CUENTOS
JEROGLÍFICOS
Elaborados
en el Antiguo Egipto,
sobre
la vida cotidiana y social del pueblo
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Enseñanzas sebayt
egipcias, sobre cómo ofrecer la vida diaria a la divinidad
Madrid,
1 mayo 2024
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá
Egipto
es “un
don del Nilo”,
dejó dicho el historiador griego Herodoto en el s. V a.C, como viniendo a decir
que, sin el Nilo
y sin sus periódicas crecidas, Egipto no habría sido sino un desierto más,
sin apenas cultura ni civilización.
Efectivamente,
en el Antiguo
Egipto el año
comenzaba en junio, con la crecida del Nilo, a causa de las lluvias que caían
sobre las elevadas mesetas africanas de su nacimiento. La crecida alcanzaba su
punto culminante en septiembre, y de octubre a enero las aguas se retiraban y
dejaban un lodo oscuro y fértil (el limo). Era la época invernal de la
siembra, así como el verano era la época de la cosecha. Los campesinos segaban
el trigo y la cebada [1], y las crecidas y bajadas
del río marcaban el ritmo de la vida política, laboral y social del país.
Pero dejemos ya de
dar vueltas al río Nilo, y sumerjámonos en él para bucear y buscar una de sus
joyas más preciadas: los cuentos del Antiguo Egipto, que llenaron de drama
y colorido la vida y
sociedad del país del Nilo.
a)
Egipto
E l
Antiguo Egipto
presentaba una singular configuración
geográfica. Estaba formado por un estrecho y larguísimo valle, entre desiertos
de piedra y arena, que constituía un reducido espacio de tierra habitable (unos
35.000 km2)
en medio de un paisaje sin límites, árido e inhóspito.
Junto a esta
primera contraposición
natural entre valle y desierto, Egipto presenta ba otra, puesta de relieve por los
propios egipcios desde tiempos remotos:
-el
Alto Egipto, desde la 1ª catarata hasta Menfis,
-el Bajo Egipto, desde Menfis al mar, es decir, el delta del Nilo.
Más al Sur, a
la altura de la 1ª catarata, com enzaba Nubia, dividida a su vez en Baja[2]
y Alta[3],
cuyas vicisitudes históricas aparecen vinculadas desde sus comienzos a las de
Egipto.
La particular conformación
del país condicionó inevitablemente la historia. Rodeado por desiertos, Egipto
no tuvo relaciones intensas con el mundo externo, en particular durante el período
antiguo. Solamente el mar permitía contactos con otros países: Creta, la
tierra de Canaán y la lejana Mesopotamia.
Los
intercambios comerciales y culturales no tuvieron la suficiente importancia como
para influir en la civilización
egipcia, que se desarrolló de forma autónoma con caracteres originales.
Egipto
llegó a estar muy densamente
poblado, llegando a alcanzar los 6 millones de habitantes.
El valle
del Nilo, fertilizado por las crecidas anuales del río, ofreció
condiciones ideales de vida a un pueblo que se asentó allí durante el paleolítico
y con posterioridad a él, empujado por la progresiva sequía de la región, que
en otro tiempo gozaba de un clima cálido y húmedo, con lluvias abundantes.
Se considera que los
primeros habitantes pertenecían en sus orígenes a la estirpe
camítica[ 4],
y que luego, al mezclarse con los semitas procedentes del este, dieron origen al
tipo egipcio.
a.1)
Sociedad egipcia
Como
todos los estados de la antigüedad, Egipto era un país muy jerarquizado, en
que cada
clase social tenía una función precisa en el conjunto de la organización.
La
fuerza y el poder de Egipto estaban encarnados en su rey, el faraón. Este era,
por supuesto, un ser humano, pero estaba considerado como el
representante en la tierra del dios Sol[ 5]. El
faraón residía en una suntuosa corte, sus palacios estaban decorados con oro y
piedras preciosas, y a su alrededor vivía toda una sociedad de cortesanos y altos
dignatarios religiosos.
El
ceremonial de la corte ponía de manifiesto el carácter divino del rey y la
aureola de su prestigio divino, y a él se dirigía como al hijo del Sol, que debía resplandecer tanto como el
astro solar. Pero
el rey era también un hombre, y como tal dirigía los ejércitos del país, ordenaba la justicia y el
derecho y gobernaba el estado con la ayuda de sus ministros y
eficaces funcionarios.
Los sacerdotes
constituían la clase
social más importante, por su número y por su función. Estaban
al servicio de los dioses, y como tal tenían que ocuparse de los templos y
de mantener las tumbas de los faraones y grandes dignatarios. Sin
embargo, no estaban totalmente apartados del pueblo, ya que de vez en cuando
pasaban temporadas en sus aldeas natales, arreglando la vida agrícola y
económica familiar.
Su atuendo era distinto del de los demás hombres, e iban siempre vestidos de
lino de un blanco inmaculado. La pureza era su marca distintiva, y por eso tenían que lavarse
4 veces al día [6], afeitarse a diario y estar sujetos a un determinado ritual alimentario.
Los
soldados, cuyo jefe supremo era el faraón, constituían un ejército
perfectamente entrenado y poderoso. Los mejores soldados tenían el privilegio
de entrar a formar parte de la guardia real, junto a su superior
y encargados de guardar el palacio y proteger al faraón. Los
carros constituían el cuerpo fundamental del ejército, y en ellos un conductor dirigía
los caballos, mientras un guerrero combatía junto a él. Los soldados de
infantería podían ejercer los trabajos de policías y aduaneros cuando no
estaban en campaña. Los escribas distribuían entre los soldados los
pertrechos (municiones, armas...), anotando cada uno de los artículos de los
que hacían posesión.
Los funcionarios
eran muy numerosos, y eran los encargados de la administración del estado, de
recaudar los impuestos y de gestionar los gastos e ingresos. Su funcionamiento era fundamental para la buena
marcha del estado, y constituían la columna vertebral de Egipto.
Los escribas
eran los únicos
que sabían leer y escribir el jeroglífico (aparte de los sacerdotes, sus
maestros), así como de hacer cálculos
aritméticos. De ahí que copasen la mayor parte de los ámbitos de la sociedad,
hasta los más altos puestos de relevancia en la escala social.
Los campesinos y
artesanos
representaban la riqueza popular de Egipto. Trabajadores incansables, eran los
encargados de mantener los canales de irrigación, levantar las edificaciones y
enriquecer los templos. Contaban para ello con la ayuda de los esclavos, que
ocupaban la parte más baja dentro de la escala social, y por lo general se
dedicaban al servicio doméstico.
a.2)
Creencias egipcias
Los
egipcios creían que el ser
humano estaba compuesto por tres partes distintas: el
cuerpo (c), el alma (ba) y el espíritu (ka), siendo el
alma inmortal y el espíritu la fuente de las fuerzas vitales, que acompaña al hombre desde su nacimiento y durante
toda su vida, sin abandonarlo jamás, ni siquiera después de muerto.
Los
egipcios creían en
el
más allá, y
que la muerte (en que c y ba quedaban separados) no era el final sino
un paso que daba comienzo a otra vida, absolutamente igual a la que se vivía en la
tierra. Pero para poder alcanzar esta nueva vida era preciso conservar el c
del difunto, y para ello los cadáveres se sometían a un proceso
de desecación, llamado momificación.
Para
dicho proceso de momificación,
los egipcios extraían del
cuerpo del difunto el cerebro y las vísceras, que se conservaban en 4
recipientes o vasos canopos. El cuerpo desecado se envolvía en vendas
de lino, que llevaban inscritas fórmulas mágicas para ahuyentar los malos espíritus.
La cabeza se tapaba con una máscara funeraria con los rasgos del difunto, y
más tarde la momia era depositaba en la tumba, dentro de su sarcófago.
Los
dioses egipcios era muy
numerosos, y a través de ellos trataron de explicar los egipcios el mundo y el curso de los acontecimientos,
en función de una intervención
divina. Los dioses egipcios estaban muy presentes en la vida diaria de los
hombres, y a ellos se les rendía un fastuoso culto en los templos que a su
gloria eran espléndidamente erigidos.
Entre los principales dioses destacamos a
Ra (dios Sol, o dios supremo), Osiris (dios de los muertos, esposo de Isis),
Amón (dios del aire y de la fecundidad), Isis (diosa de la magia, y esposa de
Osiris), Anubis (dios protector de los embalsamadores), Neftis (hermana de Isis),
Hathor (diosa de la monarquía y del amor), Horus (hijo de Isis), Set (espíritu del
mal) y Tot (dios de la sabiduría).
Los
cortesanos, los familiares del rey y los altos funcionarios eran enterrados en
las mastabas, tumbas
con forma de casas de una sola planta. Hasta que el rey Zoser encargó a su
sacerdote Imhotep superponer 6 mastabas de tamaño
decreciente, de tal manera que la enorme escalera resultante le permitiera subir al cielo,
y surgió la 1ª pirámide del mundo, o Pirámide Escalonada de Saqqara,
el 2.660 a.C.
A partir de ese
momento, los faraones continuaron la tradición piramidal en
el Valle de Guiza de Menfis, y más tarde pasaron a excavar las montañas del
Valle de los Reyes de Tebas. Por otra parte, las
cámaras de los faraones
estuvieron protegidas de los saqueadores
mediante pasillos
laberínticos, fosos y trampas
mortales.
La construcción de
las pirámides suponía un trabajo
titánico,
llevado a cabo por equipos de 10.000 trabajadores. En 1º lugar se construía la carretera de acceso, obra que podía llevar
10 años.
Era preciso después tallar los bloques de piedra, de 2 toneladas de peso cada
uno, y en algunos casos hasta 2 millones de bloques por pirámide [7]. Miles de
hombres arrastraban los bloques haciéndolos rodar sobre troncos de árboles,
para luego izarlos a través de rampas de arena, que se desmontaban una vez terminado
el edificio.
b)
Cuentos del Antiguo Egipto
Los cuentos
populares, para otras culturas como la actual, no han servido sino como divertimiento
de niños. En
Egipto, por el contrario, los cuentos eran considerados una obra literaria, compuesta por escribas de
formación real y no destinados al
pueblo llano, aunque hablasen continuamente sobre el pueblo llano. A diferencia de otras civilizaciones, los cuentos egipcios iban
destinados a un público
escogido, capaz de apreciar el arte de la
composición, su lengua y estilo.
Por
otra parte, las
obras que reproducimos a continuación no fueron tan sólo cuentos, o relatos de acontecimientos
ficticios, sino que de entre ellos (como la Historia
de Sinuhé y las Desventuras de Unamón) hay narraciones más o menos
modificadas de sucesos reales, o relatos de fondo
histórico, o historias
noveladas.
Con
respecto a los cuentos propiamente dichos, éstos entran en varias categorías,
que pasamos a describir.
Aislamos y destacamos en primer lugar dos cuentos, de los cuales uno sirve de
introducción y de conclusión a las súplicas del Cuento del Campesino,
y el otro de exordio a la Profecía de Neferti. Se trata de los
cuentos escenario. En realidad, no son más que una
parte (una parte secundaria)
de la obra literaria que cada uno de ellos introduce o acompaña, y de las cuales
no pueden estar separados. Se trata, por tanto, de cuentos
muy vivaces.
Dos cuentos de nuestra colección pueden llamarse
mitológicos, a saber, la Leyenda
del dios del Mar, en la que el papel protagonista lo ostenta una divinidad
temible, proveniente de Fenicia (Astarté), y la Disputa de Horus y
Set, que se desarrolla en un ambiente bastante vulgar, el Olimpo egipcio.
Otros tres
cuentos utilizan datos proporcionados por pequeños hechos más
anecdóticos
que propiamente históricos: la Querella de Apopi, que evoca los
turbulentos tiempos del II Período Intermedio y la dominación de los hicsos;
el Cuento del Soldado, que relata un episodio de una de las campañas de
Tutmosis III en Siria; y el Cuento de la Princesa, que hace alusión a
acontecimientos del reinado de Ramsés II.
Hay también
algún ejemplar de cuentos filosóficos,
como el Cuento de la Verdad y la Mentira,
donde se enfrentan dos personajes alegóricos (Verdad y Mentira), se asiste al
triunfo del 1º sobre el 2º y se consuma la victoria del bien sobre el mal.
La 1ª parte del Cuento de los dos Hermanos tiene el carácter neto de
pertenecer a los cuentos psicológicos,
si se exceptúan algunos rasgos relativos a los maravilloso. Su temática viene
a decir que una
mujer ama a un hombre joven y, no respondiendo éste a sus insinuaciones, lo
calumnia ante su marido.
Todos los demás cuentos, como el Cuento del Náufrago, los Cuentos
de Westcar, el Cuento del Príncipe, la 2ª parte del Cuento
de los dos Hermanos, el Cuento del Espectro, y aparentemente el Cuento
del Pastor, son relatos que podríamos encuadrar en el género de cuentos maravillosos,
donde la
magia desempeña un papel preponderante. Hazañas de magos, hechiceros que
dominan elementos, nacimientos extraordinarios, curaciones milagrosas,
signos premonitorios, anuncios misteriosos, animales que hablan... son
toda clase de prodigios que se van sucediendo para el mayor disfrute de los
oyentes.
No obstante,
no es justo decir que lo maravilloso se encuentre solamente en estos relatos, pues
lo maravilloso es casi inseparable del cuento egipcio, como se ve en la Cuento
de la Princesa, la Disputa de Horus y Set, e incluso en la 1ª parte del Cuento de los dos
Hermanos. En realidad, tan sólo en el Cuento de la Verdad y la Mentira
lo maravilloso se encuentra completamente ausente.
