23 de Julio

Santa Brígida de Suecia

Virgilio Bejarano
Mercabá, 23 julio 2024

         Suecia es en la actualidad un país típicamente protestante, y sus habitantes son luteranos en su inmensa mayoría. Sin embargo, durante la Edad Media su cultura y vida espiritual fue florecientemente católica, llegando a conseguir un verdadero plantel de santos, como es el caso de hoy: Santa Brígida de Suecia.

         Nació en 1303 en Skederid (Upland), en el núcleo originario del reino de Suecia. De su infancia sabemos que sus padres eran ricos terratenientes, su padre (Birger Petersson) como senador del reino y juez de Upland, y su madre (Ingeborg Bengtsdotter) con su profunda y piadosa religiosidad. Ambos se confesaban todos los viernes, se mortificaban con rigurosos ayunos, practicaban la limosna, apacentaban su espíritu con lecturas piadosas y hacían largas peregrinaciones.

         En realidad, toda la familia de Brígida era devota y cristiana. Su tía (Ingrid de Skanninge) había sido la fundadora del 1º convento de dominicas en Suecia, y su hermano (Israel) se llamaba y consideraba caballerescamente "el novio de la Virgen". Brígida quedó muy pronto huérfana de madre, y fue educada por una tía suya (esposa del gobernador de Ostergotland) en un ambiente religioso y caballeresco.

         A la edad de 10 años, y a raíz de un sermón sobre la pasión de nuestro Señor, soñó con el Señor Jesús, convirtiéndose en adelante la pasión del Cristo en el centro de su vida espiritual.

         A los 14 años fue casada con el noble caballero Ulf Gudmarsson, senador y gobernador de la región de Narke. Ambos fijaron su residencia en Ulvasa, y en sus 30 años de matrimonio tuvieron 8 hijos (Marta, Carlos, Birger, Catalina, Benito, Gudmar, Ingeborg y Cecilia) de muy diverso carácter, pues mientras Carlos fue un príncipe ligero y mundano, Catalina (Santa Catalina de Suecia) sería la fiel continuadora de la obra espiritual de su madre.

         Brígida ayudaba a su marido en el gobierno de sus extensos dominios señoriales, y le animaba al estudio bíblico con el fin de juzgar con rectitud. Mas no por ello desatendía la educación de sus hijos, asistiendo ella misma a las lecciones del clérigo encargado de la instrucción de sus hijos (de donde aprendió latín).

         Poco después fue Brígida llamada a la Corte de Suecia, como dama de honor de la reina Blanca (esposa de Magnus II de Suecia), haciendo todo cuanto estuvo en su mano para que en la corte hubiera un ambiente menos mundano y los reyes llevaran una vida más religiosa.

         En 1341, y de acuerdo a una tradición familiar, Brígida y su marido hicieron la peregrinación a Santiago de Compostela, viaje que duró 2 años y que les permitió ver de cerca las 2 más grandes calamidades del siglo: la Guerra de los Cien Años (entre Inglaterra y Francia) y el destierro de los papas en Avignon (Francia).

         Ya de regreso a Suecia, el matrimonio se encierra en el cisterciense Monasterio de Alvastra (Ostergotland), donde su marido enferma y muere en 1344, y ella se queda 4 años más dedicada a la penitencia y oración. Como cuentan las crónicas, sobre esta etapa de Brígida en Alvastra:

"Pasados algunos días después de la muerte de su marido, encontrándose Brígida muy preocupada acerca de su estado, viéndose envuelta e inflamada por el espíritu del Señor. Y arrebatada en espíritu oyó una voz que le decía: Yo soy tu Dios, que quiero hablar contigo. Asustada, no sea que fuese engaño del enemigo, oyó por 2ª vez: No temas, pues Yo soy el Creador, no el engañador. Y tú serás mi esposa y mi instrumento".

         Las visiones y revelaciones de Brígida se referían a los asuntos más polémicos de su época, y fueron escritas en latín por el prior Skninge, que fue el único a quien Brígida le confiaba su dirección espiritual.

         Poco después (ca.1345) iniciaba Brígida la construcción, para monjas y monjes, del Monasterio de Vadstena, a orillas del Vattern, siendo ayudada con dinero por el mismo rey (pero sólo al principio, porque después el monarca se opuso al proyecto). Había nacido la Orden del Santísimo Salvador, y en adelante Brígida se lanzó al ministerio apostólico, con gran severidad consigo misma, devoción y peregrinación a los santuarios, y una bondad con el prójimo que le llevó al total cuidado de pobres y enfermos.

         En este tiempo escribe también Brígida la Regla para su proyectado monasterio, y da a conocer su contenido a los obispos suecos, de quien recibe la oportuna licencia. De conformidad con lo que se le había revelado, se dirigió Brígida en adelante a los monarcas, a los nobles y al mismo clero, para que llevaran una vida más de acuerdo con la moral cristiana. A los reyes de Inglaterra y de Francia les pidió que hicieran la paz; y al papa que abandonara Avignon y volviera a Roma, verdadera cabeza de la cristiandad.

