25 de Septiembre

Lunes XXV Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 25 septiembre 2023

a) Esd 1, 1-6

         Durante 3 semanas leeremos unos extractos de libros del AT que se refieren al siglo siguiente al retorno del exilio en Babilonia. En efecto, el 538 a.C. se derrumba el Imperio Babilónico (bajo la ofensiva de Ciro II de Persia), y un nuevo edicto permite a los deportados la vuelta a su patria.

         Tras un duro y largo cautiverio (del 587 al 538 a.C), los judíos retornan a su país, y alguna de sus personalidades empiezan a animar a la restauración: Nehemías el Constructor, Esdras el Sacerdote, Ageo el Profeta, Zacarías... Se emprende la reconstrucción del Templo de Jerusalén y las murallas de la ciudad, pero ante todo se reconstruye el alma de la comunidad, en derredor de la ley. Estamos en una de las más grandes etapas del judaísmo.

         En efecto, el año 1º de Ciro II de Persia, el Señor inspiró a Ciro para que mandara publicar al naciente Imperio Persa: "Quienes de entre vosotros pertenezcan a su pueblo sea su Dios con ellos, y suban a Jerusalén a edificar el templo del Señor".

         El Edicto de Ciro II se insertaba en la política conciliadora y abierta que la dinastía aqueménida persa estaba dispuesta a inaugurar. E intentaba que, más que imponer un yugo a las provincias conquistadas (como lo había hecho Nabucodonosor II de Babilonia), se intentase su regionalización. Cada región imperial tendría su propia autonomía, y cada religión podría ser libremente practicada. El autor bíblico, Esdras, ve en ello una inspiración de Dios.

         Más allá del aspecto de la habilidad política, se percibe en dicho edicto de Ciro II un novedoso "respeto al hombre", que va en la dirección correcta del proyecto universal de Dios. Un Edicto de Ciro que puede ayudarnos a orar por todos, desde el respeto a las minorías:

"A todo el resto de Israel donde residan, que las gentes del lugar les ayuden, proporcionándoles oro, plata, hacienda y ganado, así como ofrendas voluntarias para el templo de Dios que está en Jerusalén".

         Como puede verse, tanto a persas como a babilonios se les pide que ayuden a los judíos a reconstruir su templo, en su intento por expandir una mentalidad de lo diverso de forma realmente admirable, a la hora de valorar la forma de pensar de los demás. En nuestro de sectarismos, se trata de una lección siempre actual.

         Si conozco a personas que practican una religión diferente de la mía, ¿cuál es mi actitud hacia ellas? ¿Y mi propia convicción personal? ¿Me contento con una práctica religiosa totalmente exterior? ¿O bien profundizo en mi propia fe para ser capaz de dar cuenta de ella a los que practican otras religiones, o a los ateos?

         Tras el discurso de Ciro, "los cabeza de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, todos aquellos cuyo ánimo había movido Dios, se pusieron en marcha para subir a reconstruir el templo del Señor en Jerusalén". Pero no nos hagamos ilusiones, porque tan sólo fue "un pequeño resto" el que se comprometió así, y la gran masa de los deportados, después de 50 años de exilio, se había quedado en tierra extranjera. De este modo, comienza la diáspora.

         En definitiva, hay que deshacerse de las seguridades adquiridas y lanzarse a la aventura, bajo la inspiración de Dios.

Noel Quesson

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         Durante 3 semanas escucharemos lecturas del AT, empezando por las que se refieren a la vuelta del Destierro de Babilonia, un tiempo muy intenso y también aleccionador para nosotros.

         En este caso concreto, nos remontamos al año 538 a.C, donde un nuevo líder surgido en Persia (Ciro II el Grande) derrota estrepitosamente al Imperio de Babilonia y, una vez coronado rey de Babilonia, publica el edicto (que leemos hoy) permitiendo la repatriación a los judíos que allí estaban, tras el destierro al que le habían sometido los babilónicos desde Nabucodonosor II de Babilonia (ca. 587 a.C).

