25 de Junio

Martes XII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 25 junio 2024

a) 2 Rey 19, 9-21.31-36

         La 1ª lectura de hoy nos habla del rey Senaquerib I de Asiria, que envió mensajeros al rey Ezequías I de Judá con este mensaje: "Bien has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, entregándolos al anatema. Y tú, ¿te librarías?". Se trata de una provocación, o ultimátum para que se le someta. Y Ezequías sabe muy bien que su propio ejército es ridículamente débil ante el poderoso ejército de Senaquerib, y que todas las capitales vecinas han sucumbido ya.

         De Samaria, capital del Reino del Norte y a escasos 60 km de Jerusalén, no queda piedra sobre piedra. Y los temibles soldados asirios están ya a las puertas de Jerusalén (185.000 soldados, según el texto). Todo ello indica que la situación es humanamente desesperada, por mucho que el profeta Isaías siga repitiendo que no hay que apoyarse en las alianzas humanas, sino sólo en Dios (Is 10, 5-34)

         Ezequías tomó la carta de Senaquerib, la leyó y luego subió al Templo de Jerusalén, desplegando la carta ante el Señor en un gesto emocionante, y viniendo a decirle: Mira esto, Señor, y lee tú este ultimátum que he recibido. O como dice el texto: "Señor, Dios de Israel, que te asientas sobre los querubines. Tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra, así que presta tu oído y escucha, abre los ojos y mira".

         Se trata de un gesto que se repite en todas las épocas, cuando se acude a Dios para exponerle nuestras angustias y preocupaciones. Pero lo más importante del texto es su monoteísmo, cuando afirma de que no hay más que un Dios, lo cual es ciertamente lo que Isaías predica.

         Dicho texto, en boca de un monarca, supone una gran originalidad en la época, y un gran progreso en el concepto de Dios, cuando el conjunto de los pueblos mesopotámicos creía en dioses localizados, y cada ciudad tenía su propio dios, y cada rey y su nación su propio protector, aunque no tratara de imponer su dios a los demás. Esto subraya tanto más la pretensión de Israel, único estado que adoraba al "único Dios de todos los reinos de la tierra".

         ¿Qué concepción tengo yo de Dios? ¿Tengo yo una idea suficientemente grande de él? ¿Pienso que el único Dios verdadero, para todas las razas? ¿Y que es el único Padre de todos los hombres, y el que ama a todos los hombres?

         Entonces Isaías hizo enviar un mensaje a Ezequías: "De Jerusalén saldrá un resto, pues el celo del Señor del universo lo hará. No entrará en esta ciudad el rey de Asiria". Cuando un pueblo o una persona pone toda su confianza en Dios, suceden cosas sorprendentes de ese género.

         Efectivamente, Jerusalén fue salvada de Asiria por la llegada de un ejército egipcio de salvaguarda, y también por una epidemia de peste que diezmó el ejercito de Senaquerib, y le obligó a levantar el sitio de la ciudad. Una salvación inesperada que fue interpretada, por los hebreos, como un signo del cielo.

         A menudo sucede que las plegarias fervorosas no son aparentemente atendidas. Pero sigue siendo verdad que la fe supone ponerse en las manos de Dios, sin ningún cálculo interesado. ¡Atiéndenos, Señor, y escúchanos! Y ayúdanos a seguir creyendo en ti, aun cuando tengamos la impresión de no haber sido escuchados.

Noel Quesson

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         Ayer leíamos la Caída de Samaria, capital del Reino del Norte. Y hoy escuchamos la amenaza que pende sobre Judá, el Reino del Sur. Estamos en el año 701 a.C, y han pasado 20 años desde la caída del norte de Israel.

         En este caso, es Senaquerib I de Asiria (hijo de Sargón II de Asiria, el que destruyó Samaria) el que asedia Jerusalén con su ejército, en un episodio más de la ambición anexionista de Asiria (a la que le interesa el territorio de Judá, como camino hacia Egipto). Pero dicho plan fracasa, y el monarca asirio tiene que levantar el campamento y retirarse a causa de una peste repentina.

         El autor sagrado interpreta estos acontecimientos en clave religiosa, y explica que el piadoso rey Ezequías I de Judá ha recurrido a Dios, y le ha dirigido una hermosa oración implorando su ayuda. La respuesta positiva de Dios le viene al pueblo por medio del profeta Isaías. De momento, y durante más de 100 años, Judá se verá libre de lo peor.

         Aunque no haya una relación directa entre el pecado y las desgracias, o entre la virtud y los premios inmediatos, también a nosotros nos iría todo mejor si fuéramos fieles a nuestros mejores principios y valores. Le iría mucho mejor a la sociedad civil y a la Iglesia, y a cada familia o grupo de amigos.

         También ahora seguimos experimentando que las bravatas de los poderosos (como la carta de Senaquerib) no son la última palabra, y vemos cómo se derrumban ideologías e imperios que parecían invencibles. Toda una lección a nivel político y social, y también en el familiar y personal.

