ANTIGUO EGIPTO
Cuentos del Papiro Westcar

I
Un prodigio bajo el reinado de Nebka: el Marido Engañado

Entonces el príncipe Kefrén se levantó para hablar y dijo:

Voy a poner en conocimiento de su majestad un prodigio que aconteció en tiempos de tu padre Nebka, un día en el que se dirigía al templo de Ptah, señor de Ankh-Taui (Menfis).

Cuando su majestad se dirigía a Ankh-Taui, su majestad hizo previamente llamar al jefe-lector Ubaoné. Entre tanto, la esposa de Ubaoné se había prendado de un burgués. Ella le hizo llevarun cofre lleno de vestidos, y aquél vino con la sirvienta.

Después de que varios días hubieran pasado tras esto, y como había un pabellón en el jardín de Ubaoné, dijo el burgués a la mujer de Ubaoné: «¿No hay un pabellón en el jardín de Ubaoné? Pues bien, pasemos allí un rato». Entonces la mujer de Ubaoné hizo que dijeran al servidor que estaba a cargo del jardín: «Haz que se prepare el pabellón que está en el jardín». Ella fue allí y pasó todo el día bebiendo con el burgués. Y cuando llegó a la tarde, el burgués bajó al estanque y la sirvienta...

Después de que la tierra se aclarara y que un segundo día hubo llegado, el siervo que estaba a cargo del jardín fue a encontrarse con Ubaoné y le puso al corriente de este asunto. Entonces Ubaoné le dijo: «Tráeme mi estuche de madera de ébano y de oro». Y confeccionó un cocodrilo de cera, de una longitud de siete pulgadas, y leyó sobre él una fórmula mágica, a saber: «Quienquiera que venga para bañarse en mi estanque, apodérate de él». Después se lo devolvió al servidor y le dijo: «Una vez que el burgués haya bajado al estanque, según su cotidiana costumbre, arrojarás el cocodrilo de cera tras él». El siervo regresó, llevando consigo el cocodrilo de cera.

La mujer de Ubaoné envió a decir al siervo encargado del jardín: «Haz que se prepare el pabellón que está en el jardín, pues he aquí que voy para allá para estar un rato». El pabellón fue entonces provisto de todo tipo de cosas buenas. Entonces ellas fueron y pasaron una jornada agradable con el burgués. Y cuando la tarde llegó, el burgués fue al estanque, según su cotidiana costumbre. El siervo arrojó entonces tras él, al agua, el cocodrilo de cera. Éste se transformó en un cocodrilo de siete codos y se apoderó del burgués.

Entre tanto, Ubaoné estuvo con su majestad del rey Nebka durante siete días, mientras que el burgués quedaba en lo más hondo del agua, sin respirar. Cuando hubieron pasado los siete días, su majestad el rey Nebka se puso en camino para llegar a Menfis, y el jefe-lector Ubaoné se puso ante el rey y le dijo: «Que su majestad tenga a bien venir, para que vea el prodigio que ha sucedido en tiempos de su majestad». El rey fue pues con Ubaoné y entonces éste llamó al cocodrilo, diciendo: «¡Tráeme al burgués!». El cocodrilo salió del agua y se lo llevó.

Entonces su majestad el rey Nebka dijo: «Ciertamente que este cocodrilo es terrorífico». Pero Ubaoné bajó y cogió al cocodrilo, que no fue más que un cocodrilo de cera en su mano. Después el jefe-lector Ubaoné contó a su majestad el rey Nebka lo que este burgués había hecho en su casa con su mujer. Entonces dijo su majestad al cocodrilo: «¡Llévate lo que es tuyo». El cocodrilo se sumergió en el fondo del estanque y jamás se supo a qué lugar se fue con el burgués. A continuación su majestad el rey Nebka hizo conducir a la mujer de Ubaoné a un lugar al norte del palacio, y la hizo quemar. Después, sus cenizas fueron arrojadas al río.

