28 de Julio

Santa Catalina de Valldemosa

José María Pérez
Mercabá, 28 julio 2024

         Nació en 1531 en Valldemosa (Mallorca), hija de Jaime Thomas y Marquesina Gallard (a los que apenas conoció). En efecto, a los 3 años murió su padre, y 4 años más tarde su madre. Y unos tíos se ocuparon de ella.

         Los tíos llevaron a la pequeña Catalina a su propiedad de Gallart (a 10 km de Valldemosa), donde vivían como agricultores y ganaderos acomodados. Durante 11 años, Catalina vivió en aquella finca, no pudiendo ir a la Iglesia de Valldemosa más que los domingos, a oír misa al Oratorio de la Trinidad.

         Pronto empieza a cooperar en las faenas propias de la familia campesina: comidas y loza, ropa a lavar y coser, orden de la casa, atención a los criados, cuidado de animales y algún trabajo adicional de labranza. Y así pasa los años, absorta en las faenas de la labranza y como una muchacha activa. Hasta que un día se convierte en la criadita, y su misión pasa a consistir en llevar la comida a los peones, y luego volver a casa para fregar, coser y barrer.

         Sobre todo, lo que más gustaba era ir al campo con el rebaño, cuando se lo mandaba su tío Bartolomé. Pues ésos eran para ella momentos de soledad contemplativa, diálogo con Jesús y amistad con los santos (con los que dialoga como si estuviesen en la misma habitación), con aire de profunda y encantadora naturalidad.

         Y tiene siempre buen semblante, una sonrisa a punto y el corazón abierto, a pesar de esa misteriosa lejanía que la tiene como ausente de este mundo. Porque allá en el campo, mientras las ovejas mordisqueaban la hierba, Catalina se ponía de rodillas y asistía espiritualmente a la misa de los cartujos de Valldemosa.

         Cierto día acompañaba a su abuelo a misa en la Cartuja de Valldemosa, y ayudándole a subir una pendiente, el anciano se conmovió por el amor y la ternura de la niña. Y deseoso de complacerla, le dijo: "Quiera Dios que te cases pronto y bien acomodada". Mas entonces dijo Catalina para sí: "No, yo seré esposa de Cristo".

         Meses después conoció al eremita Castañeda, solitario del monte que bajaba a pedir lo poco que necesitaba para vivir. Un día subió a hacerle una visita a su Oratorio de la Trinidad, y allí le contó lo que hacía tiempo llevaba en el alma: quería ser religiosa, pero temía que sus tíos no lo entendieran.

         Efectivamente, se confirmaron los temores de Catalina, y hubo una gran resistencia por parte de los tíos a dejar marchar a su sobrina Thomas. Pues ella es una muchacha guapa, y ellos esperan sacar de eso un buen partido, entre los pretendientes de la zona. Y tanto es así, que hasta el propio eremita Castañeda hubo de intervenir, para que le permitieran por lo menos ir a Palma, y estudiar la posibilidad.

         Trasladada a Palma y mientras empieza a inspeccionar los monasterios de la capital mallorquí, Catalina entra a trabajar en casa de la familia Zaforteza, como ama de casa y chica de los recados. Allí se produce buena simbiosis entre Catalina y la hija de don Mateo (Isabel), la cual le enseña a leer, a escribir y a bordar, mientras que Catalina enseña a su homóloga las cosas de Dios.

         Conventos sí los había en Palma de Mallorca, pero ninguno quiere recibirla por carecer de dote (herencia familiar). Hasta que ella se pone a llorar sobre una piedra del mercado, y sus lágrimas fueron escuchadas por una santa de su devoción: Santa María Magdalena. Efectivamente, el agustino Convento de Santa María Magdalena le abre las puertas, a pesar de no tener dote que ofrecer. La payesita tomó el velo en enero de 1553, y media ciudad de Palma acude al acto, pues tanta era ya la fama de la muchacha.

         Los años que vive Catalina en el convento de Palma, desde el día en que tomó el velo (con 21 años), fueron casi ocultos. Y eso que muchos curiosos acudían a verla. Pero ella se resistía a salir al locutorio, negándose a recibir regalos y dando cuando le ofrecían a las demás monjas.

         Practicaba la pobreza, la obediencia y la castidad, siempre en grado heroico. Un día, la prelada decidió someterla a una dura prueba, y en pleno verano le ordenó que se saliese al patio y estuviera bajo el sol hasta nueva orden. Catalina no dijo una sola palabra, sino que fue al lugar indicado y permaneció allí varias horas, hasta que la superiora, admirada de su fortaleza, la manda llamar.

         Catalina era una monja más, y hacía el trabajo que le encargaban de forma sencilla y sin importancia: la enfermería, la cocina, la despensa, y el torno de comunicación con el exterior. Todo ello con mucho orden, una oración intensa, su mortificación habitual, una caridad delicada, deseo de soledad, mucha alegría y paz. Catalina crecía en amor y sabiduría, y en su celda todavía se conserva la piedra sobre la que se arrodillaba y practicaba silenciosamente tantas horas de oración.

         Cumplidos los 33 años, Catalina recibe el aviso de Dios. Era el 4 abril 1574, y cuando Catalina entra en el locutorio, allí había una hermana suya con una visita. Iba a despedirse (dijo), pues se marchaba al cielo. Y efectivamente, tras la comunión del día siguiente, mandó llamar al sacerdote porque se sentía morir. Los médicos dijeron que no la encontraban grave, pero el sacerdote acudió y, apenas recibidos los sacramentos, Catalina cayó en un éxtasis y entregó su alma a Dios.

         Lo demás vendría por sus pies contados: el proceso de beatificación, la beatificación (en 1792, por Pío VI), el proceso de canonización y su canonización (en 1930, por Pío XI). Pero con una particularidad: el cuerpo de Catalina Thomas sigue conservándose todavía incorrupto.

         La vida y santidad de esta muchacha mallorquina fueron vividas a la par, con impresionante sencillez y rotunda eficacia. Y al mismo tiempo fue una santidad popular. En el alma de Mallorca sigue bien recio el amor por su santita pastora, su santita criada, su santita monja. Aunque el turismo no muestre su itinerario, está en el corazón de los mallorquines.

 Act: 28/07/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A