HIPÓLITO DE ROMA
Refutación de Herejías

LIBRO VII

I
La h
erejía, océano tormentoso y roca de sirenas

Los alumnos de los herejes, cuando perciben que las doctrinas de estos hombres son como el océano cuando es agitado en olas por la violencia de los vientos, deberían navegar en busca de un puerto tranquilo. Porque se trataría de un mar infestado de fieras y difícil de navegar, como ese Mar de Sicilia del que la leyenda informa que estaban los cíclopes, Caribdis, Escila y la roca de las sirenas.

Los poetas griegos alegarían que Ulises navegó por este canal, utilizando hábilmente y para sus propios fines la terribleidad de los extraños monstruos, y la salvaje y notable crueldad de todos ellos hacia los que navegaban. Por su parte, las sirenas cantaban dulce y armoniosamente, seduciendo a los viajeros y atrayendo, con su melodiosa voz, a quienes las oían, para que dirigieran sus barcos hacia el promontorio. Los poetas cuentan que Ulises, al comprobar esto, untó con cera los oídos de sus compañeros y, atando al mástil, navegó, libre de peligro, pasando junto a las sirenas mientras escuchaba claramente su canto.

Mi consejo a mis lectores es que adopten una actitud similar, y que a causa de esta enfermedad de las herejías se unten los oídos con cera y naveguen lejos de los principios de los herejes, sin detenerse a escuchar doctrinas que son fácilmente capaces de atraerlos al placer, como el delicioso canto de las sirenas. O que se unan a la cruz de Cristo, y escuchen con fidelidad sus palabras para no distraerse, en la medida en que depositaron su confianza en Aquel a quien antes estaban firmemente unidos, continuando su travesía firmes en la fe.

II
El hereje Basílides, imbuido de Aristóteles

Puesto que en los seis libros precedentes hemos explicado las opiniones heréticas anteriores, ahora parece apropiado no guardar silencio respecto de las doctrinas de Basílides, que son los dogmas de Aristóteles el Estagirita, no los de Cristo.

Aunque en una ocasión anterior las opiniones expuestas por Aristóteles hayan sido aclaradas, ni siquiera ahora tendremos escrúpulos en exponerlas de antemano en una especie de sinopsis, con el fin de que mis lectores puedan, mediante una comparación más cercana de las dos sistemas, percibir con facilidad que las doctrinas propuestas por Basílides son en realidad las hábiles objeciones de Aristóteles.

III
Bosquejo de la filosofía de Aristóteles

Aristóteles hace una triple división de la sustancia. Porque una parte de él es un determinado género, otra una determinada especie, y una tercera parte un determinado individuo. Pero lo que es individual no lo es por la minuciosidad del cuerpo, sino porque por naturaleza no puede admitir división alguna.

El género, en efecto, es una especie de agregado, compuesto de muchos y diferentes gérmenes. Y de este género, como de un determinado montón, todas las especies de las cosas existentes derivan sus distinciones. Y el género constituye una causa competente para la producción de todas las entidades generadas. Sin embargo, para que la afirmación anterior quede clara, demostraré mi posición mediante un ejemplo. Y por medio de esto nos será posible volver sobre nuestros pasos sobre toda la especulación del sabio peripatético.

IV
La idea general de Aristóteles

Aristóteles afirma la existencia de un animal de manera absoluta, no de algún animal. Y este animal no es ni buey, ni caballo, ni hombre, ni dios; ni es significativo de ninguno de estos en absoluto, sino que es absolutamente animal. De este animal derivan su subsistencia las especies de todos los animales particulares.

Esta animalidad, en sí misma el summum género, constituye el principio originario para todos los animales producidos en esas especies particulares, y no es en sí misma ninguna de las cosas generadas. Porque el hombre es un animal que deriva el principio de existencia de esa animalidad, y el caballo es un animal que deriva el principio de existencia de esa animalidad. El caballo, el buey, el perro y cada uno de los demás animales derivan el principio de existencia del animal absoluto, mientras que la animalidad misma no es ninguno de estos.

V
La nulidad como causa aristotélica

Sin embargo, si esta animalidad no es ninguna de estas especies, la subsistencia de las cosas que se generan, según Aristóteles, deriva su realidad de entidades inexistentes. En efecto, la animalidad, de la que proceden individualmente, no es ninguna de ellas; y aunque no es ninguno de ellos, se ha convertido en un principio originario de las cosas existentes. Pero quién es el que ha establecido esta sustancia como causa originaria de lo que se produce posteriormente, lo declararemos cuando lleguemos al lugar adecuado para mantener una discusión de este tipo.

VI
La sustancia y los predicados, según Aristóteles

Pero puesto que la sustancia es triple (género, especie e individuo), y dado que la animalidad es expuesta como género, y el hombre como especie distinta de los animales, a pesar de que aún debe ser identificada con animales de su propia especie (por no haber sido aún moldeada en una especie de sustancia realizada), es por lo que se impone al hombre una forma concreta y distinta, según lo llamó Sócrates o Diógenes.

Así, Aristóteles comprende al hombre bajo una especie distinta engendrada a partir del género, o bajo una sustancia que él denominó individuo. Pues el género se ha dividido en especies, y las especies en individuos. Pero en cuanto al individuo, puesto que ha sido comprendido bajo un nombre, no es posible que, según su propia naturaleza, pueda dividirse en cualquier otra cosa, como hemos dividido cada uno de los antes mencionados género y especies.

Aristóteles llama a esto sustancia, en la medida en que no puede predicarse de ningún sujeto ni existir en un sujeto. Él, sin embargo, predica del sujeto, al igual que con el género, lo que dije constituía la animalidad, y que se predica mediante un nombre común a todos los animales particulares, como el buey, el caballo y los demás que se colocan bajo este género. Porque es cierto decir que el hombre es un animal, el caballo un animal, el buey un animal y todos los demás.

Ahora bien, el significado de la expresión predicada de un sujeto es el siguiente: en cuanto es uno, puede predicarse de la misma manera de muchos particulares, aunque éstos sean diversificados en especies. Porque ni el caballo ni el buey se diferencian del hombre en la medida en que son animales, pues se dice que la definición de animal conviene a todos los animales por igual. ¿Para qué es un animal? Si lo definimos, una definición general comprenderá a todos los animales. Porque el animal es una sustancia animada, dotada de sensación. Tales son el buey, el hombre, el caballo y cada uno de los demás del reino animal.

Pero el significado de la expresión en sujeto es el siguiente: lo que es inherente a algo, no como parte, es imposible que exista separadamente de aquello en lo que está. Pero esto constituye cada uno de los accidentes residentes en la sustancia, y es lo que se denomina calidad. Ahora bien, según esto decimos que ciertas personas son de tal cualidad; por ejemplo, blanco, gris, negro, justo, injusto, templado y otras características similares a estas. Pero es imposible que cualquiera de ellos subsista por sí mismo, luego debe ser inherente a algo más.

Sin embargo, si ni el animal que predigo de todos los animales individuales, ni los accidentes que se pueden descubrir en todas las cosas de las cuales son cualidades no esenciales, pueden subsistir por sí mismos, y sin embargo los individuos se forman a partir de ellos. De ahí se sigue que la sustancia triplemente dividida, que no está compuesta de otras cosas, se compone de no entidades. Así, pues, si lo que se denomina primera, preeminente y particularmente sustancia, su existencia deriva de la nada, según Aristóteles.

VII
Cosmogonía, antropología, ética y teología aristotélica

En cuanto a la sustancia, bastarán las declaraciones que ahora se hacen. Pero no sólo la Sustancia se denomina género, especie e individuo, sino también materia, forma y privación. Sin embargo, en estos casos no hay ninguna diferencia en lo que respecta a la sustancia, incluso aunque se permita que se mantenga la división. Ahora bien, puesto que la Sustancia es de esta descripción, la disposición del mundo ha tenido lugar según un plan como el siguiente.

El mundo está dividido, según Aristóteles, en partes muy numerosas y diversificadas. Ahora bien, la porción del mundo que se extiende desde la Tierra hasta la Luna está privada de previsión, sin guía, y está bajo el dominio únicamente de esa naturaleza que le pertenece. Pero otra parte del mundo que se encuentra más allá de la luna, y se extiende hasta la superficie del cielo, está dispuesta en medio de todo orden, previsión y gobierno.

Ahora bien, la superficie celeste constituye una cierta quinta sustancia, y está alejada de todos aquellos elementos naturales de los cuales el sistema cósmico obtiene consistencia. Y ésta es, según Aristóteles, cierta quinta sustancia, una cierta esencia supramundana. Y esta esencia se ha convertido en una necesidad lógica en su sistema, para estar de acuerdo con la división peripatética del mundo.

