ANTIGUO EGIPTO
Cuento del Pastor

Mirad, habiendo descendido al estanque que está próximo a estos pastos, vi allí a una mujer que no era de la raza de los hombres. Mis cabellos se erizaron cuando vi su pelo ensortijado, y cómo era de lisa su piel. Jamás haré lo que ella dijo, pues el temor que ella me ha causado está aún en mi cuerpo.

¡Vamos toros, pasemos! Que los terneros atraviesen, y que el ganado menor repose al lado de los pastores. Nuestra barca de transporte de toros y vacas está en su cometido, y aquellos pastores que están instruidos recitan un cántico sobre el agua en estos términos: «¡Mi alma se regocija, pastores, hombres!». No me separaré en verdad de esta marisma, en un año de gran Nilo, que da ordenes al dorso de la tierra, de forma que no existe diferencia entre el lago y el río.

Entonces la mujer que no era humana me dijo: «Vuelve tú a tu casa, que los animales están en su sitio». En ese momento, yo sentí por dentro: «¡Oh, gran Nilo, ven! El temor que se te tenía se ha desvanecido, el terror que inspirabas ha desaparecido. Es la cólera de la diosa Usrit, el temor causado por la señora del Doble País».

Cuando la tierra se aclaró, al despuntar el día, se hizo como él había dicho. Esta diosa lo encontró, cuando él iba al extremo de la laguna. Vino, despojada de sus vestiduras, y sus cabellos estaban desordenados (aquí termina el manuscrito).