ANTIGUO EGIPTO
Introducción a la Lealtad

Comienzo de la instrucción que hizo el noble, el príncipe, padre de Dios, amado de Dios, superior de los secretos del palacio real, jefe del país entero, sumo sacerdote, supervisor de todos los faldellines, a modo de introducción:

Os voy a decir algo importante; haré que escuchéis. Voy a hacer que vosotros conozcáis un consejo de eternidad, la manera de vivir justamente, de pasar la existencia en paz. Adorad al soberano Ny-Maat-Ra, que vive para siempre, en vuestro fuero interno. Fraternizad con su majestad en vuestros corazones. Propagad su temor cotidianamente. Alabadle en todo momento del día. Él es el conocimiento que está en los corazones, y sus ojos escrutan todos los interiores. Él es Ra, bajo cuya guía se vive. Aquel que esté bajo su sombra tendrá grandes posesiones. Él es Ra, por medio de cuyos rayos se puede ver.

Él ilumina el Doble País más que el disco solar. Su calor quema más que una lengua de fuego; consume en un momento, más que el fuego. Genera el verdor, más que una gran inundación, después de llenar el Doble País de fuerza y vida. Las narices se enfrían cuando se encoleriza, pero cuando se apacigua se puede respirar el aire. Proporciona sustento a aquellos que están en su séquito. Provee a aquel que sigue su camino. Aquel a quien él favorece poseerá provisiones. Sin embargo, su oponente nada tendrá. El partidario del soberano será un bienaventurado, y sus enemigos mal aventurados.

Es su poder el que combate por él. Es su agresividad la que impone su respeto. El que vigila sobre sí está fundamentado en la adoración de su belleza. Él revela el carácter y su corazón. Él es la vida para aquel que le ofrece adoración. Sus enemigos se someterán, y sus cadáveres serán arrojados al agua.

El soberano es el sustento; su boca es la abundancia. Aquel a quien hace venir a la existencia perdurará. Es el heredero de Dios, el protector de aquellos que lo han creado, que golpean a sus enemigos por él. Cuando su majestad está en su palacio es Atum, para aquel que une los cuellos a la cabeza. Su protección está tras aquel que promueve su poder. Él es Khnum para todas las personas, el genitor que ha creado a la humanidad. Es Bastet, la que protege al Doble País. Aquel que lo adora será protegido por su brazo. Es Sekhmet, contra aquel que osa transgredir su mandato. Aquel a quien detesta se convierte en un extraño.

Combatid por su nombre, y respetad el juramento hecho por él. Absteneos de acciones malvadas. El partidario del rey será un bienaventurado. Pero no habrá tumba para el rebelde contra su majestad; su cadáver será arrojado a las aguas. No pongáis obstáculos a las recompensas que da. Aclamad la corona del Bajo Egipto, adorad la corona blanca. Honrad al que alza la doble corona. Si hacéis esto, sanas estarán vuestras personas y vosotros lo encontraréis por toda la eternidad. Aquel que vivió sobre la tierra sin tener preocupaciones ha atravesado la existencia en paz.

Entrad en la tierra que el rey otorga. Reposad en el lugar de eternidad. Uníos a la fosa que dura eternamente, estando los hogares de vuestros hijos en vuestro amor, permaneciendo vuestros herederos en vuestros lugares. No os apartéis de mis hábitos; no seáis negligentes respecto a mis palabras. Promoved las instrucciones que yo he hecho (sigue la 2ª parte, que abandona el tópico de la monarquía para centrarse en las relaciones sociales entre el noble y sus subordinados).