HIPÓLITO DE ROMA
Refutación de Herejías

LIBRO VIII

I
Herejías de los docetistas

Puesto que la gran masa de los herejes no emplean el consejo del Señor, al tener la viga en el ojo (Mt 7,3-4; Lc 6,41-42) y anuncian que ven cuando en realidad trabajan bajo ceguera, no nos parece conveniente de ninguna manera guardar silencio acerca de los principios de estos. Nuestro objetivo es que, mediante la refutación realizada por nosotros, los herejes, avergonzados de sí mismos, puedan saber cómo el Salvador ha aconsejado a los hombres que primero quiten la viga y luego contemplen claramente la mota que está. en los ojos de tu hermano.

Por tanto, habiendo explicado adecuada y suficientemente las doctrinas de la mayoría de los herejes en los siete libros anteriores a este, ahora no guardaremos silencio con respecto a las opiniones heterodoxas que se derivan de éstas. Por este medio exhibiremos la abundancia de la gracia del Espíritu Santo; y refutaremos a aquellos (que suponen) que han adquirido firmeza en la doctrina, cuando es sólo en apariencia. Estos se han llamado docetas, y proponen las siguientes opiniones.

Los docetas sostienen que Dios es el Ser primordial, como si fuera una semilla de higuera, que es en conjunto muy diminuta en tamaño, pero infinita en poder. Esta semilla constituye, según las docetas, una magnitud humilde, incalculable en multitud, y que no trabaja sin deficiencia en cuanto a generación. Esta semilla es refugio para los aterrorizados, refugio para los desnudos, velo para el pudor, y el producto buscado, al que Él vino en busca de fruto, dice, tres veces, y no descubrí ninguno. Por eso, dice, maldijo la higuera porque no encontró en ella el dulce fruto, el producto buscado. Y puesto que la Deidad es, según ellos, para expresarme brevemente, de esta descripción y tan grande, es decir, pequeña y diminuta, el mundo, según les parece, fue hecho de la siguiente manera: Cuando las ramas de la higuera se volvieron tiernas, las hojas brotaron primero, como se puede ver generalmente, y luego, sucesivamente, el fruto. Ahora bien, en este fruto se conserva atesorada la infinita e incalculable semilla de la higuera.

Pensamos, por lo tanto, dicen los docetas que hay tres partes que son producidas principalmente por la semilla de la higuera (a saber, el tallo, que constituye la higuera, las hojas y el fruto: el propio higo, como hemos declarado anteriormente). De esta manera, afirma el docético, se han producido tres eones, que son principios de la causa originaria primordial del universo. Y Moisés no ha guardado silencio sobre este punto, cuando dice, que hay tres palabras de Dios: oscuridad, oscuridad, tempestad, y no se añade más (Dt 5,22). Porque el docético dice: Dios no ha hecho ninguna adición a los tres eones; pero estos, en todos los aspectos han sido suficientes para las exigencias de aquellos que han sido engendrados y son suficientes. Dios mismo, sin embargo, permanece consigo mismo, muy separado de los tres eones.

Cuando cada uno de estos eones hubo obtenido una causa originaria de generación, ésta creció, como se ha declarado, poco a poco, y gradualmente fue magnificada, y en última instancia llegó a ser perfecta. Pero piensan que es perfecto lo que se cuenta como diez. Por lo tanto, cuando los eones se volvieron iguales en número y en perfección, como los docetas opinan, constituían treinta eones en total, mientras que cada uno de ellos alcanza la perfección total en una década. Y los tres son mutuamente distintos y tienen un grado de honor entre sí, diferenciándose simplemente en su posición, porque uno de ellos es primero, el otro segundo, y el otro tercero.

La posición, sin embargo, les otorgaba diversidad de poder. Pues aquel que había obtenido una posición más cercana a la Deidad primigenia, que es como una semilla, poseía un poder más productivo que los demás, en la medida en que él mismo, que es inconmensurable, se midió diez veces en tamaño. Sin embargo, aquel que ocupa el segundo lugar después de la Deidad primordial, en cuanto que es el incomprensible, se ha comprendido a sí mismo seis veces. Pero el que ahora ocupa el tercer lugar es transportado a una distancia infinita, como consecuencia de la dilatación de sus hermanos. Y cuando este tercer eón se hubo realizado tres veces en el pensamiento, se rodeó, por así decirlo, de una eterna cadena de unión.

