Alejandría, puente cultural de la Antigüedad

Zamora, 20 marzo 2023
Antonio Fernández, licenciado en Sociología

         Repasando la historia, podemos apreciar cómo, hace unos 2.400 años, el mundo civilizado (la cuenca del Mediterráneo) seguía un singular proceso de aprendizaje a caballo de los intercambios comerciales, y los vaivenes de la política generaron forzosamente lo que hoy podríamos llamar globalización militar, impulsada por tal o cual poderoso guerrero que lograba aquirir renombre universal.

         A través del lenguaje escrito (el griego, fundamentalmente), y a pesar de las retrógradas barbaridades de los guerreros de turno, el ansia de saber de unos pocos se apoyaba en sus propios nombres, como era el caso de Heráclito, Sócrates, Platón, Aristóteles...

         Uno de aquellos guerreros fue Alejandro Magno, educado en las primeras letras por Aristóteles y que, en alas de su ambición y con una formidable máquina de guerra (la falange macedónica, la caballería, la corrupción del enemigo...) acor distancias entre los pueblos creando un Imperio Helénico, dotando de cultura lo que antes había sido militarización.

         Sabemos que, a la muerte de Alejandro Magno, estando su esposa Roxana embarazada de pocos meses, el Imperio Helénico fue presa de las apetencias de sus generales. Entre asociaciones de conveniencia y guerras intestinas, a Lisímaco le correspondió Tracia y parte de Macedonia, a Antígono el Asia Menor, a Seleuco Babilonia, a Antípatro Macedonia y Grecia, mientras que Ptolomeo I continuó en Egipto, de donde era gobernador por delegación del propio Alejandro.

         Poco duraron las iniciales fronteras, pues Antígono, en un ataque sorpresa, se apoderó de Babilonia e hizo huir a Seleuco. Éste se alió con Ptolomeo I y recuperó su satrapía, para años más tarde (en la Batalla de Ipso-301 a.C) derrotar y dar muerte a Antígono, en coalición con Lisímaco y Casandro (hijo de Antípatro y heredero de las satraas de Macedonia y Grecia), tras haber asesinado a Olimpia, Roxana y Alejandro IV (niño de 12 años, heredero de Alejandro III Magno).

         Este Seleuco tenía el sueño de recuperar el imperio de Alejandro Magno, llegó en sus conquistas hasta la India, y cuando se hizo con la Tracia y dio muerte a su antiguo aliado (Lisímaco), mur asesinado. Casandro, por su parte, sufr parecida suerte por cuenta de Demetrio I Poliercetes, el cual se autoprocla rey de Macedonia y de Grecia y expulsó de allí al filósofo Demetrio de Falero.

         Se trata de un Demetrio de Falero que, por delegación de Casandro, estaba propulsando en Grecia la forma de gobierno (una aristocracia, atemperada por el control popular) que Aristóteles había tan magistralmente apuntado en su Política y que él, de alguna forma, adulteró al confundir aristocracia ("gobierno de los mejores", según la terminología aristotélica) con oligarquía (o "poder de los más ricos", muchos de ellos siempre dispuestos a venderse al sistema que más les favorezca).

         En ese laberinto de nuevas experiencias políticas, ambiciones, barbaridades, crímenes y represalias, nos sorprende encontrar a esa especie de "déspota ilustrado bien intencionado" cual fue Demetrio de Falero. Fueron 10 pacíficos años de política y cultura para Atenas, que Demetrio aprovec para realizar un censo, redactar leyes y reformar las normas constitucionales, lo que le congrac con el pueblo e hizo amigo de filósofos y artistas.

         Estos últimos correspondieron alndole no menos de 300 estatuas que, muy pronto, el nuevo rey de Macedonia y Grecia (Demetrio Poliercetes) se encargaría de "convertir en urinarios", al tiempo que borraba de todos los registros el nombre del político filósofo. Demetrio de Falero se refugió en Tebas durante 8 años, revisando allí sus errores y ampliando sus conocimientos sobre la obra del maestro Aristóteles. Y conocedor del ambiente que se respiraba en la nueva y pujante ciudad de Alejandría, hasta allí se trasladó, con la intención de ofrecer su saber a Ptolomeo I Soter.