En resumidas cuentas,
son muy variados
los temas
presentes en
los cuentos del Antiguo Egipto, casi siempre historietas:
-de aventuras,
como el Cuento del Náufrago,
-sobre el destino del hombre, como el Cuento del Campesino o el Cuento
del Príncipe,
-de tipo maravilloso, como los Cuentos del Westcar o el Cuento
de los dos Hermanos,
-pseudo-históricas, como la Historia de Sinuhé, el Cuento del
Soldado o la Querella de Apopi,
-de tipo mítico-religioso, como la Disputa de Horus y Set,
-poéticas, como el Cántico del Arpista, el Poema de los Amantes,
la hímnica religiosa y las colecciones líricas del Egipto Nuevo.
b.1)
Cuento del Náufrago
El
Cuento del Náufrago
( ),
de la XII dinastía y también llamado cuento de la Isla de la Serpiente, es una de las piezas más atractivas de la literatura
egipcia, y refleja la época en que Egipto se recobraba con vigor del I Periodo
Intermedio. Presenta la forma de un relato popular con
pretensiones aleccionadoras, como si de una parábola se tratara. Por otra
parte, su técnica literaria es de una sofisticada complejidad, articulando
hasta tres historias (una dentro de la otra) en un desarrollo concéntrico que se
resuelve con gran maestría compositiva.
En cuanto al argumento,
y para
animar al jefe de la expedición, su compañero[ 8]
cuenta su experiencia de náufrago y su estancia en una maravillosa isla con un
dios-serpiente que lo colma de bienes y le otorga un regreso feliz al hogar. En
efecto, tras zarpar desde un puerto del Mar Rojo, con el objetivo de alcanzar la
región minera del Sinaí, el aventurero naufragó y llegó a una isla
maravillosa, cuyo señor (una serpiente) le recibe amistosamente y lo devuelve
al hogar cargado de bienes.
Si nos atenemos
al análisis
filológico, nos encontramos con que el
relato se dirige a un oyente que no replica al narrador (más que una sola
vez), y con que el narrador no consigue tranquilizar al oyente. De ahí que
el oyente pudiera tratarse de un gran personaje, que fue enviado por el rey
de Nubia a una misión al Sinaí y que, fracasado en su misión, se vio en
el entuerto de tener que volver a Elefantina.
La isla
adonde una ola ha arrojado al náufrago es denominada Isla
del Ka, aludiendo a su carácter misterioso y abundante. Dicha
isla estaba
situada “hacia
el país del Punt”,
o costa occidental del Mar Rojo [9].
Pero hasta la XVIII dinastía Egipto no logró fondear el cabo Guardafui[10]
ni llegar a la costa opuesta de Arabia, especialmente a Yemen[11].
De ahí que ésta fuese, por su carácter mistérico, la más plausible de
sus ubicaciones.
Por otra parte, najo
la trama se ocultan posiblemente otras
claves: la idea de evitar las angustias
ante las responsabilidades, la de asumir la propia vida ante el paso al otro
mundo y el juicio al difunto, o incluso la recreación de un mito apocalíptico:
el fin del mundo, y la continuidad solitaria de un dios benéfico... En este
sentido, la serpiente, con marcados caracteres divinos (barba, cuerpo
dorado...), se ha asimilado al dios solar Ra, y sus 74 congéneres en otras
tantas manifestaciones.
Muchos
detalles de la mentalidad y de la vida cotidiana afloran en este
texto, desde el
amor a la tierra egipcia (y la importancia de ser enterrado en ella) hasta la práctica
de una dieta eminentemente vegetal, con descripción de los frutos de la isla, del
sicómoro[ 12]
y de su madera, afamada por ser incorruptible.
b.2)
Cuento del Espectro
El Cuento
de Espectro
( ),
de la XIX dinastía, ofrece una doble particularidad.
En 1º lugar, el texto se ha conservado
exclusivamente en diversos fragmentos[ 13] de cerámica (ostraca),
los cuales se van completando unos a otros. En 2º lugar, la historia de
espectros suponía cierta ruptura con la religión egipcia, en que se
consideraba infranqueable el mundo de los vivos y el mundo de los muertos.
En cuanto al argumento,
un profeta de Amón se encuentra en relaciones con un
espíritu cuya
colaboración parece buscar, puesto que implora a los dioses que lo hagan
aparecer ante él. Lleno de atenciones hacia este ser sobrenatural, el profeta
consigue obtener información del nombre y familia de dicho espíritu, y se declara dispuesto a ejecutar su
voluntad: renovar su sepultura, cuyo estado lamentable le obliga a vagar, a sufrir privaciones y
a la intemperie.
El profeta
envía tres hombres a la búsqueda de la
tumba abandonada, y aconsejan al profeta trasladarla a “otro
lugar excelente”
que ellos han encontrado, para “hacer perdurar hasta la eternidad” el
nombre del espíritu. El profeta se regocija con ellos, y al espectro no le queda más
remedio que
reinstalarse en su nueva morada eterna y recompensar a su bienhechor.
Si nos atenemos al análisis
filológico, sobre los
nombres y lugares descritos, nos encontramos con que el
espectro habría vivido unos 700 años antes del reinado de Ramsés II. En
cuanto al profeta de Amón, Khensemheb, es imposible identificarlo. Pero se nos
dice que estaba asistido por un “lugarteniente del dominio de Amón” llamado Menkau,
el cual debió dejar constancia de los hechos a tenor de lo que dice en los
inicios del cuento:
“En tanto que yo me había dado la
vuelta hacía el oeste, el primer profeta subió a la terraza”.
Muchos
otros puntos quedan aún dudosos u oscuros en este cuento.
b.3)
Cuento de los dos Hermanos
El Cuento de los dos Hermanos
( ),
de la XIX dinastía y también conocido como Papiro
de Orbiney[1 4],
está escrito con
una simplicidad extrema,
posiblemente debido al escriba que lo trascribió (Ennena), que se nos dice
que era “hábil de dedos”.
Por otra parte, se trata de una amalgama de dos relatos originariamente
diferentes, empastados a forma de 1ª y 2ª parte.
En
cuanto al argumento,
la 1ª parte narra el amor de una mujer por un
joven a quien no tiene el derecho de amar y que, rechazando sus ímpetus, es
acusado por ella ante su marido de haber intentado violarla. En concreto, la mujer de Anup
es elevada al rango de favorita, y no deseando más que traicionar a su
esposo, se enamora de su cuñado Bata. Enterado Anup, éste quiere matar al inocente
Bata, pero Bata consigue justificarse y se exilia. Consternado por los hechos, Anup mata a su
mujer y la arroja a los perros.
La 2ª parte narra
cómo Bata, exiliado en un valle
solitario del Líbano, se saca el corazón y lo pone al abrigo de un pino real.
Convertido así en un “cuerpo sin
alma”,
Bata deambula tranquilo en sus ocupaciones, hasta que Ra le pide a Khnum
fabricarle una compañera. Una trenza, arrancada a su cabellera por el dios
del mar y transportada a Egipto, informa al faraón acerca de la existencia de
esta hija de los dioses, y enseguida envía a gente para apoderarse de ella y
llevarla a la corte.
Por su
parte, la mujer de Bata no piensa más que en traicionar a su esposo, así
como en reclamar al rey que cortara el pino sobre el cual reposaba el corazón de
Bata. Derribado el árbol, el corazón
cae, y Bata muere al instante. Pero resucita gracias a su hermano Anup, a quien
se ve aquí reaparecer tras haber encontrado y reanimado, en un bote de
agua, el corazón de Bata, devolviendo así la vida a su hermano.
Bata
se transforma entonces en un toro, marcha a la corte y se da a conocer a su
mujer, pero de nuevo ella le traiciona y hace degollar al toro. Bata resucita
una 2ª vez y se metamorfosea en árbol, pero la mujer entrega el árbol
al hacha del carpintero. Bata se transforma entonces en una astilla del
árbol, que una vez abatida entra en la boca de su mujer, la deja encinta y hace
que dé a luz un hijo (que no es otro que el mismo Bata).
En cuanto al análisis
filológico, es imposible establecer cualquier acercamiento histórico o
religioso a los hechos.
De hecho, el hacer que los animales
hablen, que los dioses intervengan, y que los dos hermanos lleven nombres
divinos (el mayor Anup y el
pequeño Bata) está dejando claro que la historieta pertenece al género de lo
mitológico. Respecto al
constante recurso a la
magia, ésta es encuadrada bajo el marco de lo continuamente prodigioso (encantamientos,
metamorfosis...), como viniendo a decir que también se alude aquí a la
magia de forma recreativa, y no en su sentido formal.
La 1ª parte del
cuento es
tratada por el narrador de forma psicológicamete dramática, como poniendo
ante nuestros ojos una serie de cuadros donde se mueven personajes llenos de
vida y de escenas de pasión, de vigor e indignación, como fogosa realidad de
lo plenamente humano. De otro lado, la 2ª parte del cuento es narrada por
el escriba de forma folclóricamente ilusionista, a través de una serie de
expresiones (cuerpo sin alma, corazón reanimado en el agua, trenzas del
cabello...) que animan a la creación de nuevos clichés, posiblemente de
importación extranjera.
b.4)
Cuento del Pastor
El Cuento del
Pastor
( ),
de la XII dinastía y también llamado cuento de El Pastor y la Diosa,
o del Pastor del Oasis, consiste en
un fragmento posiblemente sacado del Conjuro 836 de los Textos de los Ataúdes,
que evoca el ambiente anfibio (tierra y agua) durante la crecida del Nilo y
que responde a un tópico bastante común en otras literaturas[1 5]:
el encuentro y la unión del hombre con una diosa.
En cuanto al
argumento,
se nos dice que en las marismas del Nilo[1 6] un pastor, o más propiamente un
vaquero, comenta con sus compañeros el inquietante encuentro que ha
tenido con una criatura que se le aparece al amanecer: una hermosa mujer, que
desnuda juguetea con su pelo, en forma de esfinge, y que no para de hacerle proposiciones sexuales.
Aterrorizado,
el pastor persuade a sus compañeros para que abandonen la zona, y él
dispone lo necesario para el día siguiente. No obstante, al día siguiente
la mujer se le vuelve a aparecer, y él acaba accediendo a la unión sexual.
Algunos de los pastores, instruidos en los
conjuros mágicos, recitan un poético encantamiento protector. Pero aquí se
corta el cuento, porque carecemos de su final.
En
cuanto al análisis
filológico, se ha tratado de identificar a la diosa
del cuento con Hathor, a la vez terrible deidad de la monarquía y tierna patrona del
amor. La
moraleja podría ser que las situaciones aparentemente más terribles, al final,
no lo son tanto, y de ahí el final apacible,
tras la angustia expresada por el pastor. También se ha querido identificar la
aparición con un hada de los estanques, entrando así
en la categoría de los relatos maravillosos.
b.5)
Cuento del Campesino
El
Cuento del Campesino
( ),
de la XII dinastía, alberga un innegable fondo socio-político
concreto, y no sólo ofrece un
canto a la justicia. En concreto, se refiere al
derecho del humilde a ser reivindicado frente a los abusos de los poderosos, y
al papel que tiene el faraón como garante de esa justicia universal con la que tiene
que proteger a todos, sea de la escala social que sea. En suma,
el relato propaga la imagen del faraón como “buen pastor”
y principal unificador del Egipto Medio, así como cierto concepto de
justicia social y valor de la dignidad del individuo, tan revueltas durante el
reciente I Período Intermedio.
En
cuanto al argumento,
el cuento se centra en los abusos e injusticias que sufre Khunanup, un egipcio que vive
en el Oasis de la Sal[1 7]
y que, como pequeño propietario rural, marcha a la
ciudad de
Nennesut[18] para vender sus
productos, a través de un interesante listado de materias de origen vegetal,
animal y mineral.
En
el camino, un gran propietario le arrebata sus burros y sus bienes, además de
golpearlo y vejarlo. Khunanup se dirige entonces a denunciar los hechos ante el
intendente Rensi, el cual queda admirado por la elocuencia, elegancia y
belleza de su discurso, y lo hace volver hasta en 9 ocasiones para testificar. En
cada una de esas visitas, Khunanup elabora un discurso centrado en la justicia y la imparcialidad de los jueces,
según los parámetros egipcios.
En cuanto al análisis
filológico, las metáforas y evocaciones que componen
los 9 discursos del campesino son un excelente exponente de los valores y del imaginario
literario de los egipcios. Importante es también el contexto histórico de
inseguridad del texto, el I Período Intermedio (dinastías IX y X
heracleopolitanas), que alude a no olvidar los críticos momentos vividos.
Así como interesante resulta la rebuscada oratoria del campesino, basada
en:
-la
insistencia repetitiva en la navegación (7 veces), la balanza (6 veces) y
el cocodrilo (3 veces);
-el uso de las antítesis, como “el
que debe dar el soplo está sin aliento”
y “dispensador
de la vida, no permitas que uno muera”;
-el recurso a las alegorías, mostrando a la mentira saliendo de
viaje;
-la utilización de contrastes de palabras, repeticiones, aliteraciones y
consonancias, como “si
no hay nada para ti, no hay nada para ella; si no hay nada contra ella, no
hay nada contra ti”;
-cierto amaneramiento, como “haz
justicia al Señor de la Justicia, cuya justicia encierra la verdadera
justicia”;
-bastantes simplezas, como “cuando
lo que está bien está bien, entonces está bien”.
b.6)
Cuento del Soldado
El Cuento
del Soldado
( ),
de la XVIII dinastía y también llamado Toma de Joppe, relata sin rebuscamientos un episodio
legendario, de una de las campañas de Tutmosis III (Menkheperre) en Siria.
Tiene por personaje central al soldado Djehuty, que antes de convertirse en
héroe de las Canciones de Gesta egipcias (de la XIX dinastía) había sido
un célebre general, con brillantes campañas durante la XVIII dinastía. Su
soberano le había hecho donación, entre otras recompensas, de una copa de oro,
que hoy puede verse en el Museo Louvre de París, así como un puñal
conservado en Darmstadt.
