo que parece nuestro es ajeno; porque nada es nuestro, ya que todas las cosas son de Dios, de quien somos también nosotros mismos.

6] Así, si al sufrir una pérdida nos sentimos impacientes, lamentándonos por lo que se pierde de lo que no es nuestro, se nos considerará rayanos en la codicia: buscamos lo ajeno cuando no toleramos perder lo que es ajeno. es de otro.

7] Quien está muy conmovido por la impaciencia de una pérdida, al dar prioridad a las cosas terrenas sobre las celestiales, peca directamente contra Dios; porque el Espíritu que ha recibido del Señor lo conmociona mucho por un asunto mundano.

8] De buena gana, pues, perdamos las cosas terrenales, conservemos las celestiales. ¡Perezca el mundo entero, para que yo haga de la paciencia mi ganancia! En verdad, no sé si aquel que no se ha decidido a soportar con constancia la pérdida de algo suyo, ya sea por robo, ya por la fuerza, o incluso por descuido, se pondría él mismo, pronta o de todo corazón, en manos de él. poseer bienes en la causa de la limosna.

9] ¿Quién, que no soporta en absoluto ser cortado por otro, desenvaina él mismo la espada sobre su propio cuerpo? La paciencia en las pérdidas es un ejercicio de otorgamiento y comunicación. Quien teme no perder, no encuentra molesto dar.

10] Y si no, ¿cómo puede uno, teniendo dos túnicas, dar una de ellas al desnudo, si no es hombre para ofrecer también su manto al que le quita la túnica? ¿Cómo haremos de las riquezas amigos para nosotros, si las amamos tanto que no toleramos su pérdida? Pereceremos junto con el dinero perdido.

11] ¿Por qué nos encontramos aquí donde nos corresponde perder? Mostrar impaciencia ante cualquier pérdida es asunto de los gentiles, que dan prioridad al dinero quizás sobre su alma.

12] Porque así lo hacen cuando, en sus codicias de ganancias, encuentran los lucrativos peligros del comercio en el mar; cuando, por dinero, incluso en el foro, no hay nada que la condenación (misma) tema y dude en intentar; cuando se contratan para el deporte y el campamento; cuando, a la manera de las fieras, hacen de bandolero en el camino.

13] Pero a nosotros, según la diversidad que nos distingue de ellos, nos corresponde dar no el alma por el dinero, sino el dinero por nuestra alma, ya sea espontáneamente al dar o pacientemente al perder.

VIII
La paciencia bajo violencia o maldición

1] Nosotros, que llevamos nuestra propia alma, nuestro propio cuerpo, expuestos en este mundo 81 al daño de todos, y mostramos paciencia bajo ese daño; ¿Nos dolerá la pérdida de cosas menos importantes? Lejos de ser siervo de Cristo, haya tal contaminación que la paciencia preparada para tentaciones mayores lo abandone en las más frívolas.

2] Si alguien intenta provocaros con violencia manual, la amonestación del Señor está a la mano: "Al que te golpee en la cara", dice, "ponle también la otra mejilla". Que la indignación se canse con vuestra paciencia. Cualquiera que sea ese golpe, unido al dolor y a la humillación, recibirá uno más duro del Señor. Al sufrir, herirás más a ese infame, porque será derrotado por Aquel por cuyo amor soportas.

3] Si la amargura de la lengua estalla en maldición o reproche, recuerda el dicho: "Cuando te maldigan, regocíjate".

4] El Señor mismo fue "maldito" a los ojos de la ley; y sin embargo es Él el único Bendito. Por tanto, los siervos sigamos de cerca a nuestro Señor; y seamos maldecidos con paciencia, para que podamos ser bendecidos. Si escucho con muy poca ecuanimidad alguna palabra lasciva o malvada pronunciada contra mí, necesariamente debo vengarme yo mismo de la amargura, o de lo contrario seré atormentado por una muda impaciencia.

5] Cuando, entonces, al ser maldecido, golpee (con mi lengua), ¿cómo se descubrirá que he seguido la doctrina del Señor, en la que se ha dicho que "el hombre se contamina, no por la contaminaciones de los vasos, sino de las cosas que salen de su boca". Nuevamente se dice que "nos espera el juicio político por cada palabra vana e innecesaria".

6] De ello se sigue que, cualquier cosa que el Señor nos guarde, también nos exhorta a soportar con paciencia a otro.

