Crear nuevos métodos, para vencer al mundo actual

Siam,.3.septiembre.2022
Arzob.
.Francis.Xavier.Kriengsak,.primado.de.Tailandia

          La difusión del materialismo y del desarrollo tecnológico ha tenido un impacto negativo en la vida de las personas. La gente tiene que trabajar duro para llegar a fin de mes, debido al mayor costo de vida, y su lucha por la supervivencia afecta su sentido de la moralidad, hasta tal punto que la búsqueda de poder y riquezas se ha convertido en la norma de la toma de decisiones.

          La corrupción y el engaño son cada vez más aceptables en nuestra sociedad. El secularismo, el materialismo y el relativismo ético llevan a muchas personas a hacer cualquier cosa por una ganancia económica. Algunos padres descuidan sus hijos para ganar más dinero, y otros recurren al aborto para que el recién nacido no sea una carga para sus vidas.

          Los avances en la tecnología de la comunicación lleva a los jóvenes a perder el tiempo en el mundo virtual del ciberespacio, de los juegos cibernéticos, en conversaciones sin sentido y en publicar imágenes o textos imprudentes, convirtiéndose en víctimas del juego sin ser conscientes de lo que está sucediendo.

          El rápido progreso del desarrollo material ha tenido un efecto negativo en la forma de vida, la moralidad y la ética de la gente. La gente ya no presta atención a la religión y la cultura, y el estándar de moralidad se ajusta para que coincida con la ganancia material de los que tienen el poder. Al mismo tiempo, el uso de la violencia para resolver problemas se está generalizando. En resumen, la situación social actual puede describirse en una frase: "que progrese la economía, aunque los valores y el bien común retrocedan".

          Estas corrientes culturales son las que están prevaleciendo en el mundo moderno, y las que están llevando a miles de católicos hacia una sociedad secularizada, marcada por el consumismo, el materialismo, el individualismo y el relativismo. En la Iglesia Católica debemos tomarnos esto más seriamente que nunca, y conseguir que todo discípulo de Cristo esté dispuesto a ir contra las tendencias actuales, y sea capaz de denunciar el laicismo imperante.

          En Tailandia se vive hoy en un contexto de múltiples culturas y tradiciones, y en general los tailandeses expresan su vida religiosa a través de prácticas rutinarias que creen que les protegerán del daño, al tiempo que con ella esperan ganar méritos y satisfacer las diversas dimensiones de su vida. Viven tanto en pequeñas comunidades dispersas como en grandes áreas urbanas, y en ellos la instrucción religiosa continúa siendo muy limitada. Los que deciden bautizarse y hacerse católicos reciben una fe poco profunda, y basan su vida cristiana más en las prácticas religiosas tradicionales que en un encuentro personal con Jesucristo. En general, los católicos tailandeses no entienden su llamada a ser verdaderos discípulos de Cristo.

          Ante esta situación será necesario ajustar todos los sectores de la estructura de la Iglesia, llegando incluso a descentralizándola si hace falta. Y hay que conseguir que todos en ella estén capacitados para proclamar el mensaje de Jesucristo como una nueva noticia, con la mayor de las audacias (parresía).

          La Iglesia debe crear una comunión de discípulos en torno a Cristo, para que todos ellos puedan ser sal de la tierra y verdadera luz de Cristo (Mt 5, 13-14), y mostrar el amor que Dios ha dado al mundo (Jn 1, 1).

          Nos dice la Escritura que "de repente vino del cielo un ruido estruendoso, como el soplo de un viento recio", que "llenó toda la casa donde estaban reunidos". Y que entonces "unas lenguas divididas de fuego aparecieron entre ellos, descansando cada una de ellas sobre cada uno de ellos" (Hch 2, 2-3).

          La primera evangelización ocurrió en Pentecostés, cuando los apóstoles se reunieron para orar con la madre de Cristo. Proclamar la buena noticia significa esparcir el fuego del Espíritu Santo, el fuego del amor de Cristo que ha llenado los corazones de los miembros de la Iglesia, y que les obliga a participar en la tarea evangelizadora. "Ay de mí si no anunciare el evangelio", repetía San Pablo (1Cor 9, 16).

          La Iglesia es el signo y el instrumento del reino de Dios, de un Reino que es amor, misericordia, justicia y paz. Ella es el cuerpo místico de Cristo, y el rostro de la misericordia de un Dios que es Amor (Misericordiae Vulto de Francisco I).

          La Iglesia debe comprometerse en la salvación de los hombres, invitando a todos a ir a Cristo, fuente de vida. Pero esta invitación ha de extenderla a través del amor, del servicio, de la caridad, de la solidaridad con los pobres y de la defensa de la dignidad humana en quienes sufren injusticias en varias formas. La Iglesia ha de contribuir a la mejora de la calidad de vida, tanto física como espiritual, de todos nuestros hermanos y hermanas los hombres.

          Esta tarea evangelizadora es un deber de todo cristiano, desde obispo al sacerdote y desde religioso al laico. Por la fe y el bautismo todos hemos sido llamados a ser discípulos de Jesús, y todos hemos recibido el amor de Dios, cuyo Hijo descendió para salvarnos. Uno no puede mantener este amor sólo para sí mismo, sino que debe compartirlo y ofrecerlo a la sociedad, especialmente a nuestros hermanos y hermanas que aún no conocen a Cristo (Ad Gentes del Vaticano II).

          "Mi alma engrandece al Señor", repitió María en su Magnificat, porque "el Poderoso ha hecho grandes cosas para mí, y su nombre es santo" (Lc 1, 46, 49). María es la mujer que vivió de la fe, y la que permitió que el Espíritu Santo guiara a la Iglesia en el camino de la fecundidad. Es lo que hoy pedimos la Madre de la Iglesia y Estrella de la Evangelización, para que ella ore a Dios por la Iglesia y para que Tailandia se atreva resueltamente a caminar, con ella, en esta nueva evangelización.

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  Act: 05/09/22         @primados de la iglesia            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A