20 de Julio

Sábado XV Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 20 julio 2024

a) Miq 2, 1-5

         Después de una breve incursión en Isaías, leeremos 3 páginas de uno de sus contemporáneos, el profeta Miqueas, de quien hizo célebre la profecía: "Y tú Belén no eres la más pequeña entre las familias de Judá, de ti nacerá el que ha de conducir a Israel".

         Como los demás profetas, Miqueas es a la vez violento y pacífico, amenazador cuando se trata de fustigar la injusticia o la idolatría: "Ay de aquellos que meditan iniquidad, que traman el mal en sus lechos. Al amanecer lo ejecutan porque el poder está en sus manos". He ahí a gentes especialmente repugnantes, que no sólo hacen el mal, sino que lo meditan y lo traman: "Codician campos y los roban; casas, y las usurpan; hacen violencia al hombre y a su casa, al individuo y a su heredad".

         La economía rural en tiempos de Miqueas estaba en plena crisis, y los hombres de negocios, poco escrupulosos, la aprovechaban para acaparar las tierras de los labradores en dificultad. Pero dichas prácticas, ¿eran sólo de aquellos tiempos, o también de ahora? ¿Se siguen amontonando fortunas en detrimento de los pobres? Y en el plan internacional ¿no sigue siendo verdad que una parte de nuestro nivel de vida, tan superior al del Tercer Mundo, es fruto de injusticias?

         ¿Y qué podemos hacer en ello? Por lo menos concienciarnos. Y participar por todos los medios al desarrollo de los demás, sin malgastar ni ampliar nuestro tren de vida. La oración más espiritual y sincera nos pone ante esas realidades candentes.

         La palabra de Dios, si la tomamos en serio, nos conduce a estos interrogantes. Por eso dice el Señor: "Yo medito contra esa ralea una calamidad de la que no podrán apartar su cuello. No andaréis con altivez, porque será un tiempo de desgracia".

         Escuchemos una vez más la toma de posición de Dios en favor de los pobres. Si la repetición de ese tema nos irrita, o si lo encontramos demasiado revolucionario, o si pensamos que los profetas abusan a la hora de volver a él tan a menudo, ¿no será porque nos atañe personalmente? ¿En qué soy yo, yo mismo, un aprovechado? Señor, ayúdame a obrar siempre en verdad en mis relaciones con los demás. Y dame la valentía suficiente para cambiarme.

         Aquel día se proferiré sobre vosotros una sátira (añade Miqueas), se plañirá una lamentación y diréis: "Estamos despojados del todo. Se quedan con lo que me pertenece, se reparten nuestros campos. Y no habrá nadie que en la comunidad del Señor, os restituya una parte". Los acaparadores han despojado a los demás, pero serán ellos los despojados, y los que perderán su prestigio, y de quienes se reirá la gente.

         Una vez más, los profetas (como hoy Miqueas) no condenan la injusticia social solamente en nombre del derecho. Ser justo no es sólo un deber social, sino un deber religioso ante Dios. Y el peor castigo no es "ser despojado", sino no estar ya asociado a Dios y a los hermanos, y ser borrado de la comunidad del Señor.

Noel Quesson

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         Se empieza hoy presentando al profeta a quien se atribuye el libro. Se llama Miqueas (lit. quién como el Señor), y vivió en tiempos de los reyes Jotán I, Ajaz I y Ezequías I, todos ellos de Judá. La expresión "palabra del Señor", que abre el libro, quiere reclamar la atención hacia lo que se va a decir. Se trata de la visión del profeta que contempla la suerte de Samaria y de Jerusalén.

         En el 1º texto (Mi 1, 1-9), el profeta ve a Dios "a punto de salir de su morada" (v.3), como la amenaza de una fuerza que, al desbordarse, trastorna y arrasa la tierra amada de los que escuchan a Miqueas (v.4). El profeta intenta, de este modo, hacer sentir al pueblo la inseguridad de su existencia, hacerles tomar conciencia de ella.

         En el fondo, el temible no es Dios, sino la propia condición humana. Y si la gente fuera consciente de eso, vería el contrasentido que supone pensar en vivir de una manera estable ("en una tierra firme") mientras se vive entregados a la vaciedad de unas esculturas e ídolos que no son nada (v.7). En realidad, el objetivo del profeta es que Israel ponga fin a la prevaricación, y que desaparezca el culto idolátrico ilegítimo (que ya ha llegado de Samaria).