         Ojalá se pudiera decir de la comunidad cristiana, por el testimonio que da, lo que el salmo responsorial de hoy dice del Monte Sión de Jerusalén: "Dios ha fundado su ciudad para siempre, y su monte santo, y altura hermosa, es alegría de toda la tierra. Como tu renombre, oh Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra".

         Esto sólo se cumple cuando somos fieles a la Alianza de Dios y a la identidad que tenemos en el mundo, como resto que da testimonio de Dios, y como una Judá que se mantuvo monoteísta en medio de un mundo pagano.

José Aldazábal

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         La 1ª lectura de ayer narraba la caída del Reino del Norte (721 a.C), y hoy asistimos al asedio al que se vio sometida Judá por parte del mismo verdugo: el agresivo Imperio Asirio.

         El texto se refiere a la ascensión de Ezequías I al trono de Judá, a la ponderación de su reinado, a la invasión que sufre el reino a manos de Senaquerib I de Asiria, a los distintos anuncios que amenazaban la caída de Jerusalén, y al cerco a la ciudad santa y su posterior huida. Unos hechos que, entre los investigadores, bien pudieran referirse a la 1ª invasión de Senaquerib del 701 a.C, o a una 2ª invasión del 689 a.C.

         El texto de hoy puede dividirse en 4 partes: el mensaje de Senaquerib a Ezequías, la oración de Ezequías en el templo, el oráculo divino del profeta Isaías y la narración de la derrota asiria.

         En la 1ª parte se nos presentan los personajes principales de la narración, con aires de grandeza respecto al enviado asirio para que Ezequías se rinda ante Senaquerib. Según los anales asirios, Senaquerib emprendió una expedición contra Judá el 701 a.C, cuando su ejército llegó a territorio filisteo (por la costa fenicia), derrotó a Egipto, y de vuelta atacó Judá comenzando por Laquis (junto a Hebrón), mientras otro ejército se dirigía a Jerusalén (Is 10, 28-32). Según estos anales, Senaquerib logró hacerse con 46 ciudades judías, deportando gran número de gente y encerrando a Ezequías en Jerusalén.

         El 2º personaje del que se habla es Ezequías, que gobernó Judá del 721 al 694 a.C (2Re 18-20; Is 36-39 y 2Cro 29-32). Sucedió en el trono a su padre Acaz I de Judá, y llevó a cabo una reforma religiosa con la que volvió a centralizar el culto en Jerusalén, eliminando los demás cultos. Esto sirvió al redactor bíblico para salvar de la condena a un rey que, por otro lado, no fue brillante en su carrera política. Ezequías aprovechó la sucesión al trono asirio para rechazar el tributo al que este imperio le había sometido. Y se amparó en Egipto, lo cual provocó las iras de Asiria y la posterior invasión.

         El 3º personaje que entra en escena es Dios, en torno al cual se va a desarrollar el resto de la trama narrativa, con la oración de Ezequías en el templo. Pero más que una oración, se trata de una exposición de las verdades del credo deuteronomista, y una respuesta del rey ante los mensajeros de Senaquerib. La oración presenta la clásica estructura: invocación a Dios (como creador y Señor del universo), descripción de la situación (el poder asirio y las ofensas cometidas contra Dios), el reconocimiento de la propia debilidad y la petición a Dios para que intervenga (y manifieste su poder a los demás pueblos).

         El 4º personaje que se nos describe es el profeta Isaías, cuyo oráculo o punto de partida de su mensaje está recogido por 2Re 19, 6-7. El oráculo es semejante al dirigido contra Asiria en Is 10, 5, y consiste en un cántico sarcástico (en su 1ª parte) y profético (el típico isaiano), con una calidad literaria que se contrapone a la oración antes analizada. El oráculo está formulado en 3ª persona, y en él se afirma que Senaquerib no asediará la ciudad, sino que se alejará debido a las promesas hechas por Dios a la dinastía de David (según la teología de Sión).

         Y así llegamos a la última parte del texto, donde se narra la intervención del ángel del Señor y la retirada del campamento asirio. Las razones históricas del desastre asirio son difíciles de precisar, y probablemente se esté refiriendo a una peste (2Sm 24, 15-17). Es ilustrativo, al respecto, lo que Herodoto narra sobre la batalla entre Senaquerib y Setos, en la frontera de Egipto: "Una multitud de ratones devoró todas las aljabas y las cuerdas de los arcos de Senaquerib, y a la mañana siguiente comenzaron a luchar y fueron muchos los caídos".

         Así pues, hemos de pensar que la razón de la retirada fue una peste o plaga. Respecto al número de caídos, la cifra aportada por el texto bíblico resulta exagerada. Se alude también al regreso de Senaquerib a Nínive, y el relato concluye con la alusión a la muerte de Senaquerib (ca. 681 a.C), otro argumento más a la hora de pensar que se trata de la 2ª invasión asiria (ca. 689 a.C) y no la 1ª (701 a.C.).

Servicio Bíblico Latinoamericano

b) Mt 7, 6.12-14

         En el evangelio de hoy apenas si se han avanzado unos versículos respecto al de ayer. No situamos, por tanto, al final del Sermón de la Montaña, iniciado en el cap. 5. En concreto, en 4 versículos y 3 grupos narrativos distintos que, a través de metáforas, juegos lingüísticos e imágenes contrapuestas, nos va a poner ejemplos concretos del Sermón enseñado por Jesús. Veamos algo de su análisis.

