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Atenágoras
de Atenas (133-190) fue apologista griego y autor de una de
"las más bellas y antiguas apologías de la religión cristiana", en frase de
Bossuet. Según él así mismo se define, fue tan sólo un "filósofo cristiano de
Atenas". Vida.
Poco sabemos de su
vida, pues Eusebio de Cesarea y San Jerónimo
ni siquiera lo citan
en sus reseñas sobre personajes ilustres. Así como tampoco
sabemos cómo llegó Atenágoras a abrazar el cristianismo. La única alusión
que hay a él en la antigüedad cristiana la encontramos en Metodio de Olimpo
(Sobre la Resurrección, I,37,1).
También en
un fragmento atribuido a Felipe de Side (ca. 430) aparece
Atenágoras,
y en él se afirma que
Atenágoras había dirigido su
Apología a
los emperadores Adriano y Antonino, añadiéndose que "su discípulo fue
Clemente, autor de los Stromata, y Panteno, el discípulo de Clemente"
(Patrología Griega, VI,
182). Zahn lo identifica con el
Atenágoras al que, según Focio
(Biblioteca, 155), el alejandrino Boetos dedicó su obra
sobre las Expresiones Difíciles de Platón, pero nada seguro podemos concluir
sobre
estas afirmaciones. De su estilo
sí puede
deducirse que debió frecuentar la Escuela Catequética de Alejandría, donde más
tarde fueron maestros Panteno y Clemente. Pero
lo que no merece crédito
es la noticia de
Felipe de Side, que hace de Atenágoras el jefe de la Escuela de Alejandría,
cuando el propio autor se presenta siempre como representante de Atenas. Obras.
El año 177
compuso Atenágoras su Súplica en favor de los Cristianos, escrito que envió a los
emperadores Marco Aurelio Antonino y su hijo Lucio Aurelio Cómodo, a los que
tildó de "arménicos,
sarméticos y, a su máximo título, filósofos". En dicha
Súplica
defiende Atenágoras a los cristianos de las 3 principales acusaciones que contra ellos
se lanzaban: ateísmo, antropofagia e incesto. Eso
sí, la defensa es llevada a cabo desde la moderación y
cortesía de expresiones. La
Apología o Súplica de Atenágoras
es una pieza maestra por su alto vuelo literario, por la
lealtad de su argumentación y por la vasta erudición que en ella se revela. Su composición es clara y metódica, la fraseología
es redonda y rica en
ideas, el razonamiento es firme y vigoroso, y el estilo es sobrio (hasta casi rozar
la sequedad), pero siempre con precisión. El conjunto de
la obra revela a un auténtico filósofo, y a un maestro que discute según las reglas.
Y a su habilidad dialéctica se añade
una actitud más benévola y comprensiva hacia la filosofía, que la mostrada
por el resto de apologistas como Justino o Taciano. Escrita en vísperas de las
matanzas de Lyon, la Apología contiene párrafos verdaderamente conmovedores,
luego la conclusión parece obvia: Si todo el Imperio
goza de una paz profunda, y solamente los cristianos son perseguidos, ¿qué
pasa aquí? Como dice el propio Atenágoras a los soberanos, "si se nos puede convencer de crimen, aceptamos el castigo; pero si somos
perseguidos por el sólo hecho de llevar un nombre, entonces apelamos a la
justicia". Otra obra que poseemos de
Atenágoras es
el tratado Sobre la Resurrección de los Muertos, ya anunciada al final de su
Apología (cap. 36 y 37) y, según el Códice de Aeta (ca. 914), escrita inmediatamente después de la Apología. El
argumentario seguido por
Atenágoras en su De Resurrectione es el que cualquier pagano
podía más difícilmente admitir, al estilo del discurso de San Pablo en
el Areópago de Atenas (Hch 17,16-34). Pero ése fue el hilo conductor
elegido por su
autor, con el fin de consolar a los cristianos atribulados por el dolor y la
persecución: la resurrección de los muertos. En una discusión
clara y franca, dirigida a los filósofos, Atenágoras entra en el
terreno de la más pura y persuasiva dialéctica,
interpelando sobre cada uno de los aspectos de la resurrección corporal. Doctrina. Platónico de mentalidad,
Atenágoras trata de hacer resaltar las
concordancias que existen entre la razón y la fe.
