10 de Agosto

Jueves XVIII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 10 agosto 2023

a) Núm 20, 1-13

         Hoy nos es propuesto en el libro de Números el célebre episodio de las Aguas de Meribá (lit. Aguas de la Contestación). Y es que la contestación se había erigido en el pueblo hebreo en verdadero ídolo, como si fuese el único medio de progresar: se critica, se contesta, se polemiza... Todo ello, todavía muy alejado del "discernimiento de espíritus" del que nos hablará el NT, en que Pablo animará a "examinarlo todo y quedarse con lo bueno" (1Ts 5, 20).

         El problema es que el pueblo hebreo se había establecido en Cadés (donde no había agua), y se había amotinado contra Moisés y Aarón: "Ojalá hubiésemos perecido. ¿Por qué habéis conducido la asamblea del Señor a este desierto para que muramos en él nosotros y nuestros ganados? ¿Por qué nos habéis subido de Egipto para traernos a este lugar siniestro? Un lugar donde no hay sembrado, ni higueras, ni viñas, ni granados, ni siquiera agua para beber".

         Dejando la asamblea, Moisés y Aaron se fueron a la entrada de la Tienda de la Reunión, y cayeron rostro en tierra. Es su reflejo constante: la oración y la imploración, por el pueblo que les ha sido confiado. Me imagino a esos 2 responsables prosternados rostro en tierra.

         El Señor dijo a Moisés: "Harás brotar para ellos agua de la peña y darás de beber a la comunidad y a sus ganados". A fin de cuentas, es Dios quien había sido contestado y cuestionado, y por eso es él quien responde. Y constatamos que responde muy favorablemente a la reivindicación.

         El tema del "agua viva" será constantemente tratado en la Biblia para evocar la presencia de Dios a su pueblo, en que las piedras se cambian en fuente (Is 4, 18) y del templo fluyen ríos (Ez 46). Y el mismo Jesús se presentará como agua viva (Jn 1,33; 7,37), como forma de calmar Dios la sed humana.

         Moisés alzó la mano y golpeó 2 veces la peña con su vara, y de ella manó agua para todo el pueblo hebreo. Pero el Señor dijo: "Por no haber confiado en mí, no seréis vosotros los que guiaréis a esta asamblea hasta el país que les doy". Esta es una de las explicaciones que se dio a la muerte de Moisés, ocurrida antes de haber podido ver la Tierra Prometida. De hecho, tuvo poca fe al golpear por 2 veces la peña, en lugar de dar un solo golpe con su vara.

         Estas son las Fuentes de Meribá, donde protestaron los hijos de Israel contra el Señor, y con las que él manifestó su santidad. No cerremos hoy nuestro corazón, escuchemos la voz del Señor. Toda verdadera contestación se termina finalmente, por una llamada a la conversión. Si hay que cambiar algo, hay que empezar por cambiarse a sí mismo.

Noel Quesson

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         Son 4 los temas que nos ofrece el autor bíblico de hoy. El 1º tema es el de la muerte de María la hermana de Moisés. La noticia se nos da en una sola línea sin ningún comentario.

         El 2º tema (vv.2-11) parece ser un duplicado, debido a un redactor sacerdotal de la narración, que ya encontramos en Ex 17,1-17. Es de notar que aquí Dios no ordena golpear la roca con el bastón (ahora es la vara de Aarón y no el bastón de Moisés), sino sencillamente ordenar a la roca que dé sus aguas (v.8). Sorprenden, así mismo, las palabras malhumoradas de Moisés, el intercesor incansable, dirigidas al pueblo (v.10).

         El 3º tema es el castigo de Moisés y Aarón (v.12), referido en un solo versículo, bastante enigmático por cierto. ¿En qué pudo consistir el pecado de ambos jefes?

         Hallamos un 4º tema en el cap. 21, con la serpiente de bronce levantada por Moisés sobre un asta en medio del campamento Todos los israelitas que, habiendo sido castigados por sus rebeldías (mordidos por las serpientes venenosas), miraban la serpiente de bronce, se curaban. Y todos aquellos que, seducidos por la serpiente diabólica, discurren por el camino del pecado y de la muerte, se salvaban también si "se vuelven" (se convierten).

         No obstante, conviene recordar que, ni en uno ni en otro caso, se trata de un proceso mágico el que salva, sino sólo la voluntad de Dios, que nos ofrece el don de la fe: una nueva perspectiva del mundo y del hombre.

         En distintos pasajes de la Biblia se adivina una especie de pugna entre la idea de presentar la serpiente (como una divinidad de la fecundidad) y la perspectiva de la revelación (que reconoce a Dios como el único dador de vida y salvación a los hombres). Así, la narración del pecado original que leemos en el Génesis emplea la serpiente para personificar la seducción de la humanidad por el mal.