II
Su sistema de los eones
Su relato de la creación, y noción de un Dios ardiente
Su doctrina de la encarnación

Estos herejes suponen que esto es lo que dice el Salvador: Un sembrador salió a sembrar; y lo que cayó en tierra buena y buena produjo a ciento, a sesenta y a treinta por uno. Y por esta razón, el docético dice que el Salvador ha pronunciado las palabras: El que tiene oídos para oír, que oiga, porque estas verdades no son del todo rumores. Todos estos eones, tanto los tres como todos aquellos infinitos eones que proceden de estos indefinidamente, son eones hermafroditas.

Todos estos eones, entonces, después de haber sido aumentados y magnificados, y haber surgido de esa única semilla primaria, fueron impulsados por un espíritu de concordia y unión, y todos se fusionaron en un solo eón. Y de esta manera engendraron de una sola virgen, María, descendencia conjunta, la cual es mediadora de todos los que están en el pacto de mediación. Y esta mediadora en todo aspecto igual en poder a la semilla de la higuera, con la excepción de que fue generado. Mientras que la semilla primaria, de donde surgió la higuera, no es engendrada.

Cuando esos tres eones fueron adornados con toda virtud y con toda santidad, así lo suponen estos maestros, así como aquel unigénito, pues él solo fue engendrado por esos infinitos eones de tres inmediatamente interesados en su nacimiento, durante tres inconmensurables. Los eones, siendo unánimes, lo procrearon. Después que los eones y el Hijo único fueron así adornados, toda la naturaleza, que es conocida por el intelecto, fue formada libre de deficiencia. Ahora bien, todas esas entidades inteligibles y eternas constituían la luz. La luz, sin embargo, no carecía de forma, ni era inoperante, ni carecía, por así decirlo, de la ayuda de ningún otro poder.

Pero la luz proporcionalmente a la multitud de esos infinitos eones, indefinidamente generados de conformidad con el modelo de la higuera, posee en sí misma infinitas especies de diversos animales autóctonos de ese sector de la creación, y brilló sobre el caos subyacente. Y cuando este caos fue simultáneamente iluminado, y recibió forma impartida por aquellas especies diversificadas de arriba, obtuvo solidez y adquirió todas esas especies supremas del tercer eón, que se había hecho triple.

Este tercer eón, al contemplar todos sus propios atributos distintivos agarrados colectivamente por la oscuridad subyacente que estaba debajo, y no ignorando el poder de la oscuridad, y al mismo tiempo de la seguridad y profusión de la luz, no permite que sus brillantes atributos que él obtuvo de arriba por ningún período de tiempo sean arrebatados por la oscuridad de abajo. Pero actuó de manera totalmente contraria, pues sometió la oscuridad a los eones.

Después que formó el firmamento sobre el mundo inferior, separó las tinieblas de la luz, y a la luz que estaba sobre el firmamento llamó día, y a las tinieblas llamó noche. Cuando todas las infinitas especies, entonces, como he dicho, del tercer eón fueron interceptadas en esta oscuridad más baja, también la figura del eón mismo, tal como ha sido descrito, quedó impresa sobre ellas junto con el resto de sus atributos. Ahora bien, esta figura es un fuego vivificante, que se genera a partir de la luz, de donde se originó el Gran Arconte. Respecto a este Arconte, Moisés observa: En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Gn 1,1). Moisés menciona Ex 3,2 que este Dios ardiente habló desde la zarza (es decir, desde el aire oscuro), porque toda la atmósfera que subyace a la oscuridad es un medio para la transmisión de la luz.