         En la 2ª parte del texto (Mi 2, 1-11) el profeta se encara con los poderosos que abusan de su poder (v.1). El razonamiento de fondo es semejante al anterior: el poder, poseído a semejanza de la tierra que pisan, fascina y seduce, y eso hace que los poderosos se establezcan en él de manera engañosa y frágil.

         Pero el poder no es visto simplemente como un ídolo, sino que sus adoradores son culpables de cometer injusticias y de oprimir al pueblo (v.2). De ahí que no será sólo su poder el que se tambaleará, sino que ellos mismos se verán arrastrados por la destrucción (v.3). El profeta no puede renunciar a su propia mirada escrutadora, que le muestra la caducidad de este mundo y de la vida, y la necedad y el riesgo de los que, deslumbrados, creen poder comportarse como asentados y firmes para siempre: "Levantaos y echad a andar, que no es sitio de reposo" (v.10).

Miguel Gallart

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         Terminamos la semana con el profeta Miqueas, contemporáneo de Isaías, y que entona un amargo lamento por la injusticia que sufre el pueblo (o mejor dicho, y como siempre ocurre, una parte del pueblo). Cuando hay oprimidos, tiene que haber opresores, y según Miqueas esos son los que ostentan el poder. La imagen que elige Miqueas para expresar el sufrimiento causado por la injusticia es la "imposibilidad de caminar erguidos", porque el robo, la mentira y la avaricia son un yugo que oprime a cada persona y la va encorvando.

         Y esto, en tiempos de Miqueas y en todos los tiempos, como parte de la naturaleza humana. Así como también es de todos los tiempos la capacidad para salir de esa opresión, denunciándola y eligiendo con claridad de qué lado estamos. Dios lo tiene claro: "ve las penas y los trabajos, los mira y los toma entre sus manos".

         El profeta Miqueas, que para la historia pasará como el profeta de los agricultores y campesinos, actuó en el Reino del Norte poco antes de la caída de Samaria del 722 a.C. Su predicación se centró en la denuncia contra los dirigentes que se apropiaban de las tierras y casas de los campesinos, haciendo una llamada a la justicia en ese contexto de opresión y explotación. A quienes se encargan de robar la tierra, les recuerda el profeta, Dios les quitará del medio.

Rosa Ruiz

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         Durante 3 días vamos a escuchar al profeta Miqueas, cayo nombre significa "quien como el Señor". Vivió en tiempos de Ajaz I de Judá y Ezequías I de Judá, y por tanto fue contemporáneo de Isaías, llamado por Dios para hacer oír su palabra en los difíciles tiempos anteriores a la ruina de Judá.

         De este profeta conocemos, sobre todo, su oráculo sobre Belén (Mi 5, 1), en el que se anuncia que de este pequeño pueblo saldrá un caudillo que apacentará a todo el pueblo de Israel (Mt 2, 6). Aquí se nos presentan unas páginas acerca de la situación histórica de su pueblo.

         Miqueas se enfrenta con los poderosos de su época, y denuncia con valentía sus despropósitos: abusan del poder, traman iniquidades, codician los bienes ajenos, roban siempre que pueden, oprimen a los demás, son idólatras de sí mismos. Y les anuncia el castigo de Dios: les vendrán calamidades sin cuento, y serán objeto de burla por parte de todos, cuando caigan en desgracia.

         Los peligros del poder y del dinero siguen siendo actuales. También en nuestro mundo nos enteramos continuamente de atropellos contra los débiles, de injusticias flagrantes, de abusos cínicos por parte de los poderosos. Basta leer las llamadas continuas de los papas por una justicia social en el mundo, como la que Juan Pablo II escribió en su Sollicitudo rei Socialis. O en las voces proféticas de tantos misioneros y personas honradas, en muchas partes del mundo.

         No están anticuadas, pues, las situaciones que denuncia el salmo reponsorial de hoy: "La soberbia del impío oprime al infeliz, y lo enreda en las intrigas que ha tramado. Y eso porque el malvado dice con insolencia: No hay Dios que me pida cuentas".

         Una vez más, nos encontramos con que Dios no quiere que separemos el culto litúrgico de la justicia social para con los pobres y débiles. Pocas veces se eleva tanto la voz de los profetas a la hora de reclamar un culto más perfecto en el templo. Casi siempre lo hacen para denunciar la injusticia contra las personas, que son imágenes de Dios: "Tú ves las penas y los trabajos. A ti se encomienda el pobre, tú socorres al huérfano".

