ANTIGUO EGIPTO
Cuento del Espectro

I
Aparición del espectro

Según el plan que se había hecho, él vino en barco, llegó a su casa e hizo que se realizaran todas las cosas buenas.

Mientras yo estaba vuelto hacia el oeste, él subió a la terraza él invocó a los dioses del cielo, los dioses de la tierra, los del sur, los del norte, los del oeste, los del este, y a los dioses del otro mundo, diciéndoles: «Haced que venga a mí el espíritu». Vino y le dijo: «Soy tu espíritu, que viene para dormir al atardecer junto a su tumba».

Entonces el primer profeta de Amón, Khensemheb, le dijo: «Dime tu nombre, el nombre de tu padre, y el nombre de tu madre, para que yo pueda ofrecer un sacrificio y que haga para ellos todo lo que debe ser hecho para cualquiera que esté en su situación». El espíritu le dijo: «Naubusemekh es mi nombre, Onkhmen el nombre de mi padre, y Tamchas el nombre de mi madre».

II
Promesas de Khensemheb

El primer profeta de Amón-Ra-Soter, Khensemheb, le dijo: «Dirne lo que deseas, y yo haré que se haga para ti; y se rehará de nuevo tu sepultura. También haré que se actúe respecto a ti como conviene actuar hacia quien está en tu situación. Tú no tendrás que aguantar más, desnudo, el viento en invierno; hambriento, tú no... Mi corazón no estará agitado como el Nilo, yo no tengo intención de abandonarte; si no, yo no me habría ocupado de esto». Pero el espíritu le respondió: «Basta de palabras».

Después, el primer profeta de Amón-Ra-Soter, Khensemheb, se sentó cubierto de lágrimas a su lado, y él le dijo: «Me quedaré, pues, aquí, sin comer y sin beber, sin envejecer y sin rejuvenecer; yo no veré los rayos del sol, no aspiraré el viento del norte, estando las tinieblas ante mí cada día; yo no me levantaré temprano para salir».

III
El espectro cuenta su vida

El espíritu tomó la palabra y le dijo: «Cuando yo estaba aún con vida sobre la tierra, era jefe del tesoro del rey Rahotep. También fui lugarteniente del ejército. Encontrándome a la cabeza de los hombres inmediatamente tras los dioses, entré en el reposo el año catorce, en los meses de verano, del rey Mentuhotep. Él me concedió cuatro vasos de embalsamamiento, así como mi sarcófago de alabastro. Y él hizo para mí todo lo que debía ser hecho para cualquiera que estuviera en mi situación, haciéndome reposar en mi tumba. Mira, la parte inferior del suelo de mi tumba esta arruinada y se está cayendo hacia el exterior. Se deja que el viento sople ahí, y él toma la lengua. En cuanto a esto que me has dicho, que "haré rehacer de nuevo tu sepultura", esto me ha sido ya prometido en cuatro ocasiones. Pero ¿qué se ha hecho de esta promesa? Y ¿qué es lo que yo voy a hacer con las promesas parecidas que tú me haces a tu vez. ¿Llegaré yo por medio de todas estas palabras a mis fines, e ir y volver a encontrar mi tumba?».

IV
Nuevas promesas

Entonces el primer profeta de Amón-Ra-Soter, Khensemheb, le dijo: «Exprésame alguna orden clara, prescribiendo: El debe hacer esto por mí, y yo haré que se cumpla para ti. O bien haré yo que se te ofrezca como regalo cinco esclavos y cinco esclavas, en total diez, para hacerte una libación de agua, y que se dé un saco de trigo todos los días para ofrecértelo; además el jefe de los sacrificios te hará una libación de agua».

El espíritu Naubusekhen le dijo: «¿Para qué sirve lo que quieres hacer? ¿Acaso la madera no es abandonada al sol? ¿No es abandonada tras la entrada del jardín, hasta el punto de que no se puede penetrar allí? La piedra, envejecida, se derrumba».

V
Búsqueda y descubrimiento de la tumba

Amón-Ra-Soter y tres hombres fueron en barco, subieron hacia la magnífica morada del rey Hepetre y penetraron dentro. Avanzaron veinticinco codos por la vía real. Entonces descendieron hacia la orilla y volvieron junto al primer profeta de Amón-Ra-Soter, Khensemheb. Ellos le encontraron haciendo una ceremonia en el templo de Amón-Ra-Soter. Él les dijo: «¡Y bien! He aquí que estáis de vuelta. ¿Se ha encontrado el lugar excelente para hacer allí perdurar el nombre del espíritu llamado Naubusemekh hasta la eternidad?».

Ellos le dijeron con una sola voz, estos tres hombres: «Hemos encontrado el lugar excelente para hacer allí perdurar el nombre del espíritu». Se sentaron ante él y pasaron una jornada feliz. Y su corazón se entregó a la alegría, cuando dijeron: «… habiendo salido el sol del horizonte». Entonces él llamó al lugarteniente del dominio de Amón, Menkau, y él le informó del trabajo que había hecho. Después volvió para dormir en la ciudad, al atardecer, en tanto que él (el resto falta).