El tema de esta quinta naturaleza constituye una investigación distinta en filosofía. Porque existe una cierta disquisición, denominada Conferencia sobre fenómenos Físicos, en la que ha tratado detalladamente las operaciones que son realizadas por la naturaleza y no por la providencia en el cuarto del espacio que se extiende desde la tierra hasta el final de la Luna. Y también existe otro tratado peculiar de él sobre los principios de las cosas en la región más allá de la Luna, y lleva la siguiente inscripción: Metafísica. Y otra disertación peculiar ha sido escrita por él, titulada Sobre una Quinta Sustancia, y en esta obra Aristóteles desarrolla sus opiniones teológicas.

Existe una división del universo como la que ahora hemos intentado delinear en líneas generales, y a ella corresponde la división de la filosofía aristotélica. Su obra Sobre el Alma, sin embargo, es oscura. Porque en los tres libros completos donde trata de este tema no es posible decir claramente cuál es la opinión de Aristóteles sobre el alma.

En lo que respecta a la definición que proporciona de alma, es bastante fácil declararlo; pero es difícil descubrir qué es lo que significa la definición. Porque el alma, dice, es una entelequia de un cuerpo orgánico natural; pero explicar qué es esto requeriría una gran cantidad de argumentos y una investigación prolongada.

Sin embargo, en lo que respecta a la Deidad, u Originador de todos esos gloriosos objetos de la creación de esta Primera Causa (incluso para alguien que conduce sus especulaciones mediante una investigación más prolongada que la relativa al alma) es más más difícil de conocer que el alma misma. Sin embargo, admito que la definición que da Aristóteles de la Deidad no es difícil de determinar, pero es imposible comprender su significado. Porque, dice, la Deidad es una concepción de la concepción; pero esto es una entidad completamente inexistente.

El mundo, según Aristóteles, es incorruptible y eterno, porque no tiene nada de malo en sí mismo, y está dirigido por la providencia y la naturaleza. Aristóteles ha establecido doctrinas no sólo acerca de la naturaleza y un sistema cósmico, y la providencia y Dios, sino que ha escrito más sobre esto, en ciertos tratados sobre temas éticos, en los que inscribe sus Libros de Ética.

Pero a lo largo de todo esto su objetivo es hacer que los hábitos de sus oyentes sean excelentes y no inútiles. Por lo tanto, cuando Basílides ha sido descubierto, no sólo en espíritu, sino también en las expresiones y nombres reales, transfiriendo los dogmas de Aristóteles a nuestra doctrina evangélica y salvadora, lo que queda es que, restituyendo lo que se ha apropiado de otros, ¿Debemos demostrar a los discípulos de este hereje que Cristo de ninguna manera les beneficiará, ya que son paganos?

VIII
Basílides e Isidoro, sancionados por plagio a Aristóteles

Basílides e Isidoro, el verdadero hijo y discípulo de Basílides, dicen que el apóstol Matías les comunicó discursos secretos, y que a través del él escucharon al Salvador. Veamos, entonces, con qué claridad Basílides, simultáneamente con Isidoro y todo el grupo de estos herejes, no sólo desmiente absolutamente a Matías, sino incluso al Salvador mismo.

El tiempo existía, dice Basílides, cuando no había nada. Y ni siquiera esa nada constituía nada de las cosas existentes, pues era nada. Y cuando empleó la expresión, y hablo, su deseo fue dilucidar: Afirmo que en total fue nada.

Y esto porque no es absolutamente inefable que lo que llamamos inefable, dice Basílides, no sea sino aquello que no es inefable. Porque lo que no es inefable no se llama inefable, sino que está, dice, por encima de todo nombre que se nombra. Porque, dice, de ninguna manera estos nombres son suficientes para el mundo, sino que sus divisiones son tan múltiples que hay una deficiencia de nombres. Y no me encargo de descubrir, dice, denominaciones adecuadas para todas las cosas.

Sin embargo, es indudable que uno debe concebir mentalmente, no por medio de nombres, de manera inefable, las peculiaridades de las cosas denominadas. Porque una terminología equívoca, cuando la emplean los profesores, ha creado en sus alumnos confusión, y una fuente de error respecto a los objetos. Los basilidianos, en primera instancia, apoderándose de este principio tomado prestado y furtivamente derivado del sabio peripatético, juegan con la locura de aquellos que se reúnen con ellos.

Aristóteles, nacido muchas generaciones antes de Basílides, estableció por primera vez en sus Categorías un sistema relativo a las palabras homónimas. Y estos herejes sacan a la luz este sistema como si fuera peculiarmente suyo, y como si fuera alguna novela doctrina y alguna revelación secreta de los discursos de Matías.

IX
Basílides adopta la doctrina aristotélica de la nulidad

Por tanto, puesto que nada existió (quiero decir, ni la materia, ni la sustancia, ni lo insustancial, ni lo absoluto, ni lo compuesto (ni concebible, ni inconcebible, ni lo sensible, ni lo privado de sentido, ni el hombre, ni ángel, ni dios, ni ninguno de esos objetos que tienen nombre, o son aprehendidos por los sentidos, o son conocidos por el intelecto), Dios (a quien Aristóteles llama concepción de la concepción, y estos basilidianos inconcebible, insensible, indeterminado, impasible), impulsado por el deseo, quiso crear un mundo.

Ahora bien, dice Basílides, la expresión querido no significa el propósito de que lo hizo involuntariamente, inconcebible e insensiblemente, ni que posteriormente lo formó según la amplitud y la división, y se mantuvo aparte. Sino que lo que quiere decir es el germen de un mundo.

Pero el germen del mundo tenía todas las cosas en sí mismo. Así como el grano de mostaza comprende todas las cosas simultáneamente, manteniéndolas reunidas juntas dentro de lo más pequeña brújula, a saber: raíces, tallo, ramas, hojas e innumerables ganancias que se producen a partir de la planta, como semillas nuevamente de otras plantas, y frecuentemente de otras aún, que se producen a partir de ellas.

De esta manera, Dios inexistente hizo el mundo a partir de nada, arrojando y depositando una sola semilla que contenía en sí un conglomerado de los gérmenes del mundo. Pero para poder aclarar mejor qué es lo que afirman esos herejes, mencionaré la siguiente ilustración suya: la de un huevo de algún pájaro abigarrado y multicolor (como el pavo real, o algún otro pájaro aún más múltiple y multicolor), que siendo uno en realidad, contiene en sí numerosas formas de sustancias múltiples, multicolores y muy compuestas. Así, dice Basílides, fue la semilla inexistente del mundo, que ha sido depositada por el Dios inexistente y constituye al mismo tiempo el germen de multitud de formas y multitud de sustancias.

X
Su explicación del origen del mundo

Por tanto, todas las cosas, todo lo que es posible declarar y todo lo que aún no se ha descubierto y se debe omitir, probablemente recibirían adaptación al mundo que estaba a punto de generarse a partir de la semilla. Y esta semilla, en las estaciones requeridas, aumenta en volumen de una manera peculiar, según la adhesión, como a través de la instrumentalidad de una Deidad tan grande y de esta descripción.

Pero esta Deidad la criatura no puede expresarla ni captarla mediante la percepción. Ahora bien, todas estas cosas eran inherentes, atesoradas en la semilla, como luego observamos en un niño recién nacido el crecimiento de los dientes, la sustancia paterna y el intelecto, y todo lo que, aunque previamente no tenía existencia, se acumula en un hombre, creciendo poco a poco, desde una etapa juvenil de la vida. Pero como sería absurdo decir que cualquier proyección de un Dios inexistente se convirtió en algo inexistente (pues Basílides teme por completo las sustancias de las cosas generadas en la forma de proyección), yo pregunto: ¿Hay necesidad de proyección, o de qué clase de materia debemos asumir la existencia previa, para que Dios construya un mundo, como la araña toma su tela o como un hombre mortal, con el fin de tejerla, o un trozo de latón o de madera, o alguna otra de las partes de la materia?

Esta proyección está fuera de toda cuestión, me respondería Basílides. Es decir, que Dios pronunció la palabra, y ésta fue llevada a efecto. Y esto, como afirman estos hombres, es lo que dijo Moisés: Hágase la luz, y fue la luz. ¿De dónde dice vino la luz? De la nada. Porque no está escrito, dice, de dónde, sino sólo esto que vino de la voz del que pronuncia la palabra. Y el que pronuncia la palabra, dice, era inexistente; ni existía lo que se estaba produciendo.

La semilla del sistema cósmico se generó, dice Basílides, a partir de no entidades; y me refiero a la semilla, la palabra que fue dicha: Hágase la luz. Y esto, dice, es lo que se dice en los evangelios: Él era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene al mundo. Él deriva sus principios originarios de esa semilla, y obtiene de la misma fuente su poder iluminador.