José Aldazábal

b) Mt 12, 14-21

         Enterado del propósito de sus adversarios, Jesús se retira temporalmente de la escena pública, y muchos deciden seguirlo. La curación de éstos está en paralelo con la del hombre del episodio anterior, y tiene su mismo significado. De hecho, Mateo cambia la localización pero no el día. Sigue, por tanto, la actividad de Jesús ese sábado, en este caso liberando a los hombres de los yugos de la ley. Presta ayuda a todo el que lo necesita, y, según este pasaje, todo hombre necesita ayuda (Mt 5,7; 12,7). Les prohíbe hacer pública su actividad.

         Mateo ve en esta actitud de Jesús el cumplimiento de un texto de Isaías (Is 42, 1-4) que trata de la figura del Siervo de Yahveh. No utiliza el texto griego de los LXX, ni traduce exactamente el hebreo, sino que adapta el texto del profeta a su propia teología. El término griego pais (lit. chico) significa lo mismo hijo que siervo, aunque el paralelo de las escenas del bautismo (Mt 3, 16) y la transfiguración (Mt 17, 5) hacen prevalecer el sentido de hijo. El Padre lo presenta al mundo ("mirad").

         El término "el elegido" es también otro de los títulos mesiánicos de Jesús (Lc 9,35; 23,35), al igual que las designación "mi amado" y "mi predilecto" del bautismo (Mt 3, 17). El título "mi amado" es prácticamente sinónimo de "mi hijo único" (Gn 22, 2). El Espíritu de Dios, en perspectiva de AT, es Dios mismo en cuanto fuente de vida y energía. Se comunica al hombre para capacitarlo en vista de una determinada misión.

         El paso del tiempo pasado (v.18a) al futuro (v.8b) muestra 2 tiempos: el de la elección de Jesús y el de su investidura para la misión. También en la escena del bautismo llega Jesús al Jordán dispuesto a hacer su compromiso hasta la muerte, consciente de su misión mesiánica. Es al salir del agua cuando recibe la investidura.

         La misión para la que lo capacita y a la que lo impulsa el Espíritu es "anunciar el derecho a las naciones". La obra salvadora del Mesías no se circunscribe al pueblo de Israel.

         Relacionando este dicho con las curaciones narradas antes (que son el cumplimiento de este texto profético) aparece que el derecho (o nueva norma de justicia) resume el principio de Jesús: la ayuda al hombre, por encima de la ley. La relativización de la ley mosaica va a permitir a las naciones aceptar el mensaje de Jesús. El mensaje de libertad en él contenido es el nuevo derecho (o nueva norma) que puede encontrar eco en el mundo entero.

         El Mesías no será un agitador ni un líder de masas. Así justifica Mateo con la Escritura la actitud de Jesús, su retirada y la prohibición de divulgar su actividad (v.15). Busca en cambio a los que necesitan su ayuda (Mt 5,7; 8,17; 9,12.36; 11,5.28).

         Su empresa no se realizará, pues, con las armas o con la fuerza, sino con un nuevo estilo: el Espíritu, con suavidad y mansedumbre (Mt 11, 29), con lo débil y vacilante. Lo que está para extinguirse no acabará de apagarlo. La justicia no se implanta arrollando lo débil. Su ayuda consiste en curar, enderezar y hacer revivir.

         Este es el modo como el derecho predicado por él a las naciones penetrará y llegará a la victoria. Este derecho es designio de Dios, que no quiere al hombre para sí sino para la humanidad (Mt 12, 7). El derecho que Jesús propugna coincide con las relaciones ideales entre los hombres. La aspiración universal por una sociedad justa encontrará su fundada esperanza en este Mesías.

         Mateo describe así su idea del Mesías, aquel que, gracias a la abolición de la ley mosaica (que paraliza al hombre y crea el obstáculo entre Israel y los demás pueblos) llega a establecer una humanidad universal. Esto se hace por la fuerza del Espíritu que en él habita y actúa. Mateo responde así a la 3ª tentación del desierto.

         No será el Mesías, pues, un Mesías ambicioso, que busca el litigio usando la fuerza y disputando su poder con otros, pretendiéndose apoyarse en la popularidad con las masas (v.19). Sino que su labor será paciente y buscará promover el bien de las personas, sin perder nunca la esperanza (v.20). Su camino será el del amor desinteresado, que cura y ayuda al hombre. La descripción de Mateo previene a los discípulos sobre cómo han de promover también ellos el reinado de Dios (Mt 6, 10.13).

