TUMBA
DE SANTIAGO
El libro de los Hechos de los Apóstoles[1]
nos habla de la muerte de Santiago, discípulo de Cristo, el año 43-44 en
Jerusalén, decapitado bajo Herodes, y no nos dice nada de su sepulcro. No
obstante, y cumpliendo las directrices que los mismos apóstoles habían tomado
de “llevar el evangelio a todo el orbe”, y en el que parece que a Santiago
el Mayor le había correspondido el finis-terrae
de Hispania, sus discípulos no lo dudaron más, y:
-decidieron
no enterrarlo en Jerusalén,
-se
concertaron para llevar su cuerpo al finisterrae
que le había encomendado Cristo y la Iglesia.
Desembarcados por el Guadalquivir en la Hispania occidental, la comunidad
hebrea de Jerusalén pretendió construir su tumba en la costera Iria
Flavia[2],
más su fuerte romanización y populosidad la inclinó a buscar un lugar más
apartado. En una noche de fuerte cielo estrellado (lit. Compostela significa “campo de
estrellas”), decidieron construir la tumba en el campo de lo que hoy es Compostela[3].
Cinco discípulos parece que se volvieron a Jerusalén, y otros dos se quedaron
a predicar en Galicia, con gran acento jerosolimitano.
El año 550 empezaron a multiplicarse los documentos escritos que
hablaban del enterramiento de Santiago en Compostela, sobre todo tras la
publicación del Breviarum Apostolorum, narración
que la Iglesia puso por escrito de los lugares de predicación de los apóstoles
y sus sepulturas, describiéndose las Iglesias fundadas por Pedro, Pablo, Juan,
Tomás… y Santiago. Según el texto eclesial, se atribuía a Santiago su
enterramiento en el “Ara marmárica”[4].
El hallazgo de la tumba apostólica
se produjo en los años 820-830, bajo el reinado de Alfonso II de Asturias, desconociéndose
hasta entonces el lugar de su ubicación. El obispo trasladó inmediatamente la
sede episcopal de Iria Flavia a ese lugar, y las peregrinaciones comenzaron de
inmediato, suponiendo hasta la fecha el mayor movimiento de humanos nunca visto
en la historia de Occidente[5].
En primer lugar cabe destacar que la
tumba constituye un contexto cerrado, es decir, capaz de aportar cronología
arqueológica absoluta, sin márgenes de error ni de forma relativa[6].
El cadáver, pues, ha permanecido siempre, desde el s. I d.C, en el mismo lugar.
En segundo lugar, el cenotafio de
dos plantas donde están enterrados Santiago y otros dos cadáveres ha
permanecido siempre intacto, tanto en sus dos primeras iglesias, las de
Teodomiro y Sisnando, como las posteriores catedrales de Alfonso II, Alfonso III y
Alfonso VI[7].
En tercer lugar está la existencia
en la cripta de la inscripción ATHANASIOS… Pues bien, su grafía, basada en
letras griegas y dos hebreas, se asemeja notablemente a las encontradas por los
arqueólogos Testa y Bagatti en el cementerio cristiano situado en el Monte de
los Olivos de Jerusalén. Se trata, pues, de un auténtico testimonio del origen
jerosolimitano de la primera comunidad cristiana, y hebrea, asentada en Galicia[8].
Dos han sido las excavaciones realizadas sobre la
Catedral de Santiago,
en general, y sobre los restos sepulcrales del apóstol, en particular.
La excavación de 1878 fue permitida
por el papa León XIII. Para llevarla a cabo, se creó una Comisión
Internacional de Arqueólogos, encabezada por el arqueólogo italiano Fidel Fita,
y otra Comisión Internacional de Médicos. Los resultados fueron concluyentes:
-se
trata de un sepulcro de la época romana,
-los
restos de tierra existentes, dentro de la urna sepulcral, son del s. I d.C,
-los
huesos humanos, de la tumba central y las dos adyacentes, son del s. I d.C.
El 12 marzo 1883, en su bula Deus
Omnipotens, León XIII declaró que las reliquias de debajo del altar mayor
de la Catedral de Compostela pertenecen a Santiago y a dos de sus discípulos[9].
La excavación de 1954-55 aportó
otro de los hallazgos más importantes de la tumba de Santiago: la existencia de
la lauda sepulcral del apóstol[10].
