Hacer hueco en nuestras vidas, para tener más hijos

Goa,.26.septiembre.2022
Arzob.
.Filipe.Ferrao,.primado.de.India

          Queridos hermanos y hermanas, en los últimos años hemos tratado de profundizar nuestra vida cristiana en torno a la Iglesia como templo de la vida cristiana. Pues bien, hoy propongo profundizar en el misterio de la familia como Iglesia doméstica, y escenario donde la misión de la Iglesia puede llevarse a cabo.

          En estos últimos años, el papa Francisco I ha convocado dos asambleas generales del Sínodo de los Obispos, una tras otra, para reflexionar sobre el papel de la familia. El año pasado, el Sínodo de los Obispos presentó algunas propuestas al papa, y por eso escribo hoy para vosotros esta carta, con algunas de mis reflexiones sobre este fondo.

          La Iglesia, siguiendo las huellas del Señor, siempre ha reconocido, defendido y proclamado la importancia de la familia. Nuestro Señor Jesucristo nació y creció en una familia (Mt 1; Lc 1-2), reconociendo su importancia a lo largo de su ministerio (Mt 19,3-12; Jn 19,25-27). Y la cultura de la familia fue el sustento de la Iglesia, desde sus mismos orígenes (Hch 2,44-45; 4,32; 18,8; Rm 16,5; 1Cor 16,19; Flm 1,2).

          Este impulso familiar de la Iglesia no ha disminuido hasta hoy. A lo largo de los siglos, los papas, los ordinarios locales y los pastores siempre han destacado y promovido la santidad de la familia. Incluso el Vaticano II y San Juan Pablo II llamaron a la familia "Iglesia doméstica" (LG, 11; CF, 17; CC, 1655). 

          Escribo esta carta para proclamar los valores de la familia en la fidelidad a esta rica tradición, con la mirada puesta en Aquel que fundó la familia (Dios Padre), en Aquel que reveló sus riquezas (Jesús) y en Aquel que la está guiando (Espíritu Santo). La Santísima Trinidad es, pues, el origen y la cumbre de la familia. Esta misma Trinidad interpela al hombre y a la mujer a asumir la vida familiar (FC, 11). ¡Qué noble es la vocación a la vida matrimonial! ¡Qué insondable es su profundidad!

          La familia comienza con los votos matrimoniales que se contraen el día de la boda, el pacto que une a dos familias en una. La familia necesita amor para vivir, crecer y alcanzar la perfección como comunidad de personas. Un amor que, para mantenerse y seguir creciendo, necesita ser una réplica del amor divino (1 Jn 4).

          El día de la boda, el sacerdote, en nombre de Dios, hace 3 preguntas a la novia y al novio. Estas preguntas se refieren al amor cuádruple que ya he descrito, y las respuestas de los novios expresan su compromiso de amarse totalmente. Esta es precisamente la alianza del amor de Dios.

          El amor familiar surge de los votos matrimoniales del marido y de la mujer. Y en esos votos el servicio a la vida es una parte esencial, y se traduce en la responsabilidad de engendrar hijos y criarlos según los valores de Jesucristo.

          Los hijos son un don de Dios (Gn 1, 28), y al hacerlos nacer los cónyuges se vuelven colaboradores en la obra de la creación de Dios. Al mismo tiempo, no debemos olvidar que los esposos participan en el plan salvífico de Cristo, pues él mismo dijo "dejad que los niños vengan a mí, porque de los tales es el reino de Dios" (Mt 19, 14). Este servicio a la vida no es exclusivo del pensamiento cristiano, y ya Tagore había declarado, por ejemplo, que "cada niño viene con un mensaje de Dios, de que aún sigue comprometido con la humanidad".

          La formación de los niños es una parte importante en esta tarea. En palabras de San Juan Pablo II, los padres "engendran hijos en el amor y para el amor, y cultivan los valores humanos en la familia" (FC, 36-37). Y es así como cumplen el plan creador de Dios.

          En la última Carta Pastoral dije que "está disminuyendo el número de hijos en nuestras familias", y que teníamos que "trabajar para promover una cultura de la vida en nuestras familias". Los padres deben cumplir con su responsabilidad, incluso abriendo espacios para tener más hijos. Por lo tanto, están llamados a mantener su integridad y salud a tal fin, alejándose del aborto, del uso de anticonceptivos y de otros medios de placer sexual exclusivo.

          En esta coyuntura, nuestros corazones se vuelven hacia las parejas que no tienen la alegría de tener un hijo. Expresamos nuestra solidaridad con ellos, ya que a veces experimentan humillaciones e incluso desesperación. En tal situación, les pido que respondan con confianza a Dios, recurriendo a los medios coherentes que ofrecen las enseñanzas de la Iglesia. Cuando sea posible, la opción de adoptar un niño debe pasar por la mente del cristiano.

          La misión de la familia y de la sociedad se complementan (Gn 1,28). En efecto, los actos familiares repercuten en la sociedad, así como también la sociedad influye en la familia. La familia cristiana tiene una grave responsabilidad en las actividades sociales, en sus lugares de trabajo y en todo tipo de institución que promueva los valores. Al imbuirse en tales valores, los miembros de la familia cristiana deben ser mensajeros de Jesús en la sociedad. Así como tienen derecho a que las autoridades estatales planifiquen sus iniciativas teniendo en cuenta su bienestar ( FC, 46). 

          La Iglesia es una familia de familias cristianas, y si la Iglesia vive en la familia, la familia vive y se forma en la Iglesia (FC, 49). Esta forma de vida es una bendición para la familia y para la Iglesia. Pero para ello es necesario que la catequesis parroquial, la reflexión personal, la palabra de Dios y el conocimiento de las enseñanzas del magisterio de la Iglesia sean la columna vertebral de la vida familiar.

          Las familias deben profundizar su fe y vivirla a través de la vida sacramental, y de la ayuda que les ofrecen las oraciones y las bendiciones de la vida diaria. Tenemos algunas costumbres que expresan y profundizan nuestra fe, como el rezo de la mañana y de la noche, el ángelus y el rosario, las bendiciones de las comidas, la bendición de los ancianos, el uso del escapulario, el uso piadoso del agua bendita y otras prácticas similares.

          Nuestra fe, profundizada en tales costumbres, sirve para cumplir el anhelo de Jesús de "que todos sean uno" (Jn 17, 21). En este contexto, los párrocos han de tomar medidas para crear nuevas células para el Servicio Familiar Parroquial, y para alentar a los feligreses a asistir a los Seminarios de Formación que ofrece nuestra archidiócesis de Goa.

          Antes de terminar, pido a nuestros sacerdotes, religiosos y religiosas, asociaciones familiares y pequeñas comunidades cristianas, que tengan una preocupación pastoral por la familia. Estáis todos en mi oración, y yo invoco las abundantes bendiciones de Dios sobre vosotros.

          Madre celestial, esclava del Señor y madre de la familia, tú aceptaste generosamente el plan de Dios, y junto con tu esposo San José cuidaste de la familia de Nazaret. Intercede por nuestras familias para que, siguiendo tus huellas, puedan cumplir con su responsabilidad.

          San José Vaz, nuestro patrono de Goa junto a nuestro patriarca San Francisco Javier, tú creciste en los valores familiares cristianos, y te convertiste en sacerdote para proclamar por todas partes a Jesús como Señor. Sé ahora luz y guía para nuestras familias, en su lucha por crecer en los valores cristianos. Amén.

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  Act: 26/09/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A