Antorchas de Adviento

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           El día de la Ascensión comenzó el Adviento. La Ascensión de Jesús no paraliza nuestros brazos y pasos sino que nos motiva a trabajar y a caminar. La esperanza nos arraiga en la tierra y en el presente. Aquí y ahora vivimos el tiempo de Adviento, el encuentro con Jesucristo.

           En el Credo, después de profesar nuestra fe en la Resurrección-Ascensión de nuestro Señor Jesucristo, rezamos y afirmamos que "de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su Reino no tendrá fin". La frase "Jesucristo vendrá de nuevo" nos habla de 2 advenimientos: la 1ª venida en la Encarnación y la 2ª venida en la Parusía.

           En la liturgia de Adviento, la Iglesia retoma la larga preparación y espera de la primera venida del Salvador y sobre todo nos impulsa a renovar el ardiente deseo de su 2ª venida (CIC, 524). No se pretende quedarnos en el pasado, ni evadirnos en el futuro, sino vivir el encuentro con el Señor en el presente, puesto que éste es el único momento del tiempo y de la vida en que vivimos realmente. El ciclo litúrgico dedica 4 semanas al tiempo de Adviento, pero en un sentido profundo todo tiempo es tiempo de Adviento, en especial el tiempo desde la Ascensión del Señor a su Parusía.

a) Introducción a las 4 antorchas

¿A qué nos motiva el Adviento?

           1º Adviento significa salir al encuentro de Aquél que viene a buscarnos y a quien buscamos.

           Dios, amorosamente, nos ha buscado siempre: "¿Dónde estás?, ¿dónde está tu hermano?" (Gn 3,9; 4,9). Esta búsqueda se realiza en la vida, en la historia humana, culmina en la encarnación del Verbo Divino y se eterniza en la resurrección de Jesucristo. Pero, mientras la humanidad viva en el mundo, la búsqueda continúa hasta el fin de la historia. La humanidad, desde su conciencia y su creencia, ha buscado a Dios por muchos caminos: la naturaleza, la cultura y la religión. Los hallazgos, encuentros y desencuentros animan la voluntad y avivan la esperanza para seguir buscando". Como busca la cierva corrientes de agua, así Dios mío, te busca todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?" (Sal 42, 2-3). Nuestra búsqueda es personal y comunitaria, actual y escatológica, aquí y ahora y hacia y hasta el fin del mundo y del tiempo.

"Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que se ha concedido a los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento" (1Cor 1, 4-9).

           2º Parusía significa estar presente, presencia o venida (palabra usada para referirse a las visitas oficiales de los emperadores), y designa el advenimiento del Señor, de su día.

           El camino de Israel prepara, prefigura y anuncia el camino de Jesús. Los profetas, a partir de su situación anuncian la promesa del Mesías que vendrá a salvar al pueblo: "He aquí que viene a ti tu rey, justo él y victorioso, humilde y montado en un asno" (Zac 9, 9). Los profetas anuncian también el día del Señor, cuando vendrá a juzgar y condenar las injusticias: "Silencio ante el Señor, porque el día del Señor está cerca... Yo visitaré aquel día a todos los que saltan por encima del umbral, los que llenan la casa de su señor de violencia y fraude" (Sof 1,7.9).

           Jesús advierte a sus discípulos y discípulas sobre la venida sorpresiva del día del juicio final y de su venida. él los exhorta a permanecer siempre prevenidos, despiertos y alertas para estar firmes y de pie en su camino, cuando "venga aquel día de improviso; porque vendrá sobre todos los que habitan la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengan fuerza y puedan estar de pie delante del Hijo del hombre" (Lc 21, 34-27). Jesucristo no actúa como ladrón, pues él mismo reconoce no saber ni el día, ni la hora del día final". En cuanto al día aquel y la hora, "nadie sabe nada , ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mc 13, 32).

           La Iglesia, según encontramos en varios escritos del NT, consideraba cercana la venida de Jesucristo: "Nosotros, los que vivamos; los que quedemos hasta la venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron" (1Tes 4, 15)"; "Les hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad" (2Pe 1, 16). La tardanza de la llegada de esta venida, nos impulsa a seguir trabajando por realizar el reino de Dios en la tierra y a aguardar con paciencia la venida de Jesucristo: "Tened, pues paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Mirad al labrador" (Sant 5, 7). Tampoco esta promesa trata de espantarnos, sino al contrario, quiere animarnos a mirar con confianza, amor y esperanza el momento del cumplimiento eterno del encuentro total y definitivo con nuestro Dios.

"Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Me siento presionado por ambas partes: por una, deseo estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; por otra, seguir viviendo en este mundo es más necesario para vosotros" (Fil 1, 21-24).

           3º El tiempo tiene 3 sentidos principales: duración, sucesión y cualificado. En griego se usan 3 vocablos distintos.

           4º En cuanto al tiempo-duración, la vida temporal es el tiempo desde el nacimiento a la muerte. Y el tiempo del mundo, como proceso natural de las cosas: tiempo de aguas o de frío, tiempo de siembra o de cosecha: "Y viendo de lejos una higuera con hojas, pues no era tiempo de higos" (Mc 11, 13).

           5º En cuanto al tiempo-sucesión (kronos), el tiempo se mide en horas, días, meses, años, siglos y resto de fechas de los hechos. "Entonces le preguntó al Padre: ¿cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?" (Mc 9,21).

           6º En cuanto al tiempo-cualificado (kairos), se trata de un momento propicio, una coyuntura apropiada o situación oportuna para realizar algo. "El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 15). Este tiempo cualitativo siempre está cerca, aunque tiene momentos más oportunos para actuar: enderezar y trazar la ruta salvífica de la historia. A este tiempo nos referimos al hablar de tiempo de Adviento. Es un tiempo de gracia y liberación que se vive y cumple en el hoy: "Para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Esta Escritura que acabáis de oír, se cumple hoy" (Lc 4, 18-21).

"Porque él mismo dice: en el tiempo favorable te escuché; en el día de la salvación te ayudé. Pues sepan que, éste es el tiempo favorable , éste es el día de la salvación" (2Cor 6, 2).

¿Cómo preparar el Adviento?

           Trataré de aclarar el vocablo liturgia y presentar una visión de conjunto del tiempo y ciclo litúrgico.

           1º La liturgia es obra o quehacer público. La obra es el proyecto de Dios, la misión salvífica de Jesús y la misión santificadora del Espíritu Santo. "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4,36). La liturgia es "servicio de parte y en favor del pueblo" (CIC, 1069). La liturgia es fuente y culmen de la vida cristiana. El servicio litúrgico no es sólo celebración del culto divino, sino anuncio del evangelio como hacía San Pablo: "ser para los gentiles ministro de Cristo Jesús , ejerciendo el sagrado oficio del evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo" (Rm 15, 16).

           El texto anterior, el siguiente y otros, nos muestran el sentido trinitario de la liturgia: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con vosotros" (1Cor 13, 13). La liturgia es obra y servicio a Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y al pueblo (hombres y mujeres en la Iglesia), para celebrar, recordar y actualizar el misterio de salvación. Y en ella celebramos 2 misterios centrales: la encarnación y la resurrección. El ministerio litúrgico, unido a los ministerios profético y pastoral, lo vivimos, al celebrar los sacramentos y en el rezo del las horas del Oficio divino.

           El ciclo litúrgico tiene 2 ejes: tiempo pascual y tiempo navideño.

           2º El tiempo pascual, o muerte y resurrección de Jesucristo, es el más antiguo y fundamental en la liturgia cristiana. Se rige por el calendario lunar. La Semana Santa cae cuando llena la 1ª luna de la primavera. Varias celebraciones están eslabonadas a esa fecha lunar y movible: Miércoles de Ceniza, Cuaresma, la Semana Santa, Domingo de Ramos y el Triduo Santo (que culmina con la Resurrección), la fiesta de la Ascensión del Señor Jesús, Pentecostés o Venida del Espíritu Santo, Santísima Trinidad, Corpus Christi y Sagrado Corazón de Jesús. Por eso estas fechas son móviles.

           3º El tiempo navideño, o nacimiento de Jesús, es una celebración más tardía y se rige por el calendario solar. La Iglesia, en el período post-Constantino en el s. IV, supo inculturar el evangelio en la cultura del Imperio Romano. Transformó la fiesta pagana, centrada en la naturaleza y el cosmos, dedicada al sol naciente en el solsticio de invierno, cuando la noche es la más larga, para anunciar que Jesucristo es la luz del mundo que ha venido a vencer las tinieblas. La Navidad se celebra la noche del 24 al 25 de diciembre y a esta fecha están eslabonadas otras fiestas: el 25 de marzo, nueve meses antes, la encarnación del Hijo de Dios, el 24 de junio: el nacimiento de San Juan Bautista: "Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquélla que llamaban estéril" (Lc 1,36), el Adviento tiempo de preparación y la Epifanía, que significa que la luz se extiende a los alrededores: la luz de la estrella atrajo a los hombres sabios de oriente para simbolizar el llamado de Jesús a todos los pueblos. "Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle" (Mt 2, 2). La Candelaria (velas, luces): "mis ojos han visto tu salvación... luz para iluminar a tu Pueblo" (Lc 2, 29-32).