         Para conseguir esto último, y por posible revelación de Dios, se dirigió Brígida a Roma en 1349, con la doble excusa de conseguir del papa la aprobación de la Regla y ganar el jubileo de 1350. Y allí decidió permanecer, hasta que no hubiese conseguido el regreso definitivo del papa a Roma. Y así lo hizo, reuniendo a su alrededor un grupo de personas (los Amigos de Dios) entre los cuales sobresalían su hija (Santa Catalina de Suecia) y varios prelados suecos (Pedro de Alvastra y Pedro de Skanninge).

         Años después se unió a ellos el eremita Alfonso de Vadaterra (obispo de Jaén), buen teólogo y bien relacionado con la curia y nobleza de Roma, que protegería eficazmente a los ascetas escandinavos y que después sería el recopilador de la obra escrita de Brígida. Tras casi 20 años de espera, visitó por fin Roma un papa (Urbano V, que aprobaría la Orden Brigidina), y Brígida multiplicó ante él sus súplicas insistentes (para que no volviera a Avignon), de forma inútil.

         Brígida decidió permanecer en Roma, y junto a su grupo Amigos de Dios empezó a llevar una vida de inusitada dureza. Dicho grupo buscó un monasterio y en él empezó a llevar la vida monástica, bajo las normas de la Regla que para su Orden había escrito Brígida. El grupo monacal estaba sometido a una estrecha pobreza voluntaria, ganándose todo el sustento con el trabajo manual. Y no paraba de visitar las sepulturas de los mártires y las peregrinaciones a los más apartados santuarios de toda Italia.

         Brígida se disciplinaba con largos ayunos y rudas penitencias, durmiendo siempre sobre el duro suelo. Y hacia el exterior mantuvo su actividad amonestadora, hasta el punto que los romanos empezaron a llamarla la "bruja escandinava", por sus constantes llamadas al orden al ambiente agitado y anárquico de aquel s. XIV.

         Acompañada de su hija Catalina, de los dos Pedros y de Alfonso de Jaén, decidió emprender Brígida su Peregrinación a Tierra Santa, rememorando allí (durante 6 meses) los misterios del nacimiento y pasión de Jesucristo. Poco después de volver de Tierra Santa, moría Brígida en Roma el 23 julio 1373 en Roma, en su residencia habitual (en adelante llamada Casa de Santa Brígida, albergue de escandinavos en Roma).

         Brígida fue enterrada en la Iglesia de San Lorenzo in Panisperma. Hasta que su hija y sucesora (Santa Catalina de Suecia) decide trasladar sus restos a Suecia, ayudada de su hermano Birger y los dos Pedros. El largo camino de Roma a Danzig lo hicieron pasando por Viena y por el Santuario de Czestochowa. En Danzig se embarcaron hasta la isla báltica de Oland (que atravesaron por tierra), para embarcarse de nuevo y bordear la costa, hasta tocar tierra sueca en Soderkoping, y de ahí llegar al amado Monasterio de Vadstena (4 julio 1374), donde hoy día sigue reposando Brígida.

         Poco tiempo después (ca. 1375), su hija (Santa Catalina de Suecia) emprendía el largo viaje a Roma para conseguir la aprobación definitiva de la Orden Brigidina. Su canonización fue confirmada en 1415 por Juan XXIII, y la Orden Brigidina (Ordo Sanctissimi Salvatoris) siguió ofreciéndose al Señor en reparación por las continuas ofensas que se cometían contra él, tomando como base de su oración la meditación en la pasión del Señor.

         Los escritos de Brígida constituyen la obra capital de la literatura sueca medieval, destacando entre ellos sus Revelaciones (recogidas y ordenadas en 8 libros por Alfonso de Vadaterra), la Regla (de la Orden del Santísimo Salvador) y el Sermón Angélico (sobre las excelencias de la Virgen). Brígida sabía latín, pero su obra era dictada en sueco a sus secretarios (los dos Pedros), que la iban poniendo en latín común, verdadera lengua europea de la época.

         Las Revelaciones de Brígida fueron discutidas desde muy pronto, siendo eficazmente defendidas por el Concilio de Basilea (ca. 1436) y por el propio inquisidor Torquemada, quien las clasificó en 3 tipos (corporales, espirituales e intelectuales) y dijo de ellas que "por la gracia del Espíritu Santo, podemos leer en las Revelaciones el gran don que tuvo esta esposa de Cristo: que cuantas personas se le acercaban llenas de espíritu inmundo, en seguida sentía un hedor tan grande, y tenía su boca llena de un sabor amargo insoportable".

         Si no siempre tuvo Brígida éxito, ni consiguió lo que se proponía. Pero por su carácter práctico y activo, por sus rasgos de simplificación espiritual, y por su constante tendencia a la austeridad, se la ha considerado como una precursora de la Reforma.

         Mujer de carácter complejo y gran coraje, fue Brígida una infatigable luchadora, y (como ella misma nos dice) "la mensajera de un gran Señor". Por eso Brígida mereció que su muy amado Crucificado le dijera poco antes de morir: "Yo he hecho contigo como suele hacer el esposo, que se esconde de su esposa para ser de ella más ardientemente deseado. Así yo no te he visitado con consuelos en este tiempo pasado, porque era el tiempo de tu prueba. Pero ahora, una vez ya probada, ven a mí".

 Act: 23/07/24     @santoral mercabá        E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A