Ahora bien, Moisés ha empleado, dice el docético, la expresión batos, porque todas las especies de luz descienden desde arriba por medio de tener la atmósfera como medio de transmisión. Y en no menor grado es capaz de ser reconocida la Palabra del Señor dirigida a nosotros desde la zarza; pues la voz, en cuanto significativa en el lenguaje de un significado, es una reverberación del aire, y sin esta atmósfera el habla humana es incapaz de ser reconocida. Y no sólo la Palabra del Señor dirigida a nosotros desde la zarza, sino que legisla y es conciudadana de nosotros; pero hace más que esto, porque tanto los olores como los colores nos manifiestan, a través del aire, sus propias cualidades peculiares.

III
Cristo doctrina del Demiurgo
Su relato del bautismo, vida y muerte de Jesús

Esta deidad ardiente, entonces, después de convertirse en fuego de la luz, procedió a crear el mundo en la manera que describe Moisés. Él mismo, sin embargo, como desprovisto de subsistencia, emplea las tinieblas como su sustancia, y perpetuamente insulta aquellos atributos eternos de la luz que, siendo de arriba, habían sido agarrados por las tinieblas de abajo. Por lo tanto, hasta el momento de la aparición del Salvador, prevaleció, debido a la Deidad de la luz ardiente (es decir, el Demiurgo, un cierto y extenso engaño de las almas). Pues a las especies se les llama almas, porque son refrigeradores de los eones de arriba, y continúan en la oscuridad.

Pero cuando las almas son alteradas de cuerpo en cuerpo, permanecen bajo la tutela del Demiurgo. Y que estas cosas son así, dice el docético, también se puede percibir en Job, cuando usa las siguientes palabras: Y soy un vagabundo, cambiando de lugar en lugar y de casa en casa. Y podemos aprender, según las docetas, lo mismo de las expresiones del Salvador. Y dicen que, si lo recibiréis, éste es Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, que oiga (Mt 11,14-15). Pero por obra del Salvador se hizo cesar esta transferencia de almas de cuerpo a cuerpo, y se predica la fe para la remisión de los pecados.

De alguna manera, aquel Hijo unigénito, cuando contemplaba las formas de los eones superiores, que fueron transferidos desde arriba a cuerpos oscuros, descendiendo, quiso descender y liberarlos. Cuando el Hijo, sin embargo, se dio cuenta de que los eones, aquellos que subsisten colectivamente, son incapaces de contemplar el pléroma de todos los eones, pero que en un estado de consternación temen sufrir corrupción por ser ellos mismos perecederos, y que quedan abrumados por la magnitud y el esplendor del poder. Cuando el Hijo percibió esto se contrajo, como si fuera un destello muy grande en un cuerpo muy pequeño, más bien, más bien como un rayo de visión condensado bajo los párpados, y en esta condición avanza tan lejos como el cielo y las estrellas refulgentes.

En este cuarto de la creación Él nuevamente se recoge bajo los párpados de la visión, según Él lo desea. Ahora bien, la luz de la visión logra el mismo efecto; porque aunque está en todas partes y hace visibles todas las cosas, aun siendo imperceptible para nosotros. Nosotros, sin embargo, sólo vemos los párpados de la visión, mientras que las esquinas del ojo, un tejido ancho, tortuoso y extremadamente fibroso, una membrana de la córnea; y debajo, la pupila, que tiene forma de baya, tiene forma de red y es redonda. Y observamos cualesquiera otras membranas que existan que pertenezcan a la luz del ojo, y envueltas en las que se oculta.

Así, dice el docético, el unigénito y eterno Niño de arriba se vistió de una forma que correspondía con cada eón individual de los tres eones; y mientras estuvo dentro de la triacontada de eones, entró en este mundo tal como lo hemos descrito, inadvertido, desconocido, oscuro e incrédulo. Por lo tanto, para que Él pueda vestirse de la oscuridad que prevalece en los lugares más distantes de la creación, y un ángel viajó con Él desde arriba y le anunció las buenas nuevas.