           La liturgia de Adviento se celebra a partir del primero de los 4 domingos antes de Navidad. Es el comienzo del año litúrgico el cual culmina con la fiesta de Cristo Rey en noviembre. Esta fiesta tiene un sentido de parusía y de adviento , celebra el reinado de Cristo y el encuentro con él. El año litúrgico, enmarcado entre el Adviento y la Parusía es un tiempo con sentido de Adviento. En realidad el sentido profundo del Adviento no es tanto preparar la Navidad de Jesús, pues ya Jesús ha nacido y realizado su 1ª venida, sino preparar su 2ª venida, su advenimiento definitivo: encuentro y juicio. Por esto en este tiempo litúrgico se invita a la penitencia y a la conversión, los ornamentos son de color morado, se omite el canto o rezo del Gloria en las eucaristías.

           El doble enfoque del Adviento plantea ciertos conflictos y contradicciones: ¿Recordar el Nacimiento de Jesús o prepararnos para el juicio final? ¿Tiempo de alegría o de penitencia? Es necesario buscar una síntesis que incluya el conjunto. La sabiduría popular nos hace repensar en el sentido de la liturgia del Adviento. El pueblo latinoamericano, a través de su religiosidad popular: las posadas, con sus villancicos y buñuelos y las fiestas marianas: Inmaculada Concepción y la Virgen de Guadalupe con sus peregrinaciones, mañanitas, y danzas, le da un sabor de alegría que le anima y fortifica a vivir y a caminar al encuentro de Jesucristo. El nacimiento de Jesús ciertamente es gran motivo de alegría y también el encuentro escatológico (final) con Cristo es motivo de esperanza y gozo. Porque, aunque es duro enfrentar la muerte y el juicio, por los cuales nos vamos preparando siempre, creemos que Jesús es un juez justo, misericordioso y salvador. "Por que tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca" (Jn 3, 16).

           Estamos en tiempo de Adviento, desde la Ascensión hasta la Parusía. El ciclo litúrgico anual, a partir de esta esperanza final del encuentro definitivo con Cristo, nos invita a ir al pasado para conocer más a Jesús en su vida: nacimiento, vida oculta, vida pública, pasión, muerte y resurrección, amar más a Jesús y seguirlo mejor. El encuentro con Jesús no sólo se realiza en ese pasado histórico y en el futuro, al final de los tiempos, sino en el presente, en esa presencia de siempre a través de los siglos: "Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).

¿Cómo nos ayuda la liturgia a encontrar a Jesucristo?

           El fin del milenio pasado no fue el fin del mundo, ni del tiempo, sino momento jubilar, ocasión de reconciliación y celebración por el 2000 aniversario de la encarnación y nacimiento de Jesucristo, Señor de la vida y de la historia: "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Heb 13, 8).

           Juan Pablo II resaltó el sentido de Adviento de ese tiempo jubilar: "habló explícitamente del Gran Jubileo, invitando a vivir el período de espera, como un nuevo adviento" (TMA, 23) y hasta el nombre de su carta apostólica señalaba este aspecto: Tertio Millenio Adveniente. Aquí y ahora, en este tiempo del Espíritu seguimos en tiempo de Adviento.

           Salimos al encuentro de Cristo hoy en la solidaridad con los más pobres, sus vicarios principales: "¿Cuándo? Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños conmigo lo hicieron" (Mt 25, 37-40). Ese cuando de amor al prójimo, es el tiempo oportuno para preparar el juicio final. San Juan de la Cruz decía: "A la tarde te examinarán en el amor"(CIC, 1022).

           El Reino de los Cielos ha llegado, ya está entre nosotros aunque todavía no en plenitud. El encuentro con Jesucristo ya es una realidad actual, aunque no en su totalidad. Desgraciadamente la realidad del anti-reino: injusticias, las mentiras, guerras y odios, es global y globalizante. El neo-liberalismo, libertinaje económico y político para acumular dinero y poder acrecienta las desigualdades sociales. Los pocos países ricos del norte, por la explotación de las empresas transnacionales, se enriquecen inmensamente y muchísimos países del sur sufren y mueren en la miseria. En África, América Latina y la mayoría de los países de Asia el ingreso de bienes y servicios es bajísimo y todavía mal distribuido y por eso son muy altas las tasas de mortalidad infantil, desnutrición, enfermedad, analfabetismo y de las demás necesidades básicas.