         La 1ª sentencia contrapone "lo santo" a "los perros" y "las perlas" a "los cerdos", extrayendo de todo ello una aplicación práctica para el interlocutor, en el mismo plano de las imágenes. Las propuestas de interpretación son inmensas, sí que veámoslas.

         Los perros pueden aludir a los gentiles (Mt 15, 26), aunque puede estar también refiriéndose a los escribas y fariseos. Lo santo puede ser el evangelio y la prudencia como ha de ser presentado (Mt 10, 16), o también los alimentos sagrados ofrecidos en el templo (Ex 22,30; Lv 22,14). Las perlas pueden significar el reino (Mt 13, 45-46) o la Torah (los rabinos se referían a la ley "como a un anillo"), y los cerdos pueden referirse de nuevo a los gentiles.

         Resulta curiosa una retroversión de toda la sentencia al arameo, que literalmente sonaría así: "No pongáis vuestros anillos a los perros, ni colguéis vuestros collares de perlas a los cerdos". Algunos autores de la Antigüedad lo interpretaron como respuesta de Jesús a mujeres que le preguntaron qué debían hacer con sus joyas. Para terminar, una referencia más, la Didajé (del s. I) aplica estas palabras del 1º evangelio a la eucaristía (Didajé, IX, 5).

         Para no perdernos en esta maraña de interpretaciones, hemos de acudir al contexto en el que se sitúa la sentencia. Lo más probable es que se refiera a la enseñanza de Jesús o al reino anunciado. El contexto nos lleva a pensar que se trata de un mensaje dirigido a los discípulos. En definitiva, que la predicación de los discípulos no debe dirigirse a quienes van a rechazar el mensaje evangélico.

         Seguimos adelante y nos encontramos con una nueva sentencia referida a la ley y los profetas. Las fuentes antiguas judías testimonian que se trataba de una máxima muy conocida, aunque formulada negativamente (Lv 19,18; Tb 4,15). La formulación en positivo probablemente tenga en cuenta algunos textos anteriores, como el que ayer analizábamos.

         La ley y los profetas representa el núcleo de la fe. Para los fariseos la vida santa se manifiesta en el cumplimiento de los mandamientos (hemos de tener en cuenta que el valor de la Escritura para algunos grupos judíos, como los fariseos, era capital. Según ellos, la revelación divina se encontraba en la Torah (el Pentateuco), y los demás escritos se consideraban comentarios aclaratorios de ésta. Por tanto, visto en conjunto, la revelación ndel NT se relaciona directamente con el AT, que en su dimensión moral queda reducido a un comportamiento positivo con los demás personas.

         Y al final, este rico panel de elementos se cierra con una sentencia que nos recuerda al texto del día anterior. Las imágenes contrapuestas de la puerta (ancha-estrecha) y del camino (de salvación-de perdición) aluden al mundo escatológico, y eran bastante recurrentes para algunos grupos judíos de la época (por ejemplo, de Qumram), así como para el AT (Dt 30,15-20; Prov 4,18-19; Jer 21,8), el NT (Lc 23,24) y la Iglesia primitiva (Didajé, I, 1-6; Carta de Bernabé, XVIII, 1-21).

         Puede que tengamos aquí recogida la preocupación de las primeras comunidades cristianas acerca de la salvación, o tal vez se esté haciendo referencia a las tribulaciones que habrán de soportar los discípulos (Mt, 13,21; 24,9.21.29). No obstante, y volviendo a referirnos al texto de ayer, el tema queda clarificado si vemos que se trata de un juego de imágenes literarias para captar la atención del lector y motivarlo a la conquista del reino directamente relacionado con el comportamiento ético.

Fernando Camacho

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         En el evangelio de hoy Jesús nos ofrece 3 caminos para vivir de un modo nuevo.

         El 1º camino suena un poco desconcertante: "No deis lo santo a los perros". Parece que, en el contexto de la Iglesia primitiva, este dicho se refería a la conveniencia de no anunciar el secreto del Reino a aquellos que con toda seguridad lo van a rechazar o se van a mofar de él.

         En nuestro contexto actual, estas palabras de Jesús nos previenen contra la banalización de la experiencia cristiana. ¿No os parece que en ocasiones hablamos de Jesús y de su evangelio de cualquier manera, en cualquier contexto? Lo que de veras nos importa lo comunicamos sólo cuando se dan unas mínimas condiciones de respeto y de acogida.

         El 2º camino se refiere al tipo de relaciones entre nosotros: "Tratad a los demás como queréis que ellos os traten". Es una manera ética de formular el primado del amor. No es la única ni quizá la más rica, pero, en términos humanos, resulta muy comprensible. Todos nosotros deseamos ser tratados bien. Queremos que se respeten nuestros derechos, nuestra fama. Queremos que se comprendan y perdonen nuestros errores. Queremos que se nos ofrezcan nuevas oportunidades.