7] Añadiré (un tanto) tocando el placer de la paciencia. Porque toda herida, ya sea hecha con la lengua o con la mano, cuando ha recurrido a la paciencia, será desechada con la misma suerte que cualquier arma lanzada contra una roca de la más dura dureza y embotada. Porque caerá por completo en ese mismo momento con un trabajo inútil e infructuoso; y a veces retrocederá y descargará su ira contra quien lo envió, con ímpetu replicado.

8] Sin duda, la razón por la que alguien os hace daño es para que vosotros sintáis dolor; porque el disfrute del que hace daño consiste en el dolor del dolor. Entonces, cuando hayas perturbado su gozo al no sentir dolor, él debe sentir dolor por la pérdida de su gozo.

9] Entonces no sólo saldrás ileso, lo cual solo te basta; pero, además, gratificado por la decepción de su adversario y vengado por su dolor. Ésta es la utilidad y el placer de la paciencia.

IX
La paciencia durante el duelo

1] Ni siquiera se disculpa esa especie de impaciencia ante la pérdida de nuestros seres queridos, donde alguna afirmación de un derecho al dolor actúa como patrón. Porque debemos considerar la declaración del apóstol que dice: "No os entristezcáis por el sueño de ninguno, como lo están las naciones que están sin esperanza".

2] Y con justicia, porque creyendo en la resurrección de Cristo, creemos también en la nuestra, por cuya causa murió y resucitó. Entonces, puesto que hay certeza en cuanto a la resurrección de los muertos, el dolor por la muerte es innecesario, y la impaciencia del dolor es innecesaria.

3] Porque ¿por qué deberías afligirte, si crees que (tu amado) no ha perecido? ¿Por qué deberíais soportar con impaciencia la retirada temporal de aquel que creéis que volverá? Lo que crees que es muerte es partida. El que va delante de nosotros no debe ser lamentado, aunque sí debe ser añorado. Ese anhelo también debe atenuarse con paciencia. ¿Por qué, pues, debéis soportar sin moderación que se haya ido alguien a quien ahora seguiréis?

4] Además, la impaciencia en asuntos de este tipo es un mal augurio para nuestra esperanza y es un trato poco sincero con la fe. Y herimos a Cristo cuando no aceptamos con ecuanimidad que alguien sea llamado a salir de este mundo por Él, como si fuera digno de lástima.

5] "Deseo", dice el apóstol, "ser recibido ahora y estar con Cristo". ¡Cuánto mejor es su deseo ! Entonces, si nos lamentamos con impaciencia por aquellos que han alcanzado el deseo de los cristianos, mostramos nuestra falta de voluntad para alcanzarlo.

X
Sobre la venganza

1] Existe también otro principal acicate de impaciencia, el deseo de venganza, relacionado con asuntos de gloria o de malicia. Pero la "gloria", por un lado, es siempre "vana" en todas partes; y la malicia, por el otro, es siempre odiosa al Señor; en este caso, sobre todo, cuando, provocado por la malicia del prójimo, se constituye en superior en el cumplimiento de la venganza y pagando el doble de la maldad que antes se había cometido.

2] La venganza, en la estimación del error, parece un consuelo del dolor; en la estimación de la verdad, por el contrario, se le condena por malignidad. En efecto, ¿qué diferencia hay entre provocador y provocado, salvo que el primero se presenta como anterior a la acción mala, y el segundo como posterior? Sin embargo, cada uno de ellos está acusado de dañar a un hombre a los ojos del Señor, quien prohíbe y condena toda maldad.

3] Al hacer el mal no se tiene en cuenta el orden , ni el lugar separa lo que la semejanza une. Y el precepto es absoluto: que el mal no se paga con mal. Un hecho similar implica un mérito similar.

4] ¿Cómo observaremos ese principio, si en nuestro odio no aborreceremos la venganza ? ¿Qué honor, además, ofreceremos al Señor Dios, si nos atribuimos el arbitraje de la venganza?

5] Somos corruptos vasos de barro, y con nuestros propios sirvientes, si se asumen el derecho de vengarse de sus consiervos, nos sentimos gravemente ofendidos; mientras que aquellos que nos ofrecen su paciencia no sólo los aprobamos como conscientes de la humildad, de la servidumbre, afectuosamente celosos del derecho al honor de su señor; pero les damos una satisfacción más amplia de la que ellos mismos habrían exigido previamente. ¿Existe algún riesgo de un resultado diferente en el caso de un Señor tan justo en estimar, tan potente en ejecutar?