           Ante esta situación de pecado social algunos blasfeman: ¿Dónde está Dios? Otros se amargan o desesperan: el infierno está aquí en la tierra, el infierno son los demás. Algunos se rebelan y luchan por el bien común de muchas maneras y sin meter, como el avestruz, la cabeza en la arena y negar el mal en el mundo. Podemos vivir la vida celestial en la tierra como decía Santa Teresa de Jesús: "Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra" (CIC, 956).

"Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primer fruto, Cristo; luego los que pertenezcan a Cristo. Después tendrá lugar el final, cuando destruido todo dominio, toda potestad y todo poder, Cristo entregue el Reino a Dios Padre" (1Cor 20-24).

¿Dónde y cuándo he encontrado a Jesucristo?

"Vosotros sois la luz del mundo. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que ellos vean vuestras buenas obras y den gloria a su Padre que está en los cielos" (Mt 5, 14-16).

           Jesús, la Luz plena, entrega, enciende la luz de sus seguidores: profetas, maestros, sabios, apóstoles, santos y santas, hombres y mujeres de buena voluntad: solidarios y misericordiosos para que lleven esa luz a toda la humanidad hasta el fin de los tiempos. Gracias a esas ‘antorchas milenarias' hemos recibido el testimonio y evangelio de Jesucristo y podemos vivir siempre el tiempo de Adviento.

           El tiempo litúrgico del Adviento, como ya vimos, dura 4 semanas, por eso surge la figura de la corona de Adviento con sus 4 velas para revelar el misterio cristiano. Las velas se van encendiendo, una tras otra, cada semana para iluminar el camino y ayudarnos a velar para ver y encontrar al que viene a nuestro encuentro. Estas antorchas de relevo se van entregando de mano en mano, a través de los años, siglos y milenios, para hacer un camino de luz a Jesucristo, camino y luz del mundo. Encenderemos 4 antorchas milenarias: Los profetas , la Virgen María , las posadas y los signos de los tiempos.

           El Adviento es tiempo de salir al encuentro y a la vez tiempo de esperar y de esperanza. El Adviento exige un éxodo, un salir de nosotros mismos para salir al camino. El Adviento es tiempo de conversión y reconciliación, tiempo de transfiguración y revelación, de gozo y celebración. El Adviento es tiempo litúrgico, no tanto para recordar la navidad del Niño Jesús, sino para preparar el camino para el encuentro escatológico final y definitivo con el Señor Jesucristo. El Día del Señor, su 2ª venida, la preparamos y adelantamos, todos los días, cuando actualizamos el amor, la fe y la esperanza.

           La Iglesia, en la liturgia de Adviento, lee las Escrituras para animar a los fieles a despertar y velar, a levantar los ojos y a mirar con esperanza y a preparar el camino al Señor que viene a manifestarse al pueblo. Los textos más generalmente usados en este tiempo litúrgico son: el profeta Isaías, los salmos, alguna cartas paulinas y los evangelios. Estos textos presentan como personajes principales: a Dios, al pueblo, a Juan Bautista, a María y a Jesucristo en su 2ª venida. Destacan los valores de la justicia y la salvación, y fomentan sobre todo las actitudes de esperanza, el estar alertas, la conversión y el gozo.

           Así como las velas prendidas continúan encendidas a lo largo de los siguientes domingos, estas antorchas milenarias van integrando la luz de la Palabra en la Vida y en la Biblia y van sumando su fuego para encender nuestros corazones e iluminar el camino. El paso de un milenio a otro nos ha ayudado a reflexionar en el sentido del tiempo, a vivir un tiempo jubilar y a reavivar nuestro caminar.

           Todo Adviento es jubilar, porque Jesucristo tomó el relevo de esta antorcha profética y liberadora.

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos, a dar la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor" (Lc 4, 18-19).

¿Cuáles son, aquí y ahora, mis mayores esperanzas?

           Por lo general se estudian las lecturas propuestas por el misal para los 4 domingos de Adviento.

           Son lecturas inspiradoras de los profetas del AT, salmos, cartas paulinas u otras, evangelios de los comienzos: infancia de Jesús o la predicación del Bautista. Las antífonas también son muy bellas: "A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío en ti confío" (Sal 25, 1-3) y las oraciones centradas en el tiempo de Adviento: "Señor, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con la práctica de misericordia para que, puestos a su derecha el día del juicio, podamos entrar al Reino de los Cielos".

