26 de Septiembre

Martes XXV Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 26 septiembre 2023

a) Esd 6, 7-8.12-20

         Después de recordar y reproducir el decreto de Ciro II de Persia (Esd 6, 1-5), su sucesor Darío I de Persia autoriza a los judíos a continuar las obras de la construcción del templo y ordena a sus gobernadores de la satrapía transeufratina que no entorpezcan los trabajos. Más aún, les manda que ayuden a costear las obras con dinero tomado de los fondos reales (Esd 6, 6-12).

         Aunque pueda llamar la atención, esta liberalidad de Ciro II (primero) y de Darío I (después), se ajusta bien al espíritu religioso y político de la corte persa. Y tuvo lugar el día 23 del mes de Adar del año 6º de rey Darío I, es decir, el 1 abril 515 a.C. Ese fue el año en que se terminaron las obras del templo, y la fecha de su dedicación.

         El texto menciona a los profetas Ageo y Zacarías. En realidad a ellos se debe la construcción del templo postexílico. Fueron ellos los que, venciendo todas las dificultades y exhortando al pueblo, llevaron a feliz término la obra. A continuación tuvo lugar la dedicación y, a pocos días de distancia, la celebración de la Pascua.

         Así se termina la primera parte del libro de Esdras (cc.1-6), que gira toda ella en torno al templo. El templo junto con el personal dedicado a su servicio y la ordenación del culto son temas predilectos de la historia cronística.

         El templo postexílico, inaugurado en el 515, dura hasta Herodes I de Judea (37-4 a.C). En el año 18 de su reinado Herodes I emprendió la construcción de un nuevo templo, que en lo esencial fue concluido en muy poco tiempo. En cuanto a las partes complementarias y a los detalles no fue ultimado hasta unos pocos años antes del 70 d.C, en que fue totalmente destruido por los romanos.

         Aunque en realidad el templo de Herodes I fue un 3º templo, ya que lo construyó desde sus cimientos y fue además el más sólido y suntuoso de todos, sin embargo los judíos lo consideran como una mera reconstrucción del anterior. De ahí que, al dividir su historia con referencia al templo, hablan de 2 grandes períodos:

-el Primer Templo, desde David hasta el destierro de Babilonia;
-el Segundo Templo, desde el destierro de Babilonia hasta el año 70 d.C.

         A partir de esa fecha ha habido intentos, en distintas ocasiones, por ejemplo en tiempo del emperador Juliano, de reconstruir el que los judíos llaman Tercer Templo, pero nunca se han visto coronados por el éxito. Actualmente, una vez que los judíos han regresado a su tierra, se ha vuelto a plantear la cuestión del templo y las opiniones andan divididas. La solución más generalizada es que el 3º templo lo construirá el Mesías, cuando venga.

Maertens-Frisque

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         Las dificultades de la oposición samaritana, en cuanto a levantar el templo de Jerusalén en tiempos de Darío I de Persia, son resueltas por la comunidad hebrea alegando el edicto de Ciro II de Persia (Esd 1, 3-5), el fundador del Imperio Persa. Es conocida la actitud respetuosa de los persas por lo que respecta a las religiones de los pueblos que se anexionaban.

         Este hecho, explicable como una simple medida política en orden a la convivencia pacífica, viene considerado como una cooperación de la causalidad divina y humana (v.14), puesto que llevaba a cabo el cumplimiento del designio de Dios (v.12). Sin caer en un providencialismo alienante, hay que aprender de una vez por todas esta lección constantemente repetida: el Dios de la Biblia es el Dios que se revela en la historia.

         La complicada trama de los acontecimientos tiene un sentido querido por Dios, verdadero rector del flujo histórico, a pesar de los zigzags que aparentan como si la historia fuera dirigida fatalmente por el capricho de los prepotentes, o por el juego dialéctico de la materia o incluso por la complicación creciente de las estructuras.

         Con la presente lectura se acaba la primera parte del libro de Esdras. El objetivo prioritario de la comunidad restaurada ha sido conseguido: la reconstrucción del templo. Ahora se celebra la dedicación y se celebra alegremente la Pascua, memoria de las liberaciones salvadoras de Dios.

         El autor ha narrado el trabajo de la reedificación del santuario utilizando sus fuentes, pero sin preocuparse de ciertos detalles ni de una cronología rigurosa. La casa de Dios era el centro de su pensamiento. Recobrada la mansión de la vida religiosa, los regresados del exilio podrán encaminar sus fuerzas en convertirse en una comunidad cultual y socialmente organizada.

         Por otra parte, la recuperación del Templo de Jerusalén sellará definitivamente el cisma con los samaritanos, los cuales acabarán construyéndose un templo en la montaña Garizim.

         Los cristianos sabemos que el auténtico templo, el auténtico lugar de encuentro con Dios es Jesús (Jn 2, 21) y que desde entonces todo templo de fabricación humana está radicalmente relativizado porque "es llegada la hora (dice Jesús) en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Jn 4, 21.23).