En cuanto al
argumento,
se nos inserta en el curso de una expedición dirigida por el general Djehuty, que
no había podido tomar la ciudad de Joppe y que, para volver a intentarlo, imagina una
nueva estratagema: atraer hacia fuera de la ciudad al príncipe de Joppe, y matarlo de un golpe mortal,
con la maza real que el faraón le había enviado. Una vez hecho esto, el
general introduce en el corazón de la plaza a los soldados egipcios, escondidos en grandes
cestas.
En cuanto al análisis
filológico, el relato
pertenece a la narrativa legendaria de hechos del pasado, que de forma
plástica se fue transmitiendo según las épocas. Eso sí, los hechos
históricos no sirven de pretexto para la leyenda, sino al revés, de forma
rigurosa egipcia y no según la imaginativa oriental. De hecho, el punto en que comienza el relato
nos dice que el
general Djehuty y el príncipe de Joppe se hallan reunidos en terreno neutral,
entre la ciudad siria y el campamento egipcio.
b.7)
Cuento del Príncipe
El Cuento
del Príncipe
( ),
de la XIX dinastía y también llamado cuento del Príncipe Predestinado,
nos narra las aventuras de un joven príncipe ligado a su destino, que según
ciertas profecías (de las hators) debía morir antes de reinar, y que merced a
las simpatías del público (o a la providencia divina, por encima de las magias
humanas) va sorteando todos los peligros, hasta finalmente..., ya que carecemos
del final de la obra.
En cuanto al argumento,
un
rey de Egipto, cuyo nombre y época no son indicados, no tenía hijos, pero
obtiene uno gracias a sus oraciones. Pero mientras que los dioses concedían al
padre el objeto de sus deseos, las hathors imponen al niño su destino: “Morirá por el cocodrilo, o por la serpiente, o por un
perro”. Ansioso,
el soberano hace construir en el desierto una casa donde el joven príncipe debe
vivir en solitario, sin contacto con el mundo exterior. Pero un día en que había
subido a la terraza, el niño ve a un hermoso perro, pide uno para él y el rey
accede a sus demandas.
Animado
por este éxito, el joven príncipe exige que le dejen salir del palacio. Le dan
entonces un carro y se marcha, con su perro, hasta el país de Naharina[1 9]. El soberano de este país tenía una hija, que vivía
aislada en una especie de torre, cuya ventana estaba a 70 codos por encima del
suelo[20]. Numerosos pretendientes aspiraban a su
mano, pues el rey había prometido que la ofrecería en matrimonio a aquél
que, saltando[21], alcanzara la ventana.
Justamente
el príncipe pasó por allí, y participa en dicho torneo, y es el único que
consigue alcanzar la ventana en la que la jovencita le espera. Convertido
en yerno del soberano, el príncipe egipcio revela a la joven extranjera el destino que le está reservado.
Ésta no cesa en la vigilancia sobre su nuevo esposo, y lo salva de la serpiente
y del
cocodrilo. Pero el perro sigue ahí, luego él debería ser necesariamente ser la
causa de su defunción. Con este triste acontecimiento, suponemos que el cuento habría terminado.
En cuanto al análisis
filológico, en la mentalidad egipcia el destino
era algo que no podía ser modificado, luego es de suponer que finalmente el
joven príncipe murió. Sin embargo, no es descartable que tras su muerte
pudiese resucitar (según la mentalidad egipcia), y en ese caso éste
último sería su final, como última palabra de la divinidad frente al
fatal destino de los humanos. De hecho, había sido la Providencia la que
había llevado al joven a encontrar y asaltar la ventana de la princesa (a
la postre, su mejor protectora), y ella era la única capaz de dar eficacia
o hacer ineficaz la magia (conjuros, profecías...) de los egipcios.
b.8)
Cuento de la Princesa
El Cuento de la
Princesa
( ),
de la XXV dinastía y también llamado cuento de la Princesa de Bakhtan, es
un relato no escrito sobre papiro u ostraca (como la mayoría de cuentos), sino grabado en piedra, en la actualidad en el Museo Louvre de París.
Trata de retrotraerse al matrimonio de Ramsés II con la hija del rey
de Khatti (Khattuchili, su antiguo adversario), según constaba en la Estela del Matrimonio de Karnak,
pero lo hace sin maestría y con pobre información, aludiendo así a una
autoría apócrifa y no escribal.
En cuanto al argumento,
se nos dice que un rey egipcio se casó con una princesa extranjera
(Neferure), natural del reino de Bakhtan[2 2],
y que la hermana menor de ésta (Bentrech) estaba gravemente enferma, sin
remedio ni cura. Ante esta situación, el rey de Bakhtan (padre de Bentrech
y Neferure) pide ayuda al rey egipcio (Ramsés II), y le suplica que le
envíe un mago egipcio para que trate de reanimarla.
Llegado
el mago egipcio a Bakhtan, se percata que el espíritu que tiene dentro
Bentrech es un ente de grandes poderes, y aconseja traer una divinidad egipcia
a Bakhtan para conseguir la expulsión del intruso. Se decide entonces que sea
Khonsu el dios que sea trasladado a Bakhtan, con todo el poder mágico posible
(sumando los dos poderes que acumulaba en Tebas).
Al
llegar a Bakhtan, la divinidad egipcia logra con éxito la curación de
Bentrech (a través de un fluido mágico traído de Egipto, que a través de
conjuros se inyecta en la joven bactriana), y hace que el espíritu maligno se
le ponga a sus pies. Tras lo cual, permanece en Bakhtan un breve espacio de
tiempo y luego es trasladado de vuelta a Egipto.
En cuanto al análisis
filológico, el autor apócrifo otorga a Ramsés
II parte del protocolo de Tutmosis IV, así como fracasa en su intento por
emular el estilo de las
inscripciones oficiales de la XIX dinastía, o de incorporar costumbres de la época
ramésida. El rey de Bakhtan estaría aludiendo al antiguo rey de Khatti (Khattuchili,
adversario de Ramsés II), y la princesa mayor de Bakhtan a la reina
Matneferure (con la que se casó Ramsés II).
Respecto al mago
egipcio trasladado a Bakhtan, el viaje ordinario desde Egipto a dicha región
(la Bactria persa) requería 17 meses de travesía ininterrumpida, y en
ningún caso tuvo dicha región relación con Egipto, a pesar de lo que
dijesen Tácito[23]
o Diodoro[24]. El autor dice que estos hechos tuvieron lugar
entre el 2º mes del verano del año 23 y el 2º mes del invierno del año 33
del reinado de Ramsés II, prolongándose durante un período de 9 años y 8 meses.
Respecto a la
divinidad egipcia trasladada a Bakhtan, sí que es cierto que
el clero tebano conservaba las crónicas del viaje
hecho por la diosa de Nínive (Ishtar) a
Egipto, enviada por Tushratta (rey de Mitanni) para ofrecer sus cuidados a un
Amenofis III envejecido, durante la XVIII dinastía. También los dioses egipcios viajaban ocasionalmente,
como hizo en su caso Amón a Biblos.
b.9)
Cuento de la Verdad y la Mentira
El Cuento de la
Verdad y la Mentira
( ),
de la XIX dinastía, ha venido a enriquecer recientemente nuestra colección de
cuentos egipcios. Consiste en un relato de extrema simplicidad del relato, en
que sus dos personajes (dos hermanos, Verdad y Mentira) aluden en cierta
medida a las figuras prototípicas de
Osiris y de Set (de hecho, el hijo de Verdad tiene un hijo con papel análogo al de
Horus, salvador de su padre). Dicho esto, el cuento es un drama
puramente moral, donde se enfrentan los eternos
principios del bien y del mal.
En cuanto al argumento,
el
punto de partida es una disputa que enfrenta a Verdad y Mentira a propósito de
un cuchillo que Mentira había prestado a Verdad, y que éste, por lo que
parece, ha dañado o perdido. Este cuchillo poseía, según decía Mentira,
cualidades prodigiosas, y a través de él consigue obtener que los dioses de la Enéada (injustos o
despreocupados) catiguen a Verdad por su negligencia, con la ceguera (sacándole los ojos)
y reduciéndolo a la condición de portero de su casa.
Más
tarde, y no pudiendo soportar la presencia de su víctima, Mentira ordena que lleven al
desgraciado Verdad al desierto, para entregarlo a los leones. Gracias a la complicidad
de quienes le acompañan, Verdad escapa a este suplicio. Una dama, cuyo nombre
no nos ha llegado, lo recoge y, “viendo que era hermoso en todo su
cuerpo”,
queda prendada súbitamente de él. De sus rápidos amores nace un niño, que
más tarde vengará a su padre. Pero no lo hará a través de la fuerza, para no
motivar un altercado entre Verdad y Mentira, sino a través de una obra maestra de
malicia.
En
concreto, a la acusación sostenida por Mentira
(a propósito del cuchillo, que
dice le ha sido robado), el hijo de Verdad replica al tribunal que Mentira se ha llevado de
su rebaño un buey de talla extraordinaria. “Es imposible
que exista un buey semejante”,
responde el tribunal, a lo que el joven contesta: “Sea
así, pero si mi buey no
existe, el cuchillo tampoco pudo haber existido jamás”. Mentira es castigado, y la equidad termina por vencer a la iniquidad.
En cuanto al análisis
filológico, los
actores principales no son seres concretos, sino conceptos abstractos
personificados:
Mentira (grg) y Verdad (mict). Lo cual no es algo nuevo en Egipto,
donde constantemente se apelaba a la también personificada figura de la Maat (Micf),
deidad egipcia de la equidad.
Ante la ausencia de acontecimientos concretos o maravillosos, la
lección que trata de extraerse es la propia de la narrativa, a la que se dota
de ironía e ingenio, frescura y sinceridad, para hacerse más de notar, desde
la libertad que mueve a sus personajes.
b.10)
Cuento de Neferkare y Sasenet
El Cuento de
Neferkare y Sasenet
( ),
de la VI dinastía y también conocido como Papiro Chassinat I[25], es un
curioso texto que gozó de popularidad hasta la XXV dinastía,
teniendo su máximum de réplicas en la XVIII dinastía. Aborda una de las
cuestiones más demandadas en el mundo egipcio (la obtención de la justicia),
así como la más detestable (la obstrucción a la justicia) e incluso
desconcertante (la relación homosexual). Por otra parte, reprueba la ley del
más fuerte (en detrimento del más justo), e impone al faraón una severa
ética de buenas costumbres.
En cuanto al argumento,
se nos dice que durante el reinado de Pepi II vivió un personaje, el
general Sasenet, que significativamente no tiene mujer, y de quien se dice que
mantiene relaciones amorosas con el soberano. Aparece entonces en escena un tal
Tjeti (hijo de Henet), que sorprende y acecha las salidas nocturnas del faraón a casa
del general, confirmando la relación entre ambos. El “suplicante de Menfis”
(Tjeti) trata de presentar una denuncia ante un tribunal, con relación al faire
del general Sasenet, pero su intento fracasa por el alboroto y ruidos que la
gente del entorno cortesano orquesta para impedirlo, y hacer que su reclamación
prospere.
En cuanto al
análisis
filológico, el
fragmento final es de un colorido notable, a pesar de carecer de final
(posiblemente, de reprobación y ocultamiento de la conducta del faraón, para que éste retomara su vida ejemplar de buenas costumbres).
Respecto a la finalidad del cuento, ésta bien pudo haber sido una crítica a la situación histórica de fondo, en que Egipto
cayó en el I Período Intermedio por la relajación moral de la monarquía o por la
quiebra de la armonía universal (Maat), de la que el faraón se suponía
que debía su garante (y no su usurpador).
b.11)
Cuentos del Papiro Westcar
Los Cuentos de
Westcar
( ),
de la XI dinastía y también conocidos como
Papiro Westcar[26],
son una
recopilación de cuentos ligados artificialmente (los unos a los otros) a
forma de cajón de sastre, que un sabio sacerdote (Neferrohu, o Neferti) va
narrando al faraón en referencia a los faraones del pasado. Se trata de cuentos fabulosos, llenos de
proezas, de magos y hechiceros, ajustados para encantar a un
auditorio que reclamaba ser transportado a un mundo antiguo y fabuloso, en el
que la magia tuviera toda su fuerza.
En cuanto al
argumento,
el relato nos dice que el aburrido rey Keops, 2º soberano de la IV dinastía,
hace venir a cada uno de sus 9 hijos para que cada uno le cuente un cuento. Tres
de los hijos (los 3 cuentos conservados, aunque se supone que fueron 9 en total)
cuentan a su padre historias maravillosas y prodigios sucedidos en
tiempos antiguos, bajo los reyes Zoser y Nebka (de la III dinastía) y
bajo Snofru (fundador de la IV dinastía, y padre de Keops).
El 1º
cuento nos ha llegado casi inteligible. El 2º
cuento, dictado por el príncipe (y futuro
rey) Kefrén, nos habla fabulistamente sobre el marido engañado, que en vez de convertirse en objeto de
burla se venga,
gracias a la intervención de un mago, y consigue que los culpables sean cruelmente castigados y
su moral satisfecha. El 3º cuento, debido al príncipe Baufre, relata la aventura de
20 hermosas remeras que
pasean al rey sobre las aguas de un lago de hermosas riberas. La capitana de uno de los dos grupos, habiendo dejado caer al agua
una joya en forma de pez que adornaba su cabellera, deja de remar, y con ella
todo su equipo. Tras la petición del rey, un mago separa las aguas,
encuentra la joya y la devuelve a su propietaria.
Cuando
es el turno de que se levante y tome la palabra el hijo real Dedefhor, el joven
príncipe, en lugar de inventar un cuento, va a buscar a un
tal Djedi, prestidigitador hábil y por añadidura profeta. Después de haber
realizado algunos números divertidos, Djedi anuncia a Keops la llegada, en un
futuro todavía lejano, de los 3 primeros reyes de la V dinastía.
Un capítulo
suplementario, a forma de relato anónimo, ofrece el cumplimiento de la
profecía de Djedi, y nos permite asistir al nacimiento de los 3 futuros reyes. Apenas terminado este relato, el manuscrito se corta bruscamente.