Ésta es aquella semilla que contiene en sí todo el conglomerado de gérmenes. Y Aristóteles afirma que esto es genio, y lo distribuye en infinitas especies; así como del animal, que es inexistente, separamos al buey, al caballo y al hombre. Por lo tanto, cuando la Semilla cósmica se convierte en la base para un desarrollo posterior, afirman aquellos herejes, citando las propias palabras de Basílides: Todo lo que afirmo que fue hecho después de estos, no preguntes de dónde. Porque la semilla tenía todas las semillas atesoradas y reposando en sí misma, tal como entidades inexistentes, y que fueron diseñadas para ser producidas por una Deidad inexistente.

Veamos, por tanto, qué dicen que es primero, o qué segundo, o qué tercero, en el desarrollo de lo que se genera a partir de la semilla cósmica.

Existía, dice Basílides, en la semilla misma, una filiación, triple, en todos los aspectos de la misma sustancia con el Dios inexistente, y engendrada de no entidades. Esta filiación implica una triple división, pues una parte era refinada, otro bruta y otra requería purificación.

La porción refinada, por lo tanto, en primer lugar, simultáneamente con la primera deposición de la semilla por parte de la inexistente, inmediatamente estalló y subió y se apresuró hacia arriba desde abajo, empleando una especie de velocidad descrita en poesía (como ala o pensamiento) y alcanzado al que no existe. Porque toda naturaleza desea eso la inexistente, debido a una sobreabundancia de belleza y florecimiento, ycada uno la naturaleza lo desea, sin embargo, de un modo diferente.

La porción más burda de la filiación, que continuaba todavía en la semilla, y siendo un cierto principio imitativo, no pudo apresurarse hacia arriba. Porque esta porción era mucho más deficiente en el refinamiento que poseía la filiación, que por sí misma se apresuraba hacia arriba, y así la porción más burda quedó atrás. Por lo tanto, la filiación más grosera se equipó con un ala como la que Platón, el preceptor de Aristóteles, fija sobre el alma en su Fedro.

Basílides no diseña tal ala, sino Espíritu Santo; y la filiación invertida en este Espíritu confiere beneficios y los recibe a su vez. Confiere beneficios, porque, como el ala de un pájaro, cuando se quita del pájaro, por sí sola no se elevaría muy alto; ni, además, un pájaro, una vez desenganchado de su piñón, se elevaría muy alto en ningún momento. Así, de la misma manera, la filiación implicaba alguna relación de este tipo en referencia al Espíritu Santo, y el Espíritu en referencia a la filiación. Porque la filiación, llevada hacia arriba por el Espíritu como por un ala, lleva en alto a su vez su piñón (es decir, el espíritu). Y se acerca a la filiación refinada y al Dios inexistente , incluso Aquel que fabricó el mundo a partir de nada.

Él no pudo, sin embargo, tener este espíritu con la filiación misma; porque no era de la misma sustancia con Dios, ni tiene ninguna naturaleza en común con la filiación. Pero así como el aire puro y seco es contrario a su naturaleza y destructivo para los peces; así, a diferencia de la naturaleza del Espíritu Santo, ese lugar era simultáneamente de Deidad y de filiación inexistentes un lugar más inefable que entidades inefables, y más elevado que todos los nombres.

La filiación, por lo tanto, dejó a este espíritu cerca de ese lugar bendito, que no puede ser concebido ni representado por ninguna expresión. Dejó el espíritu no del todo abandonado ni separado de la filiación; es más, lejos de ello, porque es como cuando se pone un ungüento muy fragante en un recipiente, que, aunque el recipiente se vacía de él con mucho cuidado, sin embargo, algo de olor del ungüento todavía permanece y queda atrás, incluso después de que el ungüento se separa del recipiente; y la vasija retiene olor a ungüento, aunque contiene el ungüento en sí.

Así, el Espíritu Santo permaneció sin participar en la filiación, y se separó de ella, y tiene en sí mismo, de manera similar con el ungüento, su propio poder, un olor de filiación. Y esto es lo que se ha declarado: Como el ungüento sobre la cabeza que descendió hasta la barba de Aarón. Este es el aroma del Espíritu Santo que baja desde arriba, hasta lo informe y el intervalo del espacio en las proximidades de nuestro mundo. Y desde aquí el Hijo comenzó a ascender, sostenido como dice Basílides, sobre alas de águila y sobre la espalda. Porque, dice, todas las entidades se apresuran hacia arriba desde abajo, desde las cosas inferiores a las superiores. Porque ninguna de las cosas que están entre las superiores es tan necia que descienda por debajo.

La porción que requiere purificación, ha continuado, dice Basílides, en el vasto conglomerado de todos los gérmenes que confieren beneficios y los reciben. Pero de qué manera la tercera filiación recibe beneficios y los confiere, lo declararemos más adelante cuando lleguemos al lugar apropiado para discutir esta cuestión.

XI
El gran Arconte de Basílides

Por lo tanto, cuando tuvo lugar una primera y una segunda ascensión de la filiación, y el mismo Espíritu Santo también permaneció según el modo mencionado, el firmamento se colocó entre los espacios supramundanos y el mundo. Pues las cosas existentes fueron distribuidas por Basílides en dos divisiones continuas y primarias y, según él, se sitúan en parte en un cierto mundo, y en parte en cierto supramundano.

Pero el espíritu, una línea de demarcación entre el mundo y los espacios supramundanos, es aquello que es a la vez santo y que tiene permanentemente en sí mismo el sabor de la filiación. Por lo tanto, mientras el firmamento que está sobre el cielo está naciendo, brotó y fue engendrado de la simiente cósmica y del conglomerado de todos los gérmenes, el gran Arconte y cabeza del mundo, que constituye una cierta especie de belleza, magnitud y poder indisoluble. Porque, dice, es más inefable que las entidades inefables, y más potente que los potentes, y más sabio que los sabios, y superior a todas las bellas que puedas mencionar.

Este Arconte, cuando fue engendrado, se levantó y se elevó hacia lo alto, y fue llevado entero hasta el firmamento. Y allí se detuvo, suponiendo que el firmamento era el fin de su ascensión y elevación, y considerando que no existía nada más allá de éstas. Y que todas las entidades subyacentes que había entre ellas y que permanecían mundanas, Él se volvió más sabio, más poderoso, más atractivo, más brillante, de hecho preeminente en belleza por encima de cualquier entidad que pudieras mencionar con la excepción de de la Filiación sola, que aún queda en el conglomerado de todos los gérmenes. Porque no era consciente de que hay una filiación más sabia, más poderosa y mejor que Él mismo.

Por lo tanto, imaginándose a sí mismo como Señor, gobernador y sabio Maestro constructor, se dedica a la obra de la creación de cada objeto en el sistema cósmico. Y primero, consideró apropiado no estar solo, sino hecho para sí mismo y engendrado a partir de entidades adyacentes, un Hijo muy superior a él mismo y más sabio. Porque todas estas cosas las había determinado previamente la Deidad inexistente, cuando derribó el conglomerado de todos los gérmenes.

Al contemplar, pues, al Hijo, quedó asombrado, y lo amó, y quedó asombrado. Porque alguna belleza de esta descripción le pareció al gran Arconte pertenecer al Hijo, y el Arconte hizo que se sentara a su derecha. Esto es, según estos herejes, lo que se denomina la Ogdóada, donde tiene su trono el gran Arconte. Toda la creación celestial, pues, es decir, el éter, Él mismo, el gran Demiurgo formado. El Hijo, sin embargo, engendrado por este Arconte, opera en Él y le ofrece sugerencias, siendo dotado de mucha mayor sabiduría que el propio Demiurgo.

XII
Basílides adopta la entelequeia de Aristóteles

Esto constituye, pues, la entelequia del cuerpo orgánico natural, según Aristóteles, es decir, un alma que actúa en el cuerpo, sin la cual el cuerpo no puede realizar nada; No quiero decir nada que es más grande, más ilustre, más poderoso y más sabio que el cuerpo. Por lo tanto, Basílides aclara que la explicación que Aristóteles ha dado anteriormente sobre el alma y el cuerpo se aplica al gran Arconte y a su Hijo. Pues el Arconte ha engendrado, según Basílides, un hijo; y el alma como operación y consumación, Aristóteles afirma vehementemente que es una entelequeia de un organismo natural. Así como, por tanto, la entelecheia controla el cuerpo, así el Hijo, según Basílides, controla al Dios que es más inefable que las entidades inefables.