         Ciertamente, eran el momento y el lugar oportunos. Demetrio de Falero aconsejó a Ptolomeo I adquirir y leer libros sobre la monarquía, porque "lo que los amigos no se atreven a decir a los reyes, está escrito en los libros". Y pronto le convenc de construir un edificio dedicado a las musas que, por lo mismo, habría de llamarse museo y ser capaz de albergar copia de todos los libros del mundo, y ser aceptado como el principal templo de la cultura en versión griega (lengua que el imperialismo macedónico había convertido en medio de entendimiento universal). Para Demetrio sería una fantástica reproducción del Liceo de Atenas, en donde había estudiado como seguidor de Aristóteles.

         Junto al lago Mareotis, en la ribera oeste del delta del Nilo, era Alejandría el principal puerto del Mediterráneo y era Egipto un inmenso y rico país que veía en lo griego una especie de savia juvenil, cultivada en la ocasión por el ya citado Ptolomeo I Soter, el más ilustrado y más liberal de los generales de Alejandro Magno, reconfortado y enorgullecido él por verse revestido del halo de los faraones.

         Fue allí donde, el año 290 a.C, nac la Biblioteca de Alejandría, una de las 7 maravillas del mundo antiguo, llegada a su esplendor pocos años más tarde, bajo el reinado de Ptolomeo II Filadelfo, hijo y sucesor de Ptolomeo I Soter. Formaba parte del Palacio Real con un gran paseo bordeado de árboles y asientos, hasta un pabellón que servía de salón de reuniones y refectorio.

         El museo en sí contaba con numerosos pasillos entre diversos patios, desde donde se accedía a los gabinetes de estudio y a las estanterías de libros y documentos. Las paredes de pasillos y estancias estaban decoradas con retratos, figuras mitológicas y alegorías. Cave al museo había un zoo jardín popularmente conocido como la "jaula de las musas".

         Se cuenta que, para nutrir la biblioteca, por decreto real, los barcos que atracaban en Alejandría tean que traer con ellos y prestar los mejores libros de su lugar de origen que, previamente, haan de haber incluido en su cabotaje: esos libros se copiaban, y los originales (o las copias, en muchos casos) se devolvían a los propietarios, mientras los duplicados u originales, se incorporaban a la biblioteca. La historia nos dice que "Demetrio de Falero, estando al cuidado de la biblioteca del rey, recibió grandes sumas de dinero para adquirir, a ser posible, todos los libros del mundo". El proyecto incluía el superar los 500.000 volúmenes.

         Gracias al mecenazgo de los primeros Ptolomeos, Demetrio de Falero, convertido en el y más ilustre bibliotecario, logró hacer de Alejandría un formidable emporio cultural, atrayendo e interesando a los más renombrados escritores, poetas, artistas y científicos del mundo civilizado de entonces. El museo anejo a la biblioteca, la de carácter universal, fue el centro de estudios más grande de los tiempos antiguos y el instituto científico que registra la historia.

         En consecuencia, era el puesto de bibliotecario lo más apetecido entre los filósofos y estudiosos asiduos   al museo-biblioteca. Era puesto de confianza del rey, quien intervenía directamente en su nombramiento y, por lo mismo, retiraba su favor cuando entendía no era correspondido con absoluta fidelidad. Tal fue el caso del propio Demetrio de Falero: por causas desconocidas, se sabe que cayó en desgracia de Ptolomeo II Filadelfo y hubo de huir (o ser desterrado) de Alejandría. Muere el año 285 a.C, picado por una serpiente en la muñeca, y es enterrado sin honor ni agradecimiento por su evidente aportación a la cultura universal.

         Bibliotecarios hisricos fueron también Zenódoto de Efeso, a quien se atribuye un Glosario Homérico  seguido de una Adaptación (de 24 libros cada una) de la Iada y la Odisea. Así como Apolonio de Rodas, poeta y gramático caído en desgracia por su liberalidad, y sustituido por el que había sido su maestro, el también poeta y gramático Calímaco de Cirene (conocido por ser el fundador de la nueva escuela poética alejandrina, autor de la Cabellera de Berenice y de los Pinakes, cuadros o tablas para la catalogación de autores y obras.