En cuanto al análisis
filológico, abundan
los tópicos, y los mismos giros y expresiones se repiten hasta la saciedad. El
vocabulario es poco variado, pero afortunadamente contiene un gran número de palabras desconocidas en
el resto de textos egipcios, y fuera del alcance del lenguaje empleado por
el pueblo. Por otra parte, se aporta una serie de noticias curiosas y
legendarias sobre el pasado remoto de Egipto, así como datos cronológicos
concretos sobre el origen de la V dinastía.
b.12)
Desventuras de Unamón
Las Desventuras de Unamón
( ),
de la XXII dinastía y también conocidas como Papiro Golenischev[2 7],
hacen alusión a acontecimientos que se habrían desarrollado
140 años
antes, bajo Ramsés XI (el último de los ramésidas), así como a la nueva era
iniciada por el sumo sacerdote Herihor, que habría sustituido prácticamente al soberano en el
gobierno (al menos en el Alto Egipto). Se
trata de un
relato grato de leer, que en su lenguaje se aproxima al habla corriente y que se
desprende de los habituales clichés de la escritura egipcia. No obstante,
ofrece:
-un
alto ideal nacional, pues “es de
Egipto de donde surgió la perfección, y de Egipto de donde surgió la
sabiduría”,
-con toda la energía necesaria, pues “cuando hablo con fuerte
voz al Líbano, el cielo se abre y los árboles se
inclinan, desde aquí hasta el borde del mar”,
-y cierto acento melancólico, pues
“¿acaso no ves las aves migratorias,
que por 2ª vez bajan a Egipto? Mientras que yo aquí permanezco abandonado”.
En cuanto al
argumento,
el relato alude al informe oficial que Unamón redactó al regreso de su
viaje a Fenicia. Unamón,
que lleva cartas de Herihor para los regentes de Tanis, desciende al Bajo
Egipto, se embarca y se hace a la mar hacia las costas de Fenicia. En
el 1º puerto que toca le roban todo su dinero, y comienzan sus desventuras.
Similares aventuras y desventuras seguirán sucediéndose en Tiro, en Biblos y en
Chipre.
Cuando
Unamón ve necesario renovar su barca (la “barca
sagrada de Amón”),
con
mucho esfuerzo consigue reunir el dinero necesario para comprar la madera,
pero como se temía que una embajada oficial sería recibida con aprensión por
parte de los príncipes fenicios, se decide enviar a Biblos una estatua de Amón,
llamada “Amón del
Camino”.
Y así repara su barca, hasta que vuelve a Egipto.
En cuanto al análisis
filológico, que Unamón acompañase a la estatua de Amón alude a su calidad
de alto funcionario, al igual que sucedía con el sacerdote Neferhotep
respecto a la estatua de Khonsu. Es decir, alude a una delegación
plenipotenciaria, o líder de una embajada nacional.
Que la
célebre barca de Amón (la Usir-hat-Amón) tuviese que ser reparada o
reemplazada era en principio algo fácil de hacer, pero no en Fenicia. Y no
porque allí no hubiese madera (pues estaba llena de bosques de cedro), sino
porque el poderío de Egipto no era ya el de antaño, y en estas fechas no era
soberano de nadie sino casi al revés (pues sus antiguos vasallos le solían
plantar cara).
A través de las
noticias aportadas sobre la navegación, nos encontramos con datos de innegable
valor historiográfico, como que aquel Egipto arruinado
supo mantener sus ciudades del Delta como ciudades comerciales,
industriales y ricas, exportando a Tiro, a Sidón, a Biblos y a Chipre el grano
del norte y del Fayum, así como numerosos productos manufacturados (vasijas de oro y
plata, piezas de tejido de lino real, rollos de buen papiro, pieles curtidas,
cordones...), que Unamón envió a buscar a Tanis y que entregó al príncipe de
Biblos, a cambio de los cedros del Líbano.
b.13)
Historia de Sinuhé
La
Historia de Sinuhé
( ),
de la XII dinastía, fue la obra más popular de la literatura egipcia, gozó de
la máxima popularidad hasta la XX dinastía y llevó a su cumbre el clasicismo
estilístico y compositivo egipcio. Su personaje principal, Sinuhé,
no fue para nada un ser imaginario, sino contemporáneo
de Amenemhat I (ca. 2.000 a.C) y Sesostris I (ca. 1.970 a.C), y principal autor
de sus propias crónicas (las cuales serían retocadas a su muerte, para gustar
más al público).
En cuanto al
argumento,
el punto de partida fue la autobiografía que Sinuhé había
hecho grabar sobre una pared de su tumba, narrando en ella los grandes
acontecimientos de su trayectoria (de los que el más notable, y extraordinario,
fue el su estancia en Asia, en el país llamado Retenu). La
razón de su exilio es descrita en las primeras líneas del relato: cuando muere Amenemhat I, el príncipe
heredero Sesostris (ya co-regente) se encuentra luchando en Libia, sus amigos le informan de la muerte del rey,
y lo más rápido que puede (casi a escondidas), “vuela
con su séquito hacia la capital”,
dejando a la tropa a la intemperie.
Sinuhé
escucha involuntariamente los informes dados a Sesostris, y atemorizado cuando
ve a éste partir a toda prisa hacia Ittaui (la residencia real), ante las perspectivas de
“lo que podía
suceder”
pierde la
cabeza, y emprende la fuga a la aventura. Va vagando entonces Sinuhé de un lugar
en otro, hasta que decide establecerse en una tribu de
beduinos que le acogen generosamente, y de los cuales más tarde se
convierte en jefe. Hacia el final de su vida, cuando Sinuhé vuelve a Egipto, es
llamado por el
rey y la familia real, que no le han olvidado y que le permiten realizar el
deseo supremo de su vida: morir en su patria.
En cuanto al
análisis
filológico, el relato muestra ritmo sencillo y apariencia cuidada, obra de un
auténtico sabio y escritor dotado, extremadamente hábil y excelente conocedor
del mundo egipcio. Las descripciones
están llenas de vida, y cada una de sus escenas está llena de un nuevo encanto
capaz de mantener a los lectores en sus asientos. El duelo del palacio a la muerte de Amenemhat I, la fuga
de Sinuhé, el combate con el campeón
de Retenu, su estancia con los beduinos, el retorno a Egipto, la visión
anticipada de sus fastuosos funerales... En definitiva ¡tantas escenas para
cualquier lector
moderno!
b.14)
Querella de Apopi
La
Querella de Apopi
( ),
de la XIX dinastía y también conocida como Papiro Sallier I[28],
relata el inico de hostilidades entre el rey hicso Apopi y el rey egipcio
Sekenenre, cuyos acontecimientos afectaron a la historia de Egipto durante el
II Periodo Intermedio y su XVII dinastía[29].
Por otra parte, el legendario cuento participa de uno de los tópicos más
gustados por la literatura:
la disputa entre reyes, que se proponen cuestiones y acertijos rocambolescos para afirmar la preeminencia de
uno sobre otro[30].
En este caso, la disputa entre el rey hicso de Avaris y el rey egipcio de
Tebas.
En cuanto al argumento,
la
acción se sitúa en un Egipto asediado por los asiáticos hicsos, cuyo soberano Apopi parece querer poner en aprietos
(buscar las cosquillas) al rey egipcio Sekenenre (a quien denomina “príncipe de
la ciudad del sur”)
por medio de un requerimiento que en principio
parece absurdo. En efecto, Apopi se queja ante Sekenenre de que “los
hipopótamos que se solazan en los alrededores de Tebas no me dejan dormir”
en Avaris, su capital, ¡en el noreste del Delta!
La reclamación
es en apariencia burlesca, pero en realidad oculta una reivindicación más
seria. Por eso Sekenenre trata de eludir el verdadero tema del litigio, y de
entrada responde con buenas palabras y una actitud conciliadora, para más
adelante reunir a los altos funcionarios y saber qué importante decisión tomar
en el futuro.
El cuento
se corta bruscamente, y no sabemos qué es lo que finalmente resolvió el
monarca egipcio. Puede ser que la guerra, puesto que Sekenenre resultó muerto
en un combate contra Apopi. También es posible que el narrador, adentrándose
en lo legendario, imaginase a Sekenenre ofreciendo a Apopi una
respuesta astuta y sutil, en el mismo tono que había hecho Apopi. Y también
puede que Sekenenre optase por una salida religiosa, acudiendo
suplicantemente a Amón-Ra-Soter.
En cuanto al
análisis
filológico, el trasfondo religioso es importante, pues se resalta desde
un principio la impiedad de Apopi, que no sólo ha despreciado a los dioses
egipcios sino que ha optado por Set (el espíritu del mal, a forma de Baal
oriental), e incluso ha llegado a usurpar el ritual heliopolitano del dios Ra. Frente
a ello, Sekenenre aparece como el protegido por Amón de Tebas, con lo que la disputa
adquiere un fuerte componente religioso, patrocinador de la expulsión de los
hicsos.
Por lo
demás, el texto contiene numerosas omisiones e incorrecciones, debidas a la
inexperiencia del joven escriba que lo escribió, cuya mayor falta fue no
haber proseguido hasta el final su copia, sobre esta curiosa leyenda.
b.15)
Disputa de Horus y Set
La Disputa de Horus y Set ( ),
de la XI dinastía[ 31]
y con adaptaciones en la XX dinastía[32],
pertenece al género mitológico, alejándose por ello de la religiosidad
oficial. De hecho, en su momento fue conocida bajo el nombre de
Aventuras de Horus y Set, para nada se alude a la invocación de dichas
deidades, y en ningún momento se pide a los egipcios seguir sus ejemplos. Eso
sí, deja claro que por encima del hombre, y por debajo de Dios (del gran Ra),
se encuentran toda esta serie de seres mitológicos, a veces mediocres e
incluso irreverentes.
En cuanto al argumento,
la rivalidad entre Horus (hijo de Osiris) y Set (hermano de Osiris) les lleva
a disputarse la función real que Osiris, antes de ser el dios de los muertos,
había ejercido sobre la tierra, en calidad de primer soberano de Egipto. Este
proceso por suceder a Osiris es llevado a la Enéada de deidades intermedias,
las cuales discuten entre ellas y hasta se enfrentan torticeramente.
Finalmente, interviene el gran Ra (el Señor Universal), y otorga los derechos
de sucesión de Osiris a Horus.
Yendo personaje por
personaje, nos encontraríamos con los personajes principales de:
-Horus,
que es presentado como un niño de constitución y carácter débiles, pero
ingenioso y heredero de la bondad de su padre Osiris,
-Set, que o es presentado como un ser fuerte, brutal y de maneras
groseras, pero un patán fácil de burlar.
Alrededor
de ellos, se agrupan los personajes de:
-el
Señor Universal, que a la vez es Ra, o Ra-Horajty, o Atum de Heliópolis,
señor orgulloso e irritable que dirige los debates con parcialidad, desde sus
temores hacia Set;
-Isis, la madre tierna y vigilante, que sostiene enérgicamente la
lucha contra el enemigo de su hijo;
-Neit, quien, desde el fondo de su retiro, envía su testimonio a favor
de Horus;
-Osiris, que amenaza con sus demonios a las deidades culpables de malas
acciones;
-Chu, enemigo de pleitos, quien propone atribuir, sin tantas
controversias, la corona a Horus;
-Banebdedet, prudente y circunspecto, quien se abriga tras su
ignorancia de los hechos, para no tener que decidirse entre los dos rivales;
-Tot, el escriba, tan hábil como sabio, al servicio de las deidades
más ignorantes;
-la Enéada, que constituye el tribunal de los dioses, asamblea
impresionable y vacilante, siempre de la opinión del último orador y
dispuesta a proclamar, tras cada discurso: es justo, o Fulano tiene razón.
En cuanto
al análisis
filológico, no parece que el autor del cuento fuese un ingenuo respecto a lo
que estaba contando, pues una y otra vez vuelve a repetir sarcásticamente las
debilidades y defectos de las deidades mitológicas. Luego si no fue un
ingenuo, lo que estaba buscando es poner el dedo en la herida, para mostrar,
desde la religiosidad oficial hacia Ra, el gran escepticismo que debía reinar
sobre toda esta clase de mitologías secundarias, a lo mucho útiles para
entretener al público (por otra parte, ajeno a la Enéada filo-helénica).
Interesante es, no obstante, la lucha incesante entre el bien (Horus) y el mal
(Set), hasta que interviene el verdadero Dios (el gran Ra) y otorga, en
justicia, la victoria al bien.
Estas
cuestiones pueden plantearse, pero sobre todo podemos preguntarnos qué tipo
de estima tendrían los egipcios hacia todo este tipo de bagatelas baratas, o
vulgarización de algo tan sagrado para ellos como era la religión. De hecho,
para ellos resultaría totalmente ajeno los asuntos de:
-la
historieta de Hathor, haciendo un gesto impúdico ante su padre Ra, a
quien quiere alegrar,
-la decapitación de Isis, colacionada igualmente por el Papiro
Sallier V,
-las relaciones contranatura entre Horus y Set, ya conocidas por un
texto de la XII dinastía,
-los intercambios epistolares entre la Enéada y otros dioses que
habitaban lejos.
Es más, lo único
que debió realmente gustar a los egipcios fue:
-las
historias de magia, al menos en dos ocasiones,
-el episodio de la Isla del Centro, el más divertido y espiritual,
donde se ve a Isis, ayudada por el barquero Anti, manejar torpemente al estúpido
Set.
b.16)
Sátira de los Oficios
La Sátira de los Oficios
( ),
de la XII dinastía, fue copiada y corrompida en numerosas ocasiones a lo largo
de los siglos, y sus distorsiones satíricas dificultan una correcta
presentación de la obra original. Con todo, representa uno de los textos más
populares de la literatura egipcia, procedente de la élite escribal.