Ese Niño nació de María, dice el docético, como está escrito. Y el que vino de arriba se vistió de lo que nació; y así hizo Él todas las cosas, como está escrito en los evangelios. Se lavó en el Jordán, y cuando fue bautizado recibió una figura y un sello en el agua (otro botín espiritual), además del cuerpo nacido de la Virgen. El objetivo de esto fue que, cuando el Arconte condenó su propio producto peculiar de carne a muerte (es decir, a la cruz), ordenó que esa alma que había sido alimentada en el cuerpo nacido de la Virgen, pudiera quitale ese cuerpo y clávalo al maldito árbol de la cruz. De esta manera el alma triunfaría por medio de este cuerpo sobre principados y potestades, y no se encontraría desnuda, sino que, en lugar de esa carne, asumiría el otro cuerpo, que había sido representado en el agua. cuando estaba siendo bautizado. Esto es, dice el docético, lo que afirma el Salvador: El que no nace de agua y de espíritu, no entrará en el reino de los cielos, porque lo que nace de la carne, carne es (Jn 3,5-6). De los treinta eones, por tanto, el Hijo asumió treinta formas.

Por esta razón aquel Eterno existió durante treinta años en la tierra, porque cada eón se manifestaba de manera peculiar durante su propio año. Y las almas son todas aquellas formas que han sido aferradas por cada uno de los treinta eones; y cada uno de ellos está constituido de tal manera que puede discernir a Jesús, que es de naturaleza similar a la suya. Y fue la naturaleza de este Jesús la que aquel unigénito y eterno asumió desde lugares eternos. Estos lugares, sin embargo, son diversos.

En consecuencia, un número proporcional de herejías, con la mayor emulación, buscan a Jesús. Ahora bien, todas estas herejías tienen su propio Jesús peculiar; pero se le ve de diferente manera según es diferente el lugar hacia el cual, dice, cada almase lleva y se apresura.

Ahora cada alma supone que el Jesús visto desde su lugar particular es solo ese Jesús que es su propio pariente y conciudadano peculiar. Y al contemplar por primera vez a este Jesús, esa alma lo reconoce como su propio hermano peculiar, pero a los demás como bastardos. Aquellos, entonces, que derivan su naturaleza de los lugares de abajo, no pueden ver las formas del Salvador que están sobre ellos. Sin embargo, dicen los docetas, sólo aquellos que son de arriba, de la década intermedia y de la excelentísima Ogdóada, han conocido enteramente, a Jesús el Salvador. Y sólo aquellos que son de arriba son perfectos, mientras todos los demás lo son sólo en parte.

IV
La herejía docetista, imbuida de de los sofistas griegos

Estas declaraciones son suficientes para conocer la complicada e inestable herejía de los docetas. Pero aquellos que han propuesto argumentos sobre la materia inaccesible e incomprensible, y que también se han autodenominado docetas, han complicado esta doctrina todavía más.

Estos docetas están actuando neciamente, y no en apariencia sino en realidad. En cualquier caso, tratan de demostrar que un rayo de dicha materia llega al ojo, si por algún medio se les permite percibirlo. Por nuestra parte, nuestra labor será que dicha doctrina no ciegue a los demás.

El hecho es que los sofistas de los griegos de la antigüedad habían ideado previamente, y en muchos detalles, las doctrinas de estos docetas, como es posible para mis lectores que se toman la molestia de comprobarlo. Estas son, pues, las opiniones expuestas por los docetas. Sin embargo, en cuanto a cuáles son también los principios de Monoimo, no guardaremos silencio.

V
El hereje Monoimo
Su sistema de mónadas, y su hombre-universo

Monoimo el Árabe estaba muy alejado de la gloria del poeta altisonante, y se expresa así: Océano, fuente de dioses y fuente de hombres.

En otras palabras, Monoimo dice que el hombre es el universo. Ahora bien, el universo es la causa originaria de todas las cosas, inengendrado, incorruptible y eterno. Y dice que el Hijo del hombre es engendrado y sujeto a pasión, y que es generado independientemente del tiempo, así como sin intención y sin estar predestinado. Tal es, dice él, el poder de ese hombre.

