8 de Agosto

Martes XVIII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 8 agosto 2023

a) Núm 12, 1-13

         Leemos hoy en el libro de Números el relato de una prueba personal de Moisés, al ser criticado por su propia familia (su hermano Aarón y su hermana Miriam), que le reprochan haberse casado con una etíope (aunque en realidad le envidian, por su papel preponderante y su intimidad con Dios).

         La Biblia es ciertamente un espejo de la humanidad, que nos presenta la imagen constante de nuestras fragilidades, de nuestras bajezas: racismo, envidias, historias de familia a propósito de casamientos... Ahora veremos cómo se resuelve este asunto.

         "¿Es que el Señor no ha hablado más que con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?". Se trata de la 2ª queja contra Moisés, apenas lanzada la 1ª y escudándose en una aparente desigualdad, en el reparto tan dispar de los dones y talentos.

         Por supuesto, Dios "habla a todos los hombres". Sin embargo, él elige a los profetas y a los ministros que quiera, y los sitúa aparte. Ellos no han de acaparar la Palabra de Dios, pero les pertenece ser los especialistas, los testigos, los servidores para el bien de todos sus hermanos.

         El Señor oyó todas estas críticas contra Moisés, y va a salir en su defensa. En 1º lugar, el Señor dijo a Aarón y a Miriam, junto a Moisés: "Salid los tres a la Tienda de la Reunión". Y salieron los tres.

         Es pues, "ante Dios", donde va a resolverse ese conflicto. Cuán conveniente es, en nuestra época de enfrentamientos cada vez más amplios y exacerbados, meditar esta escena: 3 personas que aceptan orar juntas y negociar juntas también. La violencia, el rechazo del diálogo, el parapetarse en las propias posiciones, nunca han resuelto nada, por lo menos en profundidad y de modo durable

         ¿Y a qué me llama Dios a través de la invitación a la Tienda de Reunión? A lo que dirá más tarde Jesús: "Si tu hermano tiene algo contra ti, deja allá tu ofrenda y ve primero a reconciliarte con él" (Mt 5, 24). Ya notamos la unidad del AT y del NT. Leer el libro de los Números no es una manía arcaica, estar de cara a los documentos del pasado, es oír una Palabra de Dios para el día de hoy de mi vida. Es la finalidad misma de la meditación.

         "Escuchad, pues, mis palabras", dice Dios: "Moisés mora en mi casa, y Yo le hablo cara a cara. ¿Por qué os habéis atrevido a hablar contra mi servidor Moisés?". La ira del Señor se encendió contra ellos, y he aquí que Miriam quedó leprosa, y Aarón suplicó a Moisés por ella, y Moisés imploró al Señor: "Oh Dios, te lo ruego, sánala". Sí, podemos orar con tales textos. En ellos percibimos ya el evangelio de Jesús: "Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

Noel Quesson

*  *  *

         Sobre un fondo de problemática familiar, guardado en la memoria de la tradición elohísta, el autor bíblico nos ofrece una buena lección teológica sobre los carismas. En 1º lugar pone de relieve la libre acción de Dios: él es quien distribuye a cada uno según quiere (1Cor 12, 11). Y la voluntad de Dios no es arbitraria: el carisma no se otorga para lucimiento personal, sino en orden a la edificación y buena marcha de la comunidad. A la libre generosidad de Dios debe corresponder, pues, la fidelidad de servicio del hombre.

         Este es precisamente el caso de Moisés (v.7). Por ello la actitud de los dos hermanos que intentan minar la autoridad de Moisés en beneficio propio atrae la ira de Dios. Miriam era ciertamente profetisa (Ex 15, 20), y había recibido ese carisma de la misma manera que Aarón había recibido el del sacerdocio. Era verdad, por tanto, que Dios había hablado también con ellos (v.2).