En cuanto al
argumento,
se nos dice que, mientras un padre lleva a su hijo para ser educado en
la escuela de la administración real, trata de hacerle ver las ventajas de la
profesión de escriba. Para ello, se dedica a presentarle una serie de oficios o
trabajos, todos negativamente, con una exageración y un tono satírico que no
están exentos de humor. En la 2ª parte de la obra, el padre se dedica a dar
consejos sobre cómo ha de actuar el buen escriba y funcionario, en un estilo
que recuerda a la literatura sapiencial.
En cuanto al análisis
filológico,
el mayor interés de la obra está en el amplio panorama de las diversas actividades artesanales o manuales (el campesino, el
herrero, el albañil, el alfarero...) del mundo egipcio, y en la importante
función que éstas tenían en la economía egipcia. También es importante la
exaltación que hace del
oficio de escriba, como ejercicio didáctico dirigido a la mentalización escolar, y
la descripción que hace del papel social de los escribas, como soporte de la gestión
cultural y articuladores de la centralización estatal.
b.17)
Estampas de Vida Cotidiana
En las Estampas de
la Vida Cotidiana
( ),
de la XVIII a la XX dinastía, nos encontramos con la
formación en que eran ejercitados los jóvenes escribas, a la hora de
planificar un trabajo que sin duda se multiplicaba. En este caso, los escribas
atienden las demandas de un cortesano y dos militares, que reclaman sus
servicios para comunicarse por escrito con sus interesados.
En cuanto al argumento,
la
1ª estampa es un rutinario informe de un escriba a su señor, que menciona a los
faraones Ramsés II y Merneptah (su sucesor) y que se centra en el cuidado de caballos y los problemas causados por la huida de tres
campesinos dependientes.
La
2ª estampa es el retrato que un oficial hace de un destino alejado y carente de
alicientes, que se asemeja a un destierro por las incomodidades del lugar y las curiosas
compañías (animales y humanas) con las que se encuentra. Añora una
actividad más estimulante (quizás en Israel), y pinta con viveza el escenario de las grandes
conquistas egipcias de Egipto Nuevo.
La
3ª estampa es una carta de felicitación de un oficial a otro por un ascenso, datada en
el reinado de Seti II. Destaca por la importancia que otorga a seguir
los pasos del padre y a continuar su profesión (en este caso, la militar), como
algo de suma importancia para el mantenimiento de Egipto.
En cuanto al análisis
filológico, en
esta obra es apreciable en profundidad el auténtico trabajo de los escribas,
que no era tan sólo copiar los grandes textos clásicos de la literatura,
sino también escribir documentos oficiales, elaborar registros, notificar
mensajes y elaborar cartas, como grueso de su trabajo cotidiano.
b.18)
Diálogo del Desesperado
El
Diálogo del Desesperado
( ),
de la XII dinastía y vuelto a copiar bajo Amenemhat III (ca. 1.860 a.C), es
un alegato a la fuerza espiritual (ba) de los egipcios[3 3],
cuyo único garante debía ser, de forma incesante, el faraón, sobre todo
cuando éste hubiese muerto y con ello pudiese velar desde el más allá[34].
En
cuanto al argumento,
se nos dice que un hombre anónimo, cansado ante las durezas e injusticias
que tiene que sufrir, debate con su alma (ba) acerca de las miserias de la
vida y las ventajas de la muerte (o de la vida más allá de la muerte). Se
genera entonces una tensión, en que ese alma (ba) se muestra tendente a
abandonar al hombre, y el hombre rechaza apasionadamente esta posibilidad.
El alma (ba)
ofrece entonces su posición: la
muerte es un mal asunto, y hay que aprovechar la existencia. E ilustra su consejo
con auténticas parábolas. El hombre responde entonando una serie de cantos[3 5], y en ellos va apareciendo el sentimiento trágico de la existencia, el pesimismo vital
y un elevado deseo de pasar ya la barrera de la muerte (sin que la idea del suicidio quede
expresamente mostrada).
Finalmente, el
alma (ba) toma la palabra, declara su disposición a acompañar al hombre en su destino
eterno, y ofrece su conclusión: lo mejor es actuar con provecho mientras dure la
vida, y esperar en paz la deseada muerte.
En cuanto al análisis
filológico, el grado
de abstracción logrado en esta obra es algo inédito en la literatura egipcia,
así como también lo es que el personaje desedesperado (o sapiencial) sea
anónimo, pues en otros casos sapienciales sí que se identifica al supuesto
personaje[3 6]
como garante de la verdad o justicia que se propone.
Historiográficamente,
la convulsión del I Período Intermedio
bien pudo tener este tipo de reacciones histriónicas, en su versión de
pesimismo[3 7] (como se ve
aquí) o hedonismo[38]. Además, dicho periodo debió
producir también un vuelco en el tratamiento de las creencias y prácticas funerarias,
pues no se menciona ya para nada a Osiris (mitológico), sino a Ra (religioso) y
Tot (figura del más allá), a la hora de volver a lo esencial e importante.
b.19)
Poema de los Amantes
El Poema de los
Amantes
( ),
de la XIX dinastía y también conocido como Papiro Harris 500[3 9],
contiene una serie de expresiones poéticas destinadas a distraer el
transcurso de los banquetes y fiestas de Ramsés III, con la vista puesta en
unas altas capas sociales a las que se quería ofrecer una recreación lírica
intimista que permitiera cantar (con arpas o flautas) los prodigios y desventuras
del amor.
En cuanto al argumento,
se nos aportan aquí
unas pequeñas composiciones poéticas que, en forma de monólogo, van recreando
los temas
eternos del género: la enfermedad del amor, el encuentro de los amantes, la
indiferencia de la bienamada... y todo acompañado por una intensa sensibilidad
hacia elementos de la naturaleza (como el río, el jardín florido, el viento
bienhechor) y la personalidad propia del mundo ideal de
relaciones, entre un amante y su amada.
En cuanto al análisis
filológico,
el escaso conocimiento que tenemos sobre la fonética egipcia nos impide
apreciar cuestiones como la métrica, la melodía o la rima. No obstante, sí
que es posible percibir una preocupación por el ritmo y la armonía (pues cada verso está separado por un
punto rojo), así como apreciar que la amada era designada con la palabra hermana
(sin que ello
conllevara connotaciones de consanguinidad). En cuanto a sus compositores, los
escribas pudieron recibir la transmisión oral de dicho poema, y otros
similares, de las altas capas sociales a los que iban destinados.
b.20)
Introducción a la Lealtad
La Introducción
a la Lealtad
( ),
de la XII dinastía y también conocida como Estela de Sehetepibre[40],
trata de adoptar el aspecto de la literatura o enseñanza sapiencial, por
parte de un autor[41]
que trata de ofrecer la imagen de un faraón poderoso y divino, señor de la
justicia (que recompensa y castiga),
próximo a sus súbditos y dentro de la nueva concepción paternal del “buen
pastor”.
En cuanto al
argumento,
el texto parece dividido en dos partes. En la 1ª parte se hace una
vibrante y poética exaltación del soberano, de su poder, bondad y sabiduría,
con la explícita recomendación de serle fiel y venerarlo para asegurar el
bienestar social y la felicidad individual. El monarca es comparado con toda una
serie de dioses (Ra, Atum, Sekhmet...), para reafirmar la naturaleza superior de
su autoridad.
La 2ª parte del texto se
dedica a las relaciones
entre el señor y sus siervos (o dependientes), preconizando la equidad, la
benevolencia y la rectitud en el trato. Los nobles dependen para su existencia
del trabajo de los humildes, y por eso la armonía debe presidir las relaciones entre
ambos sectores sociales, por el bien de todos y del país, y porque
por encima de todos se yergue la figura y autoridad del soberano, como
encarnación y valedor de la justicia.
En cuanto al análisis
filológico, nos encontramos con
un espléndido documento para el estudio de la consolidación del Egipto
Medio, y para ver cómo la revalorización de la figura del monarca empezó a borrar la
imagen de debilidad y desprestigio que el I Período Intermedio había dejado.
De ahí que la realeza aparecezca ante el país con todos sus atributos tradicionales, pero también apoyada en una nueva
ideología.
b.21)
Instrucción de Amenemhat
El
texto de la Instrucción de Amenemhat
( ),
de la XII dinastía y conservado en copias en papiro y
ostraca por el Egipto Nuevo, se encuadra en el más puro género sapiencial, con un notable aspecto autobiográfico que incluye datos históricos
de la época y elogios ideológicos hacia la figura del soberano. El documento
alude a un hecho de la máxima gravedad: el asesinato del faraón, con una
recreación de los hechos y una denigración pública de los asesinos[4 2],
insistiendo en la legitimidad de la via sucesoria familiar[43].
En
cuanto al argumento,
la obra consta de tres
partes fundamentales. En la 1ª Amenemhat I se lamenta de la confianza que
permite la traición, y relata el atentado del que ha sido objeto. En la 2ª se
describen las hazañas y logros de su reinado, y en la 3ª Amenemhat I da consejos
a su hijo heredero (Sesostris I) para el buen gobierno del país.
En cuanto al análisis
filológico, es interesante detenerse a observar la
política de reconstrucción nacional, y de estabilización estatal, que
llevó a cabo el fundador de la XII dinastía, tras los revueltos tiempos del
I Periodo Intermedio. Y no sólo por lo que suponía de levantar la estructura socioeconómica
e instituciones administrativas del país, sino sobre todo por el viejo y
nuevo soporte ideológico que hubo de estar siempre detrás. Así, por
ejemplo, Amenemhat I no deja de aludir al incremento de los alimentos (merced a Nepri, dios del cereal) y a la sucesión de
las buenas crecidas (merced a Hapy, dios del Nilo), como hechos logrados por su reinado.
También es
importante atender a la información que la Instrucción nos ofrece, a la
hora de:
-describir
la nueva capital (Ichy-Tauy), lejos de Tebas (donde tenía oposición) y hacia el
Fayum,
-conseguir el apoyo de la nobleza provincial,
-consolidar la corona faraónica herediticia, durante los 10 últimos
años de su reinado.
No obstante, la
imagen tan humana que se ofrece del soberano (desamparado ante el asalto) va
acompañada de tintes ciertamente escépticos y pesimistas (propugnando la desconfianza, como
norma), señal de que las convulsiones del I Período
Intermedio todavía no estaban superadas. Por último, que un faraón mencione a
su hijo su propio asesinato (brevemente, pero con claridad) es un caso único en
la historia de la literatura, pero es bastante entendible desde la lógica
egipcia del más allá, en la que el faraón pervive y puede encarnarse en el
alma de sus sucesores.
b.22)
Instrucción a Rekhmire
La Instrucción
a Rekhmire
( ),
de la XVIII dinastía y encontrada en la
tumba del visir Rekhmire con toda una serie de pinturas ilustrativas, describe
el alto nivel al que había llegado la vida cortesana, así como las
relaciones exteriores del Egipto Nuevo. Por otra parte, muestra la forma egipcia
de afrontar la muerte, con toda una serie de rituales funerarios.
En cuanto al
argumento,
en el texto encontramos la preceptiva biografía funeraria (la genealogía de
Rekhmire), así como amplias secciones que detallan las obligaciones y la
actividad del visir, el puesto principal que desempeñó y el discurso que se pone en boca
del rey (Tutmosis III) en el momento de su nombramiento.
En
la solemnidad de dicho nombramiento, el faraón alecciona al nuevo visir sobre
la forma de administrar la justicia: a través del respeto a la Maat, para
conseguir así la armonía cósmica y religiosa necesaria para el devenir y
convivencia entre los egipcios. Se exhorta también a la imparcialidad, la rectitud, la incorruptibilidad,
el espíritu de servicio, el desinterés y la
humanidad, en términos elevados.
En cuanto al
análisis
filológico, el texto ofrece un auténtico manual de la buena administración,
enriqueciendo considerablemente lo que conocemos acerca del gobierno y gestión
de los recursos del estado egipcio. Respecto al cargo de visir, existente desde el Egipto
Antiguo y eje del gobierno faraónico, en el texto vemos cómo va
evolucionando al mismo tiempo que lo hace la demografía interna y los
dominios exteriores del país, duplicando su carga y teniendo por ello que
desdoblar[44]
sus tareas administrativas.
b.23)
Instrucción a Merikara
La
Instrucción a Merikara
( ),
de la X dinastía y conservada en tres papiros nuevos y un
ostracon ramésida de Deir el Medina[4 5],
pertenece al género político y aporta el intento de Hety VII (ca. 2.020 a.C)
de formar una nueva
concepción sobre la monarquía egipcia, tratando de hacer a su hijo[46]
más humano y más sujeto a los ideales de la justicia social, el paternalismo y
la piedad
religiosa.
En
cuanto al argumento,
el monarca difunto Hety VII instruye a su hijo Merikara sobre sus funciones
como faraón, centrando sus esfuerzos en la revalorización de la realeza
egipcia y las tendencias políticas
de su reinado.
En cuanto al análisis
filológico, el lenguaje
diferente empleado (el tono ético, la altura
moral, el humanismo...) refleja un sincero deseo de renovación ideológica
faraónica, en medio de los desastres del I Período Intermedio. Además,
la Instrucción es un documento importante para conocer la
evolución histórica del I Período Intermedio.
En
el momento en que se sitúa el texto, ya se han desencadenado las hostilidades entre
la X dinastía de Heracleópolis (la de Hety VII y Merikara) y la futura XI dinastía de
Tebas (la que pondrá fin al I Periodo Intermedio), en torno a la disputa por el nomo
Tinita y la delimitación de ambas zonas de influencia. En cualquier caso, el texto propone una actitud pacífica
hacia el sur, la aceptación de la situación, el reconocimiento y el respeto
mutuo.
Diferente
es la política sugerida por Hety VII para el Delta y las zonas fronterizas
septentrionales, pues aquí se fraguaron quizás las grandes obras de las dinastías
heracleopolitanas. En este sentido, se pide a Merikara el restablecimiento de la seguridad frente a los asiáticos y
las poblaciones de los desiertos, que se habían infiltrado en esa zona aprovechando el colapso
del Egipto Antiguo (o I Periodo Intermedio).
