CONCILIO DE CALCEDONIA
Definidor de la naturaleza de Cristo, las sedes orientales y misiones ad gentes
Madrid,
1 febrero 2020 Desde la Antigüedad, Antioquía
de Siria y Alejandría
de Egipto eran antagónicas a nivel religioso. Así pues, es explicable que al
proceso de nestorianismo[1]
patrocinado por Antioquía (sede mimada por Constantinopla), surgiese como
replica el posicionamiento a favor del monofisismo[2]
por parte de Alejandría[3].
El Concilio de Efeso-431 y su
posterior Edicto de Unión-433 habían resuelto parcialmente el problema de las
dos doctrinas en juego: -Antioquía
reconociendo que las 2 naturalezas en Cristo estaban unidas intrínsecamente,
Pero las dos escuelas y sus seguidores no habían firmado la paz.
Recurriendo ambas a elencos infinitos de citas patrísticas, y a portavoces hábiles
en lides teológicas (Dioscoro lo haría en Alejandría, y Teodoreto en Antioquía),
la batalla doctrinal reanudó su
andadura. Si antes había sido Nestorio de Antioquía el que había sacado de quicio la polémica, arropado por la mayoría de constantinopolitanos[4], ahora será Eutiques, en Alejandría y arropado por Crisafio el Eunuco (gran influenciador sobre la emperatriz Eudoxia), su dinamitador. a)
Precedentes del Concilio
La
herejía monofisita de Eutiques había eliminado la naturaleza humana, y
distinta a la divina, de Cristo. Por otro lado, Eusebio
de Dorilea había puesto una denuncia formal, el año 448, en la
corte imperial.
El
patriarca Flaviano
trató de conciliar. Pero los antioquenos insistieron en sus denuncias a
Constantinopla[5],
y Flaviano tuvo que admitir, bajo presión y en sínodo regional, las 2
naturalezas antioquenas, obligando a todos a admitirlas. Eutiques acudió a la corte patriarcal y, aferrándose más que nunca a las antiguas formulas cirilianas, defendió su monofisismo mediante la idea de absorción (de la naturaleza humana en la divina). En el posterior Sínodo de Constantinopla-449, Flaviano lanzó un anatema contra Eutiques y contra sus partidarios.
a.1) Intervención del papa León I
Toda la ciudad de Alejandría, en sus calles y pasquines, protestó
contra el fallo del Sínodo de Constantinopla-449. Así, y en medio de revueltas
populares, Dioscoro y Crisafio acudieron a Roma para apelar
solemnemente al papa León I Magno[6],
con un informe detallado de los acontecimientos.
El pontífice León I percató pronto la
gravedad y complejidad del asunto, e informándose personalmente por medio de
Flaviano y emisarios privados, compuso ese mismo año 449 la Epístola
Dogmatica, en la que exponía e imponía la doctrina católica sobre
las 2 naturalezas de Cristo, sin discusiones y con el camino marcado para su
cumplimiento. Fue dedicada, de forma enérgica y cariñosa, al mismo Eutiques,
al emperador Teodosio y al patriarca Flaviano. Se aprobaba así solemnemente lo afirmado en el sínodo de Constantinopla. a.2)
Latrocinio de Efeso-449
Las
revueltas
alejandrinas no se hicieron esperar, atizadas por Dioscoro, y
llegaron a la Corte bizantina por medio de Crisafio (amigo personal de la
emperatriz). El emperador decidió convocar un sínodo general de Oriente para
guardar las formas, con Efeso como escenario elegido, y con la idea de dejar
por zanjado el asunto, ante la solemnidad de lo dictado por el papa.