Por tanto, todas las cosas han sido previstas y administradas por la majestad del gran Arconte. Quiero decir cualquier objeto que exista en la región etérea del espacio hasta la luna, porque a partir de ese cuarto el aire se separa del éter. Entonces, cuando todos los objetos en las regiones etéreas estuvieron ordenados, nuevamente de la conglomeración de todos los gérmenes ascendió Otro Arconte, mayor, por supuesto, que todas las entidades subyacentes con la excepción, sin embargo, de la filiación que había quedado detrás, pero muy inferior al Primer Arconte.

A este Segundo Arconte lo llaman Rheto, y a este topos Hebdómada. Y este Arconte es el administrador y fabricante de todas las entidades subyacentes. Y Él también ha hecho de sí mismo, y del conglomerado de todos los gérmenes, un hijo que es más prudente y sabio que Él mismo, de manera similar a lo que se ha dicho que sucedió en el caso del Primer Arconte.

Lo que existe en este sector del universo constituye, dice Basílides, la conglomeración y colección real de todas las semillas; y las cosas que se generan son producidas según la naturaleza, como ya lo ha declarado Aquel que calcula en las cosas futuras, cuándo deben ser, y de qué especie deben ser, y cómo deben ser. Y de ellos ninguno es jefe, ni guardián, ni creador. Porque a suficiente causa de la existencia para ellos es aquel cálculo que el Inexistente formó cuando ejerció la función de creación.

XIII
Su doctrina de la filiación

Cuando, según estos herejes, el mundo entero y las entidades supramundanas se terminaron, y cuando nada existe trabajando bajo deficiencia, todavía permanece en el conglomerado de todos los gérmenes la tercera filiación, que había sido dejado atrás en la semilla para conferir beneficios y recibirlos. Y es necesario que la filiación que había quedado atrás también sea revelada y restablecida en lo alto. Y su lugar debe estar por encima del Espíritu contiguo, cerca de la filiación refinada e imitativa y del Inexistente. Pero esto sería conforme a lo que está escrito, dice: Y la creación misma gime a una, y a una sufre dolores de parto, esperando la manifestación de los hijos de Dios.

Ahora bien, nosotros que somos espirituales somos hijos, dice, a quienes hemos dejado aquí para arreglar, moldear, rectificar y completar las almas que, según la naturaleza, están constituidas de manera que continúen en esta parte del universo. Entonces el pecado reinó desde Adán hasta Moisés (Rm 5,14), como está escrito. Porque el gran Arconte ejerció dominio y posee un imperio cuyos límites se extienden hasta el firmamento. Y se imagina que es Dios solo y que no existe nada por encima de Él, porque todas las cosas han sido custodiadas por Siope no revelado.

Éste, dice Basílides, es el misterio que no ha sido dado a conocer a las generaciones anteriores; pero en aquellos días el gran Arconte, la Ogdóada, era rey y señor, al parecer, del universo. Pero en realidad la Hebdómada era rey y señor de este cuarto del universo, y la Ogdóada es Arrheo, mientras que la Hebdómada es Rheto. Éste, dice, es el Arconte de la Hebdómada, que ha hablado a Moisés, y dice: Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y no les he manifestado el nombre de Dios (Ex 6,2-3). Es decir, Dios, Arreto y Arconte de la Ogdóada.

Por tanto, todos los profetas que estuvieron antes del Salvador pronunciaron sus predicciones, dice, desde esta fuente de inspiración. Por lo tanto, como era necesario, dice, que fuéramos revelados como hijos de Dios , en espera de cuya manifestación, dice, la creación habitualmente gime y sufre dolores de parto, el evangelio vino al mundo y pasó por todo principado, y potestad, y dominio, y todo nombre que se nombra (Ef 1,21). Y el evangelio vino en realidad, aunque nada descendió de arriba; ni la bendita filiación se retiró de ese Dios inconcebible, bendito e inexistente. No, ni mucho menos; porque así como la nafta india, cuando se enciende simplemente desde una distancia considerablemente larga, atrae el fuego hacia ella, así desde abajo, desde la informe del conglomerado de todos los gérmenes, los poderes pasan hacia arriba. en cuanto a la filiación.

Porque, según la ilustración de la nafta india, el hijo del gran Arconte de la Ogdóada, como si fuera una especie de nafta, aprehende y capta concepciones de la bendita filiación, cuyo lugar de habitación está situado después del de el contiguo Espíritu. Porque el poder de la filiación que está en medio del Espíritu Santo. Es decir, en medio del Espíritu contiguo, comparte los pensamientos fluidos y apresurados de la filiación con el Hijo del gran Arconte.

XIV
El número de los cielos, según Basílides
Su explicación sobre la concepción de Cristo

El evangelio vino entonces, dice Basílides, primero de la Filiación a través del Hijo, que estaba sentado junto al Arconte, al Arconte, y el Arconte supo que Él no era Dios del universo, sino que había sido engendrado. Pero al comprobar que Él tiene sobre sí mismo el tesoro depositado de Aquel inefable e innombrable e inexistente, y de la filiación, se convirtió y se llenó de terror, cuando se le hizo comprender en qué ignorancia estaba. involucrado. Esto, dice, es lo que se ha declarado: El temor del Señor es el principio de la sabiduría (Prov 1,7).

Porque, siendo el evangelio instruido oralmente por Cristo, que estaba sentado cerca, comenzó a adquirir sabiduría, por cuanto con ella aprende quién es el Inexistente, qué es la filiación, qué es el Espíritu Santo es, cuál es el aparato del universo y cuál es probablemente la consumación de las cosas. Esta es la sabiduría hablada en un misterio, acerca del cual, dice Basílides, la Escritura usa las siguientes expresiones: No con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con palabras enseñadas por el Espíritu. (1Cor 2,13).

Entonces el Arconte, instruido y enseñado oralmente, y lleno de temor, procedió a confesar el pecado que había cometido al engrandecerse. Esto, dice, es lo que se declara: He reconocido mi pecado, y conozco mi trasgresión, y esto lo confesaré para siempre. Entonces, cuando el gran Arconte hubo sido instruido oralmente, y cada criatura de la Ogdóada hubo sido instruida y enseñada oralmente, y después el misterio fue conocido por los poderes celestiales, también fue necesario que después viniera el evangelio a la Hebdómada, para que también el Arconte de la Hebdómada pueda ser igualmente instruido y adoctrinado en el evangelio.

El Hijo del gran Arconte, por lo tanto, encendió en el Hijo del Arconte de la Hebdómada la luz que Él mismo poseía y había encendido desde arriba desde la filiación. Y al Hijo del Arconte de la Hebdómada se le impartió resplandor, y proclamó el evangelio al Arconte de la Hebdómada. Y de la misma manera, según el relato anterior, él mismo fue aterrorizado y obligado a confesarse. Cuando, por lo tanto, todos los seres en la Hebdómada hubieron sido igualmente iluminados y recibieron el evangelio anunciado a ellos.

Y es que en estas regiones del universo existen, según estos herejes, criaturas infinitas en número (a saber: principados y potestades y gobernantes, respecto de los cuales existe entre los basilidianos una muy prolija y prolijo tratado, donde alegan que hay 365 cielos, y que el gran Arconte de éstos es Abrasax, por el hecho de que su nombre comprende el número calculado 365), y dos eventos (a saber, la iluminación del Hebdómada y la manifestación del evangelio) que tuvieron lugar, pues era necesario que después se le impartiera resplandor a la sin forma existente, como en un aborto.

Ahora bien, este misterio no fue dado a conocer a las generaciones anteriores, como según Basílides está escrito: Por revelación me fue dado a conocer el misterio (Ef 3,3-5) y he oído palabras inexpresables que al hombre no le es posible declarar (2Cor 12,4).

La luz que descendió de la Ogdóada de arriba al Hijo de la hebdómada, por tanto, descendió de la hebdómada sobre Jesús, el hijo de María, y se le impartió resplandor al ser iluminado con la luz. que brilló sobre él. Esto, dice Basílides, es lo que ha sido declarado: El Espíritu Santo vendrá sobre vosotros (Lc 1,35). Es decir, lo que procedió de la filiación por el espíritu confín sobre la Ogdóada y la hebdómada, hasta María; y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, (es decir, por el poder de la unción, que fluyó desde la altura celestial a través del Demiurgo hasta la creación, que es donde estaba el Hijo).

En cuanto a ese Hijo, dice Basílides que el mundo consistía así. Y en cuanto a esto, toda la filiación, que queda atrás para beneficiar a las almas en lo sin forma, y para ser a su vez receptora de beneficios (esta filiación, digo), cuando se transforma, siguió a Jesús y se apresuró hacia arriba, y salió purificado. Y se vuelve más refinado, de modo que podría, como el primero (la filiación), acelerarse hacia arriba a través de su propia instrumentalidad. Porque posee todo el poder que, según la naturaleza, está firmemente relacionado con la luz que brilla desde arriba sobre la tierra.

