26 de Junio

Miércoles XII Ordinario

Equipo de Liturgia
Mercabá, 26 junio 2024

a) 2 Rey 22,8-13; 23,1-3

         Un pequeño acontecimiento, en apariencia banal y que llega por azar, sucedió bajo el reinado del Josías I de Judá (ca. 622 a.C), cuando unos obreros que trabajaban en el Templo de Jerusalén descubren un libro (el Deuteronomio) que había sido perdido, tras ser escondido allí desde tiempos remotos. Como dijo el propio sacerdote Helcías, responsable del templo: "Hemos hallado el libro de la ley en el templo del Señor". 

         A todos los hombres les sucede algo parecido, y mientras hay momentos en que parece perderse la palabra de Dios, en otros se la encuentra de nuevo. He de llevar todo esto a la oración, pues ¿me sucede a menudo dejar escapar las ocasiones? Porque en tal encuentro, en tal lectura, en tal enfermedad... puede estar ahí Dios, escondido y presto a ser encontrado de nuevo.

         Cuando el rey Josías oyó las palabras contenidas en ese libro (la Torah), rasgó sus vestiduras, como signo de arrepentimiento y deseo de conversión. En efecto, el Deuteronomio es todo él una llamada a la Alianza, y su tono es envolvente en torno a una confidencia: Dios ama, pero espera ser amado, e invita a todos a amarle. Y pensando en los pecados de su pueblo, y en ese inmenso olvido que duraba ya tantos años, el rey Josías tiene el corazón traspasado, y por eso rasga sus vestiduras. 

         Si nosotros nos olvidamos de Dios, Dios no nos olvida jamás, y durante nuestras largas ausencias él permanece ahí, y sigue amándonos siempre. El descubrimiento de este amor fue el que trastornó a Josías, y le suscitó sentimientos de gozo y arrepentimiento.

         El rey hizo convocar a todos los ancianos, sacerdotes y profetas, y a todos los habitantes de Jerusalén desde el menor al mayor. En el fondo, uno no se convierte solo, y todo aquel que descubre (o redescubre) a Dios provoca una especie de reacción en cadena. Como decía un sabio, "todo el que se mejora a sí mismo, mejora el mundo".

         Que sepa yo pensar en mis propias responsabilidades, y en los que dependen de mí, y en todo lo que les falta cuando yo abandono a Dios, y en todo el provecho que reciben cuando mi vida es vida según Dios. ¿Me preocupo de hacer partícipes a los demás de mis propios descubrimientos? ¿Tengo que comunicar una buena nueva a todos los que amo?

         El rey Josías leyó ante el pueblo todo el contenido del libro de la alianza, hallado en el templo. Y organizó una especie de gran liturgia, o celebración de la Palabra. El secretario había leído el texto al rey, y ahora el rey lo lee a todo el pueblo.

         Como siempre, los hechos se desarrollan en cascada: los obreros encuentran el libro (cuando estaban trabajando) y lo llevan al sumo sacerdote (Helcías), éste convoca al secretario del rey (Safán), éste advierte al rey (Josías) y éste propone la Alianza a todos los habitantes de Jerusalén. La palabra de Dios pasa de mano en mano, de boca en boca y de oído en oído. Decididamente, Dios necesita a los hombres.

         El rey estaba de pie junto a la columna, y concertó ante el Señor la Alianza que le obligaba a seguir al Señor, y a guardar sus mandamientos con todo el corazón y toda el alma. Comienza una reforma (la Reforma de Josías), una nueva fase de vida bajo un mismo lema: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma".

Noel Quesson

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         En tiempos del joven rey Josías I de Judá, que fue de los pocos buenos y fieles a Dios, aconteció el hallazgo en el Templo de Jerusalén del libro del Deuteronomio (de la ley mosaica). Pero entre lo que decía el libro (la Alianza) y lo que estaba sucediendo en el pueblo (la apatía) no había ningún parecido. El rey teme entonces, con razón, que Dios se enoje y permita las calamidades que están pasando. No obstante, la lectura solemne del libro lleva a todos, autoridades y pueblo, a renovar y suscribir la Alianza con Dios.

         Va a ser un paréntesis no demasiado largo, porque Josías muere joven (en la Batalla de Megido contra los egipcios. Pero un paréntesis de fidelidad a Dios, en medio de una historia llena de idolatrías y de injusticias. El salmo responsorial de hoy recoge esta voluntad de conversión: "Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente. Y guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo".

         Hay períodos en la historia, tanto de cada uno como de una sociedad, en que hace falta algún hallazgo (como el ocurrido al rey Josías) o algún profeta (como Jeremías, que es el que ayudó a Josías en su programa de Reforma Religiosa) para que todos recapacitemos, y volvamos al camino de la sensatez.

         Serán pocas todas las llamadas a la nueva evangelización. Cada generación nueva se tiene que enterar de las buenas noticias de salvación que Dios ofrece, tanto más cuando el ambiente es pagano o neo-pagano. Porque con demasiada facilidad nos olvidamos del "libro de la ley" y de su estilo de vida, dejándonos llevar por idolatrías de todo tipo.

         Los cristianos no sólo debemos preocuparnos de ser fieles a nuestra propia llamada de Dios, sino que también hemos de preocuparnos de las llamadas de Dios a los demás (niños, jóvenes, alejados...), a la hora de redescubrir a Dios en sus vidas, y de volver a escuchar (si lo han olvidado) el libro de la palabra de Dios.

