COMEDIAS
ROMANAS
Recopilación
del genial Plauto,
literato
que sostuvo la virtus de Roma
Teatro romano,
casi siempre urbano, pero en algunos casos campestre
Madrid,
1 mayo 2022
Manuel Arnaldos, historiador de Mercabá
La literatura
romana estuvo marcada en sus inicios por un fuerte interés histórico, tanto a la hora de recopilar datos sobre
el pasado fundacional cuanto a la hora de relatar crónicas del presente
conquistador, en el intento por mantener viva la virtus
genética del pueblo romano. Es
lo que fueron haciendo los romanos en su República de Roma, a través de
sus:
-escritos
primigenios[1],
de transmisión oral[2]
o escrita[3],
-literatos
arcaicos[4],
tales como Andrónico[5],
Píctor[6],
Alimento[7],
Catón[8],
Albino[9],
Pisón[10],
Aselio[11],
Rutilio[12],
Estilón[13]
y Sisenna[14],
-pensadores
clásicos[15],
como Varrón[16],
Cicerón[17],
Cuadrigario[18],
Cátulo[19],
Plutarco[20],
Nasón[21]
y Floro[22].
En cuanto al teatro
romano, la tragedia griega
fue degenerando en Roma en el género cómico, a través de 4 tipos de
obras[23]:
-la
palliata[24],
de temática griega, argumento complejo, ambientación natural y una prioridad de la expresión
literaria sobre la corporal;
-la togata[25],
de temática romana, argumento complejo, ambientación festiva y una
prioridad de la expresión literaria sobre la corporal;
-la atellana[26],
de temática itálica, argumento elemental, improvisado y popular,
ambientación urbana y
personajes muy tipificados y restringidos;
-la mímica[27],
de todo tipo de temática, argumento simple, ambientación natural y
festiva y una prioridad por la expresión corporal sobre la literaria, en
especial a través de la gesticulación.
En
cuanto a los autores que conformaron el mundo teatral de la
República de Roma, cabría destacar la obra emprendida por:
-sus creadores
Nevio[28]
y Ennio[29],
-la
época dorada de Plauto[30], Estacio[31] y
Terencio[32],
-toda una pléyade de comediógrafos republicanos, como Titinio[33],
Afranio[34],
Atta[35],
Bononio[36],
Novio[37],
Laberio[38]
y Publilio[39].
a)
Plauto
Nació el 254 a.C[40]
en Sarsina (Umbría), en un
lapso de tiempo
revuelto entre
las Guerras Púnicas y las primeras intervenciones romanas en Grecia y el Oriente helenístico. Se trasladó a
Roma siendo todavía joven, alistándose en el ejército naval romano y
adquiriendo un amplio conocimiento del
lenguaje marino. A su vuelta de las campañas por el Mediterráneo se
dedicó a la actuación teatral, y en sus tiempos de ocio al negocio marítimo[41]
y a escribir sus primeras obras teatrales (Saturio
y Adicto).
Sus obras teatrales comenzaron a representarse en Roma a partir del
220 a.C, hasta llegar al número de 21 comedias[42]
y 130 representaciones, en medio
de un gran éxito de
público, que las hizo circular por todas
partes y que llegó a decir que “si las
musas hablaran latín, lo harían con el
estilo de Plauto”.
Plauto
se dedicó exclusivamente a la comedia, tomando como modelo
una nueva comedia griega[43] que él adaptó al gusto romano[44],
mezclando personajes y situaciones. Si bien partió de situaciones completamente convencionales, Plauto supo combinar con
gran maestría la acción y el diálogo, pasando con un ritmo vivo de la
intriga al retrato de costumbres, e imprimiendo a sus textos una importante dosis de lirismo y fantasía.
b)
Teatro de Plauto
Se inscribe dentro del género de la comedia
palliata, aunque siempre adaptando la
trama griega (generalmente amorosa) a los aspectos más cotidianos y cómicos
del mundo romano, con un elevado
porcentaje de partes lírico-musicales (los cantica) y siempre desde
la contaminatio (o combinación de tramas de diferentes obras) e
inserción de motivos locales[45]
y gustos populares[46].
Fraenkel
considera como elementos
propios plautinos:
-los
motivos de la transformación y de la identificación;
-el uso de elementos mitológicos, tomados de la mitología griega;
-la personificación de objetos inertes, o sin vida propia[47];
-la frecuente ampliación de los diálogos;
-la ideologización de los monólogos[48];
-la interrupción del diálogo, a través de acciones inverosímiles;
-el predominio del papel del esclavo, en muchas ocasiones el
verdadero protagonista.
b.1)
Estructura
Las comedias de Plauto presentan una acción continua y sin
actos, y guardan siempre las tres reglas del teatro
clásico:
unidad de tiempo, unidad de lugar y unidad de acción[49].
Con todo, también presentan algunas deficiencias estructurales, derivadas del deseo de Plauto de hacer reír a
un público tan heterogéneo como el romano, a expensas de no respetar la
trama[50].
En cuanto
a los prólogos,
5 de las comedias plautinas no tienen prólogo[51],
otros ceden su naturaleza expositiva en pro de una mayor agilidad, y otros
sirven para despertar la curiosidad del espectador[52]. En
todo caso,
Plauto intenta acercar el prólogo al público, y en muchas ocasiones le
informa sobre el título y autor de la obra que se va a representar[53],
así como de la actualidad más general.
b.2)
Lengua y
estilo
El
lenguaje y el estilo de Plauto no son fáciles ni sencillos. Es verdad que escribió en un
estilo coloquial alejado de la codificación latina, pero eso no significa que la mayoría de
sus oyentes fuesen capaces de hablar así. E incluso el propio Plauto
dotó a su lenguaje de ciertas irregularidades ex profeso, a forma
de crear un sistema de inflexión,
en sintaxis y versificación, que fuese haciéndose regular.
Por
otro lado, Plauto
utiliza todos los recursos estilísticos de la literatura latina, a nivel de estructuras bimembres y trimembres con cola[54],
ánaforas, aliteraciones, asonancias, congeries[55],
arcaísmos y figuras etimológicas.
Para
destacar la alternancia entre partes habladas y partes cantadas,
Plauto empleó diversos metros, alternando las partes escritas en senarios yámbicos[56],
septenarios trocaicos u octonarios yámbicos[57], y los
cantica en metros créticos o baquíacos. Todo ello sin salirse de los registros poéticos,
en los que Plauto se muestra
extremadamente cuidadoso[58].
A todo ello hay que añadir
el enorme talento de Plauto para la creación de metáforas, y su amplio
dominio de la lengua militar, amorosa, legal y religiosa, que emplea en muchas
ocasiones con fines paródicos. Las comedias de Plauto se convierten así en
una perfecta mezcla entre el latín literario y el latín coloquial, cuya
presencia se advierte por el uso abundante de interjecciones[59],
diminutivos[60]
y redundancias, así como una frecuente presencia del anacoluto[61].
A todo ello, Plauto presta numerosos vocablos procedentes de los campos semánticos
del insulto, la burla, el amor o los oficios. Y para colmo puso la mayor cantidad de palabras
griegas en la boca de esclavos y libertos[62]. Plauto
se convierte, así, en uno de los más
grandes maestros de la lengua latina, y en el original autor teatral que supo integrar
la esencia
griega en lo genuinamente romano,
aunque fuese de forma cómica.
b.3)
Arcaísmos
La dicción
de Plauto, que utilizó el discurso coloquial de su época, es distinta a la
del período clásico posterior, está libre de convenciones,
usa las métricas convenientes y busca el efecto estilístico en la audiencia.
Estas
son las peculiaridades lingüísticas más comunes en las obras de Plauto, algunas de ellas también
encontradas en Terencio. Y señalarlas ayuda en la lectura de sus obras y da una idea del
lenguaje y la interacción
primitiva romana.
Los arcaísmos más frecuentes en Plauto fueron[63]:
-el uso
de formas no contraídas de algunos verbos, como mavolo
para malo,
-la enmienda de la final e, en imperativos singulares,
-la retención de la u en lugar de la i, en palabras como maxumus,
proxumus, lacrumare...
-el uso de la terminación ier, para el presente pasivo y deponente
infinitivo, en casos como exsurgier,
-las formas de suma unidas a la palabra anterior (prodelision), tales
como bonumst en vez de bonum est,
-la eliminación de la s final de las formas verbales del segundo
singular,
-la eliminación de la e final de la partícula ne, cuando las dos se unen,
-la retención en muchas palabras de qu, en lugar de c posterior, como en
quom en lugar de cum,
-el uso de la terminación singular genitivo (disilábico), además de ae,
-la retención de la d final después de la vocal larga en los pronombres,
-la adición ocasional de un final pte, te y met, a los pronombres,
-el uso de la s como una terminación de plural acusativo, y ocasionalmente
nominativo.
b.4)
Expresividad
Plauto
empleó muchos proverbios romanos en sus
obras, a la hora de abordar el género del derecho, la religión, la medicina, los
oficios, la artesanía y la navegación. A veces aparecen solos, o
entretejidos dentro de un discurso, o al final de un soliloquio. Y todo esto como efecto
dramático, para enfatizar los asuntos.
Más entretejido en
Plauto fue el uso del griego, con fines artísticos y no simplemente porque una
frase latina no se ajustase a la métrica. De hecho, el griego fue
restringido por Plauto para la descripción de alimentos, aceites, perfumes...
dándole así a todos ellos un toque exótico. Los esclavos o personajes de baja categoría
también hablan mucho griego, aludiendo a que Roma acabaría sometiendo
también a Grecia y el Oriente, antes o después.
En otras ocasiones incorporó Plauto pasajes
con alusión a otros idiomas,
de los lugares de procedencia de sus personajes. Un recurso que utilizó con la idea de enfatizar
la autenticidad de su obra, o de mostrar la extrañeza romana hacia dichos
caracteres[64].
b.5)
Poesía
Una de las herramientas que usó Plauto para
enfatizar el servus callidus de sus personajes fue la aliteración,
o repetición de
sonidos en una oración o cláusula. Se trata de sonidos que tratan de afirmar
la inteligencia y autoridad de sus personajes[65],
así como el perfecto dominio plautino del latín. Suelen aparecer al principio
de las palabras, pero también pueden hacerlo al final[66].
También
usa Plauto la técnica
de la asonancia,
o repetición de sílabas que suenan similares[67].
E incluso técnicas propias que Plauto inventa para los acertijos[68].
Y es que las
comedias de Plauto abundan en bromas y juegos de palabras, como componente importante de su
poesía. Y para eso era necesario acentuar y enfatizar lo que se dice,
elevando el arte del lenguaje o cambiando el significado de las palabras.
b.6)
Métrica
A la hora de dotar de un ritmo a la obra,
Plauto se sirvió del acento, de las palabras
fuertes y del ictus del verso, rompiendo con ello la clásica métrica
griega o adaptándola a la audiencia romana. Plauto usó una
gran cantidad de metros, pero con mayor frecuencia recurrió al septenario trocaico.
Las
palabras
yámbicas, aunque
ya eran comunes en el latín, fueron difíciles de encajar
en la métrica plautina, y generalmente aparecerán al final de los versos[69].
b.7)
Monólogos
Sirvieron para dar a conocer el servus callidus
plautino, casi siempre un esclavo que, a través de un chiste, o de una
vulgaridad, o de una incongruencia, hace conectar a la audiencia con los fines
moralizantes de la obra. El servus callidus es un
personaje que, como dice McCarthy,
“llama la atención del público”,
o que según Stace, “reclama nuestra más
completa simpatía, a pesar de sus mentiras y abusos”.
El monólogo (o soliloquio) principal
de la obra, y en el que se involucra el servus callidus, es el monólogo
del prólogo, pues como apunta Slater,
“dicho
servus callidus ha de afirmar su poder sobre la obra, ya desde el
principio y mediante el uso del modo imperativo”.
Por lo tanto, el modo imperativo
es utilizado por Plauto como herramienta para provocar una completa
inversión de roles en la relación esclavo-amo, para destronar de su autoridad y respeto
a muchos amos, y para exaltar a los miembros más humildes de la
sociedad.
b.8)
Prólogos
Marcan ya desde el principio en Plauto
el principio de prudencia de producción,
animando a la audiencia a que si les decepcionaba en adelante la puesta en
escena material, se viesen compensados por la verbosidad y paronomasia (juego de
palabras) que iban a recibir a continuación.
Introduce también en ellos Plauto
el nombre
de los personajes
de la obra (todos ellos con juegos de palabras), para
que el público no estuviese perdido y fuese siguiendo el devenir de cada
uno de ellos, haciendo hincapié en los principales y los que más les
iban a divertir[70].
b.9)
Cánticos
El papel
de la música fue mayor en Plauto que en Menandro, convirtiéndose casi en un componente
constitutivo
tanto en la apertura como en el cierre lírico. Se trataba de las cántica,
monodias o pequeños cantos a varias voces con los que Plauto establecía diálogos
con el texto,
a través principalmente del senario yámbico.
No obstante, cuando tan sólo se
trataba de divertir al público
con la música, Plauto recurrió a todo tipo de texto cantado, como:
-los
septenarios trocaicos,
septenarios yámbicos
y octonarios yámbicos, para las partes recitadas,
-los versos yámbicos, trocaicos, anapésticos,
créticos, baqueos, eólicos y jonicos, para las partes cantadas.
La obra plautina es
considerada esencialmente una comedia musical, bajo el objetivo primordial de divertir al
público y que éste saliese contento de la representación teatral.
b.10)
Helenismos
De los 270 nombres propios que se
conservan de las obras de Plauto, casi 250 son griegos, como forma de dar
un golpe
de gracia a su obra, o por la
cotidianeidad de dichos nombres en las recientes conquistas romanas, o
como forma de demostrar que dominaba la cultura helénica, o como excusa
para tener mayor libertad literaria[71].
Por otra parte, en la época
de Plauto Roma era ya una potencia en expansión, con ganas de ser reconocida
en todas partes. E incluso en Grecia empezaba a tener éxito. De ahí que
Plauto tuviese que recurrir a un lenguaje
universal, a través del cual insinuar la
superioridad de Roma sobre el resto del mundo[72].
c)
Comedias de Plauto
c.1)
Menecmo
Fue compuesta el 216 a.C, y en ella un mercader siciliano (de Siracusa)
pierde a uno de sus dos gemelos (Menecmo y Sóscicles) en Tarento, donde
había ido en un viaje de negocios. Un rico mercader de Epidamno se lleva
al gemelo perdido (Menecmo) con él y lo adopta:
PLAUTO:
Salud y prosperidad, distinguido público, por primera providencia,
tanto para mí como para vosotros. Os traigo hoy a un comerciante ya de
edad, de Siracusa, que tenía dos hijos gemelos. Cuando los chicos
tenían ya 7 años, carga el padre una gran nave con un montón de
mercancías, embarca a uno de los gemelos y se lo lleva consigo a
Tarento, donde iba a hacer sus mercaderías; al otro lo deja en casa con
la madre. Dio la casualidad de que se celebraban precisamente unos
festivales en Tarento cuando llegó allí el hombre[73].