         Sin embargo, cuando pensamos en los demás, no solemos aplicar estos principios. Nos cuesta meternos en su piel y sentir como ellos. Hagamos una prueba sencilla. Metámonos en la piel de las personas que nos resultan más odiosas y antipáticas. ¿Cómo nos gustaría ser tratados si nosotros fuésemos esas personas? Saquemos algunas consecuencias.

         El 3º camino tiene un tono sapiencial: "Entrad por la puerta estrecha". Creo que de estas palabras hemos hecho a menudo un uso diabólico. La puerta estrecha no se refiere al hecho de que Dios reserve el Reino para unos pocos privilegiados. El Dios de Jesús es inequívocamente el Dios que quiere que todos los hombres sean salvados (¡atención a ese verbo en pasiva!) y lleguen al conocimiento de la verdad.

         Contraponer puerta estrecha y puerta ancha es un modo sapiencial de exponer 2 formas de conducirse en la vida: la de quienes buscan la voluntad de Dios, y la de quienes se contentan con realizar la suya propia. Pero esto no tiene nada que ver con un Dios tacaño, raquítico, que regala su gracia a cuenta gotas y a regañadientes.

Gonzalo Fernández

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         Nos dice hoy Jesús que no hay que comunicarlo todo a los hombres de mala voluntad. Aunque el discípulo no excluya a nadie de su amor (Mt 5, 38.43-48), no por eso ha de ser ciego a la actitud de los demás. El perro y el cerdo eran animales impuros, y bien podrían representar a los que no son "limpios (puros) de corazón", es decir, a los que por buscar su propio interés cometen la injusticia contra el prójimo.

         Lo santo es lo que pertenece a Dios, las perlas designan el patrimonio de los discípulos (sus tesoros espirituales) y su inmenso valor. El mensaje, propuesto a los que por su modo de proceder son enemigos declarados de él, puede provocar reacciones violentas.

         En resumen, nos dice Jesús, "todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la ley y los profetas".

         La ley y los profetas (= el AT), considerados antes como profecía del reinado de Dios (Mt 5, 17), son presentados ahora como código de moralidad. Jesús resume toda la enseñanza moral de esos escritos en el amor que busca el interés del prójimo como el propio. El amor al prójimo requiere iniciativa más allá de la casuística. El principio no puede considerarse exclusivo de la cultura judía; representa una norma de moralidad universal. Jesús no viene a fundar una nueva doctrina moral, sino a infundir el Espíritu (Mt 3, 11); éste hará que el hombre llegue a una entrega tan total como la suya.

         La ley y los profetas eran profecía del reinado de Dios que va a ser realidad por la obra de Jesús y los suyos (Mt 5,17; 11,13). De ellos se deduce también la norma de moralidad que ha de regir en la nueva sociedad humana (el reinado de Dios) y cuya práctica hará posible Jesús comunicando su Espíritu.

         Para terminar, expone Jesús la necesidad de una decisión personal para entrar en el Reino (de la vida): "Entrad por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia la calle que llevan a la perdición, y muchos entran por ellas. ¡Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Y pocos dan con ellos" (vv.13-14). No hay que dejarse arrastrar por lo que todos hacen, sino que hay que salirse de la corriente para atinar con la vida. No es que sea difícil entrar por la puerta angosta, sino que es difícil que los hombres, deslumbrados por lo más aparente, se den cuenta de que existe.

Juan Mateos

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         La liturgia une hoy 2 pasajes separados en el evangelio, el v. 6 (de difícil comprensión, y que se presenta un poco al margen del contexto) y los vv. 12-14 (que ofrecen la Regla de Oro y posterior enseñanza sobre los 2 tipos de puertas y los 2 tipos de caminos).

         El v. 6 consigna la irracionalidad de 2 acciones que, por irracionales, está prohibido realizar: dar las cosas santas a los perros y arrojar las perlas delante de los cerdos. En ambos casos nos encontramos con la dificultad de encontrar una situación real similar, y en ambos casos no se encuentra una justificación plausible para la reacción agresiva de los animales.

         Se ha propuesto que del original arameo lo santo tendría que haber sido traducido por aro o pendiente, y que dar y arrojar deberían haber sido traducidas por colgar y adornar. La imagen indicaría, entonces, "no colgar un aro en el cuello de los perros, ni un pendiente en la nariz de los cerdos", ya que esta acción podría provocar la reacción agresiva de unos y otros. En todo caso, la expresión debe entenderse como una enseñanza de moderación y discreción en la presentación del mensaje evangélico.

         Los vv. 12-14 están constituido por sentencias más comprensibles. El v. 12 se dirige a reglamentar las relaciones interpersonales a por medio de la Regla de Oro: el comportamiento hacia los otros debe ser el que deseamos que ellos tengan hacia nosotros. Este comportamiento debe ser comprendido como la síntesis de todo el Sermón de la Montaña, en cuanto compendia toda la ley y los profetas.

         El amor a sí mismo no es el principio al que se debe subordinar toda acción frente a los demás sino la medida que debe alcanzar. Se trata del mismo principio que en otros lugares del evangelio es formulado como "amarás al prójimo como a ti mismo" (Mt 19,19; 22,39). Por consiguiente se exhorta a construir la propia vida desde el principio de la colaboración con los demás y, para ello, se exige un compromiso social y comunitario ilimitado.