Como
filósofo, toma Atenágoras de la filosofía
su método y sus formas, y como cristiano procura mantener un
sano equilibrio entre razón y fe. A pesar de su liberalismo filosófico,
y a
pesar intentar demostrar racionalmente la fe, Atenágoras atribuye
exclusivamente a la Revelación el conocimiento sólido y completo de la verdad,
y mucho más para llegar a Dios (pues "hay que aprender de Dios a conocer a
Dios"; Súplica, VII). Su teología resulta más clara, y más lógica que la de otros apologistas
de su época. De hecho, es Atenágoras el que da el primer paso importante hacia la
ciencia teológica, basando ésta en sus relaciones serenas y fecundas con el
mundo de la razón. Dios
Uno.
Atenágoras pretende, ante todo, demostrar la unicidad de Dios, frente al pluralismo politeísta
de los paganos. Y con este fin se empeña en demostrar, por la vía especulativa, la
unidad de Dios, atestiguada por los profetas. Por
otro lado, fue en Atenágoras donde aparecen ya desarrolladas las primeras pruebas
racionales de la existencia de Dios, siendo su favorita la prueba del orden
cósmico del mundo. En el cap. 16 de su
Súplica expone ya Atenágoras sus puntos de vista
sobre el orden cósmico, atribuyendo la hermosura del mundo al Creador y
considerando las diferencias entre la naturaleza de lo creado
(corruptible) y la naturaleza del Creador (incorruptible). En el
cap. 22 rechaza las mitologías paganas sobre la creación, y asimila el mundo a
un navío que, por muy perfecto que sea, necesita de un piloto
que lo conduzca. A partir de
estas pruebas sobre la existencia de Dios, por la vía
del orden y del fin, empezarán todos los apologistas cristianos a plasmar sus
propias pruebas racionales,
aunque con diversos matices. Dios
Trino.
Atenágoras fue un
excelente expositor de la fe en la Santa Trinidad, y en él encontramos también
los primeros intentos de explicación científica de la Trinidad. En
concreto, afirma Atenágoras la unidad y la igualdad de las tres divinas
Personas, casi 200 años antes que lo hiciera el Concilio de Nicea. Respecto
a las críticas que ha recibido de subordinacionismo
(del Hijo y del Espíritu, respecto del Padre), el propio Atenágoras
escribió en su Apología: "Si admitimos a un solo Dios, eso quiere
decir que admitimos a un Dios Padre, y a un Dios Hijo, y a un Dios Espíritu Santo, que muestran su potencia en la unidad y
en la distinción" (Súplica, X). Matrimonio.
Interesante es también la doctrina de Atenágoras respecto al matrimonio y sus fines. Para
él, la procreación es el primero y el último fin del matrimonio (cf. Súplica, XXXIII). En otros textos,
muestra Atenágoras la lucha que el
cristianismo hubo de sostener contra el aborto, a la hora de defender el derecho a la vida de
las criaturas antes de nacer. Y contra los paganos, que acusaban a los cristianos
de cometer crímenes y sacrilegios, les exhorta: "Si nosotros afirmamos
que los que abortan cometen homicidio, y que por ello tendrán que dar cuenta a Dios,
¿cómo íbamos nosotros a querer matar a nadie? Nosotros servimos a
la razón, y no la violentamos" (Súplica, XXXV). Acérrimo defensor de la
indisolubilidad del matrimonio, Atenágoras llevó su doctrina hasta el extremo de creer que
ni siquiera la muerte puede disolver el vínculo matrimonial. En consecuencia,
para él las segundas nupcias son "un adulterio decente". Ver
aquí su Súplica en favor de los Cristianos () y su tratado sobre la
Resurrección de los Muertos ().
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