6] ¿Por qué, entonces, le creemos Juez, si no también Vengador? Esto Él promete que será para nosotros a cambio, diciendo: " Mía es la venganza , y yo me vengaré", es decir, Déjame la paciencia, y yo te recompensaré la paciencia.

7] Porque cuando dice: "No juzguéis, para que no seáis juzgados", ¿no exige paciencia? Porque ¿quién se abstendrá de juzgar a otro, sino aquel que tendrá paciencia para no vengarse de sí mismo? ¿Quién juzga para perdonar ? Y si perdona, aun así ha tenido cuidado de complacer la impaciencia de un juez y ha quitado el honor del único Juez, es decir, Dios.

8] ¡Cuántas desgracias solía correr una impaciencia de este tipo! ¡Cuántas veces se ha arrepentido de su venganza! ¡Cuántas veces su vehemencia ha resultado peor que las causas que la condujeron! Sobre todo por cuanto nada emprendido con impaciencia puede realizarse sin impetuosidad: nada hecho con impetuosidad tampoco deja de tropezar, o bien caer del todo, o bien desaparecer precipitadamente.

9] Además, si te vengas demasiado ligeramente, te volverás loco; si es demasiado amplio, tendrás que soportar la carga. ¿Qué tengo yo que ver con la venganza, cuya medida, por la impaciencia del dolor, no puedo regular? Mientras que si descanso en la paciencia, no sentiré dolor ; si no sentiré dolor, no desearé vengarme.

XI
La paciencia ayuda a las bienaventuranzas

1] Después de estas principales causas materiales de impaciencia, registradas lo mejor que podemos, ¿por qué deberíamos desviarnos de nuestro camino entre los demás, lo que se encuentra en casa y lo que en el extranjero? Amplia y difusa es la operación del Maligno, lanzando múltiples irritaciones a nuestro espíritu, a veces insignificantes, a veces muy grandes.

2] Pero a los más insignificantes los despreciaréis por su pequeñez; a los muy grandes puedes ceder en cuanto a su poderío. Cuando el daño es menor, no hay necesidad de impaciencia; pero donde el daño es mayor, más necesario es el remedio para el daño: la paciencia.

3] Esforcémonos, por tanto, en soportar las inflicciones del Maligno, para que el contra-celo de nuestra ecuanimidad pueda burlarse del celo del enemigo. Sin embargo, si nosotros mismos, ya sea por imprudencia o voluntariamente, recurrimos a algo, afrontemos con igual paciencia aquello de lo que tenemos que reprocharnos.

4] Además, si creemos que algunas inflicciones nos son enviadas por el Señor, ¿a quién debemos mostrar más paciencia que al Señor? Es más , nos enseña a dar gracias y regocijarnos, además, de ser considerados dignos del castigo divino. "A quien amo", dice, "yo castigo". ¡Oh siervo bendito, en cuya enmienda se propone el Señor! ¡Con quién se digna enojarse! ¡A quién no engaña disimulando sus reprensiones!

5] Por todas partes, por tanto, estamos obligados al deber de tener paciencia, sea cual sea el lugar donde, ya sea por nuestros propios errores o por las trampas del Maligno, incurrimos en las reprensiones del Señor. De ese deber es grande la recompensa: la felicidad.

6] ¿Por quién sino por el paciente ha llamado feliz el Señor, al decir: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos? Nadie, ciertamente, es "pobre de espíritu", excepto él. se humilde. Bueno, ¿quién es humilde sino el que tiene paciencia? Porque nadie puede humillarse sin tener paciencia, en primera instancia, para soportar el acto de humillación.

7] "Bienaventurados", dice Él, "los que lloran y los que se lamentan". ¿Quién, sin paciencia, es tolerante con tales desgracias? Y a ellos se les promete "consuelo" y "risas".

8] "Bienaventurados los amables": bajo este término, seguramente, no es posible clasificar a los impacientes. Nuevamente, cuando marca a "los pacificadores" con el mismo título de felicidad, y los nombra "hijos de Dios", ¿tienen los impacientes alguna afinidad con la "paz?". Incluso un tonto puede percibir eso.

9] Sin embargo, cuando dice: "Alegraos y alegraos cuantas veces os maldigan y persigan, porque vuestra recompensa es muy grande en el cielo", por supuesto no es con impaciencia de júbilo que Él hace esa promesa; porque nadie se "alegrará" de las adversidades a menos que primero haya aprendido a despreciarlas; nadie los despreciará a menos que haya aprendido a practicar la paciencia.

