PAPÍAS DE HIERÁPOLIS
Explicación de Dichos del Señor
(fragmentos)

I
cf. Didascalia de los Apóstoles, Jn 7,53

Se fueron cada uno a su propia casa, pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Temprano por la mañana, Jesús volvió al templo, y todo el pueblo se allegó a él, y él se sentó y les enseñó. Los escribas y los fariseos llevaron una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio le dicen: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio, en el mismo acto. En la ley de Moisés se nos manda que apedreemos a las tales, pero tú ¿qué dices?".

Esto lo decían para tentarle y tener de qué acusarle. Pero Jesús se inclinó, y con el dedo escribía en el suelo. Cuando ellos siguieron preguntando, él se levantó y dijo: "El que esté sin pecado entre vosotros, le eche la primera piedra". Y de nuevo se inclinó, y escribía en el suelo. Ellos, cuando lo oyeron, se fueron uno a uno, empezando por los más ancianos. Jesús se quedó solo, con la mujer allí en medio. Jesús se levantó, y le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condena?". Ella contestó: "Ninguno, Señor". Jesús le dijo: "Ni yo tampoco. Sigue tu camino, pero a partir de ahora no peques más".

II
cf. Códice Vaticano, 14

El evangelio de Juan fue escrito y dado a las Iglesias cuando Juan vivía todavía en cuerpo. Un discípulo amado de Juan escribió correctamente el evangelio que le dictó Juan.

El hereje Marción, habiendo sido reprobado por Juan, por sentir de modo contrario, fue rechazado. Pero antes le había traído escritos y cartas de los hermanos que estaban en el Ponto.

III
cf. Ireneo, Contra los Herejes, V, 33-34

Vendrán días en que crecerán viñas, cada una de las cuales tendrá diez mil brotes, y cada brote diez mil ramas, y cada rama diez mil ramitas, y cada ramita diez mil racimos, y cada racimo diez mil granos, y cada racimo producirá veinticinco medidas de vino, una vez prensado.

Cuando alguno de los santos tome en su mano alguno de estos racimos, otro gritará: "Yo soy un racimo mejor. Tómame, y bendice al Señor a través de mí".

Del mismo modo, un grano de trigo producirá diez mil espigas, y cada espiga diez mil granos, y cada grano diez libras de harina fina, brillante y limpia. Los otros frutos, semillas y hierbas producirán proporciones similares, y todos los animales, comiendo estos frutos del suelo, se volverán pacíficos y armoniosos, obedientes al hombre en toda sujeción.

Cuando Judas el traidor no creyó, preguntó: "¿Cómo van a ser realizadas estas cosas, Señor?". El Señor le dijo: "Lo verán los que lleguen a estos tiempos".

IV
cf. Eusebio, Historia Eclesiástica, III, 39

No tendré inconveniente en ofrecerte cuantas noticias un día aprendí muy bien, y muy bien grabé en mi memoria, seguro como estoy de su verdad. Porque no me complacía yo en los que mucho hablan, ni en los que recuerdan los mandamientos ajenos, sino en los que por el Señor fueron dados a nuestra fe y proceden de la verdad misma.

Si se daba el caso de venir alguno de los que habían seguido a los ancianos, yo trataba de discernir sus discursos, respecto de lo qué habían dicho Andrés o Pedro, Tomás o Santiago, Juan o Mateo, o cualquier otro de los discípulos del Señor. Y también respecto de lo que dicen Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor. Porque no pienso yo que los libros puedan serme tan de provecho como lo que viene de la palabra viva y permanente.

Se cuenta que en su tiempo hubo resurrección de los muertos, y que Justo Barsabás bebió un veneno mortífero sin sufrir daño alguno, por la gracia del Señor.

A este Justo le pusieron los sagrados apóstoles, junto con Matías, después de la ascensión del Señor y después de orar sobre ellos. Los pusieron en lugar del traidor Judas, con el fin de completar por suerte el número de ellos. Pusieron dos, a José Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías, hecha la oración.

Marcos, que fue el intérprete de Pedro, puso puntualmente por escrito, aunque no con orden, cuantas cosas recordó referentes a los dichos y a los hechos del Señor. Porque ni había oído al Señor ni le había seguido, sino que más tarde siguió a Pedro, quien le daba las instrucciones según las necesidades, y no como quien compone una ordenación de las sentencias del Señor. De suerte que en nada faltó Marcos poniendo por escrito algunas de aquellas cosas tal como las recordaba. En una sola cosa puso su cuidado: en no omitir nada de lo que había oído, o mentir absolutamente en ellas.

Por su parte, Mateo ordenó en lengua hebrea las sentencias, y cada uno las interpretó conforme a su capacidad.