Estando así constituido en poder, afirma Monoimo que el hijo nació más rápido que el pensamiento y la voluntad. Y esto, dice, es lo que se ha dicho en las Escrituras: Él fue y fue generado. El significado de esto es: Fue el hombre, y su hijo fue engendrado; tal como se puede decir, el fuego existía, y, independientemente del tiempo, y sin intención y sin estar predestinado, la luz se generaba simultáneamente con la existencia del fuego.

Este hombre constituye una mónada única, no compuesta e indivisible, y al mismo tiempo compuesta y divisible. Y esta mónada es en todos los aspectos amigable y en todos los aspectos pacífica, en todos los aspectos pendenciera y en todos los aspectos conflictiva consigo misma, diferente y similar. Esta mónada es, por así decirlo, una cierta armonía musical, que comprende todas las cosas en sí misma, cuantas se pueden expresar y omitir al no considerarlas; y manifiesta todas las cosas y genera todas las cosas. Esta es Madre y este es Padre, dos nombres inmortales.

A modo de ejemplo, dice Monoimo, consideremos que la mejor imagen del hombre perfecto es la de una jota o tilde. Y este título es una mónada no compuesta, simple y pura, que deriva su composición de la nada. Y sin embargo, este título también es compuesto, multiforme, ramificado en muchas secciones y formado por muchas partes. Aquella tilde indivisible es, dice, una tilde de la letra jota, con muchos rostros, y ojos innumerables, y nombres incontables, y esta tilde es imagen de aquel perfecto hombre invisible.

VI
Su noción del Hijo del hombre

La mónada (es decir, el título único), es también, dice Monoimo, una década. Porque por el poder real de esta tilde se producen duada, tríada, tétrada, pentada, hexada, heptada, ogdóada y enéada, hasta diez. Porque estos números, dice, son susceptibles de muchas divisiones y residen en esa simple y no compuesta tilde de la iota. Y esto es lo que se ha declarado: Agradó a Dios que toda plenitud habitara en el Hijo del hombre corporalmente. Porque tales composiciones de números a partir de un ápice simple y no compuesto de un ápice se convierten, dice, en realidades corpóreas.

El Hijo del hombre, por tanto, dice, ha sido engendrado del hombre perfecto, a quien nadie conoció; toda criatura que ignora al Hijo, sin embargo, se forma una idea de Él como descendencia de una mujer. Y ciertos rayos muy oscuros de este Hijo que se acercan a este mundo, frenan y controlan la alteración y la generación. Y la belleza de aquel Hijo del hombre es hasta ahora incomprensible para todos los hombres, cuantos se engañan respecto a la descendencia de la mujer.

Por tanto, dice Monoimo, nada de las cosas que están en nuestro cuarto de la creación ha sido producido por ese hombre, ni nada de esto será generado de él. Sin embargo, todas las cosas no fueron producidas del todo, sino de una parte de ese Hijo del hombre. Porque dice que el Hijo del Hombre es una jota en una tilde, que procede de lo alto, es pleno y lo llena todo por completo de rayos que descienden de lo alto. Y comprende en sí mismo cuanto posee también el hombre que es el Padre del Hijo del hombre.

VII
Sus alegorías sobre la Escritura

El mundo, dice Monoimo, como dice Moisés, fue hecho en seis días. Es decir, por seis potencias, que son inherentes a una tilde de la iota. Pero el séptimo día, que es reposo y sábado, ha sido producido por la hebdomad, que está sobre la tierra, el agua, el fuego y el aire. Y a partir de estos elementos se ha formado el mundo con una sola tilde. Porque los cubos, los octaedros, las pirámides y todas las figuras similares a éstas, de las que se componen el fuego, el aire, el agua y la tierra, han surgido de números que están comprendidos en ese simple título de la iota.

Este título constituye un hijo perfecto de un hombre perfecto. Por tanto, cuando Moisés menciona que la vara fue blandida invariablemente para la introducción de las plagas en todo Egipto (símbolos alegóricos de la creación), no lo hizo como símbolo para más plagas que diez dan forma a la vara. Ahora bien, esta vara constituye una tilde de la iota, y es a la vez doble y variada. Esta sucesión de diez plagas es, dice Monoimo, la creación mundana. Porque todas las cosas, al ser azotadas, producen y dan fruto, como la vid.