Pero
fue todo lo contrario. Los monjes
del desierto de Alejandría, más de 300 y encabezados por el fanático
Barsumas, se presentaron con la idea de destruir todo lo acordado en el Sínodo
de Constantinopla-449. Sin dejar hablar a la parte contraria, y poniendo ellos
mismos a Dioscoro como presidente[7]: -se
mandó absolver todo lo condenado en Constantinopla, a.3)
Reacción del Romano Pontífice
Escapado de Efeso el delegado papal Hilaro, regresó a Roma y contó lo
sucedido al Romano Pontífice, que: -declara
nulo el Sínodo de Efeso-449, Enviadas las cartas a todas las sedes episcopales de la Cristiandad, orientales y occidentales, a los dos emperadores Teodosio II de Oriente y Valentiniano III de Occidente, y a los embajadores civiles de ambas, el papa León I convocó a todos para el Concilio IV Ecuménico, a celebrar en Nicea para octubre del 451. b)
Celebración del Concilio
Tuvo lugar en Calcedonia, y no en Nicea y según lo pensado en un primer
momento[8],
dada la rapidez y eficacia que se precisaba, y como apoyo simbólico eclesial
hacia el patriarcado constantinopolitano, descabezado en el latrocinio de Efeso. 630[9] fueron los prelados que llegaron a la aldea del Bósforo, junto a los emperadores Marciano I y Pulqueria[10], los 2 delegados papales, los obispos desterrados del Oriente, los restos difuntos del patriarca Flaviano (recibidos solemnemente y con vítores por todas las calles de Bizancio), la presidencia y estreno en su puesto del nuevo patriarca de Constantinopla, Anatolio, y los partidarios y detractores de ambas posiciones doctrinales. b.1)
Sesiones conciliares
Calcedonia fue comenzado con la lectura solemne del símbolo de Nicea, la
añadidura del Constantinopolitano I, las 2 cartas de San Cirilo de Alejandría,
y la Epístola Dogmatica del papa León Magno. Tras la cual, y una vez
concluida esta primera ronda de sesiones, el
colegio en pleno se puso en pie y exclamo: “Así lo creemos todos, y esta es
la fe de los apóstoles. Pedro ha hablado por la boca de León”[11].
Se pasó a continuación, y en una segunda ronda de sesiones, a la
condena de Nestorio y Eutiques, y a sus doctrinas heréticas nestoriana y
monofisita. Se configuró además, la doctrina calcedoniana y católica
definitiva sobre las 2 naturalezas de Cristo, asumiéndose como documento de fe. En la tercera ronda de sesiones, la última a nivel pactado y oficial, se redactó la carta-resumen conciliar, con sumisión absoluta al Romano Pontífice, y ésta fue leída y firmada en público. b.2)
El canon 28 paracalcedoniano
En
la 3ª y última ronda de sesiones de Calcedonia se había redactado la carta-resumen
conciliar, con sumisión absoluta al Romano Pontífice, leyéndose y firmándose
en público. Los 2 legados papales Lucenio y Pascasio se habían despedido con
los asuntos resueltos, y los padres se disponían para regresar. Pero fue
entonces cuando surgió la chispa bizantina, esa que nunca acababa de zanjar las
cosas (no obstante lo anterior, que ya estaba del todo zanjado).
En
efecto, y según se recoge en el canon 28 (inexistente en la carta-resumen
firmada por unanimidad, y ya rumbo en barco hacia Roma), el novato emperador
bizantino, Marciano I, arremetió con 2 pronunciamientos partidistas: -la
cuestión de los 3 capítulos[12], b.3)
Cuestiones doctrinales
La ortodoxia triunfo en Calcedonia, y mostró la mejor de sus lecciones
pedagógicas. Entre líneas y doctrinas difíciles, partidistas, rigoristas,
minimalistas… Calcedonia alcanzó el cénit de la diplomacia e inteligencia
eclesial, y la más limpia de las explicaciones catequéticas sobre la persona y
naturaleza de Cristo.
Así, pues, quedó definido a nivel de dogma
que Jesucristo tenía: -1
persona (divina), Las otras dos cuestiones póstumo-calcedonianas del canon 28, comunicadas a los delegados papales a su llegada a Roma, y anuladas inmediatamente por el papa León I, ya fueron otro asunto distinto, y tendrían que ser solventadas lenta y pacientemente desde Roma, no resolviéndose totalmente hasta la llegada del papa Gregorio I Magno (590-604). c)
Consecuencias del Concilio
La ortodoxia y la autoridad de Roma habían salido triunfantes del
Concilio de Calcedonia. Los emperadores occidentales y orientales, por su parte,
también dieron cumplimiento inmediato a lo dispuesto en el Concilio[14].
Eutiques y Dioscoro fueron desterrados, y el año 452 aparecieron en
Constantinopla diversos edictos imperiales para zanjar por completo las herejías. La
eliminación del canon “28”, que había dictado el papa, también había
devuelto la tranquilidad al Oriente.