         La enseñanza de las 2 puertas y los 2 caminos (vv.13-14), que sigue a continuación, es una urgente advertencia en orden a la aceptación del mensaje de Jesús y sus consecuencias. La reacción no puede consistir en una aceptación teórica ni puede agotarse con un entusiasmo inicial. Exige una práctica coherente que entraña dificultades significadas por la afirmación referidas a los calificativos que reciben la puerta y el camino: estrecha y angosta.

         El tono perentorio de la exhortación refleja la situación de crisis de una comunidad seducida por la vida cómoda y los placeres. La adecuación al entorno era un riesgo real de la comunidad significado por "la anchura de la puerta" y "la amplitud del camino". Frente a ese riesgo se recuerda que no es posible "adecuarse a la figura de este mundo que pasa" si se quiere mantener la fidelidad al mensaje evangélico.

Juan Mateos

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         Hay momentos en la vida en los cuales es mejor guardar bajo llave las cosas de valor (para no perderlas) y no decir ciertas cosas a los que no son de fiar (para que no las malinterpreten). Es por ello por lo que Jesús nos dice hoy: "No deis lo santo a los perros" (v.6).

         Respecto al siguiente dicho de Jesús ("la puerta que lleva a la salvación es estrecha, y son pocos los que entran por ella"; vv.13-14), no quiere decirnos Jesús que sean muchos más los condenados (futuros) en el infierno que los justos del cielo, pero sí que es terrible la proporción numérica de los que van (presentes) por uno y otro camino: "Muchos van por la puerta ancha que lleva a la perdición. Y pocos son los que dan con la puerta estrecha que lleve a la vida".

         Aquí tocamos uno de los misterios más angustiosos de la vida humana: ¿Son pocos los que se salvan? (Lc 13, 23) ¿Quién se salva y quién no se salva? Estos 2 versículos no hablan de lo que ocurre al final (de los que se salvarán o condenarán), pero sí declaran lo que está ocurriendo en el tiempo presente: que el camino cómodo de la perdición (por los vicios, el pecado, la mediocridad...) está mucho más transitado que el camino arduo de la salvación.

         Respecto a los pocos que caminan correctamente hacia Dios, se trata de los descritos por Jesús en su Sermón del Monte. Y a ellos se dirige Jesús: Esforzaos por encontrar el verdadero camino. No es de vuestra incumbencia averiguar cuántos se salvan o no se salvan. A vosotros solamente os incumbe encontrar la verdadera entrada que conduce a la vida.

         Los teólogos de su tiempo (y también después) se preguntaban si serán muchos o pocos los que se salvarán. Lucas nos recuerda que Jesús no respondió a semejante pregunta (Lc 13, 23). Si serán pocos o muchos, eso es algo secreto de Dios, y en todo caso no está ahí la cuestión.

         Al decir que la puerta es estrecha, Jesús quiere recordarnos que el camino de la vida es fatigoso y doloroso. Más adelante se comprenderá que es el camino de la cruz. Y al decir que son pocos los que entran por él, Jesús anuncia que su camino no es el del mundo, el del sentido común, el de la cultura dominante; es siempre un camino en la oposición, un camino minoritario.

Bruno Maggioni

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         Sigue hoy desgranando el evangelio el Sermón de la Montaña, con 3 nuevas recomendaciones de Jesús.

         La 1ª recomendación es bastante misteriosa, probablemente tomada de un refrán popular: "No echar las perlas a los cerdos, ni lo santo a los perros". No sabemos a qué se puede referir: ¿Al sentido del arcano, que aconseja el acceso a los sacramentos sólo a los ya iniciados? ¿A la prudencia en divulgar la doctrina de la fe a los que no están preparados? ¿Al cuidado de que no se profane lo sagrado?

         La 2ª recomendación sí que se entiende y nos interpela con claridad: "Tratad a los demás como queréis que ellos os traten". E igualmente hace la 3ª recomendación: "Entrad por la puerta estrecha", porque ante la opción de los 2 caminos (el exigente y el permisivo, el estrecho y el ancho) todos tendemos a elegir el fácil, que no es precisamente el que nos lleva a la salvación.

         Jesús nos va enseñando sus caminos. Los que tenemos que seguir si queremos ser seguidores suyos. Podemos detenernos sobre la segunda consigna que nos da hoy: tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros. Es una Regla de Oro que tenemos muchas ocasiones de cumplir, a lo largo del día.

         Podríamos escribir en una hoja de papel la lista de cosas que deseamos o exigimos que hagan con nosotros: que nos atiendan, que se interesen por nosotros, que sean tolerantes con nuestros defectos y alaben nuestras cualidades, que no nos condenen sin habernos dado ocasión de defendernos y explicar lo que de verdad ha sucedido. Y otras cosas muy razonables y justas. Pues bien, a continuación tendríamos que decirnos a nosotros: eso mismo es lo que tú tienes que hacer con los que viven contigo.

