ANTIGUO EGIPTO
Cuento del Príncipe

I
Nacimiento del príncipe, y su destino

Había una vez un rey de Egipto al que no le había nacido un hijo varón. Entonces su majestad pidió a los dioses de su tiempo que le concedieran un hijo, y éstos ordenaron que le naciera uno. Se acostó aquella noche, pues, con su mujer, y ésta quedó encinta. Y cuando hubo cumplido los meses del nacimiento, he aquí que nació un niño. Entonces vinieron las hathors para fijarle un destino, y dijeron: «Perecerá por el cocodrilo, o por la serpiente, o incluso por el perro».

Las gentes que estaban cerca del niño escucharon estas palabras y se las transmitieron a su majestad. Entonces el corazón de su majestad se entristeció grandemente, e hizo construir sobre la meseta del desierto, para su hijo, una casa de piedra, que fue dotada de personal de todo tipo de buenas cosas provenientes del palacio, pues el niño no debía salir fuera.

II
El príncipe adopta un perro, y se marcha

Cuando el niño creció, habiendo subido sobre la terraza, avistó un perro que seguía a un hombre que caminaba por el camino. Entonces dijo a su servidor, que estaba cerca de él: «¿Qué es eso que marcha detrás del hombre que avanza por la carretera?». Éste le respondió: «Es un perro». El niño dijo: «Que me traigan uno igual». Entonces el sirviente fue a repetir este empeño a su majestad, el cual dijo: «Que se le entregue un pequeño perro juguetón, para que su corazón no esté triste». Y le llevaron el perro.

Después que pasaron varios días, el niño creció en todo su cuerpo, y mandó decir a su padre: «¿Para qué sirve que esté yo aquí inactivo? Mira, estoy prometido al destino. Así que permite que sea libre de actuar a voluntad, hasta el día en que Dios haga lo que tenga intención de hacer».

Se le preparó entonces al príncipe un carro provisto de armas de todo tipo, y se le asignó un servidor como séquito, en calidad de escudero. Entonces se le hizo pasar a la orilla oriental y se le dijo: «Ve ahora a tu antojo». Y su perro estaba con él. El príncipe caminó hacia el norte, según su fantasía, por el desierto y alimentándose de lo mejor que había de caza del desierto.

III
La princesa de Naharina y los pretendientes

Llegó así el príncipe adonde el jefe de Naharina. No le habían nacido hijos al jefe de Naharina, salvo una hija, para la cual hizo construir una casa, cuya ventana estaba a setenta codos por encima del suelo. Había hecho traer a todos los hijos de todos los jefes del país de Siria, y les había dicho: «Aquél que alcance la ventana de mi hija, la tendrá por esposa».

Después que hubieran pasado varios días tras esto, y mientras seguía su tarea cotidiana, el joven príncipe pasó cerca de ellos. Llevaron al joven príncipe a su casa, le bañaron, dieron de comer a su tiro, e hicieron todo tipo de cosas para el joven príncipe: le ungieron, le vendaron los pies y dieron de comer a su escudero. Y le dijeron a modo de conversación: «¿De dónde vienes, hermoso joven?». El les respondió: «Soy el hijo de un oficial del país de Egipto. Tras fallecer mi madre, mi padre tomó otra esposa, una madrastra. Pero ella me odió, y yo me fui, escapando ante ella». Entonces lo abrazaron y lo besaron en todo su cuerpo.

Después de varios días, el príncipe dijo a unos jóvenes: «¿Qué es lo que hacéis, jóvenes?». Ellos le respondieron: «Hace ya tres meses que estamos aquí, intentando saltar y alcanzar la ventana de la hija del jefe de Naharina, para que él nos la dé por esposa». El príncipe les dijo: «¡Ah, si mis pies no me hicieran sufrir, iría también a saltar con vosotros!». Se fueron entonces los jóvenes a saltar, según su costumbre, en tanto que el joven príncipe se quedaba lejos, contemplando. Y el rostro de la hija del jefe de Naharina se volvió hacia él.

IV
El joven príncipe, vencedor, desposa a la princesa

Varios días después, el joven príncipe fue a saltar con los hijos de los jefes. Saltó y alcanzó la ventana de la hija del jefe de Naharina. Ella lo besó y lo abrazó en todo su cuerpo. Fueron a informar a su padre y se le dijo: «Un hombre ha alcanzado la ventana de tu hija». El jefe preguntó: «¿De cuál de estos jefes es hijo?». Se le respondió: «Es hijo de un oficial que ha venido del país de Egipto, que huía de su madrastra». El jefe de Naharina se encolerizó enormemente, y dijo: «¿Es que voy a tener que dar mi hija a un fugitivo de Egipto? ¡Que se marche!».