Entonces su majestad el rey Keops dijo: «Que se ofrezcan mil panes, cien jarras de cerveza, un buey y dos medidas de incienso al rey Nebka, y que se ofrezca un pastel, un cántaro de cerveza, una porción de carne y una medida de incienso al jefe-lector Ubaoné, pues he visto una muestra de su poder». Y se hizo de acuerdo con todo lo que su majestad había ordenado. He aquí un prodigio que aconteció en tiempos de tu padre el rey Nebka, uno de esos que llevó a a cabo el jefe-lector Ubaoné.

II
Un prodigio en el reinado de Snofru: el Cuento de las Remeras

Entonces Baufre se levantó para hablar y dijo:

Voy a poner en conocimiento de su majestad un prodigio que aconteció en tiempos de tu padre Snofru, uno de los que realizó el jefe-lector Djadjaemankh ayer. Algo que no había jamás sucedido anteriormente.

El rey Snofru recorría un día todas las estancias del palacio en busca de alguna diversión, pero no encontraba ninguna. Entonces dijo: «Id y traedme al jefe-lector y redactor de escritos Djadjaemankh».

Le fue llevado al punto. Entonces su majestad le dijo: «He recorrido todas las estancias del palacio en busca de alguna diversión, sin llegar a encontrar ninguna». Djadjaemankh le respondió: «Que su majestad vaya al lago del palacio. Prepara una embarcación con todas las bellas muchachas del interior de tu palacio. El corazón de su majestad se regocijará viéndolas remando abajo y arriba. Y contemplando las hermosas espesuras de tu lago, viendo los campos que lo bordean, y sus bellas orillas, tu corazón se divertirá con este espectáculo». El rey dijo: «Ciertamente que voy a organizarme un paseo por el agua. Que me traigan veinte remos de madera de ébano recubiertos de oro, cuyos mangos sean de madera de sándalo guarnecidos de oro fino. Y que me traigan veinte mujeres bellas de cuerpo, que tengan un firme pecho y cabellos trenzados, y cuyo seno aún no haya sido abierto por el alumbramiento. Que me traigan también veinte redecillas, y que se pongan estas redecillas a estas mujeres cuando se hayan despojado de sus vestidos.» Entonces se hizo todo conforme a todo esto que su majestad había ordenado.

Ellas remaron, pues, abajo y arriba, y el corazón de su majestad se regocijó al verlas remar. Pero una de ellas, que estaba detrás, se puso a trenzar sus coletas y un colgante en forma de pez de turquesa nueva cayó al agua. Desde ese momento ella se calló y dejó de remar, y su grupo también se calló y dejó de remar. Dijo su majestad: «¿Cómo? ¿No remáis más?». Ellas respondieron: «Nuestra capitana se ha callado y ha dejado de remar». Su majestad le dijo: «¿Por qué, pues, no remas ya?». Ella respondió: «Es que un colgante en forma de pez de turquesa nueva ha caído al agua». Y su majestad le dijo: «¿Quieres que yo te lo reemplace?». Pero ella respondió: «Prefiero mi objeto a su copia». Entonces su majestad dijo: «Marchad y traedme al jefe-lector Djadjaemankh». Le fue llevado al punto.

Su majestad dijo: «Djadjaemankh, hermano mío, hice como me dijiste, y el corazón de mi majestad se ha divertido viéndolas remar. Pero el colgante en forma de pez de turquesa nueva de una capitana se cayó al agua; enseguida ella se calló y ha dejado de remar, de forma que ha creado preocupación en su equipo. Yo le he dicho: «¿Por qué no remas más?». Ella me ha respondido: «Es que un colgante en forma de pez de turquesa nueva se ha caído al agua». Y le he dicho: «Rema, y yo te lo reemplazaré». Pero ella me ha respondido: «Prefiero mi objeto a su copia».