En la reorganización del territorio,
Hety VII no escatima en medios para su hijo, y le pide la repoblación, la fundación de ciudades,
el establecimiento de fortalezas fronterizas, el desarrollo de la irrigación... Pese a la energía demostrada por la X dinastía,
su final estaba próximo, aunque no así su legado, como se ve en este extraordinario
documento.
b.24)
Instrucción a Kagemni
La
Instrucción a Kagemni
( ),
de la IV dinastía y con una versión apócrifa de la XII dinastía, constituye un típico exponente de lo que ha dado
en llamarse literatura didáctica cortesana[4 7],
recreadora del lenguaje y situaciones de los altos funcionarios estatales, y
precedente de la literatura moralista popular[48].
En cuanto al
argumento,
el texto ofrece las máximas y consejos prácticos de un padre a su hijo y
visir Kagemni, insistiendo mucho en los
comportamientos de la vida cotidiana, la prudencia en el uso de la palabra,
la forma de conducirse en la mesa, la
actitud ante la comida y la bebida, la manera de relacionarse con los superiores
e inferiores y las normas básicas de la cortesía cortesana.
En cuanto al análisis
filológico, el texto no busca todavía
la altura filosófica o moral (que vendrá en el Egipto Medio), pero sí que
es útil para
conocer los valores y comportamientos del Egipto Antiguo, así como el día a día de los despachos, las oficinas de la administración
y las salas de justicia.
b.25)
Profecía de Neferti
La
Profecía de Neferti
( ),
de la IV dinastía y reescrita en la XII dinastía, según el Manuscrito
116-B de San Petersburgo[4 9],
nos retrotrae al Egipto Antiguo, en un panegírico propagandístico que
buscaba legitimar a un nuevo rey
(Amenemhat I)[50],
cuyo poder y autoridad no dejaban de ser
cuestionados por la élite y parte de la población[51].
¿Y cómo lo
intenta?
Ofreciendo un texto antiguo[52]
que ya profetizó el final del Egipto Antiguo, causado por una indisciplina
hacia el rey que desembocó en una época atormentada, la invasión extranjera,
las graves turbulencias y una auténtica desestructuración social (I Periodo
Intermedio)[53].
En cuanto al
argumento,
el faraón Snofru (ca. 2.615 a.C), para distraer su ocio, llama a sus ministros y cortesanos y les
solicita que busquen a alguien sabio que pueda distraerle con bellas palabras y
entretenidas historias. Aquí entra en escena Neferti, un sacerdote de Heliópolis
(la ciudad-santuario sagrada de Ra) que, a instancias del rey, predice el futuro,
en una larga digresión presimista sobre la situación de
calamidad que va a acontecer en Egipto.
Tras entrar en
trance, Neferti divisa un
caos natural, con una naturaleza hostil, desde el sol y los meteoros hasta el río
Nilo (que deja de crecer adecuadamente). Y profetiza una crisis social, con la
subversión del orden jerárquico, con el rico empobrecido, el pobre
enriquecido, los sirvientes servidos y los señores abocados a trabajos humildes,
lo cual favorece la inestabilidad, la rebelión y el crimen organizado.
Por si fuera poco,
los extranjeros habrán invadido Egipto, y los asiáticos, beduinos y libios
camparán a sus anchas por el valle del Nilo. Los
rebaños de los nómadas vendrán descaradamente a abrevar en los ríos de
Egipto, y los nativos serán despojados de sus bienes en beneficio de los
extranjeros. Los notables se hundirán, los ricos serán reducidos a la indigencia,
y los pobres disfrutarán de sus riquezas.
En
este tiempo de miseria, todas las cosas
estarán patas arriba, la alegría habrá desaparecido y reinará la enemistad entre hermanos,
no dudando el hijo en matar a su padre. Habrá lucha entre los ciudadanos,
la violencia será usada para todo fin, y el país vivirá en el desorden.
Pero nadie se mostrará sorprendido ni turbado, sino que los egipcios permanecerán insensibles ante
la muerte, pues la reflexión habrá desaparecido de Egipto y nadie vivirá
sino para sí mismo.
El país
quedará arruinado y despojado de sus riquezas, no quedando ni el valor de “lo negro de la uña”[5 4].
Faltarán los objetos manufacturados, el Nilo se habrá secado, el lecho del río se
habrá desplazado, y los barcos no podrán navegar. En el cielo no habrá un único viento,
sino que el viento del sur se enfrentará al viento del norte. En cuanto al sol,
éste se
alejará de los hombres y no será ya un foco de calor y de luz, sino un
astro muerto como la luna.
En
las estancias finales, Neferti anuncia la llegada de un rey salvador (Ameny), cuyo
advenimiento es cantado por el profeta como sinónimo de restablecimiento del orden
y la gloria de Egipto. Sin
embargo, Neferti aconseja al faraón no asumir pasivamente los acontecimientos,
y sí indignarse contra los que se abandonan en la indiferencia
culpable, no llorando las desgracias del país y sí plantando enérgicamente
cara al hostil destino.
En cuanto al análisis
filológico, la recreación literaria
de la XII dinastía, respecto a la profecía de la IV dinastía, tiene clara
intencionalidad política, lo que no obsta para que contenga una riqueza
literaria y unas evocaciones históricas de gran valor. Así, es llamativa la
presentación de Snofru como paradigma del buen faraón. También se ve que el caos y la miseria del I Período
Intermedio no se han olvidado todavía de la memoria egipcia.
En
la profecía de la IV dinastía vemos que, tras entrar en trance, y describir
los acontecimientos futuros, Neferti mezcla
en su
narración el presente y el futuro, como si los diferentes aspectos del
curso del tiempo se confundieran ante sus ojos de visionario. No obstante, la
reelaboración de las desgracias que hace la XII dinastía está elaboraba en forma de
poema, plena de imágenes, metáforas y lirismo.
Hay un acuerdo general en
esta reelaboración de la XII dinastía se debe a Amenemhat I, el fundador de la XII dinastía.
Pero hay que recordar que
este rey era realidad un usurpador, o al menos no era de sangre real, y no
consta que estuviera emparentado con los Mentuhotep de la XI dinastía. De
hecho, su
entronización se produjo tras unos años de confrontación civil.
Respecto al objetivo
de la profecía, que era prevenir a aquellos que tenían en sus manos evitar semejantes
calamidades, extrayéndoles del pasado una enseñanza ejemplar, dicho objetivo
acabó en la nada, pues el Egipto Medio terminó exactamente igual que el Egipto Antiguo,
con un II Período Intermedio similar al que había profetizado Neferti para
el I Periodo Intermedio.
¿Se
produjeron exactamente todas las desgracias descritas? En el II Periodo
Intermedio no, pero sí en “el país donde
empezó a existir”
la profecía. Es decir, en el nomo de Heliópolis, a lo largo del I Periodo
Intermedio, que desarmó y mató definitivamente el corazón emblemático del
Egipto Antiguo. También parece que se cumplió literalmente en Bubastis y el este de Egipto. En definitiva,
en el Delta
Oriental, en cuyas marismas “un
pájaro de origen extranjero”
(fam. el invasor) “había construido su
nido”
(fam. su reino hicso, con capital en Avaris).
¿Y cómo
terminará esta situación? No definitivamente, pues la profecía aboca a
Egipto a su fin. Pero sí temporalmente, a través de un rey salvador (que Neferti
profetiza que nacerá en el extremo sur de Egipto), a través de la expulsión
del extranjero (asiáticos, sobre todo) y a través de la reconstrucción de los
“muros del príncipe”
(poder faraónico local, y no importado).
b.26)
Cántico de Intef
El Cántico
de Intef
( ),
de la X dinastía y en pleno I Periodo Intermedio, pertenece al género de cánticos de
arpistas[55], esculpidos
en las paredes de las tumbas o en las estelas, y copiados también en papiros.
En concreto, este Cántico de Intef apareció en la tumba de
Intef, así como también estuvo presente en las funerarias Estela de Iky y
Estela de Neb-Ankh.
En cuanto al argumento,
se trata de un cántico cuyos versos muestran un
sorprendente:
-escepticismo,
en forma de “una
generación pasa, y otra permanece”, “¿qué ha sido de las palabras de
Imhotep?”, “nadie
ha vuelto para decirnos cómo les va”;
-pesimismo, en forma de “sus
muros se han arruinado, como si no hubieran existido”, “nadie escuchará
sus lamentos”;
-hedonismo, en forma de “acrecienta
tus placeres mientras puedas”, “sigue
a tu corazón en sus placeres”;
-esperanza, en forma de “sé
feliz y no languidezcas en la vida”, “pon mirra en tu cabeza”;
-realismo, en forma de “ocúpate
de tus asuntos sobre la tierra”, “tranquiliza
tu corazón”, “no alejes a tu ka de ti, y él no te abandonará”.
En cuanto al análisis
filológico, el Cántico está constituido por una
composición poética elaborada para ser acompañada por el arpa o el laúd, con ocasión del
banquete funerario celebrado en la necrópolis y tumba de Intef, con la finalidad
de alabar al difunto, su nueva casa de eternidad y su afortunado
destino en el más allá.
La ausencia
de contenido religioso alude a una fiesta meramente humana, tenida lugar en un
momento posterior a los ritos religiosos (de presentación de ofrendas,
incensación...). Su espíritu epicúreo sigue apareciendo en
los modelos de época tardía, como bien describió Herodoto[56]. No cabe duda
que, ante la natural alternancia de tales contrastes, religioso y pagano, para
los egipcios no era nada inoportuna la fiesta y diversión, aún en los
momentos más sagrados.
b.27)
Correspondencia de Hekanakhte
La Correspondencia de Hekanakhte
( ),
de la XI dinastía, es un conjunto de cartas y hojas de
cuenta escritas por el sacerdote funerario
(servidor del ka) del visir Ipi, enterrado en Deir el Bahari junto a sus subordinados, en uno de cuyos sepulcros se realizó este singular
hallazgo, sin duda excepcional.
En cuanto al argumento,
Hekanakhte es un hombre preocupado y
enérgico que, desde alguna de sus posesiones en el norte (en Iutenhab), escribe
a su familia del sur de Tebas (de Nebseyet). Su preocupación principal es la organización de los trabajos
rurales (la siembra y la cosecha) de sus terrenos (en Per-Haa, Sinwi, Djedsut...), así
como la gestión de los productos almacenados que ha dejado a cargo de un tal
Nakht y sus empleados, a los que no tiene reparos en insistir y amenazar por su
calidad de responsables.
Hekanakhte
insiste en prestar atención a la crecida
del Nilo, y pide limitar escrupulosamente el consumo de alimentos, de acuerdo con el
nivel alcanzado por las aguas. Por otra parte, anima a memorizar la entidad de la cosecha
alcanzada (de cebada, espelta...) y los productos manufacturados (el lino), a
la hora compra-venta y sin olvidar el hambre que aún reina por el país[57].
Respecto a los
asuntos familiares, el
visir Ipi parece ser conocido y respetado por su familia, así como la madre
de Hekanakhte parece gozar de una situación de preeminencia y respeto, dentro de la
familia. Especialmente, el escribiente muestra su preocupación por sus 5 hijos: Merisu
(al parecer, el mayor, y
quien soporta la responsabilidad económica y familiar), Sihathor, Sinebniut,
Inpu y Snefru (el pequeño, al parecer el favorito del padre, lo que aprovecha
para obrar a su antojo).
Las
relaciones familiares provocan tensiones, y por eso Hekanakhte trata de poner orden
entre sus hijos, con gran proclividad a satisfacer a los dos menores (Snefru e
Inpu). Por otro lado, hay problemas entre la sirvienta (Senen) y su nueva esposa
(Hetepet), lo que irrita fuertemente a Hekanakhte.
En cuanto al análisis
filológico, la comunidad familiar y las
relaciones familiares se revelan con una viveza y cotidianeidad únicas en la
documentación egipcia. Sin embargo, el surtido de detalles desplegado no
permite todavía precisar el estatus y situación de cada uno de los personajes.
Por otra parte, el
documento ofrece una excelente descripción de la
situación del país durante la crisis del I Período
Intermedio, y de la lucha diaria por superar las dificultades.
A
diferencia de otros modelos de correspondencia, donde los pocos datos quedan
relegados ante las fórmulas convencionales, en las cartas de Hekanakhte éstas
se reducen al mínimo, proporcionando una rica información
acerca de la vida familiar, la gestión del patrimonio rural, las formas de
arrendamiento e incluso la micro-economía nacional.
c)
Comentario a los Cuentos
La antigüedad
de la escritura egipcia está vinculada directamente con los propios orígenes
de su historia. Ya en los documentos del final del predinástico, como la Paleta
de Narmer o la Maza del Escorpión, e inicios del Egipto Antiguo, se
encuentran los primeros tanteos de la escritura
jeroglífica, y
en adelante será ésta la escritura preferida a la hora de decorar las tumbas y
los templos, fijar los textos religiosos, grabar la piedra, pintar los murales y
adornar el ajuar de los grandes personajes, como símbolo de esa eternidad a la
que Egipto aspiraba.
Para el uso
cotidiano del Egipto Medio (de la XI dinastía en adelante), así como para los
documentos de la administración y correspondencia, y todo tipo de textos sobre
tela, madera, piel, papiro u ostraca[5 8], los egipcios desarrollaron una
escritura derivada del jeroglífico, más rápida y funcional. Se trata de la escritura
hierática. En
el Egipto Nuevo, y a partir de la XXV dinastía, se empezó a desarrollar un
tercer sistema de escritura: la escritura
demótica, que
sustituyó en buena medida a la hierática en la fase final de la historia
egipcia.