           Nosotros retomaremos las 4 antorchas milenarias para profundizar en las personas, testimonios, acontecimientos históricos que han preparado y señalado el Tiempo de Adviento por milenios:

-el I domingo de Adviento: los profetas y el profetismo,
-el II domingo de Adviento: la Virgen María y la santidad,
-el III domingo de Adviento: las posadas y la misericordia,
-el IV domingo de Adviento: los signos de los tiempos, lectura, interpretación y práctica.

           Vamos a estudiar los 4 temas y propondremos textos bíblicos del AT y NT para inspirar e iluminar la lectura; también símbolos, dinámicas, preguntas y oraciones para motivar y aterrizar la participación de las personas, familias, grupos y comunidades.

           Las dinámicas, acciones y objetos simbólicos, nos concentran y facilitan explicar, comprender, recordar y gustar los temas. Necesitamos preparar las dinámicas: conseguir con anticipación el material, organizar los grupos, proponer las tareas... Por todo esto propongo en el siguiente cuadro la metodología para realizar un retiro-taller para después vivir y transmitir los temas en reuniones comunitarias y de grupo. Sin embargo, cuando no es posible organizar y realizar un retiro también se puede aprovechar este material para un estudio y reflexión personal o familiar. "Preparad el camino del Señor, hagan rectos sus senderos y todos los hombres verán a Dios" (Lc 3,4-5).

b) 1ª antorcha: los profetas

           En el libro del profeta Isaías está escrito: "He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: prepad el camino del Señor, enderezad sus senderos. En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista" (Mc 1, 2-4).

           El profeta es un mensajero, una voz que clama y un servidor que prepara los caminos del pueblo para abrirle paso al Señor. El profeta Isaías pasa la estafeta profética a Juan el Bautista y, por el Espíritu, esa palabra viva continúa anunciando y denunciando a lo largo de los siglos.

           "Elías partió de allí y fue en busca de Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando... Elías pasó junto a él y le echó encima su manto. Eliseo dejó la yunta, corrió detrás de Elías" (1Re 19, 19-20). Este gesto de echar el manto, es como delegar la misión, pasar la estafeta, el cargo y carga del servicio profético.

           Jesucristo es el profeta principal y fuente de toda palabra profética, él es el cumplimiento de la profecía hecha a Moisés: "Yo les suscitaré en medio de sus hermanos un profeta como tú; pondré mis palabras en su boca y él les dirá todo lo que yo le mande" (Dt 18, 18). Y a la vez, Jesucristo llama y envía profetas en medio del pueblo: "Por eso, yo les envío profetas" (Mt 23, 34).

¿Quiénes son los profetas y qué hacen?

           Los profetas son hombres y mujeres del pueblo, grupos de personas o comunidades que denuncian las injusticias, las mentiras, el odio y anuncian caminos de vida, paz, amor y esperanza. Los profetas son puentes entre Dios y el pueblo y también antorchas de luz que inflaman e iluminan. Su misión a favor del Reino de Dios en la tierra provoca conflictos y persecuciones.

¿Cuáles son los caminos preparados por los profetas?

           Los caminos de la justicia, de la solidaridad y de la mística. Presentamos los 3 caminos del profetismo:

-el camino de la justicia, o cambio de las estructuras injustas para transformar la realidad.
-el camino de la solidaridad, o cambio en la relación para lograr la renovación comunitaria.
-el camino de la mística, o cambio en los modos de pensar para recrear la conciencia.

           Los 3 caminos deben estar unidos por la palabra profética. Los profetas integran los 3 caminos para que no se vayan desviando, ni desvirtuando. La sola justicia es sólo política deshumanizante. La sola solidaridad es filantropía o camaradería. La mística aislada es pietismo en las nubes.

           Las 3 personas que representan los caminos del profetismo están desunidas, aisladas unas de las otras. Los 3 caminos de la palabra profética: justicia, solidaridad y mística unen sus manos y rodean al resto del grupo para unir y defender al pueblo. Ahí encienden su antorcha milenaria y, juntas las manos, suben la vela sobre las cabezas de los participantes. "El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombra, una luz brilló sobre ellos" (Is 9, 1).