Entonces el jefe-lector Djadjaemankh pronunció algunas palabras mágicas, y después puso una mitad del agua del lago sobre la otra mitad, y encontró el colgante en forma de pez, que reposaba sobre un tiesto. Fue a buscarlo, de forma que fue devuelto a su propietaria. Así el agua, que tenía doce codos por el medio, había terminado por ser de veinticuatro codos antes de haber sido devuelta. Pronunció entonces algunas palabras mágicas y devolvió el agua del lago a su estado.

Su majestad pasó todo el día festejando en compañía de toda la casa real, y después recompensó al jefe-lector Djadjaemankh con todo tipo de cosas buenas.

Entonces su majestad el rey Keops dijo: «Que se ofrezcan mil panes, cien jarras de cerveza, un buey y dos medidas de incienso a la majestad del rey Snofru, y que se dé un pastel, un cántaro de cerveza y una medida de incienso al jefe-lector y redactor de escritos Djadjaemankh, pues yo he visto una muestra de su poder». Y se hizo de acuerdo con todo lo que su majestad había ordenado.

III
Un prodigio bajo el reinado de Keops: el Mago Djedt

Entonces se levantó para hablar el príncipe Dedefhor y dijo: «Tú has escuchado hasta ahora ejemplos de lo que pudieron hacer aquellos que hoy día han muerto. No se distingue ahí la verdad de la mentira. Pero hay, bajo su majestad, en tu propio tiempo, alguien que no es conocido por ti, y que es un gran mago». Dijo su majestad: «¿De quién se trata, Dedefhor, hijo mío?».

El príncipe Dedefhor respondió:

Hay un burgués, cuyo nombre es Djedi, que vive en Djedsnefru. Es un burgués de ciento diez años, que come quinientos panes, y de carne la mitad de un buey, y que bebe cien jarras de cerveza aún hasta el día de hoy. Sabe cómo volver a poner en su sitio una cabeza que ha sido cortada, sabe cómo hacer marchar a un león tras él con la correa arrastrando por el suelo, conoce el número de cámaras secretas del santuario de Tot.

Su majestad el rey Keops pasaba todo su tiempo buscando para sí mismo estas cámaras secretas del santuario de Tot, para hacerse algo similar para su horizonte. Entonces dijo su majestad: «Tú mismo, Dedefhor, hijo mío, irás a buscármelo».

Enseguida fueron equipados barcos para el príncipe Dedefhor, y éste se marchó, remontando el Nilo, hacia Djedsnefru. Cuando estos barcos hubieron atracado en la orilla, marchó por carretera, tras haberse sentado en una silla de manos de ébano, cuyas parihuelas eran de madera sesenem chapada en oro.

Cuando llegó donde Djedi, la silla de manos fue puesta en el suelo. Entonces se levantó para saludarlo. Lo encontró tendido sobre una estera, en el umbral de su morada: un siervo, sosteniéndole la cabeza, lo untaba con ungüentos, en tanto que otro le daba masajes en los pies. Entonces dijo el príncipe Dedefhor: «Tu estado es igual al de un hombre que aún no ha alcanzado una avanzada edad, aunque en realidad tú estás en plena vejez, el momento de la muerte, de la sepultura, del entierro. De un hombre que duerme hasta el día, que está exento de enfermedades, sin ningún ataque de tos». Es así como se saluda a un personaje venerable. «He venido aquí para convocarte de parte de mi padre Keops. Comerás las cosas exquisitas que da el rey y los alimentos reservados a aquellos que le sirven; y él te hara llegar, a través de una vida venturosa, a tus padres que están en la necrópolis». Entonces respondió Djedi: «¡En paz, en paz, Dedefhor, hijo real a quien su padre ama! ¡Que te recompense tu padre Keops, ¡que promueva tu rango entre los mayores! Que tu ka pueda combatir contra tu enemigo y tu alma conocer los caminos que conducen a la puerta de Hebesbag». Es así como se saluda a un hijo real.