Aun así, variadas fueron las acogidas de las condenas heréticas en las
diversas zonas orientales, que los herejes supieron utilizar para mezclar con la
cuestión de la primacía entre las sedes orientales.
La primera batalla la dieron los monofisitas, como es lógico, en
Alejandría[15],
y allí donde habían sembrado su doctrina. Tras esta primera revuelta, se
decidieron a extender sus tesis sobre las sedes vecinas, llegando a inundar
Jerusalén[16]
y Antioquía[17].
León I de Bizancio había sido el emperador que había introducido la doble identidad del Imperio bizantino: -la
fastuosidad y exuberancia oriental, en la corte y ornamentación,
No obstante, también supo León I (457-474) mantener la unidad con un Imperio
occidental que se estaba desmoronando. Fue ahí donde entró en juego su
estrategia de defender lo dictado por Calcedonia, tanto en ortodoxia como a la
hora de sofocar los conatos de rebeldía y cisma que los rebeldes habían
empezado a sembrar.
Utilizando la fuerza de la armada imperial, León I arrojó de las sedes
patriarcales a los usurpadores Ailuros y Fullón, y ayudó en
cuanto pudo a la hora de reponer en las sedes de Alejandría y Antioquía a los pro-papales
Solofaciolo y Martirio[18],
de forma respectiva.
Comenzó
siguiendo y quiso continuar las directrices de su predecesor. Pero una
rebelión civil de Basilisco se hizo el año 475 con el trono imperial, y
extendió la violencia hasta el 477 a través de los fanáticos monofisitas (a los que
había pedido apoyo, a cambio de restaurar sus intereses[19]).
Esto trastocó los planes de ejecución de Calcedonia, y Zenón I de Bizancio ya no volvió
en adelante a promover
su implantación.
Es
verdad que Zenón I (474-491) intentó la
reconciliación de las partes, por medio del patriarca de
Constantinopla Acacio y por medio del edicto imperial Henotikón.
Pero tanto el edicto (que no reconocía más concilios que Nicea y
Constantinopla I[20]),
como Acacio (que quería la aplicación del canon “28” calcedoniano[21])
lo único que consiguieron fue dotar a la situación de una nueva medicina: la “bizantina”,
por si el enroscado
problema no había tenido bastante con la rebelión de Basilisco.
Emperador
intachable en costumbres, Anastasio I (491-518) trató sin embargo de
eludir los temas de herejía, de cisma, de rebelión, y todo aquello que tuviese
que ver con las sedes eclesiásticas, en un intento por volver a los viejos
intereses del Imperio bizantino. No obstante, en los relevos sucesorios fue
incorporando a los patriarcados y sedes episcopales a nuevos y más
moderados responsables[22].
Su sucesor, el general balcánico Justino I
(518-527), fue el iniciador del cambio de tendencia
general, en claro descaro hacia la ortodoxia. Apoyado en la fuerza del
ejército, sofocó cualquier intento de cisma interno o herejía trasnochada,
imponiendo la ortodoxia como la única ideología oficial imperial. Buscó
también, de forma
estrecha con el papa Hormisdas, la manera de implantar definitivamente
Calcedonia, y con él la unidad oriental-occidental[23].
Así mismo, trasladó a su hijo y sucesor Justiniano estas ideas, dejándole un
ejército bien preparado por si le hacía falta.
Hijo del anterior y de enorme energía exterior,
Justiniano I de Bizancio llevó a su máximo
esplendor al Imperio bizantino, extendiendo sus dominios hasta los Balcanes, el
Caucaso, Mesopotamia, Persia, Oriente Medio, Africa, Hispania e Italia, dotando de arte,
cultura, derecho y legislación cada uno de sus rincones.
Sin
embargo, en materia religiosa reprodujo Justiniano I (527-565) los mismos errores que
había cometido Constantino en Roma 200 años antes, subiéndosele la victoria a
la cabeza y auto-proclamándose así mismo como sumo pontífice religioso, en
claro cesaropapismo hacia
lo interior, y mecenazgo publicitario hacia lo exterior.
