TEÓFILO DE ANTIOQUÍA
Apología a Autólico

LIBRO II

I
Introducción

Hace unos días tuvimos una conversación, óptimo Autólico, en la que, preguntándome tú cuál era mi Dios, yo expuse sobre mí religión, prestando tú a veces oído a nuestro diálogo. Al despedirnos regresamos cada uno a nuestra casa en la mejor amistad, a pesar de que en un primer momento habías mostrado intransigencia hacia nosotros. En efecto, sabes y recuerdas que tomabas nuestra doctrina como locura.

Pero como posteriormente tú me has invitado, y a pesar de ser yo inexperto en el discurso, quiero también ahora por medio de este escrito demostrarte de la manera más estricta lo vano de tu esfuerzo y lo vacío del culto en el que estás atrapado, y al mismo tiempo, te haré patente lo verdadero a través de algunas historias que tú lees, aunque quizás no entiendes.

II
La idolatría pagana

Así pues, me parece ridículo que escultores, alfareros, pintores o fundidores modelen, pinten, esculpan, fundan y fabriquen dioses que no merecen ningún aprecio mientras los artistas los están haciendo, pero que, apenas han sido comprados por algunos y colocados en lo que llaman templo o en alguna casa, entonces no solamente quienes los compraron les ofrecen sacrificios, sino que los mismos fabricantes y vendedores acuden con devoción portando instrumental de sacrificios y libaciones para adorarlos y los tienen por dioses, sin tener en cuenta que son los mismos que cuando eran hechos por ellos, es decir, piedra, bronce, madera, color y otros tipos de materia.

En efecto, esto mismo les sucede a los que leen las historias y genealogías de los llamados dioses. Mientras leen sus nacimientos los consideran como hombres, pero luego los llaman dioses y les rinden culto, sin saber ni comprender que cuales leyeron que nacieron así es como fueron engendrados.

III
El antropomorfismo de los dioses paganos

Ahora bien, antes se encontraba numerosa descendencia de los dioses, si es que realmente nacían. Pero hasta ahora ¿dónde está la descendencia de los dioses? Pues, sí antes engendraban y nacían, es evidente que también ahora tendrían que nacer dioses engendrados. Si no es así, habría que admitir debilidad en ellos, pues, o envejecieron y por eso no engendran, o murieron y entonces ya no existen.

Porque si hubo dioses que engendraban, también tendrían que engendrar hasta ahora así como los hombres engendran. Es más, los dioses tendrían que ser más numerosos que los hombres, como dice la sibila: "Si los dioses engendran y permanecen inmortales los dioses nacidos serían más que los hombres no habría lugar donde estar para los mortales" (Oráculos Sibilinos, II).

Porque si los hijos engendrados por los hombres, que son mortales y efímeros, se muestran hasta hoy y no cesan de ser engendrados hombres por lo cual se llenen las ciudades y aldeas y hasta los campos son habitados, ¿cuánto más no tendrían que engendrar y ser engendrados dioses que no mueren, según los poetas, de acuerdo con lo que dicen de la generación y nacimiento de dioses? ¿Cómo es que antes el monte llamado Olimpo era habitado por dioses y ahora se encuentra desierto? ¿Por cuál motivo entonces moraba Zeus en el Ida y se sabía de su morada por Homero y los demás poetas, y ahora se ignora? ¿Cómo es que no estaba en todas partes sino que se encontraba en un punto de la tierra? Porque, o bien descuidaba las otras partes, o bien era incapaz de estar en todas partes y proveer todas las cosas. Porque, por ejemplo, si estaba en Oriente no estaba en Occidente; si estaba de nuevo en Occidente no estaba en Oriente.

Es propio de Dios altísimo, omnipotente y existente Dios, no solo estar en todas partes, sino verlo todo y oírlo todo (cf. Homero, Odisea, II, 109), y también no estar contenido en ningún lugar. Si no, el lugar que lo contuviera llegaría a ser más grande que él. Pues el continente es mayor que lo contenido. Dios, entonces, no es contenido sino que él mismo es el lugar de todas las cosas.

¿Por qué Zeus abandonó el Ida? Quizás se murió o no le gustaba ya aquel monte? ¿A dónde se fue? ¿A los cielos? Seguro que no. ¿Dirás entonces que fue a Creta? Sí. Su tumba se muestra allí hasta hoy. También dirás que se fue a Pisa, donde hasta hoy es famoso por las manos de Fidias. Pasemos ahora a los escritos de los filósofos y poetas.

IV
Las contradicciones de los escritores paganos

Algunos estoicos niegan absolutamente que exista dios, o, si existe, dicen que el dios no se ocupa de nadie fuera de él mismo. En esto se puso totalmente de manifiesto la insensatez de Epicuro y de Crisipo. Otros dicen que el azar está en todas las cosas, que el mundo es ingenerado y la naturaleza eterna, y aun se atrevieron a decir que no hay en absoluto providencia de dios, sino que el único dios es la conciencia de cada uno (cf. Menandro, Sentencias, 81).

Otros, a su vez, enseñan que es dios el espíritu que se extiende por todas las cosas. Platón y los de su escuela reconocen que Dios es ingenerado, padre, hacedor de todas las cosas (cf. Platón, Timeo, 28c; 27d-c). También suponen que son ingenerados tanto Dios como la materia (cf. Plutarco, Procreación del Alma, 1014a-b; Albino, Disdaskalikos, 9; Apuleyo, Dogmatae, V, 191), y afirman que ésta es coetánea de Dios.

Pero si Dios y también la materia son ingenerados, entonces según los platónicos Dios no es hacedor de todas las cosas, ni por cierto se manifiesta, de seguirlos, la monarquía de Dios. Además, como Dios por ser ingenerado es también inalterable, de la misma manera la materia, si fuese ingenerada sería inalterable e igual a Dios. Porque lo generado es mutable y alterable y lo ingenerado es inmutable e inalterable.

¿Qué grandeza habría si Dios hiciera el mundo de materia preexistente? Pues también un hombre artesano, tomando una materia cualquiera hace de ella lo que quiere. Pero el poder de Dios se manifiesta en esto: el hacer lo que quiere del no ser, de modo que ningún otro sino Dios puede dar alma y movimiento. En efecto, un hombre hace una imagen pero no puede dar palabra ni aliento ni sentido a lo hecho por él. Dios en cambio, más allá de lo que puede el hombre, hace un ser racional con aliento y sensibilidad. Ahora bien, como en todas las cosas Dios es más poderoso que el hombre, así también lo es en hacer las cosas de lo que no es, en producir los entes que él quiere y como quiere.

V
Discordia entre los filósofos y escritores paganos

Es discorde la opinión de filósofos y escritores. Pues mientras aquellos dicen tales cosas, se encuentra el poeta Homero que introduce con otro supuesto la génesis no solamente del mundo sino también de los dioses. Dice en efecto en algún lugar: "Al Océano, la génesis de los dioses y a la madre Tetis de donde son todos los ríos y la mar toda" (Homero, Ilíada, XIV, 201; XXI, 196). Pero hablando así no presenta a ningún dios. ¿Quién no sabe que el Océano es agua? Y si es agua, luego no es dios. Y Dios, si es el hacedor de todas las cosas como lo es, es por tanto creador del agua y de los mares.

El mismo Hesíodo, no solamente explicó la génesis de los dioses sino del mismo mundo. Y habiendo dicho que el mundo es generado no tuvo fuerza para decir por quién. Dijo además que son dioses Crono y, a partir de él, Zeus, Poseidón y Plutón, y nos encontramos con que éstos fueron generados después del mundo. Narra también que Crono fue combatido por su propio hijo Zeus, pues dice así: "Por la fuerza venciendo a su padre Crono, recto orden puso entre los inmortales y distribuyó los honores" (Hesíodo, Teogonía, 73-74).

Luego continúa hablando de las hijas de Zeus, a las que llama musas; de quienes se presenta como suplicante, queriendo aprender de ellas de qué modo fueron generadas todas las cosas. Dice: "Salve hijas de Zeus, dénme el delicioso canto. Celebren el género de los bienaventurados inmortales que existen para siempre, los oriundos de la tierra, los del cielo estrellado, los de la noche oscura, o los criados por el salobre mar. Decidme cómo nacieron primero dioses y tierra y ríos, el mar infinito que hierve de olas, los astros brillantes y el cielo tendido por encima, cómo repartieron riqueza y distribuyeron honores y cómo ocuparon primero el Olimpo lleno de valles. Cuéntenme estas cosas, musas, dueñas de moradas olímpicas desde el principio, díganme cuál de ellas existió primero" (Hesíodo, Teogonía, 104-110; 112-115). ¿Cómo sabían todo esto las musas, habiendo sido engendradas después del mundo? ¿Cómo podían contarle a Hesíodo acontecimientos anteriores al nacimiento de su padre?

VI
¿Quién produjo la materia y modeló el caos?

Hesíodo, de alguna manera, supone la materia y la hechura del mundo cuando dice: "Primero fue Caos y luego la tierra de ancho pecho; firme y perpetua sede de todos los inmortales que ocupan las cumbres del nevado Olimpo, el tenebroso Tártaro, profundidad de la tierra de anchos caminos, y también Eros, el más bello de los dioses inmortales, aliviador, que en el interior de todos los dioses y de todos los hombres domina la mente y el prudente consejo. Del caos nacieron el erebo y la negra noche. La tierra primero engendró igual a sí al cielo estrellado, para que la envolviera completamente, para que fuera por siempre firme sede de los beatos dioses. Engendró luego las altas montañas, agradables moradas de las divinas ninfas, que habitan las quebradas de los montes. Y parió también al mar infecundo hinchado de olas, al Ponto, sin pasión amorosa; mas luego, acostada con el cielo, parió al océano de hondos torbellinos" (Hesíodo, Teogonía, 116-123; 126-133).

Al decir todo esto, ni aun así declaró por quién fueron engendradas las cosas. Porque si en el comienzo fue Caos y preexistía cierta materia increada ¿quién entonces fue el que la dispuso, la organizó y la transformó? ¿O acaso la misma materia se estructuró y se ordenó a sí misma? Porque Zeus es engendrado mucho tiempo después, no solamente después de la materia sino del mundo y de multitud de hombres. Al igual que Crono, su padre. ¿O quien la hizo no fue más bien algo principal, digo Dios, el que también la puso en orden?