XII
La paciencia ayuda a la caridad

1] En cuanto a la regla de la paz, que tanto agrada a Dios, que en el mundo propenso a la impaciencia perdonará aunque sea una vez a su hermano, no diré "siete veces", ni "setenta y siete veces?".

2] ¿Quién, que está pensando en demandar a su adversario, arreglará el asunto de común acuerdo, a menos que primero comience por eliminar el disgusto, la dureza y la amargura, que en realidad son las consecuencias venenosas de la impaciencia?

3] ¿Cómo "permitiréis y se os concederá remisión" si la falta de paciencia os hace tenaces ante un mal? Nadie que esté en desacuerdo con su hermano en su mente, terminará de ofrecer su "obsequio obediente en el altar", a menos que primero, con la intención de "reconciliar a su hermano", vuelva a la paciencia.

4] Si "el sol se pone sobre nuestro enojo", estamos en peligro: no podemos permanecer un día sin paciencia. Pero, sin embargo, dado que la paciencia toma la iniciativa en todo tipo de disciplina saludable, ¿qué maravilla que ella también ministre el arrepentimiento?

5] (acostumbrado como el arrepentimiento está a venir al rescate de los que han caído), cuando, en una disyunción del matrimonio (por esa causa, quiero decir, que hace lícito, ya sea para el marido o la mujer, persistir en el perpetua observancia de la viudez), ella espera, anhela, persuade con sus súplicas, el arrepentimiento en todos los que algún día han de entrar en la salvación? ¡Cuán grande bendición confiere a cada uno! Al que le impide convertirse en adúltero; el otro lo modifica.

6] Así también se la encuentra en aquellos santos ejemplos que tocan la paciencia en las parábolas del Señor. La paciencia del pastor busca y encuentra la oveja descarriada: porque mi paciencia fácilmente despreciaría una oveja; pero la paciencia emprende la labor de la búsqueda, y el paciente portador de carga lleva a casa sobre sus hombros al pecador abandonado.

7] Ese hijo pródigo también recibe la paciencia del padre, y se viste, y alimenta, y pone excusas, en presencia de la impaciencia del hermano enojado. Por tanto, el que "había perecido" se salva, porque entró en el camino del arrepentimiento. El arrepentimiento no perece porque encuentra paciencia (para darle la bienvenida).

8] ¿Pues por las enseñanzas de quién sino por las de la Paciencia es formada la Caridad, que es el sumo sacramento de la fe, el tesoro del nombre cristiano, que el apóstol recomienda con toda la fuerza del Espíritu Santo?

9] "La caridad", dice, "es longanimidad; "por eso aplica la paciencia: "es benéfica; "la paciencia no hace mal: "no es emuladora; "esa ciertamente es una característica peculiar de la paciencia: "no tiene sabor a violencia"; lla ha sacado su autocontrol de la paciencia: "no se envanece; no es violenta" porque eso no pertenece a la paciencia: "ni busca lo suyo" si, ofrece lo suyo, con tal que ella; puede beneficiar a sus vecinos: "ni está irritable; "si lo fuera, ¿qué le quedaría a mi paciencia? Por eso dice: "La caridad todo lo soporta, todo lo tolera;" por supuesto, porque es paciente.

10] Justamente, entonces, "ella nunca fallará"; porque todas las demás cosas serán canceladas, tendrán su consumación. "Las lenguas, las ciencias, las profecías, se agotan; la fe, la esperanza, la caridad, son permanentes: "La fe, que la paciencia de Cristo introdujo; esperanza, que espera la paciencia del hombre; caridad, que la Paciencia acompaña, con Dios como Maestro.

XIII
La paciencia corporal

1] Hasta aquí, finalmente, de la paciencia simple y uniforme, y tal como existe meramente en la mente : aunque en muchas formas también trabajo por ella en el cuerpo, con el propósito de "ganar al Señor", en la medida en que es una cualidad que ha sido exhibida por el Señor mismo también en la virtud corporal; si es cierto que la mente gobernante comunica fácilmente los dones del Espíritu con su habitación corporal.

2] ¿Cuál es, pues, la función de la paciencia en el cuerpo ? En primer lugar, es la aflicción de la carne (víctima capaz de apaciguar al Señor mediante el sacrificio de la humillación) al hacer una libación al Señor de vestidos sórdidos , junto con escasez de alimentos, contentamiento con una dieta sencilla y la bebida pura de agua con ayunos unidos a todo esto ; en acostumbrarse al cilicio y a la ceniza.