Destruyó por completo Justiniano I la herejía, el cisma, el paganismo y
el judaísmo, emprendió
nuevas misiones por todos los territorios conquistados, reanimó las viejas
iglesias desanimadas, y
provocó: -dado
su ímpetu entrometido, la resucitación de los 3 capítulos[24], d)
La cuestión de las Sedes
No fueron, pues, los emperadores bizantinos, ni tampoco los posteriores concilios
conciliadores, los que lograron solucionar los flecos pendientes de Calcedonia,
y mucho menos la cuestión de las
sedes, tanto orientales como occidentales. Fueron los papas de Roma los que, con una visión de conjunto mucho más
completa que la captada desde Bizancio (que también apoyó a la causa), inspiraron y
plasmaron la solución definitiva. Pero
lo hicieron paso a paso, ambas partes al unísono, de raíz y con cada cosa en su sitio, y
todo a su debido
momento. Veamos los principales pasos seguidos:
En efecto, el problema de las sedes episcopales principales venía de atrás,
y con origen no sólo oriental sino también occidental. Tras la Caída del
Imperio romano-476, los pueblos germánicos se habían repartido los viejos
territorios romanos, y habían comenzado ya el
gobierno temporal de sus reinos: -en
las Galias, con la dinastía de los merovingios,
Pero no en todos los lugares tuvo este gobierno civil la misma
consistencia, ni aparecía como solución sólida y definitiva.
En estas circunstancias fue donde desplegó su actividad el genial papa Gregorio
I Magno[26]
(590-604), hombre providencial para Europa y Bizancio, y que supo
armonizar con mano limpia y distendida todos los asuntos pendientes, entre el
Oriente y Occidente.
La primera actividad del papa Gregorio I fue dedicada al bien espiritual del
clero[27]
y del pueblo romano, fomentando la ciencia eclesiástica, fundando las estaciones
de Roma[28],
publicando su Regla pastoral[29],
reformando y fijando definitivamente la liturgia en su Sacramentario[30],
y distribuyendo con sabiduría y estrategia, y según recoge en su Registro[31]
, el patrimonio jerárquico de San Pedro, por todas sus provincias y estados. d.2)
Gobiernos civiles
Gregorio era muy querido en Roma. Por otro lado, Roma
estaba sumida en el caos político, pues[32]: -oficialmente,
los bizantinos poseían la jurisdicción temporal sobre Roma,
En dos ocasiones obtuvo Gregorio I que los lombardos levantaran el asedio
de Roma, ante Ariulfo-592 y ante Agilulfo-593, y logró finalmente un pacto de
paz con los reyes lombardos.
En
cuanto a relaciones orientales, los bizantinos de Ravena enviaban constantes
mensajes a Bizancio
sobre las envidias que tenían al papa de Roma, por el prestigio que tenía
en toda Italia.
Aquí
tuvo también que intervenir Gregorio I, pues el patriarca de Constantinopla se
usurpó el título de “patriarca ecuménico”,
y se corría el riesgo de poner en duda la primacía romana[33].
Gregorio I prohibió ese título oriental, y condenó el pecado de simonía
de la Iglesia oriental.
En
otra serie de asuntos por toda Italia,
Gregorio I: -apoyó
a los soldados romanos del Imperio oriental, a los que se les impedía ser
cristianos y soldados, e)
Florecimiento misionero post-conciliar En Occidente, Inglaterra fue el objeto de la más ambiciosa de las campañas post-conciliares. Comandada por Agustín de Aosta y secundada por sus 39 compañeros, la Iglesia lograba poner sus dos pies y alma, y expandir su mensaje a todos los niveles culturales, por la gran isla del Atlántico. Las Galias también merecieron la atención de los misioneros post-conciliares, interviniendo en ellas activamente y animando el buen camino emprendido. En Hispania, San Leandro logró robustecer el nuevo estado cristiano que había surgido con la conversión de los visigodos, en el III Concilio de Toledo-589.
Los misioneros occidentales
desarraigaron los restos de paganismo todavía muy coleantes por los reinos germánicos,
así como los focos de herejía[34]
y conatos de cisma[35].
Tras esto, las principales sedes episcopales
occidentales aprobadas por los sucesivos papas de Roma fueron las establecidas en: toda Italia, la misma Roma y
proximidades, Sicilia, el Africa, las Galias, los Balcanes y hasta las cercanías
de Constantinopla[36].