PLAUTO:
Naturalmente, había, como suele pasar en tales ocasiones, una cantidad
enorme de público, y el chico se extravía del padre entre la multitud y
se pierde. Un mercader de Epidamno, que se encontraba allí a la sazón,
recoge al niño y lo lleva con él a su patria[74].
En su nuevo hogar de
Epidamno, Menecmo se enamora de Erocia, mientras su hermano gemelo
Sóscicles (llamado también Menecmo, en recuerdo suyo) emprende con su
esclavo Mesenión un viaje en su búsqueda:
EROCIA:
Hola, Menecmo, mi vida.
CEPILLO: Y yo ¿qué?
EROCIA: Tú no entras en cuenta, sino sólo Menecmo.
MENECMO: Haremos un combate en el foro, en el que beberemos éste y yo.
El que de los dos resulte vencedor en el copeo, tú eres la que mandas:
decide con cuál de los dos quieres estar esta noche. ¡Qué aversión
siento por mi mujer cuando te veo a ti, encanto mío!
EROCIA: Fácilmente consigues estar para mí muy por encima de ningún
otro de los que me cortejan[75].
SÓSICLES:
Yo creo, Mesenión, que no hay mayor placer para los navegantes que el
divisar la tierra a lo lejos desde alta mar.
MESENIÓN: Mayor sería, para decir verdad, si al llegar fuera tu propia
tierra la que vieras. A ver, dime, por favor, ¿qué es lo que hacemos
aquí ahora en Epidamno? ¿Es que vamos como el mar, dándoles la vuelta
a todas las islas?
SÓSICLES: Venimos a buscar a mi hermano gemelo.
MESENIÓN: Hemos recorrido las tierras de los histrios, los hispanos,
marselleses, ilirios, el mar Adriático todo, la Magna Grecia y todas
las regiones de Italia que baña el mar. Si fuera una aguja lo que
buscaras, la hubieras encontrado ya hace tiempo. Mas creo que estamos
buscando entre los vivos a un muerto[76].
A su llegada a Epidamno,
Sóscicles provoca una serie de situaciones confusas dado su
extraordinario parecido con su hermano Menecmo, hasta que ambos acaban
conociéndose y volviendo a Siracusa:
CILINDRO:
Buena compra he hecho y bien a mi gusto, así que bueno va a ser el
almuerzo que voy a ofrecer a los comensales. Pero veo ahí a Menecmo,
¡ay de mis costillas! Los convidados andan merodeando delante de la
casa antes de que yo haya vuelto de la compra. Voy a acercarme a
hablarles. ¡Salud, Menecmo! ¿Dónde está tu gorrón Cepillo?
SÓSICLES: Los dioses te guarden, quienquiera que seas. Y a ese gorrón
mío que buscas también, aunque un cepillo llevo yo aquí en mi maleta.
CILINDRO: Este hombre, desde luego, está loco, por mucho que mi ama
Erocia sea su amiga.
SÓSICLES: Toma dos dracmas y vete, y que te hagan un exorcismo a mi
cuenta, y te recobren el juicio.
CILINDRO: ¿Que no sabes quién soy yo, Menecmo, que te sirvo el vino
todas las veces que vienes a beber aquí?
SÓSICLES: ¡Ay de mí, que no tengo con qué romperle la cabeza a ese
tipo!
CILINDRO: ¿No vives tú en esa casa? (la de Menecmo).
SÓSICLES: Mal rayo parta a sus habitantes, ¡qué hombre más
charlatán y pesado![77].
EROCIA:
Deja la puerta así, Cilindro, y quítate, que no quiero que se cierre.
Tú pasa dentro, y mira que se haga todo lo necesario, que ya veo por
allí a Menecmo, y él me será de utilidad y provecho.
EROCIA: ¡Tú, mi vida! No te quedes ahí fuera como un pasmado, estando
mis puertas abiertas para ti. Todo está preparado tal como dijiste, y
el almuerzo está listo. Cuando gustes, nos ponernos a la mesa.
SÓSICLES: ¿Con quién habla esta mujer? ¿Y qué he tenido yo que ver
contigo, ni ahora ni nunca? Desde luego, Mesenión, esta mujer está o
loca o bebida.
EROCIA: Ay, querido Menecmo, por favor, ¿por qué no entras? Allí
estaremos mejor.
MESENIÓN: Ésa se ha olido la bolsa esa que llevas, Menecmo (el
pesudónimo de Sósicles). Vámonos al barco, que aquí están todos
locos.
SÓSICLES: No, Mesenión, no rehusemos la invitación de esta
desgraciada, sino pasemos dentro. A ver si al final encontramos albergue[78].
MESENIÓN:
Oh, dioses inmortales, ¿qué ven mis ojos? (saliendo de la casa de
Erocia).
SÓSICLES: ¿El qué?
MESENIÓN: Un espejo de ti, y tu propio retrato.
MENECMO: Joven, salud, a ti, quienquiera que seas, que sales de mi casa,
Realmente no te has portado conmigo de forma leal, aunque no me voy a
incomodar porque tú hayas cumplido tus deseos. Mi nombre es Menecmo.
SÓSICLES: El tuyo no, el mío.
MENECMO: Yo soy de Sicilia, y siracusano.
SÓSICLES: Ésa es mi casa y mi patria, y no la tuya.
MESENIÓN: Yo conozco a éste (a Menecmo), que es mi amo. Yo soy
esclavo de éste, pero me había creído que lo era de ése otro (Sósicles).
Yo le había tomado por ti (a Menecmo), y por eso le he estado
importunando. Te ruego que me disculpes, y si te he dicho alguna
inconveniencia, ha sido sin darme cuenta.
SÓSICLES: Me parece que deliras, esclavo. ¿No te acuerdas de haber
desembarcado hoy junto conmigo?
MESENIÓN: Es verdad, tienes razón; tú eres mi amo (a Menecmo).
Búscate otro esclavo (a Sósicles). Salud, amo (a Menecmo),
y tú, adiós. Yo digo que éste es Menecmo (Sósicles).
MENECMO: Pero yo digo que lo soy yo, hijo de Mosco.
MESENIÓN: Dioses inmortales, haced verdadera la esperanza inesperada
que barrunto, que, si no me equivoco, éstos son los dos hermanos
gemelos. Llamaré a mi amo aparte. ¡Menecmo!
MENECNO y SÓSICLES: ¿Qué quieres?
MESENIÓN: ¡Vámonos a Siracusa!
MENECMO y SÓSICLES: ¡Vámonos![79].
c.2)
Báquides
Fue compuesta el 215 a.C, y narra cómo dos jóvenes gemelas viven pobres
y huérfanas, pero ponen precio a su hermosura (como meretrices). Una de
ellas (Baquis) se establece en Atenas, y prende con sus encantos al joven
Mnesíloco, hijo del viejo Nicóbulo:
BAQUIS
I: ¿No te parece mejor que tú no digas nada y sea yo la que hable?
BAQUIS II: Más peligro veo yo en que no se me ocurra a mí qué decir
para ayudarte.
PISTOCLERO: ¿Que tal las dos chulillas, las hermanitas báquides? ¿Que
es lo que acabáis de decidir ahí la una con la otra? ¡Menuda liga son
vuestras caricias! Tened cuidado con meteros en esas madrigueras.
BAQUIS I: Chico, hablas como un libro abierto, y ¡cómo te pones! Pero no
hay nada más desgraciado que una mujer. Así que buscaré a algún
militar, y concertaré con él un servicio en el diván, hasta que obtenga
de él el dinero necesario.
BAQUIS II: Pues sí, Pistoclero, ¿o es lo que te inspira temor lo que
parte de mi hermana? Tú trae al militar, y ofrécele este servicio a
algún amigo tuyo.
BAQUIS I: Ése está en mis manos, hermana. Y ya verás cómo te ayudo
con lo de Mnesíloco, y consigo el dinero y no tienes que irte
con el militar. Y tú, Pistoclero, quiero que Mnesíloco te vea abrazarme,
antes que yo me vaya[80].
Al poco tiempo, Mnesíloco marcha a
Efeso en un viaje de negocios, y Baquis se marcha a
Samos con la idea de
buscar a su hermana (Baquis II), y traérsela a Atenas:
CRÍSALO:
Adiós, patria de m mi amo, salve, puerto de mi patria, ¡qué pena
dejar de verte durante años, y salir para Efeso! Adiós, Apolo, que me
voy con mi amo Mnesíloco, dejando aquí a su amiga Baquis[81].
PISTOCLERO:
Me asombro que me pidas con tanto empeño que vuelva, Baquis, siendo
así que no podría irme de aquí de ninguna manera, tan obligado y
atado como me tienes con tu amor.
CRÍSALO: Santo Dios, es Pistoclero a quien veo, ¡salud! Veo bien que
has localizado al objeto de sus amores, porque si no lo has localizado,
está a punto de morir. ¿Es ésa Baquis?
PISTOCLERO: Sí señor, la báquide de Samos, que fue allí a buscar a
su hermana, y que ahora vuelve con ella[82].
Pasados dos años, Mnesíloco
escribe a su amigo Pistoclero para que averigüe el paradero de
Baquis, y
éste cumple el encargo del amigo, pero cayendo en las redes de la otra
Baquis (Baquis II), a pesar de las advertencias de su maestro Lido:
MNESÍLOCO:
Le he estado dando muchas vueltas, y he llegado a la convicción de que es
así: no hay nada más grande, aparte de los dioses, que un amigo que sea
verdaderamente digno de este nombre. Y esto lo sé yo por experiencia.
Porque luego que me marché a Efeso, hace unos dos años aproximadamente,
le escribí una carta desde allí a mi amigo Pistoclero, para que tratara
de localizar a mi amiga Baquis. Según me ha dicho Crísalo, mi esclavo,
sé que la ha encontrado[83].
LIDO:
Ya hace un rato, Pistoclero, que voy tras de ti sin decir una palabra,
preguntándome, qué es lo que te traes entre manos con esa vestimenta.
Porque a fe mía, que el mismo Licurgo estaría en peligro de pervertirse
en esta ciudad. ¿A dónde te diriges calle arriba con todo este cortejo?
PISTOCLERO: Al sitio donde vive san Amor, santa Venus, santa Gracia, santa
Diversión, el placer, las bromas, el juego, la conversación y el dulce
besuqueo.
LIDO: Te has perdido a ti, a mí y a todo el trabajo con que he tratado de
mostrarte tantas veces, y en vano, el buen camino.
PISTOCLERO: Yo ya no tengo edad de estar bajo tu magisterio. Y prefiero
estar con mi nueva amiga (Laquis), y que me dejes ahora. Porque no es
bueno que el discípulo esté dentro y a la mesa con su amiga besándose,
y que allí estuviera también su preceptor[84].
Al
volver Mnesíloco, Lido le pone al corriente de los amores de Pistoclero
y Baquis. Tras lo cual se sucede un rifirrafe entre los dos
amigos (Mnesíloco y Pistoclero), y se
destapa que se no trata
no de una joven, sino de dos.
LIDO:
Te llevo a la persona que ha perdido y arruinado a tu único y querido
hijo (dirigiéndose a Filóxeno, padre de Pistoclero). ¡Ay de
mí, ay de mí, esa condescendencia es lo que le ha perdido! Si no fuera
por ti, yo le hubiera conducido derechamente hacia la virtud. Tu actitud
y el saber que tú le respaldas han sido la causa de la corrupción de
Pistoclero.
MNESÍLOCO: Dios mío, está hablando de mi amigo. ¿Qué es lo que
pasa, para que Lido hable en esa forma de él?
FILÓXENO: Breve es el tiempo, Lido, en que se siente el gusto de no
privarse de nada. Llévale la corriente, con tal de que se evite que se
pase demasiado de la raya, y tú no te preocupes.
LIDO: Sí me preocupo, que a fe mía que no permitiré su corrupción
mientras yo viva. Porque en los primeros 20 años de su vida, si no
estaba en el polideportivo antes de la salida del sol, no era chico el
castigo que se le imponía. Y allí se daba al ejercicio de la carrera,
la lucha, la jabalina, el disco, el boxeo y la pelota, sin nada de
golfas o de besuqueos.
MNESÍLOCO: Pobre de mí, me consumo pensando que es por causa mía por
lo que se le echa en cara todo eso a mi amigo.
LIDO: Bien que lo sé, porque antiguamente uno seguía ateniéndose a lo
que decía el preceptor, pero ahora los chicos enseguida le rompen al
maestro la pizarra en la cabeza. Mnesíloco, tu amigo Pistoclero va de
convite en convite, con tu amiga y en casas de perdición[85].
PISTOCLERO:
¿No es éste mi amigo? (por la calle).
MNESÍLOCO: ¿No es ése que veo mi enemigo? Porque de tales amigos, su
misma condición malvada es la causa de su desgracia, y no son amigos de
nadie. Esos tales son malas personas, pero no amigos míos.
PISTOCLERO: ¿Qué es lo que dices?
MNESÍLOCO: ¿Que qué es lo que digo? ¿No te escribí yo una carta
desde Efeso hablándote de mi amiga, para que me la localizaras? ¿Es
que no tenías en Atenas todas las chulas que quisieras, para ligar con
ellas? ¿O tenías que hacerlo con la que yo te había encomendado, y te
pusiste a hacer el amor con ella?
PISTOCLERO: ¿Acabas ya de insultarme gratuitamente? Dos Báquides hay
ahí dentro. Dos, y dos hermanas. Pero si te empeñas en no creerme, te
agarraré por el cuello y te llevaré ahí dentro[86].
Tras el rifirrafe entre los amigos, la cuestión
está ahora en saber distinguir a
cada una de sus amadas, lo cual resulta
imposible para los emisarios Nicóbulo y Filóxeno (los padres de
Mnesíloco y Pistoclero):
BAQUIS
I: ¿Quién me llama, quién da esos golpes a la puerta, qué son esos
gritos y ese escándalo?
NICÓBULO: Somos nosotros.
BAQUIS II: Eso debe ser que el pastor está echando una siesta, y por
eso las ovejas van así balando descarriadas. ¿Crees tú que las
esquilan tres veces al año? Desde luego, una de ellas ha sido esquilada
hoy ya dos veces.
FILÓXENO: Estas ovejas os van a dar el escarmiento que os deben, porque
dicen que tenéis ahí encerrados a dos borregos que son nuestros. Y
además de los borregos tenéis ahí también a un perro que muerde, que
me pertenece. Ahora recibiréis las dos el castigo merecido.
BAQUIS I: Anda, ven dentro conmigo, y allí puedes reprender si quieres
a tu hijo. Hazme caso, cariño, que eres un encanto, y entra conmigo, y
disfruta de una comida de primera, de los vinos y de mis perfumes.
NICÓBULO: Esto es una infamia, aunque pasaré por ello y me haré
violencia. Pero, ¿voy a estar yo mirando cuando ésta esté con mi hijo?
Me da vueltas la cabeza, muerto soy, y casi no soy capaz de negarme.