3] Esta paciencia corporal añade una gracia a nuestras oraciones por el bien, una fuerza a nuestras oraciones contra el mal; esto abre los oídos de Cristo nuestro Dios, disipa la severidad, provoca clemencia.

4] Así, aquel rey babilónico, después de haber sido exiliado de la forma humana en sus siete años de miseria y abandono, porque había ofendido al Señor; por la inmolación corporal de la paciencia no sólo recuperó su reino, sino lo que es más deseable por una satisfacción hecha por el hombre a Dios.

5] Además, si ordenamos los grados más altos y más felices de la paciencia corporal, (encontramos que) es a ella a quien la santidad le confía el cuidado de la continencia de la carne: ella guarda a la viuda, y establece sobre la virgen el sello y eleva al eunuco hecho a sí mismo a los reinos de los cielos.

6] Lo que brota de una virtud de la mente se perfecciona en la carne; y , finalmente, por la paciencia de la carne, lucha bajo persecución. Si la huida presiona con fuerza, la carne lucha contra las molestias de la huida; si la prisión nos alcanza, la carne (todavía estaba) en prisiones, la carne en el gyve, la carne en soledad, y en esa falta de luz, y en esa paciencia del mal uso del mundo.

7] Sin embargo, cuando es conducido a la prueba final de la felicidad, a la ocasión del segundo bautismo, al acto de ascender al trono divino, allí no hay paciencia más necesaria que la paciencia corporal. Si el "espíritu está dispuesto, pero la carne", sin paciencia, "débil", ¿dónde, sino en la paciencia , está la seguridad del espíritu y de la carne misma?

8] Pero cuando el Señor dice esto de la carne, declarándola débil, muestra la necesidad que hay de fortalecerla, es decir, con paciencia, para afrontar toda preparación para subvertir o castigar. fe; que soporte con toda constancia azotes, fuego, cruz, bestias, espada; ¡Todo lo que los profetas y apóstoles, perseverando, conquistaron!

XIV
La paciencia espiritual

1] Con esta fuerza de paciencia, Isaías se desgarra , y no cesa de hablar acerca del Señor; Esteban es apedreado y reza por el perdón de sus enemigos.

2] ¡Oh, feliz también aquel que hizo frente a toda la violencia del diablo con el ejercicio de toda clase de paciencia! ¡Oh feliz aquel a quien ni el ahuyentar su ganado ni sus riquezas en ovejas, ni el arrasar a sus hijos de un solo golpe de ruina, ni, finalmente, la agonía de su propio cuerpo en (una universal) herida , alejado de la paciencia y la fe que había prometido al Señor; a quien el diablo hirió con todas sus fuerzas en vano!

3] Porque todos sus dolores no lo apartaron de su reverencia a Dios; pero ha sido puesto como ejemplo y testimonio para nosotros, para el logro cabal de la paciencia tanto en espíritu como en carne, tanto en mente como en cuerpo; para que no sucumbamos ni a los daños de nuestros bienes mundanos, ni a las pérdidas de nuestros seres más queridos, ni siquiera a las aflicciones corporales.

4] ¡ Qué ataúd para el diablo levantó Dios en la persona de aquel héroe! ¡Qué bandera alzaba sobre el enemigo de su gloria, cuando, ante cada amargo mensaje, aquel hombre no decía de su boca más que gracias a Dios, mientras denunciaba a su esposa, ahora bastante cansada de males, y lo instaba a recurrir a él! ¡a remedios torcidos!

5] ¿Cómo sonrió Dios, cómo fue cortado en pedazos el maligno, mientras Job con poderosa ecuanimidad seguía raspando el derrame inmundo de su propia úlcera, mientras jugaba a reemplazar las alimañas que brotaban de allí, en las mismas cuevas?

6] Y así, cuando todos los dardos de las tentaciones se habían embotado contra el corsé y el escudo de su paciencia, ese instrumento de la victoria de Dios no sólo recuperó de Dios la salud de su cuerpo, sino que poseyó en medida redoblada lo que tenía. perdido.

7] Y si hubiera querido que también sus hijos fueran restaurados, podría haber sido nuevamente llamado padre; pero prefirió que se lo devolvieran "en aquel día". Un gozo como ese (seguro tan enteramente acerca del Señor) lo aplazó; Mientras tanto soportó un duelo voluntario, para no poder vivir sin un poco de (ejercicio de) paciencia.

