2 de Julio

Martes XIII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 2 julio 2024

b) Mt 8, 23-27

         Escuchamos hoy cómo Jesús sube a la barca y sus discípulos deciden seguirlo. Y ya en alta mar, se levanta de pronto un temporal tan fuerte, que la barca empieza a desaparecer entre las olas, mientras Jesús dormía (vv.23-24).

         Los discípulos siguen a Jesús, aceptando el itinerario hacia los paganos. Mateo utiliza un término extraño para designar el temporal: seísmo, que se aplica a los terremotos (Mt 24,7; 27,54; 28,2) e insinúa el sentido particular de la tempestad, como si en el mar temblara la tierra y la barca estuviera en peligro. El termino seísmo (lit. terremoto), que no se aplica al mar, señala la oposición al viaje de Jesús y los discípulos, y simboliza la resistencia terrena (del paganismo) a la misión marina (de la Iglesia).

         Mateo no ha señalado que Jesús se echara a dormir. Sin embargo, los discípulos dicen que "estaba durmiendo". El sueño de Jesús, que simboliza su ausencia, indica solamente que los discípulos no son conscientes de su presencia hasta el momento del peligro.

         El miedo de los discípulos ante la resistencia del paganismo muestra su falta de fe. Jesús se dirige a ellos antes que a la tempestad, cuya causa eran "los vientos". Y les llama "los hombres", término contrapuesto a "el Hijo del hombre" (v.20) y que alude a los que aún no poseen el Espíritu, a los que son carentes de experiencia y no pueden comprender al Hombre-Dios. Su pregunta es una puerta para la fe.

         En este enfoque se explica el pánico de los discípulos, que han seguido a Jesús en la misión (v.23) y cuyas circunstancias parece que les supera. Ante la hostilidad del paganismo, la comunidad de Jesús ("la barca") parece que va a ser destruida, y la presencia de Jesús aparece aparentemente inactiva ("dormido").

         La perícopa de hoy presenta numerosos paralelos con la perícopa de mañana, donde Jesús liberará a los endemoniados gadarenos (los cuales saldrán de los sepulcros a su encuentro, como si esperasen su llegada del mar y quisieran impedir su acción, al tiempo que le suplican que no los atormente). Todo esto supone que la tierra de los gadarenos sabía ya quién llegaba y para qué. Nótese, además, el paralelo entre "los vientos" (v.26) y "los demonios" que expulsará Jesús (v.31).

         Estos datos confirman que la tempestad se opone a la idea de Jesús de ir a Gadara, representando la resistencia y oposición del paganismo a recibir el mensaje de Jesús. Es decir, posiblemente fueron los demonios de Gadara los que provocaron la tempestad, para impedir que llegara a Gadara y los expulsase.

Juan Mateos

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         Escuchamos hoy cómo subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. La palabra seguir es aquí un término clave, que encaja con el episodio precedente (en que, por 2 veces, y antes de subir a la barca, Jesús les había dicho seguidme). ¿Hacia qué aventura, Señor, embarcas a tus discípulos?

         De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca "desaparecía entre las olas". No obstante, el texto original griego dice: "He aquí que sobrevino un gran seísmo". Un seísmo era uno de esos temporales violentos que hacía temblar la tierra, y que en suelo firme ya resulta ser horroroso. Pero era algo que, para una frágil barquilla en alta mar, resultaba como mucho algo alucinante. Por otro lado, las tempestades del lago de Galilea tenían fama por sus repentinas y violentas apariciones, pues los vientos del mar, forzados por las montañas que encajonaban el lago, soplaban a ráfagas sobre el agua y ponían en gran peligro cualquier embarcación que allí se encontrase.

         A todo esto, nos dice el texto que "Jesús dormía". Lo inverosímil de ese detalle ilustra de maravilla el simbolismo que quiere subrayar: sí, es difícil creer en Dios, porque Dios duerme, está callado, no hace nada por su propia causa ni calma las tempestades contra la Iglesia.

         Entonces se acercaron los discípulos, y a gritos despertaron a Jesús: "Señor, sálvanos, que nos hundimos". Es preciso, a veces, gritar así, sobre todo cuando no hay solución, cuando fallan las fuerzas o cuando nuestra experiencia es irrisoria o inútil. No queda hacer mas que esto: elevar el corazón y clamar a Dios. Es el último recurso.