XV
Los tratos de Dios con la criatura, según Basílides
Su noción de hombre interior y de evangelio
Su interpretación de la vida y sufrimientos de
Cristo

Por tanto, dice Basílides, toda la filiación haya llegado y esté por encima del espíritu contiguo, entonces la criatura se convertirá en objeto de misericordia. Porque la criatura gime hasta ahora (Rm 8,19-22) y está atormentada, y espera la manifestación de los hijos de Dios, para que de allí asciendan todos los que son hombres de la filiación.

Cuando esto suceda, dice Basílides, Dios traerá sobre el mundo entero una enorme ignorancia, para que todas las cosas continúen según la naturaleza, y que nada desee desordenadamente nada de lo que es contrario a la naturaleza. Pero ni mucho menos, porque todas las almas de este cuarto de la creación, todas las que poseen la naturaleza de permanecer inmortales sólo en esta región, continúan en ella, conscientes de nada superior o mejor que su estado actual. Y no prevalecerá ningún rumor o conocimiento en las regiones de abajo, acerca de los seres cuya morada está situada arriba, para que las almas subyacentes no sean torturadas por el anhelo de imposibilidades. Sería como si un pez ansiara alimentarse en las montañas junto con las ovejas. Porque un deseo de esta descripción sería, dice, su destrucción.

Por tanto, todas las cosas que permanecen en este lugar son incorruptibles, pero corruptibles si están dispuestas a extraviarse y cruzar de las cosas que son según la naturaleza. De esta manera el Arconte de la Hebdómada no sabrá nada de entidades superyacentes. Porque a éste también se apoderará de él una enorme ignorancia, para que se aparten de él el dolor, la pena y los gemidos; porque no deseará nada imposible, ni será visitado por angustias.

De la misma manera, sin embargo, la misma ignorancia se apoderará también del gran Arconte de la Ogdóada, y de la misma manera de todas las criaturas que están sujetas a él, para que en ningún aspecto nadie pueda desear nada de aquellas cosas que son contrarias a naturaleza, y no por lo tanto ser abrumado por el dolor. Y así habrá la restitución de todas las cosas que, conforme a la naturaleza, tienen desde el principio un fundamento en la semilla del universo, pero serán restauradas en sus propios períodos adecuados.

Y que cada cosa, dice Basílides, tiene sus tiempos particulares, el Salvador es suficiente testigo cuando observa: Mi hora aún no ha llegado (Jn 2,4). Y los magos ofrecen un testimonio similar cuando miran con nostalgia la estrella del Salvador. Porque Jesús mismo estaba, dice, mentalmente preconcebido en el momento de la generación de las estrellas y del regreso completo a su punto de partida de las estaciones en el vasto conglomerado de todos los gérmenes.

Este es, según estos los basilidianos, aquel que ha sido concebido como el hombre espiritual interior en lo natural. Ésta es la filiación que dejó allí el alma, no para que fuera mortal, sino para que permaneciera aquí según la naturaleza, así como la primera filiación dejó arriba en su lugar propio al Espíritu Santo (es decir, el espíritu que es contiguo y ha sido concebido como el hombre espiritual interior, y luego ha sido revestido en su propia alma peculiar).

Sin embargo, para que no podamos omitir ninguna de las doctrinas de este Basílides, también explicaré cualquier declaración que presenten con respecto a un evangelio. Porque el evangelio entre ellos, como se ha aclarado, es de entidades supramundanas el conocimiento que el gran Arconte no comprendió. Como, pues, le fue manifestado que existen igualmente el Espíritu Santo (es decir, el contiguo Espíritu), y la filiación, y el Dios inexistente, causa de todo esto, se regocijó por las comunicaciones que se le hacían él, y se llenó de alegría. Según ellos, esto constituye el evangelio.

Cuando tuvo lugar la generación que antes hemos explicado, todos los acontecimientos de la vida de nuestro Señor sucedieron, según ellos, de la misma manera como están descritos en los evangelios. Y estas cosas sucedieron, dice, para que Jesús pudiera convertirse en primicias de una distinción de los diferentes órdenes de objetos creados que se habían confundido. Porque cuando el mundo se dividió en una Ogdóada (que es la cabeza del mundo entero, pues el gran Arconte es la cabeza del mundo entero) y en una Hebdómada (donde habitda el Demiurgo de las entidades subyacentes, u orden de criaturas que prevalece entre nosotros, donde existe la sin-forma), era necesario que los diversos órdenes de objetos creados que habían sido confundidos entre sí se distinguieran mediante un proceso de separación, realizado por Jesús.

Ahora, esta separación lo que era su parte corpórea sufrió, y esto era la parte de lo sin forma y volvió a lo sin forma. Y fue resucitada aquella que era su parte psíquica, y ésta era parte de la Hebdómada, y revirtió a la Hebdómada. Y revivió ese elemento en su naturaleza que era propiedad peculiar de la región elevada donde habita el gran Arconte, y ese elemento permaneció junto al gran Arconte. Y llevó hacia arriba hasta lo que está por encima de lo que era la propiedad peculiar del espíritu contiguo, y permaneció en el espíritu contiguo. Y por él fue purificada la tercera filiación, que había quedado para conferir beneficios y recibirlos. Y a través de Jesús ascendió hacia la bendita filiación, y pasó por todos estos.

Como se ve, el propósito de estos herejes era la mezcla de, por así decirlo, la conglomeración de todos los gérmenes, y la distinción de los diversos órdenes de objetos creados, y la restauración en sus componentes propios de las cosas que habían sido mezcladas.

Jesús, por tanto, se convirtió en la primicia de distinción de los diversos órdenes de objetos creados, y su pasión tuvo lugar únicamente por la distinción que de ese modo se produjo en los diversos órdenes de objetos creados que habían sido confundidos entre sí. Porque de esta manera Basílides dice que toda la filiación, que había sido dejada en lo sin forma con el fin de conferir beneficios y recibirlos, se dividió en sus elementos componentes, según la manera en que también había tenido lugar la distinción de naturalezas. en Jesús. Éstas, pues, son las leyendas que también detalla Basílides después de su estancia en Egipto; y siendo instruido por los sabios de este país en tan gran sistema de sabiduría, el hereje produjo frutos de esta descripción.

XVI
El hereje
Saturnilo, y su sistema

Un tal Saturnilo, que floreció aproximadamente en el mismo período que Basílides, y pasó su tiempo en Antioquía de Siria, propuso opiniones similares a los principios que Menandro avanzó. Afirma que hay un Padre, desconocido para todos: el que hizo los ángeles, los arcángeles, los principados y las potestades; y que por ciertos ángeles, siete en número, fue hecho el mundo y todas las cosas que en él hay.

Afirma también Saturnilo que el hombre fue obra de los ángeles. Había aparecido arriba desde el Ser de dominio absoluto, una imagen brillante; y como (los ángeles ) no pudieron detener esto, por ser inmediatamente, dice, volviendo con rapidez hacia arriba, se exhortaban unos a otros, diciendo: Hagamos al hombre a nuestra semejanza e imagen (Gn 1,26).

Cuando la figura se formó, y no podía levantarse por la impotencia de los ángeles, sino que continuaba retorciéndose como un gusano, el Poder de Arriba, compadeciéndose de él a causa de heber nacido a su propia imagen, envió un centelleo de vida que levantó al hombre y le hizo tener vitalidad. Esto es lo que Saturnilo afirma, añadiendo que este centelleo de vida vuelve rápidamente después de la muerte a aquellas cosas que son del mismo orden de existencia; y que los demás, de los que han sido generados, se resuelven en aquellos.

Suponía Saturnilo que el Salvador era inengendrado e incorpóreo y carente de figura. Y sostuvo que Jesús se manifestó como hombre sólo en apariencia. Y dice que el Dios de los judíos es uno de los ángeles, y, a causa del deseo del Padre de privar de soberanía a todos los arcontes, que Cristo vino para derrocar al Dios de los judíos y para salvar a aquellos que creen en él; y que estos tienen en ellos el centelleo de la vida. Porque afirmó que los ángeles habían formado dos clases de hombres: uno malvado y el otro bueno.

Y dado que los demonios de vez en cuando ayudaban a los malvados hombres, afirma Saturnilo, el Salvador vino para derrocar a los hombres inútiles y a los demonios, pero para la salvación de los hombres buenos. De hecho, afirma Saturnilo que el matrimonio y la procreación son creación de Satanás.