En Oriente, los emperadores bizantinos
ayudaron sobremanera en
las misiones sobre los armenios[37],
y en nuevas metrópolis que se fueron abriendo por la antigua cristiandad. No
obstante, tampoco pasaron en silencio las leyes imperiales que
se entrometieron en los asuntos eclesiales, como la de funcionarios y de servicio
militar[38].
Africa fue digna de especial atención por los misioneros bizantinos. Perdido ya su
esplendor tras la invasión de los vándalos, los misioneros hicieron aquí grandes
esfuerzos por infundir vida en lo que quedaba en pie, uniéndolo todo en torno al
primado de Cartago y priorizando las cualidades más que el lugar de la
procedencia, a la hora de la elección de cargos. Tras esto, las principales sedes episcopales orientales aprobadas por el patriarca de Constantinopla fueron las de antigua tradición (Jerusalén, Alejandría, Atenas y Antioquía). A dichos patriarcados se fueron insertando las nuevas zonas y sedes episcopales implantadas, manteniendo sobre todas ellas la primacía y la cabeza suprema el arzobispado de Constantinopla, 5º patriarcado oriental y que hizo en toda la Iglesia Oriental las veces del “primus inter pares”, como cabeza oriental visible y como unificadora de los demás patriarcados orientales[39]. Madrid,
1 febrero 2020 ________ [1] NESTORIO, monje de Antioquía y continuador de la tesis de las 2 naturalezas en Cristo divulgadas por DIODORO DE TARSO y TEODORO DE MOPSUESTIA en plena escuela antioquena (y según la cual se unían ambas en forma de conjunción-sinazeia sólo externa), acabó aplicando el principio a la virgen María, de la que decía ser madre de la humanidad de Cristo, pero no de su parte divina.
(cf. QUASTEN, J; Patrología, vol. II,
Madrid 1962, pp. 420-442). [2] EUTIQUES, archimandrita-abad del desierto de Alejandría, discípulo de SAN DALMACIO y líder de la oposición al nestorianismo de Antioquía, se va a pasar al extremo contrario, afirmando una única naturaleza en Cristo, divina y nunca humana. Sus principales adversarios van a pasar a ser TEODORETO DE CIRO, con sus obras Eranistes y Polimorfos, y EUSEBIO DE DORILEA, junto al patriarca DOMNO DE ANTIOQUIA e IBAS DE EDESA.
(cf.
CAMELOT, P; De Nestorio a Eutiques:
oposición de dos cristologías, Wurzburgo 1954, pp. 213-242). [3] En realidad, la unión de las 2 naturalezas en Cristo era explicada por ambas partes de modo insuficiente. Algunos la designaban enosis physique (SAN ATANASIO), o bien connexio copulatio. El mismo SAN CIRILO la llama synodos kat´enosis physique. SAN GREGORIO NACIANCENO la denomina sencillamente synodos.
(cf. RICHARD, L; El
misterio de la redención, Tournai 1969, p. 308). [4] Que trataron incluso de auparlo a la sede imperial, y lo consiguieron de manera fugaz. [5]
cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M; Historia de la Iglesia Católica, Edad
Antigua, vol. I, Madrid 1996, pp. 536-538. [6]
La intervención de LEON I en esta controversia fue decisiva, animado
a intervenir tras la lectura que hizo de: -la
expresión de fe ortodoxa dada por FLAVIANO y aprobada por los obispos
presentes,
(cf.