Esto invalidaba toda especulación anterior, que quería reducir el hecho a un
mito legendario. También en esa excavación de 1955 se volvieron a examinar los
resultados de 1878, permitiendo su análisis a uno de los arqueólogos
reticentes a juzgar suficientes las pruebas aportadas. Venido expresamente de
Italia, y tras sus análisis sobre el altar descubierto debajo del altar mayor,
el arqueólogo confirmó que[11]:
-se
trataba de un altar romano,
-los
tres cadáveres distintos pertenecieron, perfectamente, al s. I d.C.
c) Arte de la Tumba de Santiago
Descubierta la tumba de Santiago el año 820,
Alfonso
II de Asturias
fue informado personalmente del acontecimiento, y ordenó de
inmediato la construcción de un templo en dicho lugar. El año 830 el obispo
Teodomiro inició la construcción, y levantó una iglesia para albergar la
tumba del apóstol, convertida ahora en cripta subterránea.
Alfonso
III de Asturias
ordenó ampliar la edificación de Alfonso II. Hacia el 899, y en una nueva
construcción, el obispo Sisnando levantó un segundo edificio, que al igual que
el anterior, embebía la tumba apostólica.
A
finales del s. X la iglesia compostelana fue saqueada e incendiada, aunque el
sepulcro subterráneo no sufrió el fuego, ni fue descubierto por los
saqueadores[12].
Alfonso
VI de Castilla
ordenó la reconstrucción de la basílica, encargando al obispo
de la diócesis, Diego de Peláez, el inicio de unas gigantes obras
catedralicias, sobre la base del templo de Alfonso II y Alfonso III. Basílica-catedral
románica, y que tendría que acoger, durante siglos, a miles de peregrinos
europeos que venían a visitar los restos del apóstol.
Iniciadas las obras de la definitiva catedral el año 1078, éstas
estuvieron concluidas en 1125, aunque en otra fase constructiva la catedral fue
perfeccionándose a lo largo de todo el s. XII, hasta su consagración en el año
1211.
Escondido
en el suelo del ábside del templo, al lado de la capilla mayor, tras el saqueo
del moro andalusí Almanzor, y el posterior peligro del pirata inglés Francis
Drake (que había amenazado Compostela tras su desembarco en las costas gallegas), el año 1878 fueron recuperadas las reliquias del apóstol, que se
encontraron en una urna llena de huesos.
La
cripta original
fue reformada para retomar de nuevo las reliquias apostólicas, que ahora se
colocaron:
-sobre
un altar de mármol,
-dentro
de una nueva urna.
Se
trata de una urna de plata:
-cincelada en estilo románico. Respondiendo a un sentido
didáctico, con la finalidad de que fuera contemplada e interiorizada. En ese
sentido, y como se observa en el decorado de la urna funeraria, no hay cuerpos
ni rostros naturalistas, sino que su expresividad está en función del
contenido, que en este caso es el de representar al colegio apostólico en torno
a la Maiestas Domini. Las ideas y
escenas están seleccionadas, pues, siguiendo los moldes de los antiguos exempla-ejemplos
de los canteros itinerantes del románico, que iban intercambiando modelos de
monasterio en monasterio, y homogeneizando todos los lugares[13].
-con la imagen central de Maiestas Domini. Encuadrada
en su mandorla-marco, e indicando la máxima señal de su poder. Sostiene en una
mano la filacteria de las escrituras, y en la otra bendice. Mantiene la ley románica
del marco, quedando determinada la figura de Cristo por las estructuras
arquitectónicas que la envuelven, en este caso el suelo y la tapa superior de
la urna.
-dentro de una mandorla. Que, de origen bizantino (donde se insertaba
el Pantocrátor), pasó en el arte románico a ocupar las fachadas principales y
esculturas de Cristo. No obstante, paulatinamente fue desapareciendo esta figura
del Pantocrátor en su mandorla por la figura de la Maiestas Domini, que pasó a encabezar las escenas del Juicio Final.
-rodeada por el tetramorfos. Los 4 evangelistas que seguían,
según los moldes occidentales y a diferencia de los orientales, la anatomía íntegramente
animal (el león, el águila, el toro y el hombre).
-y los Apóstoles a ambos lados. Representados bajo arquerías,
con simetría rigurosa como principio compositivo, y centralizados bajo la
figura de la Maiestas Domini. Como se
observa, no aparecen los 12 sino 8, pues lo que se trataba de hacer ver era la
representación de la idea, y no de esculpir la totalidad. La idea de unir al
Pantocrátor la figura de los apóstoles ya había sido introducida por el
relieve románico del arte paleocristiano. No aparecen individualizados, ni en
rasgos ni en atributos, aunque sí que son vestidos con las ropas togadas concéntricas
romanas.