Además, se ve que en todos los casos habla tonterías y se contradice a sí mismo. Porque habiendo hablado de tierra, cielo y mar, quiere que de ellos hayan nacido los dioses, y de éstos, anuncia unos hombres terribles, parientes de los dioses, género de titanes, cíclopes y multitud de gigantes (cf. Hesíodo, Teogonía, 139, 185, 207), dáimones (demonios o dioses) según los egipcios o vanos hombres como recuerda Apolónides, el que es apodado Horapio, en el libro Semenuthi, y en las demás historias suyas sobre el culto de los egipcios y sobre sus reyes.

VII
Los dioses no pueden fundar familias humanas

¿Para qué me voy a poner a hablar de los mitos de los griegos y de su inanidad? Plutón, que reina sobre la oscuridad, Poseidón, que se mete bajo el mar, se abraza con Melanipa y engendra un hijo antropófago. ¿Y qué de las tragedias que los escritores compusieron sobre los hijos de Zeus? Los mismos catalogan sus generaciones porque no nacieron dioses sino hombres. Y el cómico Aristófanes en su escrito Aves, poniéndose a contar la creación del mundo, dijo que en los comienzos nació un huevo que era la constitución del mundo, al decir: "Lo primero la de alas negras poniendo un huevo" (Aristófanes, Aves, 695).

Es más, Sátiro, al historiar las familias de los alejandrinos, comenzando por Filopátor llamado también Tolomeo, reporta a Dióniso como su progenitor; de ahí que Tolomeo establezca la primera tribu. Así, pues, dice Sátiro: "De Dióniso y Altea, hija de Testio, nació Deianira; de ésta y de Heracles, hijo de Zeus, Hilo; de éste, Cleodemo; de este, Aristómaco; de éste, Témeno; de éste, Ciso; de éste, Marón; de este, Testio; de éste, Acoo; de éste Aristodamida; de éste, Cárano; de éste, Ceno; de éste, Tirimas; de éste, Perdicas; de éste, Filipo; de éste, Aéropo; de éste, Alcetas; de éste, Amintas; de éste, Bocro; de éste, Meleagro; de éste, Arsínoe; de ésta y de Lago, Tolomeo Soter; de éste y de Berenice, Tolomeo Filadelfo; de éste y de Arcínoe, Tolomeo Evergetes; de éste y de Berenice, hija de Magas, rey de Cirene, Tolomeo Filopátor. Así consta el parentesco de los reyes de Alejandría con Dióniso. De ahí la tribu dionisíaca toma su división en familias: la altaida, de Altea, que fue mujer de Dióniso e hija de Testio; la deianírida, de la hija de Dióniso y Altea, y mujer de Heracles. De allí tienen también sus nombres las familias que descienden de ellos: la ariádnida, de la hija de Minos, mujer de Dióniso, hija enamorada de su padre, que se unió con Dióniso bajo.., de Primnio; la téstida, de Testio, el padre de Altea; la toántida, de Toante, hijo de Dióniso; la estafilia, de Estáfilo, hijo de Dióniso; la evénida, de Eunoo, hijo de Dióniso; la marónida, hijo de Marón, hijo de Ariadna y de Dióniso. Pues todos estos son hijos de Dióniso" (Sátiro, Fragmentos, III, 631).

Todavía hay otras muchas denominaciones y se conservan hasta el presente, por ejemplo, los heraclidas, llamados así por Heracles, los apolónidas por Apolo, los posidonios por Poseidón, los diones y diógenes por Zeus.

VIII
Los poetas griegos se contradicen respecto a la providencia

¿Para qué además voy a enumerar otras cuantiosas listas de sus nombres y genealogías? Pues de manera absoluta se engañan todos los escritores y poetas y los llamados filósofos, como también los que les prestan atención. No han compuesto sino mitos o, más bien, locuras sobre sus dioses; tampoco han demostrado que esos sean dioses y no hombres, unos borrachos, otros fornicadores, otros asesinos.

En cuanto a la cosmogonía, expresaron cosas discordantes entre ellos y perversas. Primero, porque algunos declararon que el mundo es ingenerado, como anteriormente mostramos, y los que dijeron que es ingenerado y que la naturaleza es eterna no siguen a quienes sostienen la doctrina de que ha sido hecho. Proclamaron estas cosas por conjetura y por concepciones humanas, no según la verdad.

Algunos dijeron que hay providencia, otros disolvieron las doctrinas de éstos. Por ejemplo Arato dice: "Empecemos por Zeus a quien los varones nunca dejamos sin nombrar. Todas las calles están llenas de Zeus, y todas las plazas de los hombres, lleno está el mar y los puertos. Todos nos valemos de Zeus por doquier. Y es que somos generación suya. Propicio para los hombres señala la diestra favorable, despierta a los pueblos para el trabajo recordándoles la vida. Él nos dice cuándo el terrón es mejor para bueyes y asadas, nos dice cuándo las horas son oportunas ora para segar las plantas ora para lanzar cualquier semilla" (Arato, Phaenomena, 1-9). Ahora bien, ¿a quién vamos a creer? ¿A Arato? ¿O a un Sófocles que dice: "No existe para nada providencia, lo mejor es vivir al azar como cada uno pueda" (Sófocles, Edipo Rey, 878-879)?

Homero, por su parte, no concuerda con él, pues dice: "Zeus ya aumenta ya disminuye la virtud para los hombres" (Homero, Ilíada, XX, 242). Y Simónides: "Nadie sin dioses recibió virtud, ni ciudad ni mortal. Dios pleno de saber. Nada sin defecto hay en aquellos" (cf. Estobeo, Antología, I, I, 10). Igualmente Eurípides: "No hay nada para los hombres fuera de dios" (Eurípides, Fragmentos, 391). Y Menandro: "Luego nadie cuida de nosotros sino solo dios" (Menandro, Epitrepontes, 1092). Y otra vez Eurípides: "Cuando al dios le place salvarnos, nos da muchas ocasiones para la salvación" (Eurípides, Fragmentos, 1089). Y Testio: "Si el dios quiere te salvarías aunque navegues sobre una estera" (Eurípides, Fragmentos, 397).

Diciendo millares de estas cosas se expresaron en contradicción con ellos mismos. Por lo menos Sófocles, que habla de improvidencia, en otro lugar dice: "El mortal no esquiva el golpe del dios" (Sófocles, Fragmentos, 876). Además, por una parte introdujeron una multitud y por otra hablaron de monarquía; y ante ellos, quienes dicen que hay providencia, se contradicen afirmando la improvidencia. De aquí que Eurípides confiesa diciendo: "Nos esforzamos en muchas cosas por nuestras esperanzas, vanamente trabajando, sin saber nada" (Eurípides, Fragmentos, 391).

Aun sin querer, admiten que no conocen lo verdadero. Dijeron lo que dijeron a través de demonios, inspirados e hinchados por ellos. Poetas tales, como Hornero y Hesíodo, inspirados según se dice por las musas, hablaron por su imaginación y extravío: no por espíritu puro sino por uno embustero. Esto se muestra con claridad en lo siguiente: hasta el presente, los endemoniados exorcizados en el nombre del Dios existente, confiesan que los espíritus mentirosos son demonios, los mismos que entonces influyeron sobre los poetas. Sólo que, en cierta ocasión, algunos de éstos, recobrando la fuerza de su propia alma, dijeron cosas acordes con los profetas, como testimonio para ellos y para todos los hombres, acerca de la monarquía de Dios, del juicio y de las otras cosas que dijeron.

IX
Los autores inspirados por Dios

Por su parte, los hombres de Dios, portadores de santo espíritu y hechos profetas, recibieron del mismo Dios inspiración y sabiduría, se hicieron discípulos de Dios, santos y justos. Por eso fueron considerados dignos de recibir la recompensa de convertirse en instrumento de Dios y poseedores de su propia sabiduría. Por esa sabiduría hablaron sobre la creación del mundo y sobre todas las otras cosas, y predijeron también pestes, hambres y guerras.

No fueron uno o dos sino muchos, según tiempos y oportunidades, tanto entre los hebreos como también entre los griegos la Sibila, y todos dijeron cosas armónicas y concordes entre sí, ya cosas acontecidas antes de ellos, ya acontecidas durante su tiempo, ya las que se están cumpliendo entre nosotros al presente. Por eso estamos persuadidos de que seguirá lo porvenir del mismo modo como se consumaron las cosas anteriores.

X
Las enseñanzas de los autores inspirados por Dios

En primer lugar nos enseñaron concordantemente que Él hizo todas las cosas del no ser. No hubo nada contemporáneo de Dios, sino que, siendo Él lugar para sí mismo, no teniendo necesidad alguna y existiendo antes de los siglos (cf. Sal 54,20), quiso hacer al hombre, por quien fuera conocido. Para éste pues preparó el mundo. Pues el que ha sido hecho es también indigente, mas el inengendrado de nada necesita.

Teniendo, pues, Dios a su propio Verbo inmanente en sus propias entrañas, lo engendró con su propia sabiduría, emitiéndolo antes de todas las cosas (cf. Sal 44,2). A este Verbo tuvo por ministro para lo que fuera hecho por él, y a través de él fueron creadas todas las cosas. Éste se llama principio, porque gobierna y señorea sobre todas las cosas fabricadas a través de Él.

Este Verbo, que es espíritu de Dios, principio y sabiduría y fuerza del Altísimo (cf. Gn 1,1; Is 11,2-3; Lc 1,35; Jn 1,1; 1Cor 1,24; 2Co 3,18), descendió sobre los profetas y habló por medio de ellos lo referente a la creación del mundo y a todas las demás cosas. Porque no existían los profetas cuando el mundo se hacía, pero sí la Sabiduría de Dios que en él estaba y su santo Verbo que siempre le asistía. De ahí que diga Él por medio del profeta Salomón: "Cuando preparó los cielos yo le asistía y cuando afirmaba la tierra yo estaba a su lado disponiéndolos" (Pr 8,27-30). Y Moisés, que vivió muchos años antes de Salomón, o mejor el Verbo de Dios que dijo a través de él como por un instrumento: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra" (Gn 1,1). Primero nombró el principio y la creación, luego presenta al mismo Dios, porque no hay que nombrar a Dios sin necesidad o en vano. Preveía la divina sabiduría el futuro, que algunos dirían tonterías y nombrarían multitudes de dioses que no existen.