BAQUIS II: ¡Pero si es contigo con quien voy a estar, y a ti te voy a
hacer el amor y te voy a abrazar! El tiempo corre, entrad y poneos a la
mesa, y pasadlo bien mientras viváis, que no es mucho[87].
c.3)
Rudens
Fue compuesta el 212 a.C, y nos cuenta la historia
de los crueles lenones Lábrax y Cármides, que salen huyendo de Cirene
con dos de sus esclavas sexuales (Palestra y
Ampelisca), y que naufragan al poco de salir:
ARTURO:
Dífilo quiso que esta cuidad fuera Cirene, en cuyo campo en quinta a la
vera del mar vive Démones, un hombre de edad que de Atenas ha venido a
instalarse aquí, expatriado por ayudar a los demás[88].
ARTURO:
De una hija (Palestra) que tenía Démones se vio privado cuando la
chica era muy pequeña. Un pésimo sujeto (Cármides) se la compró a un
pirata, y trajo consigo a la joven aquí a Cirene. Tenía él un amigo
de su misma ralea, un joven siciliano de Agrigento (Lábrax), que había
hecho traición a su patria. Se puso entonces a ponderarle a éste la
belleza de la muchacha, y de las otras jóvenes que tenía a su recaudo,
y se la vendió[89].
ARTURO:
La cosa es que tiempo después tanto el viejo rufián como su joven
compinche se encuentran sentados en una roca, a donde han sido arrojados
ellos por la tempestad, y donde su barco yace hecho pedazos. La joven de
Lábrax, y una de sus sirvientas, saltaron muertas de miedo del barco a
una lancha, y las olas las llevan desde la roca a la costa. El joven
vendrá luego en su búsqueda, ya lo veréis, el mismo que compró la
muchacha al rufián[90].
Las
dos meretrices logran
salvarse en un frágil esquife, y ya en la playa se dirigen a un templo
solitario de la diosa Venus, cuya venerable sacerdotisa (Ptolemocracia)
les ofrece su hospitalidad:
PALESTRA:
Todo lo que se diga sobre las desgracias de los mortales es poco en
comparación de las penas que se les hacen pasar en la realidad. ¿Puede
nadie creer que dé un dios su consentimiento a que me tenga que ver yo
así, con estos andrajos, y acobardada, después de haber sido arrojada
por las olas a un litoral desconocido? ¿Es que voy a tener que decir,
pobre de mí, que he nacido para esto? Yo soy Palestra.
AMPELISCA: ¿Y qué otra cosa más oportuna puede haber para mí, que
renunciar a la vida? Porque tan desgraciada es la situación en la que
me encuentro, y tantas y tan mortales las cuitas que anidan en mi pecho.
He ido dando vueltas por todos los alrededores, y me he arrastrado por
todos los escondrijos posibles. Yo soy Ampelisca, pero ¿de quién es la
voz que oigo en mi cercanía?
PALESTRA: Es, desde luego, una voz de mujer la que he escuchado.
AMPELISCA: Es una mujer, es una voz de mujer la que ha llegado a mis
oídos. Vamos a seguir la voz con nuestros pasos. Dame la mano,
Palestra, y sigamos la costa.
PALESTRA: Lo inevitable no hay sino soportarlo. Pero mira, ¿qué es
eso? ¿No es eso un templo digno de los dioses, a mano derecha?[91].
PTOLEMOCRACIA:
¿Quiénes son los que vienen a hacer una oración ante mi patrona?, que
salgo aquí fuera al haber oído la voz 260 de unas suplicantes. Seguras
pueden estar de que se dirigen a una diosa clemente y misericordiosa, a
una patrona condescendiente y benigna en grado sumo.
PALESTRA: Madre, recibe nuestro saludo. Ahora venimos de aquí mismo, a
muy poca distancia de este lugar, pero es de muy lejos de donde hemos
sido arrastradas a esta costa.
PTOLEMOCRACIA: Pues hubiera sido mejor que hubierais venido vestidas de
blanco, pues no es costumbre venir a este templo con esa indumentaria.
Dadme la mano y levantaos, que no hay mujer más compasiva que yo. Yo
soy pobre y sin recursos, hijas mías, y sirvo a Venus a costa mía.
Venid por aquí conmigo, y sed bienvenidas[92].
Lábrax
y Cármides son arrojados poco después por las olas
a la misma costa, y tras discutir entre ellos y descubrir el paradero de las jóvenes
(a través de Esceparnión, un esclavo de la zona), deciden ir
a arrancarlas a la fuerza de aquel lugar, aunque sea del mismo templo
de Venus:
CÁRMIDES:
Maldición, Lábrax, ¿a dónde vas con esa prisa? Yo no te puedo seguir
a ese paso.
LÁBRX: Ojalá que hubieras perecido de mala muerte en Sicilia antes de
que te hubieran visto mis ojos: tú eres el culpable de la desgracia que
me ha caído encima, pobre de mí. Ay, Palestra, ay Ampelisca, ¿dónde
estáis?
CÁRMIDES: Ojalá hubiera sido la cárcel mi domicilio el día en que me
llevaste a tu casa. No les pido otra cosa a los dioses inmortales sino
que no disfrutes en vida más que de huéspedes de tu calaña. Anda, que
la cena que me diste fue aún más impía que la que les pusieron a
Tiestes o a Tereo.
LÁBRAX: So cerdo, ¿es que pretendías tragarte la isla de Sicilia
entera y su vera? Pero pensemos en las chicas, porque veo por aquí unos
pasos[93].
LÁBRAX:
Dime, joven, por favor, ¿sabes donde hay dos mujeres náufragas?
ESCEPARNIÓN: En el templo de Venus, llorando abrazadas a la estatua de
la diosa. Dicen que han naufragado la noche pasada y han sido arrojadas
hoy a la costa por las olas.
LÁBRAX: Ahora mismo me cuelo en el templo de Venus, a pesar de la
borrachera cogida tan a desgana, por los vinos griegos que Neptuno nos
ha echado, a través del mar. ¿Para qué más?[94].
Un viejo de la zona
(Démones),
que cultiva un pequeño campo próximo al
templo, acude al templo con su
gente, para reprimir el sacrilegio. El cielo recompensa al viejo por su
hazaña (a través de la maleta de las muchachas), ya que una de las muchachas resulta ser una hija suya, que
perdió hacía ya mucho tiempo:
DÉMONES:
Fuera del templo, tú, el más sacrílego de los mortales (a Labrax). Y
vosotras, id a sentaros en el ara (a las jóvenes).
LÁBRAX: Bien pagadas me vas a pagar todas estas injusticias que se me
están infligiendo.
DÉMONES: ¿Todavía tienes el atrevimiento de venir con amenazas?
LÁBRAX: Se me priva de mi derecho, me quitas mis esclavas en contra de
mi voluntad.
TRACALIÓN: Toma como juez a cualquier hombre adinerado del senado de
Cirene, a ver si es que deben ser tuyas. Hale, pues, ponle a cualquiera
de ellas la punta del dedo meñique encima, que al instante te
convertiré en una pelota para ejercitar mis puños, perjuro más que perjuro[95].
DÉMONES:
De verdad, jóvenes, que, aunque os daría gusto con toda mi alma, tengo
miedo de que mi mujer me ponga en la calle por causa vuestra, que va a
decir que le he metido aquí unas amigas en su propia cara. Más vale
que os refugiéis vosotras en el altar que no que tenga que hacerlo yo.
TRACALIÓN: Estando yo presente, nadie se meterá con ellas. A casa los
dos, Turbalión y Espárax, que quedáis relevados de vuestro servicio,
buenos guardianes. Una sola cosa te pido, Démones: que te apiades de
esta joven (Palestra), porque si su maleta es la del rufián, como
supongo, me estoy figurando algo, aunque no es seguro lo que digo.
DÉMONES: Gripo, enséñanos esa maleta.
GRIPO: Sí, Hércules, pero una cosa es indebida a todas vistas. Y si la
enseño, dirán naturalmente enseguida que la reconocen.
TRACALIÓN: Malvado, ¿te crees que son todos como tú, perjuro?
Enséñala, porque te empeñas en repetir eso una y otra vez, malvado,
para que se nos vaya así el día.
GRIPO: Pero bueno, ¿qué tiene que ver con la maleta el que ésas sean
esclavas o libres?
TRACALIÓN: En esa maleta tiene que haber una arquilla de juncos con los
dijes que pueden servir de contraseña para que esta joven tenga la
posibilidad de reconocer a sus padres; ella los llevaba consigo cuando
encontró su perdición en Atenas de pequeñita, como dije antes.
DÉMONES: ¡Palestra, Ampelisca! ¿Es que ésta es la maleta donde decís
que estaban vuestra arquilla? Los dioses están de mi parte. ¿Y tú,
Palestra, es ésa tu bolita de oro, la que te regaló tu padre el día
de tu cumpleaños? Hija mía, ¡yo soy tu padre![96].
c.4)
Curculio
Fue compuesta el
211 a.C, y narra las aventuras en Epidauro
del
parásito Curculio, pícaro sin escrúpulos y de imaginación fecunda, que vive de su astucia e
ingenio:
CURCULIO:
Abridme paso todos y apartaos de mi camino, no sea que tropiece en mi
carrera con alguien y salga de malas con un cabezazo o un rodillazo.
Pues no habrá personaje que se me pueda atravesar en el camino, que no
vaya a parar de cabeza de la acera al medio de la calle. Pues esto está
lleno de griegos envueltos en sus mantos, forrados de libros y marchando
por la calle sermoneando, mientras luego los ves siempre por las tascas,
bebiendo después que han escamoteado algo[97].
Curculio es enviado por
el joven Fédromo a
Caria, con el fin de conseguir un
préstamo para comprar la libertad de la esclava Planesia (sierva del rufián
Capadocio), pues ambos están enamorados.
No obstante, un soldado (Terapontígono) está ya pagando la libertad de la
esclava:
PALINURO:
Pero bueno, mi amo, ¿a dónde vas a estas horas de la noche con ese
atuendo y con todo este cortejo?
FÉDROMO: Voy a donde me mandan Venus y Cupido y a donde Amor me
impulsa: a media noche o al atardecer. ¿Es que no voy a poder llevar yo
el dulce fruto de las abejas a quien es mi miel y mi dulzura? Aunque sea
al templo de Esculapio, o a casa de un rufián que tiene una esclavita
decente que está enamorada de mí, y de la que estoy enamorado, y que
él está convirtiendo en una golfa.
PALINURO: ¿A ese rufián que vive ahí? ¿Y por qué?
FÉDROMO: A él no, porque unas veces me pide por la muchacha 30 minas,
otras un talento magno, y no es posible conseguir de él condiciones
justas y razonables. Y prefiero no andarme con préstamos, sino enviar
al gorrón Curculio a Caria, a pedir dinero prestado a un amigo. Si no
lo trae, sí tendría que dirigirme directamente a él[98].
CURCULIO:
Puedo conseguir lo que me pedís si me prestáis vuestra colaboración.
Luego que me marché por orden tuya, llego a Caria, veo a tu amigo Y le
digo que si me puede proporcionar dinero. Me contestó en pocas
palabras, y sin andarse con rodeos, diciéndome que se tiene ni una
perra.
FÉDROMO: Me matas con eso que dices.
CURCULIO: No señor, sino que te salvo. Porque después que me dio la
tal contestación me marcho al foro, fastidiado de haber hecho el viaje
en vano. Veo allí por casualidad a un militar; le abordo y le saludo.
Él me toma aparte y me pregunta que a qué he venido a Caria, y que si
conozco en Epidauro a un banquero llamado Licón. Le digo que sí, y él
me pregunta: ¿Y al rufián Capadocio? Yo le contesto: Desde luego, le
he visto cientos de veces, pero ¿qué es lo que quieres de él? Y él
me dice: Porque le he comprado una muchacha por 30 minas, y por unos
vestidos y joyas que hacen 10 minas más[99].
El parásito
Curculio
no se da por vencido, le roba un anillo al soldado y
compra rápidamente a la esclava, haciéndose pasar por Terapontígono:
FÉDROMO:
Me has matado, Curculio.
CURCULIO: Calla un momento, porque yo le dije a ese soldado: ¿Le has
entregado el dinero? Él me dijo: No, sino que lo tengo depositado en ese
banquero Licón, con los vestidos y joyas para el rufián de la joven. A
continuación me invitó a cenar, y cuando cenamos y bebimos, va y pide
las tabas, y me propone que echemos una partida. Yo me jugué mi capa, y
él su sello, a la vez que invocaba a Planesia.
FÉDROMO: ¿A mi amor?
CURCULIO: Calla y sigue escuchando. Él tira las tabas y le salen los 4
buitres. Yo invoco a mi bendita nodriza Hércules, y me sale la jugada
real. Entonces le ofrezco un vaso al militar, y éste se lo echa al
coleto, deja caer la cabeza y se queda dormido. Yo le cojo el anillo, me
echo abajo del diván con mucho cuidado, y sin perder un momento salgo
pitando de allí[100].
LICÓN:
Dicen que soy hombre rico, pero he estado ahora mismo echando mis
cuentecillas, y resulta que soy rico si no pago lo que debo. Y si lo
pago, es más lo que debo que lo que tengo. Pero tú, ¿quién eres?
CURCULIO (disfrazado de soldado): Yo soy un liberto del militar
Terapontígono Platagidoro, al que llaman Sumano Mi antiguo amo y
militar Terapontígono me ha encargado darte muchos saludos de su parte,
y entregarte esta carta para entregarte este anillo por todo el dinero
que le falta, para la compra de la joven Planesia.
LICÓN: Pues toma tú también esta carta, para el rufián de la joven:
«Te ruego encarecidamente que a la persona que te dé esta carta se le
entregue la joven que compré ahí, lo cual hice en tu presencia y por
tu mediación, así como también las joyas y los vestidos». Tú ya
sabes el trato que se hizo. El dinero se lo entregas al rufián y a mi
criado la joven[101].
Cuando la
operación está ya cerrada, el soldado Terapontígono
se da cuenta de todo, y hecho una furia
reclama la
esclava o el dinero pagado por ella:
TERAPONTÍGONO:
Te digo que no es chico el furor con que vengo enfurecido, sino
exactamente el mismo con el que sé arrasar ciudades. Si no te apresuras
a devolverme al instante las treinta minas que te dejé en depósito,
vas a tener que apresurarte a dejar la vida.
LICÓN: Te juro que no va a ser chico el número de palos con que te voy
a regalar, sino exactamente el mismo con que suelo regalar a aquellas
personas a quienes no debo una perra. A ese tuerto liberto tuyo, que
decía que se llamaba Sumano, a ése ya se lo he devuelto todo por orden
tuya, y la carta sellada por ti.
TERAPONTÍGONO: ¿Qué diablos de libertos tuertos ni de Sumanos? ¡Yo
no tengo liberto ninguno! ¿Dónde está ese rufián y la chica?[102].
CAPADOCIO
(saliendo del templo): Hola Terapontígono, ya veo que has
llegado sano y salvo a Epidauro. Me alegraré de que hoy en mi casa...
no pruebes ni un grano de sal.
