11 de Junio

San Bernabé Apóstol

Equipo de Liturgia
Mercabá, 11 junio 2024

         En la fiesta del apóstol San Bernabé, que hoy celebramos, escuchamos el mandato que Jesús dirige con preferencia a sus apóstoles: Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios.

         Los elegidos de Jesús para esta labor, por tanto, son previamente enviados (= apóstoles), y están llamados a ser los continuadores de su misión. ¿Y en qué consiste esa misión? En proclamar la cercanía del Reino de los Cielos, que no es sólo proximidad espacio-temporal (algo todavía por venir) sino también presencia (algo que se está dejando sentir).

         Y es que con ellos, y su proclamación, se producen los efectos de esta presencia benéfica de Jesús: curaciones de enfermos, resurrecciones de muertos y expulsiones de demonios. Ellos podrán realizar tales acciones porque han recibido potestad para ello.

         Y no es simplemente que puedan, sino que, en cuanto portadores de esta noticia y de esta fuerza, deben poder. Sobre todo a la hora de llevar a cabo las acciones manifestativas de la presencia operativa del Reino. Y puesto que han recibido gratis la potestad de curar, vivificar y reconciliar, han de darlo gratis, aunque sin olvidar que todo obrero merece su sustento (pues sin este sustento no podrían realizar las acciones propias de su oficio).

         En este horizonte de gratuidad se entienden las recomendaciones de Jesús: No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla. Ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón. Porque bien merece el obrero su sustento.

         Si el obrero merece su sustento, no parece necesario que tenga que procurárselo a sí mismo. Y puesto que se ha hecho digno de él, ya se lo proporcionarán otros. Por eso sobran las provisiones, y las preocupaciones que miran a las provisiones (alforjas para el camino, túnicas y sandalias de repuesto, oro, plata o dinero) para procurar lo que puede conseguirse a cambio.

         Jesús quiere obreros libres de ataduras y preocupaciones, centrados exclusivamente en su cometido que es anunciar y hacer presente en Reino de los cielos por todas partes.

         Por eso hay que ir de pueblo en pueblo, y puesto que el obrero merece alojamiento y comida, podrán buscar una casa adecuada, en la que habite gente de confianza y en la que puedan alojarse hasta que pongan rumbo a otro lugar. Porque los lugares por donde pasen serán sólo eso: lugares de siembra o de plantación, y no lugares de asentamiento.

         Jesús les aconseja que, al llegar a una casa saluden a sus moradores con el saludo de la paz, que debe ser para ellos no sólo un deseo, sino una oferta de paz. Sus moradores podrán disfrutar de semejante don (la paz) si se lo merecen, si no volverá a sus oferentes. Verse privados de este don tan precioso será una desgracia para los que no puedan gozar de él.

         Jesús cuenta con la posibilidad del rechazo. Puede que algunas casas no merezcan la paz que se les desea (y se les lleva); en este caso, no la tendrán. Y puede, también, que los apóstoles del Reino no sean bien recibidos o no sean siquiera recibidos.

         Si es así, se limitarán a dejar constancia de su desacuerdo, se marcharán de la casa o del pueblo (puesto que han sido rechazados) y sacudirán el polvo que se les ha pegado a los pies en señal de desaprobación. Pero no harán frente al rechazo ni con una palabra de condena o cualquier medio de coacción, ni siquiera haciendo uso de su poder para atraer la desgracia del cielo sobre ellos.

         Los discípulos han de limitarse a realizar este gesto de desaprobación, y ya se encargará Dios de juzgar las actitudes de cada corazón, aunque también Jesús se encargue de anticipar alguna consecuencia: Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo. Todos conocían seguramente lo que les había sucedido a estas ciudades abrasadas por el fuego, y a su alcance estaban los documentos históricos que informaban del hecho.

         Es verdad que tales recomendaciones van dirigidas a apóstoles itinerantes, no establecidos en un lugar determinado. Pero en sustancia siguen vigentes y han de ser tenidas en cuenta por todo el que se considere apóstol de Jesucristo, que centra sus energías en la propagación del Reino con las palabras y las obras benéficas.

         Es esta concentración de energías la que le debe descentrar de todo lo demás (preocupaciones de provisiones y posesiones), incluida la abundancia de medios en orden a los fines perseguidos. En el asunto de la evangelización, la sobreabundancia de medios puede ser más un obstáculo que un instrumento coadyuvante, para alcanzar el fin.

         El apóstol de la pobreza, o el que proclama bienaventurados a los pobres, no puede abundar en medios, pues éstos actuarán como un contrapeso al mensaje mismo que se pretende hacer llegar (que no es otro que la preeminencia del Reino de los Cielos como bien supremo, al que no pueden hacer sombra ninguno de los bienes de este mundo).

 Act: 11/06/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A