La mayoría de los que pertenecen a esta herética escuela, por otra parte, se abstienen de alimentos animales de la misma manera, y por esta afectación de ascetismo hacen que muchos sean engañados. Y sostienen que las profecías han sido pronunciadas, en parte por los ángeles creadores del mundo, y en parte por Satanás, que es también el mismo ángel que suponen que actúa en antagonismo con los ángeles cósmicos, y especialmente con Dios de los judíos.

Éstos son los principios de Saturnilo.

XVII
El hereje Marción, imbuido de Empédocles
Su sistema dual
Bosquejo de la doctrina de Empédocles

Marción del Ponto, mucho más frenético que los herejes anteriores, y omitiendo la mayoría de los dogmas de la mayor parte de los especuladores, y avanzando hacia una doctrina aún más descarada, supuso la existencia de dos causas originarias del universo: un principio bueno y un principio malo. Y él mismo, imaginando que estaba introduciendo algo novedoso, fundó una escuela llena de locura, a la que asistían hombres de modo de vida sensual, por cuanto él mismo era de propensiones lujuriosas.

Este hereje, habiendo pensado que la multitud olvidaría que él no era discípulo de Cristo  sino de Empédocles (que era muy anterior a él), formuló que hay dos causas de la universo: la discordia y la amistad. ¿Y qué dice Empédocles respecto del plan del mundo? Aunque ya hemos hablado anteriormente sobre este tema, incluso ahora también, con el fin de comparar la herejía de este plagiario con su fuente, no guardaremos silencio.

El filósofo griego Empédocles afirma que todos los elementos de los que se compone el mundo y de los que deriva su ser, son seis: dos de ellos materiales (tierra y agua), dos de ellos instrumentales para organizar y alterar los objetos materiales (fuego y aire) y dos operantes sobre la forma (la discordia y amistad). Es lo que sostiene Empédocles, cuando afirma que: Las cuatro raíces de todas las cosas te oyen primero, el brillante Júpiter, y la vivificante Juno y Aidoneo, y Nestis, que con lágrimas baña la fuente mortal.

Júpiter sería el fuego y Juno la tierra dadora de vida (que produce frutos para el sustento de la existencia), Aidoneo el aire (porque, aunque por él contemplamos todas las cosas, a él solo no vemos) y Nestis el agua (porque es el único vehículo de alimento, y causa de sustento para todos los que están siendo alimentados, pues por sí solo no es capaz de proporcionar alimento). Éstos, a modo de esquema, son los principios que comprenden toda la teoría del mundo de Empédocles, a saber: agua y tierra (de las cuales proceden entidades generadas), fuego y espíritu, (que son instrumentos y causas eficientes), y discordia y amistad (que son principios fabricantes de lo artístico del universo).

La amistad es una cierta paz, unanimidad y amor, cuyo único esfuerzo es que haya un mundo acabado y completo. La discordia, sin embargo, invariablemente separa ese mundo y lo subdivide, o hace muchas cosas a partir de uno. Por lo tanto, la discordia es de toda la creación una causa que él llama oulomenon (es decir, destructiva), porque la preocupación de esta discordia es que a lo largo de cada época la creación misma continúe preservando su condición actual.

La discordia ruinosa ha sido así fabricante y causa eficiente de la producción de todas las entidades generadas; mientras que la amistad es la causa de la educación, alteración y restauración de las cosas existentes en un solo sistema. Y respecto de estas causas, Empédocles afirma que son dos principios inmortales e inengendrados, que aún no han recibido una causa originaria de existencia. Es lo que expresa con estas palabras: Porque si una vez fue y será; Creo que nunca habrá una era eterna sin ambas cosas.

Pero ¿qué son estos elementos? Discordia y amistad no comenzaron a existir, sino que preexistieron y existirán siempre, porque por el hecho de ser inengendrados, no pueden sufrir corrupción. Pero el fuego y el agua, la tierra y el aire son entidades que perecen y reviven. Porque cuando estos cuerpos generados, a causa de la discordia, dejan de existir, la amistad, apoderándose de ellos, los trae adelante, y los une y asocia ella misma con el universo. Y esto ocurre para que el universo continúe siendo uno, estando siempre ordenado por la amistad de manera única y con ininterrumpida uniformidad.

Sin embargo, cuando la amistad hace unidad de la pluralidad y asocia con la unidad entidades separadas, la discordia, nuevamente, las separa por la fuerza de la unidad y las hace múltiples (es decir, fuego, agua, tierra y aire), así como el animales y plantas producidos a partir de estos, y cualquier parte del mundo que observemos. Y en cuanto a la forma del mundo, cuál es, según lo dispuesto por la amistad, Empédocles se expresa en los siguientes términos: Porque no de la espalda surgen dos brazos, ni pies, ni rodillas ágiles, ni ingles genitales, sino que era un globo, e igual a sí mismo es.

Una operación de esta descripción la Amistad mantiene y hace una (la forma más hermosa del mundo, a partir de la pluralidad). La discordia, sin embargo, la causa de la disposición de cada una de las partes del universo, corta por la fuerza y hace muchas cosas a partir de esa forma. Y esto es lo que Empédocles afirma respecto de su propia generación: De éstos también yo soy de Dios un desterrado errante.

Es decir, Empédocles denomina como Dios la unidad y unificación de aquella forma en la que el mundo existió antecedente de la separación y producción introducida por la discordia, entre la mayoría de aquellas cosas que subsistieron de acuerdo con la disposición efectuada por discordia. Pues Empédocles afirma que discordia fue un Demiurgo furioso, perturbado e inestable, así como creador del mundo. Esto constituye la condenación y la necesidad de las almas que la discordia separa por la fuerza de la unidad, y a las que modela y opera según Empédocles.

Afirma también Empédocles las molestas formas de ser las alteraciones y transfiguraciones de las almas en cuerpos sucesivos. Esto es lo que dice: Cambiando las molestas formas de vida. Porque las almas cambian, cuerpo tras cuerpo son alterados y castigados por la discordia, y no se les permite continuar en un marco, pero las almas están involucradas en todas las descripciones de castigo por la discordia que cambia de un cuerpo a otro.

Éste es el castigo que inflige el Demiurgo, como un brasero que moldea un trozo de hierro y lo sumerge sucesivamente del fuego en agua. Porque el fuego es el éter desde donde el Demiurgo traslada las almas al mar; y la tierra es la tierra: de ahí usa las palabras, del agua a la tierra, y de la tierra al aire.

Las almas, entonces, así detestadas, atormentadas y castigadas en este mundo, son, según Empédocles, recogidas por la amistad, como un cierto bien que se compadece de los gemidos de éstas y de los desordenados y dispositivo perverso de la furiosa discordia. Y así también la amistad anhela y se esfuerza por sacar poco a poco las almas del mundo y domesticarlas con la unidad, para que todas las cosas, conducidas por ella misma, lleguen a la unificación.

Por tanto, a causa de tal disposición por parte de la destructiva discordia de este mundo dividido, Empédocles advierte a sus discípulos que se abstengan de todo tipo de alimentos animales. Porque afirma que los cuerpos de los animales son los que se alimentan de las habitaciones de las almas castigadas. Y enseña a aquellos que oyen doctrinas tales a abstenerse de tener relaciones sexuales con mujeres. Y emite este precepto para que sus discípulos no cooperen ni ayuden a aquellas obras que fabrica la Discordia, disolviendo siempre y cortando por la fuerza la obra de la amistad. Empédocles afirma que ésta es la ley más importante de la gestión del universo.

Llama así destino al paso de la unidad a la pluralidad, según la discordia, y de la pluralidad a la unidad, según la amistad. Como dije, afirma Empédocles que hay cuatro dioses perecederos (a saber, fuego, agua, tierra y aire. Sostiene,) sin embargo, que hay dos dioses que son inmortales, no engendrados y continuamente hostiles entre sí (a saber, la discordia y la amistad). Y afirma que discordia siempre es culpable de injusticia y codicia, y de secuestro por la fuerza de las cosas de la amistad, y de apropiación de ellas para sí misma.

Alega, sin embargo, que la amistad, en cuanto es siempre e invariablemente un cierto bien, y que intenta la unión, recuerda y acerca a sí misma, y reduce a la unidad, las partes del universo que han sido cortado por la fuerza, atormentado y castigado en la creación por el Demiurgo. Empédocles nos propone un sistema de filosofía como el anterior acerca de la generación del mundo, su destrucción y su constitución, como algo que consiste en lo bueno y lo malo. Y dice que hay también un tercer poder que es conocido por el intelecto y que puede entenderse a partir de ellos (a saber, la discordia y la amistad).