         Pero esta realidad no les daba ningún derecho a exigir igualdad de dones ni, menos todavía, a intentar reducir a Dios a un mero garante de la igualdad material de su propia gracia. En el fondo se trata de un intento más de manipular a Dios y de convertir el servicio (el ministerio) en un título de honores y poder, tal como vemos en todo el curso de la historia del pecado.

         Dios acepta el reto y le da su respuesta: él es el que llama a cada uno a un servicio concreto, y el que da también el carisma correspondiente y asegura su asistencia (vv.6-7). Él no embarca irresponsablemente a nadie en ninguna aventura gratuita, pero no está obligado a más. Y exige que se respete su voluntad (v.8), sin envidia y con auténtica responsabilidad. Así responde Moisés al don de Dios: con humildad y mansedumbre (v.3), siempre al servicio de Dios y de los hermanos.

         Miriam es castigada por Dios. ¿Nos encontramos ante una manipulación de la tradición elohísta por parte del compilador sacerdotal? Porque, según nuestro texto, los hermanos cometieron el mismo pecado, y no sólo es Miriam la única castigada, sino que Aarón aparece incluso como su intercesor ante Moisés (v.11).

         ¿Se trata de asegurar la buena imagen y el respeto debido al sacerdocio? ¿O quizás en la tradición más primitiva todo el problema se planteaba en el terreno de los celos entre cuñadas, y al final Miriam lo sacó a la luz pública? ¿O el texto quiere decirnos también la condenación que merecen los matrimonios mixtos, como se verá en los tiempos de Esdras?

Josep Aragonés

*  *  *

         Esta vez la rebelión y la protesta le llega a Moisés de su misma familia, de su hermano mayor Aarón (el sacerdote), que tanto había trabajado en colaboración con Moisés, y de su hermana María (Miriam), la que había vigilado en el río la canasta donde su madre había depositado al niño Moisés. Ahora ambos le atacan y murmuran de él.

         Un 1º motivo de su crítica está en el matrimonio de Moisés con una extranjera, hecho del que no sabemos apenas nada (mas que era etíope). Y un 2º motivo es el que trata de poner en tela de juicio su carácter de profeta, o al menos el de profeta único. ¿No habían oído también ellos la voz de Dios?

         Hay aquí una doble reacción de Moisés, ante este ataque inesperado. Por una parte, la paciencia, porque "era el hombre de más aguante del mundo". Pero Dios se enfada y sale en defensa de su profeta: "¿Cómo os habéis atrevido a hablar contra mi siervo Moisés?". El libro interpreta como castigo de Dios la lepra que sufrió María.

         Aarón se arrepiente de su falta, tal como aparece en el salmo responsorial de hoy: "Misericordia, oh Dios, por tu inmensa compasión borra mi culpa". Y Moisés muestra, una vez más, su corazón magnánimo, intercediendo ante Dios por su hermana.

         Por desgracia, en todas las familias y comunidades pueden darse situaciones como éstas: interpretaciones torcidas, o celos ante los carismas y talentos de los otros. A Jesús se le enfrentaron sus enemigos poniendo también en duda la autoridad con la que hablaba y actuaba.

         ¿Cómo reaccionamos cuando nos enteramos de que alguien de los más cercanos está hablando mal de nosotros? Lo que deberíamos pensar es que puede que tengan razón, porque todos tenemos defectos, y la corrección fraterna (incluso la inoportuna) nos puede ayudar a recapacitar y mejorar.

         Pero puede suceder que, en conciencia, no nos creamos merecedores de los ataques que recibimos. En tales casos, ¿tenemos un corazón tolerante y paciente, como el de Moisés? ¿Somos capaces, como él, de interceder ante Dios por quienes nos atacan? Jesús nos enseñó a perdonar, que es lo que más nos cuesta. El ejemplo de Moisés nos debería animar a ser más generosos en nuestras reacciones ante el trato que recibimos de los demás, cuando nos parezca injusto.

José Aldazábal

b) Mt 14, 22-36