         Jesús les dijo: "¿Por qué tenéis miedo? ¡Que poca fe!" Es el núcleo de este relato: "hombres de poca fe". Jesús apela a la fe, y para eso les da confianza: "No tengáis miedo". Para seguir a Jesús, la fe es condición esencial, y las exigencias y renuncias no se comprenden más que en una perspectiva de fe. Cuanto mas humanamente desesperada y sin salida sea la situación, más necesaria es la fe.

         Entonces Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago y sobrevino una gran calma. Aquellos hombres se preguntaban admirados: "¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?". Mateo subraya que Jesús tiene en sus manos el poder creador de Dios, y todo le obedece, hasta los elementos naturales.

Noel Quesson

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         De hoy al jueves escucharemos otra serie de milagros de Jesús, empezando por el de la tempestad calmada. En el lago de Genesaret se formaban con frecuencia grandes temporales, pero al que alude hoy Mateo fue un seismos megas (lit. gran terremoto), por el que los apóstoles quedaron aterrorizados a pesar de ser avezados en su oficio de pescadores.

         Que Jesús siguiese dormido en ese seísmo bien podría ser debido a su cansancio, dado que gozaba de una salud de hierro. Y sin duda fue causa de que de los apóstoles saliese una preciosa oración, del todo espontánea: "Señor, sálvanos, que nos hundimos". Finalmente, los apóstoles quedan admirados del poder de Jesús (que ha calmado con su potente palabra la tempestad) y acaban en una preciosa exclamación teológica, también espontánea: "¿Quién es éste? Hasta el viento y el agua le obedecen".

         Seguir a Jesús no es fácil, nos decía Jesús ayer mismo. Y hoy los discípulos han seguido a Jesús (pues al subir a la barca, "sus discípulos lo siguieron"), y se han dado cuenta de que no por eso van a estar libres de las inclemencias de la vida, ni de los sobresaltos.

         La Iglesia (o barca apostólica) ha sufrido perturbaciones de todo tipo en sus 2000 años de existencia, y no pocas veces ha quedado a la deriva, con serias amenaza de naufragio. También en nuestra propia vida hay temporadas en que las aguas vienen agitadas. ¿Mereceríamos el reproche de Jesús: "Cobardes, ¡qué poca fe tenéis!"?

         Es verdad que muchas veces parece que Jesús duerme, sin importarle que nos hundamos. Y que llegamos a preguntarnos por qué no interviene, y por qué permanece callado, diciendo para nuestro interior "nos hundimos". La oración nos debe reconducir a la confianza en Dios, que triunfará definitivamente en la lucha contra el mal. Y una y otra vez sucederá que "Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma".

José Aldazábal

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         El relato de la tormenta de hoy está íntimamente conectado con el fragmento de ayer, pues el que quiera seguir a Jesús (como leíamos ayer) debe estar dispuesto a correr su misma suerte (como leemos hoy). Ahora bien, en medio de las pruebas no debe olvidar que Jesús está a su lado para ayudarle a no sucumbir. El relato de la tempestad calmada ha tenido muchas interpretaciones alegóricas. Sobre todo por parte de la barca, que siempre se ha entendido como figura de la Iglesia que navega en la historia, zarandeada por dificultades de todo tipo pero con el Señor en su interior.

         Hoy, sin embargo, prefiero detenerme en 2 humildes palabras del relato de Mateo. Parecen insignificantes, pero han tirado de mí. Son las palabras "él dormía". Porque muchas veces he meditado el sueño de José (por ejemplo), pero nunca se me había ocurrido meditar en el sueño de Jesús.

         Imaginemos la escena. Jesús sube a la barca con sus discípulos, y en un momento determinado acusa el cansancio y se duerme. Y tan profundo es su sueño que ni siquiera percibe la tempestad que se ha desatado en el lago. El texto dice que los discípulos "se acercaron y lo despertaron". Jesús se duerme, pero no sólo porque está agotado, sino porque también se fía de los suyos, a los que considera unos expertos en la navegación. Es curioso el dato: Jesús se fía de los suyos, y los suyos no acaban de fiarse de él.