TERAPONTÍGONO: Muy amable de tu parte, pero yo tengo ya un compromiso
que mal rayo te parta. ¿Qué tal la pieza mía que tienes en tu poder?
¿Me devuelves o no me devuelves la joven, antes que te traspase con
esta espada, bribón?
CAPADOCIO: Vete al cuerno, y nada de amenazas. La joven se la han
llevado ya ,y tú serás transportado de aquí con los pies por delante
si continúas insultándome cuando no te debo nada, a no ser una buena
ración de palos. Busca a ese liberto que tú mismo llamaste Sumano[103].
Por destino del azar, la esclava
Planesia,
liberada ya por Fédromo, resulta ser la hermana del soldado, por lo que al final se casa con
su amado Fedromo:
PLANESIA:
Amor mío Fédromo, date prisa, y no dejes escapar a Curculio.
FÉDROMO: ¿Que me dé prisa? ¿Por qué? Aquí lo tienes ya (corriendo).
Pero ¿qué es lo que ocurre?
PLANESIA: Pregúntale que de dónde ha sacado ese anillo, porque es el
anillo que llevaba mi padre.
CURCULIO: Sí, y mi tía.
PLANESIA: Venga, Curculio, te lo suplico, no me impidas que pueda
identificar a mis padres.
CURCULIO: ¿Y yo qué tengo que ver con eso? ¿Acaso llevo yo escondidos
a tu padre y a tu madre aquí debajo de esta piedra? Ya te dije de
dónde he sacado el anillo. ¿Cuántas veces te lo voy a repetir? Se lo
birlé al militar, jugando a las tabas.
TERAPONTÍGONO (llegando corriendo): Salvo soy, ¡ahí está el
que buscaba! ¿Qué hay, buena pieza? ¿Por qué no te largas mejor a la
horca con tus dados y tus dedos? ¡Devuélveme el dinero o a la joven!
FÉDROMO: Esa joven es ya libre, es mi amada, y no esclava de nadie.
Así que quedas citado ante los tribunales, por comprar jóvenes robadas
de familias libres.
TERAPONTÍGONO: Ese anillo será la prueba, porque era de Perífanes, mi
padre, quien antes de morir me lo dio, como era natural, a mí.
PLANESIA: Santa Piedad, guárdame, que yo siempre te he sido fiel.
¡Salud, hermano mío! Pues mi madre y tu madre fue Cleóbula, y mi
nodriza Arquéstrata, la cual me llevaba en brazos a ver las fiestas de
Dioniso, antes que el destino me arrancase de ellas.
TERAPONTÍGONO: Si es así, Planesia, y eres ya libre, y Fédromo te
ama, puedes ser tomada por él por esposa[104].
c.5)
Asinaria
Fue compuesta el 210 a.C, bajo la máxima
“lobo es el hombre para el hombre, si desconoce quién es el
otro”. La acción se desarrolla en Atenas, cerca de la casa
de la lenona Cleétera,
dirigente de prostíbulo:
ARGIRIPO:
Pero, ¿será posible? ¡Mira que echarme de tu casa! ¿Éste es el pago
que me dais por haberme portado como me he portado? Tú eres mala con
quien es bueno contigo, y con el que es malo eres no buena. Pero me las
vas a pagar, porque me voy ahora derecho a la policía, y daré allí
vuestros nombres y os va a costar la cabeza. ¡Embaucadoras, maléficas,
perdición de la juventud!
CLEÉTERA: Tú tienes clavado el corazón aquí en nuestra casa. Anda,
prueba a huir lo más deprisa que puedas, al remo y a la vela, porque
antes o después volverás al puerto.
ARGIRIPO: Te juro que te haré volver a la más cochina de las miserias,
tú que antes que yo viniera con tu hija, y le entregara mi amor,
estabas más pobre que una rata, y tenías que contentarte con un pedazo
de pan negro y un par de harapos. Porque yo contra tu hija no tengo
nada, sino contra ti, malvada embaucadora[105].
El viejo
Deméneto vive sumiso a la voluntad de su
acaudalada mujer Artemona, y a través de sus esclavos (Líbano y
Leónidas) pretende ayudar económicamente a su hijo Argiripo, que está enamorado de
la joven Filenia (hija de Cleétera) y desea recibir sus favores:
DEMÉNETO:
Yo sé que mi hijo está enamorado de la prójima esta de al lado. ¿Es
así o no, Líbano?
LÍBANO: Vas por buen camino, mi amo: es así como dices. Pero lo peor
es que le ha entrado una enfermedad muy grave. La enfermedad de los
amoríos, donde la piedra restriega a la piedra, donde lloran las malas
personas que están dedicadas a moler la polenta, en las islas de los
Garrotes y Arrastracadenas.
DEMÉNETO: De hacerme a mí caso los otros padres, Líbano, serían
tolerantes con sus hijos: ésa es la única forma de granjearse su
afecto y su simpatía. Por lo que a mí toca, pongo todo mi empeño en
hacerlo así. Argiripo me ha pedido hoy dinero para sus amores, y yo
quiero de todos modos condescender a su ruego. Mi hijo necesita rápido
20 minas: ocúpate tú de ponerlas a su disposición sin demora.
LÍBANO: ¡Menudo encarguito el que me das! Por el mar corre la liebre,
por el monte la sardina.
DEMÉNETO. Sácaselas a mi acaudalada mujer, o a su esclavo Sáurea,
como puedas, engañándola y birlándole el dinero. Dile a Leónidas que
te ayude. Trama o inventa lo que sea, pues tu único objetivo tiene que
ser que mi hijo disponga hoy del dinero que debe dar a su amiga[106].
Con el
favor de su esclavo Leónidas,
el viejo Deméneto se apodera de lo obtenido por la
venta de unos asnos (20 monedas):
LEÓNIDAS
(corriendo): ¿Dónde podré encontrar ahora a Líbano o al hijo
del amo, para que pueda ponerlos más alegres que unas pascuas? ¡Menudo
es el botín y el triunfo que les traigo con mi venida! Juntos nos cogeremos
las melopeas, juntos nos iremos de golfas, cuando con ellos haya
repartido el botín ganado.
LÍBANO: Este tío ha desvalijado alguna casa según su costumbre. ¡Ay
del que no ha sabido guardar su puerta!
LEÓNIDAS: Ofrecería 200 palos a cargo de tus espaldas, y estaría
dispuesto a multiplicarlos, si es que quieres ayudar al hijo del amo en
sus amoríos. ¿Te acuerdas tú de que nuestro mayordomo vendió unos
burros de Arcadia a un tratante de Pela? Pues bien, el tratante ha
enviado aquí el dinero, para que le sea entregado a Sáurea en pago de
los susodichos burros. Aquí está el muchacho que trae las 20 minas,
que no sabe quien es Sáurea, y que en cambio conoce a Deméneto muy
bien.
LÍBANO: Vamos a llevar al muchacho al foro, que allí está el viejo[107].
Pero el joven libertino Diábolo,
desengañado porque Filenia no le hace caso, denuncia la confabulación a Artemona, y ésta sorprende a su esposo e hijo en un banquete en la casa
de la lenona:
DIÁBOLO:
Venga, enséñame el contrato ese que has escrito entre mi amiga y la
alcahueta y yo. Léeme todas las cláusulas, que desde luego te las
pintas solo para estos asuntos.
GORRÓN: Diábolo, hijo de Glauco, ha entregado a la proxeneta
Cleéreta 20 minas, para que Filenia esté con él de noche y de día
durante el plazo de un año. Ella no dejará entrar a otra persona
ninguna en su cama, y deberá poner un letrero en la puerta que diga
Ocupada, excepto para ti. Tú le pasarás la copa, ella beberá a tu
salud, y luego beberás tú. Al levantarse de la mesa, cuidará de no
tocar con su pie el pie de nadie. Para el caso de que se apague la
lámpara, no deberá moverse ni un pelo en la oscuridad, salvo si estás
tú. Ella no dirá palabras de doble sentido ni deberá saber otra
lengua que la del Ática. Si acaso le entra tos, cuidará de no toser de
forma que deje ver la lengua a nadie. Y si se le cayera la moquita, ella
no se limpiará los labios, sino que se los limpiarás tú[108].
CLEÉTERA:
Pero bueno, hija, ¿es que no va a ser posible que me obedezcas cuando
te prohíbo algo? ¿Es que estás dispuesta a hacer caso omiso de la
autoridad de tu madre?
FILENIA: Pero, ¿cómo me iba a ser posible guardar mis sentimientos de
fidelidad a Argiripo, si quisiera complacerte en la forma que tú me
mandas, con ese Diábolo?[109].
DIÁBOLO:
Mejor quisiera verme muerto que dejar de contárselo todo a su mujer (de
Deméneto). Conque, ¿qué te parece? Con una amiga, como si fueras
un pollo, y luego con tu mujer vas y te disculpas diciéndole que eres
ya un viejo. ¿Birlándole la amiga a su amante y atascando a la tercera
de dinero, mientras que en casa a tu mujer la dejas limpia a escondidas?
Mejor colgarme que tú te salgas con la tuya. Te aseguro que me voy
ahora mismo derecho a ella, para informarle quien eres tú, si no es que
ella te ha tomado ya la delantera[110].
ARTEMONA:
Por favor, ¿dices que mi marido está ahí de copeo con mi hijo, y que
le han dado a la fulana 20 minas, y que el padre comete una
desvergüenza tal a sabiendas de su hijo?
GORRÓN: Señora, no vuelva a creer de aquí en adelante ni un pelo, si
es que me coge en mentira ahora. Entre en la casa (de Cleétera)
y compruébelo usted misma. Mira que ponerse de copeo con el hijo, y
repartirse con él la amiga...
ARGIRIPO: Echa las tabas, padre, y que las echen luego ellas. ¡Que tú,
Filenia, seas mía, y que mi mujer pase a mejor vida! ¡Ha salido la
jugada de Venus! Muchachos, un aplauso, y servidme una copa de vino con
miel por esta jugada.
ARTEMONA: ¡Demonio, ésas son las cenas a las que sale todas las
noches! Se pone con que va a casa de Arquidemo, de Quereas, de
Queréstrato, de Clinias, de Cremes, Cratino, Dinias, o Demóstenes, y
lo que hace en realidad es corromper a su hijo en casa de una fulana, y
dedicarse él a corretear locales de mala fama.
GORRÓN: Muerto es Deméneto. Ya es tiempo de que me quite de en medio,
y vaya a buscar al que prepara los cadáveres[111].
c.6)
Mostellaria
Fue compuesta el 208 a.C, y describe la historia del
joven Filólaques, cuyos negocios en Atenas
van viento en popa, y con ellos compra a la esclava Filematia, de la que está
enamorado:
FILÓLAQUES:
Creo yo que cuando el hombre nace se le puede comparar con un edificio
recién construido. Si un edificio está construido y terminado con
exactitud y esmero, se alaba al arquitecto y se da por buena la
construcción. Y todos toman ejemplo de ella, y quieren que la propia casa
sea como aquélla, no ahorrando para ello ni gastos ni esfuerzos.
FILÓLAQUES: El alma me duele cuando veo lo que soy ahora y me doy cuenta
de lo que fui, porque en toda la juventud ática no había otro más hábil
en el deporte que yo. Era feliz con el ejercicio del disco, la jabalina,
la pelota, la carrera, las armas y la equitación. Pero ahora no soy
feliz, y necesito serlo[112].
FILEMATIA
(en una casa de cortesanas): De verdad querida Escafa, que hace ya mucho
que no he tomado un baño frío tan agradable, y es que realmente me ha
sentado como nunca.
ESCAFA: Todo te sale a pedir de boca, lo mismo que ha sido hogaño de
buena la cosecha. ¡Qué bien te sienta ese vestido!
FILÓLAQUES: Oh, bellísima Venus, ésa es el temporal que me despojó de
la buena conducta, que me cobijaba cuando Amor y Cupido traspasaron como
la lluvia mi pecho. Y es que no encuentro medio de protegerme, llovidas
están ya las paredes en mi corazón y en ruina todo mi edificio.
ESCAFA: Pero ¿quién eres tú? ¿Qué quieres?
FILÓLAQUES: A Filematia, a la que regalaré hoy lo que sea, y no
permitiré que haya echado en vano tal piropo a mi amor.
ESCAFA: Déjate de adulaciones, y tú, niña, ¡qué boba eres!
FILEMATIA: Espero que no. Él me ha liberado con su dinero a mí, y nada
más que él para mí, y nada más que yo para él. Por eso creo que es mi
deber el complacerle sólo a él[113].
En ausencia de su padre
(Teoprópides),
Filólaques dilapida la fortuna familiar, y se dedica a organizar fiestas
con sus esclavos (Grumión y Tranión) y amigos (Calidámates y Delfio):
GRUMIÓN:
Sal ya de la cocina, bribón, que ya está bien de tanta chirigota entre
los pucheros. Fuera de esta casa, ruina de tus amos. Te juro que me las
vas a pagar todas muy bien pagadas, en esta finca. Sal de aquí, te digo,
que no andas más que al olorcillo de los asados, ¿eh?
TRANIÓN: Maldición, ¿qué son esos gritos aquí delante de la casa? ¿Es
que te crees que estás en el campo? ¡Largo de aquí, al campo, al campo,
desgraciado! Toma, ¿es esto lo que venías buscando?
GRUMIÓN: Ahora no me queda sino aguantar. Pero deja que venga el amo. Deja
que venga sano y salvo, tú que te lo estás comiendo vivo en su ausencia.
TRANIÓN: ¿Qué dices, zoquete? ¿Cómo va a ser posible, ni verosímil
que nadie se coma a alguien que está ausente?[114].
CALIDÁMATES:
Ven a buscarme pronto a casa de Filólaques, ¿me oyes, amigo? Voy a
correrme la juerga a casa de Filólaques, verás si allí nos lo pasamos
bien. Pero oye, ¿es que te crees que he cogido una mona?
DELFIO: Siempre te portas de esa manera.
CALIDÁMATES (tambaleándose): Deja, déjame caer[115].
En una de
esas fiestas, el esclavo Tranión avisa a su amo
Filólaques que ha vuelto su padre, y para disimular el entuerto cierra
las puertas y le dice al viejo Teoprópides que la casa está encantada, y
que dentro de ella están teniendo lugar sucesos espantosos:
TRANIÓN:
El soberano Júpiter se empeña con todas sus fuerzas en dar al traste conmigo y con el hijo del amo. ¡Adiós
esperanzas, que por parte ninguna hay un refugio donde nos podamos sentir
seguros!
FILÓLAQUES: Ya está aquí la compra, pero ¿qué dices ahora?
TRANIÓN: Amo mío, te comunico que tanto tú como yo estamos perdidos. Tu
padre está aquí, ha vuelto y está aquí. Yo mismo lo he visto.
FILÓLAQUES: ¡Ay de mí! ¿Qué hago ahora?
TRANIÓN: Maldición, ¿por qué me preguntas qué es lo que haces? A la
mesa estás, digo yo. Y haz quitar todo esto de aquí. Pero ¿quién es
ese que está ahí durmiendo?