           Isaías y otros profetas, nos acompañarán durante este tiempo de Adviento para iluminar nuestro caminar y compromiso con el Pueblo y con Dios. "Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y recuerdan tus caminos; tú eres nuestro Padre" (Is 64, 4.7). Dios busca y sale al encuentro de quien practica y lucha por la justicia, quien perdona las deudas y libera a los esclavos. Por eso la carta Hacia al Tercer Milenio nos recordaba: "el año jubilar debía servir de ese modo al restablecimiento de la justicia social" (TMA, 13).

c) 2ª antorcha: la Virgen María

"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será Santo y será llamado Hijo de Dios. He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 28.35.37).

           María, es santa, por estar llena de gracia, es decir, de la vida, gratuita y gratificante de Dios. El Espíritu Santo, fuente de santidad, santifica a María y a Jesucristo, el Santo de Dios. María se santifica por la fe y la obediencia, que la llevan a la entrega y cumplimiento de la Voluntad Divina.

           María, la Madre de Jesús, tiene un lugar principal en la liturgia de Adviento. No sólo porque en este tiempo se celebran 2 grandes fiestas marianas (la Inmaculada Concepción y la Virgen de Guadalupe), sino, sobre todo, por su participación en la encarnación y nacimiento del Hijo de Dios y en la realización plena del proyecto divino: "Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer" (Ga 4, 4).

           Hemos llamado Santa María a la 2ª antorcha milenaria, porque la queremos situar en la santidad. En las letanías del rosario, entre muchas invocaciones a la Madre de Jesús, decimos: Santa María, Santa Madre de Dios, Santa Virgen de las Vírgenes, Reina de todos los santos.

           La santidad prepara y apresura el encuentro definitivo con Jesucristo. La 2ª carta de Pedro nos exhorta a vivir el tiempo de Adviento: "piensen con cuánta santidad y entrega deben vivir ustedes esperando y apresurando el advenimiento del día del Señor" (2Pe 3, 11-12).

¿Qué es la santidad?

           Sólo Dios es Santo, "porque yo soy Dios, no hombre, en medio de ti yo soy el Santo" (Os 11, 9). Jesús al enseñarnos la oración del Padre Nuestro nos motiva a reconocer y anhelar vivir la santidad: "Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre" (Mt 6, 9).

           En su oración de la Última Cena, Jesús ruega a su Padre Santo y se ofrece a sí mismo por nuestra santificación: "Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad" (Jn 17, 19). Pablo con frecuencia se refiere a la santidad: "Salúdense con el beso santo. Todos los santos les saludan. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes" (2Cor 13, 12-13). La santidad más que definirla la encontramos en Dios y sus santos y santas, en la vida vivida en el amor verdadero.

           La santidad se realiza por la acción y gracia del Santo Espíritu, quien nos transforma y nos impulsa a vivir en fidelidad y comunión con Dios y con su Iglesia, Cuerpo de Cristo. Por Él, creemos en la comunión de los santos. Esta intercomunicación en Jesucristo y los buenos ejemplos y la mediación de todos los santos y santas en el cielo, nos une, anima y santifica a quienes peregrinamos por la tierra.

d) 3ª antorcha: las Posadas

"María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel... Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme?" (Lc 1, 42-45).

           María peregrina encuentra posada en las montañas. Isabel, su prima, le abre las puertas de su casa y abre sus brazos para recibir y dar alegres y fecundos abrazos. Hospeda y bendice a la peregrina que la viene a visitar, acompañar y servir. Encuentro precioso en la posada de Zacarías. "Vengan benditos de mi padre... porque era un peregrino extranjero y me hospedaron" (Mt 25, 35).

           La tradición de las posadas, en la religiosidad popular, tiene gran sentido pastoral. Las posadas surgen del relato evangélico sobre las circunstancias del nacimiento de Jesús: "Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del parto, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada" (Lc 2, 7).

           Esta tradición de las posadas varía según lugares y grupos. Se celebran durante 9 noches precisamente en la última etapa del Adviento (del 16 al 24 de diciembre). Los peregrinos, José y María representados por personas o por imágenes de bulto, recorren 9 casas donde se pedirá posada. La gente sale de la iglesia a la 1ª casa, con cantos, villancicos y rezos, generalmente el rosario. Al llegar a la casa elegida se hace un canto para pedir y dar posada a 2 coros. El grupo fuera de la casa, acompaña a los peregrinos, toca la puerta cerrada y pide posada. El grupo de dentro de la casa responde y niega la posada, hasta que finalmente los dejará pasar.

           Los versos izquierda son para pedir posada y los versos de la derecha son para dar posada:

En nombre del cielo, les pido posada, pues no puede andar mi esposa amada.