         Me parece una metáfora de nuestra situación actual. Jesús nos ha concedido su Espíritu y se fía de nosotros. Nos ha encargado pocas cosas: "Amaos", "haced esto en memoria mía" y "dadles vosotros de comer". Y nosotros, sin embargo, nos ponemos nerviosos, nos lanzamos a multiplicar los análisis, repartimos responsabilidades y, lo que es peor, comenzamos a desconfiar: "Esto no tiene futuro", "todos se meten contra nosotros", "el mundo va de mal en peor".

         Jesús duerme porque se fía de nosotros. Pero nosotros no nos fiamos de él, y por eso siempre acabamos despertándolo y reprochándole: "Señor, sálvanos, que perecemos". Y todo eso porque no tenemos fe, y porque de vez en cuando necesitamos ver que Jesús tiene poder para levantarse, increpar a los vientos y producir una gran calma.

Gonzalo Fernández

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         Las dificultades y peligros que amenazan a toda vida cristiana suscitan sentimientos de desconfianza en los integrantes de la comunidad que pueden ver peligrar la propia existencia. Se hace necesario, por tanto, recrear a cada instante el sentimiento de confianza, capaz de triunfar sobre las amenazas del mal mediante la fe en la persona de Jesús.

         El texto dirige la atención hacia una barca a la que sube Jesús y, en su seguimiento, también los discípulos, cumpliendo lo afirmado: "Dio orden de pasar a la orilla de enfrente" (v.18). De dicha barca se dice que corre el riesgo de sucumbir al punto que "desaparecía entre las olas" como consecuencia de un gran temporal que se produce en el mar.

         Se trata de una oposición que encuentran los discípulos en su viaje hacia el país pagano, situado en la orilla de enfrente del lago, aludiendo a las futuras resistencias que Jesús y los suyos encontrarán en ese país pagano. Jesús duerme a pesar del peligro, expresando una confianza que choca con la actitud de los discípulos. Hasta que éstos se acercan a él y lo despiertan con gritos angustiados: "Auxilio, Señor, que nos hundimos" (v.25).

         La reacción de Jesús es, ante todo, un reproche a la actitud de los discípulos, que no tienen el coraje de afrontar las dificultades (cobardes) ni tienen fe en resolverlas ("hombres de poca fe"). Por otro lado, muestra que para solventar la situación va a necesitar la fórmula de los exorcismos, empleando para ello el verbo "dar orden". Luego la oposición de los vientos y del mar puede ser considerada como demoníaca, ya que busca la destrucción de la comunidad salvífica.

         En estas circunstancias, la comunidad debe ahondar su comunión con Jesús, que se muestra aparentemente inactivo ("duerme") pero que, sin embargo, puede vencer las amenazas que ponen en peligro la existencia de la barca apostólica. Los vientos (demoníacos) y el lago (natural) están sometidos al Señor y a sus acciones, a pesar de su fuerza inconmensurable. Lo que debe llevar al crecimiento en la fe, para poder nosotros vencer a esos elementos, y no tener que estar haciéndolo siempre Jesús.

Confederación Internacional Claretiana

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         La narración de la tempestad calmada es una bella síntesis de Jesús y sus discípulos. Leída desde la cronología de la vida diaria, se trata de una bella historia de compañerismo: Jesús no tiene experiencia del mar e ignora los peligros, dándose al sueño. Hasta que viene una tempestad y se levanta a echar una mano.

         Pero leída desde la perspectiva teológica, la cosa cambia. Porque ya no son los compañeros los que transportan a un amigo, sino que es el mismo Dios el que aloja bajo su cobijo a los suyos. Ya no es un puñado de compañeros, sino que es la cúpula al completo de la Iglesia. Ya no se trata de una tempestad cualquiera, sino de acontecimientos siniestros que ponen en peligro la existencia de la Iglesia. Ya no se trata de dominar las fuerzas de la naturaleza, sino de obligar a esas fuerzas a que nos obedezcan.

         Aparte de calmar la tempestad, el principal milagro de Jesús fue totalmente otro: hacernos descubrir la presencia secreta y misteriosa de Dios, y que existen fuerzas sobrenaturales amigas (las de Jesús) y enemigas (las de los "vientos contrarios", posiblemente malignos). Lo sobrenatural no es está en nuestra imaginación, sino en la vida humana.

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 02/07/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A