29 de Junio

Apóstoles Pedro y Pablo

Equipo de Liturgia
Mercabá, 29 junio 2024

         En cierta ocasión, nos refiere hoy el evangelista, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Por el tenor de la pregunta, parece que Jesús tiene la intención de sondear la opinión pública que se ha ido forjado acerca de su persona. Ellos le contestan lo que han oído entre la gente: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.

         La opinión generalizada es que se trata de un profeta que actualiza o reproduce la misión de los antiguos profetas. Pero Jesús quiere ir más lejos, y desea conocer la propia opinión personal de sus discípulos. Sobre todo porque ellos han estado más cerca de él, le han acompañado en sus correrías apostólicas, han sido testigos de sus actuaciones milagrosas y han observado el asombro que provocaba su enseñanza.

         Los discípulos tienen, por tanto, un conocimiento más acendrado, al menos más inmediato y próximo, de él. Pues bien, ¿quién decís vosotros que soy yo?, les pregunta Jesús. Porque algo tendrán que decir, o tendrán una opinión formada, que no sea lo que la gente del entorno opina.

         Leyendo el texto, da la impresión de que aquella pregunta dejó a los discípulos sorprendidos, como si no tuvieran una respuesta a mano. Jesús ciertamente era su Maestro, y ellos lo habían dejado todo para seguirle. Podían equipararle, como los demás, a uno de los grandes profetas de la antigüedad. E incluso tal vez pensasen que él era el Mesías anunciado y esperado. Pero ¿tenían una idea clara de lo que esto significaba?

         Lo cierto es que el único que tomó la palabra fue Simón Pedro, que dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Por lo que le responde después Jesús, podemos deducir que Pedro no era del todo consciente del alcance de sus palabras, pues le habían sido reveladas de lo alto: Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.

         Si no se lo ha revelado nadie de carne y hueso, tampoco lo ha deducido de su propia observación. Podía tener una idea vaga de haber encontrado al Mesías anunciado; pero difícilmente podía identificar al Ungido de Dios con el Hijo de Dios vivo. Y eso a pesar de haber oído con frecuencia a Jesús referirse a su Padre del cielo.

         Lo seguro es que Jesús ve en la confesión de fe de Pedro una revelación del Padre. Ello, además de otras razones, le permite darle un puesto singular entre sus discípulos: Tú eres Pedro (tal es el nombre de la vocación o de la elección), y sobre esta piedra (que eres tú) edificaré mi Iglesia. Para desempeñar esta función de cimiento dispondrá de las llaves del reino de los cielos, y podrá atar y desatar en la tierra, quedando sellada su actuación en el cielo.

         De este modo, la Iglesia de Cristo se convierte en Iglesia petrina, una Iglesia que se levanta sobre la fe de Pedro. Para cumplir esta singular misión, Pedro necesitará de la potestad de abrir y cerrar (el poder de las llaves), de atar y desatar (el poder de absolver y de retener, de excomulgar y de reconciliar) y la potestad de gobierno. No en solitario, porque no dejará de formar parte del colegio apostólico, pero sí en singular, como miembro preeminente de ese colegio. Es decir, como papa.

         A esa función primacial corresponde la vigilancia sobre el depósito doctrinal, para que no se falsee ni se deforme la salvaguarda de la unidad en la Iglesia, la defensa de la grey frente a las posibles y reales agresiones, y el cuidado pastoral del rebaño a él encomendado (como le había dicho Jesús: Apacienta a mis ovejas).

          Esto último nos lleva a la necesidad de que Pedro tuviese un sucesor, porque Jesús quiso a Pedro como piedra de su Iglesia, y a la Iglesia de Cristo no debe faltarle nunca esa piedra sustentante. El primado de Pedro se convierte así en un elemento esencial de esta construcción (= institución), querida expresamente por Cristo para prolongar su misión en el mundo.

         Apreciemos en todo su valor este elemento de la estructura eclesial, y recemos tanto por el papa que nos rige como por el papa que nos será dado después.

 Act: 29/06/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A