         Sacerdotes, catequistas, misioneros, profetas, padres, educadores de la fe o maestros cristianos. Éstos son los nuevos Josías y Jeremías que el mundo necesita, para ayudar a este mundo a descubrir la verdadera respuesta a sus preguntas y problemas.

José Aldazábal

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         En la historia de Israel es muy importante la página que hemos leído del libro II de los reyes, bajo el reinado de Josías I de Judá. Prueba de ello es que el reformador Josías es, junto con David, el que mejor valorado sale por la tradición deuteronómica. Y hasta la tradición judía canta la grandeza del espíritu de Josías, por su fidelidad a Dios.

         Esta actitud de reconocimiento y alabanza hacia Josías se debe a 2 motivos: a que tuvo audacia para suprimir el culto a los dioses extranjeros (centrando así la religiosidad en el único Dios, y en Jerusalén), y a que tuvo la fortuna de encontrar el códice del libro del Deuteronomio (sobre todo la parte legislativa del mismo, en sus cap. 5 al 28). Enaltecer el culto a Dios, y estimular la fe en el pueblo, fue el legado del rey Josías, que firmó y selló de nuevo la Alianza entre Israel y Dios, como acontecimiento de extraordinario valor.

Dominicos de Madrid

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         Tras la sacudida del acoso asirio que leíamos ayer, y la historia de los reyes Manasés I y Amón I de Judá (ambos dignos del reproche del redactor), llegamos al reinado de Josías I de Judá. La Biblia centra su atención en el episodio del hallazgo del libro de la Torah, y la posterior Reforma Religiosa que llevó a cabo Josías, basada en la destrucción de los templos y objetos que no fueran de la religión hebrea.

         El texto de hoy está dividido en 2 partes, ambas girando en torno al libro de la ley (2Cro 34, 3). En la 1ª se narra el hallazgo del libro (o rollo papírico) por parte del sumo sacerdote Helcías, y la 2ª refiere a la ratificación de la Alianza de Dios que hizo el rey Josías y todo el pueblo. Analicemos brevemente el pasaje.

         El año 18 de su reinado, Josías ordenó al escriba Safán (Jer 36, 11-12) que fuese al Templo de Jerusalén y que diese la orden de fundir el dinero recogido del pueblo para pagar a los que estaban realizando los trabajos de reparación. Es entonces cuando el sumo sacerdote Helcías comunicó al escriba el hallazgo del rollo de la ley.

         Si nos fijamos en los detalles, vemos que el motivo del hallazgo son las obras del Templo de Jerusalén (ca. 622 a.C), aunque para 2Cro 34,3 la reforma se había llevado a cabo 7 años antes (ca. 629 a.C) y su descripción parece un duplicado de las llevadas a cabo 100 años atrás por Joás I de Judá (2Re 12, 4-16).

         Otro detalle importante es la descripción del contenido del libro. En el texto no aparece, pero por las posteriores medidas llevadas a cabo por el rey se puede descubrir que pudo ser un Protodeuteronomio, que contendría básicamente la parte legislativa del actual (cap. 12-26): centralización del culto, presentación del rey ideal, medidas a llevar a cabo para la reforma religiosa, maldiciones (Dt 28,15; 29,21) y renovación de la Alianza (a la que se refiere la última parte del texto).

         Los investigadores creen que el libro al que el texto se está refiriendo tuvo su origen en el Reino del Norte, y tras la conquista asiria los supervivientes lo llevaron a Jerusalén (donde fue reelaborado). Sería el mismo que 80 años antes utilizó Ezequías I de Judá en su reforma (2Re 18, 4). Un 2º nivel, teológico, en la 1ª parte de la narración, lo encontramos en la reacción del rey.

         El redactor está expresando las características del auténtico monarca fiel a la ley. Lo más importante es el deseo de que Dios ratifique el hallazgo. No lo dice el texto, pero a quienes se dirigen los emisarios reales es a la profetisa Hulda (2Re 22, 14), mujer desconocida (2Cro 34, 22-28) que gozaría de una reputación que aún no tenían los canónicos Jeremías y Sofonías. Respecto a la "cólera divina", puede que se esté haciendo una alusión a la Caída de Judá (ca. 587 a.C), a la que se refieren también otros textos anteriores (1Re 8,46-53; 9,3-9; 2Re 17,19-20; 20,16-18; 21,10-15).

         La 2ª parte del texto sigue también coordenadas teológicas, más que históricas. Y detalles importantes de ella son las que causan la reacción del rey. Se trata de las palabras de la profetisa Hulda, que el texto bíblico señala justo antes de lo que en éste tenemos: amenaza de la destrucción de Jerusalén, y reconocimiento divino de la actitud del rey. Destaca también el tipo de reunión mantenida (que recuerda a la confederación de tribus de Siquén; Jos 24), la alusión al libro como Código de la Alianza (que es como se presenta al Deuteronomio; Dt 5,2; 28,69) y la ratificación de la Alianza por el pueblo (que recuerda a los eventos del Sinaí y Siquén).

Servicio Bíblico Latinoamericano

 Act: 26/06/24     @tiempo ordinario         E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A