José Aldazábal

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         Nos hace Jesús 3 recomendaciones importantes. No obstante, centraremos nuestra atención en la última: "Entrad por la entrada estrecha" (v.13), para conseguir la vida plena y ser siempre felices, para evitar ir a la perdición y vernos condenados para siempre.

         Si echas un vistazo a tu alrededor y a tu misma existencia, fácilmente comprobarás que todo cuanto vale cuesta, y que lo que tiene un cierto nivel está sujeto a la recomendación del Maestro: como han dicho con gran profundidad los Padres de la Iglesia, "por la cruz se cumplen todos los misterios que contribuyen a nuestra salvación" (San Juan Crisóstomo). Una vez me decía, en el lecho de su agonía, una anciana que había sufrido mucho en su vida: "Padre, quien no saborea la cruz no desea el cielo, pues sin cruz no hay cielo".

         Todo lo dicho contradice a nuestra naturaleza caída, aunque haya sido redimida. Por eso, además de enfrentarnos con nuestro natural modo de ser, tendremos que ir a contracorriente a causa del ambiente de bienestar que se fundamenta en el materialismo y en el goce incontrolado de los sentidos, que buscan (al precio de dejar de ser) tener más y más, obtener el máximo placer.

         Siguiendo a Jesús (que ha dicho "el que me siga no caminará a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida"; Jn 8,12), nos damos cuenta que el evangelio no nos condena a una vida oscura, aburrida e infeliz, sino todo lo contrario, pues nos promete y nos da la felicidad verdadera.

         No hay más que repasar las bienaventuranzas y mirar a aquellos que, después de entrar por la puerta estrecha, han sido felices y han hecho dichosos a los demás, obteniendo (por su fe y esperanza en Aquel que no defrauda) la recompensa de la abnegación: "El ciento por uno en el presente y la vida eterna en el futuro" (Lc 18, 30). El de María, por ejemplo, está acompañado por la humildad, la pobreza y la cruz, pero también por el premio a la fidelidad y a la entrega generosa.

Luis Roque

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         Escuchamos en el 1º versículo una máxima misteriosa de Jesús, que deja entrever que aunque el evangelio (y todo lo divino) sea para todos, hay situaciones en las que las personas no están en condiciones de entenderlo ni recibirlo. Aunque parezca una contradicción, en ese momento es más prudente "no echar las perlas a los cerdos". La frase pertenece al mundo de los misterios de Dios, y por tanto no hay que entenderla en sentido elitista ni con sentimiento de superioridad.

         Quizás la lección fundamental es la de la flexibilidad: todo tiene su momento y todo tiene su excepción prudencial.

         El v. 12 resulta curioso en la misma línea del evangelio de ayer: nos dice Jesús que toda la ley y los profetas se resumen en un principio tan sencillo y tan conocido... Y tanto que uno estaría tentado de pensar: y entonces, ¿para qué la ley y los profetas? ¿No conocieron esos principios también muchos pueblos que no tuvieron esa revelación de la ley y los profetas?

         ¿Para qué, entonces, la ley y los profetas? Pues para ser una de las formas de conocer el camino de la salvación. Porque también muchos otros pueblos, sin la ley y los profetas del AT, pero con otra ley puesta también por Dios en su corazón, conocieron el camino de la salvación.

         Dios vino a revelarnos su plan de salvación, a darnos un conocimiento más amplio del mismo. Y el camino de salvación no ha de ser sustraído a ninguna persona que viene a ese mundo, pues Cristo es la luz que ilumina "a todo ser humano que viene a este mundo" (Jn 1, 9), aunque ello sea a veces por medios sólo por Dios conocidos.

         A la gente de su tiempo, Jesús va a dejarle claro, con la metáfora de la puerta estrecha y la puerta ancha, que la propuesta del cristianismo es bastante exigente, y que es imposible de lograr sin que haya esfuerzos y sacrificios.

Gaspar Mora

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         En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos. Porque las pisotearán y luego se volverán para destrozaros a vosotros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Por eso pocos dan con ellos".

         Saboreemos estos mensajes evangélicos, que fijan para nosotros 3 normas de vida:

         1º No debemos echar lo santo a los perros. Esto significa que hemos de conceder el puesto que se merecen en el hombre la dimensión interior, lo espiritual, lo santo. Vivir demasiado inclinados y absorbidos por los afanes exteriores, y muy poco dedicados a la profundidad de ser en Dios, es renunciar a ser lo que somos.

         2º Tratemos a los demás como queremos ser tratados por ellos. Es muy fácil y bonito exigir a los otros gestos, fidelidades, compromisos, atenciones con nosotros, y luego nosotros mostrarnos despreocupados en el vivir para con ellos, sobre todo si son enfermos o más débiles que nosotros.

         3º Vivamos persuadidos de que la puerta de la santidad es estrecha. Engañarnos presumiendo de modernos o de antiguos, concediéndonos caprichos o libertades que deberíamos quemar para fructificar en actos de entrega y servicio a los demás, no es digno del ser humano ni es grato a Dios. Contribuyamos a que aumente el número de esos pocos que viven en intimidad con Cristo y siguen ejemplarmente sus huellas. Para vulgaridades, ya hay bastantes.