FILÓLAQUES: ¡Calidámates! Delfio, ¡despiértale! Y llevároslo adentro en
brazos, que estoy perdido.
TRANIÓN: Calla, que ya inventaré yo lo que sea para solucionarte el caso.
¿Te basta si, cuando llegue tu padre, consigo no sólo que no entre en
casa, sino que salga huyendo a cien leguas de distancia? Vosotros entrad
en seguida y retirad todo esto de aquí. Le diré que la casa está
encantada.
DELFIO: ¿Y no es mejor que nos marchemos nosotros?
TRANIÓN: Ni un tanto así, Delfio. Por este motivo no tenéis necesidad
de dejar de beber ni una gota de menos. Pero tened mucho cuidado con permitir
que nadie diga una sola palabra[116].
TRANIÓN:
Bienvenido, amo mío. Pero no toquéis la casa, sino tocad tan sólo la
tierra.
TEOPRÓPIDES: ¿Que no entre en mi casa? Pero ¿qué es esa novedad con
que me sales ahora de pronto?
TRANIÓN: Un asesinato, digo, que ha sido cometido ya hace tiempo, un
crimen viejísimo. Pero ¡chsst! calla y escúchame, que se dice que el
que se aparece en sueños es el difunto.
TEOPRÓPIDES: ¿Qué es lo que sucede? Explícate, por favor, te lo
suplico.
TRANIÓN: Verás, por lo visto hay en la casa una voz de ultratumba, que
dice: «Soy un
huésped venido de ultramar, Diapontio. Aquí habito, y ésta es la
morada que me ha sido concedida, pues Orco no quiso acogerme en el
Aqueronte al haber sido privado de vida con premura. Ésa fue s traición,
que me dio muerte y me metió aquí bajo tierra, sin darme debida sepultura por
causa de mi oro». Así que, amo mío, no pises esta casa, que está maldita,
y es
nefando el habitar en ella. Un año entero no me bastaría para contarte
las cosas tan espantosas que ocurren aquí. ¡Chsst, chsst! No vuelvas
a mirarla, huye, tápate la cabeza.
TEOPRÓPIDES: ¿Y tú por qué no huyes?
TRANIÓN: Yo estoy en paz con los muertos.
TEOPRÓPIDES: Sí, sí, y entonces ¿qué? ¿Por qué te entró
ese miedo?
TRANIÓN: No te preocupes por mí, te digo, que ya me las arreglaré yo por mi
cuenta. Tú huye lo más rápido que puedas, e invoca a
Hércules.
TEOPRÓPIDES: ¡Hércules, misericordia![117].
En ese
momento, el usurero Misargírides se presenta en la escena para reclamar
a Teoprópides un préstamo de su hijo, y empieza a salir la verdad a la
luz:
MISARGÍRIDES:
En mi vida he visto un año más malo para préstamos que el presente. El
día entero me paso en el foro de la mañana a la noche, y no consigo
prestar una perra a nadie.
TRANIÓN: Ahora sí que estoy perdido para siempre jamás, pues se presenta
nada menos que el prestamista que nos dio el dinero. Voy a su encuentro.
MISARGÍRIDES: Anda, ahí está Tranión, el esclavo de Filólaques, que
ni me paga los intereses ni me devuelve el capital. Buenas, Teotrópides,
¿qué hay de eso del dinero?
TRANIÓN: ¡Anda, vete ya, monstruo! Nada más llegar y ya nos has
lanzado la jabalina.
MISARGÍRIDES: ¿Dónde está Filólaques? Porque también tiene él que
pagarme los intereses.
TEOPRÓPIDES: No has podido venir más a punto. Pero ahora vete a casa, te
lo ruego, que ya se te pagará todo.
MISARGÍRIDES: ¿Y para qué voy a tomarme el trabajo de volver, y perder
mi tiempo? Entraré yo mismo en tu casa, a llamar a tu hijo por su nombre
y a reclamar mis 44 minas de intereses.
TEOPRÓPIDES: ¿44 minas? A ver, contéstame: ¿de dónde ha salido ese
dinero?
TRANIÓN: Tu hijo ha comprado una casa por tantos talegos magnos, más
reluciente que un espejo.
MISARGÍRIDES: Una que está llena de mujeres...[118].
c.7)
Vidularia
Fue compuesta el 207 a.C, y cuenta la anagnórisis (agnición) de
la doncella Soterina, que había
sido abandonada (cuando era bebé) en una maleta de juguetes, al tiempo que el
joven Nicodemo
acudía a pedir trabajo al viejo Dinio:
NICODEMO:
Perdón ¿me permites?
DINIO: Naturalmente, si es que se te ofrece algo. Pero ¿de qué se
trata?
NICODEMO: He oído decir que querías contratar un obrero para la finca.
Yo creo que te puedo procurar un obrero de calidad.
DINIO: ¿Cómo, eres tú el que quieres ponerte a sueldo? No creo que
hables en serio, porque no tengo la impresión de que seas un jornalero.
Tienes la piel blanca, como quien vive en la ciudad y lleva una vida
plácida y a la sombra. Joven, la vida del campo es cosa muy dura, y tus
manos sólo están hechas a tirar los dados.
NICODEMO: Más dura es la pobreza en la ciudad, y no tengo más remedio
que empezar a utilizar mis manos para manejar aperos rústicos. Respecto
a mi cara, el sol es un pintor de primera, y verás qué pronto me pone
negro. Yo no voy a trabajar menos que el que más[119].
Años
después, los pescadores Gorgines
y Cacisto
sacan una maleta de las aguas del mar, y empiezan a discutir entre ellos
sobre quien quedarse el botín:
CACISTO:
Allí donde pescaba di con el arpón en una maleta.
ESCLAVO: No es así, sino que yo salté de entre los mirtos y la cogí,
y luego él me la quitó.
GORGINES: Escuchadme los dos, por favor. Poned aquí la maleta, yo la
guardaré como si fuera un árbitro. No se la entregaré a ninguno de
los dos, hasta que se haya dilucidado la cuestión.
ESCLAVO: Yo no tengo nada en contra de un árbitro.
CACISTO: Voy a buscar a ver si puedo echar mano de alguno de mis
compañeros o de algún conocido que nos asista.
GORGINES: Sí, aquí a esta casa; tráelo aquí. Yo por mi parte voy a
meter la maleta en una arca y la guardaré bien guardada; tú, si es que
quieres encontrar uno que te defienda, búscatelo: Yo he decidido que se
lleve este asunto sin engaños de ninguna clase[120].
Hasta
que llega el joven Nicodemo
a la casa de los pescadores, y es capaz de abrir la misteriosa maleta, al
parecer arrojada por algunos piratas al mar:
CACISTO:
Ya estoy aquí, Gorgines. Éste es el joven al que la tempestad del mar
había sorprendido. Ya había oído yo las penurias que el pobre está
atravesando, y qué prisa se dio para coger un trabajo. Desde luego que
no ha parado después que casi le tragase el mar. Milagro es que no
pereció. No creo que haya habido jamás una persona con más apuros.
NICODEMO: Veo que la maleta tiene una concha encima, y yo diré cuál es
la contraseña.
GORGINES: ¡Y tan clara! ¡Con que la llevas en tu anillo![121].
Por lo
que se ve, la maleta contiene juguetes
de bebé, y también a una niña que había sido raptada, y que también está
dentro de la maleta. Devuelta por las aguas después de
una naufragio, la joven Soterina
llega a ser, sin saberlo, cliente de su padre Nicodemo:
GORGINES:
¡Cuántos juguetes! ¡Y una niña!
ESCLAVO: Hazla meter a en un saco de cuero y tírala en alta mar, si es
que quieres ofrecer a los peces una buena merienda.
CACISTO: Prefiero ponerla atada en una barquilla, para que esté
pescando todo el día, y también cuando haya una buena tempestad.
NICODEMO: Antes preferiría la muerte de los míos que no verlos
mendigar. Porque del que muere se compadecen los buenos, y del que
mendiga hacen burla los malos.
ESCLAVO: Ahora el esclavo le sacará el dinero al padre.
NICODEMO: No, sino del hecho de que ésta es nuestra patria, y yo
criaré de ella. Porque si las leonas no paren más que una vez, yo soy
ese padre, el padre de Soterina[122].
c.8)
Aulularia
Fue compuesta el 206 a.C, y nos narra la historia del
viejo avaro Euclión, que en el jardín de su casa encuentra una olla
llena de dinero, y vive con miedo a que se la roben:
EUCLIÓN:
¡Fuera, digo, hala, fuera, afuera contigo, maldición!, ¡mirona, más
que mirona, con esos ojos de arrebafiadera!
ESCLAVA: Pero, ¿por qué me pegas? ¡Desgraciada de mí!
EUCLIÓN: ¿Que por qué te pego, desgraciada! Pues para que lo seas de
verdad y para que lleves una vejez tal como te la mereces, de mala que
eres. ¿A ti te voy a tener que dar yo cuentas, cosechera de palos? Los
ojos te voy a sacar, malvada, para que no puedas andar espiando lo que
hago. ¡Retírate de la puerta!
EUCLIÓN: Cómo rezonga para sus adentros la maldita, ¡menudo miedo la
tengo! Sobre todo a que se las arregle para engañarme si me descuido, y
que se huela dónde está escondida la olla de oro. En la nuca tiene
también ojos, la maldita. Bueno, voy ahora a dar una vuelta, a ver si
está todavía el oro allí donde lo dejé, desgraciado de mí, que no
me deja este asunto ni un momento de tranquilidad[123].
No
obstante, la olla es
descubierta y robada por Estróbilo, esclavo de Licónides
(un joven
enamorado de Fedria, la hija del viejo Euclión):
ESTRÓBILO:
Después que el amo ha hecho la compra y contratado los cocineros y
estas flautistas en el mercado, me ha dado orden de hacer de todo dos
partes equitativas.
COCINERO: Hm, a mí, te lo digo a las claras, a mí no me partes tú; si
quieres que vaya entero a donde sea, estoy dispuesto.
ESTRÓBILO: ¡Antrax, yo lo había dicho en otro sentido, no en ese que
tu te figuras. Bien, mi amo celebra hoy su boda.
COCINERO: ¿Quién es el padre de la novia?
ESTRÓBILO: Euclión, el vecino de aquí al lado. Por eso me ha dado
orden de que se le dé la mitad de la compra, uno de los cocineros y una
de las flautistas[124].
ESTRÓBILO:
¡Tú, Estáfila, sal y ábrenos!
ESCLAVA: ¿Quién va? ¿Qué es lo que quieres?
ESTRÓBILO: Que hagas pasar a estos cocineros y a la flautista. Ten
también la compra para la fiesta de las bodas. Es para Euclión, de
parte de Megadoro. Y permítenos ir al jardín, a buscar un poco de
leña.
ESCLAVA: Oye, tú, ¿son las bodas de Ceres lo que vais a celebrar? Porque
no veo vino por ninguna parte. ¿Serás tío asqueroso, que por mucho
que estés al servicio del dios del fuego, le vas a prender fuego a esta
casa?[125].
EUCLIÓN:
¡Ay de mí, estoy perdido, Dios mío! Se me roba el oro, se busca una
olla. Muerto soy si no me doy prisa a entrar en casa. Apolo, yo te
suplico, ven en mi socorro, ayúdame, atraviesa con tus saetas a esos
ladrones de mi tesoro[126].
Pero la muchacha
Fedria
es prometida a
otro viejo (el rico Megadoro, que tiene intención de desposarla sin dote),
al tiempo que mantiene relaciones con Licónides, y se queda embarazada de
él:
MEGADORO:
Les he estado contando a muchos de mis amigos mi proyecto de matrimonio,
y todos alaban a la hija de Euclión. Porque si los demás hicieran lo
mismo, y se casaran los ricos con las hijas de los pobres, sin recibir
dote, habría muchas menos distancias entre los ciudadanos[127].
LICÓNIDES:
Esto es todo, madre, ya estás tú también al tanto de toda la historia
con la hija de Euclión. Ahora, madre, te ruego y te suplico otra vez lo
mismo que antes; habla al tío, madre, por favor.
EUNOMIA: Bien sabes tú que mi único deseo es cumplir los tuyos; yo
confío que tendré éxito con mi hermano. El motivo es además
justificado, si es verdad lo que dices, que violaste a la muchacha
cuando estabas bebido.
FEDRIA (en la misma casa): ¡Ay, aya, por favor, me muero, me vienen los
dolores, Juno Lucina, ayúdame![128].
Cuando el desesperado
Euclión ve recuperada su olla, y
comprueba que su hija ha dado a luz con el joven Licónides, consiente a la boda entre los dos
jóvenes:
EUCLIÓN:
¡Al ladrón, al ladrón! ¿A cuál, a quién? Por favor, auxiliadme (al
público), y decidme quién me lo ha quitado. ¿Qué pasa? ¿Por qué os
reís? Os conozco a todos, y sé que hay aquí muchos ladrones,
disimulados con el blanco de sus vestiduras[129].
LICÓNIDES:
¡Pero si es Euclión! Ahora sí que estoy del todo perdido, seguro que
sabe que su hija ha dado ya a luz.
EUCLIÓN: ¿Quién habla ahí? Porque grandes son mis males, y las
tristezas que me acosan.
LICÓNIDES: No te pongas así. Porque yo soy quien ha cometido la
acción que te inquieta, lo confieso.
EUCLIÓN: Pero, joven, ¿qué motivos te he dado yo para que hicieras
una cosa semejante, acarreándome la perdición mía y de mis hijos?
LICÓNIDES: Un dios me empujó, él fue quien me sedujo hacia ella.
Confieso que he cometido una falta y que soy culpable; por eso vengo a
rogarte, que te dignes concederme tu perdón. Ya está hecho, y lo hecho
hecho está.
EUCLIÓN: Pero, ¿cómo te has atrevido a hacer una cosa así, tocar lo
que no era tuyo, y sin mi consentimiento?
LICÓNIDES: Por culpa del vino y de la pasión lo hice.
EUCLIÓN: Descarado, ¿te atreves a venirme con esas explicaciones,
sinvergüenza? Pues si fuera una cosa permitida el poder disculparse en
esa forma, en pleno día les arrebataríamos las joyas a las señoras a
todas vistas y luego, si 750 nos echaban mano, nos disculparíamos
diciendo que estábamos borrachos y enamorados.
LICÓNIDES: Pues porque me he atrevido a tocarla, no pongo
inconvenientes en que sea yo precisamente el que me quede con ella.
EUCLIÓN: ¿Tú te vas a quedar con ella siendo mía? Como no me la
devuelvas...
LICÓNIDES: ¿Que yo te quito lo tuyo? ¿De dónde? o ¿de qué se
trata?
EUCLIÓN: La olla de oro, digo, te reclamo, que me has confesado tú
mismo que me la has quitado. La olla que me has robado del bosque de
Silvano, venga, hale, devuélvemela.