Así pues, para que el Dios existente fuera conocido por sus obras, y que en su Verbo hizo Dios el cielo, la tierra y cuanto hay en ellos, dijo: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra". Luego, habiendo dicho su creación, nos manifestó: "La tierra era invisible e informe, tinieblas por sobre el abismo y el espíritu de Dios se cernía por sobre el agua" (Gn 1,2). Al comienzo, la divina escritura enseña, de algún modo, que la materia fue hecha, hecha por Dios, de la que Dios hizo y fabricó el mundo.

XI
Narración bíblica de los seis días

El principio de la creación es luz, por ser la luz la que hace manifiestas las cosas ordenadas. Por eso dice: "Dios dijo: "Hágase la luz", " (Gn 1,3-4). Evidentemente hecha buena para el hombre. "Y puso separación entre la luz y las tinieblas. Llamó Dios día a la luz y llamó noche a las tinieblas. Y fue tarde y fue mañana, día uno.

Dijo Dios: "Hágase el firmamento en medio del agua, y sea el separador entre agua y agua". Y así se hizo. E hizo Dios el firmamento y separó el agua que estaba encima del firmamento y el agua que estaba abajo del firmamento. Y llamó Dios al firmamento cielo y vio Dios que era bueno. Y hubo tarde y hubo mañana, día segundo.

Dijo Dios: "Reúnase el agua que está sobre el cielo en una sola reunión y aparezca la seca". Y así se hizo. Se reunió el agua en sus reuniones y apareció la seca. A los conjuntos de agua llamó mares. Y vio Dios que era bueno.

Dijo Dios: "Brote la tierra hierba verde que esparce semilla según especie y según semejanza, y árboles frutales que producen fruto, cuya semilla está en ellos para semejanza. Y así se hizo. Y produjo la tierra hierba verde que esparce su semilla según especie y árboles frutales que dan fruto, cuya semilla está en ellos según especie, sobre la tierra. Y vio Dios que era bueno. Y hubo tarde y hubo mañana, día tercero.

Dijo Dios: "Háganse lumbreras en el firmamento del cielo, para alumbrar sobre la tierra y separar el día y la noche, y sirvan de señales para las estaciones, para los días y para los años, y sean para alumbrar en el firmamento del cielo, para brillar sobre la tierra". Y así se hizo. E hizo Dios los dos luminares grandes, el luminar mayor para presidir el día, y el luminar menor para presidir la noche y las estrellas. Dios los puso en el firmamento del cielo, para brillar sobre la tierra, y presidir el día y presidir la noche, y separar la luz y las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y se hizo tarde y se hizo mañana, día cuarto.

Dijo Dios: "Produzcan las aguas reptiles de almas vivientes y aves que vuelan sobre la tierra bajo del firmamento del cielo". Y así se hizo. E hizo Dios los grandes cetáceos y toda alma de los animales que se arrastran, que produjeron las aguas según sus especies, y todo volátil alado según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y los bendijo Dios diciendo: "Crezcan y multiplíquense y llenen las aguas del mar, y las aves multiplíquense sobre la tierra". Y se hizo tarde y se hizo mañana, día quinto.

Dijo Dios: "Produzca la tierra alma viviente según su especie, cuadrúpedos y reptiles y fieras de la tierra según su especie". Y así se hizo. E hizo las fieras de la tierra según su especie y las bestias según su especie, y todos los reptiles de la tierra. Y vio Dios que era bueno.

Finalmente, dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, y mande sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre las bestias y sobre toda la tierra y sobre todos los reptiles que reptan sobre la tierra". E hizo Dios al hombre, a imagen de Dios lo hizo, varón y hembra los hizo. Y los bendijo Dios diciendo: "Crezcan y multiplíquense, llenen la tierra y dominen sobre ella, y manden sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre todas las bestias y sobre toda la tierra y sobre todos los reptiles que reptan sobre la tierra".

Y dijo Dios: "Mirad que os he dado toda la hierba de semilla que esparce su simiente que está sobre toda la tierra, y todo árbol que tiene en sí su fruto de simiente, para que os sirvan de alimento, y a todas las bestias de la tierra y a todas las aves del cielo y a todo reptil que repta sobre la tierra, que tiene en sí aliento de vida, toda hierva verde para alimento". Y así se hizo. Y vio Dios todo lo que había hecho y, mira, era por extremo bueno. Y se hizo tarde y se hizo mañana, día sexto. Y fueron acabados el cielo y la tierra y todo el ornato de ellos. Y acabó Dios en el día sexto las obras que hiciera y descansó en el día séptimo de todas las obras que hiciera. Bendijo Dios el día séptimo y lo, santificó, porque en él descansó de todas las obras que Dios comenzara a hacer" (Gn 1,4-2,3).

XII
La cosmología bíblica

Ahora bien, ningún hombre tiene el poder de desarrollar adecuadamente la exégesis y toda la disposición de los seis días (hexamerón), ni siquiera por tener mil bocas y mil lenguas, ni por vivir mil años en esta pasajera vida (cf. Homero, Ilíada, II, 489). Ni siquiera así fuera capaz de decir algo digno de tales cosas, a causa de la soberana grandeza y la riqueza de la sabiduría de Dios que hay en esta descripción de los seis días. Cierto que muchos escritores la han imitado y han querido hacer una narración sobre estas cosas; pero aunque tomaron su punto de partida de aquí, ya sobre la creación del mundo, ya sobre la naturaleza del hombre, no expresaron algo que tuviera una chispa digna de la verdad.

Las cosas dichas por los filósofos, narradores y poetas parecen dignas de crédito por el estilo embellecido; sin embargo, su discurso se muestra demente y vacío, porque está saturado de múltiples tonterías y ni por casualidad se encuentra en ellos algo de verdad. Y sí parece que verbalizaron algo verdadero, se halla mezclado con el extravío. Así, como un veneno deletéreo mezclado con miel, con vino o con otra cosa hace que el conjunto sea dañoso e inútil, así se ve que la verborragia de ellos es inanidad y más bien daño para quienes se dejaran persuadir por ella. Hablemos ahora sobre el día séptimo, como le llaman todos los hombres aunque la mayoría ignora el motivo. Porque lo que los hebreos llaman sábado, en griego se traduce hebdómada, como es llamada por todo el género de los hombres, sin que sepan la causa de llamarse así.

Con respecto a lo que dice el poeta Hesíodo, que de Caos nació Erebo y la tierra y el Amor que, según él, domina a los dioses y hombres, su sentencia se manifiesta vana, fría y ajena a toda verdad. Un dios no puede dejarse vencer por el placer, cuando hasta los hombres templados se abstienen de todo placer vergonzoso y de toda concupiscencia.

XIII
Hesiodo comienza la narración por lo inferior; Moisés por lo superior

Además, por comenzar a describir la producción de las cosas por las realidades terrestres de aquí abajo, su concepción es humana, pobre y completamente débil para referirse a Dios. El hombre, pues, siendo de abajo empieza a edificar desde la tierra, y no puede alterar el orden haciendo el techo sin haber puesto los cimientos. Pero el poder de Dios se muestra en esto, en que primero hace lo que produce del no ser, y según quiere. Porque lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios (Lc 18,27).

Por eso el profeta dijo haber sido primero la creación del cielo a modo de techo, con estas palabras: "En el principio hizo Dios el cielo" (Gn 1,1), es decir, el cielo fue hecho por el principio, como explicamos anteriormente. Llama tierra a lo que tiene función de base y fundamento, abismo a la multitud de las aguas y habla de oscuridad en cuanto el cielo creado por Dios cubría como una tapa las aguas con la tierra; espíritu, llama al que se cernía sobre el agua y que Dios dio para vivificar la creación, como el alma del hombre, templando lo delicado con lo delicado (pues el espíritu es delicado y el agua es delicada), de modo que el espíritu alimente el agua, y el agua con el espíritu alimente la creación penetrándola por todas partes.

El único espíritu, ocupando el lugar de la luz, estaba en el medio del agua y del cielo, para que de esa manera no se comunicara la tiniebla con el cielo que está más cercano a Dios, antes de que Dios dijera: "Hágase la luz" (Gn 1,3). Entonces el cielo, como una bóveda, contenía la materia en forma de bola. En efecto, otro profeta de nombre Isaías, ha hablado sobre el cielo diciendo: "Este es Dios que hizo el cielo como bóveda y lo tendió como tienda para ser habitada" (Is 40,22).

Así pues, la ordenación de Dios, es decir su verbo, brillando como lámpara en habitación cerrada, iluminó la tierra bajo el cielo, mediante una creación fuera del mundo. Y a la luz, Dios le llamó día, a la oscuridad noche (Gn 1,5), porque ciertamente el hombre no hubiera sabido llamar día a la luz ni noche a la oscuridad ni a ninguna otra cosa, si no hubiera recibido los nombres del Dios que las hizo.

Ahora bien, en los comienzos de la historia sobre la génesis del mundo, la escritura santa no ha hablado sobre este firmamento, sino sobre otro cielo que es invisible para nosotros, según el cual este cielo visible nuestro se llama firmamento. En él está recogida la mitad del agua, con la finalidad de que haya lluvia, tormentas y rocíos para la humanidad. La mitad del agua fue dejada en la tierra para los ríos, fuentes y mares. Así pues, cuando el agua cubría la tierra, especialmente los lugares profundos, hizo Dios por su mismo verbo que el agua se congregara en un único lugar, y que se hiciera visible la seca, habiendo sido antes invisible. Hecha la tierra visible, todavía era informe. Entonces Dios le dio forma y la adornó con toda clase de hierbas, semillas y plantas.

XIV
Las semillas, símbolo de la resurrección

Por lo demás, observa la diversidad, la variada hermosura y la cantidad que hay en estas cosas, y cómo por ellas se muestra la resurrección, para prueba de la futura resurrección de todos los hombres. Porque ¿quién no se maravillará al considerar cómo de una pepita de higo nace una higuera, o que de las demás semillas minúsculas crezcan árboles inmensos?

Nos decimos también que el mundo tiene semejanza con el mar. Como el mar, si no fuera por la afluencia de los ríos y fuentes que le suministran alimento ya se hubiera secado hace tiempo por causa de su propia salinidad, de la misma manera el mundo ya hubiera fenecido a causa del mal y pecado que en él se multiplican, si no hubiera recibido la ley de Dios y los profetas, que hacen correr fuentes de dulzura, de misericordia, de justicia, y la enseñanza de los santos mandamientos de Dios.

