Vulgaridad Estructural


Diversión juvenil actual, ejemplo de neuronas no del todo bien educadas

Querétaro, 29 agosto 2022
Bruno Ferrari, periodista de Observador

          De regreso de un viaje tomé un taxi para que me llevara del aeropuerto a la oficina. Me puse a revisar algunos apuntes para una reunión que tendría al llegar con algunos de mis colaboradores. Estando así las cosas, el taxista me preguntó si no me molestaba que pusiera música en la radio. Le respondí que no había problema, nada más que no fuera muy alto.

          El conductor empezó a buscar un canal de su agrado. Ciertamente, no esperaba yo que sintonizaría alguna de música clásica, pero suponía que oiríamos alguna balada en español, y con un poco de suerte alguna de esas que reviven la música de los 80, 90 o algo así.

          Pero mis esperanzas se desvanecieron cuando me di cuenta de que el canal seleccionado promovía una música que yo no sabía clasificar. El ritmo era pegajoso, pero lo que me llamó verdaderamente la atención eran las letras de las canciones, que incluían frases groseras, comentarios picantes y chistes que hacían los locutores, los cuales parecían más propios de una cantina bajero que de un programa radial.

          Al llegar a la oficina comenté lo que me había ocurrido con unos compañeros, y mi sorpresa se convirtió en perplejidad al oír decir a algunos que eso era parte de la cultura popular. Lamentablemente, hoy hay quienes pretenden llamar cultura a cualquier cosa, pero esto no es cierto, no todo es cultura.

          Si revisamos un diccionario veremos que la palabra cultura significa "cultivar los conocimientos y las facultades intelectuales del hombre", y el adjetivo popular no nos da la libertad para incluir dentro de ésta cualquier desatino. Creo que no es justo tratar de justificar lo vulgar con lo popular.

          La vulgaridad nace como consecuencia de la destrucción de las costumbres, de los modelos de vida y de la falta de educación. En el fondo, y desde mi punto de vista, la vulgaridad no es más que un reflejo de la pobreza de espíritu y de alma de quien la promueve, o de su incapacidad para poder poner de moda lo bueno, lo noble, lo que trasciende.

          En el caso específico de este tipo de música o programación considero que a veces funciona como una forma de escape de las tensiones y las frustraciones que pudieran tener algunos jóvenes que utilizan las malas palabras y las groserías porque tal vez no les hemos enseñado otra forma de hacerlo.

          También es lamentable que los que dirigen los medios de comunicación no comprendan la responsabilidad y el impacto que estos tienen en toda la sociedad (sobre todo en nuestros jóvenes), y que en su búsqueda de seguidores permitan la difusión de programas con doble sentido, que se ríen de los demás y juegan con fuego.

          Igualmente, no debemos olvidar que la vulgaridad se contagia como la fiebre aftosa. Pues la vulgaridad no es un accidente, ni fruto del nivel socioeconómico en que nos desenvolvemos. Sino que es una actitud que depende de los valores éticos y cívicos. Para erradicarla es necesario que aprendamos, al igual que en las matemáticas y la química, las normas sociales, pues éstas nos ayudan a elevar la calidad de la convivencia.

          Si hoy permitimos que nuestros hijos se griten de un extremo a otro de la casa, se mofen de los demás o hablen usando palabras altisonantes, no nos sorprenda que en el futuro les griten a sus esposas o esposos, a sus hijos e incluso a sus propios progenitores. Dependiendo de la calidad de las semillas que sembremos hoy, así serán los frutos que recogeremos mañana.

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 Act: 29/08/22          @noticias del mundo             E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A