Decora, a nivel de techumbre[14] que cierra la urna, y centrando la atención tan sólo en él, el crismón de Cristo, escudo cristiano de larga historia imperial, y con las letras J y X.
Manuel
Arnaldos
Mercaba,
diócesis de Cartagena-Murcia
versión
imprimible
Indice
general: www.mercaba.org/GradodeHistoria/1.htm
_______________________________________
[1] cf. Hechos de los Apóstoles 12, 2.
[2] cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M; Historia de la Iglesia Católica, Edad Antigua, vol. I, Madrid 1996, p. 147.
[3]
Hoy en día se quiere generalizar la idea, entre algunos estudiosos, y no
expertos eclesiales, de que el obispo PRISCILIANO fue enterrado en estos lugares
cuando trajeron su cuerpo desde Tréveris (Alemania), tras ser ejecutado allí
por el emperador TEODOSIO. Otros dicen, sin embargo, que Prisciliano fue
enterrado cerca de Astorga (León). Según los primeros, el sepulcro de
SANTIAGO puede ser la Tumba de Prisciliano, aunque las fechas en las que
vivieron uno y otro no coinciden.
En efecto, algunos heterodoxos han defendido que quien en realidad
ocupa el sepulcro de la catedral de Santiago es el cuerpo de PRISCILIANO,
obispo místico y hereje del s. IV, ajusticiado en Tréveris. Pero esta hipótesis adolece de total falta de rigor, y
no hay un solo testimonio que confirme con fundamente esta leyenda.
[4]
Ya en el s. VIII español se cantaban coplas al santo apóstol
protector, así como los grandes literatos componían himnos en su honor. De
resaltar son los preciosos versos del BEATO DE LIEBANA, que escribía: “Oh
apóstol, dignísimo y santísimo, cabeza refulgente y dorada de España,
defensor poderoso de tu pueblo”.
Los
martirologios de FLORO y de ADON, del 808, así como las Actas
de los reyes asturianos y los documentos del Monasterio de Gemblours, también
recogían esta certidumbre.
A
nivel internacional, fue BEDA EL VENERABLE, desde la Irlanda del s. VII,
quien describió con meticulosa precisión la localización exacta del
cuerpo del apóstol en Galicia (hecho que luego se cumplió).
[5] Las primeras peregrinaciones empezaron a llegar en barco hasta Asturias, y desde allí entraban en Galicia. A este se le llamó el camino primitivo.
[6]
cf. FERNANDEZ MARTINEZ, V; Teoría y método
de la Arqueología, ed. Síntesis, Madrid 2000, pp. 147-152.
[7] cf. “Xunta de Galicia”; www.galiciadigital.com/images/.../apostol.html.
[8] cf. “La tumba apostólica de Compostela. Hallazgos arqueológicos de 1955”. Jueves, 20 julio de 2006. Sección: Historia; www.celtiberia.net).
[9] Que ya el Breviarum Apostolorum del 550 hablaba de ellos como de TEODORO y ATANASIO (justo coincidente con la inscripción ATHANASIOS descubierta en su cenotafio primitivo).
[10]
cf. “ELENA SERRANO, Xacobeo 2004”; www.huellascl.com/articoli/apr04.html.
[11]
cf. LLORCA, G; VILLOSLADA, R; LABOA, J.M; Historia de la Iglesia Católica, Edad
Antigua, Madrid 1996, p. 147.
[12] No obstante, y ante la inestabilidad de la época, con fronteras cristianas nada estables ante el Islam de Al-Andalus (cuyos saqueos y matanzas de ALMANZOR, por ejemplo, fueron terroríficos para Compostela), los restos del apóstol fueron extraídos de su lugar original, y ubicados en un rincón más seguro, sin que nadie lo supiera. Tras la excavación de 1878, los restos fueron colocados de nuevo en su lugar primigenio (cf. “Universidad de Valencia”; www.uv.es/documentos/santiago.html).
[13]
cf. RODRIQUEZ VELASCO, M; Arte
románico, ed. SP-CEU, Madrid 2010, p. 45.
[14]
Perfecta es también aquí la estructura románica, al separar el friso con
arquerías, y como idea importada de los sarcófagos paleocristianos del s.
IV, que dividían con columnas las escenas.