         Los reyes persas, nuevos dueños de la situación, tuvieron, no sólo con Israel sino con otros pueblos sometidos a su imperio, una política bastante tolerante para con sus libertades y autonomía, sobre todo en cuanto a la religión. Cosa que fue interpretada en Israel como providencial: Dios se sirvió de Ciro II de Persia para sus planes de salvación.

         El destierro había durado unos 50 años (una generación), y esta vuelta a Jerusalén permitía que se conservara la única religión monoteísta y no se rompiera la línea de las promesas mesiánicas. Aunque no todos volvieron, y la mayoría se quedó instalada en las tierras extranjeras. Además, los que volvieron lo hicieron en sucesivas oleadas, unos con Sesbasar, otros con Zorobabel y otros con Esdras.

         ¡Cuántas veces hemos leído en los profetas las promesas y luego la alegría de esta vuelta del destierro, interpretada como un nuevo éxodo de la esclavitud a la libertad!

         Dios va escribiendo su historia, para salvación de todos. Los años del destierro habían sido ruinosos social y religiosamente. Recordemos el dramático salmo titulado "Babilonia la Criminal". Pero las promesas de Dios se cumplen, y empieza de nuevo la historia. Dios nunca deja las puertas cerradas del todo.

         ¿Somos nosotros de los que desesperan fácilmente del futuro de la Iglesia, o de la vida religiosa, o de la juventud? Deberíamos aprender las sorpresas de la historia: Dios conduce la historia a veces por medio de personas que no esperaríamos, como los reyes paganos de Persia.

         Eso sí, no fue nada fácil la vuelta de los israelitas a su antigua tierra. Encontraron oposición en los habitantes que mientras tanto se habían instalado allí (aunque el relato de hoy lo suaviza y mitifica un tanto), y también sintieron ellos mismos el trauma de tener que ajustarse a nuevas situaciones. Deberíamos estar, también en nuestro tiempo, siempre dispuestos a empezar de nuevo, confiando en los planes salvadores de Dios, que nos guía también a través de los períodos de turbulencia.

         No perdamos la confianza en Dios. Por oscura que nos parezca una situación, el salmo responsorial de hoy nos invita a decir: "Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar. El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres".

José Aldazábal

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         Una caravana se pone hoy en camino, y un estremecimiento de alegría la sacude de una punta a la otra. Es la caravana de los judíos rescatados de Babilonia que se encaminan hacia Jerusalén. 

         Todavía resonando la proclamación liberadora de Ciro II de Persia (vv.2-5), vencedor de los opresores babilonios, el pueblo hebreo se apresura, al modo de un nuevo éxodo, a la partida, después de haber recuperado los vasos sagrados del 1º templo (vv.5-8). Al llegar, todos comparten las responsabilidades, se reanuda precariamente el culto y se proyecta el 2º templo (Esd 2, 68-3, 8). 

         Así, para el autor, el regreso del exilio no será sino el cumplimiento del designio de Dios en orden a la restauración del templo y del culto, como centro de la vida religiosa del pueblo. El culto será el lugar del encuentro con Dios, pero un encuentro dinámico que actualizará las acciones de Dios en favor del pueblo a lo largo de la historia. Precisamente, Israel acaba de vivir la experiencia, como la antigua de Egipto y del éxodo, del Dios que gobierna la historia marchando al lado de un pueblo débil, esclavo, oprimido.

         El Dios de la Biblia no es el Dios de los metafísicos, sino el Dios vivo y fiel a las promesas (v.1), que irrumpe constantemente en la historia, provoca el cambio y la innovación, y no deja que se escleroticen las situaciones o instituciones. Pensemos en la absoluta novedad del éxodo y, sobre todo, de la resurrección.