Enric Cortés

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         Darío I de Persia escribió a las autoridades de la provincia situada al oeste del Eufrates y de la que dependía Jerusalén. En efecto, Jerusalén no es más que un pequeño cantón del Imperio Persa. Los judíos han perdido toda esperanza de restablecer un reino terrenal en la dinastía de David.

         Es muy notable que en lugar de crisparse por la pérdida de lo que fue un sueño temporal, los judíos más conscientes llegados de nuevo a Jerusalén, acepten lealmente la autoridad persa y se entreguen totalmente a la edificación de una comunidad fervorosa y únicamente religiosa. Habiendo perdido toda ilusión de independencia política, se dedican a profundizar lo esencial de su razón de vivir: la fe y el culto de Dios.

         Cuando ciertas circunstancias exteriores son desfavorables, ¿tengo yo también el reflejo de concentrarme en lo esencial, sirviéndome de las contrariedades para lograr una purificación y un avance espiritual?

         Realmente, es de admirar la amplitud de miras de este rey pagano, cuyos proyectos humanos se inscriben con tanta exactitud en los proyectos de Dios, sobre todo cuando dijo: "Dejad al gobernador de Judá y a los ancianos de los judíos que reconstruyan ese templo de Dios. Los gastos de esas gentes les serán reembolsados sin demora de los fondos reales, es decir, de los impuestos de la provincia".

         Esos acontecimientos antiguos no se nos relatan para que los recordemos como tales, sino para que nos ilustren sobre el día de hoy de Dios. Cuando escucho la radio o leo el periódico, ¿trato de leer en esas noticias los movimientos de la historia, que me parece que hacen avanzar el proyecto de Dios?

         Los ancianos de Judá continuaron con éxito los trabajos de construcción, animados por la palabra de los profetas Ageo y Zacarías. Y llevaron a término la construcción conforme a la orden del Dios de Israel y según los decretos de los persas Ciro II y de Darío I.

         Los deportados fueron puestos en libertad, los decretos reales ordenaron la descentralización regional, y los impuestos fueron concentrados en ciertos focos de civilización. En efecto, todas ellas son cuestiones típicamente profanas y políticas. Pero, en el interior de todo ello, unos hombres viven el dinamismo de su fe: si el decreto proviene del Rey, ellos obedecen de hecho en profundidad a la "orden de Dios". Y los profetas, de los que leeremos algunas páginas la próxima semana, están allí para dar el sentido de la acción emprendida.

         El templo fue terminado el día 23 del mes de Adar, el año 6º del reinado de Darío I de Persia. Y los israelitas (sacerdotes, levitas y el resto de los repatriados) celebraron con júbilo la Dedicación del Templo, consagrando completamente el nuevo santuario el 515 a.C.

         Este edificio fue llamado el 2º Templo de Jerusalén, pues el 1º (construido por Salomón) había sido destruido por Nabucodonosor II de Babilonia (ca. 587 a.C). Se trata de un 2º templo que durará hasta el tiempo de Herodes I de Judea, que lo embellecerá unos años antes de Jesús. Es el edificio que frecuentará Jesús.

         Los deportados "celebraron la Pascua e inmolaron la pascua para todos", para sus hermanos, los sacerdotes y para sí mismos. Se trata en efecto, de una renovación religiosa. Aquel día recomenzó un culto interrumpido durante 72 años. Podría creerse que la fe de Israel había zozobrado en la persecución y deportación. Pero no fue así, sino que sin estructura alguna, o sin ceremonia alguna, supo mantuvo fiel, como pequeño resto de Israel.

Noel Quesson

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         Darío I de Persia, sucesor de Ciro II de Persia, sigue hoy con la misma política de su predecesor, a la hora de dejar bastante autonomía a los pueblos que pertenecen a su Imperio. Y según el relato de hoy, favorece claramente a los judíos, para que puedan reconstruir su Templo de Jerusalén.

         Los persas pensaban, como estrategia política, que se consigue mucho más teniendo contentos a los pueblos que oprimiéndolos innecesariamente. El relato deja entrever que los judíos habían encontrado dificultades por parte de los pueblos vecinos.

         La fiesta de la Dedicación del Templo (ca. 515 a.C) fue solemne y colmó de alegría el corazón de los israelitas. Este templo era el segundo, después del de Salomón, y duraría hasta Herodes I de Judea, que un poco antes de nacer Jesús lo reedificó completamente, y que a su vez duraría hasta que los romanos lo asolaron el año 70 d.C.

         A pesar de que esta reconstrucción no llegó a tener al esplendor del templo anterior, ¡qué emoción sentirían los israelitas, sobre todo los mayores, al volver a oír los cantos y al ver el esplendor de las ceremonias y las volutas de incienso subiendo hacia Dios!

         No es extraño que el salmo responsorial de hoy, uno de los más conocidos también por nosotros, exprese estos sentimientos: "¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor. Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta". Después de la tempestad viene la calma. Ojalá también en nuestra propia vida, y en la de cada comunidad, tuviéramos, si hiciera falta, ánimos para una reconstrucción ilusionada.