XV
Las virtudes y efectos de la paciencia

1] Dios es un depositario sobradamente suficiente de la paciencia. Si es un mal lo que depositáis en Su cuidado, Él es un Vengador; si hay pérdida, Él es Restaurador; si hay dolor, Él es un Sanador; si es muerte, Él es un Revivificador. ¡Qué honor se concede a la Paciencia, tener a Dios por Deudor!

2] Y no sin razón: porque ella guarda todos sus decretos; ella tiene que ver con todos Sus mandatos. Ella fortalece la fe; es el piloto de la paz; ayuda a la caridad; establece la humildad; espera mucho tiempo para el arrepentimiento; establece un sello de nivel sobre la confesión; gobierna la carne; preserva el espíritu; frena la lengua; restringe la mano; pisotea las tentaciones; ahuyenta los escándalos; da su gracia suprema a los martirios.

3] Ella consuela a los pobres; enseña a los ricos moderación; no sobrecargues a los débiles; no agota a los fuertes; es el deleite del creyente; invita al gentil; encomienda al siervo a su señor, y a su señor a Dios; adorna a la mujer; hace que el hombre sea aprobado; es amado en la niñez, elogiado en la juventud, admirado en la edad; es bella en ambos sexos, en todos los tiempos de la vida.

4] Vamos, ahora, a ver si tenemos una idea general de su semblante y costumbres. Su rostro es tranquilo y pacífico; su frente serena contraída por ninguna arruga de tristeza o de ira; sus cejas se relajaron uniformemente con alegría, con los ojos bajos en humildad, no en infelicidad.

5] Su boca sellada con la honrosa marca del silencio; su tono como el de aquellos que no tienen cuidado ni culpa; el movimiento frecuente de su cabeza contra el diablo y su risa amenazadora; su ropa, además, alrededor de su pecho es blanca y bien ajustada a su persona, como si no estuviera inflada ni perturbada.

6] Porque la paciencia se sienta en el trono de aquel Espíritu más sereno y tierno, que no se encuentra en el vaivén del torbellino, ni en el tono plomizo de las nubes, sino que es de suave serenidad, abierto y sencillo, a quien Elías vio en su tercer ensayo. Porque donde está Dios, allí también está su hija adoptiva, es decir, la paciencia.

7] Cuando el Espíritu de Dios desciende, entonces la Paciencia lo acompaña indivisiblemente. Si no le damos entrada junto con el Espíritu, ¿se quedará (Él) siempre con nosotros? Es más, no sé si permanecería más tiempo. Sin su compañera y sierva, necesariamente debe verse afligido en todo lugar y en todo momento. Cualquier golpe que su enemigo pueda infligir, Él no podrá soportarlo solo, ya que carece de los medios instrumentales para soportarlo.

XVI
La paciencia pagana y la paciencia cristiana

1] Ésta es la regla, ésta la disciplina, éstas las obras de la paciencia que es celestial y verdadera; es decir, de paciencia cristiana , no falsa y vergonzosa, como es la paciencia de las naciones de la tierra.

2] Porque para que también en esto el diablo pueda rivalizar con el Señor, ha enseñado también a sus discípulos, como si estuvieran a la par (excepto que la diversidad misma del mal y del bien está exactamente a la par con su magnitud) una paciencia propia.

3] Esto quiere decir, que, haciendo a los maridos venales por la dote, y enseñándoles a comerciar con el proxenetismo, los somete al poder de sus esposas; que, con afecto fingido, se somete a todos los esfuerzos de la complacencia forzada, con miras a atrapar a los que no tienen hijos; que hace que los esclavos del vientre se sometan a un patrocinio contumeloso, en el sometimiento de su libertad a su garganta.

4] Los gentiles conocen tales actividades de paciencia; y se apoderan con avidez de un nombre de tan gran bondad para aplicarlo a malas prácticas: pacientes viven de los rivales, y de los ricos, y de los que les invitan; impaciente sólo de Dios. ¡Pero que su propia paciencia y la de su líder miren hacia sí misma, una paciencia que espera el fuego subterráneo!

5] Amemos, en cambio, la paciencia de Dios, la paciencia de Cristo; ¡Paguémosle la paciencia que Él ha pagado por nosotros! Ofrezcámosle la paciencia del espíritu, la paciencia de la carne, creyendo como creemos en la resurrección de la carne y del espíritu.