MELITÓN DE SARDES
Apología

Al emperador Antonino... Jamás ha ocurrido todo lo que se dice contra nosotros los cristianos. Ahora se persigue al linaje de los adoradores de Dios, afectados en Asia por nuevos edictos. Efectivamente, los desvergonzados acusadores (sicofantes) y amadores de lo ajeno, tomando pie de las prescripciones, andan robando abiertamente, y de noche y de día expolian a los que nada malo cometieron.

Y si esto se hace porque tú lo has mandado, bien hecho está, porque nunca un emperador justo podría querer algo injustamente, y nosotros soportamos con gusto el honor de tal muerte. Una sola petición, sin embargo, te dirigimos: que tú mismo examines primero a los causantes de semejante rivalidad y juzgues con justicia si son dignos de muerte y de castigo, o bien de quedar salvos y tranquilos. Pero si no proceden de ti esta determinación y este nuevo edicto -que ni siquiera para enemigos bárbaros sería conveniente-, con mayor razón te pedimos que no nos abandones, indiferente en semejante latrocinio público.

En efecto, nuestra filosofía alcanzó primeramente su plena madurez entre los bárbaros, pero habiéndose extendido a tus pueblos bajo el gran imperio de tu antepasado Augusto, se ha convertido, sobre todo para tu reinado, en un buen augurio. Porque desde entonces la fuerza de los romanos ha crecido en grandeza y esplendor; de ella has venido tú a ser el heredero deseado y lo seguirás siendo con tu hijo, si proteges a la filosofía que se crió con el Imperio y comenzó a la vez que Augusto, y a la que tus antepasados incluso honraron al par que a las otras religiones.

La prueba mayor de que nuestra doctrina floreció para bien junto con el Imperio felizmente comenzado es que, desde el reinado de Augusto, nada malo ha sucedido, antes al contrario, todo ha sido brillante y glorioso, según las plegarias de todos.

Entre todos, solamente Nerón y Domiciano, persuadidos por algunas personas malévolas, quisieron calumniar a nuestra doctrina; y ocurre que de ellos derivó, por costumbre irracional, la mentira calumniosa contra tales personas.

Pero tus piadosos padres enmendaron la ignorancia de aquéllos, habiendo reprendido por escrito muchas veces a cuantos se atrevieron a hacer innovaciones acerca de los cristianos. Entre ellos se destaca tu abuelo Adriano, que escribió a muchas y diferentes personas, incluido el procónsul Fundano, gobernador de Asia; también tu padre, incluso en los tiempos en que todo lo administrabas junto con él, escribió a las ciudades sobre no innovar nada acerca de nosotros. Entre esos escritos se encuentran los dirigidos a los habitantes de Larisa, a los de Tesalónica, a los de Atenas y a todos los griegos.

En cuanto a ti, que sobre estos asuntos tienes tu misma opinión y hasta mucho más humana y filosófica, estamos persuadidos de que realizarás todo cuanto te pedimos.