Dictadura Democrática


Democracia actual, más parecida a una dictadura que a una democracia

Madrid, 15 agosto 2022
Eulogio López, director de Hispanidad

          En una universidad española los alumnos comentaban el impresionante ascenso electoral del Frente Nacional de Marie le Pen. Y al llegar el profesor, éste planteó a los alumnos la siguiente hipótesis:

"¿Qué pasaría si el Frente Nacional francés ganara las elecciones francesas y consiguiera la presidencia de la República? ¿Debería el sistema reaccionar contra el vencedor y dar un golpe de estado para salvar a la República, o debería respetar el resultado electoral? Recordemos que Hitler llegó al poder mediante unas elecciones democráticas".

          Inmediatamente, una alumna (se supone que con cierto nivel cultural, propio de quien cursa estudios superiores) respondió:

"Sí, sería legítimo un golpe de estado en Francia si gana Le Pen, porque afirma que va a suprimir el derecho al aborto y es una fascista".

          Este mismo argumento es el argumento de muchos articulistas de ahora mismo. Desde que los conceptos de derecha e izquierda se desdibujaron, resulta que un fascista (de los fascios socialistas de Mussolini) es de derechas, o que un nazi (del nacional socialismo de Hitler) es equiparable a aquel que defiende la vida humana embrionaria. Es decir, que eres abortista, o eres fascista. Y si eres cristiano coherente, el sistema ya te ha colocado el marchamo de fascista, para romper el hielo.

          Aquí debe estar fallando algo, porque los nazis alemanes no defendían al ser humano embrionario, y los fascistas italianos no eran cristianos sino socialistas. Pero esto es lo que hay hoy día, con el director adjunto de El País (Lluís Bassets) diciendo algo parecido en un programa de TV. Para él, Le Pen es una fascista porque propone que Francia abandone la UE. Hombre, por muy europeísta que sea uno, no parece que ser anti-Bruselas implique ser fascista, y entre un extremo y otro hay un largo recorrido que convendría explicar.

          Pues bien, este es el discurso cultural imperante.

          De François Marie Arouet, alias Voltaire, se cita siempre una famosa frase: "Aborrezco lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo". Bonita la frase, ciertamente, pero que oculta otra, de signo casi opuesto, que figura en su Tratado sobre la Tolerancia: "Los fanáticos no merecen la tolerancia".

          Naturalmente, para el amigo Voltaire todo creyente era una fanático, y como fanático no merecía la tolerancia. Por eso, el ex-bachiller de los jesuitas conspiró todo lo posible para acabar con la Orden de los Jesuitas, afirmando que su disolución sería el preámbulo para acabar con "la Infamia" (es decir, con la Iglesia). Por lo visto, no ocurrió ni lo uno ni lo otro, y el bueno de Voltaire se equivocó.

          Pero, ¿cómo decidir quién es fanático, y quién es demócrata? Lo decidirá Voltaire, naturalmente, encarnado en todos sus secuaces de hoy día.

          El asunto no tiene ninguna gracia, porque si toda creencia (o convicción) es sinónimo de fascismo (o nazismo), se volverán a repetir los grandes enfrentamientos sociales. Los españoles sabemos mucho de eso, pues si la II República Española no hubiera proclamado la misma barbaridad que Voltaire, o que nuestra universitaria, los católicos españoles no hubieran apoyado al militar republicano Franco, y este no hubiese ganado la guerra a sus colegas socialistas.

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 Act: 15/08/22          @noticias del mundo             E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A