SCHWAIGER, A; San León el Grande,
Paris 1961, pp. 945-947). [7] cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M., op.cit, pp. 536-538. [8]
Calcedonia, hoy inmersa en la actual Estambul, estaba situada muy cerca de
la antigua Constantinopla (en uno de los brazos costeros del Bósforo, que
unía los mares Negro y de Mármara), y eso agilizaba los preparativos y una
mayor difusión y trascendencia del IV y mayor de los concilios ecuménicos
de la Antigüedad. [9] Record absoluto entre todos los concilios celebrados en la Antigüedad. Pues: -al
Concilio de Nicea-325 habían asistido 270 obispos, [10]
TEODOSIO II había muerto meses atrás en una caída de caballo, y la
emperatriz EUDOXIA había delegado en su hermana PULQUERIA, que ya no era
partidaria de los alejandrinos sino de la nueva ortodoxia reinante. [11] cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M; op.cit, p. 545. [12]
Cediendo así a los alejandrinos, y a especie de levantar por su propia
cuenta la condena que se había impuesto en el Concilio a los monofisitas
TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO DE CIRO e IBAS DE EDESA. [13] Tratando de apropiarse los atributos de la sede papal, como Nueva Roma que era, y de sus mismas competencias sobre “sus” regiones bizantinas de Asia, Tracia y Ponto. [14]
cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M., op.cit, p. 546. [15]
En Alejandría había sido elevado PROTERIO en lugar del desterrado
DIOSCORO, no siendo del total agrado monofisita, y que acabaría asesinado y
desaparecido por los fanáticos monjes alejandrinos. Colocado había sido en
su lugar el monofisita TIMOTEO AILUROS, que intentó excomulgar al papa en
uno de sus primeros actos patriarcales. [16]
En Jerusalén hubo auténticas batallas campales entre los monjes
monofisitas (al mando del alejandrino TEODORO), y el ejército imperial. [17]
En Antioquía surgió lo inesperado, pues fue el lugar elegido por el
cabecilla general BARSUMAS para hacer su especial apostolado. Derramando un
auténtico baño de sangre sobre el clero antioqueno, el fanático
alejandrino logró poner a PEDRO FULLON en la sede patriarcal, e introducir
la célebre cuestión de la Theopaschita
o “qui pro nobis crucifixus est”
aplicada al Padre y no sólo al Hijo. [18] cf. Ibid., p. 548. [19]
Entre estos intereses rebeldes consumados, cabe destacar: -que
volvieron a las sedes de Alejandría y Antioquía los monofisitas AILUROS y
FULLON, que León I había desterrado al Quersoneso, [20]
Para intentar simplificar la reconciliación. [21]
En contra del Henotikon destructor
de concilios y de Calcedonia, al que sin embargo apoyó ACACIO, ni
monofisita ni ortodoxo, para ganar amigos monofisitas y ortodoxos e ir
generando una “primus inter pares” constantinopolitana, capaz de hacer
frente a Roma. No obstante, Acacio fue excomulgado por el papa FELIX II de
forma tajante, el 484. [22]
Como se aprecia en el trato recibido por el pueblo a la muerte del
emperador, y por la relación continua mantenida por ANASTASIO I con el papa
GELASIO, donde se dejaba aconsejar antes de emprender cualquier decisión. [23] La fórmula del pontífice HORMISDAS de “Libellus professionis fidei”, sobre la aceptación conciliar de Calcedonia, fue la impuesta paulatinamente por JUSTINO I.
(cf. DENZINGER; Documentos
conciliares de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1991, nº 171-172). [24]
Levantando por su propia cuenta la condena que se había impuesto en
el Concilio de Calcedonia a los monofisitas TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO
DE CIRO e IBAS DE EDESA, ya muertos y bastante muertos. [25] Sin llegar a los extremos de lo provocado por el monofisismo (que también había resucitado aunque a nivel anecdótico), pero provocando nuevas controversias sobre las antiguas tesis del presbítero ORIGENES DE ALEJANDRIA y su “preexistencia de las almas”.
El mismo EFREN, patriarca
de Antioquía, tuvo que volver a condenar los errores de Orígenes en el
542, e instar al papa y al patriarca de Constantinopla a hacer lo mismo. [26]
SAN GREGORIO MAGNO, hijo de una antigua familia noble romana y educado en la
más solida formación tradicional y cristiana, había cursado la carrera
jurídica, y con 25 años había sido nombrado prefecto de Roma, cargo que
le hizo ganar amigos y admiración por Roma, a la que contemplaba devastada
por los ostrogodos y bizantinos. Pronto abandonó su carrera política por
la vida monástica, y ordenado sacerdote fue enviado por PELAGIO II como
legado a Constantinopla para mediar ante bizantinos y lombardos. Muerto
Pelagio II, fue elegido como su sucesor por el senado y pueblo romano. [27] Preciosa lección de humildad sacerdotal fue la que enseñó el PAPA GREGORIO al obispo MAXIMO DE SALONA, que se resistía a su aceptación papal. Con nobles palabras, llegó a decirle que “prefiero morir antes que causar daño a la Iglesia de Pedro; así que sufriré con paciencia por mis hermanos sacerdotes, hasta que no pueda más; y me lanzaré a todos los peligros con ánimo esforzado”.