LICÓNIDES: Una y mil veces, porque ni sé ni tengo la menor idea de
qué oro ni de qué olla se trata. Por si acaso no conoces a mi familia:
Megadoro, tu vecino, es mi tío, mi padre era Antímaco, yo soy
Licónides, mi madre es Eunomia. Y tú tienes una hija, de la que mi
tío renuncia al matrimonio, porque en mi casa a dado a luz. Yo os he
faltado a ti y a tu hija, y por eso pido que me perdones y me la des por
legítima esposa.
EUCLIÓN: Si me ayudas a recuperar la olla de oro, así lo haré. Ya
parece que vamos llegando a buen puerto[130].
c.9)
Resto de comedias
Cistellaria
fue compuesta el 205 a.C, y narra el amor de los
jóvenes Alcesimarco y Selenia. Sin embargo, el padre de Alcesimarco no
aprueba la relación, ya que todos creen que Selenia es hija de la lelona
Melénide. Y encauza a su hijo a casarse con la hija de Demifón, un viejo
y rico vecino suyo. Al final, se descubre que Selenia no es hija de
Melénide, sino del mismo Demifón, y hay que romper el enredo con la
falsa hija de Demifón, para casarlo con la verdadera.
Miles
Gloriosus
fue compuesta el 204 a.C,
y alude a una farsa cuya víctima es un falso héroe de guerra y engreído
soldado, Pirgopolínices, de quien todos se burlan solapadamente. En uno de
sus viajes, Pirgopolínices rapta de unos piratas a la meretriz
Filocomasia y al esclavo Palestrión (esclavo del ateniense Pléusicles,
enamorado de Filocomasia), y se los lleva a Efeso consigo. Años más
tarde, Pléusicles viaja a Efeso para intentar recuperar a Filocomasia, y
se hospeda en la casa contigua a la del soldado. Es entonces cuando el
esclavo Palestrión, en el momento en que el soldado y Filocomasia están
besándose, abre un boquete en la pared, y hace que el ateniense
Pléusicles lo vea todo, para comienzo de una serie de enredos y
fingimientos, entre otros los de haber dos Filocomasias (ella y una
supuesta gemela) allí presentes.
Mercator
fue compuesta el 203 a.C, y en ella el joven
Carino regresa a casa tras un exitoso viaje a Rodas, trayendo consigo a la
joven Pasicompsa, una hermosa muchacha a la que ha comprado como esclava.
Cuando su padre Demifón acude al puerto a recibir a su hijo, no ve a
éste y sí a la esclava, de la que también se enamora. El esclavo
Acantión no se atreve a contar la verdad a Demifón, y esconde a
la muchacha en casa de su amigo Lisímaco, aprovechando que su mujer
Doripa estaba en el campo. Al llegar Doripa a casa, descubre a la esclava,
y tras una fuerte discusión se entera Carino de todo lo ocurrido. El
viejo Demifón se da cuenta de que su hijo era el dueño de la esclava, y
acaba sacando del entuerto a Carino.
Estico
fue representada el 201 a.C, y refiere la historia de dos hermanas (Panegíride
y Panfilia) a
quienes su padre Anfitón reprocha ser fieles a sus maridos (Epignomo y
Panfilio, respectivamente) cuando estos las han dejado
solas impulsados por la pobreza, y han emigrado a otro país. A lo largo de
tres años, el padre busca nuevos maridos para sus hijas, pero éstas vencen esa
tentación, y con la ayuda de los esclavos Estico (siervo de Epignomo) y
Sangarino (siervo de Panfilio) siguen aguardando a sus esposos. Al
final de la comedia, los
maridos regresan enriquecidos, y recompensan la virtud y fidelidad de sus
respectivas esposas.
Cásina
fue compuesta el 200 a.C, y nos
cuenta la historia de un viejo libertino (Lisídamo) que se enamora de la
amante de su hijo (Eutinico), llamada Cásina. El viejo intenta casar a
Cásina con su capataz Olimpio, bajo la condición de que en el futuro le
dejara gozarla todo lo que quisiera. Pero la mujer de Lisídamo (Cleóstrata)
es informada (por un esclavo del hijo) de la maquinación del marido, y
casa a Cásina con uno de sus esclavos (Calino), para que no sea su marido
quien se case con ella. El viejo
Lisídamo acaba por verse humillado y despreciado
por todos, y Cásina acaba casándose como ciudadana libre que era, con
quien quería: Eutinico.
Persa
fue compuesta el 198 a.C, y trata de describir la farsa urdida contra el
lenón (traficante de meretrices) Dórdalo, a través de un amigo (Saturión)
de su esclavo (Tóxilo) que se había
disfrazado de mercader persa, y logra arrebatarle de sus garras a la bella
Lemniselénide, a través de una suculenta suma que le promete y su
intercambio por otra supuesta esclava persa (Sofoclidisca).
Púnico
fue compuesta el
196 a.C, y nos cuenta la historia del joven cartaginés Agorastocles,
raptado cuando tenía 7 años y que acabó siendo liberado y adoptado por
un viejo cartaginés (Hanón), que lo nombró su heredero y se marchó de
viaje. Son vecinas
del joven Agorastocles dos hermanas (Adelfasia y Anterástile) que
también fueron raptadas de niñas, pero que corrieron peor suerte (ya que
fueron compradas por el lenón Lico, para prostituirlas). Agorastocles se
enamora de Adelfasia, y para sacarla del prostíbulo intenta comprometer a
Lico en un robo de oro, a través de su esclavo Milfión. Finalmente
regresa de su viaje Hanón, con noticias de que aquellas dos muchachas
eran sus propias hijas, perdidas tiempo atrás, y permite al cartaginesito
casarse con su amada.
Epídico
fue representada el 195 a.C, y habla de un anciano (Perífanes) cuyo
esclavo Epídico le incita a comprar a esclava (Ficidina) que sabe tañer la lira,
argumentando que es una de las hijas que perdió al ser esclavizado. No
obstante, Epídico engaña a su amo a instancias del joven Queríbulo, que
está enamorado de la lirista y que ofrece a cambio a Epídico el dinero
necesario para poder liberarse también él.
Captivi
fue representada el 194 a.C, y presenta la
historia del pobre anciano Hegión, cuyo esclavo Estalagmo le roba a uno
de sus hijos (Aristofontes). El otro de sus hijos (Filopólemo) cae
prisionero de guerra, y Hegión se dedica a comprar cautivos de guerra,
para ver si puede canjear a alguno de ellos por su hijo. Entre los
cautivos que ha comprado Hegión está el capitán eleo Filócrates y su
esclavo Tíndaro, que engañan al pobre anciano para ser enviados a su
patria (a cambio de gestionar allí el canje de su hijo). Apercibido del
engaño, Hegión envía a sus lorarios (siervos militares) a resolver el
entuerto, y éstos encuentran a Filopólemo, a Estalagmo y al niño que
éste robó (Aristofontes), y a Tíndaro lo encadenan a los trabajos más
penosos.
Trinumio
fue representada el 193 a.C, y nos cuenta la
historia del comerciante Cármides, que antes de emprender un largo viaje
encarga sus asuntos a su amigo Cálicles, incluido el tesoro oculto que
tiene en su casa para la dote de su hija. El hijo de Cármides (Lesbónico)
aprovecha la ausencia de su padre para dilapidar la fortuna familiar
(vendiendo incluso la casa paterna), y Cálicles se ve obligado a comprar
la casa para salvar el tesoro. Además, Calicles compra a un agente de
intrigas por 3 monedas para que un tercero (el joven Lisíteles) pida a
Lesbónico la mano de su hermana, y así pueda él dar a la muchacha (y
quedarse él con parte) el tesoro escondido para ella. En ese mismo
momento llega Cármides de su viaje, desbaratando la maquinación sobre
el uso del tesoro y recompensando a Cálicles por haber salvado la casa.
Pséudolo
fue representada el 191
a.C, y narra la historia de un joven (Calidoro) que entrega al esclavo de
su padre Simón (Pséudolo) unas tablillas de su amada Fenicia (meretriz
del lenón Balión), en las que comunica que ha sido vendida a un soldado
macedonio por 20 minas, y que éste pide por su rescate 5 minas y una
contraseña (que él mismo ha codificado), para el día establecido (el
previo a las fiestas dionisíacas). Calidoro pide ayuda a Pséudolo para
conseguir ese dinero, y adivinar el acertijo del soldado. Pero cuando se
acerca la fecha señalada, se acerca al lenón Balión el viejo escudero
del soldado Polimarqueroplágides (Hárpax), que le comunica la
contraseña. Es entonces cuando Pséudolo disfraza a otros de los esclavos
de la casa (Simio) de Hárpax, y logra arrebatar a Fenicia de su lenón
Balión.
Truculento
fue compuesta el 190 a.C, y nos cuenta las argucias con que la meretriz
Fronesia, merced a sus encantos, es capaz de seducir y engañar al mismo
tiempo a tres amantes, a los que cada vez exige más regalos: el joven
Diniarco (al que ha arruinado), el militar Estratófanes (enriquecido de
sus campañas) y Estrábax (un campesino al que su esclavo Truculento le
suplica que no arruine su hacienda). Para seguir manteniendo la atención
de Estratófanes, Fronesia finge haber tenido un hijo con él, antes de
que éste hubiese embarcado hacia Babilonia (un hijo que realmente era el
que Diniarco había tenido con la hija del viejo Cálicles, y a la que
había abandonado). Diniarco acepta ceder su hijo a Fronesia a cambio de
recibir sus servicios, y de que siga arruinando al campesino Estrábax, a
pesar de las astucias del esclavo Truculento.
Anfitrión
fue compuesta el 188 a.C, como única comedia mitológica de Plauto. En
ella se nos narra cómo Júpiter, para seducir a Alcmena (esposa del general
Anfitrión),
se hace pasar por éste (adoptando sus rasgos) y se hace acompañar por
Mercurio (disfrazado de su criado Sosia), visitando a la pretendida
mientras Anfitrión estaba en la guerra contra los tebanos, y acostándose
con ella. Cuando el verdadero Anfitrión y su verdadero esclavo vuelven
victoriosos de la guerra, se encuentran con el entuerto, y Alcmena cree
que le están tomando el pelo. Hasta que ésta da a luz a dos gemelos
(Hércules e Ificles), y Júpiter tiene que aclarar lo sucedido.
d)
Comentario a las Comedias de Plauto
Como hemos visto en cada una de sus obras,
Plauto imprime a todas sus comedias un estilo
inconfundible, a través de un rico y vistoso lenguaje de nivel coloquial, que no elude la obscenidad y
la grosería entre retruécanos, chistes, anfibologías, parodias idiomáticas
y neologismos. Y pone su sello en cada una de ellas a través de un vocabulario
de abundante variedad de registros, con preferencia por la aliteración, la asonancia y el
asíndeton.
Se
convierte así Plauto en un psicólogo inédito, cuya psicología
penetrante analiza los caracteres personales[131],
mezcla dos acciones en una
sola[132],
inventa el enredo[133]
y termina casi siempre con una feliz
anagnórisis[134].
Las
obras de Plauto son menos refinadas que las griegas, pero alcanzan una mayor
profundidad.
Sus
personajes son los mismos que en las comedias griegas[135],
pero admiten mayor originalidad en sus tipologías, mayor variedad en sus temáticas
tratadas y mayor empatía
cotidiana con
el público, al que trata siempre de hacer reír. Plauto fue irónico, y sobre todo
retrata personajes cotidianos dotados de astucia e ingenio, en el recuerdo siempre presente de un destino marcado,
y de un final imprevisible por parte de los dioses.
d.1)
Escenarios de la obra
En la
Antigua Grecia había teatros permanentes que atendían tanto al público
como al actor. Y los grandes dramaturgos de la época disponían de unas
instalaciones de calidad en las que presentar sus obras, con suficiente apoyo del público para que el teatro
siguiera funcionando con éxito. Sin embargo, en la Roma Republicana, y cuando Plauto
escribe sus
obras, no existió ni un sólo teatro permanente
por decisión estatal[136],
hasta que Pompeyo inauguró uno en el Campo
de Marte, hacia el final de la era republicana (ca. 55 a.C).
La falta
de un espacio permanente (y pétreo) fue un factor clave en el teatro romano,
y en la
escenografía itinerante plautina se tradujo
en que
lo irreal se tenía que convertir en realidad (en el escenario de madera), y en
que había que ir de
fiesta en fiesta, o esperar a que cada pueblo costeara y construyera su propio
escenario temporal, repercutiendo eso en los tiempos y cantidad de producción.
d.2)
Geografía
del escenario
Cada obra romana de teatro debía incluir coincidencias con
el entorno (natural y humano) de la ciudad o
pueblo en que iba a ser representada, para que el público estuviera bien
orientado y se sintiese integrado. En este sentido, Plauto se vio obligado a
coreografiar sus obras de una manera bastante real, a través de personajes que
se movieran por las áreas de su posición o trabajo social[137],
o del momento crítico que estuviesen atravesando en la obra[138].
Una geografía escenográfica que Plauto
siempre acompañó a través de los verbos apropiados[139],
como direcciones escénicas enfocadas a los cambios de escena y
personajes, a forma de monólogo de portada y marcapasos del tiempo, casi
de forma
cinematográfica[140].
d.3)
Mezcla de elementos
Consistió en el típico método romano de
la contaminatio, con el que Plauto cosió tramas de diferentes
historias y
fusionó elementos de
distintas fuentes, dejándolos totalmente
integrados y adaptados[141].
Y todo ello sobre la idea de subrayar la lealtad romana, el engaño griego y las
diferencias étnicas,
especialidad en la que Plauto sobresalió sobre todos los modelos precedentes[142]
a la hora de poner, dichos ideales romanos, como algo ya latente (y
deseado)
por el mundo griego.
d.4)
Puesta en escena
El drama romano era representado casi
exclusivamente en el escenario de los juegos ludi,
festivales de naturaleza religiosa
que tenían lugar en el recinto del templo de la deidad que se
estaba celebrando. En el caso de las obras de Plauto, dicho escenario temporal
resultó demasiado pequeño para albergar a la multitud de asistentes, y
se optó por distribuir estratégicamente a la población[143]
y alargar las dimensiones.
Los
escenarios de madera de Plauto eran largos y poco
profundos, con tres aberturas con respecto a la escena principal. Y estuvieron
siempre dotados de un cuerpo de seguridad
militar, por el potencial peligro de incendio
que corrían.
d.5)
Empatía con el público
Las limitaciones del
antiguo teatro romano impidieron a los asistentes romanos disfrutar de la
excelencia que sí disfrutaban los griegos, que veían la acción y escuchaban
a la orquesta desde arriba hacia abajo, en todas partes por igual. Debido a este espacio limitado,
los romanos tuvieron que aprender a
depender más de sus voces y de su físico. No había una orquesta
disponible[144],
ni tampoco un coro romano, y tuvo que ser cada
actor, por su cuenta, el que supliera esa
falta, a base de exaltar sus cualidades personales.
En la potenciación de sus cualidades
personales, los actores empezaron a tener una mayor interacción con el
público, haciéndose más cercanos a ellos y más familiares con su
situación. Y eso degeneró en que el público romano fuese conociendo uno a
uno a sus actores, y se fuese manifestando un mayor reconocimiento
del público.