         Otro bibliotecario famoso fue Eratóstenes de Cirene, hombre de ciencia buen conocedor de las matemáticas, poesía, filología, astronomía, geodesia, geografía, filosofía de su tiempo. Así como Arisfanes de Bizancio y Aristarco de Samotracia. El último de ellos que ha pasado a la historia, es Onasandro, afecto a Ptolomeo IX.

         Gracias a la labor de todos ellos, se dice que la Biblioteca de Alejandría contaba en el exterior con 42.800 libros, y con 490.000 en el interior. En sus comienzos, Ptolomeo II Filadelfo había comprado o recopiado toda la biblioteca de la escuela de Artistóteles, además de recopilar las obras de Esquilo, focles y Eurípides,   hacer traducir al griego los Anales Egipcios y conseguir la historia de Babilonia escrita en griego por Beroso. Neleo, por su parte, había logrado hacerse con los manuscritos originales de Aristóteles y Teofrasto, joyas literarias que, años más tarde, fueron expoliadas por Sila y llevadas a Roma, perdiéndose no pocas de ellas por el camino.

         Creemos de singular importancia el empeño de Demetrio de Falero, el bibliotecario, por incluir en la biblioteca-museo lo más significativo una cultura tan diferente a la que privaba en los medios ilustrados de la época. Nos referimos, claro está, a la cultura judía, tan centrada en el reconocimiento y adoración de Yahveh, el Dios único. Para materializar su empeño, Demetrio convenc al rey de la conveniencia de traducir al griego los textos judíos del Antiguo Testamento.

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         Por aquellos tiempos ya vivía en Alejandría una nutrida colonia judía, incluidos rabinos y expertos en la ley de Moisés, lo que facilitó la y más fiel traducción de la Biblia del hebreo al griego: se trata de la llamada Biblia de los Setenta, Biblia Alejandrina o Biblia Septuaginta.

         Una referencia a esta traducción se encuentra en la carta del erudito judío Aristeas, quien explica que el nº 70 se explica por fidelidad a la técnica exegética llamada gematría, que da valor sagrado al nº 7. Según el mismo Aristeas, fueron 72 sabios judíos (6 de cada tribu) los que, en 72 días, tradujeron los libros principales, y remonta la traducción a los primeros años de la biblioteca en cuanto apunta: "Este trabajo había sido encargado por el ateniense desterrado Demetrio de Falero, a quien patrocinaba Ptolomeo Sóter".

         Esta Biblia de los Setenta, testimonio de ese puente entre culturas cual fue la Biblioteca de Alejandría, es lo que constituye el Antiguo Testamento, que San Jerónimo tradujo al latín (en lo que fue llamada Vulgata).

         Aristóbulo, uno de los intelectuales judíos helenizados, se había esforzado en demostrar la superioridad de las Sagradas Escrituras sobre todo lo escrito por los filósofos griegos, hasta el punto de sugerir que Platón no habría logrado ser el que fue de no haber tenido previo conocimiento de los libros de Moisés y los profetas (lo que, entre otras cosas, le habría inspirado la figura de su famoso demiurgo creador). La obra de Aristóbulo y sus semejantes fue un capítulo más del acercamiento de 2 culturas (la monoteísta judía y la politeísta helénica), en otro tiempo diametralmente opuestas.

         En esa época, dominada por una innovadora especie de sincretismo o simbiosis cultural, nació y desarrolló su vida y proyección intelectual Filón de Alejandría, en una ciudad convertida ya en provincia romana. La importancia de este pensador, considerado heterodoxo por no pocos de sus correligionarios, radica en que, al propugnar una sincera armonización entre la reflexión y la fe, abrsucesivos caminos para idénticos acercamientos a cristianos, paganos y, siglos más tarde, a los propios musulmanes.

         Pocos intelectuales, no cristianos como él, coinciden en época, raza y ámbito político cultural con los artífices de una fe y una doctrina que nos atrevemos a llamar realismo cristiano: desde el propio Jesucristo hasta San Pablo, pasando por los 12 apóstoles, todos ellos (como Filón de Alejandría) fueron judíos, vivieron bajo el Imperio Romano (desde Augusto a Nerón) y, con mayor o menor intensidad, hubieron de moverse entre los aciertos y tópicos de los maestros griegos.