XVIII
Fuentes del marcionismo

Por lo tanto, cuando Marción o alguno de sus perros ladra contra el Demiurgo, y aduce razones comparando lo que es bueno y lo que es malo, debemos decirles que ni el apóstol Pablo ni Marcos, el del dedo mutilado, anunció tales principios. Porque ninguna de estas doctrinas ha sido escrita en el evangelio de Marcos, y el verdadero autor de este sistema se llama Empédocles, hijo de Metón, natural de Agrigento. Marción despojó a este filósofo, e imaginó que hasta el presente pasaría desapercibida su transferencia, bajo las mismas expresiones, de la disposición de toda su herejía de Sicilia a las narraciones evangélicas.

Ten paciencia conmigo, oh Marción, porque así como tú has instituido una comparación entre el bien y el mal, yo también instituiré hoy una comparación siguiendo tus propios principios, tal como supones que son. Afirmas que el Demiurgo del mundo es malo, pero ¿por qué no ocultar tu rostro avergonzado, como así haces tú al enseñar a la Iglesia las doctrinas de Empédocles?

Dices que hay una Deidad buena que destruye las obras del Demiurgo, pero entonces ¿por qué no predicas claramente a tus alumnos, como la Deidad buena, la amistad de Empédocles, y prohibes el matrimonio, la procreación de hijos y abstenerse de las comidas que Dios ha creado para la participación de los fieles y conocedores la verdad (1Tm 4,3)? ¿Crees, entonces, que puedes escapar a la detección, mientras así ordenas los ritos purificadores de Empédocles?

En realidad, lo que sigues en todos los aspectos es la filosofía del paganismo, mientras instruyes a tus propios discípulos a rechazar las carnes para no comer ningún cuerpo que pueda ser un resto de un alma que ha sido castigada por el Demiurgo. Disuelven matrimonios que han sido cimentados por la Deidad. Y aquí nuevamente os conformáis a los principios de Empédocles, para que para vosotros la obra de la amistad se perpetúe como una e indivisible. Pues, según Empédocles, el matrimonio separa la unidad y hace de ella la pluralidad, como hemos demostrado.

XIX
El hereje Prepon, imbuido de Empédocles
Marción rechaza la generación del Salvador

La principal herejía de Marción, y la suya que está más libre de mezcla con otras herejías, es la que tiene su sistema formado a partir de la teoría sobre el bien y el mal en Dios. Ahora bien, esto, como hemos manifestado, pertenece a Empédocles. Pero como actualmente, en nuestros tiempos, cierto seguidor de Marción. Es decir, Prepon el Asirio, que ha intentado introducir algo más novedoso, y ha dado cuenta de su herejía en una obra escrita por Bardesanes el Armenio, de la cual no callaré.

Al alegar que lo justo constituye un tercer principio y que se sitúa entre lo bueno y lo malo, Prepon, por supuesto, no puede evitar la imputación de inculcar la opinión de Empédocles. Porque Empédocles afirma que el mundo está gobernado por la malvada discordia, y que el otro mundo que es gobernado por la amistad es cognoscible por el intelecto.

Asñi, confirma Prepon que estos son los dos principios diferentes del bien y del mal, y que entre estos diversos principios está la razón imparcial, según la cual se unen las cosas que han sido separadas por la discordia, y que, según con la influencia de la amistad, se acomodan a la unidad. Empédocles llama musa a la razón imparcial misma, que es auxiliar de la amistad. Y él mismo también le ruega que le ayude, y se expresa así: Porque si sobre los mortales fugaces, musa inmortal, tu cuidado es que los pensamientos absorban nuestra mente, Calíope, vuelve a ser amiga de mi presente oración, mientras te revelo un relato puro de dioses felices.

Marción, adoptando estos sentimientos, rechazó por completo la generación de nuestro Salvador. Consideró absurdo que entre la categoría de criatura formada por la destructiva discordia hubiera sido el Logos auxiliar de la amistad, es decir, la Buena Deidad. Su doctrina, sin embargo, era que, independientemente del nacimiento, el Logos mismo descendió de lo alto en el año decimoquinto del reinado de Tiberio César, y que, como intermediario entre la deidad buena y la mala, procedió a dar instrucción en las sinagogas. Porque si Él es un mediador, dice que ha sido liberado de toda la naturaleza de la Deidad Maligna.

Ahora bien, según afirma, el Demiurgo es el mal, y sus obras. Por eso, afirma, Jesús descendió sin engendrar, para ser liberado de toda mezcla de mal. Y también, dice, ha sido liberado de la naturaleza del Bueno, para ser mediador, como afirma Pablo (Gál 3,19) y como Él mismo reconoce: ¿Por qué me llamáis bueno? Porque sólo Uno es bueno.

Estas son, pues, las opiniones de Marción, por medio de las cuales engañó a muchos, empleando las conclusiones de Empédocles. Y transfirió la filosofía inventada por ese antiguo especulador a su propio sistema de pensamiento, y a partir de Empédocles construyó su propia herejía impía. Pero considero que esto ha sido suficientemente refutado por nosotros, y que no he omitido ninguna opinión de aquellos que roban sus opiniones a los griegos y actúan con desprecio hacia los discípulos de Cristo, como si se hubieran convertido en maestros de éstos. principios. Pero como parece que hemos explicado suficientemente las doctrinas de este hereje, veamos qué dice Carpócrates.

XX
El hereje Carpócrates, imbuido en la metempsicosis
Su práctica de las artes mágicas
Sus malvadas doctrinas sobre Jesucristo

Carpócrates afirma que el mundo y las cosas que hay en él fueron hechos por ángeles, muy inferiores al Padre unigénito; y que Jesús fue engendrado de José, y que, habiendo nacido semejante a otros hombres, era más justo que el resto de la raza humana. Y afirma que el alma de Jesús, en la medida en que se hizo vigorosa e inmaculada, recordaba las cosas que veía en su conversación con el Dios no engendrado. Y sostiene que por esta razón fue enviado sobre Jesús por ese Dios un poder, para que a través de él pudiera escapar de la creación del mundo ángeles. Y dice que este poder, habiendo pasado por todos, y habiendo obtenido en todos la libertad, ascendió de nuevo a Dios mismo. Y alega que en la misma condición con el alma de Jesús están todas las almas que abrazan objetos de deseo similares con el poder recién aludido.

Afirma también Carpócrates que el alma de Jesús, aunque según la ley, era disciplinada en las costumbres judías, en realidad los despreciaba. Y dice que por esto Jesús recibió poderes mediante los cuales anuló las pasiones inherentes a los hombres para su castigo. Y sostiene que el alma, que al igual que el alma de Cristo es capaz de despreciar a los arcontes creadores del mundo, recibe, como hombre, su poder para realizar actos similares. Por lo que también, según Carpócrates, hay personas que han llegado a tal grado de orgullo que afirman que algunos de ellos son iguales al mismo Jesús, mientras que otros entre ellos son aún más poderosos. Y hasta sostiene que algunos gozan de una excelencia superior a los discípulos de aquel Redentor, por ejemplo Pedro y Pablo, y el resto de los apóstoles, y que estos en ningún aspecto son inferiores a Jesús.

Afirma Carpócrates que las almas de estos se han originado de ese poder supremo y que, en consecuencia, ellos, como desprecian igualmente a los creadores del mundo (a los ángeles), han sido considerados dignos del mismo poder y del privilegio de ascender al mismo lugar. Sin embargo, si alguien despreciara las preocupaciones terrenales más que eso, según Carpócrates el Salvador sería capaz de llegar a ser superior a Jesús.

Los seguidores de este hereje practican las artes mágicas y los encantamientos, hechizos y fiestas voluptuosas. Y tienen la costumbrede invocar la ayuda de demonios subordinados y emisores de sueños, y de recurrir a el resto de trucos de hechicería, alegando que poseen poder para adquirir por ahora dominio sobre los arcontes y hacedores de este mundo, no, incluso sobre todas las obras que en él hay.

Estos herejes han sido enviados, por tanto, por Satanás, con el propósito de calumniar ante los gentiles el nombre divino de la Iglesia. Y el objetivo del diablo es que los hombres que oyen, ahora de una manera y ahora tras otra, las doctrinas de aquellos herejes, y pensando que todos somos personas de la misma estampilla, puedan apartar sus oídos de la predicación. de la verdad, o que ellos también, mirando sin abjurar todos los dogmas de aquellos herejes, puedan hablar hirientemente de nosotros.

