Juan Diego, más que leyenda
"Muchos historiadores creen que no existió". Eso
es lo que se oye de vez en cuando, y viene a ser como decir que la
Islas Canarias no surgieron de erupciones volcánicas, porque muchos
historiadores aseguran que no hay pruebas de tales erupciones. Los historiadores
puede que no las tengan, pero los geólogos y vulcanólogos sí que las tienen.
Es como afirmar que no existió Julio César o Alejandro Magno, o Buda, de los
que sólo tenemos referencias por terceros, no coetáneos suyos, pero, sobre
todo, por las huellas de sus obras.
Las
huellas de las obras del indio Juan Diego, muy
buenas las crónicas y canales de TV española, son las que hoy se pueden analizar en la Basílica de Guadalupe, de la misma
forma que las pruebas del origen volcánico de las Canarias están en la lava
solidificada que pisamos en las Islas afortunadas de hoy mismo, o de la misma
forma que la existencia de Buda y sus enseñanzas no son demostrables
documentalmente sino a través de los muchos budistas que hoy siguen sus enseñanzas,
trasmitidas de generación en generación.
Pero
no. Nuestros queridos medios informativos aplican con la Iglesia el viejo lema:
cara yo gano, cruz tu pierdes. Si se trata de, pongamos Atapuerca, nadie pone en
duda (y deberían hacerlo) las deducciones arqueológicas, muchas de ellas, como
no podía ser de otro modo, cogidas por los pelos, pero si se trata de un
presunto milagro, entonces la metodología cambia, y se exige a la Iglesia que
demuestre la existencia del indio Juan Diego, al tiempo que se silencian las
pruebas de dicha existencia.
Porque
antes de saber si existió el indio Juan Diego, mucho más demostrable, insisto,
que la existencia de Alejandro Magno, hay que estudiar, científicamente, las
huellas que nos ha legado.
En
pocas palabras, la ciencia no puede explicar cómo se grabó una imagen de la
Virgen (la venerada Virgen de Guadalupe) en una tela de origen vegetal, el ayate
de Juan Diego, y cómo dicha tela ha permanecido incólume desde
1531, como si se acabara de tejer. La ciencia no puede demostrarlo, pero sí
puede mostrarlo. Lo que pasa es que muchos no quieren verlo porque están poseídos
del dogma del antidogmatismo: me niego a analizar la tela, no vaya a ser que los
resultados de ese análisis científico me lleven a la conclusión de que la única
explicación posible es la del milagro, lo que me llevaría a romper con mi
dogma de que los milagros no existen.
Pero
la ciencia sí puede asombrarse, y lo hace, precisamente con los medios
actuales, del mantenimiento de una tela, por lo demás besada
por tantos devotos (los mexicanos son muy besucones) a lo largo de los siglos,
sin que haya quedado ningún residuo de tanto trasiego. Y mucho menos puede
explicar cómo en los ojos de la imagen de la Virgen (diminuto tamaño) se
puedan ver (gracias a los modernos instrumentos de informática, óptica y
tratamiento de imágenes) hasta 6 imágenes donde aparecen personajes de la
época... que sólo la ciencia de nuestra época ha logrado descubrir. Y aún
resulta más racionalmente imposible la 7ª imagen, más bien
una escena, grabada en el iris de la Virgen, a su vez impreso en una tela: un
grupo familiar que, por su composición y perspectiva, resulta imposible que
fuera realizado en aquella época. Quien quiera saber más de todas estos
misterios que la ciencia de hoy, no la del siglo XVI, puede mostrar pero no
demostrar, debe leerse el apasionante libro de Francisco Ansón titulado Últimos
hallazgos: la Sabana Santa de Turín, el Sudario de Oviedo y la Virgen de
Guadalupe.
Pues
bien, esos mismos periodistas que han puesto en duda la existencia misma de Juan
Diego, no han dedicado una sola palabra a
los estudios realizados por técnicos de la NASA, ópticos e informáticos de
toda condición, sobre la inexplicable conservación de la tela y las aún más
inexplicables composiciones icónicas de los ojos de la Virgen de Guadalupe. Lo
cual no supone un atentado contra la fe, sino contra la ciencia, contra la
deontología periodística y contra el sentido común. Eso sí, nos han contado
que la canonización es un guiño a los indígenas para que no abandonen la
Iglesia ante el empuje de las iglesias protestantes (unas iglesias que, de
conocerse sus enseñanzas, harían huir de miedo a los plumíferos y reporteros
aludidos).
¡Joder (perdón) con la leyenda de Juan Diego! Para ser un personaje legendario no le va
mal, dejando huellas históricas estruendosas. Solo que no hay peor ciego que el
que no quiere ver.
EULOGIO
LÓPEZ, Madrid, España
Act: 25/01/18 @noticias del mundo E D I T O R I A L M E R C A B A M U R C I A |