Aquí no es mesón, sigan adelante. Yo no puedo abrir, no sea algún tunante

No sean inhumanos déjennos entrar, que el Dios de los cielos se los premiará.

Ya se pueden ir y no molestar, porque si me enfado los voy a apalear.

Venimos rendidos, desde Nazaret, yo soy carpintero de nombre José.

No me importa el nombre: déjenme dormir, porque ya les digo que no hemos de abrir.

Posada te pide amado casero, sólo por la noche la Reina del cielo.

Pues si es una reina quien lo solicita ¿cómo es que de noche anda tan solita?

Mi esposa es María; es Reina del cielo y Madre va a ser del Divino Verbo.

Eres tú, José, tu esposa es María... entren peregrinos no los conocía.

Dios pague Señores, vuesra caridad y os colme el cielo de felicidad.

Dichosa la casa que alberga este día a la Viren Pura, la hermosa María.

           Abren las puertas y todos cantan: "Entrad, santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, no de esta pobre morada, sino de mi corazón" (se repite). Se comparten dulces, galletas...

¿Qué me parece esta tradición de las Posadas?

           La tradición bíblica de dar posada es más antigua: "Si un extranjero se instala en la tierra de ustedes, no lo molestarán; será para ustedes como un nativo más y lo amarás como a ti mismo, pues también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor tu Dios" (Lv 19, 33-34).

           Jesús nos advierte que el juicio final será sobre el cumplimiento de las obras de misericordia: "Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; era un extraño y me hospedasteis; estaba desnudo y me vestisteis; en la cárcel y fuisteis a verme... Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer; sediento y te dimos de comer?" (Mt 25, 34). Una de estas obras de misericordia es hospedar al que no tiene hogar.

¿A quiénes y cómo podemos dar posada?

           Dar posada al peregrino es una obra de misericordia muy urgente y necesaria en este mundo donde hay tantos hombres y mujeres sin techo, ni hogar. ¡Los refugiados sociales y políticos, quienes han sido desplazados de sus casas o han tenido que huir de ellas son más de 30 millones en el mundo!

           Recuerdo el sentido tan vivo, humano y religioso, de las posadas celebradas, por los refugiados guatemaltecos en Campeche. Ellos, que vivieron meses y hasta años en los montes, se identificaban con Jesús exilado en Egipto, al huir de Belén. Los refugiados agradecían la hospitalidad que les había dado México en los campamentos de Chiapas, Campeche y Quintana Roo. Ahí al menos les dieron mínimas viviendas y una tierrita para sembrar. Los refugiados guatemaltecos, al celebrar las posadas, unían sus experiencias de vida con los textos de las Escrituras: "Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor" (Sal 88, 1.25.26).

           La situación de los inmigrantes, en Estados Unidos, plantea el desafío de dar posada al peregrino. Juan Pablo II retoma esta problemática en su carta Ecclesia in América: "La Iglesia es consciente de los problemas provocados por esta situación y se esfuerza en desarrollar una verdadera atención pastoral entre dichos inmigrantes, para favorecer su asentamiento en el territorio y para suscitar, al mismo tiempo una actitud de acogida por parte de las poblaciones locales" (EIA, 65).

           La ayuda solidaria, con bienes materiales, víveres, ropa o dinero, a los damnificados por terremotos, inundaciones y sequías, también es una manera de dar posada al peregrino y de salir al encuentro de Jesús quien viene y vive en esas personas necesitadas de techo y pan.

           El profeta Isaías nos recomienda una actitud muy importante para dar posada a los desterrados y marginados: "Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen al corazón de Jerusalén (de la gente), grítenle que se ha cumplido su condena" (Is 40, 1).

           El tiempo de posadas es tiempo de abrazos y besos de amistad, cariño y consuelo. Y los salmos nos invitan: "La misericordia y la verdad se abrazan, la justicia y la paz se besan" (Sal 84, 12-12).

e) 4ª antorcha: los Signos de los tiempos

"Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y la estrella que habían visto en el Oriente los guió hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría" (Mt 2, 9).

           Estos hombres, extranjeros y sabios (más que reyes y magos) supieron leer e interpretar los signos de los tiempos, simbolizados por una estrella en el relato del evangelio. Ellos salieron de sus lejanas tierras, se pusieron en camino, preguntaron al rey Herodes para poder encontrar al verdadero rey Enmanuel: Dios con nosotros, y ofrecerle sus dones y regalos.