Todos estos
sistemas de escritura sirvieron de soporte a la lengua
egipcia, a lo
largo de su lenta y larga evolución. Una lengua egipcia que, en general, fue pasando
por las fases del:
-egipcio
antiguo, desde los orígenes hasta la VI dinastía;
-egipcio medio, desde la VI a la XVIII dinastía, como lengua culta,
literaria y religiosa, también llamada egipcio clásico;
-neoegipcio, desde la XVIII dinastía (o periodo Amarna) hasta la XXV
dinastía;
-demótico, desde la XXV dinastía hasta el final de la historia de
Egipto, cuando el cristianismo haga su presencia y sustituya el demótico por el
copto.
Es
importante señalar que el copto, como último eslabón en la cadena, fue mantenido
por los cristianos a lo largo de la dominación islámica, y ha llegado hasta
nuestros días como lengua litúrgica. Fue uno de los principales apoyos para el
conocimiento inicial de los jeroglíficos[5 9], y
hoy en día es un auxiliar fundamental para los estudios de la época
faraónica.
Con todo, el
carácter
pictográfico o
figurativo del jeroglífico fue el preferido por los egipcios a lo largo de sus
3.000 años de existencia, como ventana abierta al pasado y a la eternidad. Sus
símbolos sobre animales y edificios, utensilios de trabajo o especies vegetales,
objetos emblemáticos o armamento militar... todo ello fue de suma importancia
para el mundo egipcio, tanto a nivel jerárquico como económico, religioso y
racial.
Por otra parte, el
elemento ideográfico
que caracteriza el jeroglífico es, junto a sus asimilaciones simbólicas, una
inagotable cantera para explorar la psicología del pueblo egipcio y su
civilización. Los egipcios estaban orgullosos de su país, de su sociedad, de
su sistema de creencias y de su convivencia, y eso es lo que ellos quisieron
inmortalizar, a través del sistema jeroglífico. Las personas que se dedicaban
a ello (los escribas) disfrutaban
de una sólida posición social, y gozaban de la más alta estima de sus
conciudadanos.
c.1)
Sus fuentes
Pero antes de nada,
parémonos a preguntar: ¿cómo
y de dónde surgen los cuentos egipcios? Porque posiblemente esta pregunta no
afecte a
relatos tales como el Cuento del Soldado o la Querella de Apopi,
de evidente origen
egipcio. Pero
en el resto de cuentos, ¿qué?
En cuanto al
origen de otros cuentos, parece natural pensar que fueron de origen
oral indígena, y que
con el tiempo fueron cristalizando en relatos escritos, sobre viejísimas
leyendas del valle del Nilo.
Por su parte,
hay quienes consideran el Cuento de los dos Hermanos como una alteración egipcia
de un mito asiático, por la “trenza de cabellos que flota en el
agua”,
arrancada a la mujer de Bata
por instigación de la divinidad Yam (dios fenicio del mar). No obstante, para
Egipto bajo Anup y Bata se
ocultaban las dos
divinidades del nomo Cinopolitano, Osiris y Set.
Pero
la literatura sirio-babilónica no nos ha proporcionado hasta ahora dicho cuento
al que se refiere Paris, por lo que su hipótesis queda sin fundamento. Además,
no parece verosímil admitir que el relato transmitido por los sacerdotes
egipcios a Herodoto tuviese
como origen un cuento babilonio, sino más bien un relato egipcio mucho más
antiguo, remontando quizás a las dinastías XIX y XX (la época dorada de los
cuentos populares). Sobre todo por la simplicidad de sus temáticas, todavía
muy alejadas de su internacionalización.
c.2)
Su reflejo social
Las costumbres
reflejadas en los cuentos egipcios son completamente las de la
sociedad del Antiguo Egipto. Veámoslas.
En la cúspide de la jerarquía se encuentra el
rey o faraón,
que no es presentado nunca como tirano sino como padre del país. En efecto, en
la Historia de Sinuhé él hace que se le envíen presentes
al exiliado Sinuhé, le exhorta a volver a Egipto, manda una comitiva a su
encuentro y le recibe en su palacio con bondad, encargando a su ministro “que asegure el mantenimiento de
la mujer y de los niños”.
Un hijo del rey, en los Cuentos
de Westcar, se muestra lleno de atenciones hacia Djedi, el mago de 110 años.
En otro cuento de la misma recopilación, el rey Snofru saluda al jefe-lector
Djadjaemankh como “mi
hermano”, y en otro lado, interpela a
Neferti como “mi
amigo”, en tanto que dirigiéndose a los cortesanos,
les llama “mis
compañeros”.
En
su bondad, el soberano propende a veces a la debilidad. Así, cediendo a las súplicas
de su hijo, en el Cuento del Príncipe, hace que le entreguen un perro, aunque no
ignora el temible destino que amenaza al joven.
Como en las sociedades más
arcaicas, el faraón es el juez supremo y sabe castigar cuando es preciso.
Abandona al cocodrilo (con la frase “¡llévate lo que es
tuyo!”)
y al
burgués que ha engañado a Ubaoné, y condena al fuego a la culpable mujer.
Bata, convertido en rey, entrega igualmente al suplicio a la mujer que le ha
traicionado.
Al
igual que muchos soberanos orientales, al rey de Egipto le gusta escuchar
narraciones e historias divertidas. Cuando el rey del Cuento del Campesino
ordena retener en la ciudad al campesino elocuente, y
darle largas, lo que busca no es sino hacerle hablar el mayor tiempo posible,
para luego recoger “sobre un rollo de papiro
nuevo” las súplicas del campesino,
“cada una
de acuerdo con su contenido”.
De
igual forma, el rey Snofru reunió a sus camaradas y les pidió buscar a un hombre
que “sea capaz de decirme hermosas
palabras y frases escogidas, que mi majestad disfrute escuchando”. Y Keops, buscando también diversión, hace
que le cuenten sus hijos historias maravillosas, las conservadas en el Papiro Westcar.
Alrededor
del rey se agrupan sus compañeros, sus amigos y los altos
funcionarios. En este
grupo destaca la original figura de Rensi, que lleva el título de “gran
intendente”, pero que cubre posiblemente funciones judiciales, puesto que tiene
por misión “castigar a todo ladrón en este país
entero”. Recibe sin altivez
al pobre campesino (que le presenta su queja), y tiene el mérito de no escuchar
a los notables del lugar (gente tímida y cobarde), que le aconsejan tratar con
desprecio un asunto de tan poca importancia. Señalemos también entre los grandes
a un general de fecunda imaginación: Djehuty, a quien el ingenio le vale más
que la estrategia.
El
Cuento del Campesino presenta varios tipos de personas del
campo:
-el
campesino Khunanup, un jellah que cultiva la tierra como pequeño
terrateniente, y que de vez en cuando desciende al valle del Nilo para vender allí
los productos de sus oasis, para “traer alimento para sus
hijos”,
-el campesino Djehutinakht, arrendatario acomodado que tiene siervos y
que disfruta de ocio,
como para pasear por el dique,
-el intendente Rensi, del cual es vasallo Djehutinakht, y que ajusticia
el robo y la violencia con humanidad e imparcialidad.
En cuanto al
resto de
trabajadores,
en el Cuento de los dos Hermanos Anup es un
propietario y está casado. Bata, su joven hermano, trabaja
para él tejiendo telas y cuidando al ganado. A ambos hermanos vemos, llegada la estación peret, labrar y sembrar las tierras
surgidas del agua.
La
mujer de Anup, de intenciones adúlteras, mentirosa y pérfida, no es una
excepción entre las malas
mujeres que desempeñan un papel en nuestros cuentos. La
esposa de Ubaoné, por ejemplo, pasa del deseo al acto, y tras quedar prendida de un burgués lo
acoge en un pabellón del jardín y, juntos, “pasan una feliz
jornada” en ausencia del marido.
Así como la
compañera que los dioses han fabricado para Bata, “para que no permanezca
solo”,
también traiciona a éste, y se convierte en la gran favorita del soberano.
Por otra parte, la dama que
aparece en los Cuento de la Verdad y la Mentira no es más digna de
respeto. Sensual y cruel, tiene con Verdad, a quien “ella deseaba mucho, habiendo visto
que era bello en todo su cuerpo”, relaciones de una
noche. Y satisfecho su
capricho, lo abandona y hace de él el portero de su casa. No escapará tampoco
al castigo, y será el hijo nacido de sus amores quien se lo hará aplicar.
No obstante, todos estos delitos
femeninos son inexorablemente castigados. Así, la mujer de Anup es asesinada por su marido, y arrojada a los
perros. La mujer de Ubaoné es quemada, y su amante entregado al cocodrilo. Y
en
cuanto a la compañera de Bata, igualmente resulta muerta a
espada, como las hahtors habían premonizado.
Pero no
todos son malos ejemplos de mujer, sino que también hay ejemplos de buenas
mujeres. Así,
el personaje femenino Reddjedet, del Papiro Westcar, es una esposa fiel (pues será bajo los
rasgos de Rauser, su marido, como Ra la visite), una buena ama de casa que se
preocupa por el
buen orden del hogar, y que no duda en golpear a su joven y atolondrada sirvienta
por curiosa y rencorosa (a la que el
temible cocodrilo un día habrá de devorar).
Al
lado de esta venerable matrona podemos situar también a la simpática hija del rey de
Naharina, de la que el príncipe egipcio termina por obtener la mano. Se trata
de una esposa irreprochable que, cuando es informada sobre los destinos que penden sobre su
marido, “se dedicó a velar por él con la mayor atención y no le dejaba salir
solo”. Ella
fue quien, con su presencia de ánimo y coraje, le salvó de la serpiente, y de
cada uno de sus fatales destinos.
c.3)
Su religiosidad
A excepción de la Disputa
de Horus y Set, en que la
Enéada se pronuncia a favor del malvado y trata con crueldad al justo, y del
tratamiento burlesco ofrecido a la divinidad en los recientemente descubiertos Cuentos de Chester
Beatty, un discreto velo aparece
en todas partes respecto al verdadero sentimiento del pueblo egipcio hacia sus
dioses. En
general, el narrador se muestra efectivamente cuidadoso con el decoro
hacia la divinidad, y los
dioses se presentan como seres
poderosos, respetables y buenos, conformes a la religión oficial.
Recorriendo
los cuentos, vemos en general cierta tendencia
al monoteísmo,
ya sea en la figura de Ra (en los cuentos del Bajo Egipto, con capital en
Menfis) o de Amón (en los cuentos del Alto Egipto, con capital en Tebas), como
cabeza única de la divinidad.
En el caso de
Ra,
éste es el Dios Supremo en al menos 4 cuentos, está muy vinculado a la figura
del rey (el rey es “un amado de
Ra”, él
es “la imagen de
Ra”) y difunde su temor en todos los lugares.
El
Cuento de los dos Hermanos no conoce otro dios que Ra (o Ra-Horajty),
otras divinidades (Horus y Set) tienen como único dios a Ra, y éste recibe
siempre el mismo atributo (el solar) y diversas apelaciones (Ra, Ra-Horajty, Atum y Khepri). Junto a
Ra, Amón jamás
es mencionado, y casi siempre se excluye cualquier otra deidad de forma ex
profesa, como se ve en la advocación que hacen los jóvenes del Cuento de el Príncipe,
a Ra-Horajty.
En el caso de Amón,
éste es el Dios Supremo en el Cuento
del Soldado, donde a Amón se le llama padre del rey (Tutmosis III), o en el Cuento
del Espectro, donde el personaje más activo es un profeta de Amón, o en la
Querella de
Apopi, en que Amón se alza frente al dios extranjero Sutekh. En
la Historia de Sinuhé, sin embargo, no se cita más que una vez a Amón,
junto a otra serie de divinidades e incluso al mismo tiempo que Ra y
Montu hubiesen sido invocados.
De
la lectura de la Historia de Sinuhé, y de los últimos cuentos que
vieron la luz, se extrae la impresión de que Amón tuvo
dificultades para sustituir a Ra en la XII dinastía, y que todavía hacia la XX
dinastía Ra hacía olvidar a Amón. De ahí la necesaria conjunción religiosa que hiciesen los sacerdotes tebanos del Egipto Medio: la de Amón-Ra, en su
versión de Amón-Ra-Soter o “Amón-Ra,
rey de los dioses”.
Como dato curioso, en
las fórmulas de juramento a la divinidad los egipcios siempre invocaron a la
divinidad de forma anónima (Dios,
a secas). Es lo
que se ve en la Historia de Sinuhé, en que éste se encomienda, de una forma vaga, a Dios,
sin ningún apelativo.
«Él es el único, el regalo de Dios», dice refiriéndose al rey, así como hablando
de su enemigo comenta: “¿Ignora Dios lo que le ha sido
destinado?”.
En otro pasaje, y tras alguna vacilación, exclama: “¡Oh Dios, quien quiera que
seas”.
Los
cuentos nos ofrecen, por tanto, un fresco fiel y lleno de vida sobre los ideales morales y
las creencias
religiosas de los egipcios del Antiguo Egipto, que nos permite penetrar más profundamente en el alma egipcia. En
este sentido, dicho mosaico no sólo interesa a la historia de la literatura, sino también a la
historia de la civilización.
c.4)
Su influencia
Las
tribulaciones de Ulises, “flotando a la
aventura”, y su llegada al país de los
feacios en el canto V de la Odisea de Homero, hacen
inmediatamente pensar en nuestro Cuento del Náufrago,
así como resultan sorprendentes (y no casuales) las similitudes con las
aventuras de Simbad el Marino en
el cuento persa de las Mil y Una Noches.
La Querella
de Apopi, donde se ve al rey hicso del norte proponiendo al rey egipcio del
sur una especie de enigma, cuya resolución puede conllevar serias
consecuencias, premoniza los espectaculares desafíos del Rey Lycerus,
asistidos en la respuesta por un hombre tan ingenioso como Esopo.