El hombre, dice Monoimo, irrumpe y es separado por la fuerza del hombre al ser cortado por cierto golpe. Y esto sucede para que el hombre pueda ser generado, y pueda declarar la ley que ordenó Moisés, quien la recibió de Dios. Conforme a ese título único, la ley constituye la serie de los diez mandamientos que expresan alegóricamente los misterios divinos de aquellos preceptos. Porque, dice, todo conocimiento del universo está contenido en lo que se refiere a la sucesión de las diez plagas y a la serie de los diez mandamientos. Y ninguno de los que son engañados acerca de la descendencia de la mujer conoce este conocimiento. Pero si dices que el Pentateuco constituye la ley entera, es de la Pentada que está comprendida en un título único.

Pero todo esto es para aquellos que no han sido del todo perfeccionados en el entendimiento de un misterio, una fiesta nueva y no anticuada, legal y eterna, una pascua del Señor Dios guardada hasta nuestras generaciones, por los que son capaces de discernir este misterio, al comienzo del decimocuarto día, que es el comienzo de una década a partir de la cual, dice, cuentan. para la mónada, hasta catorce, es el resumen de aquella tilde del número perfecto. Porque uno, dos, tres, cuatro, se convierten en diez; y este es el único título. Pero desde los catorce hasta los veintiuno, afirma que hay una hebdomad que es inherente a una tilde del mundo, y constituye una criatura sin levadura en todos estos. Porque, dice, ¿en qué sentido una tilde requeriría alguna sustancia como levadura derivada de fuera para la Pascua del Señor, la fiesta eterna que se da de generación en generación?

Según esta teoría, el mundo entero y todas las causas de la creación constituyen una pascua, (es decir, una fiesta del Señor). Porque Dios se regocija en la conversión de la creación, y esto se logra con diez golpes de una tilde. Este título es la vara de Moisés, que fue entregada por Dios en la mano de Moisés. Y con esta vara Moisés golpea a los egipcios, con el fin de alterar los cuerpos, como, por ejemplo, el agua en sangre; y el resto de las cosas materiales de manera similar a éstas (como las langostas, que son símbolo de la hierba).

Con esto se refiere a la alteración de los elementos en carne, porque toda carne, dice Monoimo, es hierba (Is 40,6). Estos hombres, sin embargo, reciben aun la ley entera de alguna manera; adoptando muy probablemente, según creo, las opiniones de aquellos de los griegos que afirman que hay sustancia, y cualidad, y cantidad, y relación, y lugar, y tiempo, y posición, y acción, y posesión, y pasión.

VIII
Monoimo, imbuido de Pitágoras
Su opinión sobre dónde encontrar a Dios

El propio Monoimo, en su Carta a Teofrasto, hace expresamente la siguiente declaración:

"Dejando de buscar a Dios, y la creación, y cosas similares a éstas, búscalo fuera de ti mismo, y aprende quién es el que se apropia absolutamente a sí mismo todas las cosas en ti. Mi Dios es mi mente, mi entendimiento, mi alma, mi cuerpo. Y aprende de dónde provienen la tristeza, la alegría, el amor, el odio, el despertar involuntario, la somnolencia involuntaria, la ira involuntaria y el afecto involuntario. Si investigas con precisión estos puntos, descubrirás a Dios mismo, unidad y pluralidad, en ti mismo, según ese título, y que Él encuentra la salida para la Deidad en ti mismo".

Estos herejes han hecho estas declaraciones. Pero no tenemos necesidad de comparar tales doctrinas con lo que anteriormente fueron temas de meditación por parte de los griegos, ya que las afirmaciones presentadas por estos herejes evidentemente derivan su origen del arte geométrico y aritmético.

