1 de Julio

Sábado XII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 1 julio 2023

a) Gén 18, 1-15

         En la encina de Mambré se apareció el Señor a Abraham, que estaba sentado a la puerta de su tienda. Era la hora más calurosa del día. Una escena muy bella, muy simple y fácil de imaginar. Es así como tú nos sorprendes, Señor, si estamos disponibles: en pleno mediodía, en el centro de nuestras jornadas, en el marco familiar de nuestras vidas.

         El largo caminar de Abraham está marcado por hitos, por puntos de referencia, por encuentros: "Vio a tres individuos de pie ante él". Aparentemente son seres humanos, nómadas que van de paso. Y Abraham les da a acogida, y le pide que se sienten a la mesa. Les sirvió agua, pan, leche y un becerro tierno y sabroso. Hace preparar para ellos lo mejor que tiene, aquello que necesitan. Aquello que quizá esperaban, porque era mediodía.

         Respecto a la risa de Sara, trato de imaginarme esa risa algo trémula, esa alegría que estalla, que ilumina el rostro de ¡esa ancianita de 90 años! ¡No! es imposible, y esos 3 viajeros desconocidos deben estar locos anunciando que Sara tendrá un hijo dentro de un año. Ríe porque le cuesta creer en esa promesa ridícula. Ríe también porque es feliz.

         En efecto, Dios acaba de proponer a Abraham más de lo que él se atreve a esperar: "Tu mujer Sara concebirá, y dará a luz un hijo". ¿Quieres, Señor, para nosotros, más de lo que queremos? Efectivamente, él más allá de nuestros deseos.

         Tenemos un corazón demasiado pequeño, y través de esta vida, concedida más allá de las leyes humanas, Dios nos significa que quieres darnos una vida a la que no tenemos derecho. La vida terrestre, la que se desarrolla "junto a la encina de Mambre" o en otro lugar, la que ve nacer los niños en las familias... ¡es ya tan hermosa! Pero ¡qué será la vida maravillosa que nos tienes destinada!

Noel Quesson

*  *  *

         Hoy el Señor Dios hace una visita a un hogar estéril y lo vuelve un hogar y un lugar fecundo. Si Dios visita mi esterilidad, la vence; si Dios visita mi desierto, lo vence; si Dios visita mi depresión, la vence.

         Hoy el Señor Dios visita a dos ancianos y les da un regalo de juventud. Si Dios visita mi cansancio, me descansa; si él llega a mi desilusión, la transforma; si él me levanta de la tumba, viviré por los siglos.

         Hoy el Señor Dios visita a Abraham y Sara y hace una promesa. La promesa se cumple. Si me fío de la palabra de Dios no seré defraudado. Si escucha la promesa de mi Señor soy invencible.

         Y todo se basa en una pregunta, una maravillosa pregunta: ¿Hay algo difícil para Dios? Esa pregunta es mi gran respuesta. Es el cimiento inamovible de mi fe.

Nelson Medina

*  *  *

         La escena que leemos hoy es la famosa aparición de Dios a Abraham junto a la encina de Mambré, la que inmortalizó Rublev en su icono trinitario.

         Son 3 hombres, pero, a veces, parece que es uno solo. Son ángeles, pero en algunos momentos del diálogo parece que es el mismo Dios. Abraham les dedica su mejor hospitalidad y escucha en recompensa de nuevo, y ya como inminente, la promesa de la descendencia.

         Si ayer se sonreía Abraham, hoy la que se ríe es Sara. Es lógico que acojan con un cierto escepticismo, entre la duda y la alegría, la promesa de su descendencia, dada su edad. Sara, además, muestra su curiosidad escuchando la conversación de su marido con los huéspedes, y aparece un poco mentirosa, negando que se haya reído, asustada por haber sido descubierta.

         Dios nos visita misteriosamente. Saberlo descubrir en los peregrinos o en las personas o en los acontecimientos es todo un arte y una sabiduría de fe cristiana. También nosotros nos llevaremos sorpresas como Abraham cuando oigamos "estaba hambriento y me diste de comer", porque Jesús se nos acerca ahora en la persona del prójimo.

         Por otra parte, Dios parece que tiene un gusto particular en elegir para su obra salvadora a personas débiles, a matrimonios ancianos y estériles: la madre de Sansón, la de Samuel, la de Juan el Bautista... Y aquí, Sara. Pero a estas personas les pide una actitud de entrega y fe total. Entonces, por débiles que sean sus fuerzas humanas, Dios hace cosas grandes.

         Por eso el salmo responsorial de hoy es nada menos que el Magníficat de María de Nazaret, que alaba a Dios y recuerda la promesa hecha a Abraham: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque ha mirado la humildad de su sierva, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia para siempre".

José Aldazábal

b) Mt 8, 5-17