Juan Mateos

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         Una referencia al profeta Isaías constituye el vértice doctrinal del texto que nos presenta la liturgia de hoy: Is 42,1-4, la cita bíblica más extensa del evangelio de Mateo. Ella nos presenta una de las ideas más fuertes en la teología de este evangelio, como es la pregunta sobre quién es Jesús. Lo que hoy en Teología Bíblica se podría llamar "cuestión cristológica", para Mateo se constituyó en uno de los más grandes temas de reflexión, no quedándose en lo que Jesús hacía, sino describiendo responsablemente quién era Jesús.

         Las primeras comunidades cristianas hicieron un gran esfuerzo por definir a Jesús, y en este cometido surgieron una serie de títulos sobre Jesús, de los cuales algunos pasaron a los Credos y otros quedaron recogidos en los textos litúrgicos, en la piedad y en la literatura.

         Uno de esos títulos es el de Siervo de Yahveh, con el que también llamamos convencionalmente a Jesús. Este título está recogido en el libro del profeta Isaías (en la 2ª parte), donde se presenta la misteriosa figura de un Servidor de Dios cuya misión de magisterio y sacrificio expiatorio habría de aportar al mundo la luz y la salvación.

         Jesús tuvo clara conciencia de que, en la figura de este Siervo, se proclamaba su vocación mesiánica. Y los judeocristianos reconocieron en él al auténtico Siervo de Yahveh. Mateo, que escribe dentro de esta atmósfera religiosa, reafirma en el presente texto el sentido cristiano de las palabras del profeta Isaías. Miremos con detalle el texto.

         En la 1ª estrofa, Dios presenta a su Siervo con el "elegido y amado" por él. Y por la unción del Espíritu, éste será el maestro de todos los pueblos: "He aquí mi siervo, a quien elegí, mi amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones" (v.18).

         La palabra hebrea ebed (lit siervo) tiene la connotación del que es servidor, y este servidor es presentado al mundo por el mismo Dios, como su elegido. La institución en el oficio se realiza por el don del Espíritu, que acompañará al Siervo en su empresa como un mediador carismático.

         La misión del Siervo es implantar el derecho y la ley de Dios, difundiendo su voluntad en orden a la vida de las personas. El ámbito de la misión del Siervo será universal y realizará su misión, pero no con las armas o a la fuerza, sino con la presencia del Espíritu.

         En el texto nos encontramos con que la misión del Siervo es "anunciar el juicio a las naciones", proclamando con verdad el derecho y estableciendo la justicia en la tierra. "Anunciar el juicio a las naciones" indica el juicio o proceso entre Dios y el pueblo. Isaías anuncia la justa decisión que Dios tiene de establecer el derecho, indicando que sólo Dios hace un juicio recto. De esta manera, "establecer el derecho" se convierte en misión del Siervo, a través de un camino de sufrimiento que debe universalizar ese derecho a las naciones, dando luz a las mismas.

         La estrofa "no disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz" (v.19) caracteriza la amable suavidad y la humilde propaganda del Siervo de Dios. Las manifestaciones del Siervo no vendrán, pues, a través de fuertes gritos o con un gran despliegue publicitario. El Siervo de Yahveh anunciará su misión salvífica con el testimonio de su propia vida, respaldado con acciones concretas su labor y misión en favor de los hombres. Unos hombres por los cuales el Siervo instaurará el derecho y la justicia entre las naciones.

Fernando Camacho

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         Escuchamos hoy el nuevo incidente de Jesús respecto al sábado, esta vez curando en sábado a un paralítico ¡en plena sinagoga! Los fariseos salieron de la sinagoga y directamente convocaron el Consejo Judío, para planear el modo de acabar con él.

         La discusión que precede a este pasaje muestra la preocupación de Jesús por la evolución de los fariseos. Les había hablado de la oveja caída en un pozo, y de cuán natural era salvarla aun en día del sabbat; les había dado razones de cómo el derecho y los deberes hacia los hermanos no podían ser suprimidos en sábado... Pero los fariseos se habían cerrado todavía más, aferrándose a sus estrictas interpretaciones entre lo permitido y lo prohibido, y explicando al pueblo que dejar de hacer eso en sábado supondría la pérdida de la fe. Y ante esta nueva interpretación de la ley de Jesús, planean cómo dar muerte a Jesús.

         Jesús se enteró de ello, y se marchó de allí. Le siguieron muchos y él siguió haciendo lo de siempre: curando enfermos, y exigiendo que fuesen prudentes a la hora de publicarlo. Se trata de la famosa Ley del Silencio mesiánico, en que Jesús mandaba callar, e insistía en que no se hablase de sus milagros.

