14 de Febrero

Cirilo y Metodio

Santiago Morillo
Mercabá, 14 febrero 2024

         Nacieron el 826 y 815 en Tesalónica (Grecia), bastión bizantino sobre los Balcanes y ciudad enteramente cosmopolita, en que los tesalonicenses aprendían con gusto los más extraños idiomas y se gloriaban de poder entender a los bárbaros del norte y mantener un activo comercio con las regiones transbalcánicas más recónditas. Eslavos de todo tipo habían intentado varías veces apoderarse de la ciudad, fracasando en su intento pero obteniendo el permiso para establecerse pacíficamente en los suburbios de la ciudad.

         Su padre se llamaba León, y ocupaba el alto cargo de lugarteniente general de la zona militar. Era un hombre versado no sólo en asuntos militares, sino filosóficos y religiosos, y en su biblioteca abundaban las obras de los Santos Padres, particularmente las de San Gregorio Nacianceno. Tanto él como su señora eran de noble abolengo y muy piadosos.

         Tuvieron Cirilo y Metodio 7 hermanos, de los que Metodio era el primero y Cirilo el último. Por cierto, que los nombres de Metodio y Cirilo son monásticos, llamándose Cirilo de nacimiento Constantino, y debiendo el nombre de Metodio de empezar igualmente por M (según la costumbre monacal de permutar el nombre propio por otro que empezase por la misma letra).

         Muy joven aún, Metodio fue nombrado gobernador de la provincia de la Macedonia interior (en las fronteras de la actual Albania), donde ya se establecían los eslavos. Allí conoció el espíritu y las necesidades de este pueblo.

         Cirilo se dedicó a ampliar sus estudios en Salónica, releyendo las obras de San Gregorio Nacianceno, aprendiendo de memoria las composiciones poéticas y aspirando a la sabiduría divina que brillaba en los escritos cristianos. Muerto el emperador Teófilo I de Bizancio, cuando Cirilo tenía sólo 16 años, fue éste acogido bajo la protección de Teoctistos (canciller imperial y 1º ministro de la emperatriz Teodora), quien le llamó a Constantinopla para completar allí su formación.

         Constantinopla vivía en el apogeo de su esplendor, era la capital del mundo civilizado y centro importantísimo de cultura cristiana. El patriarcado gozaba de muchísimos privilegios, lo que, unido a la intromisión de los poderes civiles en el terreno eclesiástico, ofrecía terreno propicio a las intrigas y a la venalidad de los altos dignatarios de la Iglesia.

         Los monjes eran los que preferentemente salvaguardaban la ortodoxia y defendían la Iglesia de las injerencias civiles. El pueblo era profundamente piadoso, datando de entonces el incremento del culto a las sagradas imágenes, con la derrota de la herejía iconoclasta el 19 febrero 842. Gobernaba el patriarcado el santo monje Ignacio.

         Teoctistos cedió a Cirilo un cuarto en su propio palacio y le inscribió en la universidad imperial, que funcionaba en la misma corte, no lejos de Santa Sofía. Sus maestros fueron León, el sabio más ilustre de la ciudad (por sobrenombre el Matemático), y Focio (futuro patriarca de Constantinopla, y principal promotor de la ruptura con Roma).

         Focio, a despecho de haber alumbrado el cisma oriental, poseía una ciencia prodigiosa y grandes méritos en el campo filosófico, histórico y teológico. Y Cirilo hizo notables progresos en el conocimiento de la antigüedad clásica y en las obras de los Santos Padres. No pudo, en cambio, mantener relaciones cordiales con el arrogante Focio, que odiaba al canciller, a la emperatriz, al santo patriarca Ignacio y a los monjes en general.

         A Cirilo le asqueaba la vida oficial y decidió retirarse a un monasterio. Ante las súplicas de Teoctistos y la influencia de la emperatriz demoró Cirilo su retiro. El 847 recibió la ordenación sacerdotal y fue nombrado bibliotecario patriarcal, archivero curial y secretario del Consejo eclesiástico.