Dominicos de Madrid

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         La sentencia de hoy de Jesús ("no deis lo santo a los perros, ni echéis las perlas a los cerdos"; v.6) tiene muchas dificultades de interpretación, y no está claro lo que se oculta detrás de esas imágenes. Sea cual fuere la intención original de la sentencia, en Mateo se refiere con toda probabilidad a la proclamación y la enseñanza del evangelio. En esta hipótesis, los perros y los cerdos difícilmente podrían ser otros que quienes en Jesús se muestran menos acogedores para con el evangelio: los escribas y los fariseos.

         En esta línea podríamos decir que las palabras de Jesús se convierten para los futuros discípulos en una advertencia, para evitar que, entusiasmados y con ganas de que Jesús termine de proclamar y enseñar el evangelio, se apresuren a anunciar su mensaje a todo el mundo, indiscriminadamente. O que una vez formada la comunidad cristiana, puedan sentirse inclinados a admitir dentro de ella a cualquier persona. Las palabras son duras, pero suponen una llamada de atención.

         El v. 12 nos presenta otra sentencia como resumen del sermón de la montaña y Regla de Oro para todo ser humano: "Haced a los demás lo que os gustaría que ellos hicieran con vosotros". Basta fijarse en el prójimo y en uno mismo para actuar correctamente. Las relaciones entre los hombres deben estar construidas en la concordia y en el respeto como hermanos para que se haga efectiva la realidad de que somos hijos de un mismo Padre. Este es el mejor resumen: que la familia de los hijos de Dios se reúna de nuevo con su Padre.

         En los vv. 13-14 Jesús usa 2 imágenes muy curiosas, la de la puerta pequeña y el camino angosto (que conducen a la vida) y la puerta ancha y el camino espacioso (que conducen a la perdición). Jesús contrapone el camino de la muerte y el de la vida. Por tanto, seguir a Jesús significa tomar una opción difícil pero importante, como lo indican las imágenes: la salvación o la perdición. Por tanto, es preciso elegir entre estos 2 modos de vida, de por sí totalmente antagónicos.

Confederación Internacional Claretiana

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         Si el discípulo de Jesús no debe juzgar, y por tanto debe tratar de comprender a todos, no por ello tiene que sincerarse con todos. Jesús recomienda no dar lo sagrado a los perros, ni las perlas a los cerdos. Perros callejeros (tan frecuentes en la sociedad) y cerdos cebados (animales impuros para los judíos) son símbolo de la gente que tiene mala voluntad y mala vida (respectivamente), y por tanto son incapaces de entender, porque no saben (los perros) y no quieren (los cerdos) hacerlo.

         El cristiano debe proponer el evangelio (lo sagrado, las perlas) a quienes no se declaran enemigos de Jesús. Jesús tiene los pies bien puestos en la realidad, y los seguidores de Jesús deben estar abiertos a todos (ser limpios de corazón) pero con la prudencia de la serpiente para no dar pasos que se les puedan volver en contra.

         Para la relación con los demás, Jesús propone una norma sagrada: hacer con los otros lo que nos gustaría que hiciesen con nosotros. En esto consiste, según Jesús, todo el AT (la ley y los profetas), y en esto puede resumirse todo el NT: "Amar al prójimo como a uno mismo". Si bien en la Ultima Cena explicará el cómo: "Amaos como yo os he amado".

         Exigente camino que muchos no están dispuestos a andar. Sendero digno de poco crédito para aquellos habitantes de nuestro planeta que han puesto el yo delante del tú hasta el punto de olvidarse del otro.

         El cristiano debe luchar contra corriente hasta dar con este callejón que da a la vida y a la felicidad plena. Sólo buscando y entregándonos al otro, nos encontramos a nosotros mismos y a Dios, y hallamos la felicidad también en esta vida. Entrar por esta puerta angosta no es difícil, pero la mayoría de la gente, deslumbrada por las apariencias y por los cantos de sirena del egoísmo, ni se da cuenta de que existe otro modo de ser y de relacionarse que hace al hombre más profundamente humano.

Servicio Bíblico Latinoamericano

c) Meditación

         El evangelista recoge hoy algunas sentencias (logia) tomadas de los discursos que Jesús, en diversos momentos, fue pronunciando a lo largo de su vida pública. Dada su fragmentariedad, pudieran prestarse a interpretaciones diversas, pero yo ofrezco mi reflexión personal.

         Las sentencias tienen carácter fragmentario, pero no por ello dejan de estar insertadas en el evangelio y de mostrarnos el pensamiento de Jesús. Los aforismos forman parte de la enseñanza que él reserva a sus discípulos, comenzando por la primera: No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos, pues las pisotearán y luego se volverán para destrozaros.

         Jesús instruye a los que un día se encargarán de la distribución de su doctrina y de sus sacramentos. Eso es lo santo, lo que ellos distribuirán y lo que, según Jesús, ellos han de saber preservar de los perros y los cerdos, precisamente porque son santas y porque como tales han de ser tratadas.

         Han de tener los discípulos, por tanto, especial cuidado a la hora de entregar o distribuir las cosas de Dios, no sea que vayan a parar a personas que no las merecen, que las despreciarán o que harán mal uso de ellas. Es decir, que vayan a parar a los perros y los cerdos.