         La hostilidad llegó a ser tan fuerte a su alrededor, que Jesús se vio obligado a retirarse de la escena pública. Mateo explicará esta cuestión con una larga cita del profeta Isaías (la más larga cita del AT en su evangelio), que es una de las claves más importantes para comprender la personalidad del Mesías: "He aquí a mi Servidor, mi Elegido, mi Amado, en quien mi alma se complace".

         Jesús es el verdadero Siervo de Dios. Por eso la obra de Jesús no va destinada solamente al "pueblo elegido", ni tampoco a los primeros pueblos que tuvieron la suerte de recibir el evangelio. Sino que va dirigida a todas las naciones, amadas de Dios (en Cristo) y salvadas por Jesús (enviado por Dios).

         Jesús no es un líder, ni un reformador, ni un revolucionario. Sino que su acción es interior y calmada, que va de corazón a corazón. No hace ruido ni busca que hablen de él, sino que su papel es enderezar las conciencias, curar las llagas, dar un nuevo valor a los pecadores. Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza.

         Esa es la vocación la de Jesús: "no quebrar lo cascado", no apagar los pequeños destellos de luz que aún subsisten, volver a dar esperanza. Gracias, Señor, por haber querido ser todo esto por nosotros, por mí. Ayúdanos, Señor, a parecernos a ti.

Noel Quesson

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         La respuesta de ayer de Jesús sobre el sábado no había gustado nada a los fariseos, que hoy "planean el modo de acabar con él". No obstante, Jesús sigue su camino, sin provocar innecesariamente pero sí con total libertad y entereza.

         Esto es lo que nos explica hoy el evangelista Mateo, cuando alude a la profecía de Isaías que hablaba sobre el Siervo de Dios, que "anunciará el derecho, pero no gritará ni voceará por las calles". El modo de actuar de Jesús es, pues, ese: lleno de misericordia (o como decía ayer, "misericordia quiero y no sacrificios"). Y su actuación se dirige a "que la caña cascada no se quiebre, ni el pábilo vacilante se apague".

         Los que nos llamamos seguidores de Jesús tenemos aquí un espejo en donde mirarnos, o un examen para comprobar si hemos aprendido o no las principales lecciones de nuestro Maestro:

-tenemos que "anunciar el derecho". Es decir, hacer que llegue el mensaje de Cristo a las personas y a los grupos;

-no debemos "vocear ni gritar" (imponer coaccionando) sino anunciar (proponer motivando), respetando la situación de cada persona en medio de este mundo secularizado y pluralista;

-debemos ayudar "a la caña cascada y al pábilo vacilante". Es decir, a aquellas personas que ha fallado, o que están pasando momentos difíciles y hasta dramáticos por sus dudas o problemas. La consigna de Jesús es que les ayudemos a no quebrarse del todo, a no apagarse; que le echemos una mano para levantarla y darle una nueva oportunidad.

         Es lo que continuamente hacia Jesús con los pecadores y los débiles y los que sufrían: con la mujer pecadora, con el hijo pródigo, con Pedro, con el buen ladrón. Es lo que tendríamos que hacer nosotros, si somos buenos seguidores suyos.

José Aldazábal

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         El evangelio de Mateo fue escrito para cristianos provenientes del judaísmo, y por esa razón son abundantes en él las citas del AT. En el pasaje de hoy, Mateo aplica a Jesús el texto de Isaías (Is 42, 1-4), precioso texto que pertenece al comienzo del 1º Canto del Siervo de Yahveh. Y si la Iglesia naciente se mira en ese espejo profético es porque encuentra en él algunas claves para entender mejor a su Señor.

         ¿Qué es lo que descubrimos hoy? En 1º lugar que Jesús, como el Siervo misterioso, es el Elegido, que no se arroga la misión sino que la recibe de Dios. Por eso nadie puede desautorizarlo, y los fariseos ignoran que están resistiéndose a Dios (en el que dicen creer).

         En 2º lugar que Jesús, para llevar a cabo esa misión, y al igual que el Siervo, recibe también una efusión del Espíritu de Dios. Esta misión consiste en "anunciar e implantar el derecho". Con este término no se alude a lo que hoy llamamos "imperio de la ley", sino que alude a crear un entramado jurídico que asegure los derechos y deberes de los ciudadanos. El derecho y la ley son expresiones que se refieren al proyecto de Dios sobre la humanidad, al sueño de Dios de crear un solo pueblo en el que todos sus hijos puedan vivir en paz.

         El modo de realizar esta misión se caracteriza por 2 actitudes que no parecen las más propias de un líder: la humildad ("no gritará", "no voceará") y la mansedumbre ("la caña cascada no la quebrará"). En pocas palabras, el evangelio de hoy nos ofrece una síntesis sobre la identidad de Jesús, y sobre el sentido más auténtico de su mesianismo.