Entonces el príncipe Dedefhor le tendió las manos, y lo alzó; fue con él a la orilla, siempre dándole la mano. Y dijo Djedi: «Haz que me proporcionen una embarcación para que me lleve a mis hijos y mis libros». Dos barcos con su tripulación fueron puestos a su disposición y Djedi marchó descendiendo el Nilo en el barco en el que se encontraba el príncipe Dedefhor. Después de llegar a la corte, el príncipe Dedefhor entró para poner al corriente a su majestad el rey Keops. El príncipe Dedefhor dijo: «Soberano, mi señor, he traído a Djedi». Su majestad respondió: «Ve y tráemelo». Entonces su majestad se dirigió a la gran sala del palacio. Djedi fue presentado ante él, y su majestad dijo: «¿Cómo es ello, Djedi, que no me haya sido permitido verte hasta ahora?». Djedi respondió: «Es aquél a quien llaman el que viene, soberano. He sido llamado y he aquí que he venido». Su majestad dijo: «¿Es cierto lo que se dice, que sabes volver a poner en su lugar una cabeza cortada?». Djedi respondió: «Sí, yo sé hacer eso, soberano, mi señor». Entonces dijo su majestad: «Que se me traiga al prisionero que está en la cárcel, cuando haya sido ejecutado». Pero Djedi respondió: «No un ser humano, soberano, pues está prohibido hacer nada similar al rebaño sagrado de Dios».

Entonces se le trajo una oca, a la que se había cortado la cabeza. Enseguida se colocó a la oca en el lado oeste de la gran sala y su cabeza en el lado este de la gran sala. Djedi pronunció algunas palabras mágicas y la oca se alzó contoneándose; su cabeza hizo lo mismo. Cuando la una hubo alcanzado a la otra, la oca se irguió cloqueando. Después hizo que le trajeran una oca llamada Gran Leño, e hizo lo mismo con ella. Su majestad le hizo entonces traer un buey, cuya cabeza había sido derribada por tierra. Djedi pronunció algunas palabras mágicas y el buey se puso en pie tras él, en tanto que su correa permanecía caída por tierra.

El rey Keops dijo entonces: «¿Y lo que también se dice, de que tú conoces el número de cámaras secretas del santuario de Tot?». Djedi respondió: «Si te complace, majestad, no conozco su número, pero conozco el sitio en que está». Su majestad dijo: «¿Dónde está, pues?». Djedi respondió: «Hay un cofre de sílex allí en una habitación llamada Cámara del Inventario, en Heliópolis. Pues bien, está en ese cofre». Su majestad dijo: «¡Ve y tráemelo!». Pero Djedi respondió: «Soberano mi señor, no seré yo quien te lo traiga». Su majestad dijo: «¿Quién, pues, me lo traerá?». Djedi respondió: «Es el mayor de los tres niños que están en el vientre de Reddjedet quien te lo ha de traer». Su majestad dijo: «¡Ciertamente que ello me complacerá! Pero, con respecto a lo que tú ibas a decirme, ¿quién es esta Reddjedet?». Djedi respondió: «Es la mujer de un sacerdote de Ra, señor de Sakhebu,  que está encinta de tres hijos de Ra, señor de Sakhebu. Él ha dicho de ellos que ejercerían esta función bienhechora en el país entero, y que el mayor de ellos sería grande de los videntes en Heliópolis».

El corazón de su majestad se entristeció a causa de esto, pero Djedi le dijo: «¿A qué viene este sombrío ánimo, soberano, mi señor? ¿Es a causa de los tres niños? Yo he querido decir: tú, después tu hijo, después su hijo, y solamente después uno de ellos». Su majestad dijo entonces: «¿En qué momento dará a luz ella, Reddjedet?». «Ella alumbrará el día quince del primer mes del invierno». Y su majestad dijo: «Es justamente cuando los bancos de arena del Canal de los dos Peces quedan al descubierto, servidor. De otra forma, yo mismo habría pasado por encima en barco y habría visto el templo de Ra, señor de Sakhebu». Djedi respondió: «Pues bien, yo haré que haya allí cuatro codos de agua sobre los bancos de arena del Canal de los dos Peces».