         Los cerdos son los que no saben más que patalear y pisotear, bien porque carecen de juicio o porque carecen de sensibilidad. Los perros representan a aquellos que desperdician los verdaderos tesoros de la vida (la sabiduría, la gracia...) porque son incapaces de valorar lo que tiene valor.

         En todo caso, se trata de una cuestión de valoración, de valorar lo que es digno de aprecio y de despreciar lo que no lo tiene. Al desprecio le acompaña la ingratitud, a los cerdos el vómito hacia sus donantes, y a los perros la agresividad hacia los extraños.

         Para hacer buen uso de lo santo, hay antes que haberlo valorado. Es lo que dice Jesús, que no merece la pena entregarlo a los que, por falta de estima, lo van a desechar como algo inútil o despreciable.

         Este es el triste destino de tantas cosas valiosas (buenas, bellas, santas...) que, por ir a parar a manos de la persona inadecuada, se desperdician o se pierden. Ello explica la recomendación de Jesús: antes de entregar las cosas de valor, considerad a quienes se las entregáis. Lo santo no es para los perros, sino para los santos.

         Pensemos en la eucaristía y en aquellos a quienes se distribuye la eucaristía. ¿No estaremos dando lo santo (= el cuerpo de Cristo) a quienes van a cometer un sacrilegio? ¿No estaremos despreciando el valor del sacrificio de Cristo en la cruz? ¿No estaremos tirando por el suelo su sangre? ¿No estaremos pisoteando esas perlas colmadas de la gracia divina?

         Decía también Jesús: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten, pues en esto consiste la ley y los profetas. Quizás pueda parecernos esta máxima una simplificación excesiva de la ley de Dios, pero ¿cómo reducir la complejidad de la ley, con sus múltiples exigencias y precisiones, a una norma tan simple como ésta?

         Ciertamente, la máxima de hoy de Jesús es simple, pero no por eso deja de tener una validez universal. Además, afecta a todos los aspectos de la vida humana, que tienen su reflejo en numerosas formulaciones evangélicas como ama a tu prójimo como a ti mismo; no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti; no juzguéis y no seréis juzgados; perdonad y seréis perdonados; la medida que uséis la usarán con vosotros...

         Si queremos que nos traten con respeto, tratemos a los demás del mismo modo; si no queremos recibir desprecios, no despreciemos a los demás. Es decir, tratemos a los demás como queremos ser tratados por ellos. Es la Regla de Oro del mundo clásico, que Jesús asume como propia y que eleva a la categoría reina de toda norma moral, hasta el punto de afirmar que en ella consiste la ley y los profetas.

         Todo mandamiento de la ley de Dios, referido al prójimo, exige la observancia de este precepto, ¿o acaso el no matarás, no robarás, no mentirás... no implica tratar a los demás como quieres que ellos te traten a ti?

         Si nosotros no queremos sufrir daño de los demás, no hagamos daño a los demás; si queremos ser tratados con respeto, respetemos a los demás. Probablemente no haya norma de conducta más sana y eficiente que ésta. ¡Cómo mejorarían nuestras relaciones humanas y sociales si nos atuviéramos a ella! Tratad a los demás como queréis que ellos os traten, concluye Jesús.

         El último párrafo del pasaje de hoy hace referencia a la salvación y a la estrechez del acceso: Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida, y pocos dan con ellos! Pero ¿a qué puerta y a qué camino se refiere Jesús? ¿Cuánta es la estrechez que conduce a la vida, y cuál la amplitud que lleva a la perdición?

         La tradición suele asociar la puerta estrecha con la penitencia, la ascesis y la mortificación. Es decir, con un estilo de vida que limite o refrene las inclinaciones y apetencias de la naturaleza, sobre todo si ésta está inclinada al pecado, o a la concupiscencia o al desorden.

         La puerta estrecha de esta vida, por tanto, sólo permitiría el acceso a la vida eterna a los que se hubieran purificado o despojado de ese cúmulo de adherencias indecorosas, a través del despojamiento de los estorbos. Los representantes de esta explicación así lo creen ver, aludiendo a que pocos dan con ella (con esta puerta estrecha).

         Por otro lado, muchos son los que entran por la puerta ancha y por el camino espacioso que lleva a la perdición. Algo habrá que hacer, por tanto, para acceder a la vida. O al menos, no desentenderse del todo de la estrechez de la puerta de entrada.

         Para acceder a la vida en este mundo, tuvimos que ajustarnos al orificio de salida del seno materno. Pues lo mismo cabe pensar de la vida eterna, que para entrar en ella es necesario pasar por la puerta de entrada, y si ésta es estrecha habrá que ajustarse a ella.

         Sólo los que hayan adelgazado lo suficiente, sobre todo desprendiéndose de todo eso que engorda superfluamente (en riquezas excesivas, o placeres desmedidos, o codicias sin límite...), podrán acceder a la vida eterna a través de esa puerta, que es Cristo, nos abre.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ·CID, doctor en Teología

 Act: 25/06/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A