Por otro lado, al no haber orquesta ni
espacio que separara al público del escenario, la
audiencia podía ponerse directamente frente al escenario, conformado por una
tarima de madera[145]. Esto permitió al
público observar todos los detalles de los actores, escuchar cada palabra
con su tonalidad, percibir los propios
sentimientos y sentir que se estaban
dirigiendo a ellos mismos, como esperando a que les hablasen a ellos en
cualquier momento.
d.6)
Los personajes
Los
personajes de Plauto procedían de la estirpe griega, aunque en Plauto
adquieren unos roles
típicamente romanos
(como los de esclavos, concubinas, soldados, matronas y ancianos) y una
actividad propia de la Roma republicana, hasta el punto de modificar
sustancialmente la obra con respecto a su inspiración precedente[146].
En
cuanto a sus caracteres, Plauto es hábil a la hora de dotar a cada uno de
los personajes
principales
de su propia caracterización psicológica, exagerando lo que hay en ellos
de grotesco o fantástico[147]. En
este caso, nos encontramos con:
-el joven
(adulescens), siempre enamorado y preocupado tan sólo por conseguir a la joven
de sus deseos, no dudando en ponerse en manos de un hábil esclavo
que le ayude;
-el viejo (senex), padre irritable y
contrario a las pretensiones de su hijo, que generalmente termina
estafado por los suyos, o blanco de las burlas cuando se enamora de una joven;
-el esclavo (servus), el personaje más rico en registros[148],
que no duda en ayudar a su joven amo como forma de obtener algún
beneficio a sí mismo, y que acaba siendo el prototipo de la parodia y la
chanza[149].
Junto a estos personajes
principales, son en muchas ocasiones los personajes
secundarios los
que llevan el peso de la acción, creando con sus intrigas y engaños un teatro dentro del
teatro. Son los casos del parásito
(muy semejante al esclavo), del médico, del cocinero (con fama de ladrón
en Roma), del agricultor o del banquero.
En cuanto a
los personajes
femeninos, siempre
son relegados por Plauto a un
segundo término, y casi siempre funcionan como simple sostén de la historia
amorosa (centro de la comedia griega). Eso sí, fueron representados por
mujeres y no por hombres, como novedad de la novela plautina y romana
respecto a la griega.
Eran los casos de:
-la joven
(puella), hija de una buena
familia, o hija de padres desconocidos, o en manos de una alcahueta;
-la meretriz fatal, ávida de dinero y casi siempre dispuesta a irse con el amante que más
dinero le ofrece, caricaturescamente;
-la meretriz bondadosa, que ha sido forzada a la prostitución, y
se enamora realmente de sus amantes;
-la
matrona (uxor), malhumorada y colérica, dispuesta a imponer su
voluntad sobre la de su marido;
-la vieja lenona (anus), borracha y
amante del dinero, que utiliza a sus meretrices de la manera que haga
falta, para enriquecerse.
En
cuanto a los personajes
sin nombre,
son 30 personajes plautinos (un 11%
del total) los que carecen de nombre en los títulos y en el texto, y
hay 9 que se nombran en el texto primitivo (1ª representación) pero no en
las reediciones de la obra. En ambos casos, por carecer de importancia en
la comedia, o por no querer Plauto que la tuviesen[150].
En
cuanto a los personajes
divinos, Plauto
fue acusado de enseñar al público la indiferencia y la burla hacia los
dioses, pues cualquier personaje de sus obras podía compararse a ellos[151]
o incluso despreciarlos[152],
y las referencias a ellos casi siempre los acababa degradando, sobre todo en cuanto
a su origen divino[153].
En cualquier caso, reflejaban el lavado racional que la filosofía griega
había ya realizado al respecto, decantándose por un solo Dios y no por una
multitud de dioses[154].
d.7)
Las relaciones padre-hijo
Un
tema principal de la nueva comedia griega
había sido la relación padre-hijo, que había desplazado la vieja
relación entre amigos o por propios grupos de edad. Se trataba de una relación padre-hijo
muy fuerte, en la que el hijo siempre permanecía leal y obediente al
padre, y en la que el padre luchaba amorosamente por sacar adelante al hijo, en una
relación de conductas adecuadas.
En el
caso de Plauto,
dicha relación pasa a convertirse en uno de los focos de la obra, y
siempre tiene lugar entre los personajes principales. Pero en ella se rompe, a
todas luces, la clásica relación de amor-obediencia, que Plauto
sustituye por la de traición y deslealtad[155],
de forma cómica y no como reflejo de la sociedad[156].
Madrid,
1 mayo 2022
Mercabá, artículos de Cultura y Sociedad
________
[1]
Unos escritos primigenios de la lengua latina, o epigrafías de época pre-republicana
de Roma, que quedaron plasmados en la
Inscripción
de Tita de Gabi (ca. 620 a.C), la Inscripción de Vendia de
Roma (ca. 620 a.C), la Inscripción de Ficana de
Ficana (ca. 600 a.C), el Grafito del Palatino de
Roma (ca. 600 a.C), el Grafito del Esquilino de
Roma (ca. 600 a.C), la Inscripción de Duenos de
Roma (ca. 570 a.C), el Grafito de Sant’Omobono de
Roma (ca. 570 a.C), la Inscripción del Foro de
Roma (ca. 570 a.C), la Inscripción de Cástor de
Lavinium (ca. 550 a.C), la Inscripción de Kanaios de
Ardea (ca. 550 a.C), el Lapis Niger de Vesta de
Roma (ca. 550 a.C), la Inscripción de Karkavios de
Laurentina (ca. 520 a.C), la Inscripción de Tívoli de
Tívoli (ca. 520 a.C) y el Lapis Satricanus de
Satricum (ca. 520 a.C). [2]
En
general, fueron escritos romanos de transmisión oral:
-los
relatos, populares, gentilicios y aristocráticos,
-los elogia,
o memoria de hazañas de los ancestros,
entre las que cabe destacar las Elogia Tarquiniensia (sobre las hazañas en Roma de la familia
etrusca de los SPURINNA),
-las oratio funebris, en
los funerales de los mayores,
-las carmina convivalia,
o canciones de mesa recitadas en los symposion-banquetes
y fiestas.
[3]
En
general, fueron escritos romanos de transmisión escrita:
-los
annales maximi de los sacerdotes,
que iban recopilando todos los sucesos de Roma, y pasaban a ser documentos
oficiales (de
80 libros completos, que el 123 a.C. mandó publicar el pontífice máximo
ESCEVOLA);
-las tabula dealbata del pontífice
máximo,
tabla blanqueada que cada año se inauguraba en su residencia oficial (desde
el 509 a.C),
y en la que se escribían los hechos ocurridos ese año;
-las tuscae historiae de los
etruscos,
así como sus Res Etruriae y Tyrrhenika
(cronologías internas etruscas del s. V a.C. sobre su historia y cultura
en la ciudad de Roma, traducidas fielmente del etrusco al latín por
VERRIO);
-los Tratados internacionales de Roma,
tanto entre las ligas internas itálicas cuanto con los fenicios,
cartagineses y griegos;
-las listas de magistraturas de la República,
incorporando las fechas y persona que ocupó el cargo en cada momento.
[4]
Los
literatos arcaicos bascularon desde los anticuarios hasta los cronistas a
sueldo, unos con integración de fuentes variadas y otros sometidos a la
presión oficial.
Dejando
a un lado los anticuarios sin contrastación (PLINIO, GELIO, MACROBIO, SERVIO y SOLINO),
los literatos republicanos surgieron
en el s. III a.C como reacción a los griegos pro-cartagineses, y tuvieron
un fin propagandístico nacional, dirigiéndose al público universal.
Destacaron entre ellos:
[5]
Un ANDRONICO
que, como primer escritor literato de Roma, y hacia el 284 a.C:
-tradujo
Odisea y resto de obras griegas
al latín, en versos saturnios (viejos
versos usados por los sacerdotes arvales del s. VIII a.C, cuando componían sus versos a Saturno),
-aportó los primeros datos escritos sobre las divinidades latinas
ancestrales (Marte, Mercurio, Saturno...)
y las ninfas camenas (náyades
como CARMENTIS, EGERIA o ANTEVORTA, que habitaban en los manantiales del
Bosque Porta Capena de Roma y que lanzaban oráculos a los
particulares desde su bosque sagrado, como preludio de las vestales).
[6]
Un PICTOR
que, primer historiador romano, y hacia el 254 a.C:
-dató
el nacimiento de Roma en la VIII Olimpiada de los griegos, año 747 a.C,
-escribió en griego la llegada de Eneas al Lazio,
-realizó observaciones que sirvieron de fuente al resto de
investigaciones sobre los orígenes de Roma.
[7]
Un ALIMENTO
que, relator de la II Guerra Púnica, y hacia el 245 a.C:
-cambió
su interés guerrero por los orígenes de Roma,
-ahondó en los rituales religiosos de la vieja Roma, que describió en
lengua griega.
[8]
Un CATÓN
que, censor oficial de la República Romana, y hacia
el 234 a.C:
-defendió
las tradiciones latinas, en contraposición a las lujosas escrituras
griegas,
-incitó a muchos a escribir sobre el origen de Roma,
-consiguió que la lengua latina se impusiese finalmente sobre la griega,
-en su Orígenes escribe 7
libros sobre 7 ciudades del Lazio, con especial mención a la fundación
de Roma y sus datos etnográficos y geográficos;
-en sus Discursos políticos
aporta 150 sentencias morales sobre el espíritu naciente romano,
-en su Praecepta ad Filium
concluye que el valor fundacional romano es contrario a la rebeldía y
corrupción griega.
[9]
Un ALBINO
que, como senador filo-helénico romano, y hacia el 190 a.C:
-trató
con enorme dulzura y cultura la historia de Roma arcaica,
-volvió a la escritura en griego, en radical oposición a la línea
oficial de Catón.
[10]
Un PISON
que, como gran teórico que se opuso a los GRACO, y hacia el 185 a.C:
-escribió
7 libros sobre la historia de Roma,
-cayó en el error de intentar racionalizar los mitos y leyendas
fundacionales,
-trató de idealizar los episodios natalicios de Roma.
[11]
Un ASELIO
que, como relator de la Campaña de Numancia, y hacia el 175 a.C:
-cambió
los escritos cronológicos Annales
por el nuevo estilo monográfico llamado Historiae,
-razonó cada acontecimiento que iba describiendo.
[12]
Un RUTILIO
que, relator de la Campaña de Yugurta y exiliado en Esmirna, y
hacia el 154 a.C:
-compuso
una Historia de Roma con
abundante material militar.
[13]
Un ESTILON
que, como padre de la filología romana, y hacia el 154 a.C:
-se
dedicó a la enseñanza y fue maestro de VARRON, CICERON, ANTIPATRO,
LUCILIO...
-a todos inculcó un origen de Roma basado en glosografías generales.
[14]
Un SISENNA
que, como relator de la Campaña de Mitridates, y hacia el 120 a.C:
-escribió
un Orígenes Mitológicos de
Roma en 23 volúmenes,
-mostró especial atención a los conflictos y dramas sociales de los
inicios,
-introdujo en Roma las Fábulas
Milesias del griego ARISTIDES DE MILETO.
[15]
Los
pensadores clásicos trataron
de contar las narraciones y hazañas de los héroes y pueblos de Roma, a
través de sus propios recursos estilísticos y recurriendo a la:
-influencia
homérica, introducida ya por ANDRONICO con sus versos saturnos sobre
la Odisea;
-historiografía nacional, introducida por NEVIO con su Bellum Punicum sobre la I Guerra púnica, y por ENNIO con sus Annales
(que sustituyó la mítica legendaria por propias gestas romanas);
-poesía alejandrina, introducida por los poetae
novi y sus Epilios de
mitologías eruditas, y por OVIDIO con su Metamorfosis
e ideas helenísticas.
[16]
Un VARRON
que, como primer gran
enciclopedista romano, y hacia el 116 a.C:
-llevó
la vasta cultura romana a su cénit,
-influyó en POMPEYO, CESAR, CICERON y grandes del siglo de oro
romano,
-inauguró la primera biblioteca pública de Roma,
-escribió 74 obras enciclopédicas sobre todos los ámbitos del saber,
-aportó valiosos análisis sobre los aspectos fundacionales de Roma.
[17]
Un CICERON
que, como más grande pensador en la historia de Roma, y hacia el 106 a.C:
-creó
el primer diccionario latino,
-en su Cartas a Ático marca el
cénit de la escritura política romana,
-en su Sueño de Escipión
despierta el espíritu romano, a la hora de recurrir al origen de Roma.
[18]
Un CUADRIGARIO
que, como primer escritor con dedicación profesional, y hacia el 100 a.C:
-compuso
un Rerum Romanorum Libri en 23
libros, sobre los orígenes de Roma,
-hizo hincapié en la toma de Roma por parte de los pueblos galos,
-influyó sobremanera en TITO LIVIO.
[19]
Un CATULO
que, como principal de los poetas neotéricos, y hacia el 87 a.C:
-trató
de introducir la literatura alejandrina de CALIMACO, de forma refinada y
concisa,
-plasmó sus estudios sobre el origen de Roma con cierto subjetivismo y
autobriografismo,
-aportó una ferviente elegía romana, dando a cada pasaje legendario diálogos
y fechas cabalísticas.
[20]
Un PLUTARCO
que, como último de los sacerdotes délficos de Apolo, y hacia el 46 a.C:
-describió
al dedillo la geografía mediterránea,
-en su Vidas Paralelas aporta
numerosas biografías sobre los romanos famosos de la antigüedad,
-exploró en cada personaje fundacional romano la influencia de su carácter
y personalidad moral.
[21]
Un NASON
que, a forma de Homero latino, y hacia el 43 a.C:
-en
su Fastos explica el origen del
calendario romano y de cada una de sus fiestas,
-en su Metamorfosis asume los
relatos mitológicos griegos, en versos latinos que desglosaban los orígenes
del cosmos y la fundación romana.
[22]
Un FLORO
que, como relator de la Campaña de Cantabria, y hacia el 40 a.C:
-aportó
numerosos relatos sobre Hispania, desde su residencia temporal de Tarraco,
-en su Compendio de la Historia de
Roma aporta un auténtico panegírico sobre la gloria romana
fundacional.
[23]
Dicha
clasificación cuatripartita ofrecía una confusión, generada por
el gramático latino DIOMEDES y su interpretación de los términos latinos:
-palliata, para
referirse a todo tipo de teatro representado con vestimenta griega (válido,
pues, para tragedia y comedia),
-togata, considerado por él como un generale nomen, en el que
entra la praetexta (o tragedia togata), la tabernaria (o
comedia
togata), la atellana y la planipedia (o mimo). En
definitiva, toda obra teatral (trágica o cómica) representada con vestimenta
latina. [24]
De pallium,
vestidura común griega que los romanos irían convirtiendo en toga
latina. [25]
De toga, el vestido típico
romano. [26]
De Atella,
ciudad osca de Italia. [27]
De mimus, término utilizado para referirse a la imitación griega
(que los romanos transformaron en
pantomima).