V
cf. Eusebio, Historia Eclesiástica, IV, 3

Las obras de nuestro Salvador estuvieron siempre a la vista de todos, puesto que eran verdaderas. Así, los curados de sus enfermedades, o los resucitados de entre los muertos, no fueron vistos sólo en el momento de ser curados y resucitados, sino que continuaron en adelante a la vista de todo el mundo. Y esto no sólo mientras el Salvador permaneció sobre la tierra, sino que sobrevivieron después de muerto aquél, hasta el punto que algunos de ellos han alcanzado hasta nuestros días.

VI
cf. Apolinar, Profesión de Fe

No murió en la cuerda Judas, sino que sobrevivió por haberse soltado antes de ahogarse. Habiéndose hinchado, reventó por medio y se derramaron sus entrañas.

Como ejemplo grande de impiedad anduvo en este mundo Judas, quien llegó a hincharse de tal modo en su carne que no podía pasar ni siquiera por donde pasa fácilmente un carro, ni aun la sola mole de su cabeza. Dicen algunos que los párpados de sus ojos se hincharon de tal modo que ni él podía absolutamente ver la luz, ni le era tampoco posible a ningún médico verle los ojos ni aun con el auxilio de un anteojo. A tal profundidad estaban de la superficie exterior.

Dicen otros que sus partes vergonzosas parecían más repugnantes y mayores que cuanto hay de indecoroso, y que echaba por ellas de todo su cuerpo pus y gusanos sobre los propios excrementos, para escarnio.

Después de muchos tormentos y castigos, murió Judas en un lugar de su propiedad, que quedó desierto y despoblado hasta el presente, a causa del mal olor. Es más, hasta el día de hoy no puede nadie pasar cerca de aquel lugar, si no se tapa las narices con las manos. Tan enorme fue la putrefacción que se derramó de su carne sobre la tierra.

Judas anduvo por este mundo como un ejemplo terrible de impiedad. Su carne estaba hinchada hasta tal extremo que, donde un carro podía pasar sin estrechez, él no podía pasar, ni aun la masa de su cabeza meramente.

VII
cf. Jerónimo, Varones Ilustres, 18

Yo acostumbraba a escuchar lo que habían dicho Andrés, o Felipe, o Tomás, o Santiago, o Juan, o Mateo, o cualquier otro de los discípulos del Señor. También escuchaba lo que decía Aristión y el anciano Juan, y otros discípulos del Señor. Porque los libros para leer no me aprovechan tanto como la viva voz resonando claramente en el día de hoy, en boca de sus autores.

VIII
cf. Felipe de Side, Historia de Cristo, V, 2

Juan fue el autor de dos epístolas cortas y católicas, que hoy son publicadas en nombre de Juan. Juan el Teólogo y su hermano Santiago fueron muertos por los judíos.

Barsabás, llamado también Justo, habiendo sido obligado por los infieles a beber un veneno de víbora, fue guardado sin daño, en nombre del Señor. La madre de Manaím fue resucitada de entre los muertos. En cuanto a los que fueron levantados de los muertos por Cristo, ellos sobrevivieron hasta el tiempo de Adriano.

IX
cf. Andrés de Cesarea, Apocalipsis, XXXIV, 12

A algunos de ellos, que en tiempo fueron ángeles divinos, Jesús les dio el mando de la administración de la tierra. Él les dio también dominio sobre la ordenación del universo, y los comisionó a que ejercieran bien su dominio.

Pero sucedió que su ordenación no sirvió de nada, porque el gran dragón, o antigua serpiente, que es llamada también Satanás y diablo, fue echado a la tierra, él y sus ángeles.

X
cf. Máximo el Confesor, Scholia, 2

Los que practican la inocencia y sinceridad hacia Dios acostumbraban ser llamados niños.

XI
cf. Jorge Hamartolos, Cronicón, 44

Nerva mandó llamar a Juan de la isla de Patmos, y le permitió habitar en Éfeso. En este tiempo era él el único superviviente de los doce apóstoles, y después de escribir su evangelio recibió el honor del martirio.

Juan fue muerto por los judíos, con lo que cumplió, junto con su hermano, la profecía que acerca de esto les hiciera el Señor, y la confesión y aceptación por parte de ellos. En efecto, habiéndoles dicho el Señor "¿podéis beber el cáliz que yo bebo?", ellos contestaron animosamente que sí. Y aceptando la respuesta, les replicó el Señor: "Mi cáliz lo beberéis, y con el bautismo con que yo he de bautizarme seréis bautizados también vosotros". Y con razón, pues es imposible que Dios mienta.

A Tomás le tocó en suerte la Partia, y a Juan el Asia, donde vivió y terminó su vida en Éfeso.

XII
cf. Patrología Griega, San Juan, proemio

El último de los apóstoles, Juan, por sobrenombre Hijo del Trueno, cuando llegó a una edad muy avanzada, hacia el tiempo en que surgían terribles herejías, dictó el evangelio a su propio discípulo.