Sin embargo, los discípulos de Pitágoras expusieron este arte con un método más excelente, como nuestros lectores pueden comprobar consultando aquellos pasajes de nuestra obra en los que previamente hemos proporcionado exposiciones de toda la sabiduría de los griegos. Pero como la herejía de Monoimo ha sido suficientemente refutada, veamos cuáles son las doctrinas ficticias que también el resto de estos herejes idean, en su deseo de erigirse un nombre vacío.

IX
El hereje Taciano

Taciano, aunque era discípulo de Justino Mártir, no tenía opiniones similares con su maestro. Y por eso intentó establecer ciertos principios novedosos, y afirmó que existían ciertos eones invisibles. Y formuló un relato legendario de ellos, similar a aquellos de los que habla Valentin. Y de manera similar con Marción, afirma que el matrimonio es destrucción. Y alega que Adán no es salvo por haber sido autor de desobediencia.

Hasta aquí, las doctrinas de Taciano.

X
El hereje Hermógenes, imbuido de filosofía socrática
Su noción sobre el nacimiento y cuerpo de Cristo

Un tal Hermógenes, creyendo también que proponía alguna opinión nueva, dijo que Dios hizo todas las cosas a partir de materia contemporánea e ingenerada. Por eso era imposible que Dios pudiera hacer cosas generadas a partir de cosas que no son. Y que Dios es siempre Señor y siempre Creador, y la materia siempre es subordinada sustancia, y aquello que va asumiendo fases del ser, no, sin embargo, la totalidad.

Así, cuando la materia continuamente se movía de manera grosera y desordenada, Él la puso en orden mediante el siguiente expediente. Mientras contemplaba la materia en un estado de ebullición (como el contenido de una olla cuando debajo arde un fuego), efectuó una separación parcial. Y tomando una parte del todo, la dominó, pero a otra la dejó girar desordenadamente. Y afirma que lo que fue así sometido es el mundo, pero que otra porción permanece salvaje, y se denomina materia caótica.

Afirma Hermógenes que esto constituye la sustancia de todas las cosas, como si presentara un principio novedoso para sus discípulos. Sin embargo, no reflexiona sobre que éste sea el discurso socrático, que de hecho fue elaborado más elaboradamente por Platón que por Hermógenes.

Reconoce que Cristo es el Hijo del Dios que creó todas las cosas; y junto con esta admisión confiesa que nació de una virgen y del Espíritu, según la voz de los evangelios. Y hasta sostiene que Cristo, después de su pasión, resucitó en un cuerpo y se apareció a sus discípulos. Pero afirma que, al subir al cielo, dejó Cristo su cuerpo al sol, y él mismo pasó a el Padre. Hermógenes recurre al testimonio, pensando sustentarse en lo dicho por el salmista David: En el sol ha puesto su tabernáculo, y él mismo es como un novio que sale de su cámara nupcial, y se regocijará como un gigante al seguir su carrera.

Estas son, pues, las opiniones que Hermógenes intentó establecer.

XI
Los herejes cuartodecimanos

Algunos otros herejes, polémicos por naturaleza, y totalmente uniformados en cuanto a conocimiento, así como en sus maneras más de lo habitual pendencieros, se combinan para sostener que la Pascua debe celebrarse el decimocuarto día del primer mes, según el mandamiento de la ley, en cualquier día de la semana que deba ocurrir. Pero en esto sólo consideran lo que está escrito en la ley: Será anatema el que no guarde el mandamiento como está prescrito.

Sin embargo, no prestan atención a este hecho: que la promulgación legal fue hecha para los judíos, quienes en tiempos venideros deberían matar la verdadera Pascua. Y este sacrificio pascual, en su eficacia, se ha extendido a los gentiles, y se discierne por la fe, y no ahora se observa en la letra meramente. Atienden a este único mandamiento, y no miran lo dicho por el apóstol: Porque yo testifico a todo hombre circuncidado, que está obligado a guardar toda la ley (Gál 5,3). Sin embargo, en otros aspectos consienten todas las tradiciones entregadas a la Iglesia por los apóstoles.