Entonces fueron a decirle al príncipe: «Es preciso que vuelvas al lugar de donde has venido». Pero la joven princesa le cogió y juró por Dios, diciendo: «¡Por Ra-Horajty! Que me lo quiten y dejaré de comer, dejaré de beber y moriré al instante». El mensajero fue y comunicó a su padre todo lo que ella había dicho. El padre envió varios hombres para matarlo allí mismo, pero la joven princesa les dijo: «¡Por Ra! Que se le mate y, cuando el sol se ponga, yo ya estaré muerta. No le sobreviviré ni una hora».

Fueron a decírselo a su padre. Entonces su padre hizo traer ante sí al joven hombre, así como a su hija. El joven hombre llegó ante él, y el jefe le dio muestras de consideración. Lo abrazó y lo besó en todo su cuerpo, y después le dijo: «Dime cuál es tu condición, pues eres para mí como un hijo». El príncipe le respondió: «Soy el hijo de un oficial del país de Egipto. Mi madre murió y mi padre tomó otra esposa. Pero ella me odió y me fui huyendo de ella». Entonces el jefe le dio a su hija por esposa, y también una mansión y campos, así como rebaños y todo tipo de cosas buenas.

V
El destino de ambos príncipes

Varios días después de todo esto, el príncipe dijo a su mujer: «Estoy prometido a tres destinos: el cocodrilo, la serpiente y el perro». Ella le respondió: «Haz matar al perro que te sigue». Pero él le dijo: «Eso sería una locura. No permitiré que maten a mi perro, al que crié cuando era pequeño». Desde aquel momento, ella se puso a velar por su marido con el mayor cuidado, y no le dejaba salir solo.

Un día el joven príncipe salió para pasearse, y se encontró con su esposa en medio del río. Entonces el cocodrilo de su destino se le presentó. Había también en el río un espíritu de las aguas. El espíritu de las aguas no permitía que el cocodrilo saliera fuera, y el cocodrilo no dejaba que el espíritu de las aguas saliera para ir a pasearse. Desde hacía tres meses, y durante todos los días, cuando el sol se alzaba ambos se dedicaban a combatir, y eran enemigos y adversarios.

Cuando regresaron de su día de paseo, el príncipe y la princesa llegaron a su casa y se sentaron a descansar, pasando una agradable jornada en su casa. Cuando acabó la brisa de la tarde el joven se acostó en su lecho, y el sueño se apoderó de su cuerpo. Mientras tanto, su mujer se dedicaba a llenar una escudilla de vino y otra escudilla con cerveza. Poco después, una serpiente salió de su agujero para morder al joven. Su esposa estaba sentada a su lado, pero no dormía. Entonces el olor de las escudillas atrajeron a la serpiente, la cual bebió y se emborrachó, durmiéndose al momento y echándose sobre su espalda. En cuanto la vio, la princesa la hizo pedazos con su hacha. Entonces se despertó su marido, y ella le dijo: «¡Y bien! Tu dios ha puesto uno de tus destinos en tu mano; él velará aún por ti en el futuro». El príncipe hizo entonces ofrendas a Ra, adorándole y exaltando cada día su poder.

Varios días después, el joven salió para pasearse como diversión por sus dominios. Sin embargo, su esposa no salió con él, en tanto que su perro le acompañaba. Entonces su perro recibió la facultad de hablar, y dijo: «Yo soy tu destino». Entonces el príncipe se puso a correr delante de él, hacia el río. Llegado al río, el príncipe se metió en el agua, y el perro huyó.

Pero entonces el cocodrilo lo atrapó, y lo llevó al lugar donde normalmente moraba el espíritu de las aguas. En ese preciso momento el espíritu de las aguas estaba ausente, y el cocodrilo dijo al joven: «Soy tu destino, el que te ha perseguido. Durante tres meses enteros combato con el espíritu de las aguas. Pero mira, estoy dispuesto a devolverte la libertad. Si mi enemigo aparece para combatir, y quieres ponerte de mi parte, mata al espíritu de las aguas».

Después que la tierra se aclarara, y que un segundo día hubiera llegado, el espíritu de las aguas volvió a su morada (aquí se corta el manuscrito).