Y como en el mar hay islas que son habitables, regadas y fértiles, que tienen bahías y puertos para que tengan refugio los alcanzados por tormentas, de la misma manera Dios, al mundo atormentado y agitado por olas de pecado, le dio las congregaciones, llamadas iglesias santas, en las cuales, como en los puertos acogedores de las islas, están las enseñanzas de la verdad, en las que se refugian los que se quieren salvar, convertidos en amantes de la verdad y decididos a huir de la cólera y juicio de Dios.

Como a su vez hay otras islas que son rocosas, secas, estériles, con animales salvajes e inhabitables, para daño de navegantes y náufragos, en las que encallan las naves y en las que perecen los que allí descienden, de la misma manera existe la enseñanza del error, me refiero a la de las sectas (lit.: herejías), que destruyen a los que ingresan en ellas. No se conducen según la palabra de la verdad, sino que, como piratas, una vez llenas las naves las encallan en los lugares mencionados para destruirlas, así ocurre con los que se extravían de la verdad y son destruidos por el error.

XV
En el cuarto día, Dios creó las luminarias

En el cuarto día se hicieron las luminarias (cf. Gn 1,14). Como Dios sabe las cosas de antemano, conocía las tonterías de los vanos filósofos que habrían de decir, para eliminar a Dios, que las cosas de la tierra se producen a partir de los elementos. Entonces, para que la verdad quedara en evidencia, fueron creadas las plantas y semillas antes que los elementos, pues lo hecho posteriormente no puede producir lo que es hecho con anterioridad. Estas cosas contienen la prueba y el símbolo de un gran misterio.

En efecto, el sol es símbolo de Dios y la luna del hombre. Y como el sol difiere mucho de la luna en poder y gloria, así mucho difiere Dios de la humanidad; y como el sol permanece lleno todo el tiempo sin padecer disminución, así Dios permanece perfecto todo el tiempo, lleno de todo poder y de saber, de sabiduría y de inmortalidad y de todos los bienes. La luna, en cambio, símbolo del hombre, perece cada mes y a su manera muere, y después vuelve a nacer y crece como prueba de la futura resurrección.

Igualmente, los tres días que preceden a la producción de las luminarias son símbolo de la tríada de Dios y su Verbo y su Sabiduría. En cuarto lugar está el hombre, que necesita de la luz, de modo que hay Dios, Verbo, Sabiduría, Hombre. Por eso las luminarias fueron creadas en el cuarto día.

La disposición de los astros refleja la economía y el orden de los justos y piadosos y de los que guardan la ley y los mandamientos de Dios. Los astros visibles y brillantes están para representación de los profetas, por eso permanecen sin desviación y no cambian de un lugar a otro. Los que están en segundo lugar en el brillo son símbolos del pueblo de justos. Los que cambian y huyen de un lugar a otro, llamados también planetas, son también símbolo de los hombres que se apartan de Dios, abandonando la ley y sus disposiciones.

XVI
El quinto día de la creación

En el quinto día fueron hechos los animales de las aguas (cf. Gn 1,20-21), por los cuales y en los cuales se muestra la multiforme sabiduría de Dios. Porque ¿quién sería capaz de enumerar su cantidad y la inmensa variedad de sus especies? Además, lo que fue hecho de las aguas fue bendecido por Dios, para que ello sirviera de prueba de la futura recepción, por parte de los hombres, del arrepentimiento y remisión los pecados por el agua y el baño de regeneración (cf. Tt 3,5), para todos los que se acercan a la verdad, renacen y reciben la bendición de Dios.

Por otra parte, también los cetáceos y las aves carnívoras tienen semejanza con los avaros y transgresores. Así también, entre los anímales acuáticos y las aves que provienen de la misma naturaleza, algunos permanecen en lo que es conforme a la naturaleza, sin injuriar a los más débiles, y, por el contrario, guardan la ley de Dios y comen de las semillas de la tierra, otros de entre ellos transgreden la ley de Dios comiendo carne e injurian a los más débiles. De la misma manera los justos que guardan la ley de Dios no muerden ni injurian a nadie y viven santa y dignamente, mientras que los fraudulentos, asesinos y ateos se parecen a los cetáceos, fieras y aves carnívoras: a su manera se tragan a los más débiles.

Por otra parte, la especie de los acuáticos y reptiles no posee nada propio, si bien participan de la bendición de Dios.

XVII
El sexto día de la creación

En el sexto día, aún haciendo Dios los cuadrúpedos, las fieras y los reptiles de tierra (cf. Gn 1,24-25), calla la bendición para ellos y reserva la bendición para el hombre, que había de hacer en el sexto día. Al mismo tiempo los cuadrúpedos y fieras se convirtieron en símbolos de algunos hombres que desconocen a Dios y son impíos, que piensan cosas terrestres y no se convierten. Porque los que se apartan de sus faltas y viven justamente, vuelan con el alma como aves pensando en las cosas de arriba y agradando a la voluntad de Dios (cf. Platón, Fedro, 246b). Los impíos, que desconocen a Dios, son semejantes a las aves que teniendo alas no pueden volar ni pueden remontarse a lo alto de la divinidad. Así, éstos se llaman hombres pero piensan cosas bajas y terrestres, cargados por sus pecados.

En cuanto a las fieras, son animales llamados así porque son cazados, no porque desde el principio fueran hechos malos o venenosos, pues nada malo desde el principio es hecho por Dios, sino todas las cosas bellas y muy bellas (Gn 1,31), las mismas cosas que fueron llevadas al mal por el pecado del hombre. Siendo transgresor el hombre, ellas también transgredieron con él. Como cuando el señor de la casa se porta bien, necesariamente los domésticos viven ordenadamente, pero si el señor peca, también los sirvientes pecan con él; de la misma manera, al pecar el hombre, que es el señor, también sus sirvientes pecaron con él. Y cuando el hombre retorne, como antes, al acuerdo con la naturaleza y no obre el mal, también aquellos serán restablecidos en la mansedumbre del principio (cf. Is 65,25).

XVIII
La enseñanza antropológica de los autores sagrados

En cuanto a la creación del hombre, su formación es inexpresable al modo humano, si bien la escritura sagrada contiene un sumario de su narración. Porque el hecho de que Dios diga: "Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra" (Gn 1,26), da a entender ante todo la dignidad del hombre. Pues habiendo hecho por su Verbo todas las cosas (cf. Jn 1,3), las consideró Dios accesorias y solo consideró que la creación del hombre era obra digna de sus propias manos.

Además, se encuentra Dios como si necesitara de ayuda al decir hagamos al hombre a imagen y semejanza. Pero a ningún otro dijo hagamos sino a su propio Verbo y a su propia Sabiduría. Habiéndolo hecho y bendecido para que se multiplicara y llenara la tierra, sometió todas las cosas bajo su mano y servidumbre, y le ordenó se alimentara desde el principio de los frutos de la tierra, de las semillas, hierbas y plantas, y al mismo tiempo ordenó que los animales fueran comensales del hombre, de modo que ellos se alimenten de todas las semillas de la tierra.

XIX
El séptimo día de la creación

Así, acabado que hubo Dios en el día sexto el cielo, la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, descansó el día séptimo de todas las obras suyas que hiciera (Gn 2,1-2). Seguidamente recapitula así la escritura sagrada: "Este es el libro del origen del cielo y de la tierra, cuando fue el día en que Dios hizo el cielo y la tierra, y toda verdura del campo antes de nacer y toda hierba del campo antes de germinar, pues no había hecho llover Dios sobre la tierra, ni existía el hombre para trabajar la tierra" (Gn 2,4-5). Con esto nos dio a entender que toda la tierra era regada en aquella ocasión por una fuente divina y no tenía el hombre necesidad de trabajarla, sino que la tierra brotaba todas las cosas espontáneamente según el mandato de Dios, para que no se fatigara el hombre trabajándola.

Para mostrarnos la formación y que no pareciera un problema insoluble a los hombres haber dicho Dios "hagamos al hombre" (Gn 1,26) sin que su creación se hubiera manifestado, la escritura nos enseña diciendo: "Una fuente ascendía de la tierra y regaba toda la faz de la tierra, y formó Dios al hombre del polvo de la tierra y le insufló en su rostro aliento de vida y fue hecho el hombre alma viviente" (Gn 2,6-7). Por eso el alma es llamada inmortal por la mayoría (cf. Platón, Fedro, 245c). Y después de haber formado al hombre, Dios le escogió un lugar en las regiones orientales, distinguido por su luz, brillante por el aire más resplandeciente, con las plantas más hermosas, en el que puso al hombre.

XX
Narración bíblica de la plantación del jardín

La Escritura hace el relato de la sagrada historia de la siguiente manera:

"Plantó Dios un jardín en Edén, al Oriente, y puso allí al hombre que formara. E hizo Dios brotar todavía de la tierra todo árbol, hermoso para ver y bueno para comer, y el árbol de la vida en medio del jardín y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Y de Edén salía un río para regar el jardín y de allí se dividía en cuatro brazos. El uno se llama Pisón, éste es el que rodea toda la tierra de Evilat, donde se da el oro. El oro de aquella tierra es bueno, y allí se da también la piedra negra y la piedra ónix. El nombre del segundo río es Geón. Éste rodea toda la tierra de Etiopía. Y el tercer río es el Tigris, que corre frente a los asirios. Y el cuarto río es el Eufrates. Tomó el Señor Dios al hombre a quien formara y le puso en el jardín para trabajarlo y guardarlo. Y le dio Dios mandato a Adán diciendo: "De todo árbol del jardín comerás; pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, de muerte morirás". Y dijo el Señor Dios: "No es bueno que el hombre esté solo, hagámosle una ayuda como él". Dios plasmó todavía de la tierra todas las fieras del campo y todas las aves del cielo, y las presentó a Adán. El nombre con que Adán llamó a toda alma viviente, éste es su nombre. Adán les puso nombres a todas las bestias a todas las aves del cielo y a todas las fieras del campo; pero para Adán no se halló ayuda semejante a él Echó Dios sobre Adán éxtasis y sueño, tomó una de sus costillas y rellenó el hueco de carne; y construyó el señor Dios la costilla, que tomara de Adán, en mujer, y se la presentó a Adán. Y dijo Adán: "Esto sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne"; esta, se llama mujer, porque del hombre fue tomada. Por eso, abandonará el hombre a su padre y a su madre y se juntará a su mujer y serán los dos una sola carne. Estaban los dos desnudos, Adán y su mujer, y no sentían vergüenza" (Gn 2,8-25).