XII
Los herejes montanistas
Sus profetisas Priscila y Maximilla

Hay otros que son incluso más heréticos por naturaleza que los anteriores, y son frigios por nacimiento. Estos han sido víctimas del error al haber sido previamente cautivados por dos mujeres miserables, llamadas Priscila y Maximilla, a quienes suponían profetisas. Y afirman que en éstos había partido el Espíritu Paráclito; y antes que ellos, de la misma manera consideran a Montano como un profeta.

Estando en posesión de un número infinito de sus libros, los frigios se sienten invadidos por el engaño; y no juzgan las declaraciones que hacen según el criterio de la razón; ni prestan atención a los que son competentes para decidir; pero son arrastrados descuidadamente hacia adelante por la confianza que depositan en estos impostores. Y alegan que a través de ellos han aprendido algo más que de la ley, y de los profetas, y de los evangelios.

Pero engrandecen a estas desdichadas por encima de los apóstoles y de todo don de la gracia, de modo que algunos se atreven a afirmar que hay en ellas algo superior a Cristo. Estos reconocen a Dios como Padre del universo y Creador de todas las cosas, de manera similar a la Iglesia, y reciben tantas cosas como el evangelio testifica acerca de Cristo. Introducen, sin embargo, las novedades de ayunos, festines, comidas tostadas y comidas de rábanos, alegando que han sido instruidos por mujeres.

Algunos de estos herejes asienten a la herejía de los noetianos, y afirman que el Padre mismo es el Hijo, y que éste vino bajo generación, sufrimiento y muerte. Respecto a estos, ofreceré nuevamente una explicación, después de una manera más minuciosa; porque la herejía de éstos ha sido ocasión de males para muchos. Por lo tanto, opinamos que las declaraciones hechas sobre estos herejes son suficientes cuando hayamos demostrado brevemente a todos que la mayoría de sus libros son tontos y sus intentos de razonamiento débiles y dignos de ninguna consideración. Pero no es necesario que quienes poseen un sano juicio presten atención ni a sus volúmenes ni a sus argumentos.

XIII
Los herejes encratitas

Otros herejes, llamándose encratitas, reconocen algunas cosas relativas a Dios y a Cristo de la misma manera que la Iglesia. Sin embargo, respecto a su modo de vida, pasan sus días inflados de orgullo. Suponen que se magnifican con las carnes, mientras se abstienen de alimentos animales, y son bebedores de agua, prohíben casarse y se dedican durante el resto de su vida a hábitos de ascetismo.

Pero las personas de esta descripción son consideradas más cínicas que cristianas, en la medida en que no prestan atención a las palabras pronunciadas contra ellas por medio del apóstol Pablo. Ahora bien, él, prediciendo las novedades que en adelante introducirían infructuosamente algunos herejes, declaró así: En los postreros tiempos algunos se apartarán de la sana doctrina, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, diciendo mentiras con hipocresía, teniendo cauterizada la propia conciencia con hierro candente, prohibiendo casarse, absteniéndose de las comidas que Dios ha creado para que participen con acción de gracias los fieles y los que conocen la verdad; porque toda criatura de Dios es buena y nada de lo que se recibe con acción de gracias debe ser rechazado; porque es santificado por la palabra de Dios y la oración (1Tim 4,1-5).

Esta voz, pues, del bienaventurado Pablo, es suficiente para refutar a los que así viven, y se jactan de ser justos; y con el propósito de probar que también, este principio de los Encratitas constituye una herejía. Pero aunque se han denominado ciertas otras herejías (las de los cainitas, ofitas o noaquitas, y otras de esta clase, no he tenido por necesario explicar las cosas dichas o hechas por éstos. Sin embargo, puesto que las declaraciones relativas a estos parecen ser suficientes, pasemos a la causa de los males para todos (es decir, la herejía de los noetianos).

Después de haber dejado al descubierto la raíz de esta herejía y estigmatizado abiertamente el veneno, por así decirlo, que acecha en su interior, tratemos de disuadir de un error de esta descripción aquellos que han sido impulsados a ello por un espíritu violento, como si fuera un torrente hinchado.