(cf. GREGORIO MAGNO, Registro,
V, 6). [28]
Grandes reuniones de pueblo y clero romano, presididas por el papa. [29]
Liber regulae pastoralis, como
carta dirigida primeramente a SAN LEANDRO DE CARTAGENA, con quien había
entablado estrechísima relación en su estancia en Constantinopla, y a
quien le pide consejo para completar el libro Librum
regulae pastoralis quem in episcopatus mei exordio scripti. La idea
fundamental de la Regla giraba en
torno a la grandeza de la dignidad episcopal y a los deberes de los obispos. [30]
Importante también fue la fijación de las formas y características
que debía tener el canto sagrado, que pasó a llamarse canto
gregoriano. [31]
Asunto más trascendental de la reforma gregoriana, y en el que el
papa GREGORIO MAGNO se ocupó más frecuentemente. Infinitas lecturas se han
seguido haciendo a lo largo de la historia, en este sentido, sobre su Registro,
donde la Iglesia de Roma fijó la administración de su patrimonio por toda
la Cristiandad. [32] Como él mismo decía en sus Diálogos, “las hordas salvajes lombardas se precipitaron sobre nosotros, y los hombres fueron cayendo por todas partes, y las ciudades y castillos fueron devastados”.
(cf. GREGORIO MAGNO, Diálogos, III,
38). [33]
Larga será la disputa eclesial en este terreno, mucho más allá de
las posibilidades de Gregorio. Aun así, SAN GREGORIO MAGNO logró
introducir otro título papal, el “servum
servorum Dei”, que con el tiempo sería completado por el pontífice
romano con el de “pontífice
primero, p.p.”. [34]
El nestorianismo y monofisismo todavía persistían en Oriente. En
Occidente, sin embargo, la herejía no era tolerada por el pueblo, que
incluso provocó que el obispo HONORATO tuviese que escapar de su sede de
Milán a Génova, y que el mismo papa escribiese a los milaneses para que se
centrasen en elegir a un nuevo prelado. [35]
Gregorio hizo los mayores esfuerzos por solucionar el cisma de Aquilea, que
todavía perduraba en la sede de Grado, donde el obispo SEVERO y sus 3
obispos sufragáneos seguían rebeldes por la cuestión de los 3 capítulos,
donde TEODORO DE MOPSUESTIA, TEODORETO DE CIRO e IBAS DE EDESA, condenados
por el papa en Calcedonia-451, habían sido absueltos por MARCIANO I y luego
por JUSTINIANO, condescendiendo así con el monofisismo, y abriendo una vía
cismática que todavía perduraba. [36] A cada una de estas zonas dotó el papa de un conjunto de bienes (militares, de latifundio, económicos… para ellas mismas y para servir a la caridad universal eclesial), derechos y feudos, repartidos a través de las sedes que él iba declarando de derecho pontificio. Es el caso, por ejemplo, de Sicilia, donde declaró el mismo papa que “patrimonium sanctae Romanae cui Deo miserante servimus Ecclesiae in partibus Syracusanis, Catanensibus, Agrigentinis vel Messanensibus constitutum”.
(cf. GREGORIO MAGNO, Registro, IX, 29). [37]
Particular y celebre fue el apoyo personal que el papa brindo al
obispo armenio DOMICIANO, en medio de las dificultades locales que tenia, y
cuando no llegaba la ayuda desde Bizancio. [38]
Tras haber empezado a llamarse el “servum servorum Dei”, para aleccionar al Oriente sobre la
utilización de títulos eclesiales (como hizo al fanático JUAN EL
AYUNADOR), no tembló el pontífice a la hora de censurar hábitos
bizantinos de intromisión eclesial, como prohibir a los soldados la entrada
en la vida religiosa, o la de impedir a los empleados públicos el aceptar
un cargo eclesiástico. Pero aun así, siempre aprovechó GREGORIO para
educar al emperador acerca de los deberes y santa libertad de los monarcas
cristianos. [39] En este sentido SAN GREGORIO MAGNO vino a rehabilitar, una vez sanado, aquel latricida canon “28” del Concilio de Calcedonia, que el emperador y patriarca constantinopolitanos se habían arrogado y urdido, para cuando los delegados papales hubiesen abandonado el Concilio IV Ecuménico. |