         Ante las injusticias de que a diario era testigo en el desempeño de su cargo, Cirilo desapareció misteriosamente. Obligado a regresar a Constantinopla, en el momento en que su maestro Focio era elevado a la dignidad de patriarca, aceptó sustituirle en la cátedra de filosofía; tanto se distinguió en ella que a los 25 años era ya universalmente conocido con el sobrenombre de el filósofo.

         Durante los reinados de Teodora (madre y regente de Miguel III) y Miguel III de Bizancio venían del norte y del oriente legaciones de pueblos extranjeros a Constantinopla, buscando en el Imperio Bizantino protección y luz. Los emperadores enviaban embajadores mitad religiosos mitad políticos, para poner trabas a las empresas mahometanas y germanas. Cirilo fue escogido el 851 para acompañar, en calidad de intérprete y consejero, una delegación imperial a la corte del califa de Bagdad.

         Coincidiendo con su retorno a Constantinopla se acentúan sus ansias de soledad y sus preocupaciones por la vida monástica, posiblemente a instancias de su hermano Metodio. Un Metodio que, tras los desengaños experimentados en su gobierno político, abandonó la carrera administrativa y abrazó la vida monástica, entrando el 853 en el Monasterio del Monte Olimpo (Asia Menor), no lejos del mar de Mármara y cerca de la actual ciudad de Brus, y principal centro monacal de contemplación y estudio en la zona de Bitinia. Rápidamente, Cirilo siguió a su hermano Metodio en las soledades del monasterio.

         Fue ésta una época de paz para ambos hermanos, en la que harían grandes acopios de santidad y de ciencia sagrada. Constantinopla, en cambio, era un volcán de pasiones. Bardas, hermano de Teodora, hombre ambicioso e inmoral y tutor de Miguel, legítimo heredero del trono, acabó por encarcelar y asesinar a Teoctistos, expulsar del trono a Teodora, desterrar al patriarca Ignacio y entronizar al arribista Focio.

         Focio no olvidó a los 2 hermanos tesalonicenses, y para captárselos a su bando les ofreció dignidades, que ellos rehusaron valientemente. Desde entonces, Focio buscaba cualquier pretexto para alejarlos diplomáticamente del Imperio Bizantino;, y pronto se presentó una ocasión oportuna para ello.

         El 861 llegó a Constantinopla una embajada del hakán de los kázaros, solicitando misioneros que confutasen los errores islámicos y judíos. Y esa fue la ocasión de Focio para deshacerse de Cirilo y Metodio. Cirilo iría como director de la misión, y Metodio como consejero.

         A través del Quersoneso (Crimea), se dirigen los 2 hermanos al país de los kázaros (ca. 861), en la costa del mar Negro y entre el río Don (Rusia) y el Cáucaso (Georgia). Y allí fueron recibidos con todos los honores.

         Dios bendijo de forma extraordinaria esta misión, en la que los hermanos demostraron dotes excepcionales, además de la santidad de sus vidas, para adaptarse a mentalidades extrañas para aprender lenguas extranjeras y sobre todo para no mezclar en su apostolado la religión con el nacionalismo o la política.

         Su labor fue sencillamente cristianizar, a base del respeto a los usos y costumbres de los pueblos. Cirilo escribió entonces una obrita para confutar los errores judaizantes de que estaban contagiados los kázaros. Metodio la tradujo al eslavo, pero de ella no quedan sino pocos fragmentos. Más de 200 dignatarios abrazaron el cristianismo y la amistad entre Bizancio y el khan quedó firmemente cimentada.

         Un suceso llenó de alegría el corazón de los hermanos a su paso por Kerson: el hallazgo del cuerpo de San Clemente Romano, en unas ruinas de la islita que está frente a la ciudad, en la tarde del 23 enero 861. Los sagrados despojos fueron llevados primeramente a la catedral, donde quedó una parte de ellos; la otra la conservó Cirilo, llevándola consigo a Constantinopla y más tarde a Roma.