[28]
Un NEVIO
que, como creador de la épica nacional romana, y hacia el 270 a.C:
-inventó
la fábula literaria y la elevó a nivel de drama nacional,
-marcó el cénit del verso saturnio, en su Lupus y
Alimonium Romuli et Remi.
[29]
Un ENNIO
que, como poeta trilingüe siciliano, y hacia el 239 a.C:
-sustituyó el viejo verso saturnio latino por el hexámetro dactílico
griego,
-compuso
en 18 libros de hexámetros la historia de Roma, partiendo de Eneas.
[30]
Autor que se verá a continuación.
[31]
Un ESTACIO
que, procedente de la Galia Cisalpina, y hacia el 230 a.C:
-inauguró la comedia moralizante, a pesar de ser un “malus auctor
latinitatis”, según CICERON,
-compuso
42 comedias palliatas, 18 de ellas de corte menandreo.
[32]
Un TERENCIO
que, procedente de la libia Cartago, y hacia el 195 a.C:
-introdujo
el prólogo polémico o propagandístico, con un latín selecto y
profundo,
-evita engarzar el drama con el público,
-inventa la técnica de la doble intriga,
-dignifica y ensalza a la mujer, y deja de recurrir a la divinidad para
resolver los conflictos.
[33]
Un TITINIO que, procedente de familia plebeya, y hacia el
199 a.C: -compuso
15 fábulas togatas, hoy rescatables en tan sólo 152 versos. [34]
Un AFRANIO
que, en su condición de homosexual, y hacia el 160 a.C:
-introduce
la pederastia entre sus temáticas, para lamento de QUINTILIANO,
-compuso 44 comedias togatas, hoy rescatables en tan sólo 400 versos.
[35]
Un ATTA
que, perteneciente a la gens QUINCTIA, y hacia el 122 a.C: -marca
el fin de la fábula togata, y una época de cierto agotamiento teatral,
-compuso 11 comedias togatas, hoy rescatables en tan sólo 21 versos. [36]
Un BONONIO
que, como dramaturgo polígrafo, y hacia el 116 a.C:
-compuso
70 comedias atelanas, cuyo género inventó,
-aporta aventuras
sencillas, graciosas y picantes, acaecidas a uno de sus 4 personajes-tipo.
[37]
Un NOVIO
que, siguiendo a BONONIO, y hacia el 112 a.C: -recrea el mundo rústico,
e introduce parodias de corte mitológico,
-compuso 44 comedias atelanas, hoy rescatables en 100 versos. [38]
Un LABERIO
que, ridiculizado en público por CESAR, y hacia el 106 a.C: -elevó
el mimo a categoría literaria, a través de 43 obras mímicas,
-mimifica las profesiones campestres, las fiestas urbanas y las creencias
en la divinidad,
-parodia las escuelas filosóficas de su época.
[39]
Un PUBLILIO
que, procedente de Siria, y hacia el 93 a.C:
-inaugura
las actuaciones teatrales en las plazas de los pueblos, por toda Italia,
-aporta sentencias moralizantes, sobre todo sobre los gruñones y
avariciosos.
[40]
Según datos de CICERON, que es quien
también avala su muerte en el
consulado de CLAUDIO y PORCIO, el año 184 a.C (cf. CICERON, Brutus, 60).
[41]
Negocio en el que, según cuenta
SAN JERONIMO, perdió todos sus ahorros, y “a causa de su extrema
pobreza tuvo que dedicarse a trabajar en un molino, y a escribir obras
teatrales para venderlas, cada vez que quedaba libre de ese trabajo”
(cf. JERONIMO DE ESTRIDON, Chronicon, 135).
[42]
Según su crítico VARRON, que contradecía así la versión popular de
que PLAUTO había compuesto 130 comedias (cf. VARRON,
De comoediis Plautinis).
[43]
Sobre
todo la nueva comedia griega de
MENANDRO y DIFILO, aunque también recurriendo a la comedia media de ANTIFANES
y a la gran polimetría de la comedia antigua griega de ARISTOFANES. [44]
Sobre todo en el apartado musical, en el que PLAUTO potenció
las canciones y la danza
(como la
danza de esclavos y de cocineros en su Aulularia) con enorme diversidad
métrica (con anapestos, créticos y baquios). [45]
Con personajes jurando por los dioses,
asistiendo al foro, hablando de las legiones militares... [46]
Como el engaño, los equívocos, la parodia, la mímica
o la gesticulación. [47]
Como
eran el caso de los
instrumentos de castigo, siempre personificados. [48]
Aportando pensamientos generales,
apreciaciones graciosas, y comentarios sobre
la decadencia de las costumbres. [49]
Como fue el caso de sus Anfitrión y
Curculio, en que PLAUTO rompe la unidad de tiempo al comenzar la acción por la noche, y
prolongarse hasta la mañana siguiente. [50]
Con lo que se producían
abundantes repeticiones y descuidos. [51]
Curculio,
Epídico, Mostelaria, Persa y Estico. [52]
Al adelantarle
u ocultarle algunos asuntos importantes
de la trama, con lo que se pone en escena el factor sorpresa. [53]
Sin
olvidarse de introducir algún que otro chiste, al respecto. [54]
Perfectamente simétricos. [55]
Acumulación de sinónimos. [56]
Metro empleado en los diálogos
entre personajes, y que corresponde al estilo más cercano a la conversación
plautina. [57]
Metros más largos, escritos
para la recitación y siempre acompañados por la flauta. [58]
Lo que explica que, al final del verso, aparezcan
siempre los arcaísmos. [59]
En las fórmulas de maldición e insulto, así como
en los juramentos. [60]
Con un fuerte carácter afectivo y
expresivo. [61]
Dentro de la sintaxis, y sin salirse
de ella. [62]
Como nuevo recurso para
provocar la risa del público.
[63]
Según STACE.
[64]
Un ejemplo digno de mención es el uso de dos
oraciones en púnico en su Púnico, pronunciadas por el anciano cartaginés
Hanno y con una perfecta pronunciación de las vocales cartaginesa de las
vocales. El
texto fue probablemente proporcionado por un
informante cartaginés, que PLAUTO incorporó para enfatizar el carácter de
Hanno. [65]
Como en el caso de Periplectomeno,
que en Miles Gloriosus recurre varias veces al “falsiloquom,
falsicum, falsiiurium” (cf. PLAUTO, Miles
Gloriosus, I, 191). [66]
Como en el caso de Palaestrio, que en Miles
Gloriosus dice “linguam, perfidiam,
malitiam atque audaciam, secureiam, confirmmitatem,
fraudulentiam” (cf. PLAUTO, op.cit, II,
188-189). [67]
Como se ve en el
ejemplo repetitivo de sceledre y scelus, en el Miles
Gloriosus. [68]
Tal como su famoso “toc,
toc, ¿quién está ahí?”. [69]
Lo que parece indicar, dada la vacilación entre la métrica y el acento de la palabra, que la literatura latina aún estaba en su infancia
poética, y que aún no disponía de una forma estándar de escribir verso. [70]
Como era el caso de la concubina
femenina Filocomasia, que en el prólogo del Miles Gloriosus
PLAUTO va describiendo como “amante de una buena fiesta”,
de forma bastante apropiada para sus posteriores trucos y formas salvajes de
prostitución. [71]
Según propone SEAMAN, que añade que “la comprensión del idioma
griego, por parte de la sociedad romana, fue adquirida durante la I y II Guerra
Púnica, donde los soldados y hombres de Roma tuvieron que ser alojados en áreas
griegas, y allí tuvieron la oportunidad de aprender suficiente griego como
para seguir una conversación diaria, aparte de escucharlo en las obras de teatro
de Grecia”. [72]
Según propone ANDERSON, que añade que
“Plauto usa la comedia
griega para insinuar la superioridad de Roma, en toda su cruda vitalidad,
sobre un mundo griego ya dependiente políticamente de Roma”.
[73]
cf. PLAUTO, Menecmo,
prólogo, 1-2. [74]
cf. Ibid,
prólogo, 2. [75]
cf. Ibid,
I, 3. [76]
cf. Ibid,
II, 1. [77]
cf. Ibid,
II, 2. [78]
cf. Ibid,
II, 3. [79]
cf. Ibid, IV, 9.
[80]
cf. PLAUTO, Báquides, I, 1. [81]
cf. Ibid, II, 1. [82]
cf. Ibid, II, 2. [83]
cf, Ibid, III, 2. [84]
cf, Ibid, I, 2. [85]
cf, Ibid, III, 3. [86]
cf, Ibid, III, 6. [87]
cf, Ibid,
V, 2.
[88]
cf. PLAUTO, Rudens,
prólogo, 1. [89]
cf. Ibid,
prólogo, 2. [90]
cf. Ibid,
prólogo, 3. [91]
cf. Ibid, I,
3-4. [92]
cf. Ibid, I,
5. [93]
cf. Ibid, II,
6. [94]
cf. Ibid, II,
7. [95]
cf. Ibid, III,
4. [96]
cf. Ibid, IV,
4.
[97]
cf. PLAUTO, Curculio, II,
3. [98]
cf. Ibid, I,
1. [99]
cf. Ibid, II,
3. [100]
cf. Ibid, II, 3. [101]
cf. Ibid, III,
1. [102]
cf. Ibid, IV,
3. [103]
cf. Ibid, IV,
4. [104]
cf. Ibid, V,
2.
[105]
cf. PLAUTO, Asinaria, I,
2 y II, 1. [106]
cf. Ibid,
I, 1. [107]
cf. Ibid,
II, 2. [108]
cf. Ibid, IV, 1. [109]
cf. Ibid,
III, 1. [110]
cf. Ibid,
IV, 2. [111]
cf. Ibid,
V, 2. [112]
cf. PLAUTO,
Mostellaria, I, 2. [113]
cf. Ibid,
I, 3. [114]
cf. Ibid, I, 1. [115]
cf. Ibid,
I, 4. [116]
cf. Ibid,
II, 1. [117]
cf. Ibid,
II, 2. [118]
cf. Ibid, III, 1.
[119]
cf. PLAUTO, Vidularia, I-IV. [120]
cf. Ibid,
V-VII. [121]
cf. Ibid, VII-XIV. [122]
cf. Ibid, XII-XVIII.
[123]
cf. PLAUTO, Aulularia,
I, 1. [124]
cf. Ibid,
II, 4. [125]
cf. Ibid,
II, 6. [126]
cf. Ibid,
II, 8. [127]
cf. Ibid,
III, 5. [128]
cf. Ibid,
III, 7. [129]
cf. Ibid,
III, 9. [130]
cf. Ibid,
IV, 10.
[131]
Como los del típico avaro (en Aulularia),
el eterno fanfarrón (en Miles Gloriosus)... Algunos de los cuales
(como los del esclavo liante, el desvergonzado astuto, o el parásito
pícaro) quedarán ya para siempre tipificados en varias provincias
romanas (como en el caso de Hispania, cuyo siglo de oro español recogerá
y seguirá transmitiendo dichas personificaciones). Hay mucho de PLAUTO, por ejemplo, en
el español CERVANTES, el francés MOLIERE, el italiano BOCCACCIO o el
inglés SHAKESPEARE. [132]
Ingenio que hizo de PLAUTO el inventor de la técnica del imbroglio
(o enredo). [133]
Que tanto juego ofrecerá en la
comedia posterior, aparte de sustituir el engaño griego por el enredo romano. [134]
O con la agnición, o con la burla a un
viejo. [135]
Como los jóvenes alocados, las cortesanas,
las alcahuetes, los flautistas, los traficantes de esclavos (o lenones), los esclavos diabólicamente astutos
(que sacan siempre las castañas del
fuego a sus señores), los avaros comerciantes, los viejos verdes, los eternos
gruñones, los parásitos sociales, los soldados fanfarrones...
[136]
Cuya aristocracia temía el poder del teatro,
por considerarlo un lugar donde las normas sociales se podrían volcar en intrínsecamente
sospechosas. [137]
Como era el caso del médico, cuya casa siempre estaba situaba lejos del
centro del escenario, bajo la idea psicológica de tener que ir a buscar
al médico, y traerlo al enfermo. [138]
Como era el caso de los personajes peleados
o en disputa dialéctica, que tenían que que salir siempre del escenario en
direcciones opuestas.
[139]
Tales como transeo (lit.
“me voy”),
fores crepu erunt (lit. “las puertas crujen”),
intus
(lit. adentro)... [140]
Por la necesidad y ansia que provocan
dichas palabras, de forma directa e inmediata en la audiencia, de pasar al siguiente
acto. [141]
Como
se ve en su Báquides,
en que su
supuesto predecesor griego MENANDRO hablaba del “hombre que engaña dos veces”,
mientras que la versión de PLAUTO contiene tres trucos y no dos. [142]
Superando incluso a HORACIO, el cual hablaba de formas romanas del mundo
griego, pero no de valores romanos ya deseados por los griegos. [143]
Sentando
a la población de mayor estatus social, y colocando detrás de ella, y de
pie, al resto de los asistentes.
[144]
Una orquesta que, en el teatro griego, era la
que separaba al público del escenario principal.
[145]
Plataforma elevada y alargada de madera.
[146]
Según LOWE. [147]
Como
el parásito, que es glotón en exceso; o el esclavo, que aparece sumamente bufón; o
el soldado, que es en extremo fanfarrón.
[148]
Al mostrarse siempre
hábil, inteligente, chistoso, parlanchín,
metiroso... [149]
De hecho, muchos de
los títulos de las comedias
plautinas llevaron nombre de esclavos (Pséudolo, Curculio...). [150]
Con la excepción de: -Cásina,
cuyo nombre no es mencionado por ningún otro personaje de la comedia, y
es la actriz principal de la obra;
-otros casos, que sí son dotados de nombre por PLAUTO, y apenas
dicen unas palabras. [151]
Como
se ve en el caso de
Curculio, cuando el joven Fedromo dice “soy un
dios” cuando se encuentra por 1ª vez
con la joven Planesia. En otros casos, ciertos
personajes (jóvenes o soldados) comparan a una mujer con un dios,
o dicen que “prefieren ser amados por una mujer que por los
dioses”. [152]
Como se ve en el
caso de Pséudolo, en que Júpiter
es comparado con el proxeneta Balión. O en los casos de Púnico y Rudens,
en que algún que otro personaje (de baja categoría) desprecia
directamente a los dioses. [153]
Como se ve en el
caso del Miles Gloriosus, en que el soldado Pirgopolínices, al jactarse de su larga
vida, dice que nació un día después que Júpiter. [154]
Según TOLLIVER. [155]
Algo nunca visto en
las comedias de MENANDRO. [156]
Pues la figura del pater
familias era lo más valorado de la sociedad romana, y algo
incuestionable e insustituible (hasta en la hora de su muerte). Lo mismo
que la institución del gens o clan familiar, que era la clave de
toda la actividad social, económica y política de la Roma republicana.
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