XXI
La desobediencia del hombre

Tras lo cual, continúa diciendo:

"Pero la serpiente era la más astuta de las fieras todas sobre la tierra, que el señor Dios hiciera. Y le dijo la serpiente a la mujer: "¿Cómo es que Dios dijo no coman de todo árbol del jardín?". Dijo la mujer a la serpiente: "De todo árbol del jardín comemos, pero del fruto del árbol que está en medio del jardín, nos dijo Dios: No coman de él ni le toquen, para que no mueran". Y dijo la serpiente a la mujer: "No morirán de muerte. Es que sabía Dios que el día en que comieren de él se les abrirán los ojos, y serán como dioses, conociendo el bien y el mal". La mujer vio que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos para ver y hermoso para entender, y tomando de su fruto, comió y dio a su hombre con ella, comieron y se les abrieron a los dos los ojos, se dieron cuenta de que estaban desnudos, tomaron hojas de higuera y se hicieron cinturones. Y oyeron la voz del señor Dios, que se paseaba por el jardín después de mediodía, y Adán y su mujer se escondieron de la faz de Dios en medio del árbol del jardín. Llamó el señor Dios a Adán y le dijo: "¿Dónde estás?". Le respondió Adán: "Oí tu voz en el jardín y temí, pues estaba desnudo y me escondí". Dios le dijo: "¿Quién te anunció que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del único árbol que te mandé no comieras?". Dijo Adán: "La mujer que me diste, ella me dio del árbol y comí". Dijo Dios a la mujer: "¿Por qué hiciste eso?". Y respondió la mujer: "La serpiente me engañó y comí". Dijo el señor Dios a la serpiente: "Porque hiciste eso, maldita tú entre todas las fieras de la tierra. Sobre tu pecho y sobre tu vientre caminarás, comerás tierra todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu semilla y la semilla suya. Esta te acechará a tu cabeza y tú le acecharás a su talón". Y dijo a la mujer: "Multiplicando multiplicaré tus tristezas y tu gemido; en tristeza darás a luz tus hijos, retornarás a tu hombre y él te dominará". A Adán le dijo: "Porque oíste la voz de tu mujer y comiste del único árbol que te mandé no comieras, maldita la tierra en tus trabajos, en tristeza la comerás todos los días de tu vida, espinas y cardos te producirá y comerás la hierba del campo. En el sudor de tu rostro comerás tu pan hasta que vuelvas a la tierra donde fuiste tomado, porque tierra eres y a la tierra volverás" (Gn 3,1-19).

De esta manera se cierra el relato de la Santa Escritura sobre la historia del hombre y del jardín.

XXII
Dios no camina en el jardín, ni habla con voz humana

Ahora, pues, me dirás: "Tú dices que no se debe circunscribir a Dios en un lugar, y ¿cómo entonces dices que él caminaba en el jardín?". Escucha mi respuesta. En efecto, el Dios y Padre de todas las cosas es inabarcable y no se encuentra en ningún lugar. Pues, no hay lugar de su descanso (Is 66,1). Pero su Verbo, por el que hizo todas las cosas, que es potencia y sabiduría suya, tomando el rostro del Padre y Señor del universo, fue Él que se presentó en el jardín en rostro de Dios y conversa con Adán.

Así, pues, la misma Escritura Divina nos enseña que Adán dijo haber oído la voz. ¿Qué otra voz es esta sino el Verbo de Dios, que es también su hijo? Y no como dicen los poetas y mitógrafos, que nacen hijos de un dios por copulación, sino como la verdad explica que el Verbo está siempre inmanente en el corazón de Dios. Pues antes de que algo se creara, a Éste tenía por consejero, como mente y pensamiento suyo que era. Y cuando Dios quiso hacer cuanto había deliberado, engendró a este Verbo proferido, primogénito de toda creación (cf. Col 1,15), no vaciándose de su Verbo sino engendrando el Verbo, y conversando siempre con el Verbo.

De aquí que nos enseñan las Sagradas Escrituras y todos los inspirados por el espíritu, de entre los cuales Juan dice: "En el principio era el Verbo y el Verbo era ante Dios" (Jn 1,1), mostrando que en los comienzos era Dios solo y en Él el Verbo. Dice después: "Dios era el Verbo: todas las cosas fueron hechas por él y sin él nada se hizo" (Jn 1,1-3). Siendo entonces el Verbo Dios y nacido de Dios, cuando el Padre de todas las cosas quiere lo envía a algún lugar, Él se hace presente, es escuchado y visto, enviado por el mismo, y se encuentra en un lugar.

XXIII
Las consecuencias de la desobediencia para el hombre y la mujer

Así, pues, Dios hizo al hombre en el sexto día, pero manifestó su formación después del séptimo día, cuando hizo también el jardín, para que estuviera en un lugar mejor y en un sitio especial. Que esto sea verdad, lo muestran los mismos hechos. Pues, ¿cómo no considerar los dolores que las mujeres sufren en el parto, y cómo después dejan el trabajo en el olvido, para que se cumpla el mandato de Dios que el género de los hombres crezca y se multiplique (Gn 3,16 y 1,28)? ¿Cómo no considerar la condena de la serpiente, que nos resulta odiosa por su reptar sobre el vientre y comer tierra, para que también esto sea demostración de lo dicho anteriormente?

XXIV
El hombre no fue hecho ni del todo mortal ni completamente inmortal, sino capaz de ambas cosas

"Dios hizo brotar todavía de la tierra todo árbol, hermoso para ver y bueno para comer" (Gn 2,9). Porque en los comienzos sólo había lo que fue creado en el día tercero: plantas, semillas y hierbas. Pero lo del jardín nació con especial belleza y hermosura, como que se llama plantación plantada por Dios. En cuanto al resto de las plantas, son semejantes a las que tiene el mundo. Pero los dos árboles, el de la vida y el de la ciencia, no los tiene otra tierra sino que están solamente en el jardín.

Que el jardín es tierra y que está plantado en la tierra, lo dice la escritura: "Plantó Dios un jardín en Edén al Oriente, y puso allí al hombre e hizo Dios brotar todavía de la tierra todo árbol hermoso para ver y bueno para comer" (Gn 2,8-9). Ahora bien, "con todavía de la tierra y al Oriente" la divina escritura nos enseña claramente que el jardín está bajo este cielo, bajo el que se hallan el Oriente y la tierra. El término Edén, en hebreo significa "delicia".

También indica que de Edén salía un río para regar el jardín, y que desde allí se dividía en cuatro brazos (Gn 2,10-14). Dos de ellos, llamados Pisón y Geón, riegan las partes orientales, especialmente el Geón que riega toda la tierra de Etiopía, y que dicen que aparecen en Egipto con el nombre de Nilo (cf. Jr 2,18; Eclo 24,27). Los otros dos ríos, llamados Tigris y Eufrates, son bien conocidos por nosotros, pues se avecinan hasta nuestras regiones.

Una vez que Dios puso al hombre en el jardín para que lo trabajara y guardara, como ya dijimos, le mandó comer de todos los frutos (cf. Gn 2,10-14), evidentemente también del árbol de la vida, y sólo del árbol de la ciencia le ordenó que no gustara (Gn 2,15-16). Dios lo trasladó al jardín desde la tierra de la que había sido hecho, otorgándole una tendencia de progreso, para que, creciendo y llegando a ser perfecto y hasta declarado dios, subiera así al cielo, teniendo eternidad.

Pues el hombre fue hecho intermedio, ni del todo mortal ni completamente inmortal, capaz de ambas cosas; así como su lugar el jardín, en cuanto a su belleza, fue hecho intermedio entre el mundo y el cielo. 8. Al decir "trabajar" no señala otro trabajo sino el de guardar el mandato de Dios, para no perderse a sí mismo al desobedecerlo, como en efecto se perdió por el pecado.

XXV
La desobediencia produce la muerte

El mismo árbol de la ciencia era bueno, y bueno era su fruto. Porque no fue el árbol el que trajo muerte, como algunos piensan, sino la desobediencia. Porque en el fruto no había otra cosa más que ciencia, y la ciencia es buena si se la usa apropiadamente. Y es que por su edad, este Adán era todavía un niño y por eso no podía recibir de modo digno la ciencia. Aun ahora, cuando nace un niño, no puede comer pan inmediatamente, sino que primero se alimenta de leche y después, conforme adelanta en edad, pasa al alimento sólido.

De la misma manera ocurrió con Adán. Pues no fue por envidia, como piensan algunos, que Dios le prohibió comer de la ciencia. Además quería probarlo, si era obediente a su mandato. Al mismo tiempo quería que el hombre permaneciera el mayor tiempo posible en su infancia, simple e inocente. Porque es cosa santa, no solamente ante Dios sino también ante los hombres, someterse a los padres en simplicidad y sin malicia. Y si los hijos deben someterse a los padres, ¿cuánto más al Dios y Padre del Universo? Además, es indecoroso que los hijos pequeños tengan pensamientos por encima de su edad. Pues así como cada uno crece en la edad según un orden, así en el modo de pensar.

Por otra parte, si una ley manda abstenerse de algo y alguien no obedece, es evidente que no es la ley la que trae el castigo, sino la transgresión y la desobediencia. Si un padre ordena a su propio hijo que se abstenga de ciertas cosas y no obedece al mandato paterno, es azotado y recibe castigos por causa de la desobediencia. Pero la cuestión aquí no son los golpes, sino que es la desobediencia la que se gana maltratos para el desobediente. Así la desobediencia ganó para el primer formado que él fuera expulsado del jardín. No porque el árbol de la ciencia tuviera algo malo, sino porque el hombre, por la desobediencia, hizo proliferar el trabajo, el dolor, la tristeza, y al fin cayó bajo la muerte.

XXVI
El hombre será puesto nuevamente en el jardín en la resurrección

También Dios otorgó un gran beneficio al hombre, el que no permaneciera para siempre en pecado, sino que lo expulsó del jardín, a semejanza en cierto modo de un destierro, para que en un tiempo determinado pagara el pecado mediante el castigo, y así, educado, fuera otra vez llamado. De ahí que formado el hombre en este mundo, a modo de misterio se escribe en el Génesis (cf. Gn 2,8 y 2,15), como si hubiera sido puesto dos veces en el jardín. Para que esto se cumpliera, una vez fue puesto allí; la segunda se cumpliría con la resurrección y el juicio.