         De vuelta a Constantinopla, el emperador y el patriarca los recibieron con el honor que correspondía al éxito de su misión. Los dos hermanos volvieron a retirarse al monasterio del monte Olimpo, pero su retiro debió de durar poco tiempo.

         Entran ahora en escena los pueblos eslavos. Ratislao, príncipe de Moravia, enviará una embajada a Bizancio solicitando también misioneros. Hacia el s. IX se habían extendido ya los eslavos desde las llanuras de la Rusia meridional, por el norte, hasta el mar Blanco; por el sur, hacia el Adriático y el Egeo; por el occidente habían penetrado hondamente en Alemania y por el este llegaban al Volga. Se habían formado incluso varios estados eslavos, tanto al norte como al centro y sur de Europa. Entre ellos se distinguía por su creciente poderío la nación morava.

         Moravia había sido ya precedentemente cristianizada, al menos en parte, por misioneros alemanes, pero con escaso éxito, debido, sin duda, a la falta general de adaptación al medio ambiente. Es natural que a un pacto entre príncipes se unieran el motivo religioso y el político; el rey moravo soñaba con poner trabas a la expansión germánica, el emperador bizantino acariciaba la idea de extender su influencia entre los pueblos de Europa Central.

         Cirilo y Metodio, ajenos a las miras políticas de ambos reyes, pensaron solamente en cristianizar. Estudiaron mejor las costumbres del país, se hicieron rápidamente cargo del sistema conducente a la evangelización de los eslavos y sacaron la conclusión de que se imponía una liturgia oriental en lengua del país, en consonancia con la doctrina de la adaptación.

         La empresa debió ser ardua por muchos conceptos. En 1º lugar por lo que parecía una innovación en metodología misional, y en 2º lugar por la oposición de los alemanes.

         No debía ser, efectivamente, fácil introducir una liturgia en lengua nativa, dado que no existía alfabeto eslavo. Cirilo, que ya en un principio se había esforzado por transcribir algunas palabras eslavas con la ayuda del alfabeto griego, renueva ahora ahincadamente sus esfuerzos, logrando definitivamente adaptar los caracteres cursivos griegos a la lengua eslava, supliendo con media docena de signos originales los sonidos eslavos inexistentes en la fonética griega.

         Surge así el alfabeto glagolita (de glagol,  lit. palabra), con el que tradujeron progresivamente los libros indispensables para el culto y el conocimiento de la Escritura. Este milagro lingüístico produjo enorme impresión en la corte bizantina.

         El alfabeto glagolita no debe confundirse con el cirílico, basado en la aplicación a la fonética eslava de los signos unciales griegos. Aunque este último lleva el nombre de cirílico por San Cirilo, con todo, su autor parece que fue Clemente, uno de sus discípulos. Cirilo es únicamente autor del glagolita. Digamos de paso que las traducciones de la Escritura a la lengua eslava llevan el sello de los mejores códices antiguos conservados por los monjes de Monte Olimpo, siendo (aunque tardías) de gran importancia para la crítica textual y la restauración del texto bíblico original.

         El éxito de los 2 hermanos entre los moravos fue enorme, pero chocaron con la resistencia tenaz de los misioneros germanos, que veían en ellos dos vagabundos filósofos, perturbadores de la paz religiosa en los terrenos feudos de Germania.

         Pero el príncipe los protegía con su apoyo, el pueblo los quería, admirando en ellos unos griegos finos, cultos y enérgicos, que hablaban la lengua de su país y les presentaban la palabra de Dios adaptada a su mentalidad. La mies fue tan copiosa que faltaban sacerdotes para tanto fruto de conversiones. Ninguno de los dos era obispo, y Metodio ni siquiera sacerdote.