         En los mismos orígenes de la vida humana, el mítico árbol dador de la vida se nos presenta como el que seduce a los hombres atrayéndolos hacia las sendas del pecado y les inocula la muerte. Quien realmente abre a la humanidad las fuentes de la vida y se la comunica es el Dios de Israel, el único verdadero y, por tanto, el único capaz de devolvernos al camino de la verdad cuando somos seducidos por un dios falso.

         De ese modo, la serpiente pasará a ser en Israel la personificación del Maligno, que no sólo es incapaz de dar la vida, sino que también arrastra la humanidad a la perdición (y que, en definitiva, será vencido por un hombre tan lleno de la presencia de Dios que será Dios, y vencerá a la muerte en su propio terreno).

Josep Aragonés

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         Desde luego, es terco este pueblo hebreo, y difícil de contentar. Y también olvidadizo, pues pronto han olvidado lo que ha hecho Dios (y su siervo Moisés) durante su liberación de Egipto y el camino a la tierra prometida.

         El desierto resulta realmente incómodo, y cuando no falta una cosa falta otra. Hoy es el agua para las personas y para el ganado lo que lleva a un nuevo brote de rebelión y protesta. Es el último episodio que leemos del libro de los Números, porque mañana pasaremos al Deuteronomio.

         Moisés y Aarón, siguiendo la inspiración de Dios, obtienen agua de la roca. Lo que parecería que termina con el problema: Dios, una vez más, se ha mostrado benigno con su pueblo.

         Pero esta página contiene, seguramente, otras intenciones. Por ejemplo, justificar el nombre de aquel lugar: Meribá, que significa litigio, pleito o contestación. Y sobre todo, explicar un hecho difícil de entender: ¿Por qué Moisés y Aarón, los grandes guías del Éxodo, no pudieron entrar en la Tierra Prometida, a pesar de su ardiente deseo?

         No sabemos bien en qué consistió el pecado de Moisés. Aquí parece como si Dios le reprochara el haber dudado de él, al golpear 2 veces la roca o no haber dado testimonio muy seguro ante el pueblo. Mientras que en otros pasajes (Dt 1 y 3) parece que la culpa es del pueblo. Lo cierto es que no entraron en Canaán, como no entró la generación del desierto. También María, la hermana de Moisés y Aarón, ha muerto.

         Situaciones parecidas pueden suceder en nuestra vida: descontento contagioso, protestas, ingratitud, olvido de lo bueno para fijarse sólo en lo malo. Pero veamos cómo reaccionan Moisés y Aarón: van a la Tienda del Encuentro a rezar a Dios. También nosotros deberíamos saber orar nuestros disgustos, y verlo todo desde Dios. Pero no con un ánimo ofendido, o a partir de nuestros sentimientos más o menos lastimados, sino buscando la voluntad de Dios y el bien del pueblo.

         Tal vez, nuestro pecado sea también la falta de fe, al igual que los hebreos ("¿creéis que podemos sacaros agua de esta roca?"). O incluso la duda, que en cierto modo es normal que nos asalte, en diversos momentos de la vida. La duda no es necesariamente mala. Los mejores creyentes (como Moisés) tienen momentos en que no lo ven todo claro, más aun, en que se les eclipsa la cercanía de Dios y quedan perplejos. Pero siempre superan la crisis con la oración (como Jesús, en Getsemaní).

         Experimentar en nuestra propia carne la duda y el desánimo nos puede ayudar a ser más comprensivos con los demás, y a recordarnos que no son nuestras fuerzas las que van a salvar al mundo (sino la gracia, siempre activa, de Dios).

José Aldazábal

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         Prosigue la situación ya conocida en las amarguras del desierto. A esas generaciones de israelitas les está resultando un suplicio avanzar paso a paso, estación por estación, hacia la Tierra Prometida. Pero en cualquier momento cumbre, Dios muestra su providencia. El pasaje de hoy nos plantea un rico contenido: agua y vida.

         El agua es un elemento absolutamente necesario en la vida de la naturaleza y en la vida del hombre. Esto era verdad en la peregrinación de los israelitas por el desierto, y lo es hoy mismo en grandísimas proporciones, pues pueblos enteros son víctimas de la desertización de los campos, y falta de alimentos.

         El agua es, además, símbolo de la abundancia de dones naturales y sobrenaturales que Dios otorga a las almas. Si nuestro espíritu no está regado con el agua de la gracia, del bautismo, del amor, de la fecundidad... todo se corrompe y muere. El agua es símbolo general de la providencia del cielo sobre la tierra y hombres, y lo es también del Chorro de Meribá, que como "agua viva" y como gratitud, suscita el Espíritu Santo en nuestros corazones. Acudamos y bebamos en la fuente de agua viva.

Dominicos de Madrid

b) Mt 16, 13-23