Y no sólo esto, sino que, como un vaso después de formado, si tuviere un defecto se lo vuelve a fundir o a modelar para que resulte nuevo e íntegro, así sucede también con el hombre por la muerte, virtualmente se lo hace pedazos para que se encuentre sano en la resurrección, es decir, limpio, justo e inmortal. En cuanto a que Dios llame y diga: "Adán, ¿dónde estás?" (Gn 3,9), no lo hacía Dios porque ignorara, sino por ser magnánimo le daba oportunidad de arrepentimiento y de confesión.

XXVII
Dios hace al hombre capaz de mortalidad e inmortalidad

Pero se nos dirá: ¿No fue hecho el hombre mortal por naturaleza? De ninguna manera. Entonces, ¿inmortal? Tampoco decimos eso. Pero se dirá, ¿entonces no fue hecho nada? Tampoco decimos eso. Porque por naturaleza no fue hecho ni mortal ni inmortal. Si desde el principio le hubiera creado inmortal, le hubiera creado dios.

Por otra parte, si le hubiera creado mortal, hubiera parecido ser Dios causa de su muerte. Entonces no lo creó inmortal ni mortal, sino, como anteriormente dijimos, capaz de ambas cosas: si se desplaza hacia las cosas de la inmortalidad guardando el mandamiento de Dios, recibirá de él la inmortalidad como premio y llegaría a ser dios; pero si se inclina hacia las cosas de la muerte desobedeciendo a Dios, sería él mismo la causa de la muerte. Pues Dios creó al hombre libre y dueño de sí.

Así pues, lo que el hombre se ganó por su negligencia y desobediencia, Dios se lo regala ahora por su propia filantropía y misericordia, cuando el hombre le obedece. Así como desobedeciendo se atrajo el hombre la muerte, de la misma manera, obedeciendo a la voluntad de Dios, el que quiera puede ganarse para sí la vida eterna. Pues Dios nos dio la ley y mandamientos santos, y todo el que los cumpla puede salvarse y alcanzada la resurrección heredar la incorrupción (cf. 1Cor 15,50).

XXVIII
Dios creó a Adán y a Eva contemporáneamente

Expulsado Adán del jardín, así fue como conoció a Eva su mujer, que Dios había creado de su costilla, para ser su mujer. Y esto no porque no pudiera formar a su mujer individualmente, sino porque Dios sabía de antemano que los hombres habrían de nombrar multitud de dioses. Presciente como es, y viendo que el error nombraría, a través de la serpiente, multitud de dioses inexistentes (porque aunque hay un único Dios, ya desde entonces el error meditaba en diseminar multitud de dioses al decir: "Serán como dioses"; Gn 3,5), y para que no se supusiera que un dios creó al varón y otro a la mujer, hizo a los dos justamente. Más aún, para mostrar el misterio de la monarquía que corresponde a Dios, hizo Dios a la mujer al mismo tiempo, para que se diera mayor benevolencia hacia ella.

Ahora bien, después que Adán dijera a Eva: "Esto si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2,23), profetizó además diciendo: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una carne" (Gn 2,24). Lo mismo que efectivamente se muestra cumplirse en nosotros mismos. Porque ¿quién casado legítimamente no desprecia a su madre y a su padre, a toda la parentela y a todos los familiares, unido y atado a su mujer, a la que favorece por encima de todo? De ahí que con frecuencia algunos han padecido hasta la muerte por sus propias esposas.

A esta Eva, por haberse extraviado desde el principio por la serpiente y haberse convertido en introductora del pecado, el demonio maléfico, llamado también Satanás, que fuera el que le había hablado a través de la serpiente, le invoca llamándola; "¡Eva!", cuando actúa hasta el presente en los hombres poseídos por él. El demonio es llamado también dragón, por haberse escapado de Dios, habiendo sido un ángel en los comienzos. Mucho habría para decir sobre éste; de ahí que ahora pasemos por alto su explicación, y más habiendo tratado el tema en otro lugar.

XXIX
Caín y Abel

"Al conocer Adán a su mujer Eva, esta concibió y parió un hijo, por nombre Caín. Y dijo: "He tenido un hombre por Dios". Dio a luz por segunda vez un hijo, por nombre Abel, que comenzó a ser pastor de ovejas, mientras Caín cultivaba la tierra" (Gn 4,1-2). Ahora bien, la historia de ellos es extensa, y también la disposición de la exégesis. Por ello, el mismo libro titulado Génesis del Mundo, puede ilustrar a los estudiosos de la historia más rigurosamente.

Como Satanás viera que Adán y Eva no sólo vivían sino que también engendraban hijos, llevado de la envidia por no haber sido capaz de darles muerte y como viera que Abel era agradable a Dios (Gn 4,4-5), obrando sobre su hermano llamado Caín hizo que este hermano matara a Abel (Gn 4,8). De este modo tuvo principio la muerte en este mundo, abriéndose camino hasta el presente en todo el género humano.

Mas Dios, misericordioso como es y queriendo ofrecer a Caín, como antes a Adán, una oportunidad de arrepentimiento y confesión, dijo: "Abel, ¿dónde está tu hermano?". Y Caín, en rebeldía contra Dios respondió diciendo: "No sé. ¿Acaso soy yo guardián de mi hermano?". Entonces irritado Dios contra él dijo: "¿Por qué has hecho esto? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Y ahora, maldito tú de la tierra, que se abrió para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Gimiendo y temblando estarás en la tierra" (Gn 4,9-12). Por eso desde entonces temerosa la tierra no recibe sangre de ningún hombre, ni de animal alguno. Así se hace evidente que no es ella la culpable, sino el hombre transgresor.

XXX
Descendencia de Set y origen de las ciudades

El mismo Caín tuvo entonces un hijo de nombre Enoc. Y edificó una ciudad a la que llamó con el nombre de su hijo Enoc (Gn 4,17). Desde entonces tuvo principio la edificación de ciudades, y esto antes del diluvio, no como miente Homero diciendo: "No se había construido todavía ciudad de míseros hombres" (Homero, Ilíada, XX, 216-217).

A Enoc le nació un hijo de nombre Gaidad. Que engendró al llamado Meel, y Meel a Matusala, y Matusala a Lamec. Lamec tomó para sí dos mujeres, cuyos nombres eran Ada y Sela (Gn 4,18-19). Desde entonces tuvo principio la poligamia y también la música. A Lamec le nacieron tres hijos, Obel, Jubal, Tobel. Entonces Obel se convirtió en varón que vive en tiendas pastando animales, Juval es el que inventó el salterio y la cítara, Tobel se hizo herrero, forjador de bronce y de hierro (Gn 4,20-22). Hasta aquí llega el catálogo de la descendencia de Caín; por lo demás la semilla de su genealogía queda en el olvido, por haber matado a su propio hermano.

En lugar de Abel concedió Dios a Eva concebir y parir un hijo, que fue llamado Set (Gn 4,25), de quien viene el resto del género humano hasta el presente. A los interesados y estudiosos sobre la totalidad de las generaciones, es fácil mostrárselas por las santas escrituras. También, como hemos dicho anteriormente, en parte hemos tratado en otra obra el orden de las genealogías, en el libro primero Sobre las Historias.

Todas estas cosas nos las enseña el santo Espíritu, el que viene a través de Moisés y de los demás profetas, de tal manera que en lo que respecta a los escritos de nosotros, adoradores de Dios, se muestra que no solamente son más antiguos sino también más verdaderos que los de todos los escritores y poetas. Así, algunos sostienen la tontería de que fue Apolo el inventor de la música, otros que Orfeo inventó la música tomándola del canto de las aves. Pero es evidente que su discurso es vacío y vano. En efecto, ellos existieron muchos años después del diluvio. En lo referente a Noé, que por algunos es llamado Deucalión (cf. Filón de Alejandría, Premios y Castigos, 23; Alegoría de la Luz, 3,77; Sobre Abraham, 27; Cuestiones del Génesis, I,87; Justino, Segunda Apología, VI, 2), lo hemos tratado en el libro que hemos mencionado, y si te place, tú mismo puedes tenerlo.

XXXI
Ciudades que se edificaron después del diluvio

Después del diluvio se dio nuevamente principio a las ciudades y reyes del modo siguiente. La primera ciudad fue Babilonia, después Orec, Arcat y Calana en la tierra de Senaar. Tuvieron un rey por nombre Nehrod. De ellos salió uno por nombre Asur, de donde toman el nombre los asirios. Nehrod edificó las ciudades de Nínive, Roboón, Calac y Dasén, ésta entre Nínive y Calac. Nínive fue en los comienzos una gran ciudad. Otro hijo de Sem, hijo de Noé, por nombre Mestrain, engendró a los Luduim, a los llamados Enemiguim, a los Labieim, a los Neftalim, a los Patrosonim y a los Caslonim, de donde salió Filistiim (Gn 10,10-14).

De los tres hijos de Noé, de sus realizaciones y genealogía, hicimos un catálogo en el libro previamente citado. Ahora recordaremos las cosas omitidas sobre ciudades y reyes, así como los sucesos de cuando había un solo labio y una sola lengua. Antes de que se dividieran las lenguas, existieron las ciudades antes mencionadas. Y cuando estaban por dividirse, por propia por cuenta y no según Dios, decidieron edificar una ciudad y una torre cuya cúspide llegara hasta el cielo, y así darse a sí mismos un nombre de gloria (Gn 11,4). Como se atrevieron hacer una obra tan grande contra la decisión de Dios, Dios les derrumbó la ciudad y arrasó la torre. Desde entonces separó las lenguas de los hombres dándole a cada uno un dialecto diverso (Gn 11,7-8).

Así lo indicó la sibila, al anunciar la ira que habría de venir al mundo (Oráculos Sibilinos, VIII, 1). Dijo: "Cuando del Dios grande se cumplan las amenazas, que fulminó contra los mortales que construían la torre, en la región de Asiria. De una voz eran todos, y quisieron subir al cielo estrellado. Al punto el inmortal impuso gran necesidad a los aires. Entonces los vientos la gran torre elevada derribaron y produjeron contienda entre mortales. Apenas caída la torre, las lenguas de los hombres se dividieron en muchos dialectos de mortales" (Oráculos Sibilinos, III, 97-103; III, 105; VIII, 5). Y lo que sigue.