         Con la intención de interesar algún prelado en la empresa de convertir a los eslavos se ponen en camino, acompañados de algunos de sus discípulos; atraviesan la parte inferior de la Panonia, donde entran en relaciones con el príncipe Kocel, que la gobernaba como vasallo del Imperio germánico.

         Estuvieron allí unos 6 meses, y en ellos Kocel aprendió la escritura eslava, y puso bajo el magisterio de Cirilo 50 jóvenes de su séquito, para que les enseñase los libros eslavos y los rudimentos de la fe. Además, el mismo acompañó a los peregrinos hasta las fronteras de su reino, y más tarde se había de interesar ante Roma en que Metodio fuese nombrado obispo de Panonia.

         Al llegar a Venecia encontraron una fría acogida por parte del patriarca y del clero, prevenido ya por los rumores adversos que sobre ellos corrían; estos rumores, en forma concreta de acusación de apostasía y de herejía, habían llegado hasta Roma, promovidos por el clero germano. De no mediar el elemento político, que encendía las pasiones nacionalistas y ofuscaba la inteligencia de la verdad católica, no se explicaría esta hostilidad contra los apóstoles hermanos.

         Ellos practicaban sencillamente la adaptación, cual lo había hecho Jesucristo, los apóstoles, toda la Iglesia primitiva al evangelizar el mundo; pero, aun dado caso de que en el s. IX o en los pueblos eslavos no conviniera ya continuar el mismo sistema, una cosa meramente metodológica no es para provocar acusaciones tan graves.

         Los dos hermanos continúan viaje a Roma. El recibimiento fue apoteósico y, por ende, inesperado. Había corrido la voz de que eran portadores de las reliquias de San Clemente; el papa Adriano II, numerosos cardenales y obispos, una muchedumbre inmensa de ciudadanos les salieron al encuentro y llevaron procesionalmente el santo cuerpo del papa romano. El papa tuvo ocasión de conversar largamente con Cirilo, y prendado de su profunda piedad, de su intachable ortodoxia, de su celo apostólico, bendijo largamente a los hermanos y aprobó sus proyectos misioneros.

         Metodio y otros 3 eslavos recibieron la ordenación sacerdotal y celebraron su misa en rito eslavo, los días 5 y 6 de enero, respectivamente, del año 868. Los libros eslavos, bendecidos por el papa, recibieron como su consagración al ser colocados oficialmente sobre el altar de Santa María ad praesepe (Santa María la Mayor).

         Ante una reunión de cardenales, obispos y teólogos, presidida por el papa, Cirilo expuso sus proyectos apostólicos; fue aplaudido unánimemente, excepción hecha de los que simpatizaban con el emperador de Alemania, que veían en la nueva liturgia eslava una barrera al poder expansionista de los príncipes germanos.

         Se quiso nombrar obispo a Cirilo; pero, enfermo desde la misión a los kázaros, se agravó rápidamente y tras despedirse de su hermano Metodio y de todos los presentes, se durmió en la paz del Señor el 14 febrero 869. Antes de morir, y después de recibir los últimos sacramentos hizo la profesión monacal y cambió el nombre de Constantino por el de Cirilo. Los funerales fueron presididos por el mismo papa, quien mandó que su cuerpo recibiera sepultura en la Basílica de San Clemente, junto a las reliquias que él mismo había traído.

         Metodio, que, a pesar de ser mayor que su hermano, había sido siempre su fiel ayudante, toma ahora el timón de la desolada misión morava. Si no tenía la preparación teológica y científica de su hermano Cirilo, poseía, en cambio, en alto grado el don de mando y de gobierno. Regresa al Oriente en calidad de "misionero apostólico de los eslavos" y de "legado pontificio", y portando cartas para los príncipes Ratislao, Kocel y Sviatopolk.