         De formación enciclopédica y carácter liberal, Filón de Alejandría opone un verdadero esritu universal a la xenofobia y al orgullo nacional, propios del judaísmo practicado por los fariseos de Israel. Así lo expresa el card. Daniélou cuando apunta que "su lengua fue el griego, y su ciudad el Imperio Romano" (lo que, a nuestro juicio, le coloca al lado de los pioneros de ese peculiar proceso del cristianismo).

         Lo poco que se sabe acerca de la vida de Filón de Alejandría procede de su propia obra, especialmente del libro Legatio ad Caium (informe de una embajada que, en nombre de los judíos de Alejandría, le lle a entrevistarse en Roma con Cagula), así como del libro Antigüedades Judías del también judío Flavio Josefo.  Pero sí que se conoce lo más substancial de su obra en la que, tal como venimos apuntando, trata de conciliar la filosofía griega con el legado bíblico.

         Filón cree y defiende la existencia de un único Dios, incorreo e increado, inaprensible para la inteligencia humana. Entre el Dios Uno y los hombres apunta Filón la existencia personalizada del Logos, expresión de la actividad creadora del Dios Uno, tal como lo es la sabiduría o palabra de Dios, tan presente en el Antiguo Testamento.

         Lo del Logos es un término que ya había utilizado Heráclito para referirse a las fuerzas secretas de la naturaleza, lo mismo que para los pitagóricos fue el número de los números, para los estoicos la ley eterna, o para Platón la fuerza creadora que personalizó en su Demiurgo.

         Para Filón, el Logos es el intermediario entre Dios y los hombres. Lo acepta como el más antiguo de los seres, distinto de Dios pero muy próximo a él, algo así como su fiel imagen con capacidad creadora. Ello no quiere decir que, para Filón, el Logos sea Dios (puesto que es inferior a él), pero la principal derivación de él mismo, tal como si se hallara en la frontera que separa lo increado de lo creado. No es autosuficiente como Dios, ni engendrado como los hombres, sino intermedio entre los dos extremos. Es superior a todas las criaturas, en cuya creación, actividad y desarrollo interviene.

         Filón vivió empeñado en reformar la filosofía griega tradicional adaptándola a las exigencias de la palabra de Dios de forma que la fe judía pudiera ser aceptada por los más fieles discípulos de Platón o Aristóteles, en el marco de las nuevas circunstancias derivadas del imperialismo romano. Su ambición es, precisamente, unir la religión de Israel a la cultura griega, en el marco de la ciudadanía romana. Por lo demás, aporte original de la obra de Filón fue marcar una especie de contracorriente en el pensamiento de su época.

         En la cultura grecolatina de aquel tiempo, la reflexión académica (antropontrica) iba del hombre a lo divino, como de abajo a arriba. Filón, por el contrario, inicia y desarrolla su camino de reflexión desde la creencia en un Dios único y omnipotente con derivaciones hacia todos los campos de la vida y del conocimiento: es la suya una concepción teocéntrica, desde Dios (principio de todas las cosas) hacia el hombre (usufructuario y administrador de lo terreno). Es, pues, un línea de conocimiento desde arriba hacia abajo desde la perspectiva de un monoteísmo sin fisuras.

         Crear y expandir toda una civilización monoteísta en un mundo plagado de ídolos, quimeras y monstruos, es una empresa cuyo esritu será asimilado por las escuelas y los pensadores cristianos, que de una u otra forma, bebieron del pensamiento de Filón de Alejandría y trataron de filtrarlo a través de su fe en el legado de Cristo. En tal caso encontramos a filósofos cristianos de los primeros siglos de nuestra era como Justino, Clemente de Alejandría y Orígenes.

         En razón de ello, algunos estudiosos de la filosofía y de la historia otorgan a Filón de Alejandría el carácter de "segundo precursor", en paralelo con Juan el Bautista, el mismo que anunc a "aquel que viene dets de mí, que es más fuerte que yo y ante el cual no merezco llevar sus sandalias" (Mt 3, 11).

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  Act: 20/03/23        @enseñanzas de la vida            E D I T O R I A L    M E R C A B A     M U R C I A