Los seguidores de Carpócrates alegan que las almas se transfieren de un cuerpo a otro, en la medida en que puedan llenar la medida de todos sus pecados. Sin embargo, cuando no queda ni uno solo de estos pecados, los carpocratianos afirman que el alma se emancipa y pasa a ese Dios de arriba de los ángeles creadores del mundo, y que de esta manera todas las almas serán salvas. Sin embargo, si algunas almas, durante la presencia del alma en el cuerpo durante una vida, pueden por anticipación verse involucradas en toda la medida de las transgresiones, según estos herejes ya no sufren la metempsicosis.

Las almas de este tipo, sin embargo, al pagar de una vez todas sus trasgresiones, quedarán emancipadas de vivir más en un cuerpo. Así mismo, algunos de estos herejes marcan a sus propios discípulos en la parte posterior del lóbulo de la oreja derecha. Y hacen imágenes falsas de Cristo, alegando que éstas existían en el tiempo durante el cual nuestro Señor estuvo en la tierra, y que fueron modeladas por Pilato.

XXI
El hereje Cerinto

Un tal Cerinto, disciplinado él mismo en las enseñanzas de los egipcios, afirmó que el mundo no fue hecho por la Deidad primordial, sino por alguna virtud que era una rama de ese poder que está por encima de todas las cosas, y que aún es ignorante del Dios que está sobre todo. Y supuso que Jesús no fue engendrado de una virgen, sino que nació hijo de José y María , justamente de manera similar a los demás hombres, y que Jesús era más justo y más sabio que todos los humanos.

Alega Cerinto que, después del bautismo de nuestro Señor, Cristo en forma de paloma descendió sobre él, desde esa soberanía absoluta que está sobre todas las cosas. Y luego, según este hereje, Jesús procedió a predicar al Padre desconocido (Hch 17,23), y en testimonio de su misión a obrar milagros. Sin embargo, fue opinión de Cerinto que finalmente Cristo se apartó de Jesús, y que Jesús sufrió y resucitó; mientras que Cristo, siendo espiritual, quedó más allá de la posibilidad de sufrir.

XXII
Los herejes ebionitas

Los ebioneos, por su parte, reconocen que el mundo fue hecho por aquel que en realidad es Dios, pero proponen leyendas sobre Cristo de la misma manera que Cerinto y Carpócrates. Viven conforme a las costumbres de los judíos, alegando que están justificadas según la ley, y diciendo que Jesús fue justificado por el cumplimiento de la ley.

Por eso fue, según los ebioneos, que el Salvador fue llamado Cristo de Dios y Jesús, ya que ninguno del resto de la humanidad había observado completamente la ley. Porque si cualquier otro hubiera cumplido los mandamientos contenidos en la ley, ese habría sido el Cristo. Los ebioneos alegan que ellos también, cuando de la misma manera cumplen la ley, pueden llegar a ser Cristos; porque afirman que nuestro Señor mismo era un hombre en el mismo sentido del resto de la familia humana.

XXIII
El hereje Teodoto

Hubo un tal Teodoto, natural de Bizancio, que introdujo una nueva herejía. Anuncia principios relativos a la causa originaria del universo, que están en parte de acuerdo con las doctrinas de la verdadera Iglesia, en la medida en que reconoce que todas las cosas fueron creadas por Dios. Sin embargo, apropiándose por la fuerza de las nociones de Cristo de la escuela de los gnósticos, y de Cerinto y Ebión, alega que nuestro Señor apareció de la manera que ahora describiré.

Según esto, Teodoto sostiene que Jesús era un simple hombre, nacido de una virgen, según el consejo del Padre, y que después de haber vivido promiscuamente con todos los hombres y haberse vuelto preeminentemente religioso, Posteriormente, en su bautismo en el Jordán, recibió a Cristo, que vino de arriba y descendió sobre él en forma de paloma. Ésta fue la razón, según Teodoto, por la cual los poderes milagrosos no operaron dentro de Jesús antes de la manifestación de ese Espíritu que descendió, y que proclama que él es el Cristo.

Entre los seguidores de Teodoto algunos están dispuestos a pensar que este hombre nunca fue hecho Dios, ni siquiera en el descenso del Espíritu; mientras que otros sostienen que fue hecho Dios después de la resurrección de entre los muertos.

XXIV
Los herejes melquisedecios, del otro Teodoto
Los herejes nicolaítas, de Nicolás

Aunque entre los herejes surgieron diferentes cuestiones, un cierto hereje, que se llamaba Teodoto y que era banquero de oficio, intentó establecer la doctrina que un tal Melquisedec constituye el mayor poder, y que éste es mayor que Cristo. Lo hizo alegando que Cristo resulta ser conforme a la semejanza de este Melquisedec. Sus seguidores afirman, por ello, que Jesús es un simple hombre, y que de conformidad con el mismo relato ya dado, Cristo descendió sobre él.

Sin embargo, entre los gnósticos hay diversidad de opiniones; pero hemos decidido que no valdría la pena enumerar las tontas doctrinas de estos herejes, por cuanto son demasiado numerosas, carentes de razón y llenas de blasfemia. Ahora bien, incluso aquellos entre los herejes que son más serios con respecto a la Divinidad, y han derivado sus sistemas de especulación de los griegos, deben ser condenados por estos cargos.

Pero Nicolás ha sido la causa de la combinación generalizada de estos hombres malvados. Él, como uno de los siete que fueron elegidos para el diaconado, fue designado por los apóstoles. Pero Nicolás se apartó de la doctrina correcta y tenía la costumbre de inculcar indiferencia tanto hacia la vida como hacia la comida. Y cuando los discípulos de Nicolás continuaron insultando al Espíritu Santo, Juan los reprendió en el Apocalipsis como fornicarios y comedores de cosas sacrificadas a los ídolos.

XXV
El hereje Cerdón

También el mismo Cerdón, aprovechándose de la misma manera de estos herejes y de Simón el Mago, afirma que el Dios predicado por Moisés y los profetas no era Padre de Jesucristo, porque este Padre había sido conocido, mientras que el Padre de Cristo era desconocido, y el Justo era el primero, mientras el segundo era el Bueno.

Marción corroboró el principio de este herético en la obra que intentó escribir, y que llamó Antítesis. Y tenía la costumbre en este libro de pronunciar cualquier calumnia que se le ocurriera contra el Creador del universo. De manera similar actuó también Luciano, el discípulo de este hereje.

XXVI
El hereje Apeles, y su profetisa Filomena

Apeles, surgido de estos últimos, se expresa diciendo que hay cierta Deidad buena (como también suponía Marción), y que el que creó todas las cosas es otra Deidad justa (según Apeles, el Demiurgo de las entidades generadas). Pero no sólo eso, pues Apeles también insiste en que hay una tercera Deidad: la que solía hablar con Moisés (la cual era de naturaleza ardiente). Y que había otra cuarta Deidad: una causa de males. A estos males los denomina Apeles ángeles, los cuales serían los encargados de proferir calumnias contra la ley y los profetas, al alegar que las cosas que han sido escritas son de origen humano, y son falsas.

Apeles selecciona de los evangelios o de los escritos del apóstol Pablo lo que le agrada, pero se dedica a los discursos de cierta Filomena como a las revelaciones de una profetisa.

Afirma, sin embargo, que Cristo descendió del poder de arriba; es decir, del bien (Deidad), y que es hijo de ese bien (Deidad). Y afirma que Jesús no nació de una virgen, y que cuando apareció no estaba sin carne. Él sostiene, sin embargo, que Cristo formó su botín tomando porciones de él de la sustancia del universo. Es decir, caliente y fría, húmeda y seca. Y dice que Cristo, al recibir en este cuerpo poderes cósmicos, vivió el tiempo que vivió en este mundo.

Sostiene Apeles que Jesús fue posteriormente crucificado por los judíos, que expiró y que, resucitado al cabo de tres días, se apareció a sus discípulos, mostrándoles las huellas de los clavos y la herida de su costado, así como deseando persuadirlos de que en verdad no era ningún fantasma, sino que estaba presente en la carne.

Después que les hubo mostrado su carne, dice Apeles, el Salvador la restauró a la tierra, de la cual era derivado. Y esto lo hizo porque codiciaba cualquier cosa que perteneciera a otro. Aunque Jesús podía usar por el momento lo que pertenecía a otro, a su debido tiempo entregó a cada uno de los elementos lo que peculiarmente les pertenecía. Y así fue que, después de soltar una vez más las cadenas de su cuerpo, devolvió calor a lo caliente, frío a lo frío, humedad a lo húmedo y sequedad a lo seco. Y en esta condición nuestro Señor partió al buen Padre, dejando la semilla de vida en el mundo para los que por sus discípulos creyeran en él.

Nos parece que estos principios han sido suficientemente explicados. Sin embargo, puesto que hemos decidido no dejar sin refutar ninguna de las opiniones que han sido expuestas por alguno de los herejes, veamos qué sistema también han inventado los docetas.