           Desde nuestro tiempo presente la estrella de los reyes-magos nos invita a mirar al pasado y la estrella del adviento nos lleva a mirar hacia el futuro y nos guía hacia el encuentro escatológico, final y definitivo, con Jesucristo. La estrella es la misma porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre, pero han cambiado los peregrinos y la situación en la tierra. La estrella es un símbolo de los signos que nos señalan el rumbo para descubrir y realizar la presencia de Jesucristo en la historia.

           Jesús nos motiva a leer e interpretar los signos de los tiempos: "Se acercaron los fariseos y saduceos y, para ponerle a prueba, le pidieron que les mostrara una señal del cielo. Mas él les respondió: Al atardecer dicen: Va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego, y a la mañana: Hoy habrá tormenta porque el cielo tiene un rojo sombrío. Saben discernir el aspecto del cielo, pero no los signos de los tiempos . Esta generación perversa e infiel reclama una señal , pero sólo se les dará la señal de Jonás" (Mt 16, 2-3). Jesús denuncia la ceguera espiritual y dureza de corazón que incapacitan para descubrir y discernir los signos de los tiempos, el significado salvífico de los acontecimientos.

           Los signos de los tiempos han sido una antorcha milenaria para vislumbrar el Reino de los Cielos en los acontecimientos terrestres. Juan XXIII recuperaba la expresión. Los signos de los tiempos, cuando mira las luces y sombras de la Iglesia y del mundo y, para abrir ventanas y puertas al Espíritu Santo, el 25 enero 1959, convoca el Concilio Vaticano II: "Siguiendo la recomendación de Jesús, cuando nos exhorta a distinguir claramente los signos de los tiempos (Mt 16, 3), Nos, creemos vislumbrar, en medio de tantas tinieblas, no pocos indicios que nos hacen concebir esperanza de tiempos mejores para la Iglesia y para la humanidad".

           Los signos de los tiempos no son catástrofes naturales (terremotos, inundaciones) ni son hechos individuales o aislados (apariciones, visiones) con las que se espanta o fanatiza a muchas personas. Los signos de los tiempos son fenómenos sociales que descubren, realizan y manifiestan valores del Reino y la presencia de Jesucristo: la reconciliación, el ecumenismo, la solidaridad, el clamor ecológico, la toma de conciencia y de lugar de la mujer, la valoración de las culturas populares...

           El Adviento y Navidad tienen tradiciones hermosas y llenas de simbolismo. Desgraciadamente, el dinero ha comercializado estas fiestas y desvirtuado el sentido religioso y humano de sus símbolos. Vamos a retomar, además de la estrella, 2 figuras: la piñata y el árbol de Navidad, que con su simbolismo e iluminadas por las Escrituras nos pueden ayudar a estar atentos a mirar en la vida y en la historia los signos de los tiempos. Acontecimientos históricos, movimientos populares y corrientes culturales que revelan y realizan la salvación en la vida y la presencia de Dios en el mundo.

           El mundo actual, como una inmensa piñata preñada de vida, está sacudido y amenazado por graves crisis sociales y culturales. La humanidad, en los comienzos de este milenio, vendada y cegada por tantas cosas (ignorancia, increencia, miedos, ambiciones) lucha, anhela, espera cambios sociales, económicos, políticos y culturales y situaciones mejores.

¿Qué nubes anuncian señales de lluvia salvadora?

           El hambre, la guerra, la destrucción ecológica y otros males mundiales claman al cielo y ese clamor promueve la organización de los pueblos, la defensa de los derechos humanos, las protestas anti-armamentistas y los tratados de paz, la conservación de los recursos naturales...

           El árbol de Navidad con el que se adornan las casas simboliza la esperanza mesiánica que del tronco seco de la humanidad surja el retoño salvador. El simbolismo de este árbol nos lo da el profeta: "Saldrá un brote del tronco de Jesé, un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor". Esperamos cosechar y disfrutar frutos de vida y los siete dones del Espíritu Santo.

           Busquemos estos retoños, sobre todo en el micro-cosmos, en las cosas pequeñas: proyectos alternativos de producción y comercialización, ONG's, redes de solidaridad humanitaria... La valoración de las culturas locales, en especial la de las etnias indígenas. El compromiso y religiosidad popular que surgen de las CEB (pequeñas Comunidades Eclesiales de Base)... Juan Pablo II, desde la problemática de la inmigración, las exhorta: "Las comunidades eclesiales procurarán vivir el valor evangélico de la fraternidad y un renovado impulso a la propia religiosidad para una acción evangelizadora más incisiva" (EIA, 65).

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JAVIER SARAVIA, México DF, México

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 Act: 04/12/23       @tiempo de adviento           E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A