         Llamado nuevamente a Roma, volvió a Roma acompañado de nobles varones y de 20 candidatos al sacerdocio. Metodio fue consagrado obispo a fines del 869 y nombrado primer arzobispo de Sirmio (Srem), diócesis que se extendía a Moravia, Panonia, Servia y por el norte hasta la Sarmacia (desde la frontera griega hasta más allá de los Cárpatos). Esta archidiócesis debía separar el Oriente bizantino y el Occidente romano-germánico, germen de seculares luchas.

         Cuando, en 870, Metodio torna a la misión para tomar posesión de su archidiócesis, encontró las cosas cambiadas. Sviatopolk, tío de Ratislao, había hecho causa común con los príncipes y obispos alemanes; Ratislao, protector fiel de Metodio, fue hecho prisionero y desapareció, sin vestigio, de la escena. Metodio fue encerrado en una torre, donde le hicieron sufrir ultrajes y humillaciones durante 2 años, queriéndole obligar a renunciar sus cargos y dignidades.

         El año 872 tuvo noticias del secuestro el papa Juan VIII, quien mandó bajo excomunión que fuese puesto en libertad; el obispo de Ancona, "legado pontificio ad hoc", le liberó de la cárcel y Metodio prosiguió incansable su obra evangelizadora. Por todas partes era recibido como "enviado del cielo". Sus discípulos se extendieron por el norte entre los ucranianos y polacos, y por el sur entre los panonios, croatas y servios.

         Los alemanes arreciaban en sus acusaciones de herejía contra Metodio, y el papa le impone el sacrificio de abandonar la liturgia eslava. Importaba menos a Metodio el triunfo momentáneo de sus enemigos que el fracaso de una misión tan fecunda; por eso emprendió un nuevo viaje a Roma en 879, para responder de las acusaciones de herejía y de innovación en la liturgia. Juan VIII aprobó enteramente su ortodoxia y su liturgia.

         Metodio pudo volver justificado a su misión. Hacia el 882 lo encontramos en Constantinopla y poco tiempo después muere entre sus fieles el 6 abril 884. Se le hicieron grandiosos funerales con oficios en latín, griego y eslavo:

"Reunido el pueblo en masa con cirios y lágrimas, acompañó a su buen pastor. Allí estaban todos, hombres, mujeres, niños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, viudas y huérfanos, extranjeros e indígenas, enfermos y sanos, porque Metodio se había hecho todo para todos, para salvarlos a todos".

         Su cuerpo fue llevado posteriormente a Roma y colocado en la Basílica de San Clemente, junto al de su hermano Cirilo. Un cuadro sintetiza su santidad, presentando el alma de Cirilo al supremo juez por sus 2 santos protectores, Miguel y Gabriel (príncipes de las milicias celestiales).

         En dicho cuadro, San Andrés y San Clemente asisten al trono divino y el hermano Metodio levanta suplicante el cáliz eucarístico en sufragio del difunto. Ambos juntos suelen ser pintados por los iconógrafos bizantinos leyendo y bautizando en Moravia, con un hombre arrodillado a sus pies, que les ofrece pan y sal, según el rito de los eslavos, en signo de amistad.

         Los sepulcros de Cirilo y Metodio en Roma son lazo de unión, profesión de ecumenicidad, garantía de esperanza en una no muy lejana recuperación del Oriente cristiano a la obediencia del papa. Cirilo y Metodio esperan en Roma la hermosa hora del encuentro y del abrazo. Son como el Oriente hincado en el corazón de Roma. Son como los testigos de una caridad unitiva que traspasa pueblos y coliga siglos.

         Además de las fiestas en el día de su muerte (14 de febrero y 6 de abril), se les honra con una fiesta común, lo mismo en la Iglesia oriental que en la latina. León XIII puso sus nombres en el Misal Romano el 25 octubre 1880, fijando su fiesta para el 5 de julio, que luego (en 1887) fue trasladada al 7 del mismo mes. En el rito oriental su fiesta se celebra el 11 de mayo, tanto por los católicos como por los disidentes.

 Act: 14/02/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A