         Parecidamente nuestro texto representa un momento bien significativo de la acción innovadora de Dios: para que no se institucionalice la situación de exilio de su pueblo, Dios se sirve de Ciro II de Persia, para liberar Israel de la cautividad de Babilonia. ¡Un pagano, un extranjero, agente de la salvación del Dios de Israel! Más todavía: es su ungido, su mesías, equiparado a los reyes de la dinastía davídica (Is 45, 1).

         Se trata de una novedad escandalosa para la mentalidad judía, y sin embargo la Escritura nos dice que fue provocada por Dios, en orden a continuar la historia de salvación. Nos es necesario estar atentos a los signos de los tiempos.

Enric Cortés

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         Ha concluido el destierro en Babilonia, y hay que volver a la tierra prometida. Y al frente de los hebreos irán los jefes de familia. Al igual que a su salida de Egipto, los habitantes del lugar les entregan oro, plata, utensilios, ganado y objetos preciosos; además, ofrendas voluntarias.

         El nuevo rey de Persia (Ciro II) no es ya castigado, sino que es movido por Dios, pues él mismo se reconoce siervo del Dios de Israel escuchando sus mandatos y poniéndolos en práctica. El rey es comparado con David y Salomón, que construyeron el templo al Señor, y ahora hay que aportar todo lo necesario para que dicho templo se reconstruya.

         Dios, a nosotros, por medio de Jesús, ha venido a reconstruir nuestra vida, no a ejemplo de nuestros antiguos padres, sino como el Dios de misericordia que nos quiere conforme a la imagen de su propio Hijo. Por eso, también a nosotros nos corresponde reconstruir ese templo del Señor.

         San Pablo dirá más adelante "vosotros sois el templo de Dios". Que nuestra vida esté firmemente edificada en Cristo; que quede adornada por las virtudes coronadas por el amor. Que en verdad seamos una digna morada del Espíritu de Dios en nosotros, para que, saliendo de nuestras esclavitudes, seamos un signo cada vez más claro del amor de Dios en medio de nuestros hermanos.

José A. Martínez

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         El libro de Esdras, y posteriormente el de Nehemías, es una narración que da continuidad literaria a la historia cronística (o libros I y II de las Crónicas). El periodo histórico a que hace referencia Esdras comienza el año 538 a.C, fecha en que Ciro II de Persia publica su edicto autorizando el retorno de los israelitas a su tierra y el cultivo de su religión y templo.

         A partir de ese movimiento, de los grupos que vuelven de tierras de Babilonia a su tierra, se pondrá en marcha en el s. V a.C. la restauración del templo y la reorganización del culto; se procederá a la reforma espiritual con rigorismo en moral y costumbres; se recogerán las tradiciones culturales-religiosas, se clasificarán y quedarán ordenadas en numerosos libros de los que forman el AT.

         Tal será, además, el ambiente en que la ley, la pureza legal y las estructuras teocráticas tomarán de nuevo fuerza. Con ello se fortalecerá, o se dará origen a un judaísmo que permanecerá hasta el NT.

         En concreto, se nos narra hoy la gran noticia de la nueva liberación de los hijos de Israel. Por el año 538 a.C. el rey Ciro II de Persia autoriza el retorno a Jerusalén y sus tierras, a su templo, a sus costumbres. Por eso se le considera como "movido por el Dios de Israel" a hacerles tan gran bien. Comienza una nueva época. Hoy se hace la luz.

         El telón de fondo de nuestra celebración litúrgica puede ser  hoy un canto de liberación, y el retorno de los hijos de Israel desde Babilonia a su tierra.

         Tratemos de escuchar en la oración ese canto en labios de los liberados: "Ya somos nosotros mismos", ya somos libres. Pero no nos contentemos con eso. Dichosos de nosotros mismos si, como derivación del júbilo litúrgico, nos proponemos vivir durante todo el día liberados, en actitud positiva, no desperdiciando oportunidad alguna para hacer el bien y mirando todas las cosas en horizonte de eternidad. Tengamos ante Dios un hoy continuo, responsable, feliz.

Dominicos de Madrid

b) Lc 8, 16-18