         Es muy probable que para algunos de vosotros estas categorías resulten bastante extrañas, pero a veces no hay más remedio que familiarizarse un poco con el lenguaje bíblico si queremos entrar en su contenido. Lo que en el fondo se nos dice es sencillo: Jesús no es un impostor ni vive del cuento, sino que es un enviado de Dios.

         La misión de Jesús no consiste en establecer un nuevo sistema político, sino en hacer que todos puedan vivir con la dignidad de hijos de Dios. Su estilo no va a consistir en la demagogia, la imposición violenta, la intriga o la impaciencia. Actuará con humildad, a ras de tierra. Y esperará a que la más mínima semilla pueda germinar.

Gonzalo Fernández

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         Hoy encontramos un doble mensaje. Por un lado, Jesús nos llama con una bella invitación a seguirlo: "Le siguieron muchos y los curó a todos" (v.15). Si le seguimos encontraremos remedio a las dificultades del camino, como se nos recordaba hace poco: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mt 11, 28). Por otro lado, se nos muestra el valor del amor manso: "No disputará ni gritará" (v.19).

         Jesús sabe que estamos agobiados y cansados por el peso de nuestras debilidades, por las cruces, por las desavenencias, por los desengaños y las tristezas. De hecho, "se confabularon contra él para ver cómo eliminarle" (v.14), y nosotros sabemos que el discípulo no es más que el maestro (Mt 10, 24), y que también habremos de sufrir incomprensión y persecución.

         Todo ello constituye un fajo que pesa encima de nosotros, un fardo que nos doblega. Y sentimos como si Jesús nos dijera: "Deja tu fardo a mis pies, yo me ocuparé de él; dame este peso que te agobia, yo te lo llevaré; descárgate de tus preocupaciones y dámelas a mí".

         Es curioso. Jesús nos invita a dejar nuestro peso, pero nos ofrece otro: su yugo, con la promesa de que será suave y ligero. Nos quiere enseñar que no podemos ir por el mundo sin ningún peso, y que una u otra carga habremos de llevar. Por eso nos invita a que no sea nuestro fardo el que llevemos (lleno de materialidad) sino el suyo (que no agobia).

         En Africa, las madres y hermanas mayores llevan a los pequeños en la espalda. Una vez, un misionero vio a una niña que llevaba a su hermanito, y le dijo: "¿No crees que es un peso demasiado grande para ti?". Ella respondió: "No es un peso, sino mi hermanito al que amo". El amor es el yugo de Jesús, y no sólo no es pesado, sino que nos libera de todo aquello que nos agobia.

Josep Massana

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         Jesús es la palabra y gesto sanador de Padre, y por eso pasó haciendo el bien, curando dolencias, anunciando el derecho, sembrando esperanza, poniendo en pie a todos los encorvados de la historia. Y lo hizo sin violencia ni impaciencia, sino erguido y fiel, cargando sobre sí nuestras cargas para "no quebrar la caña cascada, ni apagar los pábilos vacilantes" de nuestro mundo.

         Para que nosotros hagamos los mismo, se requieren varias cosas: un profundo sentido de la responsabilidad, un tierno amor a todo ser humano y una esperanza infinita en la vida.

         Ojalá Dios nos vaya haciendo cada vez más siervos al estilo de Jesús. Es decir, siervos suficientemente valientes para anunciar y denunciar y a la vez, suficientemente comprometidos para que cada una de nuestras palabras vaya siempre acompañada de gestos concretos y sencillos (que son los que, al final, hacen de este mundo un lugar más humano y más espiritual).

Rosa Ruiz

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         Reparemos en el contraste: los fariseos planean matar a Jesús, y Jesús planea un servicio de cercanía a las personas. Unos toman actitudes violentas, y él cumple la visión profética de bendecir, mimar y apreciar todos los detalles de bondad que están a su alcance. El mal y el bien, chocando mutuamente, caminan como en paralelo. ¡Gran problema, porque algunos corazones están desquiciados!

         Ni siquiera Jesús, el Hijo del hombre e Hijo de Dios, entendió la providencia divina como fácil huída o gratuita eliminación de las adversidades. Jesús, como Moisés y los suyos, hubo de vigilar más de una noche para no dejarse sorprender por los adversarios que espiaban sus pasos para destruirlo.