Esto sucedió en tierra de los caldeos (Gn 11,31). En la tierra de Canaán hubo una ciudad por nombre Carrán. En estos tiempos, el primer rey de Egipto fue el faraón, que se llamó también Necaot, según los egipcios. Y así fueron los demás reyes en adelante. En la tierra de Senaar, entre los llamados caldeos, el primer rey fue Arioc. Después de éste, otro fue Elasar (cf. Gn 14,1) y después de éste Codolagomor, rey de Elam, y después de este Targal, rey de los pueblos que se llaman asirios (Gn 14,1).

Otras cinco ciudades hubo en la parte de Cam, hijo de Noé. La primera, la llamada Sodoma, luego Gomorra, Adama, Sebón y Balac, llamada también Segor. Los nombres de sus reyes son estos: "Balas rey de Sodoma, Himor rey de Seboín, Balac rey de Segor, la que también se llama Balac" (Gn 14,2). Estos estuvieron sometidos a Codolagomor, rey de los asirios, durante doce años, y en el año trece se separaron de Codolagomor. Y así sucedió que los cuatro reyes de los asirios hicieron la guerra contra los cinco reyes (Gn 14,3-4). Este fue el principio de las guerras sobre la tierra. "Y derrotaron a los gigantes Caranaín y juntamente con ellos a naciones fuertes, a los Ommeos en la misma ciudad y a los Correos en los montes llamados Seir, hasta la ciudad llamada Terebinto de Farán, que está en el desierto" (Gn 14,5-6).

En aquel mismo tiempo había un rey justo, de nombre Melquisedec, en la ciudad de Salem, la que se llama ahora Hierosólima. Este fue el primero de todos los sacerdotes de Dios altísimo, y de este tomó el nombre la ciudad de Jerusalén (Gn 14,18), la que antes hemos llamado Hierosólima. Después de éste, se ve que hubo sacerdotes por toda la tierra. Después de él reinó Abimelec en Gerara, luego otro Abimelec. Luego reinó Efrón, apodado también Queteo (Gn 20,2; 26,1).

Estos son los nombres de los que por primero llegaron a ser reyes. Los demás reyes de los asirios, que vinieron muchos años después, quedaron en silencio en los registros. De los tiempos más recientes respecto de nosotros se recuerdan los que fueron reyes, de los asirios, Teglafasar, después de éste Salamanasar, después Senacarim. Triarca de éste fue Adramalec el Etíope (cf. 2Re 17,4), que reinó también en Egipto. Si bien estas cosas, en comparación con nuestros libros, son del todo recientes.

XXXII
La población de la tierra

De aquí pues pueden juzgar las historias los estudiosos y amantes de la antigüedad, a ver si es reciente lo que decimos nosotros con los santos profetas. Porque en los comienzos eran pocos los hombres que existían en la tierra de Arabia y de Caldea, y después de la división de sus lenguas comenzaron paulatinamente a multiplicarse y crecer sobre toda la tierra.

Así, algunos se inclinaron a habitar el Oriente, otros las partes del gran continente Europa (cf. Estrabón, Geográfica, IV, 42) y las del norte, de modo que se extendieron hasta la Bretaña en las regiones árticas, otros hacia la tierra de Canaán, llamada también Judea y Fenicia, y a las partes de Etiopía, Egipto y Libia, y a las partes llamadas tórridas y también hasta las regiones que se extienden al Occidente; los restantes habitaron los lugares desde la costa y de Pamfilia, el Asia, la Hélade, la Macedonia, y más allá Italia, y las llamadas Galias, Españas y Germanias, de modo que ahora la misma tierra está toda ocupada por habitantes. Así pues, como desde el principio el poblamiento de la tierra por los hombres se había hecho de modo triple, en el Oriente, en el Mediodía y en Occidente, las restantes partes de la tierra fueron habitadas posteriormente en cuanto aumentaba el número de los hombres.

Sin considerar estas cosas, los escritores quieren afirmar que el mundo es esférico y comparable con un cubo (cf. Aristóteles, Sobre el Cielo, 285). Pero ¿cómo pueden decir verdad en esto, cuando ignoran la creación del mundo y su poblamiento? Aumentando y creciendo paulatinamente los hombres sobre la tierra, como hemos dicho, del mismo modo fueron también habitadas las islas del mar y las demás regiones.

XXXIII
Comparación de las dos historias

Ahora bien, ¿quién de los llamados sabios o poetas o historiadores fue capaz de decir la verdad en estas cosas, cuando son ellos muy posteriores e introducen una multitud de dioses, los cuales nacieron también después de muchos años de que existieran las ciudades, que son posteriores a los reyes, a los pueblos y a las guerras?

Deberían, por tanto, haber recordado todo, aun lo sucedido antes del diluvio, y tanto los profetas de los egipcios y caldeos como los otros escritores deberían haberse expresado con precisión sobre el origen del mundo, la creación del hombre y sobre los acontecimientos que siguieron, si es que hablaban por espíritu divino y puro, y si es que era verdad lo que ellos anunciaban. Deberían preanunciar no solamente lo ya pasado o lo presente, sino también las cosas que han de ocurrir en el mundo.

En ello se muestra que todos los demás están en el error y que solo los cristianos poseemos verdad, como que somos enseñados por el Espíritu santo, que nos ha hablado por los santos profetas y que nos anuncia todo de antemano.

XXXIV
Dios dio a la humanidad una ley y a los profetas, para salvarla

Por lo demás, trata de escrutar con devoción las cosas de Dios, es decir, lo que ha sido dicho por los profetas, a fin de que, comparando lo que nosotros decimos y lo que dicen los otros, puedas encontrar la verdad. Que ante ellos mismos los nombres de los llamados dioses aparecen como nombres de hombres, como señalamos más arriba, lo demostramos con las mismas historias que escribieron. Las imágenes de aquellos, que hasta el día de hoy son continuamente modeladas, son ídolos, obra de manos de hombre (Sal 113,12). A tales adora la multitud de hombres vanos, mientras rechazan al hacedor y artífice del universo que nutre todo aliento, dejándose convencer por las vanas doctrinas que les vienen del error trasmitido por la insensata opinión de los padres.

En cambio, Dios padre y creador del universo no abandonó la humanidad, sino que le dio una ley y envió santos profetas para anunciar y enseñar al género humano, a fin de que cada uno de nosotros fuera temperante y reconociera que hay un solo Dios. Ellos nos enseñaron también a abstenernos de la ilícita idolatría, del adulterio, del asesinato, de la fornicación, del robo, de la avaricia, del falso juramento, de la ira y de toda lascivia e impureza, y que todo lo que el hombre quiere que no le hagan a él, no se lo haga él a nadie (cf. Mt 7,12; Tb 4,15), y así, el que practique la justicia escape a los castigos eternos y se haga digno de la vida eterna que viene de Dios.

XXXV
La enseñanza moral de los profetas

Ahora bien, la ley divina no solo prohíbe adorar a los ídolos sino también a los elementos, al sol, a la luna y a los demás astros; y rendir culto al cielo o a la tierra, al mar o a las fuentes o a los ríos (cf. Ex 20,5; Dt 4,19; 5,9). Se debe adorar al único Dios existente y hacedor del universo, en santidad de corazón y sincero pensar. Por eso dice la ley santa: "No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no darás falso testimonio, no desearás la mujer de tu prójimo" (cf. Dt 5,17-20; Ex 20,13-17). Y lo mismo, los profetas. Salomón nos enseñó que no pequemos ni por señas, diciendo: "Que tus ojos miren recto y que tus párpados guiñen lo justo" (Pr 4,25).

Oseas, que es también profeta, dice sobre la monarquía de Dios: "Este es el Dios de ustedes, el que afirmó el cielo y fundó la tierra, cuyas manos mostraron todo el ejército del cielo, y no los mostró para que ustedes marcharán tras ellos" (Os 13,14).

El mismo Isaías dice: "Así dice el Señor Dios, el que afirmó el cielo y puso los fundamentos de la tierra y de lo que hay en ella, dio el aliento al pueblo que está en ella y espíritu a los que la pisan: este es el Señor su Dios" (Is 42,5-6a). Y nuevamente por el mismo: "Yo, dice, hice la tierra y al hombre sobre ella, yo con mi mano afirmé el cielo" (Is 45,12). Y en otro capítulo: "Este es su Dios, el que preparó las cimas de la tierra, no tendrá hambre ni se fatigará, ni hay investigación de su pensamiento" (Is 40,28). De igual modo Jeremías dice: "El que hizo la tierra por su fuerza, levantó el orbe con su sabiduría, y en su pensamiento tendió el cielo y multitud de agua en el cielo, reunió las nubes del extremo de la tierra, hizo relámpagos para la, lluvia y sacó vientos de sus tesoros" (Jr 10,12-13).

Es evidente cuántas cosas armónicas y concordes dijeron todos los profetas, al expresarse con único y mismo espíritu sobre la monarquía de Dios, la génesis del mundo y la creación del hombre. Más aun, también sufrieron dolores de parto, llorando por el género ateo de los hombres y humillaron a los que se creen sabios por sus errores y el endurecimiento de su corazón. Así dice Jeremías: "Todo hombre se hizo necio por su ciencia, se avergonzó todo fundidor de oro por sus obras de orfebrería, en vano el batidor de plata bate moneda, no hay aliento en ellos, en el día de la visitación perecerán" (Jr 10,14-15; 6, 29). Lo mismo dice David: "Se corrompieron y se hicieron abominables en sus ocupaciones; no hay quien obre benignidad, no hay ni uno solo. Todos se han desviado, todos a una se han vuelto inútiles" (Sal 13,1.3). Igualmente Habacuc: "¿De qué le sirve al hombre lo que graba, pues grabó una imaginación engañosa? ¡Ay del que dice a la piedra "levántate" y a la madera "ponte derecha"" (Hab 2,18-19). Del mismo modo hablaron los otros profetas de la verdad.

¿Para qué hacer la enumeración de la multitud de profetas, que fueron muchos y dijeron infinitas cosas armónicas y concordantes? Porque los que quieran pueden encontrarse con lo que ellos han dicho, para conocer con precisión lo verdadero y no extraviarse por el razonamiento y el intento vanos. Estos fueron pues los profetas de los hebreos, de que hemos hablado, hombres sin letras, pastores e ignorantes.