Respecto
al Cuento de la Verdad y
la Mentira, los
griegos pronto retomaron el tema del buen hermano y del mal
hermano (Equidad e Iniquidad) de los cuales el 1º queda cegado por el 2º, como resultado de una
disputa.
El
tema principal desarrollado en la 1ª parte del Cuento de los dos Hermanos
(a saber, el amor culpable de la mujer de Anup por su cuñado Bata) nos conduce
necesariamente hacia el episodio de José y la esposa de Putifar d el Génesis,
a
la historia de Belerofonte y Anteia en la Ilíada, o a la de Hipólito
y Fedra en Eurípides, sin mencionar la divertida aventura de la reina
Glamorgana y del monje Oddul recogida por Anatole France. En la 2ª parte del
cuento, la metamorfosis de Bata, el “cuerpo sin
alma”,
nos hace pensar en la Metamorfosis de Ovidio y otras tantas metamorfosis
que llegaron hasta Franz Kafka.
Respecto a la
bíblica historia de Moisés del Exodo, este relato presenta una curiosa similitud con
la Historia de
Sinuhé.
A partir del momento
en que Moisés mata al egipcio, su conducta se hace en todo similar a la
ocurrida en la Historia de Sinuhé. Para escapar igualmente de la cólera de
un faraón, Moisés huye al país de Madián (como a Sinuhé), los beduinos le
acogen hospitalariamente y Reuel lo toma como yerno (al igual que el jefe de
Retenu ofrece su casa a Sinuhé junto a su hija mayor). Josefo, en sus Antigüedades Judías,
proporciona otros detalles que podría pensarse que incrementan más, si cabe,
las similitudes de este episodio con el relato egipcio.
Otro cuento descubierto en la misma época, la
Disputa de Horus y Set,
presenta también varios paralelos en otros tantos países. Así, la
actitud indecente que adopta Hathor para alegrar a su padre, bien pudo ser
retomada por la diosa griega Baubo (diosa de la risa que libera), y
la anécdota de Isis y del barquero Anti tiene su equivalente en diversas
leyendas griegas relativas a un batelero y a una diosa. Por su parte, las
amonestaciones dirigidas por Isis a Set bien pueden verse reflejadas en la
conminación de Natán a David a reconocerse culpable, en el bíblico Libro
II de Samuel.
En cuanto a la
estratagema empleada por el general Djehuty, en el Cuento del Soldado,
para apoderarse de la ciudad que está asediando, ésta se repite en el cuento de las Mil
y Una Noches y el astuto jefe de maleantes que introduce en
casa de Alí Babá a los 40 ladrones escondidos en tinajas de aceite. O en la argucia de Zopros, el
cual se cortó
la nariz y las orejas para penetrar en la Babilonia asediada por Darío II de
Persia. ¿Y cómo no pensar en el Caballo de Troya, relatado en detalle por Virgilio
y mucho antes por los poemas homéricos?
Respecto a la
escenificación inicial y diálogo conclusivo de los Cuentos
de Westcar,
ligados artificialmente los unos a los otros a forma de cajón de sastre, y que
un narrador de cuentos iba contando uno tras otro al rey de turno (Snofru,
Keops, Kefrén...), ésas son exactamente la misma escenificación inicial y el
mismo diálogo conclusivo que encontramos en los cuentos del Mil y Una Noches,
entre el rey persa Schahriar y su cuenta-cuentos Sherezade. Por otro lado, las
profecías del mago Djedi, del 4º cuento Westcar, sobre el advenimiento de los reyes de la V
dinastía, bien pudo servir a Virgilio para preparar el advenimiento Augusto, y
para hacer predecir al
padre de Eneas los gloriosos destinos de Roma, hasta la muerte de Marcelo (Eneida,
VI, 679-892)
En
cuanto al Cuento
del Príncipe,
y su episodio del joven príncipe saltando hasta la ventana de la hija
del rey, no podemos dejar de pensar en esas adaptaciones paralelas modernas que
comenzaron con el Romeo y Julieta de Shakespeare. ¿Y como no ver las
significantes coincidencias con la Bella Durmiente de Perrault, escrita
casi 4.000 años después?
De
esta forma, cierto número de temas desarrollados por los cuentos del Antiguo Egipto, entre
el 1.900 a.C (Historia de Sinuhé) y 1.160 a.C (Disputa de Horus y Set),
fueron compartidos por escritores griegos, judíos, romanos, árabes y
contemporáneos. Y de ahí los interrogantes: ¿Conocían dichos escritores extranjeros
los relatos egipcios, y tiraron de ellos? Y si no, ¿cómo
pudo difundirse una cultura tan compleja como la egipcia en el mundo mediterráneo?
La 2ª pregunta tiene
una respuesta contrastada:
a través de los piratas y comerciantes, cuyos barcos abordaban
en Egipto y Fenicia. Pero la respuesta a la 1ª pregunta sigue estando ahí
latente: ¿Hubiese introducido la Biblia el pasaje de José y la mujer de
Putifar, si no hubiese conocido el Cuento de los dos Hermanos?
Madrid,
1 mayo 2024
Mercabá, artículos de Cultura y Sociedad
_______
[1]
Con la que fabricaban cerveza.
[2]
Antigua Uauat.
[ 3]
Antigua Kus, que ocupaba los territorios del actual Sudán.
[ 4]
De la raza galla, compuesta por somalíes y bereberes.
[5]
El gran Ra, dios supremo del que el faraón era su sumo
sacerdote.
[6]
Dos durante el día y dos durante la
noche. [7]
Como
fue el
caso de la Pirámide de Keops.
[8]
Título palaciego, otorgado por el faraón.
[9]
Desde
Suakim hasta Massauah. [10]
Tierra
de los somalíes, en el límite del mar Rojo y el golfo de Adén. [11]
Donde
se encontraba el reino de la famosa reina de Saba. [12]
Especie de higuera, propia de Egipto
y apreciada por sus frutos.
[13]
Los cuales están
hoy esparcidos entre Turín, Viena, Florencia y el Museo Louvre de París.
Con todo, la ostraca principal es la que fue descubierta en Deir el Medineh, y
hoy permanece conservada
en el Instituto Francés del Cairo.
[14]
Llamado así por la británica Elisabeth d’Orbiney,
que lo compró
en Italia y en 1857 lo vendió al Museo Británico de Londres.
[15]
Especialmente
en la literatura mesopotámica, en lo que tiene que ver con la unión entre la diosa Inanna y
el pastor Dumuzi, o con la relación entre el rey Gilgamesh y la
diosa Istar.
[16]
Lagunas
del Nilo donde los
egipcios disfrutaban cazando y pescando.
[17]
Actual Wadi
Natrum, al oeste del delta del Nilo. [18]
Heracleópolis,
principal ciudad del I Periodo Intermedio.
[19]
Es decir, a Siria.
[20]
Algo así como 36
m. altura.
[21]
Lit.
“volando”, según el texto
egipcio. [22]
Antiguo reino persa de Bactriana, hoy al norte de Afganistán.
[23]
cf. TACITO,
Anales, II, 60. [24]
cf. DIODORO SICULO,
Historia,
I, 47.
[25]
Llamado así por el francés Emile Chassinat, que en
1903 lo adquirió en Amarna y lo entregó al Museo Louvre de París.
[26]
Llamado así por el británico Henry Westcar, que lo
adquirió en Egipto en 1825 y en 1866 lo vendió al Museo Egipcio de
Berlín.
[27]
Llamado
así por el ruso Golenischev, que lo encontró en 1891 en Hibeh, lo tradujo y lo entregó al Museo Pushkin de Moscú.
[28]
Del
cual nos ha llegado únicamente el inicio de la copia que un escriba en
formación (Pentaur) empezó a hacer del texto,
durante el reinado de Mineptah
(hoy en Museo Británico de Londres).
Además, lo único conservado (el inicio) está seriamente dañado, y dificulta
la traducción. [29]
Pues las hostilidades
tebanos-hicsos continuaron en los reinados de los dos hijos y
sucesores de Sekenenre (Kamosis y Ahmosis), hasta la definitiva expulsión de los
hicsos. De hecho, la momia de Sekenenre, conservada hoy en el Museo del Cairo, presenta
las terribles heridas en la cabeza que causaron su muerte, posiblemente en lucha contra los hicsos.
[30]
En este sentido, la parte que falta
del texto (el nucleo y desenlace) podría contener
la respuesta del rey egipcio Sekenenre, contrarrestando en agudeza e ingenio a la
del rey hicso Apopi.
Recuérdese,
a este respecto, la provocación dirigida por el faraón Nectanebo al rey griego
Lycerus, a quien desafía a enviar a Egipto arquitectos que supieran construir
una torre en el aire. Y la respuesta que Esopo, que en nombre del rey le
contesta: “Tengo
yeguas en Egipto que quedan preñadas con los relinchos de los caballos que hay
en Babilonia. ¿Qué tienes que responder al respecto?”. [ 31]
Pues fue conocido por los
Sesostris.
[ 32]
Durante
el reinado de Ramsés V (ca. 1.160 a.C), al trasponerlo al neoegipcio.
[ 33]
Como
fenómeno surgido a
partir del I Período Intermedio (ca. 2.180-2.050 a.C), en que se difunde la
idea de que el alma (ba) era:
-la personificación
de todas las fuerzas, físicas y espirituales, del individuo,
-la garante del bienestar eterno, al otorgar al bienaventurado su victoria sobre
la muerte.[3 4]
De hecho,
según los Textos de las Pirámides:-el
ba podía llegar incluso a encarnar el poder de Dios,
-el faraón fallecido podía encarnarse puntualmente en algún ba.
[ 35]
Auténticas joyas de la poética
egipcia.[ 36]
Como
en el caso de Ipuwer, Khakheperra-Seneb,
Neferti, Kagemni...
[ 37]
Como se ve en
las Admoniciones de Ipuwer.
[ 38]
Como se ve en los Cantos del Arpista.
[39]
Llamado así por el
británico Anthony Harris, que lo adquirió en 1855 en Alejandría y a su muerte
lo legó al Museo Británico de Londres.
[40]
Notable de Abidos,
en la época de Amenemhat III (ca. 1.900 a.C).
[41]
Un
tal Ptahemdjehuty, hoy en día identificado con Kairsu, uno de los sabios de
Amenemhat III.
[42]
Posiblemente, miembros de la
corte real, como resultado de una intriga palaciega que trató de usurpar el
poder.
De hecho, el magnicidio quedó reflejado en textos como la Historia
de Sinuhé y la Historia de Egipto de Manetón, donde se recoge que
Amenemhat I fue asesinado por su eunuco el 5 marzo 1.965 a.C.
[43]
Es
decir, la de Sesostris I, hijo de Amenemhat I y ya asociado a la corona unos
años antes de reinar, como co-regente.
[44]
Pasando
desde la XVIII dinastía a tener:
-un visir del Bajo Egipto, con sede en Heliópolis,
-un visir del Alto
Egipto, con sede en Tebas, y cuya proximidad al soberano le daba la
preeminencia.
Respecto
a las funciones del
visir, éstas pasaron a ser muy variadas, y no sólo a representar el alter
ego del faraón. En concreto, el visir del Egipto Nuevo pasó a:
-supervisar
la
hacienda pública,
-ejercer la justicia mayor,
-dirigir las obras públicas,
-supervisar los recursos agropecuarios y política
hidráulica,
-asegurar la conexión entre provincias, con fuerte vigor centralista.
[45]
Todos
ellos incompletos y con numerosas lagunas y errores de copia, lo que dificulta
su interpretación.
[46]
Merikara,
último faraón de la X dinastía heracleopolitana (ca. 2.010 a.C).
[47]
De la que también son
exponentes
las Máximas de Any (del Egipto Antiguo) y las Máximas de
Amenemope (del Egipto Nuevo), lo que muestra el éxito de las enseñanzas sebayt
egipcias a lo largo del tiempo.
[48]
De la que serán sus
máximos exponentes
la Instrucción
de Ankhsheshonqui o el Papiro Insinger, del Egipto Final o
ptolemáico.
[49]
Adaptación posterior en 5
siglos a la redacción primitiva, llena de faltas y distracciones redaccionales.
No obstante, una
tablilla de madera del Museo del Cairo, que reproduce la 2ª parte de la Profecía, ayuda en cierto modo a la interpretación.
[50]
Haciendo un vibrante
elogio de los beneficios que la dinastía recién fundada va a traer, tales como
el afianzamiento estatal y el éxito de la restauración emprendida.
[51]
De
hecho, recordemos que el reinado de Amenemhat I
terminó violentamente con su asesinato,
por parte de la corte palaciega.
[52]
Al cual maquilló, desde una
visión post eventum.
[53]
Como también hicieron otro
tipo de composiciones de Amenemhat I,
como las Advertencias de un
Sabio Egipcio, texto también teñido de sombríos
colores en relación a posibles indisciplinas y consecuentes tiempos trágicos.
[54]
Fam.
“de aquello que antes se encontraba
allí”.
[55]
A los cuales se les suele
representar muchas veces, como
anécdota, completamente ciegos, aludiendo con ello a personas
con un sentido musical muy desarrollado. También suelen ser pintados gruesos y adiposos,
e incluso en
gestos de glotonería (por el
contenido lúdico de los cantos que ejecutaban).
[56]
«En los festines que celebran los egipcios ricos,
cuando terminan de comer, un hombre hace circular por la estancia, en un féretro,
un cadáver de madera, pintado y tallado en una imitación perfecta, y que en
total mide aproximadamente uno o dos codos. Y al tiempo que lo muestra a cada
uno de los comensales, dice: Míralo y luego bebe y diviértete, pues cuando
mueras serás como él. Eso es lo que hacen durante los banquetes» (cf.
Herodoto, Historia,
II, 78).
[57]
En un tono que recuerda a otros
documentos del I Periodo Intermedio, como la Biografía de Ankhtyfi.
[58]
Trozos de cerámica o lajas de piedra
adecuadas, que servían de soporte a la escritura.
[59]
Especialmente para
Champollion.
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