         Jesús, sencillo como paloma, enseñaba la verdad con amor y derramaba su gracia sobre los pobres. Pero prudente como serpiente, tenía que ir imponiendo la nueva ley (la de la justicia, el amor y la paz) con paciente perseverancia, dispuesto incluso a que llegara su hora de entrega total y final en la cruz. ¡Qué difícil es no porfiar, no vocear, no apagar el pabilo vacilante, y al mismo tiempo seguir proponiendo la nueva ley!

Dominicos de Madrid

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         La hostilidad de los fariseos (v.14) es el punto terminal del relato referido a la actividad de Jesús durante el sábado en una sinagoga. Ante dicha hostilidad, Jesús cambia su espacio de actividad, pero curando a todos (v.15) sigue ejerciendo su acción salvífica universal, en beneficio de los muchos que lo seguían.

         Esta actitud se revela como el cumplimiento del proyecto Luz de las Naciones manifestado por Isaías en sus Cánticos del Siervo de Yahveh. Aquí la cita se toma del 1º de ellos, que señala la vocación y el destino de ese Servidor.

         La larga cita comienza con la presentación de modo semejante a las escenas del bautismo (Mt 3, 16) y de la transfiguración (Mt 17, 5). Se designa al personaje como un siervo/hijo (según el doble sentido del término empleado en griego), y con ello se expresa la filiación de Jesús, que actúa en obediencia plena a Dios.

         Esta obediencia filial de Jesús han hecho de éste, ya en el pasado, el "hijo único de Dios" (Gn 22, 2), como se muestra por el uso de los tiempos verbales. Pero esta elección que ya ha tenido efecto se hará en el porvenir investidura para una misión que no puede ser otra que la transmisión de la fuerza ("espíritu") divina para realizar la tarea.

         El espacio de actuación que se le asigna es de dimensiones universales. Por 2 veces son mencionadas "las naciones". Su actuación no puede limitarse a los límites geográficos de Israel, sino que llega a los confines de la tierra. Para ello se requiere la superación de los límites estrechos de la ley mosaica, y la colocación de su actividad en el marco de la realización del derecho y esperanza universales.

         Esta identificación del derecho con las aspiraciones universales de la humanidad se realizan en la proclamación de este Mesías servidor. Su tarea será la de ayudar, socorrer y hacer revivir a todos aquellos en que la vida se encuentra amenazada. Y esa actuación responde a los más íntimos deseos del corazón de todo hombre.

         En los vv. 19-20 se describe la nueva metodología propuesta para el Siervo de Yahveh, y plenamente realizada en Jesús. El "camino del derecho" parece estar íntimamente ligado a la posesión de los medios coercitivos para implantarlo (que en la sociedad actual se traduce en corrupción y sometimiento). Por ello el Servidor señala un nuevo camino a recorrer, para llegar al fin propuesto.

         Los medios utilizados por el Servidor de Isaías y por Jesús no pueden ser los empleados por un agitador ni un líder de masas. Su empresa necesita el "estilo del Espíritu", que hace renuncia consciente del uso de la fuerza y de las armas. Su principal preocupación se dirige entonces a lo débil ("caña cascada") y lo vacilante ("pabilo humeante"). La justicia proclamada atiende a la debilidad en la humanidad, y la coloca como centro de su preocupación en la realización de la nueva sociedad que se quiere inaugurar.

         El Mesías descrito de este modo renuncia a la opción zelota de la 3ª tentación del desierto (Mt 4, 8-11), y concreta sus anhelos de justicia con los medios que el Espíritu le señala. Estos tienen como centro de preocupación la ayuda desinteresada al hombre, presente en toda la vida de Jesús.

         Desde esta descripción de la actuación mesiánica el texto hace un llamado a los seguidores de Jesús. Estos deben adoptar en su vida el mismo estilo. Dicho estilo es la piedra fundamental sobre la que se construye toda vida cristiana auténtica.

Confederación Internacional Claretiana

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         La contienda de Jesús con las fariseos continúa hoy en la sinagoga de Cafarnaum. Éste era un lugar reservado para la lectura y el estudio de la Escritura, y por eso las acciones de Jesús eran un abierto desafío a la autoridad establecida. Allí los fariseos pretenden meterlo en cintura, impidiéndole continuar con su obra. Pero Jesús les contesta sacando a la luz su falsedad y mentira, demostrando que "están dispuestos a salvar un animal de su finca, pero no a favorecer a una persona pobre y enferma". Al decirles la verdad, provoca la ira de los fariseos, y éstos planean cómo quitarlo de enmedio.