Entonces su majestad fue a su palacio y dijo: «Que se ordene a Djedi entrar en la mansión del príncipe Dedefhor; que viva con él y que se le asegure sus raciones de alimento, consistentes en mil panes, cien cántaros de cerveza, un buey y cien manojos de legumbres». Y se hizo de acuerdo con todo lo que su majestad había ordenado.

IV
Anexo del papiro: el Nacimiento de los Reyes de la V dinastía

Uno de esos días sucedió que Reddjedet sintió los dolores del alumbramiento, y el parto era dificultoso. Entonces la majestad de Ra, señor de Sakhebu, dijo a Isis, Neftis, Meshkenet, Hequet y Khnum: «Marchad, pues, y ayudad a parir a Reddjedet los tres niños que están en su vientre y que ejercerán esta función bienhechora en todo el país. Construirán vuestros templos, aprovisionarán vuestros altares, harán prosperar vuestras mesas de libaciones y acrecentarán vuestras ofrendas».

Estas diosas partieron, tras haberse transformado  en danzarinas. Khnum las acompañaba llevando sus bagajes. Llegaron a la casa de Rauser, y encontraron que estaba inmóvil, con los vestidos en desorden. Le presentaron sus collares y sus sistros. Y él les dijo: «Señoras mías, ved, se trata de la señora de la casa que está con los dolores y su parto es dificultoso». Entonces ellas dijeron: «Permítenos verla, pues nosotras sabemos ayudar al alumbramiento». Él les respondió: «Entrad». Ellas penetraron donde Reddjedet, y después cerraron la habitación tras ellas mismas y sobre ella.

Entonces Isis se colocó delante de ella, Neftis tras ella, y Hequet aceleraba el nacimiento. Isis dijo: «No seas demasiado poderoso user en su vientre, en este tu nombre de Userka». 

Este niño se le deslizó entonces en las manos. Era un niño de un codo de largo, y sus huesos eran sólidos. Tenía los miembros incrustados en oro y llevaba un tocado de lapislázuli auténtico. Ellas lo lavaron, después de que hubiera sido cortado su cordón umbilical y que hubiera sido colocado sobre un poyete de ladrillos. Entonces Meshkenet fue hasta él y dijo: «Un rey que ejercerá la realeza en este país entero», en tanto que Khnum daba salud a su cuerpo.

De nuevo Isis se colocó delante de ella, Neftis tras ella, y Hequet aceleraba el nacimiento. E Isis dijo: «No te retrases, sah, en su vientre, en este tu nombre de Sahre».

Este niño se le deslizó entonces en las manos. Era un niño de un codo de largo, cuyos huesos eran sólidos. Tenía los miembros incrustados en oro y llevaba un tocado de lapislázuli auténtico. Ellas lo lavaron, despues de que hubiera sido cortado su cordón umbilical y que hubiera sido colocado sobre un poyete de ladrillos. Después Meshkenet fue hasta él y dijo: «Un rey que ejercerá la realeza en este país entero», y Khnum daba la salud a su cuerpo.

Una vez más Isis se colocó delante de ella, Neftis tras ella, y Hequet aceleraba el nacimiento. E Isis dijo: «No seas tenebroso, kekn, en su vientre, en este tu nombre de Kekt».

Este niño se le deslizó entonces en las manos. Era un niño de un codo de largo, cuyos huesos eran sólidos. Tenía los miembros incrustados en oro y llevaba un tocado de lapislázuli auténtico. Meshkenet fue hasta él y dijo: «Un rey que ejercerá la realeza en este país entero», y Khnum daba la salud a su cuerpo. Después ellas lo lavaron, una vez que hubo sido cortado su cordón umbilical y que hubiera sido colocado sobre un poyete de ladrillos.