         Si nuestra historia personal ha dejado que desear, o se ha empobrecido una comunidad cristiana, o fallan las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, o la Iglesia atraviesa (como ha sucedido no pocas veces en la historia) por momentos de decadencia, siempre deseamos que Dios nos dé la fuerza suficiente para rehacernos. Nos costará, como les costó a aquella generación de los que volvieron del destierro. Nada se reconstruye sin esfuerzo y sacrificio.

         El templo no era lo único que se reconstruía en aquel tiempo, pero era el mejor símbolo de la identidad histórica de Israel. Por eso el relato nos habla de cómo se reorganizó el culto y la celebración de la Pascua: era la gozosa vuelta a los buenos tiempos de la Alianza con Dios.

         También ahora, cuando hay que reconstruir muchas cosas humanas, sociales, de justicia y distribución de bienes, no olvidamos los valores religiosos y éticos, que pueden considerarse como el termómetro de la recta dirección de la tarea.

         Ojalá también hoy se eleven voces proféticas, como las de Ageo y Zacarías, que se nombran en la lectura de hoy y que leeremos en días sucesivos, que inviten a nuestra sociedad a recapacitar y a no dejar perder los valores que constituyen nuestra mejor identidad humana y cristiana, y no sólo los materiales.

         Cuando celebramos, en el año litúrgico, las fiestas de la dedicación de San Juan de Letrán, o de la catedral de la diócesis, los textos nos invitan a renovar cada año nuestra identidad eclesial: esas paredes son el símbolo exterior del edificio vivo que es la comunidad misma, destinada a alabar a Dios y a difundir su Palabra y celebrar sus sacramentos.

José Aldazábal

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         La 1ª lectura de hoy viene dada por la alegría de un pueblo, el de Israel, que, situado en casa, templo y tierra, comienza a organizarse en torno a un proyecto de fe, vida, trabajo y costumbres, que le hagan sentirse pueblo de Dios.

         Decíamos ayer que el Edicto del rey Ciro II de Persia abrió a los israelitas los caminos de retorno hacia Jerusalén, con el proyecto de restablecer templo y culto.

         Hoy entra en escena  un nuevo rey, Darío I de Persia. Y éste, tras rechazar a la oposición que surgió contra la reedificación del templo, o al menos tras aclarar la legitimidad de hacerlo, se dirige a los sátrapas o gobernadores de la región de más allá del Éufrates (incluida Israel), y les ordena tres cosas: que permitan reconstruir el templo de Dios en el viejo solar de Jerusalén, que se reorganice la vida religiosa y social en el mismo, y que se provea a su financiación.

         Fue éste un gran motivo de alegría para el pueblo de Dios, que se disponía así a vivir una nueva etapa de gloria, con su dosis de esperanza y sacrificio. Por eso canta, en actitud de peregrino, el Salmo 121:

"Llenos de alegría, vamos a la casa del Señor, ya están pisando nuestros pies, tus umbrales, Jerusalén. Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, a celebrar el nombre del Señor. En ella están los tribunales de justicia en el palacio de David" (Sal 121).

         En el texto de hoy aparecen también, junto a las dificultades de la construcción, los nombres de varios reyes bajo cuyo impero se fueron realizando las obras, hasta su inauguración. El trabajo fue ímprobo, pero esto significaba que en el  ‘templo’ se encontraban todos como miembros de un pueblo, presidido por Dios.

         Los textos del sacerdote y cronista Esdras sintetizan muchas cosas que afectaban a la vida, trabajo, restauración y organización del templo, y a actitudes socio-religiosas que, una vez establecidas, tendrán sus derivaciones sociales, morales y religiosas.

         Tomemos las siguientes notas:

-económicamente, el edificio se levanta con una parte de los impuestos reales que cargan sobre la región;
-laboralmente, esa obra resulta muy beneficiosa a los ancianos y obreros que, procedentes del destierro, comienzan a cobrar periódicamente sus jornales;
-legal y litúrgicamente, esa restauración da lugar al restablecimiento de las jerarquías de servidores del templo y del altar, y de los servidores de la ley, justicia y enseñanza;
-comunitariamente, el retorno y la restauración  crean o refuerzan el sentimiento del judaísmo como unidad nacional, religiosa, social;
-moralmente, la reforma del pueblo judío que implanta Esdras y sus colaboradores trata de contrarrestar las influencias de otras religiones en el pueblo elegido.

         ¡Lástima que esa reforma la emprendan de tal forma que acaben concediendo valor desmesurado al cumplimiento de la ley, de las tradiciones, de las purificaciones rituales, de la pureza de raza y de la vocación de pueblo elegido. Tengamos en cuenta ese rigorismo cuando, en los evangelios, descubramos la oposición que hacen a Jesús muchos letrados, maestros y sacerdotes, porque estiman que rebaja el nivel o prestigio de ese culto, tradiciones y ritos. Aquí está su precedente.

Dominicos de Madrid

b) Lc 8, 19-21