         Jesús se aleja de ellos y de Cafarnaum, consciente del peligro que corre. Sin embargo, Jesús no les responde con palabras injuriosas o acciones violentas. Como verdadero servidor de Dios, busca que la verdad brille por encima de las tinieblas de la maldad. La misión de Jesús es pacifista, solidaria y defensora de la justicia y el derecho. Sólo de un hombre así, sin pretensiones mundanas, el pueblo puede esperar la salvación.

         Como es muy propio en Mateo lo de citar el AT, el texto de hoy también nos refiere una de esas citas: Is 42,1-4. La intencionalidad de Mateo es presentar en Jesús el cumplimiento de la historia y tradición de Israel.

         El texto de Isaías, que es el 1º de los 4 Cantos del Siervo de Yahveh, actualiza en Jesús su vocación y compromiso profético, pero no sólo respecto de la justicia (salvación) de un solo pueblo (Israel), sino de todas las naciones (v.18). La reflexión teológica de Mateo (sobre el texto de Isaías) abre el horizonte del anuncio y misión de Jesús a todos los pueblos de la tierra, en toda su diversidad y culturas.

         Jesús no fue un ingenuo que no se daba cuenta de lo que sucedía a su alrededor, sino que conocía las intenciones de los que se acercaban a él. Sabía hablar con cada uno de los que se encontraba, en el tono preciso. Unas veces les invitaba a que le siguieran (desafiándolos a que dejasen todo por el reino de Dios) y otras ofrecía sencillamente el perdón y la acogida de Dios. 

         Todo en Jesús era manifestar el amor de Dios para los hombres, según los casos y necesidades concretas, y la situación personal de cada uno. La gran cuestión a la que tenemos que responder los cristianos con nuestra vida, es qué significa para mí, aquí y ahora, amar a mis hermanos. La respuesta no la encontraremos en ningún libro. Sólo la descubriremos mirando a Jesús, y descubriendo la situación concreta en que nos ha tocado vivir.

Servicio Bíblico Latinoamericano

c) Meditación

         Tras la curación que hoy hemos escuchamos, de un enfermo con parálisis en un brazo (acaecida en la sinagoga de Cafarnaum, en sábado), y el desafiante interrogatorio lanzado por Jesús a los fariseos allí presentes (con su propósitos inquisitoriales), se produce la maquinación contra Jesús. En efecto, al salir de aquel lugar, refiere el evangelista, aquellos fariseos, incapaces de responder a los argumentos de Jesús, resuelven acabar con él, planificando el modo concreto de llevar a cabo estos propósitos asesinos.

         Ante esta seria amenaza, Jesús decide marcharse del lugar, arrastrando tras de sí a todos esos que le seguían (la mayoría, buscando remedio para sus dolencias y enfermedades). Se aparta, por tanto, prudencialmente del peligro más inmediato, pero sin renunciar a su labor habitual y al contacto con todos esos enfermos para los que había venido como médico.

         Muchos le siguieron y él los curó a todos, aunque insistiéndoles en que no lo diesen a conocer, pues esa publicidad podía serle muy perjudicial para su vida. No sabemos si en esta ocasión le hicieron caso o no, pero quedaban advertidos de la situación de riesgo en la que podían colocar a su sanador.

         Jesús seguía cumpliendo lo predicho por el profeta Isaías. Realmente, con él y en este momento, se cumplía la Escritura profética. El evangelista Mateo tiene especial interés en subrayar este cumplimiento, precisamente para mostrar al mundo que Jesús era realmente el Mesías profetizado desde antiguo, el único Mesías que cabía esperar.

         En efecto, Jesús demostraba ser realmente el siervo, el elegido, el amado, el predilecto de Dios del que hablaba Isaías, aquel sobre el que Dios había puesto su Espíritu para anunciar el derecho a las naciones, a través de acciones que llevará a cabo sin porfiar, sin gritar, sin vocear por las calles, sin quebrar la caña cascada ni apagar el pábilo vacilante. Es decir, de la manera más pacífica y serena, como cordero manso entre lobos.

         Por eso no parará de actuar Jesús, hasta ver implantado el derecho en las naciones, tanto el derecho humano como el derecho divino. Y en eso empeñará toda su propia vida, y en eso embarcará a sus seguidores y enviados, para que sigan en su empeño y prolonguen su misión en el tiempo, con la esperanza de que algún día se haga realidad.

         Esta esperanza es la que nos tiene que mantener trabajando por el reino de Dios y su justicia, así como en la implantación del derecho (divino) en y entre las naciones, que son los pueblos más diversos de la tierra. Alcanzado este objetivo, todos podrán esperar en su nombre, que es también esperar gracias a él.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ·CID, doctor en Teología

 Act: 20/07/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A