26 de Julio

Viernes XVI Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 26 julio 2024

a) Jer 3, 14-17

         Jeremías percibe hoy el contexto histórico del exilio y dispersión por Babilonia del pueblo hebreo, y anuncia el retorno de los deportados: "Volved, hijos rebeldes, porque yo soy vuestro Señor. Os iré recogiendo uno a uno de cada ciudad, y por parejas de cada familia y os reconduciré a Sión".

         El tema del reencuentro forma parte del deseo profundo de la humanidad, y el volver a encontrarse cuando se ha estado separados. En ese sentido, Babel es el símbolo de la dispersión de los hombres (que no logran vivir reunidos), y Jerusalén (como veremos al final de este oráculo), el símbolo de una concentración universal.

         Pero para que esto pueda llevarse a efecto, resalta Jeremías la importancia de los jefes, y de todos aquellos que tienen alguna responsabilidad: "Os daré pastores según mi corazón, que os conducirán con prudencia e inteligencia". Es decir, ¡qué sean inteligentes!, y capaces de analizar de veras las situaciones, con realismo y sin falsas ilusiones.

         Tras lo cual, continúa diciendo Jeremías: "Cuando seáis más y fructifiquéis en el país, no se hablará más del Arca de la Alianza, ni os acordaréis de él". El Arca de la Alianza era el objeto de culto más sagrado: un cofre de maderas preciosas, en el que estaban encerradas las Tablas de la Ley de Moisés y el símbolo más explícito de la presencia de Dios en el templo. Un símbolo judío que, el 587 a.C, también fue quemado por los invasores caldeos, junto al resto del Templo de Jerusalén.

         Ahora bien, Jeremías tuvo la audacia de pedir que no se le echara de menos (al Arca), ni que se tratara de reconstruirla. ¿Por qué? Lo dice el propio Jeremías: "Porque en aquel tiempo, llamarán a Jerusalén el Trono del Señor".

         En efecto, el Arca de la Alianza representaba una religión arcaica, demasiado materializada. Y la presencia de Dios, dice Jeremías, estará en adelante en el corazón de cada creyente. Lo mismo que dirá más adelante el propio Jesús: "Destruiré este templo, y lo reconstruiré", porque "hablaba del templo de su cuerpo" (Jn 2, 19-21).

         El malestar que se dejó sentir en Jerusalén por la desaparición del Arca es común a todas las épocas, sobre todo cuando desaparece una forma de culto, o una expresión de lo sagrado. E incluso la Iglesia también experimenta esta impresión, cuando se ve privada de la suntuosa ambientación litúrgica de antaño. Pero hay que tener la fe de Jeremías, que valoraba la presencia espiritual de Dios, no unida a ninguna costumbre, ni siquiera a la más sagrada y venerable.

         Y lo que es profético también, en esta visión de futuro, es que Jeremías parece sugerir que es Jerusalén (es decir, una ciudad normal) la que pasará a ser nuevo Arca de Dios, o lugar de la presencia de Dios. En efecto, Dios está en lugares reales, y no en ningún objeto tabú. Él se encuentra allí donde se viven relaciones interpersonales satisfactorias. Señor, haz que vivamos siempre como hermanos.

         Entonces, "todas las naciones se incorporarán a Jerusalén en el nombre del Señor, y abandonarán la obstinación de sus perversos corazones". ¡Cuán amplia es esta visión de concentración! Porque no son sólo los deportados de Israel los que conformarán el pueblo de Dios, sino todas las naciones que quieran unirse a Jerusalén. Señor, haz que todos los hombres vivamos como hermanos.

Noel Quesson

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         El libro de Jeremías nos ofrece hoy una profecía que puede resultar muy actual: "Os daré pastores según mi corazón". Es éste el versículo que Juan Pablo II escogió para titular su exhortación post-sinodal sobre la vida y ministerio de los presbíteros: Pastores dabo Vobis.

         Debería dolernos la existencia de pastores que no dan su vida por la Iglesia ni por el pueblo, o que han reducido su ministerio a una tarea burocrática. Así como también la gran cantidad de jóvenes que rechazan la invitación de Jesús a entregarse a él y a los demás.

         En este contexto, ¿qué pueden significar las palabras de Jeremías? ¿O quiénes son esos pastores que Dios nos va a dar "según su corazón"? Serán aquellos que nos apacienten con ciencia y experiencia. Esas son las 2 palabras que usa el texto. Es decir, que sean maestros del espíritu, y que sean ellos los primeros testigos de lo que enseñan.

Gonzalo Fernández

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         En el juicio entablado ayer por Dios contra su pueblo, oíamos unas quejas amargas. Y hoy, Dios les dice una palabra esperanzadora: "Volved". Todo ello a través de la imagen del esposo abandonado, que abre el camino para la vuelta de su infiel esposa, que le da la posibilidad de rehabilitarse, y que le ofrece la casa que nunca debió abandonar. Los verbos son a cual más esperanzadores: volved, os escogeré, os traeré, os daré...

         En ese nuevo futuro, no se hablará ya del Arca de la Alianza, ni se volverá a repetir la experiencia del desierto (donde viajaba el Arca con su pueblo, sin morada estable), pues habrá un lugar seguro y fijo: Jerusalén. Y en ese lugar, no se echará de menos el Arca, sino la presencia de Dios mismo: "Llamarán a Jerusalén trono del Señor, por el nombre del Señor que está en Jerusalén". El salmo responsorial de hoy prolonga esta perspectiva esperanzadora: "El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo guardará como pastor a su rebaño".

         Los cristianos leemos esta profecía de Jeremías sabiendo que, en Jesús, Dios ha hecho su morada entre nosotros. Y sabiendo que Jesús, antes de despedirse, nos aseguró: "Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Si es el caso, también nosotros deberemos desandar el camino que nos haya alejado de Dios, y volver a él con el mismo amor que habíamos tenido en nuestros mejores momentos de fe.

         Oigamos para cada uno de nosotros la palabra de Dios: "Volved, que yo soy vuestro dueño". Sea cual sea nuestra situación, siempre es posible el regreso, pues Dios es un Dios que perdona, y Jesús no a condenar sino a salvar.

         La profecía de Jeremías nos asegura que tenemos solución, que este mundo tiene solución, que la juventud de hoy tiene solución, y que la Iglesia tiene solución. La puerta ha sido abierta por Dios, con esos brazos de padre que sale a esperar a sus hijos, y con unos planes que son alegría y vida: "Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos, y convertiré su tristeza en gozo. Los alegraré y aliviaré sus penas".

José Aldazábal

 Act: 26/07/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A