Estas diosas salieron después de haber ayudado a Reddjedet en el parto de los tres niños, y entonces dijeron: «Ten el corazón contento, Rauser, porque te han nacido tres niños». El les respondió: «Mis señoras, ¿qué puedo hacer por vosotras? Entregad, os lo ruego, ese saco de cebada a vuestro porteador de equipaje y tomadlo para vosotras, en pago, para la preparación de cerveza». Y Khnum cargó con el saco de cebada.

Ellas volvieron entonces al lugar del que habían venido, e Isis dijo a estas diosas: «¿Qué significa que hayamos venido sin hacer para esos niños un prodigio que podamos anunciar a su padre, que nos ha enviado?». Fabricaron entonces tres diademas de Señor, y las colocaron en el saco de cebada. Entonces ellas hicieron venir el cielo en forma de tempestad y de lluvia, y volvieron a la casa. Dijeron entonces: «Colocad el saco de cebada aquí, en una habitación que pueda quedar cerrada, hasta que volvamos de bailar en el norte». Y se puso el saco de cebada en una habitación que podía quedar cerrada.

Entonces Reddjedet se purificó con una purificación de catorce días, y dijo entonces a su sirvienta: «¿Está la casa aprovisionada?». Ella respondió: «Está provista de toda cosa buena, excepto de vasos, pues no han sido traídos». Reddjedet dijo: «¿Y por qué entonces no han sido traídos vasos?». La sirvienta prosiguió: «Aquí no hay con qué fabricar cerveza, salvo el saco de cebada que pertenece a las danzarinas y que se encuentra en la habitación, bajo su sello». Reddjedet dijo: «Baja y trae de esa cebada. Rauser les devolverá el equivalente, cuando regrese».

La criada fue, abrió la habitación y oyó un ruido de cantos, música, danzas, aclamaciones y todo aquello que se acostumbra a hacer para un rey, en la habitación. Fue y relató a Reddjedet todo lo que había escuchado. Esta recorrió la habitación, pero no logró encontrar el lugar en el que este ruido se producía. Entonces aplicó su sien contra el saco y se dio cuenta de que se producía dentro del saco. Puso entonces el saco en un cofre, que fue introducido en otra caja, que fue envuelta en un lienzo de cuero. Ella colocó todo esto en una habitación que contenía sus útiles de ajuar y la selló sobre el saco. Cuando Rauser volvió, de regreso de los campos, Reddjedet le contó esta historia. Se puso muy contento; se sentaron y pasaron una feliz jornada.

Varios días después, Reddjedet se enfadó con la criada e hizo que la castigaran a golpes. Entonces la criada dijo a las gentes que estaban en la casa: «¿Es que ella puede hacerme tal cosa? Ella ha dado a luz a tres reyes. Iré a decírselo a su majestad el rey Keops». Ella fue, y se encontró con su hermano mayor de parte de madre, que estaba atando una gavilla de lino en la era. Él le dijo: «¿Qué andas haciendo, pequeña?». Entonces ella le contó esta historia, pero su hermano le dijo: «¿Puede hacerse lo que haces, venir así ante mí, como sí tuviera que mezclarme en esta denuncia?». Entonces cogió un haz de lino para golpearla, y le dio un mal golpe. La criada se fue a coger agua y un cocodrilo la arrebató.

Entonces fue su hermano a hablar con Reddjedet. Encontró a Reddjedet sentada, con la cabeza sobre las rodillas, y el corazón triste en extremo. Y le dijo: «Mi señora, ¿por qué manifiestas este negro ánimo?». Ella respondió: «Se trata de esa pequeña que estaba en la casa, pues he aquí que se ha ido diciendo: Voy a poner una denuncia». Entonces agachó la cabeza y dijo: «Mi señora, ella vino en efecto a contarme esta historia mientras se paraba conmigo. Entonces yo le di un mal golpe; se marchó para sacar un poco de agua y un cocodrilo la ha arrebatado» (aquí se corta el manuscrito).