XXXVI
Concordancia con la sibila

La sibila, que fue profetisa entre los griegos y entre las demás naciones, al principio de su profecía increpa al género humano diciendo:

"Hombres mortales y de carne, que son nada, ¿cómo tan aprisa se exaltan, sin mirar el término de la vida y no tiemblan, ni temen a Dios que los vigila, altísimo conocedor que todo lo mira, testigo de todo, creador que todo alimenta, que dulce espíritu en todo infundió y lo hizo guía de todos los mortales? Un Dios impera solo, inconmensurable, increado, omnipotente, invisible, y el que solo todo lo mira, mientras él no es visto por carne mortal alguna. Pues ¿qué carne puede al celestial y verdadero Dios inmortal mirar con los ojos, que mora en lo alto? Ni ante los rayos del sol frente a frente pueden pararse los hombres nacidos mortales, varones que están en sus huesos, venas y carnes. Reverencien al que es realmente uno, al guía del mundo, el único que ha sido para lo eterno y desde lo eterno. Autogénito, increado, que todo por siempre domina, que distribuye juicio a todos los mortales en luz común. De su mal querer recibirán la justa paga, porque dejando de glorificar al Dios verdadero, eterno, y de sacrificarle las sacras hecatombres, hicieron sacrificios a los demonios del Hades. En orgullo y locura caminan y, la senda derecha y recta dejando, se han desviado y por espinas y por estacadas andan errantes. Cesen ya, mortales vanos, de errar entre sombras por entre la negra noche oscura, y abandonen la sombra de la noche y aferren ya la luz. Éste es el que a todos aparece claro, el que no yerra. Vengan, no sigan la sombra y las tinieblas por siempre. Miren que sobre todo brilla la dulce luz del sol. Sepan poniendo sabiduría en sus pechos: Dios es uno, el que envía lluvias, vientos y temblores, relámpagos, hambrunas, pestes y fúnebres lutos, nevadas y hielos. ¿Para qué narrar cada cosa? Guía el cielo y domina la tierra: Él existe" (Oráculos Sibilinos, I).

Contra los nacidos que se llaman, dijo:

"Y si en absoluto lo que ha nacido se corrompe, no puede de muslos de varón y de matriz ser formado un dios. Sino solo el único Dios está sobre todas las cosas, el que hizo el cielo y el sol, las estrellas y la luna, la tierra fértil y las olas hinchadas del Ponto, las altas montañas y las perennes corrientes de las fuentes, Él engendró la incontable multitud de peces fluviales, Él alimenta la vida de los reptiles que se mueven por la tierra, y las variadas aves, de gorjeos y sonora voz, de dorado plumaje, de canto claro, que turban con sus alas el aire. En las selvas del monte puso el género de las fieras, y sometió todas las bestias a nosotros, mortales, y de todas ellas estableció un conductor por Dios creado, pues al hombre sometió inmensa variedad de cosas que no pueden apreciarse. Pues ¿qué carne mortal puede comprender todas estas cosas? Sólo puede saber quien al principio las hizo, el inmortal, el creador y eterno, que el éter habita, el que a los buenos buena paga les ofrece y con creces, y a los malos e injustos les reserva amargura y furia, guerra y pestes, dolores y lágrimas. Hombres, ¿por qué engreídos en vano se desarraigan? Avergüéncense por hacer dioses a comadrejas e insectos. ¿No es locura y rabia que quita el sentido, si dioses hay que roban los platos y se llevan las ollas? En lugar de morar en el cielo, dorado y florido, comido se ve de polilla y cubierto de espesas telas de araña. Adoran, insensatos, a serpientes, gatos y perros, y dan culto a las aves, a reptiles y fieras del campo, y a estatuas de piedra y a imágenes hechas a mano, y montones de piedra en los caminos, a todo esto dan culto y a mil vanidades más, que solo nombrar es vergonzoso. Son dioses que conducen al engaño a hombres sin consejo, de cuya boca veneno mortal se derrama. Pero el que es vida y perenne luz incorruptible, a los hombres felicidad más dulce que la dulce miel derrama. Ante éste solo debe inclinarse la frente, y entrar en la senda de los signos piadosos. Abandonando todo esto, la copa llena de castigo puro, abundante, cargado, sin mezcla ninguna, cayeron todos en demencia y espíritu loco, y aun no quieren despertar y venir a una mente sensata, y conocer a Dios rey, el que codo lo mira. Por ello una llama de fuego abrasador ha de venirles, y en su ardor serán abrasados por continua eternidad avergonzados de sus falsos e inútiles ídolos. Pero los que honren al Dios verdadero y perenne, heredarán vida el tiempo eterno habitando el jardín como huerto agradable, y comiendo el dulce pan que viene del cielo estrellado" (Oráculos Sibilinos, III).

Ahora bien, es evidente que esto es verdadero, provechoso, justo y digno de amarse por todos los hombres, y que quienes obran mal necesariamente recibirán los castigos según merezcan sus obras.

XXXVII
Concordancia con los textos poéticos

También algunos de los poetas, como dándose oráculos a sí mismos, dijeron estas mismas cosas, dando testimonio de que serán castigados los que obren injustamente. Esquilo dijo: "El que causa el sufrimiento tiene que padecerlo también" (cf. Estobeo, Antología, I, III, 24; Orión, Florilegio, VI, 6). Y el mismo Píndaro dijo: "El que actúa conviene que también padezca" (Píndaro, Nemea, IV, 31-32). Así también Eurípides: "Soporta cuando sufres, pues obrando gozaste. Es ley tratar mal al enemigo apenas lo capturas" (Eurípides, Fragmentos, 1090-1091). Y de nuevo el mismo: "Tratar mal a los enemigos, creo, es tarea de varón" (Eurípides, Fragmentos, 1092). De la misma manera Arquíloco: "Una cosa grande entiendo, al que me trató mal responderle con males terribles" (Arquíloco, Fragmentos, 126).

Sobre que Dios ve todas las cosas y que nada se le oculta, que siendo magnánimo aguarda hasta que deba juzgar, sobre esto dijo Dionisio: "El ojo de la Justicia mira como a través de un rostro afable pero ve todo siempre" (Dionisio Trágico, Fragmentos, 5).

Que ha de venir el juicio de Dios y que los males han de tomar repentinamente a los malvados, eso lo señaló Esquilo diciendo: "El mal llega a los mortales con paso ligero, según el pecado que transgrede lo lícito. Ves a la Justicia muda, y no la ves; si duermes, si marchas o si te sientas. Ladera sigue de cerca, a veces de lejos. No oculta la noche al que obra mal. Si algo terrible haces piensa que alguien lo ve" (Esquilo, Fragmentos, 22; Estobeo, Antología, I, III, 26-29). ¿Acaso no habla así también Simónides? "No hay mal inesperado para el hombre; en poco tiempo Dios todo lo transforma", decía un autor desconocido. De nuevo Eurípides: "Nunca fortuna de hombre malo ni riqueza excesiva se debe darlos por firme, ni el género de los injustos, pues el tiempo, que de nadie ha nacido, hace patentes las maldades de los hombres"(Eurípides, Fragmentos, 303). Y también Eurípides: "No falta inteligencia a la divinidad, sino que tiene entendimiento de los juramentos mal hechos y de quienes quedaron obligados" (Eurípides, Ifigenia en Aulide, 394-395). Y Sófocles: "Si cosas terribles hiciste, cosas terribles debes padecer" (Sófocles, Fragmentos, 877).

Ahora, sea sobre un juramento injusto, sea sobre otra desviación cualquiera, que Dios ha de tomar examen, de alguna manera lo dijeron con antelación ellos mismos; también sobre la conflagración del mundo, queriendo o sin querer, dijeron cosas consecuentes con los profetas, a pesar de ser muy posteriores y de haber robado estas cosas de la ley y los profetas.

XXXVIII
El juicio y el castigo. Exhortación final

¿Qué importa si fueron posteriores o anteriores? Al fin y al cabo dijeron cosas consecuentes con los profetas. Sobre la conflagración, el profeta Malaquías predijo: "He aquí que viene el día del Señor como horno ardiente y abrasará a todos los impíos" (Mal 3,19); e Isaías: "Vendrá la ira del Señor como granizo que cae con violencia y como agua que arrastra hacia el valle" (Is 30,27.30).

Así pues la sibila, los demás profetas y hasta los poetas y los mismos filósofos hablaron manifiestamente sobre la justicia, el juicio y el castigo. También sobre la providencia, que Dios cuida de nosotros no sólo mientras estamos vivos sino también al estar muertos, si bien lo dijeron contra su voluntad, convencidos por la verdad. Entre los profetas, Salomón dijo sobre los muertos: "Habrá cura para la carne y cuidado para los huesos" (Pr 3,22). Lo mismo también David: "Se regocijarán los huesos humillados" (Sal 50,10). De acuerdo con ellos habló también Timocles, diciendo: "Para los muertos, el dios benigno es misericordia" (Timocles, Fragmentos, 31).

Así los escritores que hablaron de multitud de dioses retornaron a la monarquía, los que sostuvieron que no hay providencia, afirmaron la providencia, los que dijeron que no hay juicio, reconocieron que habrá juicio, y los que negaron que haya sensación después de la muerte, lo confesaron después. Homero que afirma: "El alma como sueño se marchó volando" (Homero, Odisea, XI, 222), dice en otro lugar: "El alma, volando desde los miembros, descendió al Hades" (Homero, Ilíada, XVI, 856; XXII, 362). Y además: "Entiérrame cuanto antes para cruzar las puertas del Hades" (Homero, Ilíada, XXIII, 71).

En cuanto a los otros, que tú has leído, pienso que conoces perfectamente de qué modo hablaron. Todas estas cosas las entenderá todo el que busca la sabiduría de Dios y que a Él agrada mediante fe, justicia y buenas obras. Dijo pues uno de los profetas antes mencionados, de nombre Oseas: "Quién será sabio y sabrá estas cosas, quién sapiente y conocerá? Porque los caminos del Señor son rectos y los justos ingresarán en ellos; los impíos desfallecerán en ellos" (Os 14,10). Es pues necesario que el que quiere saber aprenda. Procura entonces que nos encontremos más asiduamente y así, oyendo de viva voz, aprendas con exactitud lo verdadero.