Estar atentos y rezar, en todo momento

Santiago,.24.enero.2022
Arzob.
.Dionisio.García,.primado.de.Cuba

          Hay personas que se preocupan por el momento final, que vendrá al final de los tiempos, y lo viven con angustia. Pero Cristo no nos pidió a los cristianos eso, sino que nos demos cuenta que, en todo momento, a cada uno de nosotros nos puede llegar ese final. Y eso es lo que yo quiero hacer ver hoy, lo contradictorio que es preocuparse por el final de los tiempos y no preocuparse por el presente y por cada día de la vida, porque cualquier momento es apto para que Dios nos pida cuentas de nuestra vida.

          Si no somos creyentes, no pasa nada, porque simplemente somos alguien o algo que nació, creció y murió. Pero nosotros creemos que la persona humana tiene valor, porque fue creada a imagen y semejanza de Dios, y porque Dios nos tiene prometida la gloria de estar junto a él, y hacernos semejantes a él. Y eso para nosotros sí tiene sentido, y por tanto cada día de la vida sí tiene sentido.

          La Escritura dice que "no se os embote la mente con el vicio, la bebida o el dinero". Y nosotros podríamos añadir unas cuantas cosas más, como los caprichos y las malas pasiones. Las pasiones no son malas, pues cuando una pasión es buena, nos lleva a hacer cosas buenas con una fuerza enorme. Pero cuando las pasiones se utilizan para lo contrario, ésa sí hace daño.

          También nos dice la Escritura que "no se os embote la mente", porque a veces inventamos tantas cosas, que hasta creemos que están bien por el simple hecho de que mucha gente lo apruebe. Y sin embargo, eso nos puede estar apartando de la palabra de Dios, y del destino y la intención con la que Dios nos creó: que algún día estaremos junto a él.

          Cuando las personas se sienten aplastadas, necesitan y piden un salvador. Y cuando alguien va cruzando un río y empieza a ser llevado por la corriente, o cuando está en el mar y parece que se va a ahogar, ¿qué es lo que grita? ¡Sálvenme! ¡Socórranme! Y lo que quiere es un salvador, alguien que se tire y lo rescate, y le permita volver a levantarse de la caída. Eso es lo que le pasa al pueblo y a cada uno de nosotros: que necesitamos un Salvador.

          Y esto ¿por qué? Porque a lo mejor mis pasiones, en vez de llevarme al buen camino, me han llevado al camino equivocado, y entonces me veo obligado a buscar a gritos a un salvador.

          En otras ocasiones no nos hemos metido por un mal camino, pero en el camino que vamos por la vida creemos que nosotros podemos hacerlo todo y resolverlo todo por nosotros mismos. Y entonces empezamos a creer que no necesitamos a nadie. Eso tiene un nombre, eso se llama prepotencia, eso se llama soberbia, y además es algo falso. Porque todos necesitamos en la vida de los demás.

          Todos necesitamos de los demás, desde el bebé que está en el vientre de la madre, y que es una persona humana (y que no se debe matar, porque ha sido creado por Dios), hasta el niño en sus primeros años de vida. Siempre necesitamos de alguien, desde el joven que necesita a sus profesores de universidad, hasta el familiar que necesita de su familia todo su cariño y amor. Todos necesitamos de otras personas, para que nos guíen en la vida, colaboren con nosotros, nos den consejos y nos acompañen en los momentos tristes. ¿Quién puede decir que no necesita a nadie?

          Nuestro pueblo también necesita un salvador. Y no sólo a los salvadores de índole económico, legislativo o laboral, esperando de ellos que nos prevengan de los tiranos y opresores (lo cual está bien, pues de lo contrario iríamos contra la naturaleza humana). Sino de un salvador que nos proporcione aquello que realmente anhelamos, y que nunca acabamos de obtener por no poder salir de la mediocridad. Necesitamos de alguien que nos diga que no, que la vida no es solamente eso, sino algo mucho más.

          Pues bien, ése que buscamos desde dentro, y a veces sin saberlo, se llama Cristo Salvador. Eso es lo que hoy le digo al pueblo.

          Es aquí, hermanos, donde yo os propongo una tareíta. Digo tareíta por no decir tareona (que me la pongo yo también, e igualmente a las religiosas que están hoy aquí, y exactamente igual a todos los bautizados, pues todos somos iguales ante Dios). Que cada uno haga este ejercicio durante esta semana, y se pregunte a sí mismos: ¿En qué aspectos de mi vida necesito yo ser salvado?

          Para responder a esta tarea necesitamos hacer un ejercicio de conciencia, con sinceridad y humildad. Y veamos si al final resulta que yo necesito a un Salvador, o no lo necesito.

          Si resulta que sí lo necesito, resultará que necesito un Salvador que me ayude a eliminar aquello que no conduce al bien. Porque muchas veces la propaganda nos tiene confundidos, y los medios e internet entran con tanta facilidad, que nos alejan de los caminos de salvación. Necesitamos a alguien que nos guíe, y nos lleve a la verdadera salvación.

          Si resulta que no necesitamos de un Salvador, difícilmente podremos reconocer a Dios como mi Señor, ni estar necesitados de la vida eterna. Difícilmente. Para eso haría falta humildad y sinceridad, seguir buscando y rezar así: "Señor, yo necesito que tú me salves, y a ti encomiendo mi vida".

          La vida pasa, viene como viene y sigue adelante. Y si no pensamos en el sentido de la vida, al final la habremos perdido. Jesucristo se entregó en la cruz para vivir como uno de nosotros, para hacerse uno con nosotros, y para que todos podamos vivir eternamente junto al Padre.

.

  Act: 24/01/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A